miércoles, 29 de diciembre de 2021

Paradigmas científicos y Espiritismo

     INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Prisioneros del cuerpo 

     Frase de Juana de Ángelis

2-  Implicaciones revolucionarias en el Espiritismo

3.- Paradigmas científicos y Espiritismo

4.- El bien y el mal




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                              PRISIONEROS DEL CUERPO

23. Aunque durante la vida el Espíritu se encuentra sujeto al cuerpo por medio del periespíritu, su esclavitud no le impide extender la cadena que lo sujeta y transportarse a un punto distante, sea en la Tierra o en el espacio.- Sólo a disgusto permanece el Espíritu ligado al cuerpo, porque su vida normal es la libertad, mientras que la vida corporal es semejante a la de un siervo cautivo a la  gleba.

   El Espíritu, por lo tanto, se siente feliz al abandonar el cuerpo, como un pájaro que abandona su jaula. Para liberarse de él aprovecha todas las ocasiones, todos los instantes en que su presencia no es necesaria para la vida de relación. Este fenómeno se denomina emancipación del alma, y se produce siempre durante el dormir. Cada vez que el cuerpo descansa y que los sentidos quedan inactivos, el Espíritu se desprende.

   En esos momentos, el Espíritu vive la vida espiritual, mientras que el cuerpo vive apenas la vida vegetativa; se halla, en parte,  en el estado en que habrá de encontrarse después de la muerte; recorre el espacio, conversa con sus amigos y con otros Espíritus libres o encarnados como él. El lazo fluídico que lo sujeta al cuerpo sólo se rompe definitivamente
en ocasión de la muerte; la separación completa sólo se produce por efecto de la extinción absoluta de la actividad del principio vital..

LA GÉNESIS - Capítulo XIV
ALLAN KARDEC.

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“Jesús sabía todo lo que le sucedería mientras vivía con los seres humanos en su viaje.
Recibió el poder de cambiar la etapa final y trágica de Su mesianismo. Sin embargo, optó por obedecer todas las imposiciones de la crueldad humana, para enseñarnos, con el ejemplo, a perseverar en nuestro deber hasta el último momento.
Esfuércese por hacer lo mismo ".
Joanna de Angelis
Divaldo P. Franco
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IMPLICACIONES REVOLUCIONARIAS EN EL ESPIRITISMO


13:05
  O Blog dos Espíritas

Por Randy*

Cuando se combate la visión religiosa sobre el Espiritismo se deja siempre la impresión de que se trata de una cuestión de preferencias personales o de lectura pre conceptuosa sobre la historia de las religiones. 

Pero, si se retira la expresión “pre conceptuosa”  llegamos al núcleo de todo. La lectura histórica de las religiones  es desastrosa. En todos los momentos de la humanidad la religión no hizo otra cosa que dividir, mitigar, humillar, aprisionar, reprimir, atrasar, retardar el avance de la humanidad.

Vale recordar que las religiones son creaciones humanas. Y absolutamente  ninguno de los creadores de religiones eran espíritus puros, perfectos, superiores. No existen hombres superiores con autoridad bastante para afirmar que tal doctrina representa el pensamiento de Dios sobre la Tierra. Ninguna religión, por tanto, absolutamente ninguna, posee autoridad divina. Y el agravante de ser creadas por seres imperfectos es que la imperfección no crea perfección.

La imperfección de las religiones tiene su foco principal cuando confrontadas con el espiritismo en su capacidad de colocar a los hombres unos contra los otros y de imponer condiciones de restricción de la capacidad critico-racional de sus seguidores. Peor aun cuando las religiones se inmiscuyen en la sociedad influyendo en la cultura, en la convivencia social y en la política. Por ese motivo, acaban influenciando en personas  no seguidoras, causándoles constreñimientos  o imponiendo  resignación cívica. En Brasil toda la cultura está vinculada con la influencia católica, incluyendo la imposición de fechas religiosas por la idolatría de sus santos, violando  los derechos de los evangélicos, judíos, ateos, etc.

En todos los sistemas donde la religión prevaleció, se mantuvo  también el atraso social e intelectual. Consecuentemente, por una ley natural traída por la Codificación Espirita, donde hay un atraso intelectual existe evidentemente un atraso moral. Eso destruye  la falacia de que  las religiones contribuyeron al orden moral de forma decisiva. Si, hubo momentos históricos donde la imposición de la disciplina religiosa  evitó perjuicios de orden moral por un lado, pero impusieron otros igualmente  dañinos por otro. Y todo eso porque el papel de las religiones nunca fue el comprender a las divinidades  sin satisfacer los puntos de vista de quien se arrogaba al derecho de representarla en la Tierra.

El propio Jesús jamás creó una religión. Muy al contrario, se mantuvo en la religión de sus padres, siendo hasta coherente  con sus enseñanzas de orden moral, pero completamente apartado de la institución, hasta el punto de hacerle severas críticas. Eso le valió la persecución por los propios judíos.

Sin embargo, es imposible hacer desaparecer  la existencia de la religión en el pasado humano. Al contrario, la codificación vio  en ella alguna  importancia histórica. Pero, la misma codificación no elige ninguna de las religiones. No establece a ninguna como racional o verdadera. Teje críticas también. Sin embargo, en la Ley de Adoración, comenzamos a entender  realmente  lo que viene a ser esa “religión” de que habla el Espiritismo. No se trata de una institución, de una estructura. La Ley de Adoración hace prevalecer la lógica  del “pensamiento religioso”, de naturaleza esencialmente intima y personal. Eso no se niega y ni se puede negar. La codificación conceptúa el pensamiento religioso o religiosidad en este paradigma  un movimiento del individuo en la comprensión de las leyes divinas y de los mecanismos que son regidos por Dios. Punto y final. 

El espiritismo no es una religión y los espiritas pueden mantener un pensamiento religioso  en su relación con Dios, en adoración absolutamente personal y reservada, salvando las excepciones colectivas para fines especiales. Eso no requiere estructura, ni institución.

Por otra parte, la codificación nos habla todo el tiempo  de entendimiento intelectual y moral y la practica evolucionaria.  Pero, ahora, ese mensaje cabe para toda la humanidad. Entonces, como repetimos siempre a lo largo de los tiempos, no hay como establecer el Espiritismo  como una religión más, pues la visión histórica y cultural sobre las instituciones religiosas no agrega personas. al contrario las separa, las estigmatiza. Basta que haya implicaciones de naturaleza religiosa en un discurso para que uno u otro grupo lo repudie  de inmediato. Un “espiritismo religioso”, por ejemplo, sería repudiado en países islámicos o de influencia helénica, o eslava, u orientales.

Desligar al Espiritismo del concepto de religión tan falsamente impuesto por influencias roustainguistas y de autores idolatrados en Brasil, pasa a ser una cuestión  estratégica para la práctica del Bien. Si el espirita se siente confortable con las lecciones que aprende, debe, por deber de caridad  para con el prójimo, propagar esas lecciones. Mas, el terreno debe ser de neutralidad de las pasiones.  Las religiones  causan pasiones, o las  consecuencias de ellas.

Un Espiritismo desalojado del concepto religioso será capaz de motivar mentes especulativas e investigativas en su dirección.  Eso incrementaría el poder científico de la Doctrina espirita, trayéndole pruebas de verdad  con impactos inexorables sobre la sociedad humana. En verdad, las pruebas de los axiomas espiritas revolucionarían todo el concepto que los hombres poseen de su propia existencia, trazando implicaciones notorias sobre las relaciones sociales, sobre la política y sobre la economía.

En la practica, podemos decir que  si el mínimo axioma fuera comprobado, pasaría a ser de interés formal de gobiernos el fomento a la pesquisa. O no..  No se puede olvidar  que cualquier principio revolucionario atiende a intereses antagónicos. Mas, sabemos que el cambio, cuando es colocado de forma verosímil y evolutivo, es inevitable.

Podemos aludir al impacto cultural que revelaciones espiritas debidamente comprobadas traerían para todos las estructuras de la sociedad mundial. Es muy posible también que podría entrar en conflicto con el pensamiento antiguo. Pero, no es posible una confrontación prolongada con hechos comprobados y científicos. No le fue posible  a la Iglesia Católica impedir la realidad de que  la Tierra es redonda, por ejemplo.

En verdad, el Espiritismo trae un inmenso poder que yace oculto por la inacción de los espiritas. Podemos hasta  imaginar que la influencia católica sobre los espiritas no fue fruto del acaso y si un movimiento bien  orquestado – y eficaz-  de evitar esa revolución cultural, intelectual, moral sobre la humanidad. Es más una vez un sistema religioso institucional promoviendo el atraso, el estancamiento.

Cuando espiritas son cómplices en eso, es preocupante. No por establecerse campos de conflictos, sino por la percepción de que la más poderosa arma para el avance rápido de la humanidad queda enterrada  y oxidada  por quien la cedió a su mayor enemigo. Y en una relectura del proceso histórico, gobiernos influenciados por religiones  tampoco se interesarían por la correcta divulgación de la doctrina Espirita. Nadie quiere revoluciones  cuando la situación se adecua a sus intereses. Quien promueve revoluciones es quien no se satisface con esa adaptación. Deberían ser los espiritas los que promovieran esa revolución, tal como los primeros cristianos.  No precisamos repetir sus errores  y caer en los llamamientos del poder religioso. Durante 300 años  los cristianos fueron poderosos  y revolucionarios, hasta el momento en que se vieron en ese poder. De ahí fue creada la Iglesia Católica y todo se derrumbó. El sistema revolucionario fue sustituido por un sistema represor y anti- revolucionario.

La responsabilidad del espirita siempre fue mayor  de lo que por encima se puede entrever. Ninguna revolución sirve para el propio individuo. Ella se extiende obligatoriamente por todos los que están alrededor. Considerando los avances posibles con el espiritismo, no promover esa revolución es falta de caridad para con toda la humanidad.

El espiritismo es ciencia y filosofía. El espirita se debe atener a estos terrenos de neutralidad. Estudiar, investigar, buscar la verdad, repudiar los falsos escritos de falsos espíritas, disciplinarse en la metodología, traducir todo eso en su practica moral cotidiana en la medida de su entendimiento – eso es hacer la revolución espirita.

Revolución espirita es un acto de caridad mundial que no tiene fronteras.  Ni aquellas  que son de las propias limitaciones personales.

 

  ( Randy es moderador de la comunidad “Yo soy Espirita – Espiritismo”  del Orkut e idealizador del Núcleo Espirita de Filosofía y Ciencias Aplicada. NEFCA )

Traducido al español por: M.C.R

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  PARADIGMAS CIENTÍFICOS Y ESPIRITISMO

Nuestra civilización se encuentra hoy ante la presencia de nuevos paradigmas científicos que afectan a lo más profundo de la psique humana y provocan sustanciales modificaciones en los conceptos y valores oficialmente reconocidos. 

Aunque de origen aristotélico, el término paradigma fue readaptado por el físico estadounidense Thomas Kuhn en su obra La estructura de las revoluciones científicas para referirse a los sistemas conceptuales que imperan durante períodos determinados de la evolución de la ciencia, hasta que nuevos descubrimientos los ponen en tela de juicio y hacen que la visión del mundo prevalente ingrese en una fase de conflicto y sea reemplazada por otra.

Algunos ejemplos históricos, atinadamente señalados por modernos filósofos de la ciencia como Feyerabend, Lakatos además de Kuhn, ilustran claramente este complejo y dinámico proceso de formación, consolidación y sustitución de paradigmas: la transición del modelo geocéntrico al heliocéntrico, la superación del creacionismo bíblico por el evolucionismo darwiniano, el desplazamiento de la teoría del flogisto en virtud de las comprobaciones sobre la combustión que sentaron las bases de la química moderna o el paso de la mecánica newtoniana a la física cuántica-relativista. 

Durante todo el siglo veinte, con especial acento en la segunda mitad, en el seno de las ciencias naturales, humanas y sociales, se revisaron viejos conceptos, creencias o supuestos básicos y se libraron duras batallas para presentar el nuevo paradigma que ha dado la bienvenida al siglo veintiuno en el que ahora nos hallamos. 

Sucesivos hallazgos que han sido reportados en los campos de la física, la cosmología, la informática, la biología, la ecología, la neurología, la antropología, la psicología, la parapsicología o la tanatología, apuntan hacia una nueva comprensión del fenómeno humano y su integración a un universo de múltiples niveles, donde lo material solo representa un fragmento de la realidad. 

Y en esta revolución, en que la explosión y el volumen de los conocimientos parecieran no tener límites, han participado desde lugares diferentes del planeta y asumiendo perspectivas autónomas, numerosos investigadores que han abierto los más variados frentes de estudio, reflexión y trabajo experimental.

 Un principio fundamental que opera como epicentro del nuevo paradigma es la concepción holística, a cuya luz todo está relacionado con todo en todas partes del universo, o lo que es igual decir, la totalidad de sus elementos constituyentes son inter e intra dependientes. Disciplinas como la cibernética o la ecología definen su objeto de estudio a partir de ese principio. Debemos al biólogo austríaco Ludwig von Bertalanffy el diseño y sustento de la Teoría General de los Sistemas, conforme a la cual todo cuanto existe en la naturaleza, incluido el comportamiento humano, está interconectado y nada puede ser comprendido aisladamente. Siguiendo esta línea el físico James Jeans afirmó que las investigaciones y una ojeada general que relacione al mundo de de las diminutas partículas subatómicas con las gigantescas y distantes galaxias cuya luz llega a nosotros luego de millones de años de haber sido emitida, apuntan a la comprensión del universo más como un sistema inteligente que una máquina expuesta azarosamente a los juegos de ensayo y error. Disciplinas “duras” como la cosmología y la física enfrentan fenómenos que requieren una explicación diferente de la ofrecida por los modelos aun vigentes. 

Numerosos hechos que se presentan en los dominios de lo infinitamente pequeño parecieran colisionar con el modo tradicional de comprenderlos. Durante siglos se creyó que los humanos éramos observadores pasivos viviendo en un universo sobre el que teníamos poca influencia, pero las comprobaciones de la mecánica cuántica han venido proporcionando una visión radicalmente distinta de nuestro papel en este vasto escenario. Numerosos experimentos demuestran que el hecho de mirar algo tan pequeño como un electrón, centrando nuestra atención durante unos instantes sobre su comportamiento, modifica sus propiedades mientras lo estamos observando. Esto significa que el propio acto de observación es un acto de creación, y que la conciencia es la autora de esa creación, de modo que estamos obligados a sustituir la vieja palabra observador y colocar en su lugar el término participante.

 El efecto del observador, la dualidad onda partícula, el principio de incertidumbre o el entrelazamiento cuántico, son solo algunos de los desconcertantes hechos que plantean enormes desafíos a los científicos, a la vez que convocan a los seres humanos a considerarse partícipes, en lugar de simples transeúntes, en el vasto y universal proceso evolutivo. 

Esta novedosa visión fue articulada en una serie de ensayos y libros por el físico de Princeton y colega de Einstein, David Bohm, fallecido en 1992. Bohm planteaba que si pudiésemos ver el universo en su totalidad desde una perspectiva más elevada, los objetos en nuestro mundo aparecerían de hecho como la proyección de algo que está sucediendo en otra dimensión que no podemos percibir. Él consideraba que tanto lo visible como lo invisible son expresiones de un orden mayor y universal, y para diferenciar estas dos dimensiones, las llamó implicada y explicada. Las cosas que podemos ver y tocar, y que parecen estar separadas en nuestro mundo –como las rocas, los océanos, los bosques, los animales o las personas– son ejemplos del orden explicado. Sin embargo, por muy distintas que puedan parecer unas de otras, están unidas por vínculos que no podemos percibir desde nuestra perspectiva sensorial. Por lo tanto, todas las cosas que aparentan estar separadas forman parte de un todo mayor, que él llamó orden implicado.

 Bohm se valió de numerosos ejemplos para expresar su convicción de que el universo y todo lo que hay en él –incluidos nosotros– constituye la manifestación de un admirable orden cósmico. Al reflexionar sobre la naturaleza interrelacionada de todo lo existente, Bohm quedó más convencido de que el universo, o multiverso, funciona como un inmenso holograma cósmico, en el que cada elemento contiene a la totalidad aunque en una escala menor. Conforme a este diseño, lo que apreciamos como nuestro mundo es de hecho la proyección de algo más real que está teniendo lugar en una dimensión paralela o más profunda, que vendría a ser precisamente, el orden implicado. 

No deja de sorprender cuanto se parece esta noción cuántica a las enseñanzas del milenario hermetismo egipcio sintetizadas en el aforismo “tal como es arriba, así es abajo”, o también a la teoría platónica de las correspondencias entre el mundo sensible de las formas exteriores y el mundo inteligible de las ideas cuyos arquetipos son los patrones que orientan la configuración de aquellas. 

De manera análoga, cuando se pasa de la dimensión física a la biológica, se constata que cada organismo viviente funciona exactamente como un holograma, puesto que el ADN de cualquiera de sus células contiene al código genético completo. Si se toma una muestra de cabello, de uñas o de sangre, o de cualquier otra parte del cuerpo, se podrá encontrar ahí la misma estructura genética que dibuja la arquitectura integral de ese ser vivo. 

De igual manera que en el universo el orden explicado constituye la cristalización o representación fenoménica de las directrices que provienen del orden implicado o subyacente, así en los procesos vitales el flujo entre lo invisible y lo visible transcurre sin solución de continuidad. 

Una nueva visión de la biología está considerando la necesidad de acudir a hipótesis diferentes de las tradicionales para entender y tratar de explicar una gran cantidad de fenómenos anómalos, como los campos, llamados morfogenéticos por Rupert Shelldrake, que pueden servir de molde para la creación de formas vivas y asegurar gracias a los procesos de “resonancia mórfica” su coherencia y armónico funcionamiento. 

Una de las disciplinas que ha recibido el impacto de esta profunda revisión conceptual es la psicología, originalmente definida como “estudio del alma” pero devenida en “estudio de la conducta” como resultado de una crisis de identidad que la llevó a sucumbir a las presiones del modelo organicista y materialista que se fue configurando a partir del Renacimiento como la explicación “científica” del fenómeno humano y que así perdura hasta nuestros días. Frente al conductismo y el psicoanálisis que se impusieron como tendencias dominantes dentro de la psicología del siglo veinte, tanto en el orden teórico como en sus aplicaciones terapéuticas, surgió en los años sesenta la denominada psicología humanista con el empeño de rescatar los valores personales que entendía eran reducidos, subestimados o hasta negados por aquellas escuelas, proclamándose como “la tercera rama fundamental del campo general de la psicología”. A la psicología humanista le interesa poner de relieve las capacidades y potencialidades humanas apenas consideradas por el conductismo y el psicoanálisis: amor, creatividad, idealismo, alma, trascendencia del yo y otras nociones parecidas que privilegian los valores superiores del espíritu sobre los efectos que se derivan de los condicionamientos ambientales o sociales o de las fuerzas pulsionales o instintivas. 

Prosiguiendo la línea instaurada por los humanistas, se ha llegado a una nueva y original concepción psicológica denominada transpersonal, que se suele definir como el estudio del más alto potencial de la humanidad por medio del reconocimiento, comprensión y realización de los estados de conciencia unitivos, espirituales y trascendentes. 

Estamos ante un movimiento transcultural e interdisciplinario presentado como la cuarta fuerza de la psicología, que se nutre tanto de la ciencia occidental como de la sabiduría oriental, en un intento de integrar los conocimientos provenientes de ambas tradiciones, aprovechando por una parte los recursos experimentales, metodológicos y tecnológicos ofrecidos por la medicina, la física cuántica, la antropología, la psicología y la parapsicología, y por la otra, las bases filosóficas y las múltiples experiencias de las antiguas enseñanzas espirituales. A diferencia de los enfoques psicológicos de base materialista que consideran al ser humano como un ente limitado por el perímetro de su piel, a la mente y a la conciencia como productos del cerebro, y en consecuencia dan explicaciones fisiológicas y hasta patológicas de sus estados modificados, la mirada transpersonal afirma que lo más importante es darse cuenta de la significación de la conciencia y del reconocimiento del valor de ciertas experiencias internas en las que desaparece el tiempo y el espacio y se tiene la sensación de una gran unidad psicológica, una notable intensidad perceptual, una intuición inefable y una iluminación extraordinaria. 

Centrado en el estudio y despertar de la conciencia, el movimiento transpersonal reúne personas de diferentes disciplinas que comparten un interés y una visión de las enormes potencialidades del ser humano, considerado desde una perspectiva holística y trascendental en tanto que sujeto global en el que se conjugan dimensiones biológicas, psicológicas, sociales y espirituales, y que no está cercado por fronteras corporales, espaciales o temporales. Sobre la base de estos conceptos y siguiendo diferentes líneas de estudio y trabajo, convergen en el propósito común del trazado de una representación cartográfica de la psique humana profunda, exploradores como Abraham Maslow, Stanislav Grof, Charles Tart, Roger Woolger, Daniel Goleman, Roberto Assagioli, Deepak Chopra, Robert Ornstein, Fritjof Capra, Denos Kazanis, Ken Wilber, y otros muchos y calificados estudiosos. Todos ellos están conformes con que existen numerosas y distintas vías que pueden facilitar la emergencia de estados no ordinarios de conciencia, conocidos por cierto desde épocas remotas en el seno de culturas, religiones, sistemas filosóficos, cosmogonías y cosmologías, prácticas rituales o tradiciones diversas como el budismo, el zen, el tantrismo, el chamanismo, el misticismo, el sufismo, el gnosticismo o el esoterismo en sus variopintas modalidades. Cada una de estas orientaciones ofrece su particular contribución en cuanto se refiere a los procedimientos que permiten abrir las puertas a otras realidades, entre los cuales sobresalen por su comprobada efectividad, la meditación, el éxtasis, la visualización, el trabajo con sonidos, con símbolos, con danzas o rituales, el yoga, la transferencia de energía mediante aplicaciones del magnetismo personal, los trances hipnóticos, o el análisis e interpretación de sueños. Una lista en la que no puede quedar sin mención el consumo de enteógenos, naturales o sintéticos, cuya larga historia se prolonga a través de su empleo en toda suerte de ceremonias mágico-religiosas practicadas entre los pueblos más antiguos hasta modernos ensayos con fármacos o con sustancias psicodélicas bajo control gubernamental en laboratorios u hospitales con fines experimentales o clínicos.

 En este amplio catálogo de experiencias relacionadas con los estados modificados de la conciencia, que constituyen el eje central de los estudios de la psicología transpersonal, pueden ser incluidos, si se les considera en sentido amplio y a la luz de ciertas características comunes, los fenómenos mediúmnicos, si bien su análisis, comprensión, aplicación y desarrollo, exigen que su abordaje sea efectuado tomando en cuenta su particular origen y naturaleza, tanto como las condiciones que gravitan sobre su producción y su especificidad, y para conseguirlo nada más conveniente que acudir a las fuentes más confiables que no son otras que las proporcionadas por la doctrina espiritista, la cual tuvo su inicial y muy sólida elaboración teórica y experimental en el siglo diecinueve con los trabajos pioneros de Allan Kardec en Francia, enseguida continuados por calificados estudiosos dedicados a explorar y desarrollar cada uno de sus postulados básicos mediante la aplicación de métodos científicos y en consonancia con una reflexión filosófica y ética de profundos alcances. 

Por Jon Aizpúrua. Para el Prólogo del libro “La Brújula Espiritual” de Raúl Dubrich.

   (Tomado del Blog Zona Espírita)

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                                          El  bien  y  el  mal 

            El bien  se podría describir como lo bueno, lo positivo, lo deseable, lo que todos en el fondo queremos para nosotros mismos y  que cuando amamos, queremos también para los demás, por eso el mayor bien que podemos concebir  se resume en el Amor que supone la observación de  una recta conducta regulada por un recto pensar y por un recto sentir.

      Allan Kardec definió al bien como todo aquello que está conforme con la Ley de Dios, y el mal es todo  aquello  que la infringe, o sea, la ausencia del bien.

    Hacer el bien supone actuar de acuerdo a las Leyes Divinas, mientras que actuar mal es precisamente infringir estas leyes naturales.  El ser humano se conduce en el bien cuando tiene  a la vista el  deseo de realizar  siempre lo bueno y  positivo para  crear el bien de los demás, porque de este modo actúa según la Ley de Dios.

     Es necesario conocer tanto el bien como el mal, porque así adquirimos experiencia y aprendemos a distinguir el uno del otro para seguir responsablemente el único camino adecuado para la evolución del Espíritu:  el  camino del bien.   Este es el resultado de la Ley del Amor puesto en acción, pero sin embargo, el mal no conforma ninguna  Ley, sino que  solamente supone la ausencia del bien, por lo cual  no tiene existencia propia .Viene a ser como la oscuridad, que en si misma no es nada, sino que es la ausencia de la luz.

Solamente depende  para su  manifestación de que el Ser humano quiera o consienta en hacer o en dejar de hacer un bien; por eso no  solamente es necesario no hacer el mal, sino que es preciso hacer el bien.  El mal o ausencia de bien, es una realidad negativa consecuencia del  incorrecto uso de la libertad del Ser. De igual modo, el bien tampoco es simplemente  la ausencia del mal, sino una actitud y una vibración del espíritu, en sintonía con  las leyes del Creador, y es naturalmente  contrario y opuesto  al  mal..

 Tanto el Amor como el Bien, que es su manifestación, conforman  una Ley Divina; no así el mal que solamente es producto del equivocado  uso de la libertad humana cuando se desvía de las leyes Divinas.  Vemos como existe el bien en la armonía y la belleza en toda la Creación, que  cuando aprendemos a admirarlas y a degustarlas, podemos llegar a sentir que son como un  poema  de Amor  de un Dios que no se contradice en sus leyes  y  que no ha  creado  ninguna  contraria a otra o que  se anulen entre ellas; por el contrario, como veremos, todas las leyes cósmicas se complementan  y estructuran maravillosamente entre ellas. 

          La voz de la conciencia es una voz  de advertencia del  Yo superior que siempre nos señala en lo más íntimo que debemos obrar bien como camino acertado,  y el mal se produce cuando se desoye esta llamada  interior.  Las personas nos inclinamos hacia lo bueno y lo malo, según la capacidad de discernimiento y de clara voluntad en el actuar  que les  otorgan  su grado de evolución.

El mal se produce también cuando el Ser se deja dominar por alguna pasión que le ciega o cuando se deja envolver por el egoísmo o la ambición que le pueden llegar a turbar la razón. Asimismo muchas veces la inclinación para actuar mal, la recibimos como una sugerencia externa mas o menos fuerte de otros seres negativos e invisibles que nos rodean atraídos por nuestra sintonía mental y anímica con ellos.  

Quede claro que el mal que hace el Ser humano con mas o menos conciencia de ello, siempre es producto de la ignorancia de las consecuencias negativas  que se obtienen contra uno mismo cuando así se ha actuado. 

     Para progresar espiritualmente y evitar reajustes por el dolor, no basta con no hacer mal, sino que es necesario esforzarse en hacer el bien  sin condiciones y en la mayor medida posible, siempre y en todos los casos .  Cuando una persona tiene la ocasión de hacer el mal y se retira a tiempo de no hacerlo, es porque la semilla del bien ya opera en su alma, pero quien sin embargo no hace el mal simplemente porque no tiene la ocasión de hacerlo, en su alma es como si ya lo hubiera hecho y su responsabilidad es por ello tan reprensible como su lo hubiese realizado.

      En las fases inferiores del Ser humano, cuando  es todavía un Espíritu muy joven, sin apenas experiencia, suele ser arrastrado e inducido con facilidad por sus defectos y pasiones instintivas, residuos de su anterior etapa animal, para cometer errores y caer en el mal. Con el devenir de las existencias humanas a lo largo del tiempo, va despertando y desarrollando su conciencia, aprendiendo por el dolor poco a poco, que el mal no debe hacerse jamás, sino solamente el bien, y así vida tras vida, el Ser va errando, sufriendo y aprendiendo, cayéndose y levantándose repetidamente, hasta que su conciencia llega a adoptar naturalmente la tendencia y a sentir la necesidad de hacer siempre el bien.

- Jose Luis Martín-

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