INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- La disciplina como canalizador de cambio
2.-Iniciativa: la diferencia entre cambiar o estancar...
3.- Algunas anécdotas sobre investigación de fenómenos psíquicos
4.- Invisibles, pero no ausentes
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LA DISCIPLINA COMO CANALIZADOR DE CAMBIO
En esos momentos de la vida en los que necesitamos realizar algunos cambios, y una vez marcados los objetivos a conseguir, necesitamos evitar esas continuas y habituales distracciones que suelen surgir, teniendo en cuenta que argumentamos numerosas justificaciones que no son más que manifestaciones de la comodidad, que tiende a evitar todo aquello que supone esfuerzo. Pero sin esfuerzo no hay avance, nunca hay mejora.
Tenemos problemas internos que podemos y debemos resolver, no solo de carácter sino también de adaptación, que se manifiestan en forma de tensiones, miedos, o incluso en estados de ansiedad y depresiones, con todo lo que ello supone de perjuicio para nosotros. Hacer frente a esos retos y dificultades con comprensión, deseo de aprendizaje, ilusión y voluntad de superación, pondrán en acción esas fuerzas internas que tenemos y que necesitamos para conseguirlo. No obstante, el deseo de cambio por sí solo no es suficiente, porque en cualquier mejora de nuestra personalidad que emprendamos es necesario tener como punto de partida el deseo firme de hacerlo, el conocimiento ilustrativo de su realización y un método organizado y bien orientado.
La primera pregunta que deberíamos formularnos siempre es: ¿Para qué hago esto? Si no tenemos claro cuál es el motivo por el que deseamos cambiar, es difícil hacerlo.
Necesitamos conectar las circunstancias y valores que nos motiven hacia cualquier cambio que deseemos introducir en nuestra personalidad o en nuestra vida. Saber dónde estamos y hacia dónde queremos ir es una necesidad inaplazable. Una vez alcanzada la concienciación de lo que se quiere lograr es preciso tener la continuidad que solamente podemos conseguir con el firme desempeño de la disciplina, en la que suele estar gran parte de nuestro éxito, por lo que conviene aprender a aplicarla, sobre todo en esos momentos de desánimo que es normal surjan en el transcurso del tiempo.
Iniciar cualquier labor sin la continuidad necesaria hasta alcanzar la meta deseada suele terminar siendo desmotivador. Incluso podemos hablar de la autodisciplina, que consiste en seguir las normas o trabajos que nosotros mismos hemos establecido en un momento determinado por la necesidad de realizar una determinada labor, cambio de actitud, modificación del carácter, etcétera.
Es válida para cualquier logro que deseemos conseguir porque podemos ejercerla en cualquier área de nuestra vida (el trabajo, las finanzas, los estudios…). Esta autodisciplina que debemos mantener significa que, cuando hay que hacer algo, sencillamente hay que hacerlo, sin más, sin tener en cuenta en absoluto las emociones que nos puedan estar embargando en ese instante. Implica no dejar lo que tenemos que hacer porque estemos tristes, cansados o desmotivados, porque no podemos dejarnos arrastrar por esos estados. Y aunque no exista la misma apetencia de otras veces hay que seguir igualmente; luego vendrá la recompensa del resultado y la satisfacción de haberlo hecho a pesar de las dificultades y contratiempos. En caso contrario, será el arrepentimiento y la pesadumbre de no haberlo conseguido lo que abrazará nuestro estado de ánimo.
La disciplina es muy útil para mantener una regularidad y conseguir que los días en los que se hace lo deseado sean más que aquellos que se quedan en blanco. Con el tiempo, a medida que desarrollemos ese hábito, veremos cómo todo resulta más sencillo, porque las dificultades siempre las encontramos en los primeros momentos, precisamente por el esfuerzo que conlleva romper aquello a lo que estamos más acostumbrados.
Es imposible pasar de ser una persona indisciplinada toda la vida a conseguir serlo en unas pocas semanas, pero a medida que vayamos rompiendo esas resistencias que venimos arrastrando de nuestro pasado todo será más sencillo.
Como la disciplina también es una manifestación de energía interna de la persona, al mismo tiempo que se aplica son convenientes los descansos necesarios para recargar esa fortaleza interior. Emprender cambios para mejorar nuestra vida no puede ser visto como una obligación porque no lo es, pero si no tenemos ciertos periodos de reflexión para motivarnos y salir más fortalecidos, suelen presentase los abandonos, pues se termina sintiendo como una carga excesiva que nos desanima. Pero una vez realizadas esas pausas siempre hay que continuar, y comprobaremos por nosotros mismos que, a medida que vamos avanzando, cada vez tenemos más energía y menos necesidad de descansar para recuperarla. Cualquier mejora de nuestra vida que emprendamos ha de tener la convicción de ese aliciente motivador de nuestro deseo.
Cuando surgen esas ocasiones en las que mentalmente intentamos “negociar” con nosotros mismos los argumentarios necesarios para no hacer lo propuesto, por tal o cual circunstancia, conviene rechazarlo de plano y seguir manteniendo la decisión de hacerlo. Entre otras cualidades positivas, al conseguirlo por encima de esas excusas se incentiva de forma importante la autoestima.
Que se fortifique nos va a venir muy bien, y para ello también hemos de reconocer y ser conscientes de nuestros esfuerzos, valorando objetivamente nuestros progresos para disfrutar de los avances que vamos consiguiendo. Recordemos que una vivencia positiva de lo que hacemos siempre incrementa nuestra energía interior y fortalece nuestro ánimo y nuestra ilusión.
Buscar satisfacciones en lo que vamos consiguiendo atrae cualidades positivas a nuestro modo de hacer las cosas. El hecho de que con anterioridad hayamos trazado objetivos que no hayamos logrado no quiere decir que nunca lo consigamos, ni mucho menos. No obstante, sí que debemos dejar en el olvido esas veces en las que no hemos logrado imponer nuestra autodisciplina, con el fin de que no nos resten fuerzas en ningún momento. Si dejamos que ese sentimiento de fracaso anterior sea más fuerte que nuestros deseos actuales, va a resultar imposible mantenernos disciplinados porque las sensaciones siempre son mucho más fuertes que las intenciones. Hacer un olvido selectivo en este caso tiene connotaciones muy positivas.
Aunque no lo parezca, con el tiempo la persona disciplinada es mucho más libre de lo que puede llegar a serlo la indisciplinada. ¿Cómo es esto posible, si ser disciplinado implica trabajo, esfuerzo y obligaciones? Porque es capaz de cambiar en su vida aquello que le dificulta y desfavorece, convirtiendo ese esfuerzo inicial en un hábito que le motiva, porque después lo realizará por simple inercia, sin dedicarle tanta atención ni tanta energía.
Al final consigue el desarrollo de lo que buscaba de forma automatizada, con lo que puede dedicar ese tiempo y esfuerzo a otros aspectos de su vida, pues ha alcanzado los logros que necesitaba para ahora vivir mejor.
Cualquier objetivo conseguido en la mejora de nuestra personalidad es una liberación muy importante que rompe las ataduras de nuestra esclavitud hacia lo que nos perjudica.
Si soy una persona cuyo carácter tiene la mala costumbre de criticar malintencionadamente a otros, al final todos terminarán cansándose de esta forma de ser porque pensarán, con bastante razón, que cuando no estén haré lo mismo con ellos. Comprendido que este no es un rasgo de mi personalidad que me favorece y me dará muchos problemas, me planteo firmemente y tomo la decisión de modificarlo, eliminando de mis palabras y pensamientos esa crítica nefasta.
Ahora necesito empezar a ser disciplinado, trazándome unos objetivos básicos para conseguirlo. Como se piensa antes de hablar, el primer objetivo será parar esa crítica en el pensamiento, antes de darle voz, aprendiendo a silenciarla. Y aunque en cualquier momento tenga esos pensamientos negativos y el deseo de manifestarlos, debo imponerme la disciplina de pensar dos veces lo que voy a decir antes de hacerlo, callando si los pensamientos van en la dirección equivocada. Si aprendo a controlarme, poco a poco, con el tiempo, conseguiré cambiar mi forma de ser, conduciendo mi vida desde la insatisfacción hacia la satisfacción. Si es eso lo que estoy buscando y la realidad me demuestra continuamente que depende de mí mismo vivir en la pena o en la dicha, ¿a qué estoy esperando, si nadie va a realizar esa transformación por mí?
Por último, vamos a abordar una parte de este tema que no va hacia nosotros directamente sino hacia una de las grandes responsabilidades que tenemos los padres: La educación de los hijos. Cuanto más temprana sea la edad de la persona para aprender aspectos importantes de su vida, haciendo frente a sus propias dificultades, mejor le va a ir el día de mañana.
La educación de los hijos es una de las cuestiones más difíciles que tenemos los padres, y es por eso que debemos dedicarle la máxima atención que podamos para un mayor beneficio de todos. Somos los responsables de su educación desde el afecto y la confianza. No olvidemos que los niños quieren que se les respete y, de la misma forma, debemos pedirles respeto a ellos para enseñarles que no pueden hacer todo lo que quieran y que aprendan a convivir. Uno de los grandes logros a conseguir es ayudarles a ser personas disciplinadas, tanto en casa como en el colegio o lugares que frecuenten, pues esto depende en gran parte de nosotros. Tienen poca edad pero son muy inteligentes y se fijan más en lo que hacemos que en lo que les decimos, luego la mejor forma de enseñarles a ser disciplinados es viendo nuestra propia disciplina.
Aunque no lo parezca y no lo creamos, son suficientemente astutos como para que les engañemos pidiéndoles que hagan algo que nosotros no hacemos. En cierto modo, los padres somos héroes para ellos; aprovechemos esta ventaja tan grande que nos dan. Desde que nacen necesitan de nuestra orientación para aprender. Darles la base de una disciplina proactiva en la que vayan participando ellos mismos con ilusión y un enfoque positivo previene muchos problemas de conducta. Además, estos refuerzos fomentan el buen comportamiento, incentivándoles hacia las buenas relaciones entre unos y otros.
Antonio Gómez Sánchez - Amor, Paz y Caridad
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Iniciativa: la diferencia entre cambiar o estancar…
Vivimos en una sociedad consumista, impregnada de exaltación de los placeres por todos los lados que miremos. Con la cultura heredada de la infancia, nuestra propensión a lo fácil y a la satisfacción inmediata, prevalece sobre la disciplina y la responsabilidad. En este contexto, la paciencia y la perseverancia se quedan en segundo plano.
Tenemos aversión a la disciplina, a todo lo que nos restringe e incomoda, a cualquier límite de la realidad.
La palabra disciplina tiene el mismo origen de la palabra discípulo y significa la capacidad de aprender con los errores y, por lo tanto, de cambiar. Como nos fue enseñada como algo que ocurre de fuera para dentro, de manera autoritaria y ajena a nuestra voluntad es así como todas nuestras obligaciones se tornaron pesadas y casi un sacrificio.
Aprender con nuestros errores debería ser placentero, divertido, excitante. Es a lo que Jesús se refería cuando dijo: “Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga ". Quien ve la vida con amor, todo lo ve como oportunidad de aprendizaje y crecimiento.
El peso de nuestra carga es proporcional al esfuerzo que hacemos para no dejarla, por miedo a lo nuevo, de perder nuestro estado actual. Nuestra mayor resistencia a los cambios es que no queremos ser incomodados, sacados de nuestra “zona de confort”. Y la iniciativa es la que permite romper círculos viciosos que vamos construyendo en el transcurrir de la vida y que tanto nos pesan, sin darnos cuenta. Las consecuencias de un retraso, de empujar adelante nuestras transformaciones, son la frustración y la insatisfacción. Para nuestro crecimiento, tenemos un desafío para lo que no fuimos preparados: integrar el momento actual con las consecuencias futuras. En el fatalismo aprendemos que el destino ya esta escrito y las cosas son porque son.
El espiritismo viene a romper al final del siglo XIX esta idea perniciosa plantada por la iglesia y enseñar que todo tiene una causa, que no existe la casualidad. A cada uno según sus obras… La búsqueda del placer inmediato y constante, sin previsión de mañana, nos remite en el futuro a una frustración todavía mayor.
El hombre es un animal que anticipa el dolor y se tortura con eso. Los espíritus desencarnados nos ofrecen innumerables narrativas de sus experiencias y comentan los sufrimientos mentales que han tenido, por preocuparse con cosas que nunca pasarán. El papel del pensamiento, cuando es sano, es ofrecer el nexo de nuestra situación, uniendo el pasado, el presente y el futuro. En verdad vivimos en el presente y solo en el presente. Jesús predica en base a su sentido existencialista, nos dijo que a cada día le basta lo suyo. Como nuestra existencia es un proceso continuo, no podemos perder la memoria de lo que aprendemos ni desdeñar lo que puede sucedernos. Vivir el presente no significa hacer solo lo que nos da la gana, independientemente de las consecuencias. Ser responsable significa responder tanto a nuestras necesidades y deseos, en cuanto a las obligaciones.
La verdadera libertad es el encaje fiel entre lo que deseo, lo que puedo y lo que debo. La consolidación y ampliación de nuestra conciencia esta directamente relacionada con ese concepto. Esta permanencia ilusoria en los mismos hábitos, en la misma forma de vivir, en la misma inmovilidad tiene un nombre: acomodación. La acomodación es lo contrario de la iniciativa, objeto de este ensayo. Todos nosotros sabemos que cambios debemos hacer en nuestras vidas. La dificultad está en abrir la mano de la llamada zona de confort, aquel espacio psicológico, irreal, aparentemente sólido, e involucrarse en lo desconocido de lo nuevo, de la reforma. Lo contrario de la vida no es la muerte, pero por la doctrina espirita, sabemos que ella no existe. Lo contrario de la vida es el estancamiento, la repetición.
El espíritu nunca retrocede en la evolución, pero puede estancarse y esto si, equivale a la muerte, pues el tiempo desperdiciado, no se puede volver atrás, y es entonces cuando el dolor nos impulsa otra vez adelante. Nosotros nos estancamos por miedo. Miedo de errar o miedo al arrepentimiento. Y ahí perdemos la capacidad de soñar, o sea, la esperanza. Lo que nos mueve en la vida es saber que nuestro destino personal, es el desarrollo continuo y esto depende solamente de nosotros.
El acomodado contumaz acaba invariablemente constreñido por la depresión. La depresión es fruto del apego excesivo al confort inmediato, por esto hay tantos hermanos con los cofres llenos y con el alma vacía, que buscan rellenarla con la búsqueda incesante de nuevas sensaciones en la carne.
La historia de la humanidad enseña entre los instrumentos que utiliza para lograr esas sensaciones, las drogas y toda suerte de libertinaje. Muchos imaginan la depresión como algo que aparece de repente y sin control por nuestra parte. La depresión es el resultado de un proceso de la vida, sobretodo, de los cambios que no hicimos en el debido momento. Pequeñas paralizaciones del crecimiento personal nos llevan a la inercia, a la acomodación y a la tristeza. El verdadero placer es fruto de la auto-superación continua.
Vivir es crecer continuamente. En todos los sentidos, la curiosidad, la creatividad y la iniciativa son factores fundamentales para la felicidad. De ahí la importancia de los limites en la educación de los hijos. Es nuestro deber enseñar que libre, no es aquel que hace lo que le gusta, sino que es aquel que le gusta lo que hace. Y si fuimos muy "protegidos" en la infancia, todavía hay tiempo para generar una reflexión positiva. Vamos a facilitarnos la meta de ser cada día un poco mejores que ayer.
Todos los grandes hombres y mujeres que hicieron algo por la humanidad, empezaron por darse cuenta un día de la importancia de actuar, en vez de permanecer en estado letárgico repitiendo padrones de comportamiento, rompiendo con la inercia, y se pusieron manos a la obra.
Oigamos el llamamiento del Espíritu de Verdad y hagamos nuestra parte en la consolidación de ese nuevo tiempo para nosotros mismos y para la humanidad.
- Antonio Cassio López-
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“una aparición puede ser una manifestación de una persistente energía personal”, y citaba varios casos para ilustrar su afirmación:
hipnótica, recordó dos vidas anteriores: Una como un vaquero llamado Charlier Bill, que trabajaba para un ganadero llamado Charlier Good Wight, en el Estado de Colorado. En la otra vida recordada, apareció como Charles Stwart, un profesor de piano en Escocia. Curiosamente, cuando el actor se encontraba bajo hipnosis reviviendo esta personalidad, era capaz de tocar el piano con cierta habilidad a pesar de que en estado normal, no sabía tocar ni una sola nota.
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