martes, 21 de septiembre de 2021

Síndrome del pánico

  INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Síndrome del pánico

2.-Nos hablan desde el Más Allá

3.- La religión de hoy

4.- ¿Puede reencarnar el Espíritu, en varias personas a la vez?




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                                        SÍNDROME DEL PÁNICO



     Entre los trastornos de comportamiento que dan cuenta de la sociedad actual, con enormes prejuicios para la salud del individuo y de la comunidad general, el síndrome del pánico se presenta, cada vez, más generalizado. Varios factores endógenos y exógenos contribuyen para ese disturbio que afecta gran y creciente número de víctimas, especialmente a partir de los veinte años de edad, aunque pueda ocurrir en cualquier periodo de la existencia humana.

      La descarga de adrenalina, avanzando por la corriente sanguínea hasta el cerebro en el ser humano, le produce el brote que puede ser de breve o de larga duración. Se trata de un problema serio que merece tratamiento especializado, tanto en el área de la psicología como de la psiquiatría, mediante los recursos psicoterapéuticos a ser aplicados, así como los medicamentos específicos usados para la regularización de la serotonina y de otros neurocomunicadores. 

     En el momento en que ocurre el brote, el sufrimiento del paciente puede alcanzar niveles casi insoportables de ansiedad, de desesperación y de terror. No obstante, el fenómeno, invariablemente, es de breve duración, con las excepciones comprensibles. Pueden ocurrir pocas veces, lo que no constituye un problema de salud, pero, normalmente es recurrente, por lo tanto, necesitado de tratamiento. 

     Gracias a los avances de la ciencia médica, en las áreas de las doctrinas psicológicas, el mal puede ser vencido con asistencia cuidadosa y tranquila. Sin embargo, casos existen que no ceden ante el tratamiento específico, al cual el paciente es sometido, dando lugar a preocupaciones más serias. 

     Sucede que, en todo problema en el área de la salud o del comportamiento humano, el enfermo es siempre el Espíritu que se encuentra en proceso de recuperación de su pasado criminal, experimentando las consecuencias de las acciones infelices que se permitió practicar antes del nacimiento actual. 

     Renaciendo con la culpa esculpida en los tejidos sutiles del ser, temores y desasosiegos aparentemente injustificables, surgen inopinadamente, expresándose como leves brotes del pánico. 

     En consecuencia, por haber generado animosidad y resentimiento, sus víctimas, que no lo disculparon por las actitudes perversas que le padecieron, vuelven por el impositivo de las afinidades psíquicas y morales, estableciendo connubios de venganza por intermedio de las obsesiones. El número de personas en sufrimiento bajo los aguijones de las obsesiones producidas por desencarnados es mucho mayor de lo que parece. Es natural, por lo tanto que, en esos casos, la terapéutica aplicada más eficaz no resulte en los propósitos deseados, tales sean, la cura, el bienestar del paciente. 

     Se hace urgente el estudio más cuidadoso de la fenomenología mediúmnica, de las interferencias de los Espíritus en las existencias humanas, a fin de ser mejor comprendidos los disturbios psicopatológicos, de esa manera, facultando existencias saludables y comportamientos equilibrados. 

     Anteriormente confundido con la depresión, el disturbio del pánico fue estudiado más con detenimiento y, después de ser analizados todos los síndromes, fue reclasificado, a partir de 1970, como siendo un trastorno específico, recibiendo orientación psicoterapéutica de seguridad.

      Puede ocurrir que, en un brote del disturbio del pánico, de naturaleza fisiológica, los enemigos espirituales del paciente se aprovechen del desequilibrio emocional de su adversario e invistan agresivamente, acoplándosele en el periespíritu y produciendo, simultáneamente, la inducción obsesiva. Se trata, por lo tanto, de una problemática más severa porque son dos disturbios simultáneos, que exigen más cuidada atención. En ese sentido, la psicoterapia espírita ofrece recursos valiosos para la recuperación de la salud del enfermo.

      Concomitante al tratamiento especializado en el área de la medicina, las contribuciones fluídicas, mediante los pases, el agua magnetizada o fluidificada, las lecturas edificantes y la meditación, la plegaria ungida de amor y de humildad, los socorros desobsesivos en reuniones especializadas, sin la presencia del paciente, ofrecen los beneficios que necesita.

      De cara al débito moral ante las Leyes de la Vida, es indispensable que el afectado se recupere espiritualmente, por medio de la voluntad para alterar la conducta para mejor, extremando esfuerzos para sensibilizar a su víctima antigua, alejándola a través de la paciencia, de la compasión y de la solidaridad. 

     El disturbio del pánico es trastorno cruel, porque durante el brote puede inducir el paciente al suicidio, conforme sucede con relativa frecuencia, en razón de la desesperación que da cuenta de la emoción del mismo. 

     El hábito de la oración y el recurso de las acciones en favor del prójimo en sufrimiento constituyen una admirable medicación preventiva a las embestidas de los Espíritus inferiores, equilibrando los neurotransmisores y facultando el mantenimiento de la armonía posible. 

     La reencarnación es, gracias a eso, el bendecido camino educativo para el Espíritu que, en cada etapa, desarrolla los tesoros sublimes de la inteligencia y de la emoción, de la belleza y del progreso, avanzando con seguridad en la conquista de la plenitud que a todos está reservada.

      Las enfermedades, especialmente las de carácter emocional y psiquiátrico constituyen, así como otras orgánicas de variadas expresiones, desde las degeneraciones genéticas hasta las de carácter infeccioso, los métodos educativos y reeducativos para el discípulo de la Verdad. 

     En cada error cometido tiene lugar una nueva experiencia correctiva, de forma que la conciencia individual, armonizándose, pueda sintonizar con la Conciencia Cósmica, en una sinfonía de incomparable belleza. Solamente, por lo tanto, existen las enfermedades porque permanecen enfermos en sí mismos los Espíritus deudores. Sea cuál sea la situación en que te encuentres en la Tierra, bendice la existencia, conforme se te presente. 

     Si dispones de salud y disfrutas de bienestar, multiplica los dones de la bondad y sirve, esparciendo alegría, sin el desperdicio del tiempo en frivolidades y obligaciones perturbadoras. 

     Si te encuentras enjaulado en cualquier forma de sufrimiento, bendice la cárcel que te impide empeorar la situación evolutiva, evitando que nuevamente derrapes en los desaires y alucinaciones.

      El cuerpo es una dádiva superior que Dios concede a todos los infractores, a fin de que logren la superación de la argamasa celular para cantar las glorias inextinguibles del Amor completamente libre. 

     Página psicografiada por el édium Divaldo Pereira Franco, en la mañana del día 30 de octubre de 2012, en Sydney, Australia. 

Traducción al castellano de Isabel Porras González.

(Tomado de Zona Espírita)

       



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           NOS HABLAN DESDE EL MÁS ALLÁ

                            ( Carta mediúmnica )        


Aprovechen el tiempo que se les ha concedido en la Tierra para la construcción de la verdadera felicidad...

   La muerte pone el alma en posesión del bien o del mal que cultivó en su última existencia.

   Más allá de las ilusiones y de las cenizas que el túmulo contiene, el alma que amó y se elevó, renace plena de alegría en la Vida Eterna, cual esplendoroso sol que fulgura más allá de la noche.

   ¡ Llénense de esperanza los que lloran la amarga despedida de seres queridos; soporten el dolor como bendición del Cielo y avancen a la luz sin desfallecer!.   ¡ Después de la corta estadía en la Tierra, estarán con nosotros en la triunfante inmortalidad !.

   Ayúdense los unos a los otros.

   Prepárense aprendiendo, sirviendo y buscando la inspiración de Jesús para la lucha de cada día.

   Rogamos a Dios que los bendiga.

(Mensaje mediúmnico aportado por el Grupo Alborada Espírita Cristiana)


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                             LA RELIGIÓN DE HOY

                                       


  La religión que hoy se nos predica y que hasta quiere imponerse por algunos, se responde ciertamente al estado de cultura de los pueblos modernos. Todo ha progresado en estos, y por una de esas censurables voluntades de ciertos hombres, la religión, en sus exposiciones populares, se ha petrificado en antiguas formas, en las interpretaciones primitivas. 

  La conciencia humana se ha espiritualizado visiblemente, y las explicaciones del dogma continúan siendo tan materialistas como en los primeros siglos de la dominación de los bárbaros. Solo se habla el lenguaje de la fuerza y del terror; el de la tolerancia y el amor, permanece aún  sepultado en las páginas del Evangelio y en las interioridades del racionalismo, que, en imitación de aquél inapreciable Código, lo sublima como el único digno del hombre, ser inteligente y libre. Solo se habla de recompensas y castigos materiales, inadmisibles las unas por su manifiesta improductividad, rechazables los otros por palmariamente absurdos y contrarios al mismo concepto que el del alma humana después de la muerte, quiere grabarse en todas las inteligencias. 

  La eterna beatitud, recompensa indigna del _Espíritu del hombre, siempre activo y productor, e indigna asimismo de Dios, que jamás reposa un instante en la continua obra de la Creación; y las llamas del infierno material, concepción pagana que implica contradicción con la   radicalmente inmaterialidad del espíritu del hombre, son aun, en nuestros tiempos de progreso y de ciencia positiva, el concepto que las religiones dominantes nos ofrecen de la vida ultra-terrena. ¿ Y donde está el Cielo, la Gloria,  después que la Astronomía ha demostrado la falsedad de los siete cielos superpuestos y la ilimitabilidad del espacio?; ¿ donde el infierno, después que la Geología ha patentizado la naturaleza fluídica e ígnea del núcleo central de nuestro pequeño globo? Nadie lo sabe; nadie puede saberlo, y en verdad que motivos hay para asegurar que, en el sentido en que predican esas ideas las religiones positivas, no tienen, no pueden tener representación externa en el mundo de las realidades objetivas. Y sin embargo, la gloria y el infierno continúan siendo el tema obligado de todas las teologías; aquel reino de los cielos sin formas materiales, de que con tanto deleite hablaba el Maestro; aquel reino de los cielos, que constante y progresivamente viene, esto es, se va realizando cada día, cada hora y a cada momento, de pocos es recordado en las agrupaciones religiosas, y hasta llega a asegurarse que nunca tendrá realidad en la Tierra, a la cual fue prometido, ni en el hombre, que lo gana con sus buenas obras.

  ¿ Y qué diremos del culto?, ¿No es acaso una consagración del materialismo puesto al servicio de la adoración?, ¿ Qué nos falta para hallarnos en plena idolatría, después del culto ciego tributado a las imágenes?. Al bronce y a la piedra, hemos sustituido el cedro u otra madera; a los productos de la madre naturaleza, las reliquias de los muertos al sol y las estrellas perennes manantiales de conocimientos científicos, las coronas de la Virgen y la bullante sangre de algún santo, muerto hace años o siglos. Esta, no otra, es la única diferencia, no muy grande por cierto. Del culto en Espíritu y en verdad preconizado por Cristo; del culto racional preconizado por el apóstol Pablo en una de sus profundas epístolas, nadie se acuerda. Hay más aún, se nos dice y quiere demostrársenos, que no nos basta ese sublime culto, que no es suficiente para nuestra salvación la práctica suficiente y desinteresada del bien, como fórmula suprema de adoración, acompañada por quien lo desee de palabras o sentimientos sin forma concreta y preestablecida por uns determinada autoridad, sino que es indispensable, irremisiblemente indispensable, que todos oremos de la misma manera, que todos nos dirijamos a Dios con las mismas palabras, con el mismo modo de sentir, y practicando los mismos actos, que ya de antemano, están invariablemente fijados. De manera que la adoración, que parte de las entrañas mismas del Espíritu, que, por lo tanto es libre, espontánea, y por así decirlo, impetuosa, viene a quedar reducida a un formulario que concibió la imaginación de un hombre, y que la autoridad, más o menos legítima, de otro hombre, ha querido imponer a los demás

   Todo esto es absurdo, y como absurdo, está llamado a desaparecer.

- Mari Cruz- 

( Art. tomado de la Revista Fraternidad Cristiana Espírita nº 38 )

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¿Puede reencarnar el Espíritu en varias personas a la vez?

                                                                     


             Este idea aparece en la película “ El Pequeño Buda”, pero nada tiene que ver con la realidad;  solamente  supone  un   dogma budista. o una idea aceptada  dentro de esa religión, que es totalmente respetable, pero bajo este conocimiento espiritual basado en la razón, la lógica y el buen sentido, con arreglo a las enseñanzas de los Espíritus Superiores, plasmadas en  la Codificación que formó y clasificó Allan Kardec, así como la  experimentación posterior y las experiencias y enseñanzas que  se han ofrecido mediante el estudio de los fenómenos de la mediumnidad, este concepto  por el que un espíritu “se reparte” reencarnando al mismo tiempo y simultáneamente,  en otras varias personalidades humanas, en las que se manifiesta un aspecto diferente del mismo en cada una de ellas, carece de todo sentido, pues a cada persona corresponde un espíritu y solo uno, que la anima mientras experimenta cada existencia humana en el mundo terrenal. El Espíritu es uno, con sus conocimientos, defectos, virtudes y capacidades; no está formado por aspectos psíquicos independientes que pueden reencarnar por sí solos, al margen de si reencarnan los otros aspectos, o en quienes reencarnan. 

   Desde luego, es posible encontrar características, virtudes  y defectos comunes a los de un ser  ya fallecido, en otras varias personas por separado y simultáneamente. Lógicamente esto no significa que estas personas sean todas ellas y simultáneamente, la reencarnación del espíritu de la persona  fallecida. 

    Repito: El Espíritu, con sus virtudes y sus defectos, es Único e Indivisible, y los mismos, así como sus  gustos, tendencias y cualidades  los lleva en su totalidad consigo, de forma manifiesta o latente,  desde una personalidad humana anterior hasta su otra nueva personalidad que aparece en este mundo bajo la apariencia física de otra persona. 

    El  Espíritu  constituye una Unidad junto con  su cuerpo astral,  y solamente puede formar  y ocupar en cada existencia humana un cuerpo físico al que da vida y como tal ser humano,  se pueden manifestar en él  algunos de los distintos aspectos espirituales y psicológicos, positivos o negativos  que porta el Ser procedentes de vidas anteriores. 

   Si en un ser humano, su  Espíritu era uno en él,  y del cual ese ser  humano recibía sus atributos, tal como la inteligencia, la sensibilidad, el temperamento, las intuiciones, etc., lógicamente por esa unidad del Ser que en él se manifestaba, no cabe considerar sino como un concepto erróneo, el que después de la muerte de ese Espíritu humano, esta unidad o entidad que lo alentaba, se divida y se reparta entre otros nuevos seres  humanos al mismo tiempo.

      Tengamos presente que los seres humanos en realidad no somos  animales que vivimos una experiencia espiritual, sino que por el contrario, somos Espíritus libres e indivisibles que vivimos una experiencia humana, en el mundo físico,  y si así no fuese, los Espíritus de la Codificación se lo hubiesen advertido a Kardec o el mismo Jesús de Nazaret lo hubiese dicho a sus discípulos. 

- Jose Luis Martín-

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