INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Fenómenos espíritas
2.- La fiesta de los muertos
3.- Los dioses y el destino
4.- Invocaciones
5.- ¿ Jesús de Nazaret es Dios ?
La fiesta de los muertos
Hermano mío: Hay días que santificados por la costumbre, el cuerpo descansa del trabajo material, y el pensamiento, atrevido aeronauta, vuela en el globo de sus recuerdos, hasta llegar a las ciudades donde se albergan espíritus que le son queridos; el mío llega a Alicante, y en el Centro Espiritista le encuentro a usted; acepte como testimonio de mi palabra las incorrectas páginas que siguen a este prefacio.
¡Qué valen esas urnas sepulcrales / donde a la vanidad tan sólo miro, /si no empañan sus límpidos cristales /ni el hálito siquiera de un suspiro!…
Hace algunos años que yo escribí estos versos, contemplando los lujosos panteones de las familias nobles y ricas de la corte de España. Aún no era yo espiritista, cruzaba el mundo a semejanza de Diógenes, que Iba con una linterna buscando un amigo: yo también, con la linterna de mi pensamiento, buscaba a Dios; yo no le negaba como los materialistas, no; yo comprendía que algo grande, superior e infinito, dominaba sobre todo lo creado, pero al mismo tiempo, encontraba pequeño y rastrero cuanto me rodeaba, respecto a las fórmulas sociales. Los templos, como maravillas del arte, los admiraba, pero cuando veía acumular tesoros sobre tesoros en las catedrales de Sevilla y de Toledo, no podía menos que exclamar:
-¡ Cuántos desgraciados morirán de hambre y de sed dejando a sus hijos sin más patrimonio que la miseria y el abandono, en tanto que estas riquezas improductivas a nadie le sirven para nada; con el valor de una sola de estas piedras preciosas serían felices algunas familias !.
Esto lo decía yo, cuando sólo contaba 15 años, y recuerdo que un Deán de la catedral de Sevilla, al escuchar mis palabras, me miraba de hito en hito y murmuraba: «Esta muchacha desciende de herejes».
Pasaron algunos años, y cuando en Madrid visité los cementerios y vi los hacheros colgados de cirios y los lacayos de gran librea, guardando las coronas de siemprevivas y de pensamientos, los faroles y las lámparas, cuando vi aquella comedia que se representaba a la memoria de los muertos, sentí repugnancia ante una farsa social que profanaba el recuerdo de los que se fueron. ¿Acaso el sentimiento tiene una época fija para manifestarse? Cuando el dolor desgarra nuestro pecho, cuando el universo se desploma sobre nuestro ser, ¿necesitamos marcar un día para ir a llorar en el sepulcro de los seres queridos? El dolor no conoce la medida del tiempo, porque es una emanación del infinito, y un niño me hizo conocer que el pesar íntimo del alma no tiene ni lugar ni fecha para demostrarse.
En la suntuosa necrópolis de Barcelona, donde existen sepulturas artísticas con Cristos colosales de mármol de Carrara, clavados en cruces de ébano, me llamó la atención en un rincón de un patio, un montón de flores secas que ocultaban casi por completo una cruz de madera pintada de negro; atado al símbolo de la redención, había un ramo de flores frescas y, otras dos flores secas y un pobre niño que tendría diez años, estaba sentado junto a la pequeña cruz. Yo me incliné, y sentí simpatía al mirar aquella carita dulce y triste, y le pregunté:
-¿A quién tienes aquí? -A mi madre, me contestó. -¿Y por qué no quitas estas flores secas? -¡Para qué! me dijo el niño con enfado, si las quito no verá mi madre que he venido, todos los domingos a verla. -¡Ah!… ¿Tú vienes todas las semanas? -¡Pues no he de venir, señora…! Yo quería mucho a mi madre y no necesito que llegue el día de los Difuntos para acordarme de ella.
La réplica del huérfano encerraba tan profundo sentimiento y tan amargo desconsuelo que me conmovió profundamente, y guardo de aquél desgraciado un melancólico recuerdo.
De niña y de joven he rechazado, aún más, he anatematizado las costumbres que dan lugar a esas farsas sacrílega. Decía San. Agustín, que aquí todo era vanidad de vanidades, y cuánta razón tenía el sabio padre de la iglesia. Las coronas a los muertos no son más que el emblema del orgullo de los vivos que hacen alarde de un dolor que no sienten, y así como los fariseos oraban en las calles para que los vieran, casi los católicos romanos adornan las tumbas, que bien pueden llamarse sus facsímiles, pues sepulcros blanqueados encierran a los muertos, y sepulcros blanqueados son los hipócritas y falsos cristianos, que negaron un pedazo de pan al hambriento y quemaron en cambio muchas libras de cera para redimir de su cautiverio a las ánimas del purgatorio.
No comprendo aún la razón humana que en los hospitales, en los asilos de los ancianos, en las casas de maternidad, por otro nombre, inclusas, donde se quejan los enfermos, vegetan los ancianos y lloran los niños. ¿No sería mucho más útil, y más humanitario que se invirtieran las inmensas sumas que se gastan en misas y en responsos, en lápidas, y en flores con que solemnizan y conmemoran el día de los Difuntos?..¡Oh!, la humanidad tiene cataratas y el oculista llamado progreso, no ha podido aún hacer la operación a tanto ciego de entendimiento. Por eso, queridísimo hermano, el Espiritismo es una planta exótica que no puede crecer en el erial de la tierra, aun no es tiempo, no.
Dicen, y dicen muy bien, que los grandes cadáveres históricos tardan muchos siglos en desaparecer, así como el fanatismo con sus templos, y sus ídolos, sus ceremonias ,y sus sacrificios, ¿ cómo ha de aceptar al Espiritismo que no necesita grandiosas basílicas, ni alto ni bajo clero, doctrina que no da lugar a ninguna y que no pide para sus muertos más que un pedazo de tierra y una plegaria que brote del corazón?. A los espiritistas nos llaman locos, tienen razón, porque locura es en nosotros, pretender que una sociedad tan individualista ponga en práctica el único artículo de que se compone la ley de Dios, y hermano mío: hay momentos en la vida, en que necesitamos comunicar nuestro pensamiento: y, ¿a quién mejor, que a usted, podré decirle la impresión que me causa ver tantas flores, tantos atributos fúnebres, tanta pompa inútil en las iglesias, recordando a multitud de familias pobres que mueren lentamente por falta de alimento?
¡Quién pudiera adelantar los sucesos!… para ver a la humanidad ponerse en acción. A la sombra del Espiritismo, desaparecerán los templos de la idolatría, pero los sustituirán las fábricas, utilísimos templos consagrados a la industria, se destruirán las inertes ciudades que se construyen para encerrar la materia en disgregación, y en su lugar se levantarán edificios gigantes donde se instalarán escuelas. La instrucción, que bien la puede simbolizar la diosa Ceres porque difunde abundantes frutos, la instrucción, repito, tendrá templos y cultos en los campos bien cultivados, en los túneles de las perforadas montañas, en los canales que dividen los mares, en los telégrafos submarinos, en los talleres, en las bibliotecas, en las academias, y el hombre hará el bien, por el bien mismo.
El Espiritismo ha de verificar ese cambio social, material e intelectual: del Espiritismo no conocemos más que el germen, pero cuando por él tengamos conocimiento de nosotros mismos y nos apreciemos en lo que valemos, admiraremos e imitaremos a Cristo que fue el iniciador, el profeta que anunció la venida del Espiritismo. En esa verdadera edad de oro, no habrá fiestas para los muertos, porque los espíritus se comunicarán continuamente con sus hermanos y ese recuerdo latente formará parte de nuestro ser. Amigo mío, ¿en qué planeta estaremos nosotros cuando la Tierra esté regenerada…? ¡Quién sabe!… Practiquemos el bien, compadezcamos a los que tienen oídos y no oyen, ojos y no ven, y roguemos que brille la nueva aurora para que irradie con todos sus esplendores el sol de la verdad, cuyos satélites se conocen con los nombres de justicia y razón.
Amalia Domingo Soler (Extraído del libro «Ramos de Violetas»)
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Los Dioses y el Destino
De Aquiles, el héroe mitológico, los historiadores no están seguros de que el haya existido. No obstante, son atribuidos a su autoría los dos mayores poemas épicos de la antigua Grecia: La Ilíada, que exalta las proezas del héroe Aquiles, en la última etapa de la guerra de Troya. La Odisea, que narra las aventuras de Ulises, rey de Ítaca, marido de Penélope. Se trata, como el lector ya percibió, de Homero, el poeta supuestamente ciego que había vivido en el siglo IX a.C.
En la Revista Espirita, noviembre de 1860, Allan Kardec se refiere a una comunicación mediúmnica firmada por Homero. El poeta se identificó dando informaciones relacionadas con su infancia en Melés, razón por la cual era llamado Melesígene, hecho que Kardec desconocía y que confirmó después. El médium era de pocas letras y no había ningún conocimiento al respecto del autor del mensaje. Son detalles importantes para autentificar la manifestación. Kardec indagó si los poemas, como los conocemos hoy, son fieles a los originales. – Fueron trabajados – informó Homero. Bien de acuerdo con las investigaciones actuales, se supone que, originalmente, los dos poemas pertenecieron a la tradición oral. Eso implicaba alteraciones frecuentes, no solo en la forma, sino en el propio contenido, en la base del viejo “quien cuenta un cuento aumenta un punto”, hasta que se fijasen los textos definitivos.
A pesar de eso, la figura de Homero gana consistencia en la fuerza de aquellos poemas, que se presentan como vigoroso panorama de la cultura helénica. Se destacan dos aspectos fundamentales: Primero, la visión antropomórfica. Los dioses son situados como seres caprichosos que, inspirados en pasiones y deseos, interfieren frecuentemente en las acciones humanas. La propia guerra de Troya, que sirve de escenario para La Ilíada, tuvo inicio por causa de una disputa entre las diosas Hera, Afrodita y Atena, por saber cuál era la más bella. El príncipe Páris fue llamado a decidir. Escogió Afrodita, que lo sedujo con la promesa de que le daría por recompensa la más bella mujer del mundo. La diosa no tuvo ningún constreñimiento en relación a un pequeño detalle: la prometida era casada, esposa de Menelau, rey de Esparta. Con sus artes Afrodita ayudó a Páris a raptar a Helena. Liderando la reacción de los griegos, Menelau inició la guerra para rescatar a la reina.
El otro aspecto dice sobre la inestabilidad de sus personajes legendarios, en contradictorio comportamiento: De un lado, ideas de nobleza, inspirando acciones heroicas y meritorias. De otro, flaquezas expresadas en odios y pasiones, capaces de generar acciones torpes y malas. La narrativa de Homero transciende la cultura helénica, reportándose a la propia humanidad, con sus virtudes y dificultades.
Como siempre acontece en relación a la cultura griega, tenemos en los dos poemas épicos una representación mitológica de la realidad. El Olimpo, monte griego en las cercanías del golfo de Salónica, sería la morada de los dioses. El mundo espiritual es bien amplio. Se proyecta en otra dimensión, que interpenetra a la nuestra, colocándonos en contacto permanente con seres espirituales que, a semejanza de los dioses, nos observan, acompañan, inspirar e influencian. Somos, no es raro, juguetes de Espíritus que, como lo hacían los habitantes del Olimpo, se inmiscuyen en nuestros pensamientos, acciones e iniciativas, ejercitando sus caprichos y explotando nuestras flaquezas.
Bajo su acción, de acuerdo con nuestras tendencias, revelamos indeseable ciclotimia, alternando buenos y malos momentos, buenas y malas acciones, pensamientos virtuosos y viciosos, al sabor de las circunstancias, como los personajes mitológicos. Pero los propios dioses sabían que encima de sus caprichos estaba un poder supremo, que llamaban destino, a cuyos designios no podía desviarse. El destino expresa la voluntad de Dios, Señor de la Vida, el Padre de amor y misericordia revelado por Jesús.
El Creador tiene objetivos bien definidos para nosotros, que vamos conociendo en la medida que maduramos. De ese misterio, algo ya sabemos:
La Tierra – nuestra escuela; El dolor- nuestro maestro; Las dificultades – nuestros estímulos; Los problemas – nuestros desafíos; El Bien – nuestro camino; El mal – nuestro desvío; La perfección – nuestro destino.
Así, paulatinamente, nos habilitaremos a superar la influencia de los “dioses” sometiéndonos a los bendecidos designios de Dios.
Richard Simonetti (Extraído del libro «Livro Luzes no Caminho»)
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Este es el concepto que sostiene el dogma cristiano sobre la figura de Jesús de Nazaret.
Para abordar
claramente esta cuestión, debemos dejar a un lado los conceptos
religiosos y dogmáticos particulares de la religión de cada uno y
con la mayor imparcialidad
posible, analizar el tema en cuestión.
Entre estas ideas
que utiliza el Cristianismo establecido y que son atribuidas a Juan,
está la de que Jesús nos salvó del pecado con su sangre, como si Dios fuese un ser cruel que se
contentase con la sangre de un inocente al estilo de lo que pedía Yavé, !y nada
menos que Su Hijo¡, a cambio de los pecados de toda la Humanidad, o que
Jesús fue la víctima propiciatoria inmolada a Dios por los pecados de la
Humanidad. ¿Qué padre humano, por malvado que fuese, haría ese crimen con un
hijo?; ¿Acaso podría ser Dios, más cruel que el peor de los humanos...?
Tengo que aclarar aquí que Jesús
de Nazaret jamás afirmó que Él fuese Dios, ni que fuese hijo directo del Espíritu Santo de Dios, o que fuese igual a Dios. No, él hablaba de Dios
como de su Padre, y tal era su amor y compenetración con Él, que llegó a afirmar
que quien lo veía a Él, veía a Dios,
La vida histórica de Jesús se ha
convertido en un mito que se debe
desmitificar para poder recobrar la frescura de su mensaje espiritual que está
totalmente vigente.
Hablemos claro:
Jesús de Nazaret,
ni es Dios, ni El mismo nunca dijo que lo fuese. El solamente afirmó que era
hijo de Dios, y que por extensión, todos los Seres humanos también lo somos. De aquí se deduce que Dios es nuestro Padre
común, el origen de nuestro Ser espiritual, y que todos nosotros, somos hermanos hijos de Él.
Una cosa es lo que afirma el dogma cristiano, que no tiene mucha lógica, y otra lo que pudo ser en realidad.
Está claro que la madre biológica de Jesús fue una mujer de
raza judía que encarnaba un Espíritu muy elevado; que vino a este mundo solo
con la misión de ejercer su papel de madre del Cristo en la persona de Jesús. Pero
de su padre, el dogma cristiano ha querido señalar que fue el Espíritu Santo,
para, en consecuencia, declararlo Hijo Único de Dios o Dios mismo. Creo que la
realidad fue otra, pues como todo ser humano tuvo que tener un padre humano,
aunque su verdadero padre biológico siga siendo un misterio en el que se pueden
plantear otras hipótesis como por ejemplo lo es la de su posible origen extraterrestre. En todo caso su padre
biológico también pudo ser su padre humano conocido, José el esposo de María, aunque los teólogos cristianos lo nieguen. La que ciertamente sí que fue su madre biológica fue María de Nazaret.
Cuando se afirma que Jesucristo fue
engendrado por el Espíritu Santo o Dios,
se puede interpretar en el sentido de que por su elevadísima evolución y
jerarquía espiritual, nació libre de pecado y del error, a diferencia del resto de los humanos, pues Él
no vino a este mundo por tener que
evolucionar aquí, ni por estar condicionado por la ley de Causa y Efecto. Él vino con la elevada misión y el propósito
de dar a conocer al Padre y señalar el camino para que los demás humanos
también nos elevemos al Padre y nos reconozcamos como Sus hijos.
Jesús como cualquier ser otro humano
tuvo los mismos sentimientos y
necesidades humanas que los demás, pero permaneció libre de los deseos por los
placeres y ansias del mundo que crean las pasiones y las falacias que ofrece la materia.
Jesús es Hijo de Dios y lo debemos
considerar como un hermano mayor nuestro
que nos ha señalado y nos guía en el camino evolutivo, que es el camino de Amor, haciendo o aceptando siempre la Voluntad
del Padre Celestial, del que ha recibido todo su Amor y confianza .
Como ya se ha apuntado antes, este
elevado Ser, en su parte física pudo ser
mitad humano porque era hijo de una mujer judía llamada María y, tal
vez, su otra mitad en su parte física, bien pudo ser de origen extraterrestre, porque su padre genético tal vez pudo haber sido precisamente
ese misterioso dios de los judíos llamado Yavé o Jehová que desde la
antigüedad aparecía siempre oculto en una “nube” y dirigía con mano dura al
pueblo de Israel; o incluso tal vez, también pudo haber sido otro Ser
Extraterrestre de orden superior procedente de un “Mundo Superior”,
que pudo aportar su paternidad genética
mediante algún sistema no convencional y todavía desconocido por la
Humanidad. Si hay civilizaciones estraterrestres que nos pueden llevar miles de
años de antigüedad, ¡ para nosotros es inimaginable el nivel técnico y
científico que han podido desarrollar ! .
La Biblia indica que después de que
María aceptó la proposición del “Angel”, esta concibió por obra y gracia del
Espíritu Santo. Es curiosa la semejanza en este detalle con lo adjudicado a
Krisna,,.el venerado dios de la India, nacido unos mil años antes que Jesús,
que también nació de una virgen. tal como se relata con Jesús. Tal vez la explicación
de este detalle sería el que el Espíritu Crístico que encarnó Jesús, también lo
hizo antes con Krisna.
Otra
hipótesis sobre como pudo ser engendrado el Cristo en la persona de Jesús,sería
la de una manipulación genética en un óvulo de María, que pudo ser llevada a
cabo por estos seres extraterrestres ( ángeles),
que como se ha dicho antes, podrían ser de otro origen planetario muy avanzado,
o también de una dimensión espiritual
muy elevada, mediante algún sistema técnico o científico desconocidos para la
ciencia humana, y empleando tal vez extraordinarias energías no conocidas todavía
por el ser humano, y así
pudieron “retocar” genéticamente este
óvulo, con el fin de que el Elevado Espíritu de Cristo, desarrollase el cuerpo
físico de Jesús con el que ejercería su
ministerio en la Tierra, dándole unas características adecuadas para contener a
tan evolucionado Ser que tendría una tan
elevada misión de ayuda y Guía a la Humanidad, con los consiguientes poderes
psíquicos y físicos extraordinarios que
después manifestaría durante toda su corta vida física..
Los Evangelios dicen
claramente que José el esposo de María no era
lo que hoy se podría llamar “el padre biológico de Jesús”, y que ella “concibió por obra del Espíritu Santo
cuando se le presentó el ángel que se lo
anunció”. Cabría preguntarse al respecto : ¿Por qué no podría haber sido este “Angel” un Ser extraterrestre
enviado tal vez por Yavé, su jefe, con la misión de engendrar en María mediante
una forma desconocida para nosotros, el cuerpo
físico de Cristo,
aportándole una genética particular y
diferenciadora del resto de los humanos, con arreglo a la categoría de Espíritu
que era Cristo-Jesús ?
En el relato del bautismo en el río Jordán se
narra que “se abrió el cielo y desde una nube se oyó la voz del Padre
diciendo “Este es mi hijo... ”. Quien se ha documentado sobre fenomenología
OVNI no puede dejar de sorprenderse
ante estos relatos y descripciones evangélicas, por la relación de
similitud que se encuentra con la
casuística del llamado fenómeno Ovni-extraterrestres, por el que frecuentemente
los ovnis se camuflan entre nubes o las crean ellos mismos a su
alrededor... Además de que Dios no es un
Ser que tenga órganos fonadores para poder hablar, y menos desde una nube de
agua suspendida en el cielo, por tanto cabe pensar que esa nube no era tal nube
y que esa voz sonora partió de alguien con una realidad material y
ese alguien podría ser el misterioso Yavé u otro extraterrestre similar,
interviniendo de nuevo, posiblemente mediante megafonía, desde su “nube”..... por
no decir “Nave”.
Jesús
como
ser humano, pudo ser genéticamente engendrado por su madre humana y por intervención extraterrestre o incluso
humana, pero como Entidad espiritual, era y es Hijo de Dios a quien
Él obedecía y llamaba Padre y señaló claramente que los demás humanos
también somos hijos de Él, enseñándonos que el camino para acercarnos a nuestro
Padre Dios, es el de vivir según sus enseñanzas de Amor y su ejemplo hacia los
demás.
Hay que tener en cuenta que el
sacrificio en la cruz que puso punto final a la vida física del Maestro, no fue
el único que debió de padecer Cristo,
pues este comenzó cuando Su Espíritu para encarnar en este mundo, debió reducir gradualmente sus
vibraciones, adaptándose plano tras plano, hasta llegar a la vibración necesaria
para poder desenvolverse en la Tierra.
Luego, ya como persona tuvo que sufrir de tantas incomprensiones e ingratitudes
procedentes muchas veces de personas a quienes solo hizo el bien, pero sus
llamados “milagros” y la forma cruel e injusta de morir tan joven, y sobre todo
su resurección, posiblemente fueron
necesarios para que se escribiese sobre ello, transmitiendo para la posteridad sus
enseñanzas y ejemplos, que son el mensaje y la justificación de su vida humana.
- Jose Luis Martín-
- Salvador Freixedo –
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