miércoles, 7 de octubre de 2020

Los Milagros

   INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.-  Los Milagros

2.-  Reconocimiento y Gratitud

3.- La formación del Médium

4.- Unión: Tarea de todos



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LOS MILAGROS
Cualquier espírita de mediana formación, conoce perfectamente y tiene asumido, que “los milagros” tal como se entienden, sencillamente no existen.
Por milagro se entiende aquello que rompe con las normas de lo que es “natural”,o sea que a lo que no se le encuentra explicación es tenido como “sobrenatural”, o sea “fuera de lo natural”. Así los milagros entrarían en el campo de lo sobrenatural y serían un acontecimiento que por sí mismo derogarían el orden natural establecido,o sea, las leyes naturales.
Si realmente existiese lo “sobrenatural”, o sea, “Sobre la naturaleza”, ello significaría que Dios habría hecho dos creaciones paralelas: Una fija e inmutable en su funcionamiento, que conocemos como Naturaleza o natural, y otra creación variable e inestable que podría actuar caprichosamente sobre la creación estable o natural.
Vamos a recordar algunos de los atributos que se reconocen en ese Principio Supremo de todo cuanto existe, que llamamos Dios: Dios es Inmutable y Eterno, lo cual contradice que haya creado esas dos formas de creación,fenómenos o normas para todo cuanto existe: la natural y la sobrenatural.
Lo natural es lo fijo y estable,como fijo, estable e inmutable es su Creador, mientras que lo sobrenatural, sería lo inestable, lo caótico, algo que no reflejaría sino el capricho de un Creador inestable que jugaría frecuentemente con esa parte de creación estable que llamamos Naturaleza.
Sin embargo, ha sucedido frecuentemente, como así ha quedado constancia en la historia humana, que hemos presenciado hechos sorprendentes y extraordinarios, que realmente parecían “sobrehumanos” o “sobrenaturales”, por la sencilla razón de que , en apariencia, rompen con las normas habituales y corrientes que vemos comunmente en la Naturaleza. No es por otro motivo que el que el ser humano, debido a su prepotencia y orgullo, hace tiempo que cree saberlo todo, y por eso, cuando algo se desarrolla a la evidencia de su vista o comprobación, que se sale de las normas naturales conocidas o establecidas, ha creído que se trataba de manifestaciones extrañas e inexplicables, a las que ha calificado como “paranormales”, esto es, más allá de lo que es normal.
Y llegados a este punto, me pregunto: ¿En base a qué podemos creer que conocemos todo lo que existe en la Naturaleza?. ¿ Realmente creemos que el conocimiento del ser humano en todos los campos de la Ciencia y en todos los rincones del Cosmos, está tan avanzado como para afirmar esto sin ruborizarnos al asumirlo?.
Seamos consecuentes con lo que la propia razón y conciencia nos indican, y si somos sinceros amantes de la Verdad, llegaremos a la indudable conclusión de que el tema de los milagros y de lo sobrenatural, no es sino una falacia para cubrir o justificar la ignorancia humana.
La Naturaleza y todos los fenómenos de cualquier orden que se producen en su seno, existen dentro de un orden establecido, que es permanente, fijo e inmutable como la Fuente de Origen de donde emanan. Entonces, ante lo extraordinario que podamos encontrar, no asumamos ni la actitud anticientífica e ilógica de negar lo evidente, ni de crear “paranormalidades”, ”Milagros”, ni “demonios” inexistentes en la realidad.
Sin embargo, busquemos el auténtico milagro, en la fe en ese mundo espiritual que sabemos que nos ayuda, nos inspira y nos protege. Cuando sintamos esta presencia y estas ayudas en torno a nosotros mismos, estaremos descubriendo el verdadero milagro del Amor que existe entre los seres de ambos lados de la Vida.
Busquemos también los milagros en los resultados de nuestro trabajo, nuestro tesón y nuestro esfuerzo, pues sin duda, antes o después nos dejarán sus frutos como algo absolutamente normal y natural.
Recordemos que la Ley de ¨Consecuencias , más popularmente conocida como Ley del Karma, no deja de funcionar permanentemente como reconductora del alma durante nuestra existencia, tanto para reajustar y corregir por la vía del dolor los equívocos de los actos negativos de nuestras existencias,como también para premiar el esfuerzo, la fe y el tesón en nuestros actos guiados y dirigidos desde el Amor, que es la Esencia misma de Dios.
- Jose Luis Martín-

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          Reconocimiento y gratitud


“Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasó por entre Samaria y Galilea. Al entrar en una aldea, salieron diez leprosos a su encuentro, que se detuvieron a distancia y se pusieron a gritar: Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros. Al verlos, les dijo: Id a presentaros a los sacerdotes. Y mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, al verse curado, volvió alabando a Dios en voz alta y se echó a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era samaritano. Jesús dijo: ¿No han quedado limpios los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No hubo quien volviera a dar gracias a Dios, sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, anda: tu fe te ha salvado.” (Lucas, XVII, 11-19).

“Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y no andaban con él. Jesús preguntó a los doce: ¿También vosotros queréis iros? Simón Pedro le contestó: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.” (Juan, VI, 66-69).

“Marta, que andaba afanosa en los muchos quehaceres, se paró y dijo: Señor, ¿te parece bien que mi hermana me deje sola con las faenas? Dile que me ayude. El Señor le contestó: Marta, Marta, tú te preocupas y te apuras por muchas cosas, y sólo es necesaria una. María a escogido la parte mejor, y nadie se la quitará.” (Lucas, X, 40-42).

Pilato les dijo: Tenéis guardias, id y asegurarlo como creáis. Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y montando la guardia.” (Mateo, XXVII, 65-66).

“Pasado el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé compraron perfumes para ir a embalsamarlo.” (Marcos, XVI, 1).

Reconocimiento y gratitud son las dos expansiones del alma humana, que señalan muy bien el estado moral de cada individuo. El reconocimiento es el testimonio de la legitimidad de una cosa, de un hecho, de una persona. El reconocimiento es principio inteligente que nos aproxima a la verdad. Como acto de discernimiento, el reconocimiento puede dar lugar al buen y mal juicio que hagamos de un objeto o una persona. Como virtud moral, el reconocimiento es el principio de la gratitud: donde aquel llega a su más elevada cima, esta comienza su espiral que se eleva al infinito. El reconocimiento, que es discernimiento espiritual, obedece siempre al estado de espíritu del que juzga. El reconocimiento, como producto del beneficio, es la  confesión del bien, por el bien que el bien nos hizo. La gratitud graba la idea del bien y mantiene, por el autor del beneficio, un vivo sentimiento de cariño. El reconocimiento recuerda la idea del beneficio. La gratitud aviva el recuerdo del benefactor. El reconocimiento es un movimiento de inteligencia, variable, como variable es la inteligencia en cada ser humano. La gratitud es una confirmación de la razón, sancionada por un gesto del corazón.

Hay reconocimiento y hay gratitud; donde aquél para, por no poder continuar su camino, esta comienza, en un surco de luz, la ascensión hacia la Eternidad. No hay virtud más noble, por eso mismo más genial que la gratitud. Ella nos conduce por el amor y nos eleva a Dios. Muchas son las almas reconocidas, pero pocas son las que tienen gratitud. De los diez leprosos curados en tierras de Palestina, sólo uno volvió a dar gracias al Señor. De todos los restablecidos por el Señor no se cuentan, tal vez, tres, que siguiesen sus pasos. De todos los que oyeron de sus melodiosos labios la Palabra de Salvación, fue insignificante el número de los agradecidos; muchos fueron los que reconocieron el Verbo de Dios, y mucho mayor fue el número de los que, a pesar de reconocerlo, despreciaron su Palabra.

Sacerdotes, doctores, rabinos, escribas, fariseos, gobernadores y césares, después de reconocer el Poder del Verbo Divino, decidieron crucificar al Inocente. Y aquel mismo que después de haber mostrado su reconocimiento en la más alta expresión de inteligencia, se lava las manos por el derramamiento de sangre y accede al sacrificio de la víctima, porque no tiene el valor de ser grato. El mundo está lleno de reconocidos, pero vacío de gratitud. De ochenta y cuatro discípulos que siguieron al Maestro Nazareno, setenta y dos lo abandonaron en medio del camino dando motivo a la pregunta del Humilde Galileo a los otros doce: “¿También vosotros queréis iros? A lo que Pedro respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes Palabras de Vida Eterna.”

El reconocimiento incita el interés; la gratitud reviste el amor. Marta y Lázaro son reconocidos, pero sólo María es agradecida: – "Una mujer con un frasco de fino perfume de nardo Lo ungió.” (Marcos, XIV, 3). Nicodemo, movido por el reconocimiento, va al encuentro de Jesús, pero como no tiene gratitud, espera a la noche para acercarse al Hijo de Dios: Nicodemo hic venit ad Jesum nocte. (Juan, III, 1-2).

En el reconocimiento sólo actúa el interés. En la gratitud es el amor el que habla. Para guardar el sepulcro, Herodes envía soldados; Magdalena lleva flores y perfumes. El reconocimiento es el principio inteligente que nos aproxima a la Verdad; la gratitud es un deber que a ella nos une. En la vida particular, como en la vida social, hay reconocimiento y gratitud; pero aquél, cuando es ilustrado por la nobleza de carácter, es el principio en el que germinan las gracias que nos dan la pureza de sentimiento. El reconocimiento es, finalmente, para la gratitud, lo que la bellota es para el caballo. Así como aquella sólo se transforma en árbol por fuerza del tiempo y el poder de los elementos, el reconocimiento sólo se caracteriza en gratitud después de un cultivo perfeccionado de la Ley del Amor recordada por Cristo y de una evolución provechosa del Espíritu en los ciclos ascendentes de la Verdad.

Cairbar Schutel

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 La formación del médium

Son médiums las personas aptas para percibir la influencia de los Espíritus y transmitir sus pensamientos, sensaciones y sentimientos. Esa percepción puede variar desde la simple sensación de una presencia hasta la videncia objetiva de un ser espiritual y es muy difícil que haya personas que no hayan pasado o que no conozca a alguien que haya vivido algún tipo de experiencia en ese campo.

Pero, para la mayor parte de las personas, el contacto con ese tema no pasa de ser algo superficial, del intercambio de ideas con otras personas que tampoco saben mucho de eso, sin mayor profundidad por no saber cómo, ni dónde, buscar conocimientos adecuados para ampliar la comprensión del asunto.

Para ser médium, o sea, para tener la capacidad de percibir a los Espíritus, no es necesario pertenecer a esa o a aquella religión o tener una u otra filosofía de vida, pues la mediumnidad está presente en todas las culturas y razas, independientemente de creencias o condición social. Así, la mediumnidad se manifiesta en las personas, independiente de edad, creencias, convicciones, posibilidades de inteligencia o nivel cultural.

Aunque sea así, hoy por hoy, para una comprensión profundizada de lo que es la mediumnidad, sus finalidades y consecuencias, es imprescindible conocer la obra de Allan Kardec, además de otros autores como Léon Denis, Amalia Domingo Soler, Emmanuel, André Luiz, Manoel Philomeno de Miranda, Herminio C. Miranda, entre otros. En las obras de estos autores se observa que la mediumnidad, en la gran mayoría de los casos, es un compromiso que el Espíritu asumió aún en el Plano Espiritual antes de la actual reencarnación, sea para rescatar deudas originadas de un pasado de fragorosas caídas morales, sea para acelerar su progreso espiritual, o aún para que pueda, en la encarnación planeada, mantener la conciencia de su condición de Espíritu eterno, o sea, para no sumergirse simplemente en los problemas de la vida material sin considerar la realidad espiritual, de su esencia que es espiritual.

Cada persona puede presentar reacciones distintas ante el surgimiento de la mediumnidad, aunque el dolor sea el elemento común a casi todos, especialmente en ese inicio cuando el médium principiante no sabe cómo dominar los recursos de la facultad que empieza a surgir.

Sin conocer los recursos mediúmnicos que posee, la persona muchas veces empieza a sentir problemas de distinta naturaleza, muchos de los ellos sin justificativos racionales. Experimenta múltiples formas de desarmonía: súbitos cambios emocionales, desequilibrios sentimentales, y hasta incluso enfermedades para las cuales la medicina no tiene explicaciones claras o soluciones adecuadas.

Por otro lado, también hay personas que no poseen lo que se podría llamar mediumnidad activa, o sea, los que no están dotados de una facultad que pueda ser utilizada en el servicio sistematizado del intercambio entre el plano físico y el plano espiritual, a despecho de sus esfuerzos para desarrollarla. Allan Kardec los denomina ‘médiums improductivos’. Son aquellos que, cuando intentan la psicografía, por ejemplo, después de muchos ejercicios, obtienen resultados que se limitan a una que otra palabra, o cuando en la experiencia de la psicofonía nada más logran sino suspiros, algunos barullos y gemidos.

En ese momento hay que preguntarse ¿cuál es el sitio más adecuado para que aquel que sienta algún tipo de influencia pueda ejercitarla para saber si tiene o no mediumnidad? Si quiere correr el riesgo de recibir influencias de Espíritus inferiores, livianos e, incluso, malos, el ejercicio puede ser hecho en cualquier sitio. Pero, si el médium potencial desea mantener su equilibrio psíquico y espiritual, mejor será buscar un local que trate el tema con la seriedad que merece.

Sí, porque son requisitos esenciales al médium: equilibrio, conducta elevada, concentración, oración, buena disposición, humildad, amor y el apoyo de un grupo de personas serias y dedicadas al estudio y al ejercicio de la mediumnidad con propósitos nobles de servir al semejante y no simplemente satisfacer curiosidades livianas, búsquedas de informaciones superficiales sin otro móvil que los intereses personales de saber si un pariente está de tal o cual forma en el plano espiritual.

De esa forma, lo más adecuado, para quien empiece a sentir la influencia espiritual o que simplemente desee saber más sobre el asunto, es buscar un grupo espírita serio, que se dedique al estudio de la obra de Allan Kardec y que tenga la mediumnidad como una facultad que debe ser tratada con respeto y que exige, para su ejercicio equilibrado, conocimiento y armonía, que solamente se pueden conquistar con perseverancia y dedicación a lo largo del tiempo.

Allí, en un grupo equilibrado, la persona va a aprender que la mediumnidad por sí misma es neutral. Es un simple canal de comunicación. La cualidad del que se comunica y del mensaje que trasmite depende completamente de la cualidad del médium. Si él no tiene disciplina, piensa que lo sabe todo, que tiene mucho que enseñar y poco que aprender, que se basta a sí mismo y no depende de otros, que está siempre con la razón y los demás sólo desean ponerle trabas, entre otras cosas del mismo género, es evidente que será asistido por Espíritus que son como él, que no son serios y malgastan el tiempo y engañan a los que no están vigilantes.

Para obtener la influencia de los buenos Espíritus son indispensables la humildad, el propósito de auxiliar al semejante, la dedicación al estudio y al auto-conocimiento, la práctica de la oración, la bondad de corazón, el deseo sincero de mejorarse, entre otras cualidades que son similares a esas y que más fácilmente se adquieren cuando se cuenta con el soporte de un grupo de personas que busca el propio perfeccionamiento para servir mejor al próximo.

Así, de conformidad a la sintonía que mantenemos con uno u otro aspecto de la vida, depende la naturaleza de las comunicaciones que recibimos. Los médiums, conforme a la sintonía, pueden ser trabajadores del amor o instrumentos de las sombras. Compete a nosotros elegir con qué mantenemos afinidad, definiendo así nuestra calidad mediúmnica.

Informa Emmanuel, mentor espiritual de Chico Xavier, que “(…) por la oración, el hombre obtiene el concurso de los buenos Espíritus que concurren a sustentarlo en sus buenas resoluciones y a inspirarle ideas sanas. Él adquiere, de ese modo, la fuerza moral necesaria para vencer las dificultades y volver al camino recto, si de éste se alejó. Por ese medio, puede también desviar de sí los males que atraería por sus propias faltas. (…)” (7)

La oración es el recurso sublime de comunicación con los mensajeros de Jesús, que la Providencia Divina puso en nuestro camino, para posibilitar la elevación de nuestro tono vibratorio, de nuestros sentimientos, facultándonos así la inspiración, la intuición y el recibimiento de mensajes sublimes que nos despiertan el Espíritu a las realidades mayores de la Vida.

En resumen, ante el surgimiento de la mediumnidad o ante el deseo de profundizar el conocimiento del asunto, es fundamental que la persona interesada conozca los libros de Allan Kardec, además de otros autores serios, y busque un centro espírita equilibrado que le pueda auxiliar en sus estudios y ampliación del conocimiento y práctica de esa facultad sublime, que permite al encarnado estar en contacto con la realidad espiritual que le aguarda después de la muerte del cuerpo físico.

- Carlos Campetti-

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        LA UNIÓN: TAREA DE TODOS


                                                         

Ocurrió en febrero de 1986 cuando se inauguraba un nuevo centro espírita en una ciudad española. Compañeros de otras localidades acudían a tan importante acontecimiento. Un ambiente de alegría y de ilusión quedaba reflejado en los rostros de aquellos que participaban; personas de todas las edades con muchas ganas de iniciar una andadura de trabajo, aprendizaje y divulgación del conocimiento espiritual.

Entre los diferentes diálogos que espontáneamente se suscitaron en la recepción de los compañeros que acudían de otros grupos surgió una conversación entre una persona madura, perteneciente a otro centro espirita de gran experiencia, con uno de los noveles que debutaba en esa ciudad. La conversación transcurría hablando el joven sobre las nuevas expectativas e ilusiones de la nueva sede, de la preocupación natural de si sabrían llegar a la sociedad atendiendo sus necesidades de conocimiento y de luz espiritual. Sin embargo, el compañero, tras escuchar con atención, lanzó una reflexión que el joven espírita sorprendido no olvidó: “Si trabajáis en la unión y sois capaces de lograrlo, el noventa por ciento del trabajo lo tenéis hecho”.

Detengámonos en esta frase y analicémosla por un momento. El joven se centraba en las necesidades de la gente, de la proyección hacia afuera; el compañero visitante hablaba de lo más importante, del viaje interior. Sin duda, se trata de un trabajo imprescindible que todos los grupos deben desarrollar para adquirir madurez y experiencia, para que, a su vez, se pueda proyectar hacia el exterior de la forma más eficaz. Estamos hablando del desarrollo de la fraternidad, del compañerismo, de la unión en todas sus facetas y vertientes. En ese diálogo espontáneo uno hablaba de lo más superficial, el otro hablaba de lo verdaderamente trascendente.

La unión es indispensable en cualquier ámbito de la vida, como por ejemplo ocurre en el deporte de élite. Cuando los equipos, sea cual sea la disciplina deportiva, trabajan unidos para preparar una competición, por lo general suelen cosechar muchos más éxitos que cuando se trata de equipos con grandes individualidades, pero donde cada uno se centra exclusivamente en su talento y sus capacidades personales. Muchas veces, los entrenadores y técnicos sufren verdaderos problemas para poder gestionar los egos de algunas estrellas, poco acostumbradas a los contratiempos o a soportar situaciones que consideran les resta el protagonismo que creen merecer.

Efectivamente, el comentario del compañero experimentado se centraba en la unión, pero como una aspiración común, una meta a conseguir; para ello hay que recorrer un largo camino con espinas (las espinas de las contrariedades y de nuestros propios defectos); así como pagar un precio para lograrlo, que consiste en el desarrollo de la comprensión, la tolerancia para con los errores o defectos ajenos; también supone la renuncia a los pequeños gustos y tendencias personales en beneficio de la generalidad, del grupo.

Por el contrario, los grandes enemigos para lograr la unión son el personalismo y el endiosamiento, comportamientos que minan la confianza y el espíritu de colaboración, y que nos alejan unos de otros. Es también cuando, sin darnos cuenta y sin una verdadera justificación, sustituimos el “nosotros”, palabra integradora que incluye a los demás, por el abuso del “yo”, que en muchos casos no se ajusta a la realidad, y que además genera frialdad y distancia entre unos y otros: “Yo conozco a…; yo no tengo conocimiento de esa situación; yo le dije que…; yo no le dije nada; yo ya sabía que…; y un largo etcétera. Una actitud personalista que invade el espacio colectivo, restándole el protagonismo que merece el trabajo en común.

Respetar es dar visibilidad al otro y darnos cuenta de que cada uno es diferente, único y excepcional. Aceptar las diferencias es clave de bienestar. Respetar es, en definitiva, saber comunicarnos.

(Valeria Sabater; psicóloga)

Sin ninguna duda, para que exista verdadera unión no puede faltar nunca el diálogo y la comunicación sincera. El exceso de amor propio puede hacernos creer que nosotros estamos siempre por el buen camino y que son los otros los que están equivocados, y por lo tanto, son quienes se tienen que preocupar por variar su rumbo, o pedir consejos a sus compañeros.

En las siguientes palabras del sabio apóstol de la caridad, como fue Vicente de Paúl, encontramos algunas de las claves importantes que tienen que ver con aquello que estamos analizando y también con la labor que la parte negativa está realizando, aprovechándose de nuestros defectos y debilidades, con la intención de que muchos grupos fracasen, bien disolviéndose, desviándose de los objetivos iniciales, o para que sus fuerzas se dividan y que cada uno siga por derroteros diferentes, y hasta quizás, enfrentados:

La unión hace la fuerza. En consecuencia, permaneced unidos para ser fuertes… Es menester que os tornéis invulnerables a los dardos emponzoñados de la calumnia y de la negra falange de los espíritus ignorantes, egoístas e hipócritas. Para conseguirlo, una indulgencia y una afabilidad recíprocas deben presidir las relaciones entre vosotros. Vuestros defectos tienen que pasar inadvertidos y sólo vuestras virtudes deben señalarse…”. Vicente de Paúl. (Capítulo XXXI; Disertaciones espíritas, ítem XX. Libro de los Médiums).

“…Si surgen disensiones entre vosotros, solo podrán ser inspiradas por malos espíritus. De esta manera, los miembros del grupo que en sí hayan desarrollado más el sentimiento de los deberes que les imponen tanto la urbanidad como el verdadero espiritismo, son los que tienen que mostrarse más pacientes, decorosos y dignos. Los buenos espíritus pueden, a veces, permitir que se produzcan esas luchas a fin de que tanto los buenos como los malos sentimientos tengan ocasión de exteriorizarse, siendo posible entonces separar el buen grano de la cizaña, y ellos estarán siempre del lado en que haya más humildad y verdadera caridad”. Vicente de Paúl. (Capítulo XXXI; Disertaciones espíritas, ítem XXVI. Libro de los Médiums).

Al mismo tiempo, para que la llama de la ilusión permanezca viva entre todos es necesaria, además de la auto-vigilancia para controlar nuestros impulsos y malas tendencias, valorar a nuestros compañeros, respetarlos; acostumbrarse a la toma de decisiones importantes entre todos los miembros del grupo; compartir trabajos y responsabilidades, especialmente con la gente joven, dejándoles un espacio y libertad para que se desenvuelvan como mejor consideren.

“La incomprensión fomenta la caída de excelentes construcciones del amor”.

Joanna de Ângelis.

Efectivamente, no podemos permitir que la incomprensión, el miedo o la comodidad sean los obstáculos que minen esas excelentes construcciones de amor. Edificios de trabajo que entre todos, como piedra sobre piedra, se han podido construir con el esfuerzo de todos, conformando una bella obra, todavía inacabada y necesitada de conservación y desarrollo. Un legado que parte de nuestros antecesores; aquellos que con toda la ilusión y llenos de dificultades trabajaron para allanarnos el camino a nosotros, que éramos sus futuras generaciones. Un testigo dado en mano con la responsabilidad de cederlo a las personas que nos sucedan en el futuro. Un tesoro que no se puede despreciar o tirar por la borda. Sin olvidar que, en palabras de la propia mentora Joanna de Ângelis, “La permanencia en los elevados ideales espirituales es una de las tareas más difíciles a las que se enfrenta el ser humano”.

Si falla la comunicación, si no se afrontan los problemas con diálogo sincero, respetuoso, con la intención de mejorar sin buscar culpables; si solo vemos los fallos ajenos como los verdaderos problemas, lo normal es que la tendencia ante esa manera de ver las cosas sea el individualismo; es decir, el que cada uno se centre en sus tareas y responsabilidades si las tuviera, además de buscar a aquellas personas con las que se pueda sentir más identificado formando un subgrupo dentro del propio grupo. Esta situación, que se puede ir gestando con el tiempo, no suele acabar bien. Al final suele llegar la división o incluso la disolución.

Si esto finalmente ocurre, el éxito habría que otorgárselo a esa parte negativa de la que hablaba el venerable Vicente de Paúl, aprovechándose de la falta de vigilancia de nuestros defectos, perdiendo una hermosa y muy valiosa oportunidad de crecimiento espiritual. Una tarea que rogamos a los Planos Superiores nos ofreciese cuando estábamos en el espacio, para redimir nuestras numerosas faltas. Una oportunidad para la que meticulosamente nos habíamos preparado.

Los tiempos que nos ha tocado vivir no son casualidad. Cada época tiene sus complicaciones y la actual también tiene las suyas. Unas dificultades de las que tomamos conciencia, puesto que se nos advirtió cuando aceptamos este reto en el plano espiritual. Por lo tanto, no tenemos excusas ni justificaciones, se trata de una responsabilidad de la que tendremos que rendir cuentas el día en que dejemos este mundo.

 José Manuel Meseguer -Amor, Paz y Caridad.


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La unión: Tarea de todos

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