La
mediumnidad, como tantas otras cosas, está sujeta a posibles fraudes
y engaños, tal como ha sido notorio en la historia de la
Parapsicología y del Espiritismo. No obstante en los fenómenos que
la Parapsicología define como Paranormales, y que están causados
por Seres inteligentes fuera del psiquismo del médium o de
cualquier persona de las presentes en el ambiente donde la
mediumnidad se manifiesta, tras su observación y estudio se puede
garantizar la autenticidad, en principio solamente por el hecho de
que suelen ser protagonizada por personas sencillas, sin ningún
interés por la notoriedad o el lucro. Más bien por el contrario,
a la persona protagonista de este fenómeno, su facultad no les
resulta siempre muy deseable, y a veces suele serles un problema
y una carga en sus vidas. El desinterés en todo sentido, ya es por
si solo una garantía de autenticidad.
Como
al comienzo señalaba, han habido y hay a veces fraudes tal como
señaló el propio Allan
Kardec,
Codificador de la filosofía Espírita, y estos falsos médiums, no
solamente lo son a veces por dinero, sino que también a veces fingen
el trance y la comunicación mediúmnica por motivos de notoriedad,
vanidad, etc. Esta actitud deplorable e irresponsable, antes o
después les pasará factura y tendrán que comprender su error,
cosa que normalmente les acontece cuando ya están ellos a su vez
desencarnados.
La
misión de la mediumnidad es la de iluminar a la Humanidad,
desmitificando los llamados fenómenos sobrenaturales o milagrosos, y
trayendo informaciones preciosas, que han llevado a los hombres a
promover el progreso de los pueblos.
Como
al comienzo señalaba, han habido y hay a veces fraudes tal como
señaló el propio Allan
Kardec,
Codificador de la filosofía Espírita, y estos falsos médiums, no
solamente lo son a veces por dinero, sino que también a veces fingen
el trance y la comunicación mediúmnica por motivos de notoriedad,
vanidad, etc. Esta actitud deplorable e irresponsable, antes o
después les pasará factura y tendrán que comprender su error,
cosa que normalmente les acontece cuando ya están ellos a su vez
desencarnados.
La
misión trascendente de la mediumnidad es la de iluminar a la
Humanidad, desmitificando los llamados fenómenos sobrenaturales o
milagrosos, y trayendo informaciones preciosas, que han llevado a
los hombres a promover el progreso de los pueblos.
Los
médiums que se dedican al trabajo de intermediarios fieles de los
Espíritus nobles, hacen de la mediumnidad algo sublime, dándole un
carácter de seriedad credibilidad y aceptación, mientras que los
que por ignorancia son animados por intereses mezquinos, antes o
después transforman la tarifa mediúmnica en motivo de
incredulidad, mofa y fraude.
El
que alguna vez hayan habido fraudes en este tema, no significa en
absoluto que se pueda generalizar como la única explicación para
todos los casos del hecho mediúmnico. Los casos de fraudes que han
habido y aun los hay en ocasiones, no invalidan en ningún modo los
numerosos casos reales de manifestación mediúmnica que han pasado
a la historia porque, o bien el investigador de los mismos, o el
médium que los protagonizó, adquirieron celebridad por la calidad y
seriedad de sus actuaciones y trabajos.
Por
citar un ejemplo, entre los muchos investigadores serios de las
manifestaciones mediúmnicas que han pasado a la historia
podríamos mencionar a Sir
Williams Crookes, Allan Kardec etc,
como investigadores y estudiosos del tema, totalmente fiables, y a
Eusapia
Palladino, Leonore Pipper, Chico Xavier, etc,
entre los muchos casos de mediumnidades célebres con
manifestaciones abundantes, investigadas, comprobadas y legítimas.
Cuando
se ha sido alguna
vez testigo de estas manifestaciones o fenómenos mediúmnicos, lo que más impresiona es el tremendo esfuerzo psíquico y hasta físico del médium que suele terminar con sus fuerzas físicas agotadas, el color de la cara demudado y la frente sudorosa;o cuando alguna vez se ha presenciado el angustioso drama del Ser comunicante que se está manifestando ; esta experiencia, cuando se presencia por vez primera resulta tremenda e impresionante, y normalmente al observador presente le disipa cualquier duda de posible fingimiento y no solo por la falta de interés personal del médium por protagonizarlo, sino porque además hubiesen acreditado al actuar de esa manera , que son unos excelentes actores merecedores de ganar un gran premio de interpretación, actuando con un impresionante guión Sir William Crokes improvisado por ellos mismos en un espectacular alarde de
imaginación. Quien ha presenciado este siempre fascinante fenómeno del trance mediúmnico, al analizar lo visto y oído, no puede en todo caso sino descartar el fraude como la única explicación posible, teniendo que aceptar la posibilidad de la intervención real de una fuerza inteligente y sensible que de algún modo actúa independientemente de las personas presentes en el lugar de los hechos.
imaginación. Quien ha presenciado este siempre fascinante fenómeno del trance mediúmnico, al analizar lo visto y oído, no puede en todo caso sino descartar el fraude como la única explicación posible, teniendo que aceptar la posibilidad de la intervención real de una fuerza inteligente y sensible que de algún modo actúa independientemente de las personas presentes en el lugar de los hechos.
Otro indicio que aleja la posibilidad del fraude, es cuando se observa que el médium tiene el temor de que lo que protagoniza deje de ser un fenómeno íntimo y que no pase desapercibido popularmente, no pudiendo vivir tranquilamente en el anonimato como cualquier otra persona.
Es también de resaltar que la personalidad de la Entidad que se manifiesta, a menudo nada tiene que ver con la del médium ni con nadie de los presentes en el escenario de la manifestación, por eso el uso de la razón y el estudio y análisis constantes, son la forma segura de conducirse ante las informaciones recibidas o los fenómenos presenciados.
Una
forma de manifestación mediúmnica impresionante que acredita la
total autenticidad del fenómeno, es cuando durante la práctica de
una variante llamada Psicografía o comunicación mediante la
escritura, esta se produce en una “correspondencia cruzada”;
esto es mediante una combinación fragmentada de un comunicado
mediúmnico escrito, por dos o más médiums o sujetos, inconexos
entre ellos, en lugares distintos y de forma simultánea ; o Eusapia Palladino cuando
en este tipo de facultad,el médium que se encuentra . comunicando
mediante escritura automática, lo hace con ambas manos simultáneamente, escribiendo con cada una mensajes diferentes.
Y
para finalizar, ¿que decir cuando lo que se manifiesta es la
personalidad de un Ser conocido e identificado por alguno de los
asistentes y desconocido por el médium, y que además esa persona
que lo conocía, ignoraba hasta ese momento que este hubiese
fallecido, y que además concuerda la descripción hecha por algún
médium vidente presente, sobre su aspecto “físico”?; ¿Y si
aún encima, el comunicado del “más allá” aporta datos
íntimos de algún detalle desconocido para los presentes y que
después se puede comprobar?...
Alguna
vez el prestigio y seriedad de la mediumnidad ha quedado dañado
cuando esta ha sido un simulacro, una falsa pantomima fraudulenta,
pero como ya se ha dicho, esto siempre tiene alguna motivación
humana: dinero ,notoriedad , fama, etc; sin embargo cuando es
auténtica supone muchas veces una carga pesada o una prueba dura
o desagradable para el médium y su familia; en todo caso cuando se
afronta rectamente, siempre constituye la prueba evidente e
irrefutable de la realidad existencial después de la muerte.
- Jose Luis Martín -
- Jose Luis Martín -
“Porque
surgirán falsos cristos y falsos profetas y harán tan grandes
milagros y prodigios que, si fuera posible, engañarían hasta a los
elegidos”
-
Evangelio de Mateo cap. 24 ,vers. 24 –
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LA ÚLTIMA HORA
Por Ángeles Calatayud
¿Qué ocurre en el momento de la muerte, y cómo el espíritu se evade de su prisión de
carne? ¿Qué impresiones, qué sensaciones le esperan en ese... instante temible? Esto es lo
que a todos nos interesa conocer, pues todos haremos ese viaje. La vida se nos puede
escapar mañana mismo; nadie se librará de la muerte.
Ahora bien; lo que las religiones y todas las filosofías nos habían dejado ignorar, los
espíritus vienen en multitud a enseñárnoslo. Nos dicen que las sensaciones que preceden
y siguen a la muerte son infinitamente variadas, y dependen, sobre todo, del carácter, de
los méritos, de la altura moral del espíritu que abandona a la tierra. La separación es casi
siempre lenta, y la liberación del alma se opera gradualmente. Comienza, a veces, mucho
tiempo antes de la muerte, y no es completa sino cuando los últimos lazos fluidicos que unen
el cuerpo al periespíritu quedan rotos. La impresión experimentada es tanto más penosa
y prolongada cuanto más poderosos y más numerosos son estos lazos. El alma, causa permanente de la sensación y de la vida, experimenta todas las conmociones, todos
los desgarramientos del cuerpo material. En todos los casos, sin embargo, la separación del alma y del cuerpo está seguida de una
época de turbación, fugitiva para el espíritu justo y bueno, que se despierta bien pronto a
todos los esplendores de la vida celeste; muy larga, hasta el punto de constar de años
enteros, para las almas culpables, impregnadas de fluidos groseros. De éstas, muchas creen
vivir la vida corporal durante mucho tiempo después de la muerte. El periespíritu no es a sus
ojos más que un segundo cuerpo carnal, sometido a las mismas costumbres y a veces a
las mismas sensaciones físicas que durante la vida.
Otros espíritus de orden inferior se encuentran sumidos en una noche oscura, en un
completo aislamiento en el seno de las tinieblas profundas. La incertidumbre y el terror
pesan sobre ellos. Los criminales son atormentados por la visión espantosa e incesante de
sus víctimas.
La hora de la separación es cruel para el espíritu que cree en la nada. Se aferra desesperado
a esta vida que huye; la duda se desliza en él en el momento supremo; ve abrirse un mundo
temible como un abismo, y quisiera retrasar el instante de su caída. De ahí una lucha
terrible entre la materia que se disgrega y el alma que se obstina en retener el cuerpo
miserable. A veces permanece en él como adormecida hasta la descomposición completa
, y siente, incluso, según la expresión de un espíritu, "cómo los gusanos roen su carne".
Apacible, resignada, incluso alegre es la muerte del justo; tal es la partida del alma que, habiendo
luchado y sufrido mucho aquí abajo, abandona la tierra confiando en el porvenir. Para ella
, la muerte no es más que la liberación, el final de las pruebas.
Los débiles lazos que le ligan a la materia se deshacen fácilmente; su turbación se reduce a
un ligero embotamiento semejante al sueño.
Al abandonar su morada corporal, el espíritu al cual el dolor y el sacrificio han purificado
ve retroceder su existencia pasada, alejarse poco a poco, con sus amarguras y sus ilusiones
, y disiparse luego, como las brumas que resbalan por el suelo en el alba y se desvanecen a
la esplendorosa luz del día. El espíritu se encuentra entonces en suspenso entre dos
sensaciones, la de las cosas materiales que se borran y la de la vida nueva que se
bosqueja ante él. Esta vida la entrevé ya como a través de un velo, plena de un encanto
misterioso, temida y deseada a la vez. Bien pronto la luz aumenta, no ya esa luz solar que nos
es conocida, sino una luz difusa que se extiende por todas partes. Progresivamente, le inunda,
le penetra y, con ella, un sentimiento de felicidad, mezcla de fuerza, de juventud y de serenidad. El espíritu se sumerge en esa oleada reparadora. Se despoja de sus incertidumbres y de sus
temores. Luego, su mirada se aparta de la tierra, de los seres desconsolados que rodean
su cama mortuoria, y se vuelve hacia las alturas. Entrevé los cielos inmensos y a otros seres
amados, amigos de otro tiempo, más jóvenes, más vivos, más hermosos, que acuden a recibir
le, a guiarle en el seno de los espacios. Con ellos, se lanza y asciende hasta las regiones
etéreas que su grado de purificación le permite alcanzar. Allí, su turbación cesa, nuevas
facultades se despiertan en él, y comienza su destino feliz.
La entrada en la otra vida conduce a impresiones tan variadas como lo es la situación moral
de los espíritus. Aquellos -y su número es grande- cuya existencia se ha deslizado indecisa,
sin faltas graves ni méritos señalados, se encuentran sumidos primeramente en un estado
de entorpecimiento, en un agobio profundo; luego, llega un choque a sacudir su ser. El
espíritu sale lentamente de su envoltura: recobra su libertad, aunque, vacilante y tímido, no
se atreve a usar de ella aún, y continúa quieto, por el temor y la costumbre, en los lugares
donde vivió. Sigue sufriendo y llorando con aquellos que participaron de su vida. Transcurre
el tiempo sin que para él tenga medida; a la larga, otros espíritus le prodigan sus consejos,
le ayudan a disipar su turbación, a librarse de las últimas cadenas terrenales y a elevarse
hacia ambientes menos oscuros.
En general, la separación del alma es menos penosa después de una larga enfermedad,
teniendo ésta por efecto deshacer poco a poco los lazos carnales. Las muertes súbitas,
violentas, que sobrevienen cuando la vida orgánica está en su plenitud, producen en el
alma un desgarramiento doloroso y la impulsan a una turbación prolongada. Los suicidas se
ven presa de sensaciones horribles. Experimentan, durante algunos años, las angustias
de la última hora, y reconocen con espanto que no cambiaron sus sufrimientos terrenales
sino por otros más vivos aún.
El conocimiento del porvenir espiritual, el estudio de las leyes que presiden en la
desencarnación son de una gran importancia para la preparación de la muerte. Pueden
dulcificar nuestros últimos instantes y hacemos fácil la separación,permitiéndonos reconocer-
nos más pronto en el mundo nuevo que se nos abre.
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Miedo a Ser Feliz
El encuentro amoroso pleno es el sueño de la mayoría de las personas que he conocido. Y ¡ qué pocas son las que llegan a ello! ¿Será por casualidad? ¿Serán las dificultades externas – obstáculos de todo tipo – lo que impide la realización del amor?
No me parece que sea nada de eso. Pienso que existe un “factor anti-amor” presente en nuestra mente. Se trata del miedo, que procede de varias fuentes. La más obvia de ellas es la relativa a la dependencia. Sí, porque es absolutamente imposible amar sin depender, sin ponerse en manos del ser amado. Si éste hace un mal uso de ello, acabará por infligirnos gran sufrimiento y dolor. Por eso muchas personas prefieren renunciar a la entrega amorosa. Prefieren ser amadas en vez de amar. Puede parecer agudeza, pero en realidad es cobardía.
Además de la dependencia, hay varios miedos relacionados con la experiencia del amor. Me dedicaré a uno más, quizá más importante que los otros. Es el miedo a la felicidad. Nada hace a una persona tan feliz como la realización amorosa. Cuando estamos al lado del amado, la sensación es de plenitud, de paz. El tiempo podría pararse en aquel punto, pues todos nuestros deseos hubieran quedado satisfechos.
En cambio, a continuación de la euforia surge la inquietud, acompañada de un nerviosismo vago e indefinido. Parece que alguna desgracia está en camino, acercándose a pasos largos. Tenemos la impresión de que es imposible preservar tamaña felicidad. No sirve de nada incluso seguir los rituales supersticiosos: tocar madera, hacer higas… Por cierto, tales actitudes se derivan precisamente de la incredulidad que nos domina cuando las cosas nos van demasiado bien en cualquier sector de la vida.
Dejando a un lado las importantes cuestiones teóricas relativas a la existencia de ese temor, podemos decir que el miedo a la felicidad tiene por base el recelo de su futura pérdida. Cuanto más contentos y realizados nos sentimos, tanto más probable nos parece el final de ese “estado de gracia”. Según un extraño razonamiento, las posibilidades de que ocurran cosas dolorosas y frustrantes aumentan mucho cuando somos felices. El peligro crece proporcionalmente a la alegría. Así, a la sensación de plenitud se va acoplando el pánico.
Entonces ¿qué hacemos? Nos alejamos deliberadamente de la felicidad. Cometemos sandeces de todo tipo: buscamos un modo de lastimar a la persona amada, de inventar problemas que no existen o exageramos la importancia de pequeños obstáculos. Elegimos compañeros sentimentales inadecuados, perjudicando a veces otras áreas importantes de la vida: salud, trabajo, finanzas. Para reducir los riesgos de una hipotética tragedia, buscamos la forma de apagar nuestra alegría. En fin, creamos un dolor menor con el objetivo de protegernos de uno supuestamente mayor.
El miedo de perder lo que se ha logrado existe en todos nosotros. Sin embargo, me gustaría registrar con énfasis que la felicidad no aumenta ni disminuye la posibilidad de que ocurran cosas negativas. Se trata tan solo de un proceso emocional muy fuerte, pero que no corresponde a la verdad. ¡La felicidad no atrae tragedias! Es solo una impresión psíquica.
¿Qué hacer para librarnos de ese vértigo simbólico que convierte en inevitable la caída? ¿Cómo salir del brete y tener fuerzas para enfrentar el amor? Solo hay una salida, ya que no se conoce la “cura” para el miedo a la felicidad. Es preciso disminuir el miedo al dolor. Así, adquiriremos coraje para lidiar con situaciones que generan alegría y placer. Perder el recelo a sufrir es necesario, incluso porque la felicidad podrá de hecho acabarse. No tiene excusa, sin embargo, dejar de experimentarla, pensando tan solo en esa eventualidad.
Todo individuo que ande a caballo, estará sujeto a caerse. Solo estará seguro de evitar accidentes quien nunca ha montado. Esto, repito, es cobardía, y no listeza. Reconocer en sí fuerzas suficientes para soportar la caída y tener energías para volver a levantarse muestra coraje y serenidad. Una persona es fuerte cuando sabe vencer el dolor. Se trata de un requisito básico para el triunfo en todas las áreas de la vida, incluso en el amor. A nadie le gusta sufrir, pero no es moralismo religioso decir que superar las frustraciones es la conquista más importante para quien quiere ser feliz. ¿Deseas la realización de tus sueños? ¡Entonces, tienes que correr el riesgo de caer y sentirte capaz de sobrevivir a las penas de amor!
En cambio, a continuación de la euforia surge la inquietud, acompañada de un nerviosismo vago e indefinido. Parece que alguna desgracia está en camino, acercándose a pasos largos. Tenemos la impresión de que es imposible preservar tamaña felicidad. No sirve de nada incluso seguir los rituales supersticiosos: tocar madera, hacer higas… Por cierto, tales actitudes se derivan precisamente de la incredulidad que nos domina cuando las cosas nos van demasiado bien en cualquier sector de la vida.
Dejando a un lado las importantes cuestiones teóricas relativas a la existencia de ese temor, podemos decir que el miedo a la felicidad tiene por base el recelo de su futura pérdida. Cuanto más contentos y realizados nos sentimos, tanto más probable nos parece el final de ese “estado de gracia”. Según un extraño razonamiento, las posibilidades de que ocurran cosas dolorosas y frustrantes aumentan mucho cuando somos felices. El peligro crece proporcionalmente a la alegría. Así, a la sensación de plenitud se va acoplando el pánico.
Entonces ¿qué hacemos? Nos alejamos deliberadamente de la felicidad. Cometemos sandeces de todo tipo: buscamos un modo de lastimar a la persona amada, de inventar problemas que no existen o exageramos la importancia de pequeños obstáculos. Elegimos compañeros sentimentales inadecuados, perjudicando a veces otras áreas importantes de la vida: salud, trabajo, finanzas. Para reducir los riesgos de una hipotética tragedia, buscamos la forma de apagar nuestra alegría. En fin, creamos un dolor menor con el objetivo de protegernos de uno supuestamente mayor.
El miedo de perder lo que se ha logrado existe en todos nosotros. Sin embargo, me gustaría registrar con énfasis que la felicidad no aumenta ni disminuye la posibilidad de que ocurran cosas negativas. Se trata tan solo de un proceso emocional muy fuerte, pero que no corresponde a la verdad. ¡La felicidad no atrae tragedias! Es solo una impresión psíquica.
¿Qué hacer para librarnos de ese vértigo simbólico que convierte en inevitable la caída? ¿Cómo salir del brete y tener fuerzas para enfrentar el amor? Solo hay una salida, ya que no se conoce la “cura” para el miedo a la felicidad. Es preciso disminuir el miedo al dolor. Así, adquiriremos coraje para lidiar con situaciones que generan alegría y placer. Perder el recelo a sufrir es necesario, incluso porque la felicidad podrá de hecho acabarse. No tiene excusa, sin embargo, dejar de experimentarla, pensando tan solo en esa eventualidad.
Todo individuo que ande a caballo, estará sujeto a caerse. Solo estará seguro de evitar accidentes quien nunca ha montado. Esto, repito, es cobardía, y no listeza. Reconocer en sí fuerzas suficientes para soportar la caída y tener energías para volver a levantarse muestra coraje y serenidad. Una persona es fuerte cuando sabe vencer el dolor. Se trata de un requisito básico para el triunfo en todas las áreas de la vida, incluso en el amor. A nadie le gusta sufrir, pero no es moralismo religioso decir que superar las frustraciones es la conquista más importante para quien quiere ser feliz. ¿Deseas la realización de tus sueños? ¡Entonces, tienes que correr el riesgo de caer y sentirte capaz de sobrevivir a las penas de amor!
Flávio Gikovate - médico y psiconanalista
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LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES
José de Pizarra.
“Krishna, hacia el año 3000 antes de nuestra era (según la cronología de los brahmanes) dijo: “Yo y vosotros hemos tenido muchos nacimientos. Los míos no son conocidos sino por mi, pero vosotros no conocéis si quiera los vuestros” Y en dialogo con sus discípulos, Arjuna (véase Bhagavad Gita), dice:
“Así como el alma residente en el cuerpo material, pasa por las etapas de infancia
juventud, virilidad y vejez; así a su debido tiempo, pasa a otro cuerpo y en otras
encarnaciones volverá a vivir y desempeñar una nueva misión en la Tierra.”
juventud, virilidad y vejez; así a su debido tiempo, pasa a otro cuerpo y en otras
encarnaciones volverá a vivir y desempeñar una nueva misión en la Tierra.”
“Los Vedas, que son monoteístas al igual que los Cristianos, afirmaban la inmortalidad
del alma y la vuelta de nuevo a la carne. Sostenían; “que el alma es la parte inmortal del
hombre; que unas almas vienen hacia nosotros y regresan, y vuelven a venir; que todo
nacimiento, feliz o desdichado, es la consecuencia de las obras practicadas en las vidas anteriores.”
del alma y la vuelta de nuevo a la carne. Sostenían; “que el alma es la parte inmortal del
hombre; que unas almas vienen hacia nosotros y regresan, y vuelven a venir; que todo
nacimiento, feliz o desdichado, es la consecuencia de las obras practicadas en las vidas anteriores.”
Y según el Corán:
“Ala nos envía muchas v yeces hasta que regresemos a él.
“Ala nos envía muchas v yeces hasta que regresemos a él.
“Ovidio, Virgilio y Cicerón, a través de sus imperecederas obras, aluden frecuentemente
a la reencarnación de las almas o vuelta a la vida física Ovidio cantaba: “Las almas van
y vienen. Cuando vuelven a la Tierra, dan vida y luz a nuevas formas”.
Y Virgilio en “La Eneida”VI, pagina 713, asegura que:
“El alma al hundirse en la carne, pierde el recuerdo de sus vidas pasadas”.
a la reencarnación de las almas o vuelta a la vida física Ovidio cantaba: “Las almas van
y vienen. Cuando vuelven a la Tierra, dan vida y luz a nuevas formas”.
Y Virgilio en “La Eneida”VI, pagina 713, asegura que:
“El alma al hundirse en la carne, pierde el recuerdo de sus vidas pasadas”.
Como estamos comprobando, desde todos los tiempos (como dije), en toda época, la
razón irrefutable de la reencarnación, era, es y será, el pedestal, el cimiento donde
únicamente descansa y se afirma la Fe Razonada en la Justicia Divina, si quitamos este
dogma, la fe no tiene apoyo y no tiene razón de ser; Dios no existiría; y esto no puede ser.
El hombre tiene, aunque viva cien años, es muy poco tiempo para saldar sus deudas, esto es sin conocer la luz de la verdad.
En fin, amigos, continuemos con los Evangelios, que es la palabra del Maestro,
roguemos a Dios de corazón, para que esa inmensa Luz de Verdad, se haga también en nosotros:
Así, nuestra lucha, nuestra prueba, será mas llevadera, nuestras penas menos dolorosas y nuestra cruz mas liviana.
razón irrefutable de la reencarnación, era, es y será, el pedestal, el cimiento donde
únicamente descansa y se afirma la Fe Razonada en la Justicia Divina, si quitamos este
dogma, la fe no tiene apoyo y no tiene razón de ser; Dios no existiría; y esto no puede ser.
El hombre tiene, aunque viva cien años, es muy poco tiempo para saldar sus deudas, esto es sin conocer la luz de la verdad.
En fin, amigos, continuemos con los Evangelios, que es la palabra del Maestro,
roguemos a Dios de corazón, para que esa inmensa Luz de Verdad, se haga también en nosotros:
Así, nuestra lucha, nuestra prueba, será mas llevadera, nuestras penas menos dolorosas y nuestra cruz mas liviana.
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