Un niño abortado, escribe a su mamá
Querida mamá: Soy tu hijo. ¿recuerdas? No he desaparecido, pues Dios me infundió un alma eterna en el momento en que fui concebido. No vi nunca la luz del día, pero vivo para siempre. Sé por qué me mataste. El que debió haber sido mi padre andaba lejos del país. Tú te sentías sola porque el andaba muy ocupado en sus negocios. En su ausencia, surgió otro hombre. De ese romance fui engendrado yo.
Nunca olvidaré los meses que me acunaste en tu vientre, ¡me sentí tan seguro y amado! ¡Comprendo que no me desearas; puesto que pensaría papá a su regreso! Había que blanquear al desliz matando al delator, y este era YO. Por entonces no supe de las discusiones con tu amante, pues él quería verme nacido y tú no. ¡Qué peleas, hasta que le arrancaste el dinero que costó mi defunción! A todo le ponen precio, hasta el asesinato de un inocente. “¡Que caros son los abortos!” comentaste.
No justifico tu crimen, pero te perdono. Perdono a papá por haber sido tan irresponsable. También perdono al que, vestido de blanco, se manchó con mi sangre. ¡Que dolor cuando me punzó con aquella enorme aguja y después me despedazó a sangre fría! Se que tú nunca olvidarás el ruido de aquella aspiradora que se tragó mi cuerpecito a pedazos. Se que te causó un trauma que llevas en silencio tratando de pensar que no fue nada. ¡¡¡Si era algo!!! ¡¡¡Era alguien, era yo, tu hijo!!!
Conozco mamá, tus largas noches en vela y tus sobresaltos. Se que luchaste mucho en tu interior sobre tu decisión de abortarme. En el fondo me amabas, pero pudo más en ti el miedo. Sé que me amabas, pues aun sueñas conmigo y más de una vez te has preguntado, con remordimientos, si soy niña o niño, piensas como sería hoy día y que alegrías te hubiera traído…
¡Soy niño! Me parezco más a ti que al seductor con que andabas. ¡cómo me vas a olvidar, si yo a cada momento pido a Papá Dios que borre esas pesadillas que turban tu descanso y te dan muerte en vida! Por eso, ¡qué alegría cuando buscaste al religioso que te inspiró confianza, y te reconciliaste con el Señor de la Vida!
Querida mamá, quiero verte feliz. Recuerda los consejos que te dio aquel señor al despedirte: “¡hija, Dios Padre ya ha hecho su obra de amor en ti y a su tiempo iras sanando.
Mientras te estoy escribiendo, tengo a mi lado a mi amigo Antonio. Lo mató su mamá porque ella decía ser demasiado joven para ocuparse con ser madre. Tampoco el recibió nombre alguno de sus padres, pero si de Dios quien nos ama infinitamente. Tengo muchísimos amigos que corrieron la misma suerte. A Carlitos lo abortaron porque su madre fue violada. El odio y el dolor resultante lo descargaron sobre el pobre inocente. Él se pregunta: “¿Por qué si mi mamá no amaba al hombre que la violó, me mato a mí, que la hubiera amado siempre y jamás me hubiera avergonzado de ella?” Aquí, solo entendemos el lenguaje del amor; por eso, no comprendemos esos “argumentos” acerca del aborto; por mala conformación del feto, por violación, por dificultades económicas de los padres, por no querer más hijos, “que la familia pequeña vive mejor”, etc.
Me cuentan que ni las guerras, ni Hitler con sus cámaras de gas letal han realizado tan brutal y desmedida masacre. Con los abortos se ha privado a la humanidad de brillantes poetas, sacerdotes, médicos, filósofos, músicos, pilotos, estadistas, pintores, arquitectos y santos. A mí todos me dicen que quizá hubiera sido un habilidoso cirujano. Cuando nos reunamos, mami, ¡ya verás que manos tengo! Lo que más me agrada es cuando me dicen “¡tu mamá tiene que ser muy hermosa!”
No llores mami. Confía en Dios hasta que nos volvamos a ver. ¡ah!, se me olvidaba, aunque me consumo por verte, no te des prisa en venir, pues mis hermanos te necesitan. Hazles a ellos lo que nunca pudiste hacerme a mí. Fíjate que cuando bañas a mis hermanitos o lo amamantas, no sé, me entra un poquito de añoranza de todo lo que pudo ser y no fue. Me hubiera gustado ser amamantado con la leche de tus pechos; ser acariciado por esas manos tuyas tan lindas y tan semejantes a las mías, manos de cirujano malogrado.
Quizás te preguntas donde estoy. No te preocupes, estoy en los “brazos” de Jesús que me amó, y me dará más oportunidades. En Él, todos encontramos la Vida.
Y termino pidiéndote un favor. No para mí, comprenderás, sino para otros niños. ¡no los maten como a mí!, si conoces a una joven que quiera abortar o a un sujeto que monta campañas a favor del aborto, o un médico asesino que se burla de Hipócrates, o una enfermera que se presta a ese crimen, extiéndeles el amor de Dios, nuestro Padre.
Entonces recuérdate de nosotros y dile que no mate más. Que los niños le pertenecen a Dios. Gríteles a todos que tenemos derecho a vivir como ellos, y que, aunque nadie nos ame tenemos derecho a vivir y amar.
¡Te espero con la boca aún sin estrenar, rebosante de besos que tengo guardados solamente para ti!
- Josep María Planas-
( Tomado del Blog del Centro de Estudios Espíritas de Cambrils)
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Lucro e infamia
Los ataques aumentaban a medida que Kardec profundizaba en la divulgación de la reforma moral que el Espiritismo propone y en su objetivo de combatir el materialismo. De las burlas iniciales se pasó a ataques personales despiadados, y algunos seguidores se preguntaban: “¿cuál era la causa principal de este giro de los acontecimientos?” Y el codificador quiso responder la pregunta con esta frase:
“¿Cómo queréis que una doctrina que conduce al reino de la caridad efectiva no sea combatida por aquellos que viven del egoísmo?”
La famosa divisa del Espiritismo “Fuera de la caridad no hay salvación”(*) era la lÍnea de conducta que distinguía a los verdaderos espíritas, y al mismo tiempo suponía la frontera y el obstáculo que dejaba en evidencia a los avariciosos, egoístas y soberbios.
Lógicamente, entre los ataques no podía faltar el de aquellos que acusaban al maestro de Lyon de lucrarse con las ventas de los libros, las suscripciones a la Revista Espírita y las donaciones que llegaban desde Inglaterra para apoyar la causa de la nueva doctrina. Un sacerdote había divulgado a los cuatro vientos que el “inventor del Espiritismo” se estaba enriqueciendo con todo ello, y daba como prueba el hecho de que él mismo lo había conocido pobre en las calles de Lyon y que recientemente lo había visto desfilar en París en un imponente y ostentoso carruaje.
Kardec respondió con la verdad: “Nací en Lyon por accidente, pero nunca residí en aquella ciudad, por lo tanto es difícil que usted me viera en sus calles. Y en cuanto al lujoso carruaje, no pasa de ser un carro tirado por burros de carga que lo alquilo dos o tres veces al año por economía”. Y continuó con su respuesta: “¿Qué no diría el Sr. Vicario si viera los banquetes con los que recibo a mis amigos? Todos ellos muy escasos, al lado de las frugales refecciones de ciertos dignatarios de la Iglesia”.
Terminaba explicando que el Espiritismo nunca sería un medio de enriquecimiento, pues predica que todos vivan con lo necesario, muy lejos de la ambición. Y añadía que otra de las lecciones del Espiritismo es ser fiel a la máxima de Cristo de “No hacer a otros lo que no quieres que te hagan”; algo que el Sr. Vicario, supuesto representante de Dios en la Tierra, no cumplía al calumniar al prójimo como lo había hecho.
Entre otros ejemplos de infamia contra el espiritismo, perpetrados por algunos religiosos, destacó la obra publicada por el Abad Poussin, titulada “El Espiritismo ante la Historia y la Iglesia”. En ella definía la doctrina espírita como “Obra de Satán”, y además de verter todo tipo de infamias y calumnias, incurría en contradicciones flagrantes que Kardec refutó magistralmente en su respuesta. Una de estas contradicciones era reconocerle al Espiritismo su valor en la lucha contra el materialismo (textual): “Si el Espiritismo nos prestó el servicio de derribar las teorías del materialismo del Siglo XVIII, nos aporta en cambio una revelación nueva, que amenaza la base del cristianismo”. No obstante, el Abad alentaba a los católicos a “luchar contra el Espiritismo y tomar distancia de las manifestaciones diabólicas que excitan la imaginación y son propias de la ignorancia” .
La respuesta de Kardec, de nuevo en la Revista Espírita, no solo destacó las contradicciones y falsedades del libro del Abad, demostrando que desconocía por completo la doctrina espírita, sino que aconsejaba al Abad y sus lectores a recordar las palabras del ilustre monseñor Frayssinous, el cual hablando sobre el diablo explicaba:
“Un demonio que procurase destruir el reino del vicio para establecer el de la virtud, sería un demonio exquisito, porque se destruiría a sí mismo”.
De esta manera, con las propias palabras de un dignatario de la iglesia Kardec aludía al sentido cristiano del Espiritismo y a su valor profundo de la más pura moral cristiana, del amor al prójimo y a Dios que la doctrina espírita defendía. Algo totalmente alejado de los propósitos e intenciones de cualquier Satanás, Belcebú o señor de las tinieblas.
No obstante, en muchos lugares de Francia el fanatismo religioso imperaba en los sacerdotes a la hora de imponer sus criterios en contra de la libertad de conciencia de los ciudadanos. Constantemente llegaban al Maestro de Lyón cartas denunciando los abusos, las presiones y amenazas que muchos sacerdotes hacían a sus feligreses a fin de desacreditar el Espiritismo cuando constataban que algunos de ellos tenían conocimiento de la nueva doctrina.
Baste por ejemplo el párroco de una cercana villa de Lyón que llamó a la puerta de una de sus feligresas al enterarse de que tenía un ejemplar de El Libro de los Espíritus y que lo leía con admiración. El párroco exigió a la señora que le entregara el libro bajo amenaza de no enterrarla cuando llegara su hora. La señora cedió en principio y entregó el libro, pero unos meses después fue a solicitar su devolución. El sacerdote se lo devolvió y ella pudo comprobar las anotaciones que el párroco había escrito al margen de cada página con refutaciones furibundas, insultos y raspaduras de todo orden. Calificativos como demonio, hereje, mentiroso o estúpido se podían leer escritos por el sacerdote en el margen de los comunicados de espíritus que aparecían en el libro.
La señora escribió a Kardec narrando su historia y diciéndole que, ahora más que nunca, ella era una espírita convencida después de oír y leer tantos improperios de aquellos que tenían que dar ejemplo. Y terminaba su carta de esta forma: “Perdónales señor porque no saben lo que hacen”. ¿De qué lado estaba el verdadero cristianismo?
Fueron tantas las infamias, las calumnias y las amenazas que tuvieron que soportar muchas personas de buena voluntad que intentaron acercarse a la nueva doctrina, que la respuesta de Kardec siempre fue firme en la defensa de sus postulados, refutando las mentiras y falsedades. No solo mediante los argumentos filosóficos, sino también, y mas importante todavía, en el sentido ético-moral cristiano que la filosofía espírita propugnaba, ejemplificando siempre el perdón de las ofensas y la oración por aquellos que se convertían en feroces perseguidores, aunque, como en estos casos de sacerdotes católicos, debieran haber predicado con el ejemplo que su propia doctrina les exigía.
Este era Kardec en la respuesta y el desafío. La verdadera medida de un hombre singular se mide por los obstáculos que tiene que afrontar y superar; no ya de su honra o prestigio personal, sino principalmente en la defensa de la doctrina cuando era atacada con mentiras, infamias y virulencia para desacreditarla, como fue el caso del honesto profesor Rivail.
Antonio Lledó Flor- Amor, Paz y Caridad
“La corrupción en el seno de las religiones es el síntoma de su decadencia, porque ella es el indicativo de una falta de fe verdadera Francois Fenelón, Escritor Católico Francés
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Enfrentando las tentaciones
A veces sucede que sentimos una tristeza y un malhumor sin motivo aparente, o por motivo tan insignificante, que nos sorprendemos con su efecto. Este estado es más bien un inicio de posesión que una tentación. El espíritu que la causa puede no solamente robarnos la tranquilidad, más también comprometernos y alterarnos la salud. Otras veces, la forma de tentación o de la posesión es otra. Nos lleva a gustar demasiado de alguna persona, sin sabernos porque, a fin de hacernos cometer injusticias. Esto puede acontecer en el seno de la familia o con personas extrañas. Esa forma de acción, como la anterior, puede hacernos sufrir mucho, y necesitamos de mucha fuerza de voluntad para vencerla.
Es entonces que debemos recordar las palabras del Maestro: «Orad y vigilad». Es cuando debemos mantener el pensamiento bien elevado y obrar con mucha justicia, evitando apartarnos en nada de nuestros deberes. Y, si asimismo no podemos apartar la posesión, ni por eso debemos desanimar, mas pedir y sustentar el pensamiento elevado, oponiendo una paciencia y una resignación a toda prueba a las malas influencias, pues de esa manera conseguiremos adelantarnos mucho. Estas penas ocultas, que a veces por nada en el mundo comunicaríamos a quien quiera que fuese, tiene gran mérito ante Dios y fortalecen mucho el espíritu encarnado.
Nunca debemos olvidar que, en la Tierra, no tendremos jamás la paz completa, y que, si alguna vez llegamos a sentirla, será de poca duración. Así pues, cuando seamos atormentados por estados como ésos, deberemos ser fuertes, resistir y oponerles serenidad, paciencia y calma sin límites. Por otro lado, no debemos olvidarnos de que, a pesar del sufrimiento que ellos nos causan, desaparecen en un momento y nos dejan tranquilos; como si nada hubiésemos sufrido.
Estas variaciones ocurren por causa de la lucha entre los espíritus que nos aman y los que nos aborrecen. Nunca debemos, pues, desconfiar de la ausencia de los seres espirituales que nos aman. Por el contrario, debemos confiar mucho en ellos y pedirles, suplicarles la protección, cuando nos veamos apurados, que mucho podrán hacer por nosotros, si nos ponemos en condiciones de recibir sus influencias beneficiosas.
La tentación por pensamiento no nos causa tanto sufrimiento como la posesión. Para combatir ésta, debemos extirpar nuestras pasiones, nuestros vicios y deseos ilícitos. Todos conocen esta perturbación, menos los que están dominados por la incredulidad. Ella comienza así: el espíritu de las tinieblas hace que nuestros pensamientos y deseos ilícitos provoquen sensaciones y excitaciones, cuando se presenta una ocasión favorable. Tenemos entonces que cerrar las puertas del pensamiento a toda idea que represente una infracción de la ley divina. Y si, a pesar de la resistencia, continuamos excitados, debemos colocarnos en el lugar de la víctima y reflexionar si gustaríamos que nos robasen aquello que nos es más sagrado y más querido, procurando comprender lo que es justo.
Parece por demás tratar de estos asuntos con los espíritas; sin embargo, no lo es. Cuando entramos en el Espiritismo, no somos perfectos. Muy por el contrario, tenemos a veces grandes defectos que combatir. Y mucho más cuando el espíritu de las tinieblas, que nos dominaba en el tiempo en que nos entregábamos apenas a las cosas del mundo no quiere separarse de nosotros, agarrándose a lo que parecía de su dominio.
A veces acontece, y es un fenómeno corriente para los que entran en el Espiritismo, que al conocerlo las personas, sienten vivos deseos de transformarse tomando decisiones nuevas y alejándose de los deseos ilícitos. La resolución de seguir una vida nueva a continuación se concreta.
Durante algún tiempo, esas criaturas se limpian de todo. Más tarde sin embargo, las primeras impresiones se extinguen, poco a poco, y las personas comienzan a volver a ser lo que antes eran. Entonces, el espíritu que las dominaba retorna a la antigua morada, y ellas caen de nuevo. Si el espírita, en ese caso, no se apoya en la oración, en el amor, en la caridad, con un fuerte deseo de libertarse, las cosas se vuelven para él mucho peores de lo que eran antes.
Miguel Vives
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IRRITABILIDAD, IRA Y ENFADOS (1 de 2)
Entre los diversos aspectos de la emotividad, la propensión a irritarse es, por desventura, bastante generalizada, especialmente en personas muy emotivas y neuróticas. Salvo algunas excepciones, las personas de esa condición, irritables y coléricas, desconocen los estragos que esa tara psíquica les ocasiona, tanto en sus relaciones sociales como de familia, así como la influencia perniciosa en la salud del cuerpo y del alma. La irritabilidad y la ira son causa de muchos males en sus distintas manifestaciones, irritaciones, arrebatos, cólera, etc; y también de grandes estragos en las relaciones humanas cuando son cicateadas por alguna pasión, miedo, ambición de poder, etc, y aun caprichos.
La irritabilidad es una propensión que el Ser espiritual arrastra en su psiquismo de sus vidas anteriores. Es una tendencia negativa, aun no superada por gran parte de la Humanidad, que todavía no aprendió a controlar su emotividad, siendo este uno de los mayores impedimentos de naturaleza inferior que se opone al perfeccionamiento y evolución del Espíritu, siendo el causante de estados afectivos de sobreexcitación que demuestran una inferioridad de carácter, siendo un gran perjuicio para las relaciones humanas, porque a nadie le agrada mantener relaciones de amistad ni de parentesco, con personas que se irritan fácilmente, por lo que pierde el afecto de sus amigos y familiares.
La psicología moderna clasifica esta tara como una exaltación del egoísmo.
Las personas irritables reaccionan violentamente ante situaciones triviales, disputando por nimiedades. Y en cada acceso de ira, en cada rabieta o irritación emocional, irradiaciones psico-magnéticas de gran intensidad perturbadora, son generadas por el afectado, produciendo un desequilibrio psíquico y un derroche de energías nerviosas que, poco a poco, van minando la salud, porque lastiman las neuronas y alteran el funcionamiento de los sistemas glandulares, tales como el suprarrenal, el páncreas, el hígado, tiroides, pituitaria o hipófisis, y otras; afectando el funcionamiento fisiológico del organismo y con ello la salud.
Entre los sistemas glandulares citados, la pituitaria es de las más afectadas, pues en los casos de irritación, ira, etc, e incluso mal humor y enfados, produce unas hormonas que, al pasar al torrente sanguíneo durante esos estados afectivos, resultan tóxicas, afectando el funcionamiento de los demás sistemas glandulares, con el consiguiente perjuicio para la salud. Y los efectos de esa toxicidad, se van acumulando en el organismo, año tras año, conformando un cuadro morboso que puede ser apreciado en ciertas personas enfermas o de poca salud.
Según sostiene el Dr. Alexis Carrel (Premio Nóbel Fisiología 1912), en su obra "La incógnita del Hombre": "Las emociones violentas actúan sobre las glándulas, aumentando o disminuyendo su secreción, estimulan o detienen dichas secreciones o modifican su constitución química; determinan la contracción o dilatación de las pequeñas arterias por medio de los nervios vasomotores, y pueden dar lugar a un espasmo de las arterias coronarias, anemia cardiaca y hasta muerte repentina".
¡ Mediten sobre esto !
Toda emoción violenta es dañina en alto grado, y de todas ellas la iracundia es la mayor y más peligrosa, tanto por el estado de perturbación que impulsa a cometer actos irreflexivos, cuanto a los estragos que hace en la personalidad de los individuos, además de una considerable energía psíquica y nerviosa que es desperdiciada en detrimento de los recursos vitales. Esto puede apreciarse por el estado depresivo después de un arrebato de ira.
Si, serenamente, contempláis a una persona irritada, enfurecida, colérica, en estado de ira o arrebato ( todas, formas de locura momentánea), os causará asombro. Y en esos cuadros, debemos mirarnos y vernos a nosotros mismos, si por ventura tenemos esa tara de la iracundia en sus diversas manifestaciones, causantes de tantos males.
Un simple enfado nos es perjudicial. Los enfados en general, son por nimiedades. Surgen fácilmente en personas caprichosas y egoístas, debido a su falta de comprensión y tolerancia, que solo el amor produce.
Todo enfado genera una desarmonia vibratoria que afecta la mente y la facultad emocional del alma, modificando los sentimientos que, aun en grado menor, modifican también la función glandular.
Todo sentimiento de enfado perjudica a quien cae en esa necedad.
¿Y qué decir de esos casos penosos que, por desventura son frecuentes en algunos hogares?.
La ira, dentro del hogar, se convierte en azote causante de muchos traumas. Y esas manifestaciones duras entre los esposos, a los hijos, cuando irritados los reprenden a gritos o castigan por nimiedades o simplezas de niños, con lo que muchas veces se van creando en ellos complejos, difíciles de superar cuando son mayores, si es que lo logran. Y esa funesta costumbre de amenazar gritando y de pegar frecuentemente a los niños, en vez de razonarles con cariño o ternura, que es el método más eficiente en la educación de los hijos, aun en los casos más rebeldes.
Hay hombres que se convierten en tiranos en el hogar. Gritan, amenazan, profieren insultos, cometen violencia, atemorizando a los que están bajo su cuidado. Esos individuos no toleran que se les contradiga y exigen sumisa obediencia; cualquier contradición o simple observación, les saca de quicio. ¡ Luego se quejan cuando los hijos, ya mayores, no les respetan, o les desprecian !.
( Continúa y finaliza en el siguiente)
- Sebastián de Arauco -
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