martes, 26 de enero de 2021

¿ Por qué se oculta la verdad?

  INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- La tristeza no es enfermedad

2.-La prueba del Cielo

3.- Ética y Relativismo moral

4.- La vida es corta

5.- ¿ Por qué se oculta la verdad?




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LA TRISTEZA NO ES ENFERMEDAD PSIQUIATRICA


 La Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que la depresión será la dolencia más común del mundo de aquí a 20 años. Actualmente 121 millones de personas sufren de esa enfermedad. 

   Sin embargo, para el médico Miguel Chalub, hay una cierta exageración en esos números. Él defiende que tanto los pacientes como los médicos están confundiendo tristeza con depresión. Chalub, psiquiatra, es una de las mayores autoridades brasileñas en depresión, afirma que, actualmente, cualquier tristeza es tratada como una  enfermedad psiquiátrica. Los pacientes prefieren recurrir a los remedios y no encarar el sufrimiento.”  Muchos médicos se rinden a los laboratorios farmacéuticos y recetan antidepresivos sin necesidad, excepto  los psiquiatras que son los que menos recetan antidepresivos, porque están más preparados para reconocer las diferencias entre la “tristeza normal y la patología, según Chalub. 

   Muchos profesionales se dejan llevar por el lobby de la industria farmacéutica. No se puede quedar más angustiado, aborrecido, chateado, porque eso es inmediatamente transformado en depresión, afirma Chalub. Es la medicación de una condición humana, la tristeza. Es transformar un sentimiento normal, que todos nosotros debemos tener, dependiendo de las situaciones, en una entidad patológica. 

   Hay situaciones en que, si no quedamos tristes, es un problema – como cuando se “pierde” a un ser querido. Más el hombre no necesita sentir cosas que son humanas, como la tristeza, explica Miguel, Para Chalub lo que diferencia la tristeza normal de la patología es la intensidad. La tristeza patológica es mucho más intensa. La normal es un estado del espíritu. Más allá de eso, la patología es larga. Es la presión en el pecho, la dificultad de moverse, la persona solo quiere quedar dormida, puede acontecer por uno o dos días más, después, pasa. En patológica, se encuentra en las entrañas, informa Chalub. 

   Quien más receta antidepresivos no son los psiquiatras, son los demás médicos. Los psiquiatras tienen una formación para percibir que primero es preciso ayudar a la persona a entender lo que esta pasando con ella y después, si es una depresión, medicar. . El paciente dice: “Estoy triste.” El médico responde: “Pues no”, y receta el ansiolítico. ¡Ese es el problema! Muchos afligidos acostumbran a recurrir a los tranquilizantes y se debaten aflictivamente para que la aflicción no los alcance en la vida cotidiana. 

   ¿Es común extasiarnos ante la belleza de las estrellas del firmamento, en pedidos al Creador, a fin de que la angustia no nos abata y ni nos alcance en el camino, o, aun para que los sufrimientos se desvíen por otros rumbos? Con todo, la realidad de las pruebas y expiaciones ante los estatutos de Dios llega inexorable. 

   Ante los eventos impetuosos de los azotes emocionales, nos sentimos vencidos y solitarios. Pero , en realidad, lo que parece infelicidad o derrota puede significar intervención providencial de Dios, sin necesidad, por tanto, del uso de tranquilizantes para aliviar el dolor. En muchos momentos de la existencia, cuando lloramos lagrimas de angustia, los Benefactores se animan “allá”, de la misma forma en que los horticultores “acá” descansan, serenos, después de la labor del campo bien podado. ¡La vida es así! Esas lágrimas asfixiantes, muchas veces representan para nosotros alegrías en las dimensiones superiores de la vida espiritual. Evidentemente nuestros protectores del más allá no gozan porque estemos con padecimientos atroces, pero ellos saben exactamente qué tal situación señala posibilidades renovadoras en el buril de nuestro crecimiento espiritual. Considerando la imagen figurada del campo, recordemos que para todo área de cultivo debe haber tiempo de remoción de la tierra, limpieza y  la poda necesarios. 

   Cuando nos encontramos en estado de profunda tristeza, resultante de los deslices que cometemos impensadamente, ante la Ley de Acción y Reacción, es natural que suframos los resabios amargos de la angustia que amontonamos sobre el corazón y el cerebro; todavía cuando los grandes obstáculos y dolores en la lucha diaria nos sorprenden el espíritu, en situaciones que impiden de nuestra responsabilidad directa, en esta hora de angustia intima que nos llega nos proyecta para escalas superiores de evolución, si es soportada con coraje y determinación, alegrando a nuestros amigos espirituales que se esmeran en ampararnos las 24 horas del día, pues ellos ven nuestro esfuerzo en superar con buen ánimo a estos momentos angustiantes. 

-Jorge Hessen -

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                “La Prueba Del Cielo” 

 – Experiencia De Muerte Inminente  -


                                                                   


    En su libro títulado Proof of Heaven (La Prueba del Cielo), un neurocirujano norteamericano, el Dr. Eben Alexander, hasta entonces escéptico y cartesiano, cuenta su propia experiencia de muerte inminente (EMI), un viaje que le convenció de la existencia de una vida después de la muerte. En 2008, presentó una grave meningitis bacteriana E Coli, de forma rara y muy grave (10% de posibilidad de sobrevivencia). Muy rápidamente cayó en un coma que le duró siete días. Por su educación, él había crecido deseando creer en Dios, el Cielo y la vida después de la vida, pero decenios en el riguroso mundo científico de la neurocirugía universitaria, cuestionaron profundamente la existencia eventual de  tales factores espirituales. Las modernas neurociencias explican que el cerebro da nacimiento a la conciencia, a lo mental, al espíritu, al alma, cualquiera que sea el nombre que se quiera dar a esta parte invisible del ser, y él ya no dudaba que eso fuera cierto. 

   Como la mayoría de los profesionales de la salud que tienen contacto directo con pacientes moribundos y sus familias, en el transcurso de los años oyó hablar, y también vio, algunos hechos bastante inexplicables. Clasificaba estos casos en la categoría “inexplicado” y los dejaba a un lado, suponiendo que algún día una respuesta de sentido común podría explicarlo todo.

    Por supuesto, como médico, la última cosa que haría “hubiera sido negar a cualquiera el consuelo y la esperanza que aporta la fe”. Sin embargo, en cuanto a él, antes de esta EMI, consideraba que “el cerebro crea la conciencia. Cuando la máquina se rompe, la conciencia se detiene. No hay más nada que comprender”. Estando pues en coma, describe lo que le sucedió. Comienza por la descripción de un período de turbación que puede definirse como negativo: sensación de no estar bien, oscuridad fría y húmeda, un lugar aterrador con presencia de animales grotescos, aullidos y olor a muerte. En este espacio, no tiene ningún recuerdo de su existencia y ninguna noción del tiempo transcurrido. Luego, describe el tránsito: algo aparece en la oscuridad, una luz blanca y dorada; oye una música, la más hermosa que haya escuchado jamás. Luego, en el centro de la luz: una abertura. Y empieza a elevarse, acompañado por una joven a la que describe pero que no conoce. Luego, penetra al más allá: tiene sensaciones de comprensión inmediata y global, sensaciones de estar en una dimensión o dimensiones que difícilmente puede explicar con sus palabras. Habla de la profunda sensación de amor en la que se encuentra, habla de haber sentido a Dios. “¿Cuánto tiempo permanecí en ese mundo? No tengo idea. Cuando uno se encuentra en un lugar donde no hay sensación de tiempo, describir precisamente lo que se siente es casi imposible”. Observa que conocer y ser capaz de pensar en alguna cosa basta para desplazarse en esa dirección. Luego, al cabo de siete días, contra toda previsión, pues en ese momento se piensa en dejarlo “partir” (si no muere, las secuelas neurológicas serán gravísimas y quedará en estado vegetativo), sale del coma y describe perfectamente el hecho de que tuvo conciencia de que debía “volver a bajar”, en particular por su hijo más joven. Al volver a bajar, vio los rostros de las personas que estaban en su cabecera. La descripción de lo que vivió es un ejemplo notable de EMI y comprobamos que lo que describe corresponde perfectamente a lo que sabemos en espiritismo acerca de este fenómeno. El Dr. Raymond Moody dice sobre esta historia que es “la más fantástica que he oído en los cuarenta años que estudio este fenómeno. Este hombre es la prueba viviente de la existencia de la vida después de la vida”. El Dr. Alexander explica que, como neurocirujano en ejercicio, se encuentra en una buena posición para juzgar no solamente la realidad, sino también las implicaciones de lo que le ocurrió. Dice: “Mi experiencia me ha enseñado que la muerte del cuerpo y del cerebro no es el fin de la conciencia, que la experiencia humana continúa más allá de la muerte. Sé diferenciar entre el fantasma y la realidad, y sé que esta experiencia es la experiencia más real de mi vida”. Y explica que tiene “desde ahora, una comprensión mucho más amplia de lo que significan realmente vasto y maravilloso. La parte física del universo es como un grano de polvo comparado con su parte invisible y espiritual. En mi antigua visión del mundo, espiritual es una palabra que no hubiera empleado durante una conversación científica. Ahora pienso que es una palabra de la que ya no podemos hacer economía”

    Esta EMI presenta ciertas características: en primer lugar, la gravísima causa infecciosa que destruye todas las funciones superiores del cerebro y sólo conserva sus partes más primitivas, las dedicadas al mantenimiento. No obstante el cerebro siguió funcionando durante la totalidad o la mayor parte de su coma. “Pero en lo que concierne a la parte de mi cerebro de la que todo neurocientífico les diría que es responsable de mi lado humano: pues bien, esa parte ya no estaba”. Luego, durante toda la duración de este coma, cuando vivió el tránsito, no se acordaba de nada de su vida terrenal; no había nada que lo retuviera. Finalmente explica que, contrariamente a la mayoría de las EMI, no encuentra espíritus a los que ha conocido y amado. Es recibido por una entidad a la que no conoce. Una hermosa joven. En su testimonio, cuenta que fue un niño adoptado que tuvo el deseo de encontrar a sus padres “biológicos”, lo cual sucedió. Los conoció lo mismo que a los hijos, salvo a una de sus hermanas que había fallecido. Se le mostró luego una foto de esa hermana fallecida, y no la conoció sino que la reconoció. Era la entidad que encontró durante su EMI: ¡era su propia hermana biológica a la que no había conocido en vida! 

   Una vez salido de su coma, rápidamente tiene la idea de dar testimonio e ir a consultar literatura sobre este fenómeno de las EMI. No obstante se abstiene de hacerlo, y empieza por escribir lo que ha vivido, para no sufrir ninguna influencia y poder dar un testimonio auténtico. Se limita a suministrar su observación, lo cual, en este campo como en otros, es la base de todo espíritu científico. 

   Destaquemos finalmente, que es interesante que tal testimonio proceda de un neurocirujano. El Dr. Alexander termina su obra formulando las posibles críticas científicas que le serán expuestas, y que discutirá con sus colegas. Presenta las diferentes hipótesis neurocientíficas exploradas para explicar su experiencia, y en cada una de ellas indica que solamente la supervivencia del espíritu permite una explicación coherente. 

   Citémosle para concluir: “El verdadero pensamiento no es asunto del cerebro. Yo comprendía que el espíritu y la personalidad (como algunos llaman a nuestra alma o espíritu) siguen existiendo más allá del cuerpo. Sé lo que he vivido. Y por amor a los que están en la Tierra y a los que encontré más allá de este mundo, considero mi deber —a la vez como científico, y por tanto buscador de la verdad, y como médico dedicado a ayudar a los demás— dar a conocer a tantas personas como sea posible que lo que he vivido es auténtico, real y de una importancia colosal, no simplemente para mí, sino para todos nosotros”. 

Por Denis George – Traducción de Ruth Neumann Publicado en la revista Le Journal Spirite en Español. La Revista del Círculo Espírita Allan Kardec de Nancy (Francia). Nº 104 Abril – Junio de 2016. 

Escrito por Colaboraciones para Zona Espírita


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              ÉTICA Y RELATIVISMO MORAL 

                                                               

                                                                           


P: ¿Qué definición se puede dar de la moral? R: Es la regla para conducirse bien distinguiendo entre el bien y el mal y se basa en la observancia de la Ley de Dios. (Allán Kardec – ítem 629 L.E.) 

    El problema ético-moral del bien y el mal es algo debatido durante siglos por los filósofos, teólogos, religiosos y hombres de toda condición. 

   Cuando los códigos morales están vinculados a una creencia o religión determinada, sus adeptos lo tienen más fácil; el bien y el mal son los principios que esa fe sustenta como verdaderos y, acogiéndose al cumplimiento de los mismos, el creyente está convencido de actuar correctamente. El problema viene cuando las creencias están impregnadas de dogmatismo, fanatismo o exclusivismo, creyéndose en posesión única de la verdad, y con ello rechazando cualquier otro principio de superior moralidad o ética que pertenezca a otra línea de pensamiento o creencia. Es entonces cuando se pone de manifiesto que la verdad no la tiene nadie, es exclusiva de Dios, y como tal el hombre la va descubriendo a medida que va progresando y evolucionando en su camino de desarrollo moral. 

   Cuando la creencia se impregna de dogma, prejuicio, fe fanática o irracional, la mente se cierra y los principios que sustentan esa idea se vuelven cada vez más pequeños al anquilosarse en el tiempo y no tener capacidad del evolucionar por sí mismos, de acuerdo con la evolución ética y moral de la sociedad. 

   Todo aquello que se presenta inamovible se esclerosa, y poco a poco va muriendo o perdiendo capacidad de atracción. Con las creencias ocurre lo mismo. Gran parte del escepticismo y descreencia hacia las religiones ha venido porque estas no han sabido reconstruirse, renovarse y adaptarse a los tiempos actuales. 

   Por otro lado, el sentido del bien y del mal, entendido bajo un prisma ético-moral, tiene detractores entre los que se colocan en el otro extremo. Son aquellos que niegan la existencia por sí mismos del bien y del mal, y que simplemente lo reducen a construcciones culturales o sociales en función de las  costumbres y tradiciones de los pueblos y sociedades. 

   Aquí hay que hacer una salvedad; aquellos que así piensan confunden moral social con moral espiritual. Los sociólogos confundieron inicialmente moral con costumbres, pero desde hace algunas décadas han reevaluado el concepto de moral bajo una regla general: “la común aspiración al bien”. Tienen razón en el hecho de que aquello que es moralmente aceptado en una sociedad puede ser condenado en otra debido a las costumbres, pero esto se circunscribe a los principios culturales, religiosos o tradiciones de un pueblo o grupo humano determinado. Sin embargo, en lo referente a la moral espiritual existen códigos ético-morales de un tenor tan elevado que trascienden las religiones y las teologías, siendo compartidos por la inmensa mayoría de los pueblos tradicionales de la Tierra. Esto es una característica de un principio de verdad universal. Desde antiguo, Caldeos, Babilonios, Chinos, Hindús, Budistas, Judíos, Cristianos, Musulmanes, mantienen principios de moral equivalentes que son verdaderas joyas de lecciones ético-morales y que demuestran que la verdad es universal y todos tienen parte de la misma, sin llegar siquiera a abarcar más que un pálido reflejo de la verdad única. 

   Como no podría ser de otra forma, un mundo todavía primario como el nuestro no puede alcanzar mayores concepciones y percepciones de la verdad única. Esta última no es otra cosa que la realidad primera y última, la causa primera y final, la inteligencia suprema del Universo; o lo que es lo mismo: Dios. Así pues, la comprensión de la Realidad y la Verdad Una es directamente proporcional a la evolución espiritual de las humanidades que pueblan los mundos en distintas partes del universo. 

   Otra concepción del bien y del mal que está muy de moda es aquella que niega que existan ambos conceptos, pues todo se enfoca desde el punto de vista del relativismo. Este concepto, contrario al objetivismo, está fuertemente impregnado en muchas ideologías, y llevado al extremo es tan perjudicial como aquel otro que no admite más que su única verdad, creyéndose en posesión única de la misma. El relativista exagerado todo lo ve bajo un prisma de absoluta irresponsabilidad, pues parte de la idea de que todo es y acontece según el cristal con que se mira. Y si bien es cierto que no le falta parte de razón, hay algo que sobrepuja el concepto relativista, y no es otra cosa que la propia realidad, los hechos y evidencias que se presentan y que demuestran que, por encima de los conceptos y las ideas subjetivos, existen y se producen “actos de bien” y “actos de mal”; estos son realizados por personas, y con ello están dando lugar a entender que la libertad de elección por parte del individuo tiene una acción directa en la naturaleza de los actos que realiza, buenos o malos. El relativista ignora que por encima de los criterios subjetivos de percepción de la realidad existe un orden universal que impregna el funcionamiento del universo físico y espiritual. Este orden, que nos permite comprender lo que somos y cómo nos desenvolvemos en estas cuatro dimensiones, está por encima de los criterios de decisión y elección subjetivos del ser humano. La Fuerza Creadora que ha instaurado este orden mediante unas leyes y a la que llamamos Dios, está muy por encima de nuestras débiles y escasas capacidades de transformación de la realidad. La Ley Natural que comprende la totalidad de las leyes físicas, espirituales y morales que rigen el Cosmos, es la pauta universal, y la distinción entre el bien y el mal depende del criterio de si nos acercamos a ella (Bien) o nos alejamos de ella (Mal). Así pues, debemos considerar que el bien y el mal existen por sí mismos. Siendo el primero aquellas consecuencias derivadas de actos que se ajustan a las leyes naturales o leyes de Dios, y el segundo las acciones que contravienen las leyes morales establecidas en todo el Universo. El ajuste a las directrices de esas leyes es el fiel de la balanza; cuando nos salimos de ellas llega el desequilibrio; y al igual que en las leyes físicas toda acción produce una reacción proporcional que intenta reajustar la desarmonía, en el aspecto humano los actos son realizados por la conciencia del individuo, y sobre ella recae el reajuste cuando no se actúa correctamente. Mucho antes del famoso debate de Lutero con Erasmo de Rotterdam en el siglo XVI acerca del libre albedrío de la criatura humana, el problema del bien y del mal ha estado presente en el pensamiento de filósofos, teólogos, religiosos, y últimamente de sociólogos y psicólogos, condicionando así la perspectiva de la conducta humana y la repercusión de los actos contrarios a los principios ético-morales de los que disponemos. 

    Por afectarnos directamente, en nuestra parte occidental el código moral más elevado que nos ha sido legado es el Evangelio de Jesús, pero no con las  interpretaciones y tergiversaciones que ha sufrido a lo largo de estos dos mil años por parte de las distintas religiones, sino en la esencia más pura de absoluta sencillez y estricta norma de conducta: “Ama a tu prójimo como a tí mismo y a Dios sobre todas las cosas” es la piedra angular de ese código moral. 

   Pero en lo que respecta al bien y el mal, no es menos excepcional la respuesta que nos ofrece en cuanto a cuál debe ser nuestra norma de conducta: “No os resistáis al mal que os quieran hacer; si os hieren en una mejilla presentarles la otra”. No podemos tomar literalmente esta frase, como la mayoría de las máximas de Jesús, pues parecería que los que obran el mal no tendrían freno ni serían castigados. Analicemos lo que quiere decir el Maestro con esta frase; a simple vista puede parecer una cobardía si no somos capaces de comprender que se necesita más valor para soportar un insulto que para vengarse. Con esas palabras Jesús no prohibió la defensa cuando somos agredidos, sino que condenó la venganza. En otras palabras, nunca debemos devolver mal por mal, sobrellevando con paciencia una injusticia antes que cometerla. 

   Si algo presenta como extraordinaria la figura de Jesús, al margen de interpretaciones exclusivistas o definiciones teológicas o religiosas, es su “excelsa autoridad moral”. Nadie como él ha dado testimonio de su vida siendo consecuente con sus palabras, y con ello marcó un hito en la historia, siendo respetado incluso por muchos que no son cristianos. El bien y el mal están presentes siempre en el código moral de Jesús como referente principal, como en aquella ocasión en que le interpelaron: “Maestro Bueno, tu puedes hacer esto” y Él respondió: “Bueno, solo es mi Padre que está en el Cielo”. 

   Terminamos recomendando que, en la mejora moral basada en la práctica del bien, encontraremos el camino de progreso hacia la felicidad humana que recomendó el Maestro de Galilea: “Sed perfectos como mi Padre es perfecto”.

 Redacción  Amor, Paz y Caridad.


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                                       LA VIDA ES CORTA

                                                                      


Esta vida es muy corta, decide con el corazón

Hoy te invito a hacer este ejercicio:

Imagina por un momento que una puerta de un carro ha pisado tu mano, el dolor es tan intenso que acudes a centro hospitalario, estando allí te hacen todos los exámenes y ejecutan todos los procedimientos que amerita el caso y resulta que no solo tienes fracturadas dos de tus falanges, sino que tienes un cáncer en estado terminal, no hay nada que hacer.

Solo imagina tu primer pensamiento: Me voy a morir pronto! Esto es todo.

Piensa en cómo has vivido tu vida hasta el momento de la noticia, cómo has despertado cada día, qué has apreciado, cuántas personas que quieres y te quieren dejarás en este mundo, qué has dado, tus hijos son pequeños aún, les has dicho cuánto los amas? Cuánto tiempo invertiste en un trabajo que no te gustaba y que ni siquiera te remuneraba suficiente, cuántos viajes postergaste por no tener tiempo?… Ahora sí no tienes tiempo… qué vas a hacer con lo que te queda de vida? Vas a seguir haciendo lo que hasta ahora has hecho o te gustaría vivir de otra forma tus últimos días?

Probablemente desees hacer ajustes de cómo vienes llevando tu vida, quizás ahora la familia o tú mismo tengan un papel protagónico, quizás aún hay tiempo para conocer esa hermosa ciudad que solo en fotos pudimos disfrutar…

Afortunadamente esto ha sido solo un ejercicio (para la mayoría), y está claro el mensaje que se quiere transmitir, cómo estás viviendo tu vida, no es necesario tener una enfermedad terminal para crear un punto de inflexión, todos vamos a morir en algún momento, nuestro paso por este mundo es corto y probablemente no le estemos sacando el mayor provecho.

Dale prioridad a lo que realmente lo merece, no dejes que terceras personas te roben tu paz, procura el bien de los demás, asegúrate de que estás disfrutando, porque si lo estás haciendo quizás no importa tanto para dónde vas, porque cuando el corazón disfruta, muy probablemente estamos en el camino “correcto”.

La muerte está allí, potencialmente latente en cada respiro, somos vulnerables ante ella, aún gozando de buena salud, no esperemos estar cerca de ella para hacer ajustes, porque quizás no tengamos ni siquiera esa oportunidad.

“Carpe Diem (aprovecha el día presente). Palabras que nos recuerdan que la vida es corta y debemos apresurarnos a gozar de ella.”
―Horacio



Vive con el corazón abierto para apreciar las maravillas del mundo, agradece el hecho de tener este momento para hacer lo que quieras, agradece cada aprendizaje, cada persona que se cruza en tu camino. Puede que nos quede mucho o poco tiempo acá, pero mientras tanto, estemos, SEAMOS, con toda la magnificencia que se nos ha dado con el don de la vida.

 ( Trabajo aportado por Viviana Clara Gianitelli)

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                            ¿Por qué se oculta la verdad?

      Tal vez sea porque las religiones dogmáticas han visto en ello un peligro para el sostenimiento de sus dogmas, o  porque la ciencia materialista y  atea, influida por las doctrinas marxistas que adoptaron las sociedades, o que poco a poco se les impusieron, y que niegan todo lo relacionado con la existencia de Dios, del Alma o del Más Allá, divulgando que estas verdades son solamente creencias o supersticiones religiosas, la Ciencia oficial ha creído entonces  ver en peligro sus  postulados porque no agradarían a la sociedad influenciada por esas doctrinas políticas que han pretendido imponer, y se ha empeñado en cerrar los ojos al reconocimiento de lo espiritual real y verdadero, ignorando otras realidades que existan fuera del ámbito lo material.

      Para las religiones,  existe el alma humana aunque no muy explicada, pero preconizan la existencia de un dios siempre extraño a la razón  que  choca muchas veces frontalmente con la inteligencia y con la fe.  Para las religiones ninguna evidencia  supone el  fenómeno que no se produzca en el seno de las mismas o que pueda atentar contra algún concepto dogmático  establecido, o  simplemente  niegan su existencia, y si reconocen la misma, enseguida la apartan  y la condenan como "cosa demoniaca", o bien tratándola como  alucinaciones y también  bajo  amenazas de  excomuniones y condenación eterna  o de desgracias   con   la alegación  de que esas evidencias o "milagros", son solamente  intervenciones diabólicas a las que no hay que dar crédito.

      Para la Ciencia oficialmente  agnóstica y en parte también gracias a las religiones   dogmáticas, las manifestaciones espirituales  son ignoradas  a propósito y a veces hasta ridiculizadas, porque para ella todo fenómeno  que no se  pueda someter a comprobaciones  físicas o químicas de un laboratorio, una de dos : o no existe o si existe es  causado por alguna mente humana  anormal, tal vez capaz de provocarlo . 

   También es de señalar, que  muchos prestidigitadores  e ilusionistas, a veces han reproducido para sus espectáculos,  fenómenos que han hecho aparecer como auténticos, pero siempre bajo el mérito de no engañar a nadie cuando advierten que solo se trata de trucos ingeniosos que reproducen  con éxito, acompañados de una adecuada escenografía, por lo que  mucha gente ha creído que los fenómenos espíritas siempre fueron trucos de prestidigitación. Este es solamente uno de los muchos “velos de Isis” que han ocultado la realidad.

   Por otra parte algunos científicos, que alguna vez han  sido testigos del fenómeno y han investigado después y  confirmado seriamente alguna evidencia de estas realidades  por el método que haya sido, tienen normalmente mucho cuidado, temiendo sobre todo por su prestigio personal y social, para  silenciar este dato  poco conveniente para su prestigio profesional y social, manteniendo a la opinión pública  dentro de los credos  y corrientes  materialistas  socialmente  establecidos  porque a ellos les conviene.

   No les culpo de su falta de heroicidad, sino de su cobardía  al dejarse llevar por la corriente materialista imperante, y  por su conformismo en la mayoría de los casos al creer que investigar esas cosas es cuestión de otros y que no es un campo muy práctico de trabajar, porque se “puede perder más de lo que se puede ganar”.    

      En esta sociedad materialista que conforman en general todos los pueblos de la Tierra en la actualidad, no caben estos conceptos que entran en el terreno de lo trascendente, y desde hace dos siglos a esta parte, a los poderosos  que parecen mover los hilos del funcionamiento del mundo, parece que la idea del alma y de Dios les estorba como  si de un rival se tratase,  pues en su orgullo y soberbia solo conciben que a ellos se les tenga que servir y adorar finalmente como dioses supremos a los que el resto de la humanidad estará destinada a someterse, y mediante un poder  económico  inmenso, desconocido y generalmente oculto, mueven los hilos necesarios, algunos   atrincherados en sociedades secretas en las que albergan sus planes de poder supremo, teniendo para ello a su servicio a gobernantes, científicos, magnates, etc. Tal vez estos señores del mundo, todopoderosos, son ese Anticristo que se menciona en el Apocalipsis para el llamado final de los tiempos, pero que finalmente estarán llamados a ser derrotados por la propia evolución espiritual de la Humanidad.

- Jose Luis Martín-

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