domingo, 19 de septiembre de 2021

Respetemos la vida

      INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- Las vidas sucesivas      

2.- ¿ Quien decide el como y cuando reencarnamos?      

3.- Ante los restos de un hijo en el ataúd.

4.- Causa de los males y aflicciones de la vida

5.- Respetemos la vida



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                                   LAS VIDAS SUCESIVAS

 El alma, después de residir temporalmente en el Espacio, renace en la condición humana, trayendo consigo la herencia, buena o mala, de su pasado; renace como bebé y reaparece en la escena terrestre, para representar un nuevo acto del drama de su vida, pagar las deudas que contrajo, conquistar nuevas capacidades que le habrán de facilitar la ascensión y acelerar su marcha hacia adelante.

  La ley de los renacimientos explica y completa  el principio de la inmortalidad. La evolución del ser indica un plan y una finalidad. Ésta finalidad, que es la perfección, no puede realizarse en una sola existencia, por más larga que sea. Debemos ver en la pluralidad de las vidas del alma, la condición necesaria de educación y de sus progresos. Es a costa de sus propios esfuerzos, de sus luchas, de sus sufrimientos, que ella se redime de su estado de ignorancia o de inferioridad, y se eleva, de escalón en escalón, en la Tierra, primeramente, y después, a través de las innumerables moradas del Cielo estrellado.

 La reencarnación, afirmada por las voces del Más Allá, es la ´única forma racional por la que se puede admitir la reparación de las faltas cometidas y la evolución gradual de los seres. Sin ella no se ve sanción moral satisfactoria y completa; no hay posibilidad de concebir la existencia de un Ser que gobierne el Universo con justicia.

  Si admitimos que el hombre vive actualmente por primera y última vez en este mundo, que una única existencia terrestre es la parcela de cada uno de nosotros, la incoherencia y la parcialidad, forzoso sería reconocerlo, presidirían la repartición  de los bienes y de los males, de las aptitudes y de las facultades, de las cualidades naturales y de los vicios originales.

  ¿Por qué para unos la fortuna, la felicidad constante y para otros, la miseria o la desgracia inevitable?.¿Para estos la fuerza, la salud, la belleza; para aquellos la debilidad, la enfermedad, la fealdad?.¿Por qué la inteligencia, el genio, aquí, y acullá la imbecilidad?.¿Cómo se encuentran tantas cualidades morales admirables, a la par que tantos vicios  y defectos?.¿Por qué hay razas tan diferentes?,¿Unas inferiores a tal punto que parecen colindar con la animalidad, y otras favorecidas con todos los dones que le aseguran la supremacía?.¿Y las enfermedades innatas, la ceguera, la idiotez, las deformidades, todos los infortunios que saturan los hospitales, albergues nocturnos y centros de corrección?. La hereditariedad no lo explica todo; en la mayor parte de los  casos, estas aflicciones no se pueden considerar como el resultado de causas actuales. Sucede lo mismo con los favores de la suerte. ¡ Muchísimas veces los justos parecen subyugados por el peso de la prueba, mientras que los egoístas y los malos prosperan!.

 ¿Por qué algunos niños mueren antes de nacer y otros son condenados a sufrir desde la cuna?

  Ciertas existencias acaban en pocos años, en pocos días; ¡ otras duran casi un siglo!. ¿Dónde quedan también los jóvenes prodigios- músicos, pintores, poetas, todos aquellos que desde la infancia muestran disposiciones extraordinarias para las artes o para las ciencias, mientras tantos otros permanecen en la mediocridad toda la vida, a pesar de una labor agotadora?. E igualmente, ¿de dónde vienen los instintos precoces, los sentimientos innatos de dignidad o de bajeza, contrastando a veces extrañamente  con el medio en que se manifiestan ?.

  Si la vida individual comienza solamente con el nacimiento terrestre, si antes de él nada existe para cada uno de nosotros, en balde se procurarán explicar estas diversidades palpitantes, estas tremendas anomalías y aun menos podremos conciliarlas con la existencia de un Poder sabio, previsor y equitativo. Todas las religiones, todos los sistemas filosóficos contemporáneos chocaron con este problema; nadie puede resolverlo. Considerado bajo su punto de vista, que es la unidad de existencia para cada ser humano, el destino continuaría incomprensible, se ennegrece el plan del Universo, la evolución se detiene y se torna inexplicable el sufrimiento. El hombre, llevado a creer en la acción de fuerzas ciegas y fatales, en ausencia de toda justicia distributiva, resbala insensiblemente hacia el ateísmo y el pesimismo. Al contrario, todo se explica, se torna claro con la doctrina de las vidas sucesivas. La ley de justicia se revela en las menores particularidades de la existencia. Las desigualdades que nos chocan, resultan de diferentes situaciones ocupadas por las almas en sus infinitos grados de evolución. El destino del ser no es más que el desarrollo, a través de las edades, de la larga serie de causas y efectos generados por sus actos  Nada se pierde : los efectos del bien y del mal se acumulan y germinan en nosotros hasta el momento de florecer. A veces se expanden con rapidez, otras, después de un largo lapso de tiempo se transmiten, repercuten de una existencia a otra, según su madurez es activada o retardada por las influencias de los ambientes, pero ninguno de esos efectos puede desaparecer por sí mismo, solo la reparación tiene ese poder.

   Cada uno lleva a la otra vida y trae, al nacer, la semilla del pasado. Esta simiente habrá de esparcir sus frutos conforme a su naturaleza, o para nuestra felicidad o para nuestra desgracia, una nueva vida que comienza, y hasta las siguientes, si una sola existencia no bastase para deshacer las consecuencias malas  de nuestras vidas pasadas. Al mismo tiempo, nuestros actos cotidianos, fuente de nuevos efectos, vienen a juntarse a las cosas antiguas, atenuándolas o agravándolas, y forman con ellas un encadenamiento de bienes o de males que, en su conjunto, urdirán la tela de nuestro destino. Así, la sanción moral, tan insuficiente a veces y sin valor, cuando es estudiada bajo el punto de vista de una vida única, se reconoce absoluta y perfecta en la sucesión de nuestras existencias. Hay una íntima correlación entre nuestros actos y nuestro destino. Sufrimos en nosotros mismos, en nuestro interior y en los acontecimientos de nuestra vida, la repercusión de nuestro proceder.

  Nuestra actividad, bajo todas sus formas, crea elementos, buenos o malos, efectos próximos o futuros, que recaen sobre nosotros en lluvias, en tempestad o en alegres claridades. El hombre construye su propìo destino. Hasta ahora, en su incertidumbre, en su ignorancia, él lo construyó a tientas y sufrió su suerte sin poder explicarlo. No tardará el momento, en que mejor instruido, penetrado por la majestad de las leyes superiores, comprenderá la belleza de la vida, que reside en el esfuerzo valeroso, y dará a u obra un impulso más noble y elevado.

- León Denis- (El problema del destino y del dolor)

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¿ Quien decide  cuándo y  cómo  reencarnamos ?

 

    El momento de volver a la vida física y las circunstancias en que se realice, depende del grado de adelanto evolutivo del Ser reencarnante, pero en cualquier caso  en el plano espiritual rige la Voluntad Divina y solamente Dios por medio de  sus fieles servidores, elevados Espíritus encargados de aplicar y realizar  las leyes de la reencarnación y  controlar la de Causa y Efecto,  es  quien  para cada Ser  prevé  y permite su reencarnación en las circunstancias y en los momentos que justamente necesita para seguir su normal proceso evolutivo.

   En el caso de Espíritus primitivos, por su escasa consciencia y evolución,  son guiados a reencarnar  de modo semejante a  lo que sucede con las almas animales, de una  forma  bastante frecuente e inmediata, pero cuando ya han alcanzado cierto grado de evolución y de conciencia,  como en general sucede  ya en nuestra Humanidad actual, se respeta el libre albedrío del Ser espiritual, y entonces es el propio Ser quien decide  responsablemente por sí mismo, el donde, como y cuando desea  renacer. Esto lo hacen siempre asesorados por sus Espíritus Guías y los Maestros Espirituales, que son Seres  Superiores, especializados en planificar las vidas humanas y guiar adecuadamente la reencarnación de los Seres espirituales “jóvenes” o atrasados, con arreglo a las circunstancias particulares de cada uno y con respecto a la Ley de Consecuencias.

 Esta planificación realizada antes de sumergirse en una nueva vida humana, se basa primeramente en la necesidad evolutiva del Ser  espiritual, así como en los méritos o deméritos de sus vidas anteriores, de acuerdo siempre con lo que en cada caso determine el equilibrio que impone la ley de Consecuencias   que está subordinada a la Ley de leyes: La del Amor.

 En el caso de Seres más adelantados, estos sí gozan de una mayor libertad para elegir, lo cual  les  supone una mayor responsabilidad que les viene dada por su mayor grado de lucidez y desarrollo de la conciencia, lo cual  les capacita para poder elegir la clase de vida y el ambiente familiar y social que más les conviene , aunque nunca prescinden del asesoramiento y consejo de los Espíritus Guías, dentro de lo que les señale y permita  para  cada caso particular  la ley de Causa y Efecto, eligiendo las pruebas que afrontarán en esa vida, como  acontecimientos generales, que a grandes rasgos constituyen el destino de cada persona , pero no así en los pequeños detalles que acompañen y se deriven de esos acontecimientos, pues estos dependerán del libre albedrío de cada uno en cada momento y circunstancia.

 En estos casos  la reencarnación es casi siempre aceptada y hasta solicitada voluntariamente por el Ser, porque a partir de cierto grado de adelanto  evolutivo, es condición indispensable para su reencarnación, que exista un acto previo de su voluntad que le impulse a afrontar una nueva existencia humana.

 A veces sucede que algún Espíritu que se encuentra realizando alguna labor en el plano astral,  comienza a sentir  como  su actividad  va  estando  cada vez más entorpecida a causa de su falta de madurez en algún aspecto, por lo que comprende que tiene aspectos que le son necesario modificar, corregir o ampliar en la vida humana,  para poder proseguir después correctamente su  actividad en el mundo espiritual en donde habita o en el que aspira poder habitar. Este impulso evolutivo es la principal razón que le induce al deseo de volver a la Tierra para corregir o aprender las nuevas lecciones que le hacen falta.

- Jose Luis Martín-

 

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“Los padres que deseen tener hijos intelectual y moralmente superiores, pueden atraer seres espirituales más evolucionados para encarnar como sus hijos, mediante pensamientos elevados y acciones honestas, así como manteniendo un ambiente de armonía en el hogar, especialmente antes de la concepción”   - Sebastián de Arauco -

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         ANTE LOS RESTOS DE UN HIJO EN EL ATAUD

                                                                         


¿Qué podríamos explicar, evitando la redundancia, dado el testimonio a continuación de la escritora Graziela Gilioli [1]? Imposible no admirarla, venerarla. En uno de los episodios más notables de su vida, declaró que durante los casi dos años que su hijo menor (entonces de 14 años) ingresó en el hospital con un diagnóstico de neuroblastoma [2] se enteró de que el sufrimiento de "pérdida "de un niño es inevitable. Pero que puedes elegir de qué manera vivir: alimentando la tristeza o la resignación constructiva. [3]

Aunque no se declara espiritista, demostró una inusual sabiduría espiritual y grandeza de alma antes de la desencarnación de su hijo. Gilioti escribió que tuvo dos hijos y que hace doce años se separaron por una elección del destino. Su hijo mayor (ahora 28) vive aquí en la Tierra [encarnado] y su hijo menor vive en otro mundo [desencarnado] que ella “no conoce”. Para Graziela, ante la percepción misma de la eternidad, allá en lo “desconocido” [más allá de la tumba] los días no se cuentan, por eso su hijo menor permanece a los 14 años, para siempre. [4]

Lay (desde el punto de vista espírita) Graziela describe con gran claridad que nos da vergüenza pensar en la muerte. Creemos que si no hablamos de este tema, tendremos paz y comodidad, y es esta ilusión la que nos impide comprender la vida en su plenitud. En su lucidez nos asegura que no nos ayuda vivir como si la muerte fuera un error o una desgracia o una injusticia que afecta sólo a unos pocos desafortunados. Aceptar el propio destino no es una actitud pasiva, es una elección, la posibilidad de elegir cómo vivir lo que nos ofrece el destino. ¿Por qué renunciar a ella? Profeso.

El escritor recomienda que busquemos ser felices, por elección. Para ella ser feliz es una decisión difícil [sobre todo ante la muerte de un niño], pero nos ayuda a vivir con los dolores más profundos que nos acompañan a lo largo de la vida. Ante tantas maravillas que hacen posible nuestra vida, ¿cómo no agradecer lo que tenemos? ¡Es verdad! La gratitud por la vida no debe ser un pequeño detalle en medio de los asuntos cotidianos, sino lo más importante de todo. Aprender a vivir con serenidad para aceptar con naturalidad las cosas que nos hacen la vida más fácil o más difícil puede ser un buen comienzo para descubrir lo que importa en la vida.

Revelé que leyendo el testimonio completo de Graziela Gilioli (ver enlace en las referencias más abajo), mis ojos estaban sumergidos en las abundantes lágrimas que brotaban insistentemente de las glándulas lagrimales. En ese “escalofrío” psicológico, mi garganta me aplastaba el aliento bajo el impulso de una conciencia que me susurraba, ¿cómo actuaría Jorge en el momento del “adiós extremo” a uno de los 5 niños que yacen dentro de un ataúd?

Obviamente la verdad espírita consuela mucho en estos momentos cruciales, sin embargo, sé que mi agonía será del tamaño exacto del dolor de quien en este mismo momento está frente a un hijo, cuyo cuerpo helado yace en un ataúd. . Sin embargo, aunque bajo el peso de la nostalgia, es importante optar por vivir con dignidad, alimentando la resignación ante la inquebrantable certeza de la inmortalidad.

Jorge Hessen

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Causa de los males y aflicciones en la vida

Queridos amigos, el conocimiento de las cosas nos hace libres,  por esa razón cuando la Doctrina de los Espíritus, la codificada por Allan Kardec , al explicarnos la causa de nuestros sufrimientos  nos da cierta conformidad ante las tribulaciones que nos suceden en la vida.

El  Espiritismo nos dice que para comprender los resultados  de nuestras
existencias pasadas, basta que observemos las propias tendencias,
oportunidades, luchas y pruebas.

Emmanuel nos dice  que para entender, en esencia, las deudas o
ventajas que traemos de existencias pasadas   lo podremos observar
en la carga de conciencia, pidiendo reparación. Si plantamos un
precioso árbol, hace mucho tiempo, es natural que lo sorprendamos  
cargado de utilidades y frutos para los otros y nosotros. Si nos
empeñamos en un débito, es justo soportemos la preocupación de
pagar.
Comúnmente por la noche, cuando dormimos y descansamos, al
despertar por la mañana, nos levantamos  con los bienes y los males
que hemos procurado para nosotros mismos, el día anterior. Tras el
túmulo, el alma, aun vinculada al crecimiento evolutivo, entra en la
posesión de las alegrías y de los dolores que pesan sobre su cabeza; en
la cuna, despierta y retoma el arado de la experiencia, con los créditos  
 que le cabe devolver y con los débitos que está compelida a rescatar.
Cada criatura reencarnada permanece  recogiendo según todo lo
que hizo consigo y con el prójimo.
Los grandes delitos crean en el alma, estados indefinibles de angustia
y de choque, de ahí nace la explicación lógica de las enfermedades
congénitas, algunas veces   inabordables a cualquier tratamiento.
Nadie huye a la ley de causa y efecto. Todos estamos en el presente,
con el deseo de construir el futuro, pero sumergidos  en las consecuencias
del pasado que nos es propio. Y esto es así, porque según sembramos
así recogemos.
La Doctrina Espírita,  expresando el Cristianismo Renacido, no solo
descubre los panoramas  radiantes de la inmortalidad, ante el gran
futuro, sino que es además luz para el hombre, iluminando su camino;
desempeña la función específica de tratar las enfermedades  que fustigan
a la Humanidad, por enseñar la medicina para el alma, basada en el amor
constructivo y reedificante.
Las amarguras, los resentimientos, la desesperación, fricciones e irritación
entretejen crisis   del pensamiento, estableciendo lesiones mentales que
culminan en procesos patológicos en el cuerpo y en el alma, cuando no se
convierten, de pronto, en pábulo de la locura o en sombra de la muerte.

Millones de criaturas, repuestas en el hogar,  recapitulan amarguras y graves
experiencias, junto a aquellos que atormentaron en el pasado o de los fueron
implacables verdugos; transformados en compañeros que, algunas veces, traen
el nombre de padres  y se comportan como adversarios intransigentes; en la
función de hijos y se asemejan a duros verdugos de los corazones afectuosos
que les dieron el tesoro de la cuna. Desde el punto de vista mental, los
adversarios del pasado, reencarnados en el presente, expanden entre sí cargas
vibratorias de crueldad y rebeldía que transfigura el nido familiar en  cárcel
minada de rayos destructivos de odio y de amargura.

Los principios espíritas  en los conflictos familiares  son una medicación
providencial.

 Claramente en la educación individual y, evidenciando la reencarnación,
destaca el impositivo de la tolerancia mutua, como terapéutica espiritual
inmediata, con el fin de que los puntos  nerviosos del individuo o del grupo
sean definitivamente sanados.

Las enseñanzas espíritas, despertando la mente para la necesidad  del
trabajo y del estudio espontáneo, prepara a la criatura en cualquier situación,
para la obra del perfeccionamiento propio y revelando la continuidad de la
vida, para más allá de la muerte,  patentan el raciocinio de cada uno , por el
que la individualidad no encontrará, más allá del túmulo, ninguna
prerrogativa y sí la felicidad o el infortunio que construye
para ella misma, a consecuencia de aquello  que hace con sus semejantes.

La Doctrina Espirita  encierra la filosofía del pensamiento recto, como
agente preservativo de la salud moral, y supone la religión natural del bien,
cuyas manifestaciones definen a la caridad como terapia de alivio y corrección
de todos los males  que nos afligen en la existencia.

Con las enseñanzas espíritas aprendemos que los actos de bondad, aun los
más insignificantes, son plantaciones de alegrías eternas y que el perdón
incondicional de las ofensas es la fórmula santificante para la supresión del
dolor y la renovación del destino.

- Merchita -

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RESPETEMOS LA VIDA

Nunca pienses en quitarte la vida. El suicidio no soluciona ni solucionará ninguno de los problemas humanos; por el contrario, estos se agravan al regresar violentamente el Espíritu al espacio. El suicidio es un acto de rebeldía, ingratitud e insensatez, ante la Justicia Divina que rige nuestras vidas...

Por ningún motivo participes en la práctica del aborto, y evita por todos los medios que otros lo hagan; es un crimen despiadado.

Es más valioso concebir muchos hijos, que vivir en el celibato, negándose al cumplimiento de la Gran Ley de Procreación; es más meritorio y digno ser madre, que conservar la virginidad. El amado Maestro Jesús nació del vientre de una mujer, sin que por esto se haya restado méritos y virtudes a la Dulce María.

Si para después de tu muerte, donas el cuerpo o parte de él para beneficiar a enfermos que con tus órganos mejoren su salud, obras con nobleza y generosidad, y el Mundo Espiritual lo tendrá en cuenta, porque de acuerdo a lo que demos será lo que recibamos, según la Ley de Causa y Efecto.

(Aportación del grupo, Alborada Cristiana Espírita )
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