INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Lo que damos es lo que recogemos
2.-La Génesis: Transición planetaria
3.-Intervalo en el espacio y procesos de reencarnación
4.-Disturbios espirituales
5.-¿Fin del Mundo, o Final de los Tiempos?
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Lo que damos es lo que recogemos
“Vuestra vida es lo que os hagáis; el mundo no nos devuelve más que aquello que le damos”. -- -Máximas americanas.
Nada más cierto; recogemos lo que hemos sembrado, y ¡qué mala siembra habremos hecho los terrenales!, porque la mayoría de los habitantes de la Tierra no recogemos más que punzantes espinas. Leer los periódicos entristece, angustia, fatiga, porque no pasa un solo día que no se lea la descripción de horrorosos naufragios, de choques de trenes, de hundimientos de puentes, de ciclones devastadores, de erupciones volcánicas que arrastran ciudades florecientes, de incendios violentísimos que destruyen pueblos enteros, explosiones en las minas donde quedan sepultados centenares de mineros. Es tristísimo considerar el modo que se vive en la Tierra, porque los que no son víctimas de espantosas hecatombes, los que viven “al parecer” con relativa tranquilidad, si se penetra en sus hogares, si se levanta una punta del velo que cubre su vida íntima, ¡qué cuadros tan tristes se contemplan! Familias formadas por enemigos irreconciliables, hacen ensayos de cariño, de tolerancia mutua; procuran dominar sus inexplicables antipatías, sus misteriosas aversiones, pero no siempre lo consiguen; a lo mejor, una chispa del odio mal apagado prende fuego y las rencillas, las envidias, la diferencia de carácter, se incendian como un montón de paja y se desarrollan esas tragedias en las cuales se produce la eterna historia de Caín y Abel, y si no se llega a final tan triste se vive muriendo bajo la tiranía de un padre déspota, de una madre tiránica, de un hermano egoísta, siendo los abusos de unos y de otros la moneda corriente en el gran mercado de la vida.
¿Y esto es vivir? ¡No! Esto es pagar ojo por ojo y diente por diente, es beber de continuo la hiel y el vinagre que según cuenta la tradición le dieron a Cristo; es recibir herida tras herida, causadas por implacables desengaños; y si a esto se redujera la vida más valiera no haber nacido.
Dices bien (me dice un Espíritu), si no hubiera más escenario para representar el eterno drama de la vida que la Tierra que habitas, Dios sería la injusticia personificada y el último reptil de la Tierra sería más feliz que el rey de la Creación (vulgo hombre), porque éste está sujeto a innumerables calamidades, comenzando por enfermedades incurables, por dolencias que conducen a la desesperación, como son la guerra, la parálisis, la carencia de los miembros más necesarios, como son los brazos, las manos, las piernas y los pies, la lengua, el oído y el entendimiento. Sufre el hombre tan variados y multiplicados tormentos, que si no tuviera en su vida un pasado y no le esperara un mañana, habría que renegar de haber nacido; pero, afortunadamente, en la noche del tiempo, sin poder precisar la fecha fija, el hombre se encontró rey de las selvas, miró al cielo y sintió brotar de su pensamiento la llama intangible del deseo; contempló su cuerpo desnudo y experimentó la imperiosa necesidad de cubrir su desnudez; se vio fuerte y empleó su fortaleza en adquirir lo más indispensable para satisfacer las más apremiantes necesidades de la vida, y fue conquistando palmo a palmo el terreno suficiente para levantar sus tiendas y rodearse de sumisos servidores, de familias que satisficieran su sed de reproducción, y durante el transcurso de los siglos los patriarcas centenarios dejaron la Tierra, volviendo de nuevo a poblarla, pero ya no se contentaron con vivir entre las asperezas del bosque y la fragosidad de las montañas, levantaron ciudades y le pidieron a los magos y adivinos los secretos de su ciencia para destruir las tinieblas de la noche.
“Comprendieron que la divisa de la Naturaleza, como dijo uno de vuestros pensadores, es la de <trabaja o muere>.
“Si dejáis de trabajar, moriréis moral, intelectual y físicamente, y la muerte ha sido siempre rechazada por los hombres que han sabido tener lucidez en su entendimiento; sólo se suicidan los desequilibrados; la completa destrucción sólo la busca el que no comprende el inmenso valor de la vida; por eso el trabajo ha sido, es y será la ley eterna, por la cual los hombres se regirán eternamente; y los actuales pobladores de la Tierra, todos, tienen su historia, todos vivieron ayer y vivirán mañana; todos han trabajado para crearse un medio de vida, empleando su inteligencia y sus pasiones, sus vicios y sus virtudes, sembrando cada uno la semilla que mejor le ha parecido y las circunstancias le han proporcionado, pues muchas veces un paso dado en falso hace resbalar y caer. Como la pendiente del vicio es tan resbaladiza, el hombre desciende por ella sin poder detenerse, porque dado el primer paso la caída es inevitable, y conociendo así, a veces, el error que encierran las caídas, o sean las reincidencias del delito, hasta llegar a acostumbrarse el Espíritu a la perversidad, se deja arrastrar por lo que llama fatalidad, la cual no es otra cosa que la costumbre del mal obrar. Todo vicio adquirido es un beodo insaciable, y mucho más que vuestras costumbre y vuestras mal llamadas leyes, él empequeñece la órbita en la cual giran vuestros criminales, se le cierran todas las puertas y sólo le abren sus brazos los antros del vicio, de la degradación más humillante.
“Siempre leo en tu pensamiento esta eterna pregunta: ¿Por qué Dios, que todo lo puede, no detiene al hombre en el borde del abismo y le dice: <Levántate que lo quiero…>, y yo te contesto: ¿Y qué mérito tendría entonces la regeneración del hombre? Ninguno, absolutamente ninguno; sus luchas no tendrían la menor importancia, porque no le habrían servido de escarmiento; tanto valdría ser un santo como un réprobo, si al final de la jornada Dios le dijera: <Entra a mi reino porque así lo quiere mi voluntad>. El hombre ha sido creado para escalar todas las alturas, para afrontar todos los peligros, para descubrir todos los arcanos que guardan los mundos, para conocer todas las propiedades de la materia, para hacer uso de toda la fuerza de que dispone la Naturaleza, para ser sabio, para ser bueno; y para llegar a poseer la virtud y la ciencia es necesario que el hombre sepa por sí mismo lo que duelen las heridas del cuerpo y las heridas del alma, y la humillación que en sí lleva la ignorancia, la crueldad, la persistencia en el crimen. Sin el dolor de la caída no se puede apreciar el placer superior a la bajeza y a las miserias humanas.
“La obra de Dios es perfecta, pero la perfección es una obra de titanes, y para perfeccionarse el Espíritu necesita la lucha incesante de los siglos. Los que vosotros llamáis desastres, calamidades, hecatombes, horrorosos acontecimientos ¿sabes para qué sirven? Para sanear la atmósfera de vuestro mundo, para librar a la humanidad de monstruos insaciables, para separar de vosotros a muchos caínes dispuestos a seguir sacrificando a sus hermanos. Cuando tengáis noticia que ha desaparecido una ciudad, aniquilada por el fuego o la furia del huracán, o por estremecimientos geológicos, no creáis que Dios es injusto arrebatando de su hogar lo mismo al centenario que al pequeñuelo pendiente del pecho de su madre; la envoltura material no marca el adelanto del Espíritu; es su historia pasada, en su aspiración presente, la que pone de manifiesto su inferioridad o su elevación.
“No es la caprichosa casualidad la que devasta un pueblo, es la ley de la compensación la que se cumple. Los crueles conquistadores, los que han gozado destruyendo las ciudades donde se albergaban los vencidos, tienen que sufrir el dolor que causaron a los otros, tienen que despertar aterrorizados y aturdidos, tienen que vagar sobre las humeantes ruinas de sus hogares sin darse cuenta del porqué en menos de un segundo han perdido cuanto poseían. En las leyes eternas todo es justo, no se conoce la imprevisión ni el olvido, todo llega a su tiempo; nadie recoge un átomo que no le pertenezca. Nadie lleva más carga que en justicia le corresponde, y por mucha que ella sea, no os abrumará su peso, porque tiene el Espíritu un depósito de fuerzas para resistir todo lo que en justicia le corresponde sobrellevar; si así no fuera Dios sería injusto y su justicia alteraría la marcha de los mundos, porque crearía obstáculos que harían saltar de sus órbitas a las inmensas moles que llevan en su seno otras humanidades.
“Lo que demos es lo que recogemos”; esa es la ley, no hay que echar mano de subterfugios ni de componendas, no hay religiones que valgan, ni filosofías que alteren el orden de lo creado. Con la obra divina todo es inmutable, las minas del infinito siempre tienen sus pozos abiertos para que por ellos desciendan las humanidades y saquen el metal precioso del progreso y de la verdad. Sed buenos mineros, buscad en las montañas de la Tierra a los débiles y a los vencidos, dadles lo que les hace falta, luz para el alma y pan para el cuerpo, que de los ciegos y de los hambrientos salen los caínes de la humanidad.
“¡Adiós!”
¡A cuántas consideraciones se presta la comunicación que he obtenido! ¡Cuántas verdades! Verdades desconsoladoras, amargas, pero verdades innegables, y esto es lo que debe buscarse en las comunidades de los Espíritus, la verdad sin velo, la enseñanza racional, el leal consejo para inclinarse a las prácticas de las virtudes, el convencimiento que sin la mejora individual los pueblos nunca serán libres, ni progresarán, ni se engrandecerán, ni conseguirán grabar su nombre en la historia patria, figurando como héroes, como redentores, como inspirados marinos llevando las naves a seguro puerto.
¡Benditas sean las comunicaciones de los Espíritus! Ellas nos guían, ellas nos alientan, ellas nos hacen conocer la grandeza y la justicia de Dios.
Amalia Domingo Soler
Extraído del libro «Hechos que prueban»
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La Génesis: Transición Planetaria
La ley del progreso alcanza a todos los seres y la Humanidad, constituida por los espíritus encarnados y desencarnados, no escapa a esa ley. La Humanidad ha realizado hasta hoy indiscutibles progresos. Los hombres, gracias a su inteligencia, han obtenido resultados jamás alcanzados en lo que respecta a la ciencia, el arte y el bienestar material. Pero les queda aún por realizar un inmenso progreso: hacer reinar entre sí la caridad, la fraternidad y la solidaridad para asegurar el bienestar moral. Tal es el período en el que hemos entrado y que señalará una de las más importantes fases de la Humanidad.
La generación futura, libre de las escorias del viejo mundo y formada por elementos más puros, estará animada por ideas y sentimientos muy diferentes de los que nutren a la generación actual, que se va a pasos agigantados. El viejo mundo habrá muerto y vivirá en la historia, como sucede hoy con la Edad Media y sus costumbres bárbaras e ideas supersticiosas. Pero un cambio tan radical como el que se está elaborando no puede llevarse a cabo sin perturbaciones. Hay una lucha inevitable en las ideas. Ese conflicto originará forzosamente perturbaciones temporales, hasta que el terreno haya sido desbrozado y el equilibrio restablecido. Los graves acontecimientos anunciados surgirán de esa lucha de ideas y de ningún modo de cataclismos o catástrofes puramente materiales. Los cataclismos generales eran consecuencia del estado de formación de la Tierra. Hoy ya no se agitan las entrañas del globo, sino las de la Humanidad.
La agitación que se manifiesta a veces en toda una población no es algo fortuito, ni producto de un capricho: se origina en las leyes naturales. Esta efervescencia, en un comienzo inconsciente, se manifiesta como un deseo vago, una aspiración indefinida hacia algo mejor, una necesidad de cambio. Se traduce por una agitación sorda, luego por actos que conducen a revoluciones sociales, las que, creedlo, tienen también su periodicidad, como ocurre con las revoluciones físicas, ya que todo se encadena. Si la visión espiritual no estuviese limitada por el velo de la materia, veríamos esas corrientes fluídicas que, como miles de hilos conductores, enlazan las cosas de orden espiritual con las de orden material.
Sí, ciertamente, la Humanidad cumple un período de transformación, como los que vivió ya en épocas pasadas. Cada transformación está marcada por una crisis que es, para el género humano, lo que son las crisis de crecimiento para el ser humano como individuo. Estas crisis, a menudo dolorosas, se llevan consigo a generaciones e instituciones, pero siempre son seguidas por una fase de progreso material y moral.
La Humanidad terrestre llegó a uno de los períodos de crecimiento. Desde hace casi un siglo se encuentra en pleno trabajo de transformación, razón por la cual se agita por doquier presa de una especie de fiebre y como impulsada por una fuerza invisible, hasta que haya retomado su lugar sobre nuevas bases.
A la agitación de encarnados y desencarnados suelen unirse, casi siempre, ya que en la Naturaleza todo se encadena, las perturbaciones de los elementos físicos. Entonces, durante un tiempo, se produce una auténtica confusión general, pero que pasa como un huracán, después de la cual el cielo vuelve a abrirse y la Humanidad, restablecida sobre nuevas bases e imbuida de nuevas ideas, inicia una nueva etapa de progreso. «Será en el período que se inicia que se verá florecer al Espiritismo y que éste producirá sus frutos. Es, por lo tanto, más para el futuro que para el presente que vosotros trabajáis. Pero era necesario que esos trabajos se elaborasen anticipadamente, porque preparan las vías de la regeneración por la unificación y la racionalidad de las creencias. Felices quienes disfrutan de la Doctrina desde ahora: será para ellos un gran adelanto logrado y muchas penas evitadas».
La Humanidad ha llegado a uno de esos períodos de transformación o, si se quiere, de crecimiento moral. Pasó de la adolescencia a la edad viril. El pasado ya no basta a sus nuevas aspiraciones y nuevas necesidades.
No puede ser gobernada por los mismos medios. No se contenta con ilusiones y engaños: su razón madura reclama alimentos más sustanciales. El presente es demasiado efímero, comprende que su destino es más vasto y que la vida corporal es demasiado restringida para abarcarlo por entero y, por tanto, vuelve su mirada hacia el pasado y el futuro para descubrir el misterio de su existencia y encontrar en ellos la seguridad que consuela.
Quien haya reflexionado sobre el Espiritismo y sus consecuencias, sin limitarlo a la producción de algunos fenómenos, comprenderá que esta Doctrina abre a la Humanidad un nuevo camino, ofreciéndole infinitos horizontes. Al iniciarlo en los misterios del mundo invisible, le señala su verdadero papel en la Creación, papel perpetuamente activo, tanto en el estado corporal como en el espiritual. El hombre no camina ya a ciegas: sabe de dónde viene, adónde va y por qué está sobre la Tierra. Ya no es una vaga esperanza: es una verdad palpable, tan cierta para él como la sucesión del día y la noche. Sabe que su ser no está limitado a algunos instantes de una existencia efímera; que la vida espiritual no se interrumpe con la muerte; que ya ha vivido y que vivirá aún y que de todo lo que adquiere en perfección gracias al trabajo nada se pierde. Encuentra en sus existencias anteriores la razón de lo que es hoy y, también, de lo que es hoy, sabrá deducir lo que será mañana.
La fraternidad debe ser la piedra angular del nuevo orden social. Pero no hay una fraternidad real, sólida y efectiva si no está fundada sobre una base inquebrantable: esta base es la fe, más no la fe en tales o cuales dogmas especiales que cambian con los tiempos y los pueblos y que se excluyen y luchan entre sí anatematizándose y fomentando las divisiones y el antagonismo. Sino la fe en los principios fundamentales que todos pueden aceptar: Dios, el alma, la vida futura, el progreso individual indefinido y la perpetuidad de las relaciones entre los seres. Cuando todos los hombres se convenzan de que Dios hay uno solo para todos, que ese Dios soberanamente justo y bueno no desea la injusticia y que el mal proviene de los hombres y no de Él, entonces se sentirán todos hijos del mismo Padre y se estrecharán la mano.
Esa es la fe que da el Espiritismo y que será en lo sucesivo el eje cardinal alrededor del que se moverá el génesis humano, sean cuales fueren los cultos y las creencias individuales.
El progreso intelectual, llevado a cabo hasta hoy en las más vastas proporciones, constituye un gran adelanto y señala la primera fase de la Humanidad. Pero por sí solo es impotente para regenerar. En tanto el hombre esté dominado por el orgullo y el egoísmo, utilizará su inteligencia y sus conocimientos en beneficio de sus pasiones e intereses personales.
Sólo el progreso moral puede asegurar la felicidad de los hombres sobre la Tierra poniendo freno a las malas pasiones. Sólo él puede hacer reinar entre ellos la concordia, la paz y la fraternidad.
Él es el encargado de tirar abajo las barreras que separan a los pueblos, el que hará desaparecer los prejuicios de castas y acallará los antagonismos sectarios, enseñando a los hombres a considerarse hermanos destinados a ayudarse y no a vivir parasitariamente los unos de los otros.
Será también el progreso moral, secundado por el progreso intelectual, quien unirá a los hombres en una misma creencia establecida sobre las verdades eternas, aceptadas universalmente, y, por eso mismo, no será motivo de discusión. La unidad de creencia será el eslabón más poderoso, la base más sólida para el logro de la fraternidad universal, resquebrajada en todos los tiempos por los antagonismos religiosos que dividen a los pueblos y a las familias, y que hacen ver en los disidentes a enemigos de quienes es necesario huir y a quienes hay que combatir y exterminar, en vez de ver en ellos a hermanos a quienes se debe amar. Tal estado de cosas supone un cambio radical en el sentir de las masas, un progreso general que no podía llevarse a cabo sin salir del círculo de ideas mezquinas y rastreras que fomentan el egoísmo. Hoy la Humanidad está madura para mirar más allá de lo acostumbrado y mejor dispuesta para asimilar ideas más amplias, así como para comprender lo que no había entendido antes.
Esta etapa ya revela ciertos signos inequívocos de su presencia: tales son las tentativas de reformas útiles, las ideas amplias y generosas que se dan a conocer y que comienzan a tener repercusión. Es así como vemos aparecer una increíble cantidad de instituciones protectoras, civilizadoras y emancipadoras bajo el impulso y por iniciativa de hombres evidentemente predestinados para este trabajo de regeneración. Las leyes penales se humanizan un poco cada día, los prejuicios de raza se debilitan, los pueblos comienzan a considerarse miembros de una gran familia. Mediante la uniformidad y la facilidad de los medios de transacción, van suprimiendo las barreras que los distanciaban. Delegados de todas las partes del mundo son convocados para reunirse en comicios universales y realizar asambleas pacíficas e intelectuales. Pero falta a esas reformas una base para desarrollarse, completarse y consolidarse. Es necesaria una predisposición moral más generalizada para que dé frutos y que las masas los acepten. Mas no por eso dejan de ser una señal característica del tiempo actual, el preludio de lo que se cumplirá en mayor medida, conforme el terreno se vaya solidificando.
Otro signo característico de la época que se inicia es la reacción favorable hacia las ideas espiritualistas y la repulsión instintiva de las concepciones materialistas. El espíritu de incredulidad que se había apoderado de las masas, ignorantes o cultas, y que las había hecho rechazar, junto con la forma, el fondo mismo de toda creencia, parece haber sido un sueño que al despertar produce la necesidad de respirar un aire más vivificante. Involuntariamente, donde se hizo el vacío se busca algo, un punto de apoyo, una esperanza.
No es el Espiritismo el artífice de la renovación social, sino la madurez de la Humanidad la que convierte a esta renovación en una necesidad. Por su fuerza moralizadora, por sus tendencias progresistas, por la amplitud de sus miras, por la generalidad de los temas que abarca, el Espiritismo, más que ninguna otra doctrina, es apto para secundar al movimiento regenerador. Por tal motivo, ambos son contemporáneos.
El número de partidarios del retroceso es, sin ninguna duda, grande aún. Pero, ¿qué pueden contra la marea que asciende, además de arrojarle piedras? La generación que se eleva representa a esa marea, mientras que ellos desaparecen junto con la generación que se va a pasos de gigante. Hasta entonces defenderán el terreno palmo a palmo. La lucha es inevitable, pero es una lucha desigual: entre el hombre y la voluntad de Dios, ya que los tiempos por Él señalados han llegado ya.
(Extractos de La Génesis, de Allan Kardec
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INTERVALO EN EL ESPACIO Y PROCESOS DE REENCARNACIÓN
“Los procesos de reencarnación difieren hasta el infinito, no existiendo dos absolutamente iguales” C. Xavier – Misioneros de la Luz Cap. XIII
Detallado en el artículo del mes pasado la importancia de la planificación en el espacio antes de tomar un nuevo cuerpo físico en la Tierra, es preciso mencionar algunos aspectos que acontecen en ese intervalo en el espacio mientras nos preparamos para venir de nuevo a la vida física.
Mencionábamos sucintamente en el artículo anterior que durante el tiempo que permanecemos en el espacio entre una y otra vida, además de prepararnos, recibimos la ayuda de aquellos espíritus que nos precedieron en la partida al mundo espiritual y que son afines con nosotros, que nos aman y que forman parte de nuestra “familia espiritual”, al haber tenido relaciones de afecto o amistad en otras vidas o formando parte de nuestra “familia carnal” como padres, hijos, cónyuges, etc.
Esta ayuda es notablemente importante, pues cuando llega el momento de partir de nuevo a la “patria espiritual” de la que procedemos, somos atendidos y recogidos por aquellos seres que nos aman, a los cuales ya presentimos, vemos o notamos muchas veces, incluso en los últimos momentos de nuestra vida física. Es destacable que, en la mayoría de las veces que vamos a cruzar el umbral de la vida física a la espiritual, son precisamente las que fueron nuestras madres en la Tierra las primeras que vienen a recogernos; ayudadas por nuestro espíritu guía o protector que estará pendiente de nuestra desencarnación.
Acompañados por el “amor de madre” y recogidos por ellas, somos llevados a lugares de recuperación donde recapitulamos lo que ha sido nuestra vida en la Tierra, los errores y aciertos cometidos. Y si estamos en condiciones espirituales medianamente aceptables una vez recuperados, se nos invitará a participar de las actividades que se desarrollan en esa otra dimensión para ayudar a aquellos que dejamos en la Tierra o que son parte de nuestros afectos y relaciones milenarias a través de las experiencias vividas en sucesivas existencias.
En ese intervalo en el espacio, una vez recapitulada la vida física que hemos terminado, nos proponemos nuevos retos y objetivos de progreso, ayudados por la claridad que nos proporciona nuestra trayectoria espiritual inmortal, ya que entonces no tenemos el freno de una materia que encarcela nuestro espíritu ni tampoco el olvido del pasado que nos impide reconocer qué somos, dónde nos encontramos y cuáles son nuestras necesidades evolutivas. Con la amplitud mental y de conciencia que tenemos en el plano espiritual vislumbramos con nitidez cuál es el próximo logro a conseguir, y junto a aquellos que nos aman vamos preparando nuevas vidas, nuevas familias, nuevas pruebas y expiaciones que necesitamos para seguir el rumbo de nuestro progreso.
Recibimos la ilustración importante de una conciencia más amplia, que nos permite vislumbrar los errores cometidos, incluso con aquellos a los que hemos amado, y nos proponemos rectificarlos para saldar esas deudas con estos seres queridos a los que perjudicamos. Para ello, la ley divina se vale de los lazos del la carne a fin de reunir en la nueva familia que reencarnará a esos espíritus que se aman pero que tienen deudas pendientes, para que por las nuevas relaciones familiares sean capaces de profundizar y rescatar las deudas que tienen entre ellos, recurriendo al perdón que libera y al afecto que se tienen en el fondo de sus corazones.
Por eso, los espíritus que reencarnan en la misma familia se deben ante todo respeto y cariño, pues, aunque no sepamos qué relaciones tuvimos ni cómo nos comportamos unos con otros, no tengamos dudas que venir juntos no es una casualidad sino una necesidad para restañar heridas que ponen en evidencia las falencias de nuestro carácter, y que pueden ser corregidas con más facilidad entre aquellos que amamos que entre aquellos otros que no conocemos y son ajenos a nosotros.
Por consiguiente, la familia no es solo el núcleo o célula primigenia de la sociedad humana, sino también el campo de experiencia y prueba más notable para el progreso del espíritu. Sepamos que con aquellos que hemos venido nos unen lazos de compromiso espiritual, y que aunque no los recordemos, en ellos se encuentra nuestro trabajo más importante a la hora de aprovechar la oportunidad que nos brinda la reencarnación.
Conviene aclarar que, aunque el proceso de reencarnación a nivel biológico es igual para todos (esto se explicará con detalle en el artículo del mes siguiente), la forma y circunstancias que lo condicionan son diferentes en cada persona. Estas condiciones distintas tienen su origen en el nivel evolutivo de cada espíritu; es decir, depende de su grado de espiritualidad y de la misión que viene a realizar a la Tierra.
En relación con esto, podemos decir que el nivel de evolución moral y espiritual condiciona la forma de reencarnar y el tiempo que permanecemos en el espacio. Los espíritus elevados, por lo general, reencarnan con menos frecuencia y con plena conciencia de su realidad, pues su nivel evolutivo les permite ayudar con mayor amplitud desde el espacio, y su necesidad de progreso es menor. Por ello permanecen más tiempo en el mundo espiritual.
Hemos de entender esto bajo la perspectiva de que la vida auténtica, la inmortal y plena es la vida del espíritu; y debido a ello, la libertad y la plenitud se vive en el plano espiritual con plena consciencia de nuestra propia realidad.
Los espíritus de mediana o baja condición reencarnamos con más facilidad. Hace 4000 años lo explicaba así la escuela de Hermes Trimegisto:
“Las almas bajas y malas permanecen encadenadas a la Tierra por múltiples renacimientos; pero las almas virtuosas suben volando hacia las esferas superiores”(*)
Y complementando este concepto diremos que, a mayor evolución espiritual, el libre albedrío es también más amplio y podemos nosotros mismos ayudar en esa planificación y reencarnación que nos compete realizar.
Muchos espíritus de mediana y baja condición, así como algunos espíritus malvados y perversos, reencarnan de forma automática (*), sin apenas tiempo de intervalo entre una vida y otra. Su libre albedrío está limitado por su escasa condición moral, y en su interior no desean reencarnar porque saben e intuyen que la nueva vida que llevarán estará plagada de sufrimiento y dolor al tener que rescatar muchos de los males, crímenes y agravios cometidos contra otros.
(*) “Al igual que millares de personas desencarnan diariamente sin tener noción del acto que realizan, una gran mayoría de los que regresan a la existencia corporal son conducidos al templo de la carne como criaturas adormecidas, magnetizados por los bienhechores espirituales que les ayudan”. C. Xavier – Libro: Misioneros de la Luz
Por ello, la ley les impele a reencarnar, a fin de ir rescatando deudas y sensibilizando mediante el sufrimiento estas almas endurecidas y cuya soberbia y egoísmo les impide reconocer un poder superior al suyo. Es como el niño que, empecinado en el mismo error de continuo, es obligado por su padre a rectificar sin darle explicaciones. El niño no lo comprende en ese momento y se rebela, pero el día de mañana agradecerá la actuación de su padre porque hizo de él un ser responsable.
Se reencarna también con facilidad o dificultad. A veces la reencarnación en cuerpos deficientes, tarados o con minusvalías, no tiene que ver en absoluto con el nivel espiritual del alma que reencarna. ¿Cuántos espíritus elevados se comprometen y reencarnan en cuerpos deficientes para ayudar a sus progenitores a desarrollar el amor que no tuvieron en vidas anteriores por los hijos? Sin duda, muchos son los ejemplos.
Pero ¿cómo es posible la reencarnación de un espíritu superior en un cuerpo material deficiente, si el espermatozoide designado a fecundar el óvulo responde por una vibración energética elevada según la condición del periespíritu? ¿No debería tener un cuerpo físico bello y sin imperfecciones?
La respuesta se encuentra en la misma planificación o misión que ese espíritu elevado ha de desarrollar. Y cuando esto acontece, según Chico Xavier en la obra citada, “las influencias elevadas de espíritus superiores pueden imprimir determinadas modificaciones a la materia desde el inicio del desarrollo embriológico, efectuando las alteraciones favorables para el cuerpo físico que se necesita”, a pesar de la aparente contradicción entre un espíritu bello, superior, y un cuerpo deforme o deficiente.
De ahí la máxima del maestro galileo cuando dijo: “No juzguéis y no seréis juzgados”, pues podemos equivocarnos gravemente al enjuiciar este tipo de situaciones.
El proceso biológico de la vuelta a la vida, que detallaremos en el artículo del mes próximo, se lleva a efecto a través del periespíritu, que actúa como una matriz del cuerpo físico y preside el desarrollo embriológico y fetal desde la concepción. Así pues, aunque el proceso de reencarnación biológico y espiritual se efectúa de la misma manera, las condiciones y características de cada reencarnación están mediatizadas por el nivel evolutivo del espíritu, por la misión que viene a realizar y por las necesidades de progreso que debe alcanzar.
Algunas de estas necesidades apenas son comprendidas por el individuo que reencarna, motivo por el cual ha de ser ayudado por aquellos que lo aman desde el otro lado, y por la Ley de Causa y Efecto que siempre proveerá a su favor para impulsarle hacia el progreso; aunque temporalmente y durante esa vida, el sufrimiento por el rescate de las deudas contraídas, sea el mejor aliado para la regeneración moral del alma endeudada.
Antonio Lledó Flor- Amor Paz y Caridad
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Disturbios espirituales
Las imperfecciones morales son responsables de innumerables males que atacan a los seres humanos, como explica André Luiz, en el libro Mecanismos de la Mediumnidad, al afirmar: “que en la retaguardia de los desequilibrios mentales, sean de ideal o de afectividad, de la atención y de la memoria, así como por enfermedades psíquicas clásicas, como, por ejemplo, las esquizofrenias y las parafrenias, las oligofrenias y la paranoia, las psicosis y neurosis de múltiple expresión, permanecen las perturbaciones de la individualidad, desviada del camino que las Leyes Divinas le señalaban hacia la evolución moral. Mientras se le mantiene el internamiento en el instrumento físico transitorio, hasta cierto punto ella consigue ocultar en el escondrijo de la carne los resultados de las pasiones y abusos, extravagancias y vicios a que se dedica”.
Todas las personas que presentan disturbios relacionados con la actuación espiritual son, en verdad, médiums que desconocen su sensibilidad, sensibles sin preparación, o médiums no debidamente entrenados, que presentan males relacionados a su estado de invigilancia moral. Son criaturas que todavía no consiguieron vivir las enseñanzas del segundo mandamiento de la Ley de Dios:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mt 22, 39).
Y André Luiz explica, todavía, en el libro Misioneros de la Luz, que todos los seres humanos y espirituales son médiums, diciendo: “Médiums mi amigo, inclusive nosotros, los desencarnados, todos lo somos, visto que seremos intermediarios del bien que procede de lo más alto, cuando nos elevamos, o portadores del mal, cogido en las zonas inferiores, cuando caímos en desequilibrio. El obsesado, sin embargo, encima de médium de energías perturbadas, es casi siempre un enfermo, presentando una legión de enfermos invisibles al ojo humano. Por ello mismo, constituye, en cualquier circunstancia, un caso especial, exigiendo mucha atención, prudencia y cariño”.
La mediumnidad, que está presente en los fenómenos obsesivos, no debe constituir una traba a la salud del cuerpo, sino una facultad primorosa, a través de la cual el ser humano puede comunicarse con el plano espiritual, y recibir influencias benéficas para sí mismo y para sus semejantes, perfeccionándose espiritualmente.
En la práctica, innumerables personas no aceptan la mediumnidad, o desconocen su importancia en la vida humana, y no tienen condiciones de desarrollar ese potencial maravilloso que fue otorgado a los seres humanos desde el inicio de los tiempos.
Como resultado de ese hecho, son importunados por perturbaciones espirituales, responsables de sufrimientos que acometen inicialmente al área psíquica, y pueden manifestarse por insatisfacción, ansiedad, angustia, temores inexplicables que pueden llegar al desespero, a la depresión, al pánico..Otras veces son males que se manifiestan predominantemente por disturbios psicosomáticos, como síndromes gastrohepáticos, intestinales, cardiovasculares, genitourinarios, epileptiformes, dolores que se cambian de un lugar a otro y cuyos exámenes especializados son repetidamente normales.
Son males que muchas veces ceden temporalmente, con la utilización de medicamentos o con la práctica de recursos espirituales indicados para el área específica del sufrimiento, pero luego reinciden, llevando al enfermo a procurar diferentes profesionales de salud, con la esperanza de encontrar algún tratamiento que pueda aliviar su sufrimiento.
Y, muchas veces, encuentran lenitivo en el uso de drogas, de tabaco, de bebidas alcohólicas, o apelan hacia el uso continuado de medicamentos psicotropos.
Del mismo modo, esas manifestaciones psicosomáticas de causa espiritual, pueden ser canalizadas hacia el área del aparato digestivo, por la liberación del reflejo oral del desarrollo psicoemocional del niño, que se mantiene por el placer de llevar cosas a la boca, y que puede presentarse en cualquier época de la vida por el placer de fumar, de tomar café, bebidas alcohólicas, comer. Y, muchas veces, hacen con que ciertas personas sean inducidas a la superalimentación y se tornan doblemente infelices, presentándose siempre con hambre y necesitando hacer régimen toda la vida. Otras personas encuentran alivio para su ansiedad, en una reacción contraria, en la inapetencia, pudiendo llegar a la muerte por el rechazo de alimentos. Las perturbaciones espirituales están directamente relacionadas con la mediumnidad, consciente o inconsciente de cada uno, a la naturaleza del Espíritu actuante, benéfica o perjudicial, y al grado de relación que pueda existir entre el mismo y la criatura humana, resultante de alguna animosidad que pueda haber habido en vida anterior.
Aparte de esos factores, es muy importante el estado de las vibraciones mentales de cada uno. Cuando los seres humanos tienen los pensamientos imantados por vibraciones negativas, como las de envidia, celos, odio, agresividad, maledicencia, atraen espíritus que se encuentran en idéntica sintonía vibratoria, predisponiéndose a las obsesiones.
Roberto Brólio
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¿ Fin del Mundo o Final de los Tiempos ?
El “Fin del Mundo supondría el “final”
de todo, o sea, en un momento dado el mundo entero perece y desaparece; en un cataclismo
global el planeta Tierra deja de existir; la Creación cesa, el alma finiquita,
se paraliza, es juzgada injustamente, cuando a unos por pocos años de existencia, se les premia o castiga como a otros que han vivido una vida de mucha edad y muchas
luchas.
Yo interpreto este término tan poco creíble,
de forma más simplificada: El fin del mundo,(de mi mundo personal), es cuando
finaliza mi vida y estancia aquí en la Tierra. Nosotros todos, por encima de nuestras
materias, somos en esencia Espíritus inmortales, y venga lo que sobrevenga en
el planeta, (incluída la desencarnación), nosotros seguiremos viviendo como
Espíritus libres en un plano de existencia diferente del nuestro, que llamamos plano
espiritual, hasta que podamos regresar de nuevo a un mundo material para
continuar nuestra evolución en una nueva existencia humana.
El Final de los Tiempos forma parte de nuestra
“hoja de ruta” en el Plan General de Evolución, por lo cual la muerte no supone un punto y final definitivo, sino más
bien un punto y seguido, una continuidad de la Vida y de la existencia del Ser espiritual,
hacia etapas superiores de un perfeccionamiento ilimitado. Por Final de los Tiempos podemos entender el final
de un ciclo evolutivo y el comienzo de otro nuevo, o sea que el planeta Tierra está
llamado a transformarse en un mundo de un escalón jerárquico superior a lo que es ahora.
El “Final de los Tiempos”, supone
un proceso de transformación de todo orden,(en el que ya estamos
plenamente inmersos, aunque la mayoría lo ignore o no sea consciente). Sin duda
es una transición evolutiva, gradual,
delicada y lenta, pero puede resultar peligrosa para otros mundos de la
galaxia, sobre todo en nuestro propio planeta y los seres humanos que lo habitamos, en
la que, según diversos comunicados de origen extraterrestre y espirituales,
este cambio de ciclo podrá suponer a muchos humanos desencarnar a veces masivamente, de forma violenta,
para ser
llevados de nuevo en espíritu a
otros mundos de expiación y pruebas como este o más retrasados, o
incluso a mundos primitivos en donde continuarán reencarnando y evolucionando,
mientras que otros Espíritus estarán llamados por merecimientos propios a proseguir
su evolución en otro planeta de nivel similar al de la Tierra, o a continuar en
la misma, para iniciar una nueva etapa evolutiva ( recordemos la frase
evangélica atribuida a Jesús sobre el final de los tiempos en la que habla de
la separación de los cabritos de los corderos, o el grano de la paja).
Respecto a lo anterior, también existen comunicados “marianos”, que con
las naturales reservas en cuanto a su credibilidad, han hablado de un final de
los tiempos traumático, en donde predicen que desencarnarán las 3/4 partes de
la Humanidad y tan sola una se salvaría de lo que serían desencarnaciones
colectivas y tumultuosas.
¡ Qué nadie se asuste !, pero la pandemia que la Humanidad padece actualmente,
me da que pensar entre lo anunciado por Seres de otro plano y lo que algunos “catastrofistas”
están avisando sobre los resultados finales que prevén sobre esta plaga mundial. No olvidemos que este virus no es accidental, sino elaborado y planificado con intenciones diabólicas, tal vez para diezmar la población humana.
En todo caso, tengamos en cuenta que
si estamos en esta época encarnados en la Tierra, no es por casualidad sino por
habérsenos brindado, tal vez, la última oportunidad de seguir nuestro proceso
evolutivo en un mundo de Regeneración, o bien por habernos comprometido a estar
aquí para colaborar en ese cambio de ciclo evolutivo anhelado. No temamos al
cambio, aun en lo que toca a la posible desencarnación nuestra o de nuestros
seres queridos. No temamos a la muerte, porque según nos dicen los propios Espíritus,
la muerte no es nada; solo es una separación momentánea, pero bajo el “paraguas”
de nuestro Padre siempre estaremos seguros ante cualquier tormenta.
Se habla en estos "mensajes marianos" de una destrucción
global del planeta y de su fisonomía, por lo que esa cuarta parte de
supervivientes que quedasen, lo harían en un mundo prácticamente inhabitable, (imaginemos
los resultados de una guerra nuclear total). Aquí entraría en escena una de las
funciones en las que podrían ser protagonistas los Hermanos Extraterrestres,
pues en ese caso, tal vez tendrían que organizar evacuaciones de Seres humanos y de lo que
quedase vivo en la Naturaleza de la
Tierra, hasta otros lugares de la Tierra
menos contaminados, o incluso fuera de ella, pero de una naturaleza semejante a
la terrestre, mientras que se depuran o descontaminan los restos del planeta
que conocemos,( esto podría suponer años o décadas), y una vez restablecido o
recuperado el planeta, para poder albergar de nuevo la vida tal y como hoy la
conocemos, podrían ir regresando a él, para reconstruirlo, partiendo de cero ( “los mansos heredarán la
Tierra”, tal como es mencionado en el
Apocalipsis de S. Juan).
Esto posiblemente podría suceder
tras haber tenido que ser evacuados desde este planeta
a otros lugares del espacio de modo temporal los supervivientes a una
posible sacudida violenta del
cambio,(**) mientras que estos seres interestelares cumplen la tarea de “limpieza” y acondicionamiento del entorno
físico y psíquico de la Tierra. Estas posibles evacuaciones – que no
abducciones- llegarían a ser necesarias en caso de inhabitabilidad temporal de nuestro planeta y justificarían la presencia
frecuente de sus naves por tantos
lugares de la Tierra vigilando y controlando estos posibles acontecimientos.
No todos los seres humanos serían evacuados a otros lugares físicos del
espacio, sino que también habrían muchos no supervivientes a estas posibles
catástrofes, que desencarnarán durante esta última y dramática prueba de la Tierra, como último pago o
deuda kármica pendiente de saldar, pero
adquiriendo así la aptitud definitiva para seguir reencarnando y evolucionando
en el nuevo mundo de Regeneración como hijos de los seres humanos
supervivientes.
Resumiendo entre los dos conceptos: El primero, por ilógico, es absolutamente descartable por falso, pues Dios no hizo la Creación de los mundos y los seres, incluída la Tierra y sus habitantes, para después hacerlos desaparecer bruscamente "de un plumazo", pues cabe plantearse, ¿qué haría después, en toda la eternidad, Dios y los Seres que quedasen en el "Cielo" o en el "Infierno" para siempre?;¿Eternamente inactivos?; ¿Eso cabría en alguna mente racional?
El segundo, sin embargo, si que cabe admitirlo como cierto, a pesar de que es un largo proceso que aun no ha concluído, no desdice la lógica ni a la Ley de Evolución espiritual.
“ Los mansos herederán la ´´´tierra” - -Apocalipsis-
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