jueves, 1 de octubre de 2020

Los enemigos desencarnados

  INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Neurofisiología de la Mediumnidad 

2.- Educación Sexual

3.- Los enemigos desencarnados (1 de 2)

4.- Ley de Vibración y Afinidad



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    Neurofisiología de la mediumnidad 1ª parte (1/5) … 


El desarrollo de la neuropsicología apoyada por recursos propedéuticos sofisticados como la tomografía computarizada, la resonancia magnética y la tomografía por emisión de positrones, ha permitido una comprensión cada vez mayor de los mecanismos involucrados en la fisiología del cerebro.



Con base en estos descubrimientos han surgido nuevas interpretaciones para los cuadros mentales de las demencias, de las psicosis y hasta de los disturbios de comportamiento. Actualmente se admite que la actividad mental es resultante, en términos neurológicos, de un «concierto» de un grupo de áreas cerebrales que interactúan mutuamente constituyendo un sistema funcional complejo.    
Sin embargo, con el conocimiento espírita aprendemos que los procesos mentales, son expresiones de la actividad espiritual con repercusión en la estructura física cerebral. La participación del cerebro es meramente instrumental.
Sabemos también que la acción del espíritu sobre el cerebro, al integrar elementos de clases diferentes (mente y materia), implica en la existencia de un tercer elemento, transductor de ese proceso, que transmite y transfiere las «ideas formas» generadas por el espíritu en flujo de pensamiento expresado por el cerebro. Este elemento intermediario que imprime al cuerpo físico las directrices definidas por el espíritu, constituye nuestro cuerpo espiritual o periespíritu.

Tras la muerte, el espíritu permanece con su cuerpo espiritual, el cual permite su integración en el ambiente espiritual donde vive. Es por ese cuerpo semimaterial, del que disponen también los espíritus desencarnados, que se vuelven posibles las llamadas comunicaciones mediúmnicas.

 Para Allan Kardec, en diversos puntos de El Libro de los Médiums, los espíritus aclaran más de una vez que, todos los fenómenos mediúmnicos de efecto inteligente se procesan a través del cerebro del médium.

En el estado actual del conocimiento que nos proporciona la neurología, sería oportuno indagar si es posible una mayor comprensión del fenómeno mediúmnico e identificar en el cerebro las áreas y las funciones que estarían involucradas en estos procesos.

Los espíritus desencarnados deben de alguna manera co-participar con las funciones cerebrales de los médiums siguiendo las reglas compatibles con los recursos de la fisiología cerebral. Podemos mantener correlación, por lo menos hipotéticamente, de cuales son las funciones cerebrales ya conocidas que pueden prestarse para la exteriorización de la comunicación mediúmnica. Analizando algunas áreas cerebrales podemos teorizar sobre las posibles participaciones de cada una de ellas, en la expresión de la mediumnidad.


Dr. Nubor Orlando Facure
Neurocirujano y director del Instituto del Cerebro en Campinas (SP) miembro de la Asociación Médico-Espírita.
Tomado de la Revista Espírita No. 1 En Español
Texto elaborado por la asociación espirita tercera revelación-Bogotá-Colombia.
Continua 2da parte, próxima entrega… CORTEZA CEREBRAL.


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                 EDUCACIÓN SEXUAL


 La materia relevante e intransferible, es la que se refiere a la educación sexual de los hijos.
  Antiguamente, cuando reinaba la ignorancia y predominaba la superstición acompañada por la malicia, el sexo era tabú y el concepto religioso tradicional, que lo aborrecía, solo veía en él pecado que procedía de la mitología del comportamiento de Eva seducida por la serpiente, y que a su vez, arrastró a Adán al paraíso de la fantasía...
   A través de la evolución cultural, el sexo se convirtió en objeto de nobles estudios, mereciendo el justo respeto y reconocimiento en su condición de instrumento para la procreación, a fin de perpetuar la especie.
   A medida que recibe el aporte de la Psicología, en torno de las relaciones específicas, experimenta la banalización de su conducta, siendo responsable, de algún modo, por dramas y tormentos, tanto individuales como sociales.
   A partir del momento en que fue estudiado por el eminente neurólogo y psiquiatra vienés Sigmund Freud, que lo liberó de la ignorancia a la que había sido relegado el sexo, comenzó a ejercer una gran fascinación en las mentes y en los sentimientos. Al principio, las conclusiones del eminente médico fueron consideradas excesivas, y experimentaron la agresión de la ignorancia, mediante ataques vigorosos, que no disminuyeron su grandeza. No obstante, viendo apenas un lado del problema, el notable científico, a su vez, estableció la dictadura de la libido, reduciendo prácticamente todos los fenómenos de la emoción a las consecuencias neuróticas derivadas de la forma como el sexo es encarado o no, ejercido o rechazado...
   Gracias a la visión espírita, sin embargo, mas allá de sus nobles funciones orgánicas, el sexo también desempeña un papel emocional muy significativo, como resultante de la manera como es considerado y practicado,
   En la actualidad, debido a muchos factores sociológicos y educacionales, el sexo se convirtió en un instrumento de fama, de poder, de dominio.
   Las informaciones equivocadas y la ausencia de las reales expicaciónes, lo han reducido apenas en un instrumento de placer, en el cual se encuentran fuentes de perversión y de gozo sin fin, que transforman al ser humano en objeto de variados precios, pero de fácil adquisición, siempre que se disponga de los recursos exigibles para ello.
   El sexo es portador de objetivos elevados, tanto desde el punto de vista fisiológico como psicológico, puesto que ademas de la finalidad procreadora a que se destina, hace posible el intercambio de hormonas emocionales, que contribuyen a la alegría de vivir y a la armonía psicológica de los seres humanos.
   No obstante, debido a la denominada liberación sexual, se convirtió en un instrumento de nefasto comercio, a través del cual, fue montada toda una industria de perversión y permisividad, que fascina a las personas atormentadas, que se entregan a su dominio, indefensas, y cada vez mas sometidas.
   Por otro lado, gracias a la facilidad de las comunicaciones virtuales, el sexo es ofrecido como producto de consumo presentado en sus más terribles usos.
   En los hogares, en donde la dignidad no tiene lugar, se multiplican los casos de pedofilia, que se extienden en las comunidades estimuladas por el turismo sexual infantil y las incontrolables presentaciones de espectáculos a través de INTERNET, en los cuales, los niños son menoscabados en todos sus sentimientos, que mas tarde, se transformarán en suplicio.
   Lo más grave, en esas situaciones, es que muchos niños son victimas de sus propios padres inescrupulosos, que los exponen al precio de monedas criminales para mantener su ociosidad y morbosidad.
   No es de extrañar que haya niños que se presentan en situaciones reservadas a los mayores, como si fuesen adultos en miniatura, imitándolos he intentando seguir sus pasos, en caricaturas vergonzosas, para el placer de los adultos infelices que los tienen como hijos.
   Su infancia es desperdiciada por esos individuos perversos y enfermos espirituales, que las envician y les imponen la morbosidad, exhibiéndolas en actitudes ridículas y nada provocativas que fascinan a otros enfermos mentales, siempre a la caza de sensaciones nuevas y extravagantes.
   La educación sexual, debe formar parte del programa familiar, en el cual, todos los temas deben ser abordados con naturalidad, en el día a día, sin precipitación ni demora,
  Aquello que e el niño no aprende en el hogar, ciertamente lo encontrará deformado en otros lugares, donde no existe la dignidad ni los intereses por la salud moral.
    Por lo tanto, es indispensable iniciar la educación sexual del niño, en el momento en que él pueda tomar el baño en el mismo momento que el padre, cuando es el sexo masculino, o con la madre, si es el sexo femenino, aprovechando su natural curiosidad para la explicación pertinente con referencia a las funciones orgánicas como aparato excretor, tanto como en la condición de aparato reproductor.
   Explicar con alegría, que a través de la unión de los dos sexos, la vida material se perpetúa y los espíritus disponen de la oportunidad de revestirse del cuerpo físico, a fin de vivir sus pruebas y expiaciones.
   Sin excesos ni falta de pudor, orienta a los hijos hacia el ejercicio sexual en el momento adecuado y evitar informaciones en relación con las cuales no hay interés por parte del educando.
   Al mismo tiempo, explicar, cuando sea oportuno, el uso indebido que hacen de él personas enfermas y frente a la vulgaridad expuesta en los medios de comunicación, enseñan que la realidad difiere de eso, por tratarse de un exhibicionismo comercial par atraer personas atormentadas.
    La conversación sana en torno al sexo, es necesidad en el hogar, de igual manera como se abordan otros temas, y se convierten en garantía para el comportamiento equilibrado, incluso cuando se tropiece con las bajezas y despropósitos que se encuentran en todas partes.
   Cuando los padres noten comportamientos diferentes en los hijos, como por ejemplo, preferencias de naturaleza homosexual, deben analizar con naturalidad, el significado de ese acontecimiento, orientando al hijo o a la hija hacia comportamientos saludables con respecto a si mismo y al grupo social, sin dejar que en ellos se instalen conflictos, perfectamente evitables.
   No hay que considerar la circunstancia como una desdicha o un castigo divino, como era normal en los reductos donde predominaba, o aun permanece  la desinformación.
   La problemática no es de naturaleza homo o heterosexual, sino moral, pues por encima de la elección sexual, está la conducta de cada uno en la manera correcta de conducir la existencia.
   La reencarnación es una oportunidad sublime de educación de los sentimientos y de perfeccionamiento de las facultades intelecto-morales, correspondiendo a cada uno ejercer su sexualidad, de conformidad con su constitución emocional, dentro de los patrones de dignidad y armonía personal.
   Los antiguos pruritos, respecto a esa circunstancia, deben ceder lugar a los imperativos de las leyes soberanas, que permiten al espíritu encarnar con una u otra polaridad, a fin de desarrollar los valores pertinentes tanto en una como en otra experiencia. La manera como cada cual viva la jornada terrestre, hará posible el crecimiento espiritual o la necesidad de rehacer el camino a través de la recuperación que le será propuesta.
   La constelación familiar, por lo tanto, es el mejor núcleo de la vida para la orientación sexual, evitando, que personas sin información y con distonía emocional, se encarguen de presentar los conflictos que las convierten en víctimas como si fueran el mejor camino a seguir, al tiempo en que las rápidas y perversas informaciones de los medios de comunicación, que siempre inducen a la liberación indecorosa de los comportamientos, que se convierten en espectáculos de sufrimiento futuro, deben ser esclarecidos con mas profundidad.

Texto del libro, Momentos de Educación. y publicado por Josep Modesto García Plana
 Psicografiado por Divaldo Pereira Franco.
(Tomado del blog del Centro de Estudios Espíritas de Cambrils

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 LOS ENEMIGOS DESENCARNADOS 

primera parte (1/2)

Los espiritas sabemos que la maldad es una enfermedad que alguna vez terminará  definitivamente  y que de hecho así será porque así lo establece la inexorable ley de Evolución Universal que afecta a todas las formas de existencia, [espíritu y materia], por la que todo lo inferior e imperfecto, está llamado a ascender a lo superior que es la perfección. Por tanto la tolerancia y el perdón nacen de esta conciencia de lo transitorio del mal, que viene a ser como un periodo de enfermedad en la infancia del ser espiritual, pero que del cual se curará y sanará, transmutándolo por el bien.

Sabemos que con la muerte no se acaba la vida y que por ella si acaso nos podemos librar de la presencia material de un enemigo, pero no de él, pues su espíritu nos podrá acompañar durante mucho tiempo, buscando nuestro mal. Por eso la venganza es un error enorme, pues con ella no solo no solucionamos la negativa relación con respecto a la persona enemiga, sino que normalmente se empeora porque los sentimientos no se diluyen con la muerte sino que siguen vivos con el espíritu desencarnado, y este, irritado por la inútil venganza de que ha sido objeto, se puede irritar y pasar a ser él mismo el vengador de su propio ser.

El odio y la venganza suelen durar más allá de la muerte, por tanto si el odio se apagase con sangre o con más odio, sería como si el fuego lo quisiéramos apagar con combustible o con mas fuego. Por tanto comprendemos como el perdón que Cristo nos enseñó y nos recomendó, tiene una razón de ser fundamental. Muy poca gente devuelve bien por mal, pero los que a ejemplo del Maestro son capaces de hacerlo, desarman al enemigo porque rompen los lazos de odio. Es lo normal que quien se siente enemigo y capaz de hacer mal a otro, cuando de este percibe un bien, sus intenciones se enfrían y llegan a cambiar de actitud en sentido totalmente opuesto al odio o al ensañamiento que albergaban al principio. Sin embargo cuando no se sabe otorgar un perdón sincero, devolviendo bien por mal, se cierra el círculo del odio porque se irrita aún más al enemigo odiado, fortaleciendo esa relación de odio que es causa de largos sufrimientos a veces durante años o hasta vidas enteras. Así esa negativa al perdón por falta de humildad que impide el ser capaces de querer perdonar y amar al enemigo recalcitrante, convierten a estas personas en su propio yugo como instrumentos de la Justicia Divina contra sí mismos, a causa de su falta de amor que le causa el dolor de recibir el odio y el sin vivir que supone el ser blanco de una vibración negativa por una enemistad en el transcurso del tiempo, hasta que finalmente, alguna vez, inspirado por sus Guías Espirituales y cansado de tanto sufrir y de tanto dolor, decide cambiar su actitud y comienza por dar paso al deseo de perdón a los enemigos desencarnados, como una necesidad que a él mismo le conviene sobre todo, y que es su propia redención.
Jose Luis Martín-
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     Ley de Vibración y Afinidad: 

Los semejantes se atraen

                                           

En el conjunto de leyes universales que rigen los principios de la vida física y espiritual existen dos de ellas que están en segundo plano, es decir, no reciben la atención que merecen. Existen otras que reciben mayor atención. Citaré, por ejemplo, la ley de Reencarnación y la ley de Causa y Efecto. No obstante, existe otra Ley cuyo conocimiento puede ayudar a todas las personas en su vida cotidiana, pues se manifiesta en todo momento y repercute en el ser humano de forma significativa.

Me estoy refiriendo a la ley de Vibración y Atracción. El principio de esta ley es francamente sencillo: todo lo que ocupa un lugar en el universo tiene una vibración que le es propia; no existe la inercia, el reposo, todo vibra constantemente, desde los infinitesimales átomos a las partículas, las moléculas, las células; también vibran los planetas y las estrellas. La especie humana, la más evolucionada de este planeta, también posee su vibración, aunque más elevada, más intensa, ya que cada persona, según su grado evolutivo, vibra más o menos positivamente, con su particular nivel vibratorio. Vibran los minerales, vibran las plantas, los animales, el universo entero vibra. Todo es energía, y la materia, o lo que nosotros conocemos como tal, es energía condensada, pura energía. Cada forma de la naturaleza vibra según su estado evolutivo. Esta tesis ya fue confirmada por la matemática y las leyes físicas. Estas ratifican que el ser humano es un emisor-receptor de energías, si bien limitado a las que es capaz de percibir, aquellas que le son afines, que están en sintonía con él.

 En idéntica medida, todo cuanto nace de la mente humana: los pensamientos, las ideas, los sentimientos, las emociones, las palabras, todo cuanto brota de su interior tiene  propia vibración.

Aunque incapaz de percibirlo, el ser humano vive inmerso en un océano de vibraciones. Del mismo modo que los peces viven rodeados por agua sin ser conscientes de ello, también el ser humano vive rodeado de vibraciones de todo tipo. No obstante, limitado por su corta evolución, el ser humano percibe apenas aquellas vibraciones de orden físico que actúan sobre su organismo directamente, sobre su salud, sobre su estabilidad emocional y física. Son las vibraciones sonoras, luminosas y caloríficas.

Como vienen demostrando las leyes que rigen el universo físico, el hombre no se compone únicamente de cuerpo físico; es una trilogía: cuerpo, mente y espíritu. Así, queda expuesto constantemente a las vibraciones de sus tres naturalezas: física, psíquica y espiritual.

En resumen, todo cuanto existe −aun en sus formas más ínfimas− tiene vida propia y, por tanto, vibra, tiene vibración propia, especialmente, el ser humano, en quien vibran sus sentimientos, pensamientos y emociones. El ser humano emite ondas constantemente a través de su mente. Vibran también los trillones de células que lo componen, porque todas tienen vida propia. Tienen la rara peculiaridad de ser sensibles, se afectan por su propia vibración, por su intensidad, bien sean vibraciones elevadas, vibraciones de amor o bajas, como el odio. Diremos que el cuerpo humano percibe el impacto de sus pensamientos, sentimientos y emociones, algo que implica, necesariamente, una alteración del sistema inmunológico central, su equilibrio. Así como también puede percibir los sentimientos y pensamientos que otras personas de nuestro mundo y hermanos del plano espiritual pueden estarle arrojando.

Es un hecho comprobado −sin que la ciencia tenga que demostrarlo− que los sentimientos continuados de rencor, envidia, odio, celos –entre otros− destruyen la armonía íntima, generan un desequilibrio emocional que altera la mente, que induce a estados depresivos que llevan al individuo a la agresividad y a la irritabilidad; a estados que alteran su percepción de la realidad, que le impiden ver cómo son las cosas en realidad. Esta desarmonía íntima les mantiene en una tensión constante, en un enfrentamiento irracional que acaba repercutiendo en el organismo, perjudicando su sistema nervioso y linfático. Finalmente aparece la enfermedad, consecuencia del deterioro generalizado de los diferentes sistemas orgánicos, los cuales sucumben a esas terribles vibraciones.

Es acertado cuando se dice que no hay enfermedades sino enfermos.

Por tanto, el ser humano debe ser consciente de que esas vibraciones repercuten en su organismo. El sentimiento de culpa, los disgustos, la malas decisiones, los malos comportamientos, los malos deseos, los malos sentimientos hacia otras personas afectan, ¡y de qué manera! El propio organismo, haciendo que esos sentimientos negativos vuelvan −cual boomerang− hacia el punto de partida, hacia su origen, que se conviertan en una lacra para la conciencia. Y la conciencia advierte, constantemente, sobre las malas decisiones, sobre el mal camino emprendido. Finalmente afectan al propio organismo, produciendo enfermedades.

“Anda, ve y no peques más”, palabras de ese médico del alma que fue Jesús de Nazareth”

Al ser humano le mueven los deseos, y estos estimulan los pensamientos, las emociones y los sentimientos. La suma de todos ellos conduce a la acción, a actuar en un sentido u otro. A diferencia de los reinos animal, vegetal y mineral, que vibran positivamente, según su especie, el género humano tiene la capacidad de discernir, de comprender; tiene, en suma, libre albedrío. Tiene la libertad para actuar, para experimentar, para generar el bien o el mal, tiene la capacidad de actuar sobre el entorno por su voluntad y por su comprensión del mundo que le rodea. No obstante, la ley le impone sus limitaciones, sembrará libremente aunque recogerá indefectiblemente. Reza un adagio popular: “Aquello que siembres recogerás”.

Mediante sus actos el hombre impregna sus pensamientos, sentimientos y emociones de energía psíquica. De una carga psíquica que irradia directamente sobre su objetivo, que llega hasta él. De ahí la recomendación de mens sana, de unos pensamientos limpios que ayuden al prójimo y que no dañen a los semejantes y evitar los pensamientos, sentimientos y emociones que hieran o desarmonicen al semejante. El ser humano debe aprender a controlar sus actos, sus sentimientos, sus emociones, sus palabras, sus obras; debe procurar no herir o perjudicar a quienes le rodean.

El hombre es incapaz de controlar sus pensamientos, sus acciones, sus sentimientos, así como la vibración que automáticamente generan. Y como reza la ley de causa y efecto, ley de acción y reacción o ley del karma, el ser humano es responsable de sus actos, de sus consecuencias. De ahí la recomendación de extremar la prudencia al tomar decisiones y de emitir y sostener pensamientos y sentimientos de orden inferior que puedan causar daño, porque volverán a nosotros, el origen de donde partieron. De ahí tantos casos de locura y desequilibrios psíquicos y mentales.

Pero la ley de vibración va aún más lejos, abarca también la ley de atracción y repulsión, por la que el igual atrae a igual y el semejante al semejante. Quiero llamar la atención sobre un hecho cotidiano apenas percibido, aunque sí sentido, el sentimiento de rechazo, frialdad o atracción hacia determinadas personas, al cruzarse con ellas o coincidir en cualquier momento o lugar. ¿Cuál puede ser la causa de semejante atracción o repulsión? Es, sencillamente, la ley de afinidad en acción, el igual atrayendo al igual y el contrario rechazando al opuesto. Esa ley viene a dar luz sobre tales sensaciones, las causas de esa atracción o rechazo hacia cierta persona. Explica el disgusto o agrado hacia determinadas compañías.

Este hecho cobra especial relevancia en las relaciones con las personas de nuestro círculo, las personas encarnadas, pero también, y muy especialmente, con las entidades que integran nuestra esfera espiritual; personas que no percibimos ni vemos, pero que indefectiblemente están ahí, a nuestro lado. Y la ley actúa indistintamente sobre encarnados y desencarnados. El ser humano, aunque lo desee, no está aislado del plano espiritual, únicamente es incapaz de percibirlo. Se libran aquellas personas con la capacidad de verlo y sentirlo.

Los planos material y espiritual están perfectamente interpenetrados, mucho más de lo que la limitada comprensión humana puede entender. Las enseñanzas espíritas han traído luz a esas limitaciones. Los espíritus superiores, en su misión de aclarar dudas a los mortales que pueblan el planeta, han dejado incontables premisas y aclaraciones. Entre ellas, y extraído del Libro de los Espíritus, traigo a colación el siguiente texto: “Contiene los principios de la doctrina espírita sobre la inmortalidad del alma, la naturaleza de los espíritus y sus relaciones con los hombres, las leyes morales, la vida presente, la vida futura y el porvenir de la humanidad, según la enseñanza dada por los espíritus superiores con la ayuda de diversos médiums”.

De ahí, reseñaré la siguiente línea: “la naturaleza de los espíritus y sus relaciones con los hombres”, pues aunque despierta cierta curiosidad, cuando se inicia el estudio del espiritismo termina aparcada en el rincón del olvido, al sobreentenderse, como algo natural, que los espíritus estén lejos, apartados. No obstante, la realidad viene a demostrar lo contrario: que están ahí, muy cerca, próximos, que participan de nuestros actos cotidianos.

Sin embargo, analizada y comprendida la ley de vibración y afinidad, quiero recalcar la importancia que tiene para el género humano mantenerse en armonía con las leyes morales, resguardarse, ampararse en la ayuda de los espíritus superiores, de los ángeles cautelares, vibrando siempre en amor hacia el género humano, ayudando constantemente a todos los seres que buscan el bien.

Conviene saber que existe una enorme cantidad de seres rebeldes en el plano espiritual, entidades contrarias a la evolución y el bien generalizado. Su objetivo único es perjudicar, dañar, entorpecer el trabajo de aquellas personas comprometidas en las labores espirituales o que desarrollan labores humanitarias, labores de apoyo fraternal. ¡Influyen, y de qué modo! Nunca ha de olvidarse que la mente del hombre, el ser humano, es una emisora radiando y recibiendo constantemente pensamientos, ideas, sentimientos y emociones; que el ser humano atrae o llama −mediante pensamientos o emociones− a seres que vibran igual que él, que tienen su mismo tono vital.

En igual medida que por simpatía u objetivos, propósitos y aficiones, el ser humano se une a otro, compartiendo sentimientos comunes, el individuo atrae a aquellos espíritus que comparten sentimientos análogos, sean de índole altruista, maliciosos o dañinos.

Con buenas inclinaciones, voluntad y fuertes deseos de aprendizaje y progreso, el ser humano lucha contra sus malas inclinaciones, genera una vibración específica que le protege de las malas influencias. Atrae, en paralelo, a seres elevados que le ayudarán en la toma de decisiones. Hermanos mayores que le ayudarán a escoger el camino del bien común, la superación de los defectos, el trabajo contra las deficiencias de comportamiento y carácter. Cuando el ánimo desfallece, un simple recordatorio, una simple petición desencadenará su ayuda, esa ayuda necesaria en los momentos difíciles.

Pero si no se busca esa sintonía, llegarán espíritus de baja condición, espíritus de vibración análoga a los pensamientos y sentimientos negativos generados por el individuo desarmonizado. Si medra la comodidad, la pereza, el egoísmo, tales defectos reforzarán las decisiones; producirán los medios para que triunfe la actitud negativa. Y si alguien pone la voz en alto por esa mala actuación, por esa falta de responsabilidad, esa mente estará ya condicionada para repeler cualquier pensamiento que busque rectificación, reajuste, el rechazo a las intuiciones de los hermanos mayores. Esos espíritus superiores, esos hermanos elevados, ayudan a los humanos a superarse,  a vencer las pruebas que llegan. Les inducen al trabajo, a buscar mayores y mejores experiencias de vida; vivencias que son oportunidades únicas para el desarrollo personal. Mientras tanto, las entidades negativas, aquellas que buscan la involución del género humano, luchan para estancar al individuo, para explotar sus debilidades, sus vicios, sus pasiones. Huelga decir que también buscan utilizar sus cuerpos físicos para obtener satisfacciones que ya no pueden alcanzar, al carecer de un cuerpo físico.

Esos hermanos inferiores influyen en las personas, especialmente en aquellas con quienes comparten deudas pasadas, con aquellas que continúan ligadas por lazos invisibles, por la ley de causa y efecto. Les obsesionan, les subyugan, les fuerzan a realizar desatinos, incluso les imbuyen al suicidio. Es la ley de afinidad que atrae al semejante, que lo imanta; que une a quienes comparten ideas y pensamientos ruines. Mientras tanto, el amor une… con lazos generosos.

Por todo ello, amables lectores, os ruego toméis conciencia de la gravedad de esta problemática. Os pido, amables lectores, vigiléis vuestros pensamientos y deseos, esas fuerzas poderosas que inciden en la psique humana. Os pido rechacéis los sentimientos ruines, las envidias, los rencores, las malas opiniones sobre quien os desagrada. Os pido disculpéis a toda persona que os ofenda o hiera, que os falte al respeto. Os pido no avivéis la llama del rencor, os pido disculpéis a vuestros deudores, a vuestros contrarios, a vuestros enemigos. Ellos ignoran lo que hacen; ignoran el daño que generan sobre… ¡ellos mismos! Lo hacen por su propio atraso evolutivo, por su ignorancia respecto a los mecanismos de las leyes superiores. ¡Perdonad… siempre!

Si el hombre pudiese contemplar la entidades que atrae cuando piensa egoístamente, cuando se deja llevar por la codicia, la envidia, el odio y el rencor más abyecto, o cuando la comodidad y la molicie imponen su ley, ¡se asombraría! ¡Se asustaría, incluso!, al contemplar esas formas desfiguradas, estigmatizadas por los vicios… cambiaría de actitud, depondría sus actos.

Y tengamos la certeza de que en todo momento −si no estamos vigilantes− nos acompañan enemigos invisibles, buscando paralizar los esfuerzos de progreso, nuestros deseos de aprendizaje, de convivencia. Ellos buscarán nuestra desarmonía interior, el enfrentamiento, la discusión inútil con aquellos que compartimos nuestros ideales y objetivos; incluso con nuestra familia, intentarán romperla. Toda persona dedicada al bien común, a los conocimientos espiritualistas, a la divulgación de las verdades cósmicas, todas ellas son su blanco predilecto. Por tanto, mucha vigilancia, mucha observancia de las propias actitudes, de los pensamientos y de los deseos, el portal por donde entrarán desaforados si les abrimos las puertas.

Fermín Hernández Hernández- Amor, Paz y Caridad

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