INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Conmemoración de los Difuntos
2.- Suicida, ¡no te equivoques !
3.- El Universo (Psicografía)
4.- Espiritismo, solo hay uno
5.- Influencia de los Espíritus sobre el ser humano
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CONMEMORACIÓN DE LOS DIFUNTOS. FUNERALES
QUÉ DICE EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
320 – ¿Son sensibles los Espíritus al recuerdo de aquellos a quienes amaron en la Tierra?
– A veces más de lo que podéis creer; si son felices, ese recuerdo aumenta su felicidad; si son infelices, les sirve de alivio.
321 – El día de la conmemoración de los difuntos, ¿tiene algo de más solemne para los Espíritus? ¿Se preparan para venir a visitar a los que van a orar cerca de sus restos?
– Los Espíritus atienden al llamado del pensamiento, lo mismo aquel día que los otros.
– Semejante día, ¿significa para ellos una ocasión de permanecer junto a sus sepulturas? – Ese día acuden en mayor número, porque son más las personas que los llaman; pero cada uno viene por causa de sus amigos y no por la multitud de los indiferentes.
–¿Bajo qué forma comparecen y cómo les veríamos, si pudiesen hacerse visibles? – Bajo la que eran conocidos como encarnados.
322 – Los Espíritus olvidados y cuya tumba nadie visita, ¿acuden, a pesar de esto y sienten alguna pesadumbre al ver que nadie se recuerda de ellos?
– ¿Qué les importa la Tierra? No se vinculan sino por el corazón. Si no hay amor ahí, no hay nada que retenga al Espíritu, pues tiene todo el Universo para sí.
323 – La visita a la tumba, ¿causa más satisfacción al Espíritu que una oración hecha para él?
– La visita a la tumba es un modo de manifestar que se piensa en el Espíritu ausente: es una imagen. Ya os lo he dicho es la oración la que santifica el acto de recordar; poco importa el lugar, si ésta se hace de corazón.
324 – Los Espíritu de las personas a quienes se erigen estatuas o monumentos, ¿asisten a la inauguración y los miran con satisfacción?
– Muchos, cuando pueden, acuden; pero, son menos sensibles a los homenajes que al recuerdo que se les tributa.
325 – ¿De dónde proviene el deseo de ciertas personas, que quieren que se las entierre más bien en un lugar que en otro? ¿Vuelven a ese lugar con mayor satisfacción después de la muerte? ¿Y esa importancia atribuida a una cosa material, es señal de inferioridad del Espíritu?
– Afecto del Espíritu por ciertos lugares; inferioridad moral. ¿Cómo puede valer un pedazo de tierra más que otro para un Espíritu elevado? ¿No sabe que su alma se unirá a los que ama, aunque sus huesos estén desparramados?
– La reunión de los restos mortales de todos los miembros de una misma familia, ¿debe considerarse como cosa fútil? – No; es una costumbre piadosa y un testimonio de simpatía por los seres amados y si semejante reunión importa poco a los Espíritus, es útil a los hombres, pues los recuerdos están más concentrados.
326 – Al regresar a la vida espiritual, ¿es sensible el alma a los honores hechos a sus despojos mortales? – Cuando el Espíritu alcanzó cierto grado de perfección, ya no tiene vanidad terrestre y comprende la futilidad de todas esas cosas.Pero, se entiende que algunos Espíritus en los primeros momentos de su muerte material sienten gran placer con los homenajes que le rinden, o disgusto por el abandono de sus despojos, porque conservan aún algunos prejuicios de este mundo.
327 – ¿Asiste el Espíritu a su entierro?– Con mucha frecuencia; pero a veces, no comprende lo que ocurre, si se encuentra aún turbado.
– ¿Se alegra por la concurrencia de asistentes a su entierro? – Más o menos, de acuerdo con el sentimiento que los anima.
328 – El Espíritu del que acaba de morir, ¿asiste a la reunión de sus herederos?
– Casi siempre. Dios lo permite para su propia instrucción y castigo de los culpables, pues entonces juzga el valor de las manifestaciones que le hacen. Para él todos los sentimientos están al descubierto y la decepción que experimenta viendo la codicia de los que se reparten sus ahorros, le ilustra sobre los sentimientos de éstos; pero ya les llegará su hora.
329 – El respeto instintivo que en todos los tiempos y entre todos los pueblos siente el hombre por los muertos, ¿es efecto de la intuición que tiene de la vida futura? – Es la consecuencia natural de esa intuición; pues sin ella ese respeto no tendría sentido.
- El Libro de los Espíritus- Allan Kardec
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SUICIDA, ¡ NO TE EQUIVOQUES !
Espíritu Cristóbal, Médium; Bertolinni
Después de más de siglo y medio, constituye un hecho sorprendente la forma cómo Allán Kardec se adelantó a su tiempo. No sólo en lo que respecta a la confección científico-filosófico-moral que supuso la codificación; sino a los hechos y situaciones que derivarían de la aparición de la misma y los inconvenientes que esta nueva doctrina debería enfrentar a lo largo de su comienzo para su pervivencia en el tiempo y consolidación posterior.
La argumentación del maestro de Lyon era obvia; era preciso distinguir a este nuevo movimiento espiritual de otros muchos, y por ello precisaba de una nueva denominación. Por ello acuñó el término Espiritismo, a fin de dotar de carácter propio a esta nueva doctrina y de una singularidad que la diferenciara de otros movimientos espirituales. Se trataba de una nueva “filosofía espiritual” pero claramente diferenciada en sus postulados y objetivos de otras muchas, ya que era una “doctrina filosófica con base científica y de consecuencias morales “.
Religiones, movimientos esotéricos, místicos, escuelas de pensamiento espiritual, que tuvieran el alma o espíritu como principio en el ser humano podían considerarse movimientos espirituales, y muchos de ellos no tenían apenas otra cosa en común, véase Masones, Teósofos, Rosacruces, Gnósticos, Budistas, Hinduístas, Católicos, Luteranos, Musulmanes, etc.
La experiencia propia que adquirió en los primeros años, y la disidencia que algunos de sus más estimados colaboradores llevaron a cabo, sumió a Kardec a una profunda tristeza al principio que muy pronto fue superada para respetar y no criticar las decisiones de los disidentes, pero al mismo tiempo vislumbró la necesidad imperiosa de fortalecer los principios de la nueva doctrina dejando bien claro que Espiritismo sólo hay uno, el que los espíritus dirigieron en la aparición de la codificación. Era preciso distinguir la doctrina espírita del movimiento espírita, esto es algo que aún hoy, 163 años después de la publicación de El Libro de los Espíritus”, todavía no está claro para algunos.
Cualquier otro movimiento que se apartara de los postulados principales de esta doctrina, aunque siempre respetable, no podría denominarse Espiritismo. Cabría a sus promotores la responsabilidad de acuñar otro término diferente, pero nunca el de Espiritismo. Esta respuesta de Kardec tenía por base el hecho de no mezclar, ni extrapolar, ni confundir a los seguidores, pues ya era evidente en esos momentos, Febrero 1866, que algunos de los disidentes estaban creando su propio movimiento y proyecto, que vió la luz bajo una publicación titulada bajo el eufemismo de “Periódico de Espiritismo Independiente”. ¿Independiente, de quien o de qué? se preguntó Kardec.
Analizando la cuestión Kardec entendió claramente las implicaciones de ese nuevo movimiento surgido de las entrañas del propio núcleo inicial de constitución de la doctrina. Se trataba por parte de algunos compañeros de liberarse de la influencia de los mentores espirituales que ofrecieron las directrices de la doctrina espírita y al mismo tiempo prescindir de la supervisión del maestro de Lyón.
La respuesta no se hizo esperar y, con todo respeto, Kardec escribió: “Espiritismo independiente es el Espiritismo liberado no sólo de la tutela de los espíritus sino de toda dirección o supremacía personal, de toda subordinación a las instrucciones de un Jefe, cuya opinión no puede ser Ley, puesto que no es infalible “.
Los promotores de la nueva iniciativa no evocaban ya a los espíritus en sus reuniones. Según afirmaban, serían ellos mismos, con su saber y entender, los que crearían doctrina sin necesidad de recurrir a la mediumnidad “para no estar sometidos a mediums falibles o espíritus engañosos “. Insistirían igualmente en la inutilidad y la banalidad de la moral espírita, de forma que serían ellos por sí mismos los que marcarían las directrices sin recurrir al mundo espiritual:
“Discutiremos entre nosotros, buscaremos y decidiremos bajo nuestra sabiduría, los principios que deben ser aceptados o rechazados, sin recurrir a la autorización de los espíritus “
Estaba ya muy claro para Kardec; el estudio de la doctrina sería conducido por los vivos y no por los muertos. Esta cuestión era principal para el maestro, pues siempre, desde sus inicios, atribuyó la responsabilidad de la doctrina a los espíritus, y nunca la asumió como obra suya.
En su respuesta a estos compañeros respondió que podían renegar de su liderazgo al frente del movimiento, pero que era un error de mayúsculas dimensiones renegar de los espíritus y dijo:
“Las comunicaciones de los espíritus fundaron el Espiritismo. Rechazarlas, después de haberlas aclamado es querer derrumbar el Espiritismo por la base”
Este movimiento paralelo, tuvo ciertamente algunos seguidores, sin embargo la repercusión de la obra de Kardec fue tan importante que eclipsó totalmente esta iniciativa en un momento determinado. Sin embargo, es justo reconocer que, al amparo de esa disidencia, nuevas obras vieron la luz y que no tenían nada que ver con el Espiritismo que Kardec había codificado. Un ejemplo ya fue mencionado en capítulos anteriores al hablar de la obra del abogado Roustaing “Los Cuatro Evangelios”.
La influencia de algunas de las obras y de otros disidentes que comenzaron con Kardec, ha llegado hasta hoy. Tanto es así que se confunden muchas veces a estudiosos que se autodenominan espiritas y sin embargo tienen sus principios en algunos de estos movimientos colaterales, roustaingistas, seguidores de trincado y otros que, autodenominándose espíritas no trazan la línea de la diferencia entre los principios básicos de la doctrina de Kardec y los suyos propios, llevando tristemente a una confusión a los neófitos que se interesan por el Espiritismo auténtico y que aceptan sin dudar como postulados de la doctrina espírita cuestiones de las que Kardec nunca habló en sus obras.
Hemos de expresar nuestro más absoluto respeto por todos los movimientos espirituales que tienen como intención mejorar al hombre en su condición moral y espiritual. No obstante es preciso discernir lo que es y lo que no es el Espiritismo codificado por Kardec, a fin de evitar confusiones, mezcolanzas o similtudes que desnaturalizan la esencia del mensaje que los espíritus dieron al maestro de Lyón.
Ayer como hoy, se hace preciso confirmar que Espiritismo sólo hay uno, el que los espíritus encargaron a Allán Kardec codificar bajo sus instrucciones. Todo lo demás serán aproximaciones, indefiniciones entre movimiento y doctrina, obras respetables y de buena intención pero exentas de la sanción que los espíritus otorgaron a la obra ordenada y codificada por el profesor Rivail.
Para terminar, dejamos aquí la respuesta del propio Kardec a aquellos que cuestionaban su posición al frente de la doctrina, confundiendo las verdaderas intenciones del maestro, que repetidamente había manifestado por escrito, en público y en privado acerca de su papel en la constitución y organización de la nueva doctrina.
“¿Algún día me hice pasar por profeta, mesías, sacerdote o sumo pontífice? Si otros pudieran hacerlo mejor que nosotros, nunca iremos en su contra, porque jamas hemos dicho ni diremos que fuera de nosotros no existe la verdad.
¿Damos instrucciones? Sí. Pero nadie está obligado a seguirlas. ¿Realizamos alguna censura? Jamás mencionamos a nadie salvo cuando hemos de elogiar a alguien. Así mismo nuestras instrucciones son dadas de forma general, bajo el desarrollo de nuestros principios y para el uso de todos”
Podemos comprobar la ecuanimidad y libertad que otorgaba en la interpretación de la doctrina, al propio tiempo que se observa la responsabilidad asumida libremente a la hora de aconsejar y matizar que esas instrucciones no eran más que sugerencias basadas en los principios espíritas que él había asumido en primer lugar y tenía la obligación de divulgar como responsable de la obra y no como autor de la misma.
Antonio Lledó Flor- Amor, Paz y Caridad
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