INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Espiritismo cristiano o solo Kardeciano?
2.- La Bondad
3.- Vida y Valores (Velorio y Cremación)
4.- Vida interior
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¿ESPIRITISMO CRISTIANO, O SOLO KARDECIANO?
Creo que en todo debemos procurar la virtud y la justicia, y estas se pueden encontrar siempre en medio de cualquier discusión, para ser aplicadas naturalmente.
Los cuestionamientos sobre el Sublime Triángulo, como bien llamó Emmanuel a los tres aspectos sobre los que se sustenta el Espiritismo: Científico, filosófico y religioso, me parecen un hecho menor ante la grandeza de esta doctrina que vino a revolucionar a la Humanidad, promoviendo así, la evolución ética y moral de la sociedad.
En nuestros estudios de la Codificación, no podemos prescindir de la Ciencia que estudia, o de la Filosofía que esclarece, o de las consecuencias morales, que subliman. No obstante, creo que de la misma forma que en cada reencarnación nuestro espíritu viene a este mundo material a desarollar una aptitud, igualmente, cada pueblo se identificará más con determiando aspecto doctrinario, conforme sea su evolución. Existen los que se dedican más al estudio de los fenómenos, otros se centran más en la aplicación filosófica y moral de los conocimientos adquiridos, y otros tantos, profundizan sobre el Evangelio en busca de los consuelos para los dolores que la ciencia fría no proporciona.
Pienso que la gran dificultad está en la palabra “Religión”, pues esta palabra siempre nos remite a las religiones tradicionales, con sus dogmas , preconceptos, altares, ceremonias y liturgias..
Asimismo esa o parecida dificultad la ha tenido y aun la tiene la palabra “Espiritismo”, pues esta se asocia con la idea de brujería, umbanda, vudú, etc. Todo ello precisamente gracias a la propaganda negativa que las propias religiones y el materialismo atéo, han tratado de ensuciar esta palabra, atribuyéndole relación con tantas falsedades atribuidas.
Emmanuel nos dice que el Espiritismo es la Religión de los Espíritus, por lo tanto, es la Religión UNIVERSAL, que existe y se propaga en el corazón del hombre. Coincide precisamente su moral con la de Cristo cuando propaga el amor al prójimo, o el ejercicio de la Caridad. Al igual que el Espiritismo tiene como antecedente al Evangelio de Jesús- Cristo, este también tuvo sus antecesores que vinieron a pueblos de culturas diferentes y ellos también enseñaron el bien como el camino correcto a ser seguido.
En Brasil, se desarrolló más el aspecto religioso porque el pueblo brasileiro es , por naturaleza, místico, y además, el gran divulgador de la Doctrina Espírita,-Chico Xavier-, vivió ejemplificando el Amor enseñado por Jesús. Tengo la certeza de que si en vez de él, hubiésemos tenido un gran investigador científico o un excelente filósofo, el Espiritismo no se hubiese propagado en ese país con la fuerza que hoy tiene.
Lo que llevó a muchas personas a interesarse por la doctrina espírita en Brasil , fué el dolor superlativo ante la pérdida de un ser querido, principalmente cuando se trata de un hijo. En ese momento, cuando el sufrimiento supera a la razón, se busca el consuelo espiritual, al amparo que la ciencia no dá y los tratados de filosofía se tornan palabras vacías. Chico Xavier a través de su gloriosa mediumnidad, sirvió a muchos padres afligidos como el mensajero celeste que les podía traer noticias de los hijos amados.
Creo que todo llega a su tiempo, por lo que finalmente, el Espiritismo se tornará de hecho, como un triángulo de lados perfectamente iguales, evitando así el desequilibrio hacia un materialismo científico o hacia un fanatismo religioso. Por ahora vamos a aguardar, pues la Religión de los Espíritus se propagará independientemente de nosotros, en todos sus aspectos.
Luisa Cándido Pereira ( Sao Paulo- Brasil)
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La Bondad
Es muy difícil a algunas personas tener un gesto de bondad, una palabra amable que inspire confianza porque, seguramente, ha permanecido durante mucho tiempo, encerrada en una coraza de hierro, no desean dejar salir un destello de amabilidad, una palabra de alegría, que inspire confianza, para no dar así oportunidad a que nadie entre en su interior.
Siempre en un corazón endurecido, hay un punto en el cual es más sensible, y es muy difícil encontrárselo a algunas personas. Hay que sentir por ellas algún tipo de afecto, para permanecer insensible llamando una y otra vez, insistiendo para lograr al fin un día, encontrar ese instante propicio, esa debilidad suya, tocar su corazón y a través de ese punto, ir penetrando poco a poco en su personalidad inmutable. La bondad comienza a expresarse en lo que podríamos llamar el punto matemático de la individualidad. Antes de hacer su aparición en la criatura racional, aun en los seres irracionales, ya la bondad se manifiesta en los otros reinos y en todas las cosas.
Todo lo que existe es una obra de Dios, es una expresión del amor divino, que, así, existe en la esencia de todas las cosas y de todos los seres, dejándoles la función propia de su valor, en el conjunto de la creación.
No hay, por consiguiente, ser alguno en cuya esencia no exista, en estado potencial, la bondad, que un día lo nivelara a los espíritus más elevados. Todos los ejemplares en el reino mineral, en el reino vegetal, lo que tienen de bueno, de bello, de útil son expresiones imprimidas en esas modalidades; lo que igualmente tienen de bueno, bello y útil todos los objetos, es también una manifestación de la bondad.
Del amor divino se originó la bondad, que genera la benevolencia y sus derivados: la tolerancia, la indulgencia y la condescendencia.
La capacidad para la bondad existe en cada uno de nosotros sin excepción alguna. No importa el tipo de dolor que te haya tocado vivir en tu vida, esa capacidad nunca es destruida.
La bondad está del mismo modo en todos los seres. No hay ningún ser privilegiado. Más, no se presenta en todos en las mismas proporciones, al manifestarse, por causa de ser desigual el desenvolvimiento que presenta.
La bondad hace a las personas más sanas y felices. Es la actitud más económica y pragmática que existe, puesto que nos permite ahorrar mucha energía en sospechas, preocupaciones, resentimientos, manipulación y reacciones a la defensiva.
La bondad es una inclinación natural a hacer el bien, con una profunda comprensión de las personas y sus necesidades, siempre paciente y con ánimo equilibrado. Este valor, por consiguiente, desarrolla en cada persona la disposición para agradar y complacer en justa medida a todas las personas y en todo momento.
La bondad no se detiene a buscar las causas, sino a comprender las circunstancias que han puesto a la persona en la situación actual, sin esperar explicaciones ni justificación y en procurar el encontrar los medios para que no ocurra nuevamente. La bondad tiene tendencia a ver lo bueno de los demás, no por haberlo comprobado, sino porque evita enjuiciar las actitudes de los demás bajo su punto de vista, además de ser capaz de "sentir" de alguna manera lo que otros sienten, haciéndose solidario al ofrecer soluciones.
En la criatura humana, la bondad toma formas y expresiones muy significativas y que impresionan en mayor grado. Sobretodo, el contraste en que está con el mal es que destaca considerablemente, constituyéndola el polo opuesto a aquel, lo que le da realce y despierta la estima de los Espíritus que ya distinguen el bien del mal, lo bello de lo feo, lo útil de lo pernicioso.
La bondad, como hemos visto, va más allá que un simple ofrecimiento de cosas materiales en condiciones precarias, para fomentar este valor en nuestra vida podemos considerar que debemos:
Sonreír siempre
- Evitar ser pesimistas: ver lo bueno y positivo de las personas y circunstancias
- Tratar a los demás como quisiéramos que nos trataran: con amabilidad, educación y respeto.
- Corresponder a la confianza y buena fe que se deposita en nosotros.
- Ante la necesidad de llamar fuertemente la atención (a los hijos, un subalterno, etc.), hacer a un lado el disgusto, la molestia y el deseo de hacer sentir mal al interesado: buscar con nuestra actitud su mejora y aprendizaje.
- Visitar a nuestros amigos: especialmente a los que están enfermos, los que sufren un fracaso económico o aquellos que se ven afectados en sus relaciones familiares.
- Procurar dar ayuda a los menesterosos, sea con trabajo o económicamente.
- Servir desinteresadamente.
El valor de la bondad perfecciona a la persona que lo posee porque sus palabras están cargadas de aliento y entusiasmo, facilitando la comunicación amable y sencilla; sabe dar y darse sin temor a verse defraudado; y sobre todo, tiene la capacidad de comprender y ayudar a los demás olvidándose de sí mismo.
La falta de bondad es consecuencia del egoísmo la mezquindad y la ausencia de grandeza humana. El que no es bueno es incapaz de sentir compasión y ve a los demás como rivales o enemigos a los que sería una imprudencia ayudar y de los que hay que cuidarse en extremo. Se siente más seguro cultivando la desconfianza, el rencor y el odio que la simpatía o la amistad y prefiere anular o destruir a sus semejantes que conocerlos o dialogar con ellos, a menos que pueda sacar algo a su provecho. La falta de bondad nos deshumaniza y nos convierte en personas indeseables e insensibles, con las que la vida en comunidad se torna difícil e incluso peligrosa.
El desconocimiento casi absoluto de los valores humanos por parte de quienes practican la falta de bondad, como un medio de conseguir lo que quieren; el culto al autoritarismo y la dureza de corazón como manifestaciones de poder y fortaleza; la idea de que ser buenos es sinónimos de tontos , son los principales obstáculos para la bondad.
Los bondadosos son amables, accesibles, compasivos, generosos, fuertes, espontáneos.
Los faltos de bondad son egoístas, insensibles, desconfiados, hoscos, rencorosos, crueles.
La voluntad del espíritu humano imprime relevo a la bondad, cuando le consagra sus actividades y, del mismo modo, cuando se degrada, cediendo a inclinaciones viciosas.
La bondad sin embargo, vence siempre, por existir verdaderamente en el individuo. Podrá esa victoria retardarse mucho, por efecto del escaso esfuerzo que el Espíritu emplee para alcanzarlo; más siempre triunfará del mal. Y a ese triunfo propende constantemente la criatura humana, aun mismo cuando lo objetive.
La aspiración, el deseo de un bien mayor, existente con carácter indeleble en todo Espíritu, no es sino el reflejo de la bondad que en lo íntimo del ser existe. Podrán esas aspiraciones y deseos inclinarse para cosas puramente materiales, aun mismo viciosas y deformadas por las pasiones; más no dejan de ser un apelo que la bondad hace desde el fondo del alma, como para querer tornarse patente y ejercer la influencia benéfica, que le es natural. La criatura, en virtud de su atraso, traducirá esas voces intima s por el deseo ardiente de dar satisfacción a los vicios y pasiones; con todo, no por eso deja de ser el sentimiento sublime y santo de la bondad que lo inspira. Solamente, por tener ese sentimiento de abrir el paisaje a través de las camadas oscuras de la densa materialidad, cuando llega a la superficie, aparece deformado por la adherencia de partículas de materia viciada, que recogió en la trayectoria.
Así pues, no hay ser alguno en quien la bondad no forceje para desabrochar y desenvolverse a fin de convertir en causa actuante lo que en lo intimo del alma se encuentra en estado potencial.
Hija del Amor, originándose de la esencia del amor divino, la bondad es, consiguientemente, invencible; sin embargo, es preciso que la criatura humana, cuando llegue a comprenderlo, se esfuerce por apartar todos los obstáculos que perturban su manifestación.
La voluntad del hombre debe orientarse en el sentido de aumentar el potencial de bondad que existe dentro de él; pues cuando no lo hace, prepara un futuro desdichado, porque solo en la bondad reside la felicidad verdadera. Tanto es así, que el espíritu humano no puede considerarse feliz mientras no haya desenvuelto en sí, en el más alto grado, ese sentimiento.
La bondad, que dio nacimiento a la benevolencia en todas sus modalidades, debe inspirar todos los actos del ser racional, que, así, avanzará con paso firme y seguro por el camino de su propio perfeccionamiento.
Hay que educar todos los sentimientos, para que no crezcan como plantas silvestres, más sí como plantas bien cultivadas, para que crezcan y se desenvuelvan lozanas.
El de la tolerancia, en primer lugar, conviene sea conducido, mediante criteriosa dirección, por el camino de la rectitud y de la justicia, para culminar en las alturas de la indulgencia y de la condescendencia. Sobre todo, la condescendencia, que aunque sea, de todos los derivados de la bondad y de la benevolencia, es la que exige más discernimiento, es la que más conquistas hace de Espíritus para el bien.
La condescendencia, pues, es lo que requiere mayor atención y esmero en su educación. Bien educado y dirigido ese sentimiento, tenerlo bien encaminado igualmente la educación de la indulgencia y de la tolerancia, por hallarse comprendida en la primera.
Como ya hice notar, la condescendencia mal dirigida puede acarrear grandes males; más, ese inconveniente queda sanado, aun mismo cuando le falte la buena dirección, si lo inspira la bondad. Así es, de hecho, porque ninguna cosa que se inspire en la bondad acarreara consecuencias malas. Podrán las apariencias desmentir esta afirmación; sin embargo, como las apariencias no son la realidad, pierden todo valor, surgiendo con manifestada claridad las consecuencias benéficas que la bondad, aun mismo defectuosamente dirigida, origino.
Por eso, es siempre preferible, en la educación de la condescendencia, en caso de duda, condescender en exceso, a oponer la barrera insuperables a los deseos del otro, aun mismo a sus caprichosas extravagancias.
Hemos de procurar reprender con dulzura, discutir sin exaltarnos, juzgar todas las cosas con moderación y benevolencia, huyamos de todo lo que apasioan y sobreexcita.
Evitemos sobre todo la cólera, que es el despertar de todos los instintos salvajes amortiguados por el progreso y la civilización, una reminiscencia de nuestras vidas oscuras. En todo hombre, la bestia subsiste aun en ciertos aspectos: la bestia que debemos domar a fuerza de energía, si no queremos ser dominados y esclavizados por ella. En la cólera, esos instintos adormecidos se despiertan y hacen una fiera del hombre. Entonces se desvanece toda dignidad, toda razón y todo respeto de uno mismo. La cólera nos ciega, nos hace perderla conciencia de nuestros actos y, en su furores puede conducirnos al crimen.
La naturaleza del hombre sensato cosiste en contenerse siempre, y la cólera es un indicio de un carácter atrasado. El que sienta inclinación hacia ella, deberá velar con cuidado por sus emociones, ahogar en si el sentimiento de la personalidad, procurar no hacer ni decir nada, mientras se sienta bajo el imperio de esa pasión temible.
La dureza y el desprecio ahuyentan al prójimo, al paso que la condescendencia despierta en el aprecio y la simpatía a quien se le mostro benévolo.
Y no será demás repetir cuan conveniente es transigir en todo cuanto no participe un caso de conciencia, porque esas transigencias despiertan la bondad en los seres que se ven favorecidos por ellas, infunden respeto, consideración, aprecio y, por más pervertido que sea que condescender con las cosas que no afectan a la rectitud de la conciencia, como en el existe la bondad en estado latente, vuestra condescendencia bondadosa le penetra en lo intimo, donde la bondad se alla, produciendo un choque que le hace sentir las delicias de algo desconocido y como el bien es superior al mal. Desde luego, el se prepara para progresar en la carrera del Bien, carrera que todos los seres cursan, hasta los más depravados, con la única diferencia de que estos son los que estudian las primeras lecciones, hallándose en un punto mucho más adelantado a los que ya traen desenvuelta la bondad.
Condescendencia, pues, largamente, aun con aquello que más nos pueda repugnar, y granjeamos así el aprecio y la atención de nuestros semejantes, para atraerlos, para conseguir que nos oigan, cuando nos convenga aleccionarlos en todo lo que necesiten aprender. El ser que ya trilla el camino de la Perfección debe procurar siempre tomar el mayor bien de todo en que intervenga, bien para sí y bien para los otros, no teniendo en cuenta a su persona, cuando se encuentran en juego sus semejantes, en el caso en que deberá tener la mira de los otros y no la suya misma.
¡Cuesta tan poco condescender en las cosas pequeñas! Pues bien, considerad que las cosas pequeñas con las que condescendéis vuestro semejante las tiene por grandes y os lo agradece. Ese agradecimiento es una puerta más abierta en su alma, para allí penetrar con las saludables sugestiones. Con la condescendencia practicada así, conseguiremos matar el germen de toda causa de alteración de la paz, no seréis motivo de disgustos, ni desafecto, os tornareis simpáticos e indispensables y os asesorareis de la conciencia de vuestros hermanos.
Esto, sobretodo, deben tenerlo en cuenta los que viven entregados al servicio de algún gran ideal, pues de ese modo se les ampliará el camino, para el cumplimiento de la misión que desempeñan, no produciéndose contra ella ninguna coligación de voluntad. Crearan, al contrario, simpatía y aprecio, que le facilitaran la catequesis que intenten. El resultado final será, pues, conseguir más almas para la Causa del Bien que representan.
Más, a fin de poder ser un elemento de bastante elasticidad para condescender, cuando, convenga, con el prójimo, es preciso que la criatura desenvuelva en si la bondad. Con la bondad inspirándole todos los actos el triunfo es seguro. En las causas nobles, la bondad da siempre la victoria. Procurad ser bondadosos eso os librará de las penalidades a la que los mundos atrasados someten a los Espíritus que los habitan; cultivad la bondad, si queréis practicar todas las virtudes con la perfección debida; cultivad la bondad y habréis resuelto el problema de la benevolencia.
Debemos procurar adquirir la bondad, cualidad inefable y aureola de la vejez ; la bondad, que supone para su poseedor ese culto del corazón, rendido por los humildes y los débiles a sus sostenes y a sus protectores.
La indulgencia, la simpatía y la bondad apaciguan a los hombres, los atraen hacia nosotros, los disponen a prestar oído a nuestra opinión confiados, mientras que la severidad les rechaza les aleja. La bondad nos crea así una especie de austeridad moral sobre las almas, nos proporciona más medios de conmoverlas y de orientarlas hacia el bien. Hagamos pues de esta virtud una antorcha con cuya ayuda podamos llevar la luz a las inteligencias más oscuras, es una tarea delicada, pero que hará más fácil un poco de amor hacia nuestros hermanos unido al sentimiento profundo de la solidaridad.
Enviado por Merchita.
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Acostumbran a ser momentos de mucho dolor, de mucha tristeza de aquellos cuando tenemos que velar los cuerpos de nuestros seres queridos. Cuerpos de amigos nuestros o de aquellos que, siendo vinculados a nuestros amigos, nos hallamos en el deber moral de compartir el sufrimiento y la nostalgia, y comparecemos para nuestras condolencias, nuestro abrazo de fraternidad, nuestras palabras de cariño, de confortación. Es muy común que en esas ocasiones, perdemos el tino relativamente al no saber que decir, o de que hablar. No tenemos que hablar en un momento como ese.
La criatura hace su gran viaje y estamos delante del cuerpo que no le sirviera más. Casi siempre las personas lloran sobre el cuerpo, como si el cuerpo fuese su ente querido. Casi siempre las personas dicen que van a enterrar a su padre, a su madre, su hijo, su amigo, etc. Eso es porque admiten que el cuerpo es su padre, su madre, su amigo, etc.
En lenguaje cotidiano y coloquial aun encontramos personas que dicen: La sepultura de mi madre, la urna de mi padre, de mi hijo, de mi amigo. Verificamos con eso que, de hecho, aun se alimenta la idea de que nuestro ser querido es aquel cuerpo; que nuestro ser querido sea aquel resto mortal que está debajo de la lapida o sobre la mesa mortuoria. Esto no es así. Allí solo está el féretro, la urna, el ataúd, los cuerpos que sirvieron a nuestros seres queridos. Estamos allí para prestar homenaje a esos despojos que representan, a nuestra visión, aquellos seres que amamos. Mi madre ya no está en aquel cuerpo. Mi padre, mi hijo, mi hermano, mi amigo no se encuentran en aquel cuerpo que está delante de nuestra vista. Allí solo se halla la jaula vacía de donde el ave luminosa ya se levantó, ya se liberó, ya se fue. En consecuencia, hay que pensar en algunos detalles en los velatorios, durante esas circunstancias en las que estamos prestando homenaje póstumo a los entes queridos, familiares o amigos, que ya cambiaron a la vida más allá del cuerpo.
Para mucha gente, los velatorios son ocasiones para encontrar amigos. Aquellos amigos que la gente no encuentra casi nunca, y luego no ve más. Todos nos encontramos en los velorios. Para otros, es ocasión de ver a la familia porque ven gente de todo lugar, de lugares lejanos, para prestar el último homenaje al ser querido traspasado. Para mucha gente es ocasión de conversar, por ultimo. Pero, para muchos otros, aquel es un local de desdicha, de sufrimientos atroces, de amarguras mortales. Hay individuos que ruegan, en aquel momento de desespero, a su fallecido, que los lleven junto a él, que ellos no van a soportar el dolor de la nostalgia y casi nunca, esas personas se dan cuenta de que el muerto no está muerto.
Estamos dando culto al cuerpo que, un día, se utilizó. Sin embargo, nuestro ser querido está vivo, de pie, muchas veces acompañando todo el proceso del velorio y en consecuencia, oyendo y viendo lo que hablamos, lo que hacemos, registrando en si el psiquismo del ambiente, aquellas criaturas que corretean, que ríen, que cuentan chistes, muchas de ellas sin conocimiento del momento, aquellas personas que hablan mal del fallecido registrando ondas de sufrimiento y de desolación de muchos familiares, de muchos amigos. Hay que tener mayor cautela, un poco mas de cuidado fraterno cuando se está participando de un velorio porque el muerto no está muerto; sigue vivo.
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Entendiendo que nuestro ser querido, que el fallecido no desapareció, no está muerto de hecho, que está solamente desencarnado, fuera del cuerpo, sin tener más acceso a él, cabria a todos aquellos que vamos al velatorio tener una actitud de respeto para con el fallecido, para con los familiares. Si tuviésemos que conversar, que nuestras conversaciones giren en torno a asuntes leves, que puedan auxiliar el ambiente y la criatura desencarnada pueda estar lucida, pues en aquel momento, está sufriendo, muchas veces angustiada, y nota la angustia general. Es muy común que los seres espirituales desprendidos del cuerpo registren el ambiente y sufran con el sufrimiento de las personas que se rebelan, y se enfrentan contra aquellos que están usando aquel ambiente, aquel espacio, aquellos momentos para contar sus chismes, hacer sus burlas o cosas indebidas, en un momento como ese.
Es tan serio el momento del pasar, de la desencarnación como lo es del nacimiento. De ahí se vuelve necesario que creemos un clima de afectividad, de cariño, en torno de aquel ser que está viajando de vuelta para el mundo espiritual, tanto como cuando creamos un ambiente de cariño, de buena recepción de aquellos seres que llegaran un día a nuestra convivencia, en nuestros hijos, o en hijos de nuestra familia como un todo.
Cuando pensamos en el velorio, la condición del desencarnado, que puede ser feliz por ser liberado del cuerpo enfermo, deficiente, enfermo o que puede estar deprimido por la depresión de la familia, o que puede estar rabioso por la forma como ha abandonado el cuerpo, nos cabe hacer el contrapunto.
Al aproximarnos a la urna, del cuerpo, o en la esquina donde nos coloquemos, emitiendo pensamientos saludables, pensamientos de cariño, pidiendo a Dios que avance esa criatura, recientemente desatada del cuerpo, donde quiera que él esté.
Entonces, surge la cuestión de enterrarlo, o de incinerarlo. Para mucha gente, lo mejor es la sepultura tradicional, los llamados siete palmos. Para otros, es mejor la incineración. Hay personas que piden testarudamente que su cuerpo, después de la muerte, sea incinerado y la familia obedece, cumple el ritual. Era el último pedido de la persona. Y vale la pena conocer que la incineración debería ser echa un poco después, se espera un poco más de tiempo, para que el espíritu desencarnado tenga tiempo para aclimatarse, para que se acostumbre a ese estado de desprendimiento definitivo y no sufra tanto con el proceso de incineración.
Es muy común que veinticuatro horas después la criatura desencarnada aun este muy ligada mentalmente al cuerpo que acaba de dejar. Es como si tirásemos una ropa pesada que usamos durante mucho tiempo y luego, durante algún tiempo, persistimos con la sensación de que aun la cargamos sobre el cuerpo. Imaginemos vivir el tiempo que vivamos en el cuerpo físico… Estamos con la sensación de que cargamos el cuerpo con nosotros. La cremación es una medida higiénica, por excelencia , facilita mucho en el futuro la vida de las comunidades, no obstante, proponen los amigos espirituales que se podría esperar setenta y dos horas, para evitar cualquier choque, cualquier traumatismo sobre el espíritu desencarnado con la reverberación de la incineración sobre su cuerpo.
El mismo raciocinio podríamos usar para el enterramiento tradicional. El espíritu que se haya ligado al cuerpo, mentalmente hablando, psíquicamente hablando, se siente asfixiarse cuando el ataúd es cerrado y el cuerpo baja a la sepultura. Después, por los méritos espirituales, los Benefactores lo liberan más pronto de esa escena, pero la mayoría de todos nosotros, la media de los espíritus de la tierra no tenemos ese mérito y, por eso, se suelen sufrir situaciones desagradables.
En nuestros velorios, respeto. En la incineración, un uso importantísimo, que precisa solamente ser regulado de manera diferente.
Raúl Teixeira
Transcripción del Programa Vida y Valores, número 180, presentado por Raul Teixeira, bajo coordinación de la Federación Espírita do Paraná.
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VIDA INTERIOR
Sed prudentes en vuestra reforma interior, pero persistentes en vuestras decisiones. Analizad lo que pensáis y habláis durante el día y, si algo de mal se infiltró en vuestros pensamientos o palabras, no volváis a repetirlo mañana, porque esa pasta venenosa que se fabrica en la mente y en la boca cuando nos involucramos en la discordia, en la usura y en la envidia nos mata poco a poco, alterando el funcionamiento de nuestros campos de fuerza, tirándolos en la franja de la muerte.
No queráis perfeccionaros de un día para el otro, pero, no paréis de educaros todos los días, pues, es en ese esfuerzo continuo que la luz florece en nuestro pecho, en forma de estímulo del bien que nunca muere.
Vuestros pensamientos obran sobre vuestros semejantes, así como los de los otros obran sobre los vuestros. Y, si es plantando que recogemos, como nos dice la Ley, es de acción benefactora plantar las semillas del amor y de la caridad y la cosecha no podrá ser otra.
Si encontráis dificultades en la auto-educación mental de vuestras costumbres, buscad a alguien que ya comenzó esa labor divina y ya realizó prodigios en ese campo, que él os ayudará. Pero, ved bien, no debéis olvidaros de rendir culto a la oración y ella os llevará a la gloria del entendimiento.
Miramez
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