INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.-La Muerte: Un tema tabú que afecta los sentimientos
2.- Importancia fisiológica del Periespíritu
3.-Conversación Mediúmnica: El Sr. Javard, (sobre su desencarnación) y Análisis
4.- ¿Por qué olvidamos nuestras vidas pasadas?
5.- ¿ Se reencarnan los animales ?
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LA MUERTE: UN TEMA TABÚ QUE AFECTA LOS SENTIMIENTOS
El hombre contemporáneo, que investiga desde el micro al macrocosmos, se tambalea ante los portales de la tumba con la misma amargura de los egipcios, griegos y romanos de la antigüedad. Los milenios que asolaron civilizaciones y refundaron pueblos no transformaron la expresión emblemática del sepulcro. Signo de interrogación interminable, la muerte continúa hiriendo sentimientos y torturando inteligencias. El hombre ha sentido perturbación y miedo ante la expectativa de la desencarnación. Y ese miedo ha sido alimentado por una mezcla de conceptos religiosos falsos, sentido común y creencias personales profundamente arraigadas.
El problema con el miedo a la muerte es que puede impedirle disfrutar de la vida y socavar su confianza en que la vida tiene un mayor significado. Las religiones textuales son especialmente responsables de generar una gran cantidad de fobias y mitos sobre el inevitable viaje a la tumba. Los antecedentes religiosos deficientes han dejado a muchas personas confundidas sobre la situación de los muertos más allá de la tumba. Los destinos, que incluyen el cielo, el infierno, el purgatorio, el limbo, van desde lo misterioso hasta lo francamente inquietante. Por otro lado, Muerte: la etapa final de crecimiento garantiza que la muerte es una parte integral de nuestras vidas. Es normal, es el fin natural de todos los organismos vivos. Tal creencia materialista, a su vez, ha fomentado una filosofía nihilista y un comportamiento pesimista.
Hay personas que padecen tanatofobia (miedo mórbido a la muerte). Los psicólogos han examinado los efectos mentales y sociales de pensar en la muerte. Según algunos, pensar en la muerte nos vuelve más racionalistas, más prejuiciosos y refuerza las actitudes religiosas eclesiásticas o inconscientes, además de afectar las creencias políticas. Narran que la muerte nos vuelve más punitivos y conservadores. El recuerdo de la muerte alimenta el deseo de fama comúnmente asociado con una inmortalidad simbólica, de ahí la búsqueda de la inmortalidad en tales academias de letras.
¿Pensar más en la muerte podría hacernos más punitivos y prejuiciosos? Quizás en algunos estos efectos puedan ocurrir precisamente porque no están acostumbrados a pensar y hablar sobre la muerte. Entendemos que pensar a diario en la inexorable ley de la desencarnación puede hacernos más sobrios ante los desafíos cotidianos. Reconocemos también que vivir tratando de ocultar la futura desencarnación en la conciencia demuestra una evidente pusilanimidad ante los necesarios obstáculos de la reencarnación.
El problema con el miedo a la muerte es que puede impedirnos tener la libertad y el disfrute de la vida. De ahí el consuelo que nos brinda la Doctrina Espírita al instruir sobre la vida del espíritu aquí y más allá. Somos espíritus eternos, nuestra vida no comienza ni termina en una sola existencia. Asimismo, los afectos legítimos son para siempre. Los afectos no mueren con la desintegración del cuerpo físico. Los sentimientos no pertenecen al cuerpo sino al espíritu, y los llevamos con nosotros. La muerte solo dilata nuestras concepciones y aclara nuestra introspección, iluminando nuestro sentido moral, sin, obviamente, resolver en absoluto los problemas que el Universo nos propone a cada paso, con sus espectáculos de grandeza.
La desencarnación es la única regla para la que no hay excepción. Todos moriremos, así que no hay forma de que evitemos el pensamiento tratando de camuflar esta imposición de la naturaleza. En vista de esto, dejemos que el pensamiento de la "muerte" componga nuestros estados mentales de manera ininterrumpida y serena, un reflejo sin el cual no estaremos preparados para la desencarnación o incluso no preparados para enfrentar la "muerte" de nuestros seres queridos con resignación.
La “muerte” física no es el exterminio de aspiraciones y anhelos por el bien, sino la entrada a la existencia auténtica, a la vida real. ¡Sí! La existencia física es ilusoria, fugaz, demasiado pasajera. La separación del cuerpo por "muerte" no es una anomalía de la naturaleza; simplemente se transfiere de la dimensión física al ambiente espiritual. Sin embargo, efectivamente es importante reflexionar que “morir” (el final de la vida biológica) y desencarnar (desconectar el periespíritu) son fenómenos que no siempre ocurren simultáneamente. Los intervalos de tiempo para desconectarse del cuerpo varían para cada Espíritu. Para algunos puede llevar más tiempo, para otros pueden ser pasajes y ligeros.
Nuestras acciones tejen alas de liberación o grilletes de cautiverio, por nuestra victoria o nuestra pérdida. La mayor sorpresa de la muerte física es que nos pone cara a cara con nuestra propia conciencia, donde construimos el cielo, aparcamos en el purgatorio o caemos al abismo del infierno. En este sentido, no le debemos el destino a nadie más que a nosotros mismos.
El intervalo de tiempo entre la “muerte” biológica y la desencarnación está directamente relacionado con los pensamientos y acciones realizadas mientras se encarna. Nadie se encontrará con el "cielo" o el "infierno" en el lado "allí", porque "empíreo" y "gehena" son contenidos mentales construidos aquí en el plano físico. Luego después del fenómeno de la desencarnación, cada Espíritu enfrentará el encarcelamiento o la libertad de conciencia que merecen como resultado del descuido o disciplina mental que cultivaron durante la experiencia física.
Hay flagelaciones indescriptibles en el más allá, que van desde la inconsciencia discontinua hasta la completa locura, señores de las mentes torturadas, por un tiempo variable, según la atenuación y agravamiento de la culpa, induciendo a las autoridades superiores a internalizarlas en el plano físico (reencarnación), como gravemente enfermos, en células físicas de corta duración, para que se rehabiliten gradualmente, con la justa cooperación de los Espíritus reencarnados, cuyas deudas con ellos se van afinando. Los endeudados que se han hundido en los excesos, las adicciones, los placeres mundanos, imprimen impresiones intensas y vínculos magnéticos en la materia, y solo lograrán la liberación de estos vínculos después de un período de tiempo muy largo. Recordando que incluso después de la ruptura de los enredos magnéticos que lo esposaron a la vida física, sufrirá en el más allá, por tiempo indefinido,
Aquellos que viven con más dedicación a las cosas del Espíritu encuentran mayores elementos de paz y felicidad en el futuro. Todos aquellos que lograron disfrutar de la encarnación sin adicciones y apegos, aquellos que cumplieron la ley del amor, adquieren lazos magnéticos menos densos que sujetan el Espíritu al cuerpo. En este caso, la desencarnación será rápida, proporcionando la libertad adecuada, incluso antes de su consumación. Para quienes más han sufrido, debido a su renuncia a los llamamientos de la vida mundana, la muerte es un remanso de tranquilidad y esperanza. Encontrarán en el más allá la paz deseada en sus días de lágrimas tortuosas (esta es la metáfora del cielo).
Jorge Hessen
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Importancia fisiológica del Periespíritu
Escuchemos la gran voz de Claudio Bernard, que proclama la necesidad de una idea preconcebida para explicar la formación del embrión1: «En la evolución del embrión vemos aparecer un simple esbozo del ser antes de su organismo completo. Los contornos del cuerpo y los órganos son detenidos en un principio, empezando por los andamiajes orgánicos provisorios que servirán de aparatos funcionales del feto. Ningún tejido se manifiesta bien diferenciado. Toda la masa está constituida en aquel entonces por células plasmáticas y embrionarias, más a pesar de ello en ese esbozo vital se halla ya trazado el dibujo ideal de un organismo todavía invisible para nosotros, que ha asignado a cada parte y a cada elemento, su lugar, su estructura y sus propiedades. En el sitio donde deben aparecer los vasos sanguíneos, nervios, músculos, huesos, etc., las células embrionarias se cambian en glóbulos de sangre, en tejidos arteriales, venosos, musculares, nerviosos y óseos.»
Además, el ilustre fisiólogo precisa del siguiente modo su pensamiento:
«Lo que es esencialmente del dominio de la vida y que no pertenece ni a la física, ni a la química, ni a otra cosa, es la idea directriz de esta acción vital. En todo germen vivo existe una idea directriz que se desarrolla y se manifiesta por la organización. Mientras el ser vive se halla sometido a la influencia de esta misma fuerza vital creativa, y la muerte ocurre cuando dicha idea no se puede realizar. Es siempre la misma idea la que conserva el ser, reconstituyendo las partes vivas, desorganizadas por el paso del tiempo o destruidas por los accidentes o enfermedades.» Estas apreciaciones son tanto más justificadas cuanto los progresos de la química fisiológica han permitido estudiar de una manera bastante exacta la composición del cuerpo. Hoy se sabe de una manera cierta que todos los tejidos que le componen se renuevan sin cesar. Los huesos, que tan resistentes parecen, se hallan sometidos perpetuamente a un cambio interno que se demuestra visiblemente colorando la alimentación. El trabajo de evolución fisiológica escapa enteramente a los ojos del hombre no prevenido, revelándose solamente al exterior por medio de especiales modificaciones que requieren un largo intervalo para conseguir que se hagan aparentes.
- Gabriel Delanne-
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Conversación Mediúmnica: El Señor Jobard (Sobre su Desencarnación) y Análisis
1. Cuando vivíais nos recomendasteis que os evocáramos llegado el momento de que dejarais la Tierra. Eso es lo que ahora hacemos, no solamente para satisfacer aquel deseo, sino sobre todo para testimoniaros una vez más nuestra sincera y viva simpatía, al mismo tiempo que para instruirnos, puesto que nadie mejor que vos puede proporcionarnos informaciones precisas sobre ese mundo en el que os encontráis. Estaríamos muy satisfechos si os dignaseis responder nuestras preguntas.
Respuesta: En este momento lo más importante es vuestra instrucción. En cuanto a vuestra simpatía, puedo verla: ya no sólo la percibo con los oídos, lo que constituye para mí un importante progreso.
2. Para confirmar nuestras ideas, y a fin de que evitemos la divagación, os preguntaremos, en principio, ¿en qué lugar os halláis aquí, y cómo os veríamos en caso de que pudiéramos hacerlo?
R. Estoy junto al médium. Me veríais con la apariencia del mismo Jobard que se sentaba a vuestra mesa, dado que vuestros ojos mortales, todavía vendados, sólo pueden ver a los Espíritus con su apariencia mortal.
3. ¿Podéis haceros visible? De lo contrario, ¿ cuál es la dificultad?
R. La disposición que os es propia. Un médium vidente me vería, los restantes no.
4. Vuestro lugar aquí es el mismo que ocupabais en nuestras sesiones cuando vivíais, y que os hemos reservado. Por consiguiente, aquellos que os han visto en esas ocasiones pueden suponer que estáis ahí tal como erais entonces. Pero no estáis con vuestro cuerpo material, sino con vuestro cuerpo fluídico, que tiene la misma forma de aquel. Si bien no os vemos con nuestros ojos del cuerpo, os vemos con los del pensamiento. Si bien no podéis comunicaros por medio de la palabra, podéis hacerlo a través de la escritura, con la ayuda de un intérprete. Así pues, nuestras relaciones no se han roto en modo alguno con vuestra muerte, y podemos conversar con vos de manera tan sencilla y completa como antes. ¿Es así como ocurren las cosas?
R. Sí, y lo sabéis desde hace mucho tiempo. Ocuparé este lugar en muchas ocasiones, incluso sin que lo sepáis, porque mi Espíritu vivirá entre vosotros.
Comentario de Allan Kardec: Llamamos la atención sobre esta última frase: “Mi Espíritu vivirá entre vosotros”. En las circunstancias actuales, eso no constituye una simple imagen, sino la realidad. Por el conocimiento que el espiritismo nos otorga acerca de la naturaleza de los Espíritus, sabemos que cualquiera de ellos puede encontrarse entre nosotros, no sólo a través del pensamiento sino personalmente, con el auxilio de su cuerpo etéreo, que lo convierte en una individualidad diferenciada. Por consiguiente, un Espíritu, después de muerto, puede habitar entre nosotros del mismo modo que cuando estaba vivo, o mejor aún, puesto que puede ir y venir cuando le plazca. Tenemos de ese modo una multitud de acompañantes invisibles, indiferentes algunos, y otros atraídos por el afecto. Sobre todo a estos últimos se aplica esta frase: “Ellos viven entre nosotros”, que se puede interpretar así: Ellos nos asisten, nos inspiran y protegen.
5. No hace mucho que venís a sentaros en ese mismo lugar. Las condiciones en las que lo hacéis ahora, ¿os parecen extrañas? ¿Qué efecto ha producido en vos esa modificación?
R. Las condiciones actuales no me parecen extrañas, porque mi Espíritu desencarnado goza de la lucidez necesaria para no dejar sin solución cualquier cuestión que considere.
6. ¿Recordáis haber estado en las mismas condiciones con anterioridad a vuestra última existencia? ¿Notasteis algún cambio?
R. Recuerdo mis existencias anteriores y compruebo que he mejorado. En la actualidad veo y comprendo plenamente aquello que veo. En cambio, durante las precedentes existencias, Espíritu perturbado, sólo me apercibía de las lagunas terrestres.
7. ¿Recordáis vuestra penúltima existencia, la que precedió a la del señor Jobard?
R. En mi penúltima existencia fui un obrero mecánico, atormentado por la miseria y por el propósito de perfeccionar mi oficio. Como Jobard, cumplí los sueños de ese pobre obrero, y doy gracias a Dios, cuya bondad infinita ha hecho que germinara la simiente que Él había depositado en mi cerebro.
8. ¿Ya os comunicasteis en algún otro lugar?
R. Me he comunicado poco. En diversos lugares un Espíritu adoptó mi nombre, y hubo ocasiones en que yo estaba cerca de él sin que pudiera comunicarme directamente. Mi muerte es tan reciente que todavía me afectan ciertas influencias terrenales. Es preciso que exista una simpatía perfecta para que pueda expresar mi pensamiento. Dentro de poco, estaré en condiciones de proceder indistintamente, pero por ahora, repito, no puedo hacerlo. Cuando muere un hombre un tanto conocido recibe llamados de muchos lugares, y desprendimiento, ni siquiera a través de un médium por el que tenga alguna preferencia.
9. ¿Veis a los Espíritus que están aquí con nosotros?
R. En particular veo a Lázaro y a Erasto. A continuación, a una cierta distancia, el Espíritu de Verdad se cierne en el espacio. Veo también una infinidad de Espíritus amigos que os rodean, solícitos y benévolos. Consideraos dichosos, amigos, pues hay influencias benéficas que os protegen de las calamidades del error.
10. Cuando estabais encarnado compartíais la opinión que ha sido emitida sobre la formación de la Tierra a partir de la incrustación de cuatro planetas, que se habrían unido. ¿Conserváis esa misma opinión?
R. Es un error. Los nuevos descubrimientos geológicos prueban las convulsiones de la Tierra y su formación sucesiva. La Tierra, al igual que los demás planetas, tuvo su vida propia, y Dios no necesitó recurrir al gran trastorno que constituiría esa agregación de planetas. El agua y el fuego son los únicos elementos orgánicos de la Tierra.
11. Pensabais asimismo que los hombres podían caer en estado cataléptico por un tiempo ilimitado, y que el género humano había sido conducido de esa manera a la Tierra.
R. Quimera de mi imaginación, que superaba invariablemente sus límites. La catalepsia puede ser prolongada, pero no indeterminada. Se trata de tradiciones, leyendas exageradas por la imaginación oriental. Amigos míos, ya he sufrido mucho a causa de las ilusiones con que alimenté mi espíritu; no os engañéis al respecto. También he aprendido mucho, y hoy puedo deciros que mi inteligencia, apta para asimilar diversos y vastos estudios, había conservado de mi última encarnación el amor por lo maravilloso, abrevado en las imaginaciones populares. Por el momento poco me he ocupado con las cuestiones puramente intelectuales, en el sentido en que vosotros las consideráis. ¿Cómo habría de hacerlo, deslumbrado y aturdido por el maravilloso espectáculo que me rodea? Sólo el vínculo con el espiritismo, tan poderoso que vosotros los hombres no podéis comprenderlo, es capaz de atraer mi ser a esta Tierra que abandono, no diré con alegría, pues eso sería una falta de piedad, pero sí con el profundo reconocimiento de la liberación. Cuando la Sociedad* abrió una suscripción en favor de los obreros de Lyón, en febrero de 1862, uno de sus miembros se suscribió con 50 francos, de los cuales 25 correspondían a él y 25 fueron colocados en nombre del señor Jobard, que por entonces dio al respecto la comunicación siguiente: “Me siento honrado, y agradezco a mis hermanos espíritas porque no se olvidaron de mí. Agradezco al corazón generoso que os aportó la ofrenda que yo habría entregado si todavía habitara en la Tierra. En el mundo en que me encuentro actualmente no tenemos necesidad de dinero, de modo que me ha sido necesario recurrir al bolsillo de la amistad para probar materialmente que también a mí me conmueve el infortunio de nuestros hermanos de Lyón. Bravos trabajadores, que cultiváis fervorosamente la viña del Señor, debéis tener el convencimiento de que la caridad no es una palabra vana, pues grandes y pequeños os han dado muestras de simpatía y fraternidad. Estáis en la amplia vía humanitaria del progreso. ¡Que Dios os conserve en ella y lleguéis a ser más felices! ¡Los Espíritus amigos os sostendrán y triunfaréis! ”Comienzo ahora a vivir espiritualmente, con mayor serenidad y menos perturbado por las evocaciones que de todos lados llueven sobre mí. La moda cunde también entre los Espíritus. Cuando la moda Jobard sea sustituida por otra; cuando para los humanos yo haya caído en el olvido, entonces pediré a mis verdaderos amigos, aquellos que me recordarán siempre, que me evoquen. Así profundizaremos las cuestiones que hemos tratado muy superficialmente, y vuestro Jobard, absolutamente transfigurado, podrá seros útil, como él lo desea de todo corazón”. Jobard
Pasados los primeros tiempos consagrados a tranquilizar a sus amigos, el señor Jobard ocupó su lugar entre los Espíritus que trabajan activamente por la renovación social, mientras espera su próximo regreso entre los vivos, a fin de realizar una tarea más directa en ese sentido. A partir de entonces, ha transmitido con frecuencia a la Sociedad de París, donde continúa como colaborador, comunicaciones de innegable superioridad, aunque sin apartarse de la originalidad y del buen humor que constituían la esencia de su carácter, al punto que nos permiten reconocerlo incluso antes de que ponga su firma.
Sobre El señor Jobard Director del Museo de la Industria de Bruselas. Nacido en Baissey (Alto Marne); fallecido en Bruselas, de un ataque de apoplejía fulminante, el día 27 de octubre de 1861, a los sesenta y nueve años. El señor Jobard era presidente honorario de la Sociedad Espírita de París.
Teníamos el propósito de evocarlo en la sesión del 8 de noviembre, oportunidad en la que, anticipándose a nuestro deseo, ofreció espontáneamente la siguiente comunicación: “Aquí estoy, soy quien ibais a evocar, y me manifiesto a través de este médium al que hasta ahora le había solicitado hacerlo, pero sin éxito. ”Deseo ante todo describiros mis impresiones en el momento de la separación de mi alma. Experimenté una indescriptible conmoción. Recordé de inmediato mi nacimiento, mi juventud, mi edad madura. Toda mi vida se plasmó nítidamente en mi memoria. Sólo sentía el piadoso deseo de encontrarme en las regiones reveladas por nuestra amada creencia. Luego, la confusión se apaciguó. Estaba libre, y mi cuerpo yacía inerte. ¡Ah, mis queridos amigos, qué placer se experimenta sin el peso del cuerpo! ¡Qué satisfacción es poder abarcar el espacio! Sin embargo, no creáis que me haya convertido repentinamente en un elegido del Señor. No, me encuentro entre los Espíritus que, si bien han aprendido algo, tienen por delante un prolongado proceso de aprendizaje. No pasó mucho tiempo sin que me acordara de vosotros, mis hermanos de exilio. Os ratifico mi plena simpatía, y los envuelvo con mis mejores votos. ”¿Quisierais saber cuáles son los Espíritus que me recibieron? ¿Cuáles han sido mis impresiones? Pues bien, amigos, esos Espíritus son todos los que evocamos, todos los hermanos que han compartido nuestros trabajos. He percibido el esplendor, pero no puedo describirlo. Me concentré en discernir lo que era verdadero en las comunicaciones, listo para rechazar todo lo que fuese inexacto; dispuesto, en fin, a ser el defensor de la verdad en el otro mundo, así como lo he sido en el vuestro.” – JOBARD.
El texto completo de este contenido ha sido extraído del libro codificado por Allan Kardec titulado “El Cielo y el Infierno; o la Justicia Divina según el Espiritismo”. Traducción de Gustavo N. Martínez.
Nota: (*) Se refiere a la Sociedad Espírita de París
Escrito por Allan Kardec
( Tomado de Zona Espírita)
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No podría ser de otro modo, pues todo cuanto existe en la creación está sujeto a la ley del progreso, por lo cual, teniendo un componente psíquico determinado dentro de su especie, es lógico que este se encuentre sumido en un larguísimo proceso de evolución hacia mayores cuotas y niveles de perfección progresiva dentro de su especie, pasando sucesivamente de unas menos evolucionadas psíquicamente a otras de mayor evolución, y así hasta alcanzar la madurez suficiente para alcanzar su comienzo en el reino hominal. Las almas animales, tras la muerte son guiadas de modo inmediato e inconsciente, a reencarnar dentro de su especie seguidamente y a volver a vivir repetidamente infinidad de veces las experiencias propias de la Tierra que les van capacitando psíquicamente cada vez más, de modo que después de tantas experiencias repetidas en los individuos y enriqueciendo su psiquismo de especie en especie, van acumulando en sí mismas los instintos básicos y de relación que les son necesarios, pasando tras muchísimas existencias de de una especie a otra algo más dotada psiquicamente, progresando así, poco a poco, hasta llegar a alcanzar la madurez suficiente del Principio Espiritual para iniciar por primera vez la etapa humana, adquiriendo el sentido de su individualidad, Así, finalmente, comienza a poder razonar cada vez más, y a sentir su consciencia individual, adquiriendo por su madurez el rango de Espíritu Divino, e iniciando esta nueva andadura como humano en los mundos primitivos . El psíquismo de las Almas humanas, antes de ser conscientes y tener sentido de su individualidad e identidad que les da su condición nueva como espíritus humanos, pasó antes por diversas etapas en el reino animal, durante tal vez millones de años de existencias en el reino animal, en las que según el condicionamiento genético de cada especie, fue adquiriendo los atributos psíquicos característicos de cada una, aunque conducidas tan solo por un instinto ciego y automático, en el que se fue forjando lo que sería la futura alma humana, que comenzó transitando sucesivamente en su evolución a través de muchas etapas graduales y sucesivas, partiendo de los tres reinos de la Naturaleza: mineral, vegetal y animal, en los cuales se fue forjando y desarrollando la Chispa Divina o Alma humana, que es nuestro Ego Superior actual, después de pasar una transformación evolutiva en mundos astrales, desde donde se inició su primera encarnación humana en algún mundo primitivo. Los reinos de la Naturaleza se relacionan sucesivamente en una larguísima evolución, dentro de un concepto de tiempo ilimitado, por lo que siguiendo ese orden ascendente evolutivo, el Espíritu humano una vez conquistada su identidad como tal, acopia en sí mismo las experiencias y madurez alcanzadas durante sus experiencias en el Reino Animal, no pudiendo ya, despojarse de ellas y retroceder a etapas evolutivas anteriores, por las que ya pasó y que ya no es necesario repetir para su formación y evolución. Sin embargo los Espíritus humanos desencarnados sí que pueden llegar a adoptar en su periespíritu formas animalescas o monstruosas, cuando ciertos espíritus del bajo astral, apegados a las bajas pasiones de la materia o empeñados en el mal, aparecen a veces deformados por el sufrimiento y por unos defectos morales tan monstruosos como las formas que pueden adoptar transitoriamente sus periespíritus.
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