sábado, 8 de abril de 2023

Temor a perder

   INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Del Alma

2.-La verdadera oración

3.- Temor por perder

4.- De la finitud del tiempo

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                     Del alma
. ¿Qué es el alma?

- Un Espíritu encarnado.
¿Qué era el alma antes de unirse al cuerpo?
- Espíritu.
En consecuencia, ¿las almas y los Espíritus son la misma cosa?
- En efecto, las almas no son sino los Espíritus. Antes de unirse al cuerpo, el alma es uno de los Seres inteligentes que pueblan el Mundo Invisible y que se revisten temporariamente de una envoltura carnal, para purificarse y esclarecerse.
. ¿Hay en el hombre otra cosa fuera del alma y el cuerpo?

- Existe el vínculo o lazo que une el alma con el cuerpo.
¿Cuál es la naturaleza de ese vínculo?
- Semi-material, esto es, intermedia entre la naturaleza del Espíritu y el cuerpo. Y ello es necesario para que ambos puedan comunicarse el uno con el otro. Mediante ese lazo obra el Espíritu sobre la materia, y viceversa.
Así pues, el hombre está formado por tres partes esenciales, a saber:
Primera: El cuerpo, o ser material, análogo al de los animales y animado por el mismo principio vital.
Segunda: El alma, Espíritu encarnado cuya habitación es el cuerpo.
Tercera: El principio intermediario, o periespíritu, sustancia semimaterial que sirve de primera envoltura al Espíritu y une el alma con el cuerpo. Tales son, en un fruto, el germen, el periespermo y la corteza.

EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS
ALLAN KARDEC

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                LA VERDADERA ORACIÓN

       Los Espíritus siempre dijeron: “La forma no es nada, el pensamiento lo es todo. Orad, cada uno según vuestras convicciones y del modo que más os conmueva, pues un buen pensamiento vale más que   numerosas palabras extrañas al corazón”.

ALLAN KARDEC

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TEMOR POR PERDER




Uno de los mayores obstáculos para una vida plena, armónica,  expresiva y significativa, es el miedo a perder; sobre todo, el miedo de perder a alguien, el miedo de perder a alguien que nosotros decimos que amamos, el miedo a perder la pareja, a  los hijos, a los amigos, al patrón, al empleado, al cliente.

Esta emoción es la principal responsable por  nuestro sufrimiento vital. El miedo de perder es el miedo de nos volvernos indispensables para la persona con la cual nos relacionamos. El miedo de perder se reviste de mil y una formas, aparece bajo mil disfraces: miedo de ser criticados por alguien, miedo de que hablen mal de nosotros, miedo de que nos humillen, miedo de ser abandonados, miedo de ser rechazados, miedo de no ser importantes, miedo de no ser  ilustres, miedo de ser menospreciados, miedo de no ser amados, miedo de la  soledad. Y todo esto puede ser designado más claramente por una palabra: celos.

Los celos es el miedo de no tener  a alguien, de no poseer a alguien, de no venir a ser dueño de alguien. En la relación celosa, nos colocamos nosotros y al otro como objetos.

En este tipo de relación, persona y objeto son la misma cosa. En los celos, tenemos miedo de ser  algún día considerados inútiles, y dispensables para  la otra persona.

Esta es la emoción del sufrimiento, la emoción suplicante, la emoción de la relación confusa, dependiente. Y lo que empeora es que en  nuestra cultura aprendemos a mirar los  celos como señal de  amor. Y los celos son justo lo contrario.

Los celos  son  lo contrario del amor. En la relación amorosa, existe identidad: "Yo soy, independiente de ti!" En la relación celosa, por otro lado,  se pierde la identidad: "Yo, sin ti, no soy nada. ¡Eres todo para mi!"


El amor es independiente, es libre, viene de quererse íntimamente, está directamente relacionado al sentido de libertad, de la opción, de la elección. Los celos prenden, atan, condicionan, determinan.

"Con esta emoción, Yo ya no soy. Yo; soy lo que lo otro quiere que Yo sea. Y Yo soy lo que el otro quiere que Yo sea, para que el también sea, lo que Yo quiero que el sea."

En los celos, hay un  pacto de destrucción mutua, en que cada cual usa al otro, como garantía de que no estará solo: "Yo me abandono para que el otro no me abandone, Yo me desprecio para que el otro no me desprecie, Yo me falto  al  respeto,  para que el otro no me falte al respeto, Yo me destruyo, para que el otro no me destruya.

 Los celos son el miedo de ser o no ser indispensable a alguien, y lo más grave quizás este aquí: pasamos la vida entera con miedo de  volvernos para los otros algún  día, lo que nosotros ya somos ahora, - totalmente dispensables.

 El hombre es, por definición, dispensable, transitorio, efímero, de paso, - y esto es bastante real.

En todas las relaciones que tenemos hoy somos reemplazables.


El mundo siempre existió sin nosotros, sigue  existiendo  y sé que continuará existiendo sin nosotros. Somos necesarios aquí y ahora, pero seremos dispensables antes  y después. El miedo de ser dispensable a alguien es lo mismo miedo de la muerte, que también es real. El miedo de la muerte  es por celos de la vida. Es la voluntad falsa, irreal, de ser, permanentes y inmutables. El miedo de perder nos lleva a entender que las cosas solamente valen la pena si son eternas, permanentes, durables. Una relación solamente tiene valor, en este caso, si tenemos garantía de que siempre será así como es.


 Y como todo es transitorio, como todo es mutable, como todo es  de posible transformación, el miedo de perder nos lleva a un  estado continuo de sufrimiento.

  Las consecuencias de los celos son muy claras: "Si yo tengo miedo de que me abandonen, de volverme  dispensable para alguien, de que no me amen, en lugar de hacer ser cada vez mejor.

 Yo voy gastar toda  mi vida, todas mis energías para probar a los otros que Yo  soy lo máximo,  lo mejor, que  soy el primero. 


En vez  de empeñar esfuerzos para ser un marido, por ejemplo., cada vez mejor, un hijo cada vez mejor, una pareja cada vez mejor, un padre o madre cada vez mejor, un chef cada vez mejor, una empleada cada vez mejor, Yo gasto mis energías para enseñar a mi pareja, a mis amigos, a mis hijos, a mi pareja, a mi chef, a mi empleado, que Yo  soy lo mejor padre del mundo, lo que es mentira; el mejor marido del mundo, lo que es mentira; el mejor amigo del mundo, lo que es mentira; el  mejor chef del mundo, lo que es mentira; el  mejor empleado del mundo, lo que es mentira!"; y así  en adelante. 

 

Los celos nos conducen al delirio de la omnipotencia. Nuestros actos, nuestras iniciativas,  nuestra conversación, o nuestro comportamiento, o nuestras consideraciones, son  para mostrar a los otros que  nosotros somos buenos, fuertes, capaces y perfectos. Aquí está la diferencia básica, fundamental, entre el miedo de perder y las ganas de vencer.


El miedo de perder es  así: "Si no ganamos, nadie nos va a querer. Gastaremos todas energías para defender lo que nosotros ya poseíamos, para conservar lo que ya ganamos. Nosotros ya llegamos al punto máximo, solo tenemos que perder". La voluntad de ganar, por otro lado, es así: "Estaremos siempre activos, descubriendo las oportunidades de victoria.


Procuraremos ganar cada vez más, en vez  de  preocuparnos con posibles pérdidas. Lo que nosotros tenemos de más sagrado es nuestra propia vida, y esta, nosotros ya la vamos perder de todas formas.

Todas las otras perdidas son secundarias. El miedo de perder es reactivo, defensivo, justificativo. Las personas celosas están siempre con un pie atrás y otro adelante.

 Siempre  precaviéndose  para no perder, siempre preparando, siempre  conservando. Las personas con ganas de vencer están siempre activas, siempre optando, arriesgando. El miedo de perder es la vivencia del futuro, es la vivencia anticipada del futuro, es preocupación.


La ganas de vencer, por otro lado, es la vivencia del presente, es la vivencia de la belleza del presente. En todo, a cada momento, existen riesgos y existen oportunidades. En el miedo de perder, la persona solamente ve los riesgos. En la gana de vencer, la persona ve los riesgos pero, sobre todo, ve también las oportunidades. Cada momento de la vida es un desafío para el crecimiento. La gana de vencer, a la que  nos referimos, no significa ganar a  alguien, sino vencerse a si mismo, ser cada vez más, estar siempre dispuesto a dar un paso adelante, estar siempre dispuesto a crecer un poco más.


Es importante tener siempre presente que hoy podemos crecer un poco más de lo  que éramos ayer; descubrir que nadie llego a su limite máximo, y que  la edad adulta no significa que llegamos al máximo de nuestra potencialidad.

No existe persona madura. Existe, si, la persona en maduración. Todo nuestro sufrimiento viene de una paralización del crecimiento personal y cada uno de nosotros sabe muy bien donde se paralizó, en donde nuestra energía está bloqueada, en donde no está habiendo expansión de nuestra propia energía.  

Todavía no vimos, hasta hoy, una relación  en el deterioro, entre una presencia fuerte de lo celos, por el  deseo de ser dueños de otra persona, de una ansia de más poder y control sobre los pensamientos, los sentimientos y las acciones de la persona a quien decimos querer. Los celos son  la enfermedad del amor, es un profundo desamor a si mismo y, consecuentemente, un  desamor al otro.

Por celos, se establece una relación dominador/dominado. Los celos es el dolor de la incertidumbre con relación a los sentimientos de alguien en el futuro. Es la rabia de no poseer la seguridad absoluta de la relación, del futuro. Es la tristeza de no saber lo que va pasar mañana. Por cierto, lo que duele en los celos es la inseguridad del futuro, es la inseguridad del desconocido.


La locura esta ahí: ¡Pasamos la vida entera intentando conseguir lo que jamás conseguiremos - seguridad! La seguridad no existe, no existe nada. Ser seguro no significa acabar con la inseguridad, pero  si aceptarla  como inherente a la naturaleza del hombre. Nadie puede acabar con el riesgo del amor. Por esto, solamente es posible estar en estado de amor, si sabemos estar en estado de riesgo.


Desperdiciamos el  único momento que tenemos, que es el ahora, en función de un momento inexistente, o futuro. Parece que las personas solamente valen para nosotros en el futuro. Nosotros no disfrutamos hoy la relación con la pareja, con los hijos, con los amigos, sufriendo con la posibilidad de un día no ser queridos por ellos.  

El hijo, por ejemplo, parece que solamente nos es importante mañana, cuando haya crecido, se haya  formado, cuando  se case, cuando trabaje, etc. Hasta hoy todavía no conocemos un padre preocupado con el futuro de los hijos que estuviese jugando con ellos. En general, no tiene tiempo porque están muy preocupados en asegurarles un futuro brillante.  

Los celos es la incapacidad de vivenciarnos hoy  la gratuidad de la vida.


 Hoy es el primer día del resto de nuestras vidas, queramos o no. Hoy estamos empezando, y vivir es considerar cada segundo de nuevo.

Cada día tiene  su propio cuidado o como diría Jesús: - A cada día le basta su propia contrariedad" (Mt 6, 33).

El miedo de aquello que me puede pasar quita mi alegría de estar aquí y ahora, el miedo de la muerte me quita  las ganas de vivir, el miedo de perder alguien me quita  la belleza de estar con él ahora.

Por cierto, cuando tenemos miedo de perder a alguien, es porque imaginamos que las personas sean nuestras. Nadie puede perder lo que no tiene y nosotros sabemos que nadie es de nadie. Cada persona es única y exclusivamente de ella misma. Esta es otra falsedad. Podemos perder un libro, un mechero, una baraja, una bolsa, pero jamás un ser humano.  


El sinónimo del miedo de perder, es la obsesión del primer lugar. ¿Qué es la obsesión del primer lugar? Es empeñarnos en  hacer para los otros la tarea imposible de ser siempre los primeros en todos los lugares y en todas las circunstancias.

Se es en casa, queremos ser el primero; en el trabajo, queremos ser el primero; en una reunión, queremos ser el primero; en el fútbol, queremos ser el primero; en un asunto especifico, queremos ser el primero; y en otro asunto cualquiera, siempre el primero.  

El primer lugar es opaco, triste, al paso que el segundo lugar está  lleno de esperanza, es fértil, pues cuando alguien llega a la cumbre de la montaña, solamente le resta un camino: empezar a bajar.

 

En el segundo puesto, todavía tenemos para donde ir, para donde crecer. La posición de segundo lugar nos lleva al crecimiento, al crecimiento continuo.

¿Por que tú no te estableces  en el segundo puesto, aun  cuando esté ocupando socialmente y eventualmente el primer lugar? El segundo lugar, no en relación al prójimo, pero  sí en relación a ti mismo, o sea, todavía tenemos por donde crecer y mejorar. ¿Tu sabes  por que el mar es tan grande, tan inmenso, tan poderoso? Es porque ha tenido la humildad de  colocarse  algunos centímetros más abajo de todos los ríos del mundo. Sabiendo recibir, se volvió grande. Si quisiera ser el primero, algunos centímetros por encima  de todos los ríos, no seria el mar, sino una isla. Toda su agua iría para los otros y él estaría aislado.

Y, además, la perdida hace parte, la caída hace parte, la muerte hace parte. Es imposible vivir satisfactoriamente si no aceptarnos la perdida, la caída, el error y la muerte. Precisamos aprender a perder, a caer, a errar y a morir. No es posible vencer sin saber perder, no es posible andar sin antes caer, no es posible acertar sin saber errar, no es posible vivir sin saber morir. En otras palabras, si tenemos miedo de caer, andar será mucho mas doloroso; si tenemos miedo de la muerte, la vida es muy molesta; si tenemos miedo de la pérdida, el  engaño nos llena de preocupaciones.

Esta es la figura del fracasado dentro del éxito. Personas que cuanto más ganan, cuanto más mejoran en la vida, más sufren. Para la persona que tiene miedo de quedar pobre, cuanto más dinero tiene más preocupado se queda; para la persona que tiene miedo del fracaso, cuanto más sube en la escala social, más desgraciada es su vida.  

Por otro lado, si tú comprendes lo que es perder, caer, errar, nadie te controlará más. Pues lo máximo que te  puede pasar a ti es caer, es errar, es perder, y esto tú ya lo sabes.

Bien aventurado aquellos que ya consiguen  recibir, con la misma naturalidad,  el gaño y la perdida, el acierto y el error, el triunfo y la caída, la vida y la muerte.


-Antônio Roberto Soares- Desarrollo del Comportamiento nº 2

Traducido y adaptado por Cassio Lopes,

basado en la obra

“Desenvolvimiento Comportamental”

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DE LA FINITUD DEL TIEMPO

Sabemos todos que el tiempo pasa muy pronto, cuando estamos mentalmente concentrados, y que cuando estamos desocupados, aparenta alargarse, ¿no es así?

Pues bien, es esta subjetividad del tiempo, a la que me refiero.

Tengo claro que, en la medida en que aumentamos nuestra capacidad de concentración mental, el tiempo va disminuyendo para nosotros.

O sea, que vamos eliminando el tiempo, en el curso de la elevación vibratoria progresiva de nuestros pensamientos y sentimientos, determinada por el cúmulo de conocimientos y aptitudes adquiridas en nuestra ya milenaria excursión educativa, por los diferentes reinos de la Naturaleza.

Tal expansión de la consciencia, intelecto-moral, nos da oportunidad de profundizar mentalmente, cada vez mas profundo, en las cuestiones transcendentes de los aspectos materiales de la vida.

En otras palabras, con la siempre creciente aceleración de nuestras vibraciones psíquicas, aunque el tiempo continué siendo lo que siempre fue, nosotros lo percibiremos cada vez mas diminuto, mas corto, mas escaso...

Es bueno recordar que, según Einstein, el tiempo es solamente un derivado del movimiento de las cosas materiales. Es por ello que la dimensión temporal no existe en los planos eternos, habitados por los espíritus elevados que ya pasaron, por las condiciones existenciales en que nosotros estamos, ya que no existen seres privilegiados en la Creación Divina.

Para ellos los siglos, debido a  los altísimos patrones vibratorios que pulsan, son como para nosotros,  los días.

Y al contrario de lo que pensábamos en nuestra infancia espiritual, la eternidad no es la sucesión interminable del tiempo; sino la ausencia de las dimensionalidades materiales, entre ellas, ¡El tiempo!

Y cuando, por fuerza de la divina ley de evolución continua e infinita de los seres, merezcamos vivir en las dimensiones espirituales puras, ya no tendrán sentido para nosotros palabras como, "futuro" y "pasado", pues estaremos viviendo un eterno presente.

Habremos, entonces, alcanzado el "fin de los tiempos" (fin = finalidad), y  podremos entender la promesa de Jesús de que permanecerá con nosotros hasta el final  de los tiempos, o sea, mientras necesitemos el condicionamiento espacio-tiempo, lo cual practicamos en nuestras sucesivas reencarnaciones.

Tengamos presente, que la eliminación definitiva del tiempo es una perspectiva  en nuestro destino espiritual.

Por ahora, nos cabe aprovecharlo en la educación de nuestros pensamientos y sentimientos con vistas a la superación gradual de la animalidad ancestral, que todavía nos ata a la costra de este planeta.

Aureci Figueiredo Martins– Porto Alegre

aureci@globo. Com

Traducido por Cássio

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