sábado, 9 de enero de 2021

Cuando me muera

   INQUIETUDES   ESPÍRITAS

1.- Lo que sucede cuando usted entra en un Centro Espírita

2.- Los buenos espíritas

3.- La Mediumnidad, siempre presente

4.- ¿Qué aspecto tienen los espíritus?

5.- Cuando me muera





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LO QUE SUCEDE CUANDO USTED ENTRA EN UN CENTRO ESPÍRITA

                                          


Cuando usted entra en un Centro Espírita, usted no se vuelve médium. A no ser que usted haya nacido con el cuerpo físico preparado para eso, usted no comenzará a ver o a oír a los Espíritus.

Cuando usted entra en un centro espírita, no existe ninguna clase de recado de los Espíritus Superiores dirigido exclusivamente a usted. Tampoco sus familiares desencarnados le enviarán cartas diciendo lo que usted debe o no debe hacer en la vida.

Cuando usted entra en un centro espírita, las personas no le van a contar quien fue usted o que hizo en vidas pasadas. Si esas informaciones fuesen necesarias usted se recordaría por sí mismo. Basta saber que usted hoy recoge de aquello que plantó en otras existencias, para que usted pase a sembrar con más sabiduría y amor en el día de hoy.

Cuando usted entra en un centro espírita, usted no recibe la solución mágica para resolver sus problemas. Sus dolores continuarán existiendo. Sus pérdidas, sus dolores, sus dificultades de relacionamiento o de lo que  quiera que usted enfrente en la vida.

Cuando usted entra en un centro espírita, usted definitivamente no está a salvo. Su lugar en el cielo jamás podrá ser comprado, porque la idea de cielo del Espiritismo nada tiene que ver con ángeles tocando el arpa en las nubes, y sí con la conciencia tranquila del deber cumplido.

La verdad que pocos comprenden o quieren comprender, es que cuando usted comienza a frecuentar un centro espírita, absolutamente nada cambia en su vida. Créalo. Nada en absoluto. 

A no ser que usted tome la decisión de cambiar, y comprenda que necesita realizar mejoras en sí mismo, que acepte el convite a una reforma íntima y moral, todo continuará de la misma forma que ya estaba. Nadie puede vivir nuestra vida o dar por nosotros los pasos que nos corresponden. Cabe a cada uno de nosotros la construcción de nuestra propia felicidad

  Esa noción de responsabilidad individual, tan poco considerada en los días actuales, es con seguridad, una de las primeras lecciones entre tantas otras, que usted aprenderá cuando llegue la ocasión de entrar en un centro espírita.

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              LOS BUENOS ESPÍRITAS

4.* El Espiritismo bien comprendido, pero, sobre todo, bien sentido, conduce forzosamente a los resultados expresados anteriormente, que caracterizan al verdadero espírita como al
verdadero cristiano, que son la misma cosa. El Espiritismo no creó ninguna moral nueva; facilita a los hombres la inteligencia y la práctica de la moral de Cristo, dando una fe sólida y esclarecida a los que dudan o vacilan.


Pero muchos de los que creen en los hechos de las moral; o,si los comprenden, no se las aplican a sí mismos. ¿A qué se debe esto? ¿A falta de precisión de la doctrina? No, porque no contiene ni alegorías ni figuras que puedan dar lugar a falsas interpretaciones; su esencia misma es la claridad y esto es lo que constituye su fuerza, porque va directo a la inteligencia. Nada tiene de misteriosa y sus iniciados no están en posesión de ningún secreto oculto para el vulgo.


Para comprenderla, ¿es preciso una inteligencia fuera de lo común? No, porque se ven hombres de una capacidad notoria que no la comprenden, mientras que inteligencias vulgares y aun de jóvenes apenas salidos de la adolescencia, comprenden sus matices
más delicados con admirable precisión. Esto depende de que la parte de algún modo material de la ciencia, sólo requiere vista para observar, mientras que la parte esencial requiere cierto grado de sensibilidad que se puede llamar la madurez del sentido moral, madurez independiente de la edad y del grado de instrucción, porque es inherente al desarrollo, en un sentido especial, del Espíritu encarnado.


En algunos, los lazos de la materia son aún muy tenaces para permitir al Espíritu desprenderse de las cosas de la Tierra; la niebla que los rodea les quita la vista del infinito; por esto no rompen fácilmente ni sus gustos, ni sus costumbres, ni comprenden nada mejor de lo que ellos poseen; la creencia en los Espíritus es para ellos un simple hecho, pero modifica muy poco o nada, sus tendencias instintivas; en una palabra, sólo ven un rayo de luz insuficiente para conducirles y darles una aspiración poderosa y capaz de vencer sus inclinaciones. Se apegan más a los fenómenos que a la moral, que les parece banal y monótona; piden sin cesar a los Espíritus que les inicien en nuevos misterios sin preguntar si se han hecho dignos de entrar en los secretos del Creador. Estos son los espíritas imperfectos, de los cuales algunos se quedan en el camino o se alejan de sus hermanos en creencia, porque retroceden ante la obligación de reformarse, o reservan sus simpatías para los que participan de sus debilidades o de sus prevenciones. Sin embargo, la aceptación del principio de la doctrina es un primer paso que les hará el segundo más fácil en otra existencia.


El que puede con razón ser calificado de verdadero y sincero espírita, está en un grado superior de adelantamiento moral; el Espíritu que domina más completamente la materia,
le da una percepción más clara del porvenir; los principios de la doctrina hacen vibrar en él las fibras que permanecen mudas en los primeros; en una palabra, fue tocado en el corazón; su fe es también a toda prueba. Uno es como el músico que se conmueve con ciertos acordes, mientras que el otro sólo comprende los sonidos. Se reconoce al verdadero espírita por su transformación moral y por los esfuerzos que hace para dominar sus malas inclinaciones; mientras el uno se complace en un horizonte limitado, el otro, que comprende alguna cosa mejor, se esfuerza para librarse de él y lo consigue cuando tiene una voluntad firme.


EL EVANGELIO SEGUN EL ESPIRITISMO
ALLAN KARDEC

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La mediumnidad, siempre presente

   

El fenómeno es de los más antiguos.
 

Volviendo en el tiempo, encontramos sus registros en uno de los primeros libros de la Humanidad, la Biblia. 
 
En el versículo segundo, del capítulo primero del libro Génesis, se lee: Las tinieblas cubrían la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas.
 
El hombre presentía la presencia del Creador. Eso quiere decir que el hombre registra, desde siempre, el mundo del más allá. El mundo de los seres espirituales.
 
Pablo de Tarso, dándose cuenta de esa percepción especial del ser humano, la denominó: don. Y, acerca de eso, escribió en su Epístola a los Corintios, describiendo sus variedades.
 
Mientras estaba en la Tierra, el Hombre de Nazaret, dio múltiples pruebas de la interrelación de los dos mundos, el físico y el espiritual.
 
Habló de los Espíritus atormentados que se auto denominaban Legión, en la ciudad de Gadara, y que agredían al joven traído para la curación.
 
Señor de los Espíritus - así lo denominaron al comprender que los Espíritus le obedecían.
 
Sin embargo, solamente en el siglo XIX este don sería ampliamente estudiado y decodificado, por el sabio Allan Kardec. A ese don le denominó específicamente: mediumnidad, la capacidad de ser un intermediario entre el mundo material y el espiritual, entre una y otra dimensión.
 
Médium o intermediario.
 
Aun bastante incomprendida en la actualidad, la mediumnidad es una facultad inherente al ser humano.
 
De ella casi todos los hombres tienen vestigios. Algunos más, otros menos.
 
¿Quién ya no tuvo la sensación de tener a alguien invisible a su lado, velándole en las horas difíciles?
 
¿Quién ya no se refirió a la interferencia de los seres angélicos en los momentos de grandes dificultades?
 
¿Quién ya no ha entregado un hijo que parte para tierras distantes a los cuidados de un ser que se llama ángel de la guarda, ángel guardián, protector, orientador?
 
¿Quién ya no escuchó el susurrar de voces imperceptibles, en su interior?
 
Es muy frecuente encontrar personas que vivieron tales experiencias o que conocen a alguien que las hayan registrado.
 
Todo eso nos indica que el mundo espiritual está presente de forma constante en el mundo material. Se puede decir que hay una interpenetración de uno con el otro.
 
Nos movemos en la esfera física, pero nuestros actos y pensamientos repercuten en la esfera espiritual.
 
Nadie está a solas. Como decía el Apóstol Pablo: Estamos rodeados por una nube de testigos.
 
Sombras, Espíritus, guías. No importa como los llamemos, ellos son realidad. Y, silenciosamente, velan por nosotros. Discretamente nos orientan. Sutilmente nos dan pruebas de que nos cuidan, siempre atentos.
 
¡Piensa en eso!
 
Cuando estés a punto de desanimarte por sentirte solo, abandonado, piensa que alguien, de la Espiritualidad, protege tu vida y cela por ti. Puedes no creer, pero no importa. Los que te aman están igualmente contigo.
 

Redacción del Momento Espírita

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 ¿Qué aspecto  tienen  los Espíritus ?

                              

                     Materialización de Kati King con William Crookes

     Presentan un aspecto humano  normal, como si estuvieran todavía en  un soporte físico, por lo que no tiene nadie por qué imaginar aspectos  tétricos o monstruosos propios de las películas de ficción y  creer que debe  de ser algo terrible ver a un Espíritu o a un fantasma, tal  como se les ha llamado popularmente,  sintiendo  temores  irracionales ante la sola idea de encontrarnos ante  su presencia. Lo que podemos ver siempre, si llega el caso, es una   apariencia o una imagen inmaterial, y esta imagen es   una imagen   humana real, como la de cualquier ser humano.

    Solo  reflejan   un  aspecto  aterrador    aquellos  Espíritus de baja condición  moral o malvados,  que ya lo eran cuando vivían en este mundo, aunque podían disimular bajo las apariencias de un cuerpo físico  que, como una máscara,  les escondía su  pobre  condición espiritual. Pueden reflejar un  aspecto aterrador o al menos muy desagradable  aquellos que se presentan, estando todavía fuertemente influenciados por el proceso de putrefacción del cuerpo material  que dejaron en la tumba, pero al cual estaban  muy apegados y aun lo están;   así se han dado casos de verse estas presencias de aspecto humano, pero muy demacrado, sin nariz o sin orejas, sin labios y mostrando la dentadura cadavérica, etc...

    En el mundo espiritual  al que pertenecen los Espíritus de un nivel medio en la escala evolutiva, mantienen  la misma figura humana  de la  última personalidad que  revistieron en este mundo, pero  frecuentemente cuando se trata de espíritus bondadosos, aparecen más rejuvenecidos y embellecidos, y a diferencia de los seres humanos de este mundo,  carecen de la  rigidez en los  movimientos normales de los que nos llamamos vivos .

    Estas formas humanas  con las apariencias de  una persona normal  se las proporciona su Periespíritu, y suelen ser de aspecto semejante al último cuerpo que tuvieron en este mundo, teniendo la propiedad de ser  asombrosamente flexibles y comprimibles a voluntad propia. Esto permite a los Espíritus mantener o recobrar las apariencias y aspectos que tuvieron en épocas pasadas.

     A los Seres que fueron conocidos en vida, se les puede reconocer porque  se presentan normalmente  ante “los vivos”, con el mismo aspecto que tuvieron en este mundo, aunque cuando son Seres felices,  en el Mas Allá, tal como indicamos atrás,  este  aspecto suele ser  frecuentemente mucho más joven  y saludable que el que presentaban  cuando revestían su cuerpo físico real.

    Así, parece  ser que el Espíritu conserva el aspecto que le confiere su estado íntimo, de dicha o de infelicidad, de modo que tiene hasta cierto punto la capacidad de modificar a voluntad y temporalmente su aspecto ante quienes se presenta, a fin de poder ser reconocido por algún otro  Ser  espiritual o humano al que conoció anteriormente, y no solo esta capacidad sirve  para modificar a voluntad su aspecto individual  sino que para ser mejor reconocido, mediante un  fenómeno de ideoplastia ( del que ya hablamos anteriormente), es capaz  de hacerlo junto a la imagen de  elementos que le acompañaron habitualmente en vida y por los que también es identificado,  tal y como puede ser una prenda , un bastón, etc

   Cuando alguna vez se han materializado, los ha visto y hasta tocado, muchas personas, pero cuando es una materialización parcial o semi-materialización, la capacidad de verlos corresponde solamente a las facultades de videncia espiritual.      

    Estas formas humanas  con sus apariencias de persona normal  se las proporciona su Periespíritu, semejante al último cuerpo físico que tuvieron en este mundo, y tienen la propiedad de ser asombrosamente flexibles y comprimibles a voluntad propia. Esto les permite a los Espíritus mantener o recobrar las apariencias y aspectos que tuvieron en épocas pasadas

     A los Seres que fueron conocidos en este mundo, se les puede reconocer porque  se presentan normalmente  ante “los vivos”, con el mismo aspecto que tenían entonces, aunque cuando son Seres felices en el Mas Allá, tal como indicamos atrás,  este  aspecto suele ser  mucho más jovial, joven   y saludable que el que presentaban  cuando revestían su cuerpo material.

    Así, parece  ser que el Ser  espiritual  conserva el aspecto que le confiere su estado íntimo, de dicha o de infelicidad, de modo que tiene hasta cierto punto la capacidad de modificar a voluntad y temporalmente su aspecto ante quienes se presenta a fin de poder ser reconocido por algún otro  Ser  espiritual o humano al que conoció entonces, y no solo esta capacidad sirve  para modificar a voluntad su aspecto individual,  sino que para ser mejor reconocido, mediante un  fenómeno de ideoplastia ( del que ya hablamos anteriormente), es capaz  de hacerlo junto a la imagen de  los mismos elementos y objetos que le acompañaron habitualmente en vida y por los que también es identificado, como puede ser una prenda , un bastón, o cualquier otro detalle.

    Cuando alguna vez se han materializado, los han podido ver  y hasta tocar muchas personas, lo que hace suponer que su aspecto no imponía miedo ni repulsión.

 - Jose Luis Martín-


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                            Cuando me muera





Una u otra vez sucede.

Nos acordamos que un día dejaremos el cuerpo de carne y que partiremos para una otra realidad.
En esos momentos nos acordamos de elaborar el testamento, repartiendo lo que dejaremos para aquellos que se quedarán.
Las voluntades así expresas casi siempre crean disputas familiares que se alargan por muchos años.
Cuanto más grandes las posesiones de aquél que se fue, mayores son las disputas, en caso de que entre los herederos no exista entendimiento, afecto.
Hubo un hombre, sin embargo, que pensando en su muerte, elaboró voluntades muy precisas.
Pensó en su funeral y en lo que el podría significar para el mundo.
Él era un líder y decía que no deseaba ser idolatrado, pero sí ser oído.
Su lucha era por los derechos humanos y en nombre de ella, fue encarcelado 10 veces, pero sin disuadirlo de su ideal de igualdad entre los hombres.
Fue en la iglesia en que él era pastor, que habló acerca de su muerte:
"Frecuentemente yo pienso en aquello que es el denominador común y último de la vida: en esa cosa que acostumbramos llamar de "muerte".
Frecuentemente pienso en mi propia muerte y en mi funeral, pero no en sentido agobiante.
Frecuentemente me pregunto  lo que me gustaría que fuera dicho en esa ocasión.
Dejo para ustedes, esta mañana, la respuesta...
Si ustedes estuvieren a mi lado, cuando yo encuentre mi día, acuérdense de que no quiero un funeral largo.
Y si lograren encontrar a alguien para hacer el "discurso fúnebre", díganle que no hable  mucho.
Díganle que no mencione  que yo tengo un Premio Nóbel de la Paz: ¡eso no es importante!   
Díganle que no menciones que yo tengo trescientos o cuatrocientos premios: ¡eso no es importante!
Me gustaría que alguien mencionara aquél día en que Martin Luther King intentó dar la  vida sirviendo a los otros.
Me gustaría que alguien mencionara el día en que Martin Luther King intentó amar a alguien.
Quiero que digan que yo intenté ser correcto y caminar al lado del prójimo.
Quiero que ustedes puedan mencionar el día en que... intenté vestir al mendigo, intenté visitar a los que estaban en la cárcel, intenté amar y servir a la Humanidad.
Sí, si quisieren decir algo, digan que he sido un mensajero: un mensajero de la justicia, un mensajero de la paz, un mensajero del derecho.
Todas las otras cosas son triviales, no tienen importancia. No quiero dejar para atrás ningún dinero.
¡Yo solo quiero dejar una vida de dedicación!
Y eso es todo lo que yo tengo a decir:
Si yo pudiera ayudar a alguien a seguir adelante;
Si yo pudiera alegrar a alguien con una canción;
Si yo pudiera enseñar a alguien el camino correcto;
Si yo pudiera cumplir mi deber cristiano;
Si yo pudiera llevar la salvación para alguien;
Si yo pudiera divulgar el mensaje que el Señor nos dejó...
Entonces mi vida no habrá sido en vano."

El Reverendo Martin Luther King Júnior luchó por los derechos de los negros en los Estados Unidos de América.
Fue Premio Nóbel de la Paz en el año 1964.
Todas las veces en que fue encarcelado, que sufrió atentados con explosivos, cuando su casa, esposa e hijos fueron amenazados, respondió con amor.
Decía que la respuesta al odio debía ser el amor y contenía a sus seguidores para que no reaccionasen.
Murió asesinado, conforme previno.
En su túmulo está la prueba de que tenía la convicción que existe vida más allá de esta vida.
Y que partió, aunque de forma tan abrupta, con el alma en paz por la certeza del deber cumplido.

El epitafio dice: "¡Por fin, libre,  por fin libre!
¡Gracias a Dios Todopoderoso soy finalmente libre!"

Fueron estas palabras que utilizó para concluir su más famoso discurso, intitulado: Yo tengo un sueño, en el que tradujo el ideal de la libertad y de la igualdad entre todos los hombres.

Ojalá todos los que abrazamos una religión, podamos tener esas ideas lúcidas acerca de la vida y de la muerte.
En ese día, el mundo será mucho mejor.

(Autor desconocido)

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