INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- Cáncer
2.-¿Cómo adorar a Dios?
3.- Acuerdos familiares previos a la reencarnación
4.- El poder transformador del Amor
5.- El don de la Mediumnidad
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Cáncer
Aunque los avances de la última década, lo que llamamos con la denominación genérica de cáncer son, en verdad, varias enfermedades, con características similares, que presentan variables muy amplias. El alto grado de heterogeneidad de los tumores, puede llevar al éxito o no del arsenal terapéutico disponible. En 1982, Mariano Barbacid, de España, descubrió el primer oncogene; hoy, son más de cien los detectados. Desde entonces, los procesos en la lucha contra el cáncer no paran. Los científicos ya descubrieron células inmunológicas específicas capaces de actuar contra el cáncer de mama y de ovario.
En San Pablo, Brasil, el Instituto Ludwig de Investigación sobre el Cáncer ha obtenido importantes victorias en desvelar el patrón de metástasis. El jefe del laboratorio de Biología Computacional de ese Instituto, Sandro José de Souza, uno de los escogidos por la revista Technology Review, del (MIT) Massachussets Institute of Technology, en noviembre de 1999, a los 33 años, como uno de los cien jóvenes más prometedores del mundo, en el área de tecnología, ha hecho uso intensivo de la informática en la investigación del genoma-cáncer. Su trabajo y del equipo es extraer material genético de tumores de enfermos de cáncer, solamente los trozos del código utilizados por las células cancerosas en su actividad destructora; después, esos detallados estudios, son llevados a otros institutos de investigación del mundo, lo que permitirá, en un futuro, una comprensión mayor del papel de los genes en esa intrincada molestia y el diseño de remedios específicos para cada individuo y cada tipo de tumor.
El oncólogo ya cuenta, por el momento, con la posibilidad de diseñar un tratamiento especifico, basado en las características moleculares del tumor. Con el empleo de esas drogas específicas, hay menos efectos colaterales. Otro avance fue alcanzado en el dominio de la quimioterapia: en forma de píldora, actúa directamente sobre el tumor, matando las células malignas. Infelizmente, debido al alto coste, sólo en los países más ricos es posible encontrar un mayor número de esos medicamentos, hechos, específicamente, para determinados tipos de tumores.
Cáncer en la visión espiritual
Como ya dijimos, cuando analizamos las infecciones y las predisposiciones mórbidas, es necesario buscar en el alma las raíces de las dolencias. En el caso del cáncer, no podía ser diferente. Las producciones mentales negativas generan irradiaciones impropias, semejantes a las proyecciones de rayos X o de rayos ultravioleta, que son lesivas a las células, perjudicando el trabajo sinérgico de ellas, y provocando, consecuentemente, su desarticulación. Sabemos que en el núcleo de la célula, en el genoma (total de genes), tenemos el conjunto de probabilidades para la nueva existencia, construyendo con base en el nuevo estado evolutivo del Espíritu reencarnante, reflejado en el periespíritu o modelo organizador biológico. En el núcleo, por tanto, está expresado el karma de cada uno, la cuenta del destino que el trae de vidas anteriores, pero las criaturas tienen la posibilidad de modificarlo, todos los días, haciendo sus elecciones, sobre el funcionamiento – apertura o cierre – de determinados genes; en el caso del cáncer, de los oncogenes.
La mente actúa sobre el citoplasma e influye directamente sobre las “elecciones” de los genes, seleccionándolos; de ella partirá, por lo tanto, la orden que los pondrá en funcionamiento o no. Con el fin de la primera fase del Proyecto Genoma, en febrero del 2001, vimos lo importante que es el llamado medio interno, localizado en el citoplasma de la célula, y es justamente ahí, según informaciones de los Instructores Espirituales, que la mente actúa, determinando al núcleo lo que hacer. Esto explica porque, aunque presente en el genoma de familias enteras, determinado oncogene sólo se manifiesta en alguno de sus miembros.
Por todo ello, la medicina del futuro dará énfasis al papel educativo del médico, que estará mucho más encajado en el aspecto preventivo de las enfermedades. Como educador y uno de los principales agentes de salud, él resaltará la importancia de la conducta moral elevada, difundiendo la necesidad del cultivo de la humildad y del esfuerzo al bien para que el ser humano conquiste la salud sin mancha.
Según las enseñanzas espirituales, sólo el amor puro, desinteresado, aporta la inmunología perfecta, porque permite la asimilación de las fuerzas superiores que mantienen el cuerpo saludable.
Extraído del libro «El Alma de la Materia»
Marlene Nobre
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¿Cómo adorar a Dios?
Hubo tiempos en que cada familia, cada tribu, cada ciudad y cada raza tenían sus dioses particulares, en cuyo honor ardía el fuego divino constantemente en el hogar o en los altares de los templos que les eran dedicados.
Retribuyendo esos homenajes (así se creía), los dioses lo hacían todo por sus adoradores, llegando hasta ponerse al frente de los ejércitos de las comunas o de las naciones a las que pertenecían, ayudándolas en guerras defensivas o de conquista. En su inmensa ignorancia, los hombres siempre imaginaron que, tal como los jefes tribales o los reyes y emperadores que los dominaban aquí en la Tierra, también los dioses fuesen sensibles a las manifestaciones del culto exterior, y de ahí la pomposidad de las ceremonias y de los ritos con que los consagraban. Por otro lado, los imaginaban celosos de su autenticidad o de su hegemonía y, de vez en cuando, los adeptos de una divinidad entraban en conflicto con los de otra, sometiéndola a pruebas, siendo entonces considerada vencedora aquella que consiguiese realizar un efecto más sorprendente.
Sírvanos de ejemplo el episodio que figura en el III Libro de los Reyes, cap. 18, v. 22 al 40. Allí se describe el desafío propuesto por Elías a los adoradores de Baal, para saber cuál era el dios verdadero. Colocadas las carnes de un buey sobre el altar de los sacrificios, dijo Elías a sus rivales: «Invocad vosotros, primero, los nombres de vuestros dioses, y yo invocaré, después, el nombre de mi Señor; y el dios que atienda, mandando fuego, ese sea el Dios». Dice el relato bíblico que por más que los baalitas invocasen a su dios, con los brazos en alto y cortándose con cortaplumas y bisturís, según su costumbre, no consiguieron nada. Llegó el turno del dios de Israel, este hizo caer del cielo un fuego terrible, que devoró no sólo a la víctima y la leña, sino hasta las propias piedras del altar. Ante eso, auxiliado por el pueblo, Elías agarró a los seguidores de Baal y, arrastrándolos hacia la orilla de un río, allí los decapitó.
El monoteísmo, después de mucho tiempo, se impuso, al final, al politeísmo, y sería de creerse que, con ese progreso, comprendiendo que el Dios adorado por todas las religiones es uno sólo, los hombres pasasen, por lo menos, a respetarse mutuamente, ya que las diferencias, ahora, serían sólo en cuanto a la forma de rendir culto a ese mismo Dios. No fue eso, sin embargo, lo que sucedió. Y los propios «cristianos», siglos tras siglos, contrastando frontalmente con las piadosas enseñanzas de Cristo, apresados por el fanatismo de la peor especie, no dudaron en matar cruelmente, a hierro y fuego, a millares y millares de «herejes» e «infieles», «para mayor honra y gloria de Dios.» – como si Aquél que es el Señor de la Vida pudiese sentirse honrado y glorificado con tan nefastos asesinatos…
Actualmente, el sectarismo religioso, bastante debilitado, comienza a derrumbarse, lo que constituye un preanuncio seguro de mejores días, de ahora en adelante. Creemos, incluso que, gracias a la rápida aceptación que la Doctrina Espírita viene alcanzando por todas partes, en breve habremos de comprender que todos, sin exclusión, somos de origen divino e integrantes de una y sola gran familia. Y puesto que Dios es Amor, no hay cómo adorarlo si no «amándonos unos a los otros», pues, como sabiamente nos enseña Juan, el apóstol (I Epístola, 4:20), «el que no ama a su hermano, al que ve, no puede amar a Dios, al que no ve». (Cap. II, preg. 649 y siguientes)
Rodolfo Callagaris
Extraído del libro «Según la Filosofía Espírita»
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Acuerdos familiares previos a la Reencarnación
A lo largo de nuestra vida vamos alternando errores con aciertos, malas con buenas acciones, porque vivimos en un proceso de aprendizaje en el que estamos comprendiendo el verdadero sentido de nuestra existencia. Vamos desarrollando nuestros sentimientos en la medida que nos relacionamos con nuestro entorno para terminar comprendiendo que el más elevado de todos ellos y sobre los que giran los demás es el amor.
Todos hablamos mucho de él como si fuera el tema más importante, lo alabamos y ensalzamos, poniéndolo en primer lugar; pero estas manifestaciones chocan por paradójicas, ya que la mayoría de las veces solo lo hacemos de palabra, porque en la práctica el amor no se vive tanto como se dice.
En el aspecto humano, muchas personas temen amar por si no son correspondidas y tienen miedo al dolor de las desilusiones. Todos podemos tener experiencias al respecto, pero no por ello podemos dejar de amar, pues la realidad es que no podemos vivir sin el amor porque es parte de nuestra naturaleza.
¿Qué es el amor? El amor es el sentimiento más grande y transcendente que puede experimentar el ser humano; es la energía que da vitalidad, sentido y orientación a la vida. Sus beneficios son innumerables para todos nosotros. La salud física, mental y emocional mejora en ambientes de gran afectividad. Los padres cuidan a sus hijos por amor y quieren lo mejor de la vida para ellos. Las personas nos unimos por amor y aquellas que muestran su afecto tienen reacciones sobresalientes ante las dificultades. Nuestras mejores relaciones son aquellas que están basadas en el amor. Tiene tal poder que es capaz de transformar la vida de la persona, lo que podemos apreciar constantemente.
Hablamos sin parar de él, pero, cuando las cosas se ponen difíciles y llega la hora de demostrarlo, muchas veces quedamos rezagados, distraídos con cuestiones irrelevantes. Saber si hemos superado o no la solidaridad viene definido por nuestro comportamiento egoísta o solidario.
Lo que nos une a la vida es el poder del amor en su más pura manifestación, porque es un sentimiento de armonía universal que la equilibra y desarrolla. Es el principio vital por el que nace y evoluciona la vida en un proceso de elevado contenido.
¿Cómo se desarrolla? No podré amar verdaderamente hasta que mi interior no esté equilibrado, hasta que erradique de él la represión, los resentimientos, las hostilidades, hasta que haya encontrado mi propia satisfacción y mi sentido en la vida.
De igual forma que cuando nos sentimos contentos aumenta nuestra necesidad de comunicación, cuanto más amemos nuestra vida por satisfacción con lo que experimentamos y sentimos, mayor será el amor que podamos dar. De nuestro interior solo puede salir lo que hay, por lo que cuanto más mejoremos nuestro ser más podremos ofrecer.
Nacemos por amor y nuestra vida es satisfactoria si damos amor, porque encontraremos amor. Esto es una máxima que siempre se cumple porque nos unimos por afinidad, ya que nos atrae lo semejante. Estar capacitado para amar quiere decir que el sentimiento está dentro de uno, y por tanto vive aquello que ofrece.
Creamos más armonía cuando interiorizamos los sentimientos porque damos autenticidad a lo que vivimos. De esta forma reafirmamos nuestra esencia y demostramos lo que podemos ser capaces de hacer honestamente por los demás.
Nuestros actos han de ser coherentes con nuestros deseos más íntimos para alcanzar el equilibrio interior, deben alinearse con nuestra conciencia. Solo el equilibrio puede darnos satisfacción interior que es, en realidad, la satisfacción de la conciencia.
Al final podemos ir observando cómo todo lo que es transcendente en la vida se va uniendo. El desarrollo del alma humana, la afectividad, la inteligencia, las energías superiores del universo y sus leyes inmutables, la intuición, la conciencia, etcétera, convergen en la evolución de la vida. Y no olvidemos que cada uno de nosotros, con su propia individualidad, su libre albedrío y la responsabilidad de los propios actos somos parte inseparable de esa vida universal en proceso de evolución.
Con anterioridad ya hemos visto que desarrollamos la inteligencia, el afecto, la empatía y cualquier aspecto cuando nos ejercitamos en ello. Con el amor ocurre lo mismo, cuando nos relacionamos con las persona y lo sentimos verdaderamente se va desarrollando, pero para sentirlo debemos ejercitarlo una y otra vez, lo que solo se consigue con la práctica diaria.
¿Cómo nos transforma? El principio de la vida y nuestra mayor prioridad es el amor, porque es la base donde se apoya y sustenta nuestra evolución. Es imprescindible para desarrollar los lazos afectivos que armonizan las relaciones familiares y sociales.
Decía la Madre Teresa de Calcuta: “No importa cuánto das sino cuánto amor le pones cuando das”.
Este es el mejor resumen que se puede hacer sobre la acción que ejecutamos en cualquier momento. La autenticidad, el bienestar interior de un acto no está en lo que se hace sino en el sentimiento que se está poniendo al hacerlo, en estar verdaderamente presente, en no hacerlo de forma vacía como una mera acción sin sentimiento de voluntad de hacer.
Podemos mantener una sonrisa hueca, en apariencia idéntica a una vivida con sentimiento, pero el estado interior que se mantiene no es en absoluto el mismo. La primera nos aporta muy poco, solo un acto externo que puede ser incluso válido para quien nos contempla, pero nada más; en cambio, la segunda es capaz de movilizar en nosotros un sentimiento de plenitud, de satisfacción, porque estamos realizando un acto pensado, sentido y deseado al mismo tiempo, sin contradicciones en todo su proceso, de sinceridad, y ese acto sí es capaz de llenarnos de esa energía de verdad y de autenticidad que hay en la vida.
La fuerza interior no se conoce en su plenitud en entornos favorables sino en aquellos que nos son contrarios. Es relativamente fácil actuar con amor cuando todo está a favor de nuestros intereses; la dificultad está en mantener esos mismos principios en un entorno negativo y hostil a ellos. Convivir con quieres conocemos y queremos, tratar al amigo, al benefactor, al que nos halaga es sencillo; es más, resulta ser algo que nos agrada; convivir con personas poco afines, con quien nos contraría y nos ataca, enemigos, desheredados sociales, etcétera, sí que es superar la convivencia. Ante la adversidad nos mostramos tal como somos, ante lo fácil podemos enmascarar nuestra realidad porque el esfuerzo que requiere lo uno o lo otro es bastante diferente.
Y es en esos ambientes difíciles donde verdaderamente se desarrolla el amor, porque requieren lo mejor de nosotros mismos. Es precisamente en esa adversidad donde ponemos a prueba nuestras verdaderas capacidades y donde más mejoramos las mismas. Desear el bien de los demás es aprender a convivir con altruismo y con amor a la vida.
No son tan importantes los errores como la transcendencia de aprender verdaderamente de ellos, pues estamos en un proceso de aprendizaje. De esas experiencias debemos sacar dos aspectos útiles para la vida. En primer lugar, qué es lo que debemos repetir, mejorando su versión por cuanto representa de positivo, y qué es lo que no deberíamos volver a hacer por los aspectos negativos que conlleva. Y en segundo lugar, la lección menos aprendida de todas pero no por ello menos importante: de nuestros errores debemos aumentar nuestra comprensión ante los errores ajenos.
Con ellos debemos aprender lo fácil que es cometerlos y lo difícil que resulta eliminarlos; por tanto, necesitamos comprenderlos. Es la única forma que nos capacita para ayudar con verdadero conocimiento de causa, porque es la cualidad que nos aporta ese caudal de sentimiento humano tan necesario para ejercer una ayuda verdadera, sentida y basada en las necesidades reales de los demás, haciéndolo tal como se debe y no tal como queremos o nos gustaría hacerlo.
En la mayoría de los casos lo que hacemos no es ayudar, ya que solemos reaccionar con exigencias de cambio hacia los errores y debilidades ajenos, cuando la verdadera exigencia de cambio debe ser hacia nosotros mismos. En numerosas ocasiones, al “aconsejar” lo que hacemos no es ayudar verdaderamente sino reprochar, de forma muy sutil y enmascarada, aquellos aspectos, características o comportamientos de los demás que nos están molestando porque no son de nuestro agrado, interfieren nuestros intereses o son contrarios a nuestra forma de pensar. Pero esto no genera en nosotros otra cosa que esos conflictos internos que queremos eliminar y que se manifiestan una vez más. Debemos estar atentos a sus manifestaciones para conocerlos, comprenderlos y trabajar para modificarlos, teniendo en cuenta que nuestra postura habitual y nuestra primera reacción es la de ser muy condescendientes con nuestros errores y casi nula nuestra aceptación de los ajenos.
La humildad nos es tan necesaria como el aire que respiramos porque se aprende mucho desde ella y se puede vivir con verdadero sentimiento el cambio y el desarrollo del amor. Nuestra vida es nuestro mensaje a la sociedad y nuestro legado a las generaciones futuras, por eso es tan importante nuestro ejemplo, porque es lo que se ve y lo que perdura en el sentir de los demás.
Todo aquello que dé un plus de autenticidad a lo que hacemos, que ponga una brizna de satisfacción en nuestra vida, que sea útil para los demás y para nosotros mismos, colabore en el bien común, reafirme la paz social y el equilibrio interior; que sirva, en definitiva, para mejorarnos como personas, llenará ese vacío existencial que tenemos y nos proyectará hacia un futuro mejor, más cualificado y satisfactorio. En los sentimientos elevados donde se asienta el amor encontraremos las cualidades que necesitamos para una vida mejor, porque son los propios actos los que dan las mayores satisfacciones de la vida.
Antonio Gómez Sánchez- Amor, Paz y Caridad.
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“ El don de la mediumnidad”
Cuando Jesús se sintió criticado por los fariseos por sentarse a comer con publicanos y pecadores, les dijo a los primeros que no son los sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfermos ( Evangelio de Mateo IX, 10,11 y 12.)
Vemos en la clara respuesta de Jesús, que El
daba prioridad en su trato y en sus enseñanzas, a aquellas personas
que más necesidad tenían de las mismas, que eran los pobres y desheredados por
tener ellos mas necesidad de consuelo y menos orgullo que les impide ver.
Hay muchos que creen que la mediumnidad en el
Espiritismo es un don o un regalo de Dios y se extrañan de ver que muchas veces
este regalo recae sobre aquellas personas que parecen menos dignas de poseerlo,
por su carácter, por su pasado o por cualquier otra causa que les hace aparecer
como más imperfectos que otros a quien no se otorgan estas facultades.
En efecto la mediumnidad es
un don, pero que precisamente de lo Alto se suele otorgar a quien
mas lo necesita por ser esta un valioso instrumento para hacer el
bien y rescatar antes viejas deudas de vidas anteriores. O sea, que se puede
afirmar que los médiums son precisamente los espíritus más endeudados.
A veces vemos a mediums que hacen mal
uso de su facultad, pero por ello no significa que no se les debería haber
concedido, pues en ese caso solo la tendrían aquellos que en realidad no la
precisan.
Ser médium no significa ser superior moralmente o
espiritualmente, sino precisamente todo lo contrario: significa que el médium
es un gran deudor al que el Padre otorga la posibilidad de rescatar
antes su pesado fardo de deudas contraídas en el pasado y por ello tiene la
obligación de esforzarse por adelantar espiritualmente y ser espejo de moral
para los demás. La mediumnidad es una herramienta muy valiosa que
puede ser bien o mal utilizada, y es precisamente por eso, la gran
oportunidad de rescate que se puede conquistar con su buen uso y por
ello, la gran responsabilidad por lo que haga con ella.
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Ante su mal uso y antes de que sirva
para ahondar en su deuda, cuando el médium mal actúa con ella, por su bien,
esta suele terminar por serle retirada, pues muchos por este motivo
acaban siendo víctimas de obsesores o terminan viéndose abocados
a intentar simularla en un intento de fraude o engaño para vivir de ella o por
el placer de dar rienda suelta a su orgullo y vanidad, adivinando cosas fútiles
y poco serias, a las que los Espíritus Superiores no se prestan.
El médium debe ser instrumento para
comunicar con todos los espíritus en general, pero no significa esto que a
causa de una vida amoral o desordenada pueda dar siempre paso a la comunicación
con entidades espirituales que sintonicen con sus defectos. Él médium mediante
su sintonía vibratoria deberá seleccionar y dar paso solamente a los
Espíritus que sintonicen con él, debiendo por tanto, dar paso a los Seres
elevados y bondadosos y bloquear la comunicación de los Seres negativos o
perversos del Bajo Astral que son los que merodean más abundantemente en todos
los ambientes de nuestro mundo. En los trabajos mediúmnicos para ayudar a esos
seres inferiores, no se les niega la mediumnidad, sino que son los Espíritus
Superiores, que en realidad son los que hacen estos trabajos, quienes regulan y
facilitan el acceso de ellos a los médiums, para su manifestación y
esclarecimiento.
No es por la cantidad de comunicaciones
por lo que se debe distinguir un buen médium, sino por la calidad, pues solo
cuando su vida sea digna y elevada, podrá comunicar con Espíritus superiores,
lo cual a su vez le servirá para mantener a raya a los Seres inferiores
oscurecidos que merodeen los trabajos mediúmnicos con perversas intenciones.
Con la mediumnidad se puede hacer
mucho bien, pero también puede hacerse el médium mucho mal a sí mismo,
descuidando la facultad mediúmnica al llevar una vida desordenada, siendo
deshonesto, inmoral, abusando de la comida, la bebida, el tabaco, o peor aún,
de las drogas, porque sus energías físicas y espirituales no se encontrarán en
condiciones de unirse a los fluidos periespirituales de los
Espíritus que deberían poder conectar con ellos.
Sabemos que casi todas las personas, somos
médiums, en cualquier grado de desarrollo mediúmnico y en cualquier clase de
facultad psíquica que nos pueda poner en contacto con los Seres del llamado Más
Allá, pero como tales médiums, nos referimos aquí a quienes lo son en un grado
desarrollado suficiente como para mantener regularmente o con frecuencia,
comunicados con Seres espirituales. Este don, no es un regalo del Cielo, ni un
privilegio, sino una responsabilidad espiritual seria, por la que
todos y cada uno de los que la tenemos, tendremos un día que rendir
cuentas por el uso o por el no uso que le demos.
Por eso, la mediumnidad cuando es conocida y
comprendida, no es una función deseada de tener, pues más bien se siente como
una carga y un problema de la vida que en realidad humanamente no es
deseable, aunque cuando las comunicaciones son con Seres de Luz, de mayor grado
espiritual, las sensaciones que quedan tras su contacto, con bellísimas e
inenarrables. Sin embargo el contacto con seres sufrientes e inferiores, deja
una vibraciones enfermizas y penosas poco deseables para el médium.
Igualmente, también hay personas que siendo médiums incipientes,
lo saben, lo intuyen, pero no quieren “ejercer”; no les interesa. Pues bien, de
esa puerta abierta que deberían mantener para los Espíritus que vienen a
ayudarnos o que nos piden ayuda, pero sin embargo maltratan
su mediumnidad porque no la desean, y optan por ignorarla y
mantenerla cerrada, también tendrán que responder más adelante en el plano
espiritual cuando finalice su estancia en este mundo.
Por eso comentaba más arriba que la mediumnidad es una gran
responsabilidad; puede ser un regalo magnífico, bien empleado, o una pesada
carga que nos endeude espiritualmente más de lo que ya estábamos antes de venir
a esta existencia.
- Jose Luis Martín-
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