lunes, 13 de marzo de 2017

El Libro de los Espíritus

Contenido de este Blog en el día de hoy:  No creáis a todos los espíritus.
                                                                   El clamor de las masas
                                                                   El Libro de los Espíritus
                                                                 
                                                                         
                           NO CREAIS A TODOS LOS ESPIRITUS 

Carísimos, "no queráis creer a todo espíritu", mas probad a los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas, se han levantado en el mundo. (San Juan, epístola I, cap. IV, versículo 1). 

Los fenómenos espiritistas, lejos de acreditar los falsos Cristos y los falsos profetas, como afectan algunos decirlo, por el contrario, vienen a darles el golpe de gracia. 

No pidáis al Espiritismo ni milagros ni prodigios, porque declara formalmente que no los produce; así como la física, la química, la astronomía, la geología, etc, vinieron a revelar las leyes del mundo material, él viene a revelar las otras leyes desconocidas, las que rigen las relaciones del mundo corporal y del mundo espiritual, y como sus hermanas mayores de la ciencia, no son menos leyes de la naturaleza, y da la explicación de cierto orden de fenómenos incomprensibles hasta este día destruyendo lo que quedaba aún en el dominio de lo maravilloso. 

Aquellos, pues, que intentasen explotar esos fenómenos en provecho suyo haciéndose pasar por mesías de Dios, no podrían abusar mucho tiempo de la credulidad y muy pronto serían descubiertos. 
Por lo demás, así como se ha dicho ya, estos fenómenos solos nada prueban; la misión se prueba por los efectos morales, que no es dado producir a un cualquiera. 

Este es uno de los resultados del desarrollo de la ciencia espiritista; averiguando la causa de ciertos fenómenos, levanta el velo de muchos misterios. Los que prefieren la obscuridad a la luz, son los únicos que tienen interés en combatirla; pero la verdad es como el sol: disipa las más densas nieblas. 
El Espiritismo viene a revelar otra categoría mucho más perniciosa de falsos Cristos y de falsos profetas, que se encuentra, no entre los hombres, sino entre los desencarnados: es la de los espíritus embusteros, hipócritas, orgullosos y pretendidos sabios que de la tierra han pasado a la erraticidad y toman nombres venerados para procurar a favor de la máscara con que se cubren, acreditar ideas a menudo muy extravagantes y absurdas. Antes de que las relaciones medianícas fuesen conocidas, ejercían su acción de un modo menos ostensible: por la inspiración, la mediumnidad inconsciente, auditiva o parlante. 
El número de los que en diversas épocas, pero sobre todo en estos últimos tiempos, se han presentado por alguno de los antiguos profetas, por Cristo, por María, madre de Cristo, y aun por Dios, es considerable. San Juan previene contra ellos cuando dice: "Estimados míos, no creáis a todo espíritu, mas probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas se han levantado en el mundo". 
El Espiritismo da los medios de probarles, indicando los caracteres en que se reconocen los buenos espíritus, caracteres "siempre mortales y jamás materiales". 
Al discernimiento de los buenos o malos espíritus es, sobre todo, a lo que deben aplicarse estas palabras de Jesús: "Se conoce la clase de árbol por su fruto; un buen árbol no puede producir malos frutos, y un mal árbol no puede producirlos buenos". 
Por la calidad de sus obras se juzga a los espíritus, como un árbol por la calidad de sus frutos. 

Extraído de: "Evangelio según el Espiritismo"

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Vandalismo de las masas

EL CLAMOR DE LAS MASAS

Divaldo Franco

Cuando las injusticias sociales alcanzan el clímax y la indiferencia de los gobernantes por el pueblo que aprietan en las amarras de las necesidades diarias, bajo el despertar de los conflictos íntimos y del sufrimiento que se generaliza, en las culturas democráticas las masas corren a las calles y a las plazas de las ciudades para presentar su clamor, para exigir respeto, para que sean cumplidas las promesas electorales que le fueron hechas...

Ya no es más posible amordazar a las personas, oprimiéndolas y amenazándolas con los instrumentos de la agresividad policial y de la indiferencia por sus dolores.

El ser humano de la actualidad se encuentra inquieto en todas partes, recurriendo al derecho de ser respetado y de tener deseo de vivir con el mínimo de dignidad.

No hay más lugar en la cultura moderna, para el absurdo de gobiernos arbitrarios, ni de la aplicación de los recursos que son arrancados del pueblo para extravagancias disfrazadas de necesarias, mientras la educación, la salud, el trabajo son escasos o colocados en plano inferior.

La utilización de estadísticas falsas, adaptadas a los intereses de los administradores, no consigue aplacar el hambre, iluminar la ignorancia, auxiliar en la liberación de las enfermedades, ampliar el abanico de trabajo digno en vez de la asistencia que enmascara los sufrimientos y abre espacio para el clamor que hoy explota en el País y en diversas ciudades del mundo.

Es lamentable, sin embargo, que personas sin escrúpulos, confundiendo, que viven a sueldo de la anarquía y de la falta de respeto, aprovechándose de esos nobles movimientos y los transforman en festival de destrucción.

Que, para esos inconsecuentes, sean aplicadas los correctivos previstos por las leyes, pero que se preserven los derechos del ciudadano para reclamar justicia y apoyo en sus reivindicaciones.

El pueblo, cuando clama en sufrimiento, no silencia su voz, sino cuando son atendidas sus justas reivindicaciones. En ese sentido, cabe a los jóvenes, los ciudadanos del futuro, la iniciativa de increpar contra las infames conductas... sin embargo, en orden y en paz.

 Publicado en el periódico La Tarde en 20.06, tiene repercusión mundial*

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                     El Libro de los Espíritus 

Contiene los principios de la doctrina espírita 

Sobre la naturaleza de los seres del mundo incorpóreo, sus manifestaciones y sus relaciones con los hombres; las leyes morales, la vida presente, la vida futura y el porvenir de la Humanidad. 

Escrito y publicado según el dictado y la orden de los espíritus superiores. por ALLAN KARDEC. 

Esta obra –así como lo indica su título– no es de modo alguno una doctrina personal: es el resultado de la enseñanza directa de los propios Espíritus sobre los misterios del mundo donde estaremos un día, y sobre todas las cuestiones que interesan a la Humanidad; de cierta forma, ellos nos dan el código de la vida al trazarnos la ruta de la felicidad venidera. 
Al no ser este libro el fruto de nuestras propias ideas, puesto que sobre muchos puntos importantes nosotros teníamos una manera de ver totalmente diferente, en absoluto nuestra modestia habrá de sufrir con los elogios; sin embargo, preferimos dejar hablar a aquellos que están completamente desinteresados en la cuestión. 
Acerca de este libro, el Courrier de Paris (Correo de París) del 11 de julio de 1857 contenía el siguiente artículo: La Doctrina Espírita El editor Dentu ha publicado, hace poco tiempo, una obra muy notable; íbamos a decir muy curiosa, pero hay cosas que rechazan toda calificación banal. El Libro de los Espíritus, del Sr. Allan Kardec, es una página nueva del propio gran libro del infinito, y estamos persuadidos de que se ha de colocar un señalador en esta página. Sentiríamos mucho si se creyera que hemos venido a hacer aquí una publicidad bibliográfica; si pudiésemos suponer que así fuera, quebraríamos nuestra pluma inmediatamente. No conocemos de manera alguna al autor, pero confesamos abiertamente que nos sentiríamos felices en conocerlo. 
Quien escribió la Introducción que encabeza El Libro de los Espíritus debe tener el alma abierta a todos los nobles sentimientos. Además, para que no se pueda sospechar de nuestra buena fe y acusarnos de tomar partido, diremos con toda sinceridad que nunca hemos hecho un estudio profundo de las cuestiones sobrenaturales. Pero si los hechos que se produjeron nos han asombrado, por lo menos no nos hicieron encoger de hombros. Somos un poco como esas personas llamadas soñadoras, porque no piensan igual que todo el mundo. A veinte leguas de París, al atardecer y bajo los grandes árboles, cuando no tenemos a nuestro alrededor más que algunas cabañas diseminadas, pensamos naturalmente en cualquier otra cosa que no sea la Bolsa, el macadán de los bulevares o los caballos de Longchamp. Muy a menudo nos hemos preguntado –y esto mucho tiempo antes de haber escuchado hablar de los médiums– qué pasaba en lo que se ha convenido llamar el Más Allá. Inclusive habíamos esbozado una teoría sobre los mundos invisibles, que guardamos cuidadosamente para nosotros y que estamos muy felices en reencontrarla casi por entero en el libro del Sr. Allan Kardec. 
  A todos los desheredados de la Tierra, a todos los que andan o que caen regando con sus lágrimas el polvo del camino, les diremos: Leed El Libro de los Espíritus, esto os hará más fuertes. También a los que están felices, a los que por la senda sólo encuentran ovaciones de la multitud o las sonrisas de la fortuna, les diremos: Estudiadlo, él os hará mejores. El cuerpo de la obra –dice el Sr. Allan Kardec– debe ser atribuido plenamente a los Espíritus que lo han dictado. Está admirablemente clasificado por preguntas y respuestas. Algunas veces, estas últimas son simplemente sublimes: esto no nos sorprende; pero, ¿no ha sido necesario un gran mérito para quien supo obtenerlas? Desafiamos a los más incrédulos a reírse mientras leen este libro en el silencio y en la soledad. Todo el mundo honrará al hombre que ha escrito su prefacio. La Doctrina se resume en dos palabras: No hagáis a los otros lo que no quisierais que os hagan. Hubiéramos querido que el Sr. Allan Kardec haya agregado: y haced a los otros lo que quisierais que os hiciesen. Mejor dicho, el libro lo dice claramente y, además, la Doctrina no estaría completa sin ello. No basta con no hacer el mal, es necesario también hacer el bien. Si no fuésemos más que hombres honrados, no habríamos cumplido sino con la mitad de nuestro deber. Somos un átomo imperceptible de esta gran máquina llamada mundo, y donde nada debe ser inútil. Sobre todo no nos digan que se puede ser útil sin hacer el bien; nos veríamos forzados a replicarles con un volumen. Al leer las admirables respuestas de los Espíritus en la obra del Sr. Kardec, nos hemos dicho que habría allí un bello libro para escribir. Rápidamente reconocimos que nos habíamos equivocado: el libro ya está escrito. Sólo conseguiríamos estropearlo si buscásemos completarlo. ¿Sois hombres de estudio y tenéis buena fe para instruiros? Leed el Libro Primero sobre la Doctrina Espírita. ¿Estáis colocados en la clase de personas que sólo se ocupan de sí mismas, que hacen –como se dice– sus pequeños negocios muy tranquilamente y que a su alrededor no ven nada más que sus propios intereses? Leed las Leyes Morales. ¿La desdicha os persigue encarnizadamente, y la duda os envuelve a veces con su brazo glacial? Estudiad el Libro Tercero: Esperanzas y Consuelos. Todos vosotros que tenéis nobles pensamientos en vuestros corazones y que creéis en el bien, leed todo el libro. Si hubiere alguien que en su contenido encuentre material para burlas, sinceramente nos compadeceríamos. G. DU CHALARD 
Entre las numerosas cartas que nos han sido dirigidas desde la publicación de El Libro de los Espíritus, solamente citaremos dos, porque ambas resumen de alguna manera la impresión que este libro ha producido y el objetivo esencialmente moral de los principios que encierra. Burdeos, 25 de abril de 1857. “Señor, Habéis puesto a una gran prueba a mi paciencia por la demora en la publicación de El Libro de los Espíritus, anunciado desde hace tanto tiempo; felizmente no perdí por esperar, porque supera todas las ideas que pude haberme formado de él según su prospecto. ¡Sería imposible describiros el efecto que ha producido en mí: soy como un hombre que ha salido de la oscuridad; me parece como si una puerta hasta hoy cerrada se hubiese abierto súbitamente; ¡mis ideas han crecido en algunas horas! ¡Oh, cuán mezquinas y pueriles me parecen las miserables preocupaciones de la Humanidad, ante ese porvenir del cual yo no dudaba, pero que estaba tan oscurecido por los prejuicios que apenas lo imaginaba! Gracias a la enseñanza de los Espíritus, ese futuro se presenta con una forma definida, perceptible, mayor y bella, y en armonía con la majestad del Creador. Cualquiera que lea este libro –como yo– y medite acerca del mismo, encontrará allí tesoros inagotables de consuelos, porque abarca todas las fases de la existencia. En mi vida he tenido pérdidas que fuertemente me han afectado; hoy en día no me dejan ningún disgusto, y toda mi preocupación es emplear con utilidad el tiempo y las facultades para acelerar mi progreso, porque ahora el bien tiene un objetivo para mí, y comprendo que una vida inútil es una vida egoísta que no puede hacernos avanzar hacia la vida futura. Si todos los hombres que piensan como vos y yo –y encontraréis a muchos, así lo espero por el honor de la Humanidad– pudiesen entenderse, reunirse, actuar en común, ¡qué fuerza no tendrían para acelerar esta regeneración que nos está anunciada! Cuando vaya a París, tendré el honor de veros, y si no es abusar de vuestro tiempo, os pediré que desarrolléis ciertos pasajes y algunos consejos sobre la aplicación de las leyes morales a las circunstancias que me son personales. Señor, a la espera de esto, recibid –os lo ruego– la expresión de todo mi reconocimiento, porque me habéis proporcionado un gran bien al mostrarme el camino de la única felicidad real en este mundo, y quizás os deberé, además, un mejor lugar en el otro. Vuestro devoto servidor, D..., capitán retirado.” Lyon, 4 de julio de 1857. 

“Señor, No sé cómo expresaros todo mi reconocimiento por la publicación de El Libro de los Espíritus, que anhelo por volver a leerlo. ¡Cuán consolador es para nuestra pobre Humanidad lo que vos nos habéis hecho saber! Por mi parte, os confieso que ahora soy más fuerte y más valiente para soportar las penas y las dificultades vinculadas a mi pobre existencia. Ya he compartido con varios de mis amigos las convicciones que he extraído de la lectura de vuestra obra: todos ellos se sienten muy felices, porque ahora comprenden las desigualdades de las posiciones sociales y no murmuran más contra la Providencia; la esperanza cierta de un porvenir más feliz, si proceden bien, los consuela y les da coraje. Señor, quisiera seros útil; no soy más que un pobre hijo del pueblo que se ha hecho una pequeña posición por su trabajo, pero que carece de instrucción, habiendo sido obligado a trabajar desde muy joven; por lo tanto, siempre he amado a Dios y he realizado todo que he podido para ser útil a mis semejantes; es por eso que busco todo lo que pueda contribuir a la felicidad de mis hermanos. Vamos a reunirnos varios adeptos que estábamos dispersos; haremos todos nuestros esfuerzos para secundaros: habéis levantado el estandarte y nuestra tarea es seguiros; contamos con vuestro apoyo y vuestros consejos. Señor, soy, si me atrevo a decirlo, vuestro hermano, con devoción C.”

 A menudo se nos ha preguntado sobre la manera por la cual obtuvimos las comunicaciones que son el objeto de El Libro de los Espíritus. Resumimos aquí, con mucho gusto, las respuestas que hemos dado sobre ese tema, lo que nos proporcionará la oportunidad de cumplir un deber de gratitud para con las personas que han tenido a bien prestarnos su colaboración. Como ya lo hemos explicado, las comunicaciones mediante golpes o, dicho de otro modo, a través de la tiptología, son demasiado lentas e incompletas para un trabajo de gran extensión; es por eso que nunca hemos empleado este medio: todo ha sido obtenido a través de la escritura y por intermedio de varios médiums psicógrafos. Nosotros mismos hemos preparado las preguntas y coordinado el conjunto de la obra; las respuestas son textualmente las que han sido dadas por los Espíritus; la mayoría han sido escritas bajo nuestros ojos, siendo algunas extraídas de las comunicaciones que nos han sido dirigidas por nuestros corresponsales, o que hemos recogido en todos los lugares donde hemos estado para hacer estudios: con este fin, los Espíritus parecen multiplicar ante nuestros ojos los temas de observación. Los primeros médiums que han colaborado con nuestro trabajo son las señoritas B..., cuya complacencia no nos ha faltado nunca: el libro ha sido escrito casi enteramente por intermedio de las mismas y en presencia de un numeroso público que asistía a las sesiones, en las cuales tenía el más vivo interés. Más tarde, los Espíritus prescribieron la revisión completa en reuniones particulares, para hacer allí todas las adiciones y correcciones que ellos juzgaban necesarias. Esta parte esencial del trabajo ha sido realizada con la colaboración de la señorita Japhet, que se ha prestado con la mayor complacencia y el más completo desinterés a todas las exigencias de los Espíritus, puesto que eran ellos los que designaban los días y las horas de sus lecciones. El desinterés no sería aquí un mérito en particular, ya que los Espíritus reprueban todo el tráfico que pueda hacerse con su presencia; mas la señorita Japhet, que es igualmente una muy notable sonámbula, tenía su tiempo empleado útilmente: pero ella ha comprendido que también le daría una utilización provechosa al consagrarlo a la propagación de la Doctrina. En cuanto a nosotros, hemos declarado desde el principio –y nos agrada confirmarlo aquí– que nunca hemos pretendido hacer de El Libro de los Espíritus el objeto de una especulación, debiendo su producto ser aplicado en cosas de utilidad general; es por eso que siempre tendremos gratitud para con aquellos que se asociaron, de corazón y por amor al bien, a la obra a la que nos hemos consagrado.

 Extraído de la REVISTA ESPÍRITA, PERIÓDICO DE ESTUDIOS PSICOLÓGICOS Año I – Enero de 1858 – Nº 1

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     COMO VIVIMOS DURANTE EL SUEÑO

El ojo clarividente es el ojo espiritual, y está como colocado en el pináculo de todo pensamiento. Dirigid vuestro pensamiento a Londres, y si tenéis desarrollado el ojo espiritual, con el pensamiento, el llegará a Londres. Otro tanto sucede con el oído espiritual y con los demás sentidos del mismo orden, los cuales no costituyen un don
especial, pues son propios de todos nosotros y en todos nosotros se hallan en germen.

Nuestros sentidos espirituales han quedado inutilizados, desde el nacimiento, por una continua falta de ejercicio y han llegado a perder sus naturales condiciones de acción. Cuando abandonamos nuestro cuerpo al sueño, caemos en un estado semejamte al de una persona que por cualquier motivo queda ofuscada o aturdida. Vemos sin mirar y
oímos sin escuchar.

Al dormirnos queda el cuerpo casi literalmente muerto, mientras el espíritu permanece vivo, hallandose entonces en condiciones casi iguales a las del niño cuando no tiene todavía bien educados los sentidos físicos. Durante la noche nos transformamos o pasamos a ser un verdadero espíritu viviente; empero quedamos como sin acción
propia a causa de que hemos de hacer uso de de los sentidos espirituales en la misma forma que durante el día usamos los sentidos físicos o corporales.

Muchas personas pueden mezclarse con nuestro espíritu, causa de que nuestro espíritu, después de haber permanecido tan largo tiempo, ineducado, ha adquirido ya la costumbre de andar a ciegas.Un hombre que vive sin propósito y sin aspiraciones en esta vida, pronto verá su inteligencia degenerar y hacerse muy inferior. Nuestro yo espiritual está en estas mismas condiciones, con frecuencia se halla fuera del cuerpo rodeado por otros espíritus también sin propósito y sin aspiraciones determinadas.

Las más viva fantasía no podrá describir lo que cada uno de nosotros ejecuta durante la noche y esos miles y miles de ciegos que se extravían, andan y corren a tientas por todas partes, por sus casas, por las calles, por los campos, unas veces cerca, otras veces, muy
lejos; pero no están nunca dormidos, sino despiertos, aunque andan y discurren como hallándose en un sueño, que no es un sueño en realidad. Algunas veces sucede que abre el espíritu los ojos, y entonces,ve a gente conocida o extraña, escenas que le son familiares o que no ha observado jamás, pero en casi ninguna ocasión acepta como realidad nada de eso, y lo que su inteligencia reúsa aceptar como cosa real, nunca la memoria lo retendrá, considerándolo verdadero.

Sucede a algunas personas que, al morir, cree su espíritu que se halla todavía en poseción del cuerpo físico, y puede permanecer en esta situación durante muchos años, viviendo con nosotros y figurándose hasta que duerme y come con nosotros, siempre en ese grado de existencia que lo hace invisible a nuestros ojos,´pero cerca de nosotros. Los seres, al abandonar el cuerpo físico, no siempre entran en seguida en una gloriosa condición de existencia, a menos que su inteligencia estuviese ya muy despierta en su vida terrena, caso en el cual podrían apreciar cada cosa correspondiendo con su cotidiana experiencia.

Nuestros amigos pueden también recibirnos al llegar como recibimos a los huéspedes en nuestra propia casa; pero sólo somos huéspedes, pues no podemos permanecer en estos círculos a menos que espiritualmente formemos ya parte de ellos. Y si un espíritu es de orden inferior, estará obligado, después de algún tiempo, a volver al plano espiritual al que pertenece.

La última idea que hemos tenido al dormirnos, es la que perdura en nuestro espíritu en el momento en que éste abandona el cuerpo, tengamos presente este reconocimiento de nosotros mismos como espíritus, fijemos en el cerebro la idea de que no hemos de usar ya de los sentidos corporales y será de gran ayuda a nuestros amigos invisibles para despertar manteniendo en nosotros el conocimiento de lo realmente experimentado.

De ahí que mientras estamos en plena poseción del cuerpo podemos portarnos como bien educados y vivir durante el día en las más altas regiones intelectales. Sucede todo lo contrario por la noche, a pesar de estar bien educados en la escuela de los sentidos físicos, pues el espíritu, al abandonar el cuerpo, no puede llevarse esta educación consigo. Inconcientemente podemos vernos arrastrados hacia personas o escenas que nos sean repulsivas, coducidos por corrientes espirituales bajas y groseras, y por ellas llevados, así como un niño ignorante que intenta vadear un río. No sabemos nada de la
acción del espíritu en las movedizas corrientes espirituales, y deberíamos advertir que las más bajas y malas o de inferior naturaleza son muy poderosas en las capas más próximas a la Tierra.

Si nos fuese posible seguir la recta dirección hacia las más altas y superiores regiones del espíritu, dejando atrás la corriente de los oscuros y groseros espírtus que nos rodean aquí y por todas partes, nos veríamos llegar finalmente a un bello país,
esplendoroso iluminado y lleno de flores, todo ello realzado por un admirable panorama, hallandonos en él reunidos con las personas que más hemos deseado ver y con las cuales estamos más íntimamente unidos en espíritu, descansando en medio de inmensos placeres que no nos privarían , sin embargo, de la contemplación de de escenas y paisajes de indescriptible encanto. Allí tendríamos conciencia de la vida y gozaríamos de un dulce descanso.

Todo lugar donde se reúnen personas de baja mentalidad, puestos bajo la influencia de pasiones rastreras, cualquiera su carácter distintivo, será siempre un foco de malas ideas, y estas ideas salen de allí formando como un verdadero riachuelo, aunque invisible, y fluyen y corren lo mismo que el agua que mana de una fuente. En las
grandes ciudades, todos esos lugares insanos forman muchos y miles de riachuelos de inmundos elementos, juntandose los unos con los otros,aunque nunca llegan a formar un vivo y rápido torrente, sino que más bien resultan una corriente mansa y engañosa, en la cual muchos se dejan inexpertamente caer, permitiendo que dulcemente los
arrastre. Toda reunión de personas habladoras , chismosas o aficionadas al escándalo, no es más que una reunión de espíritus afines. Esto es lo que sucede en toda familia en la cual reina el el desorden, la malquerencia, el trato grosero o la petulancia.
La alta sociedad y la que llamamos inferior en la escala social, pueden de igual modo contribuir al aumento de esa baja corriente espiritual.
Los espíritus más puros no pueden vivir en esa inferior corriente sin ser por ella afectados de un modo asaz desfavorable, lo que exige un gasto continuo de fuerzas para defenderse de ellas.

Lo indudable es que las montañas elevadas se hallan más libres de esos espíritus bajos, que buscan siempre los sitios inferiores o más bajos, como todo lo que es pesado y grosero. Ahora muchos de estos dañosos e invisibles elementos están junto a nosotros, nos rodean, y de ahí la necesidad en que nos vemos de formar grupos de personas que aspiren naturalmente a lo más puro, los cuales, reuniéndose con frecuencia, en la comunión de sus conversaciones y aún en la de su silencio, pueden dar origen a una corriente de más puros pensamientos e ideas. La corriente espiritual formada por un grupo de personas, aunque sea poco numerosas,que se hallen de perfecto acuerdo
y animados de benéficas y amorosas intenciones, es de un valor tal que no podemos formarnos idea, pues ahí está la más poderosa de todas las fuerzas espirituales. .

Hemos de pensar que podemos ser absorbidos por la timidez de , como también absorber su inercia y su falta de energía y no sabremos nunca claramente cuando un hombre o una mujer cualquiera puede sernos perjudicial o nos puede hacer algún beneficio. Pero el tiempo de las ocultaciones ha pasado ya. Muchas inteligencias van despertando y son hoy capaces de entender, cuando menos, estas verdades.Los tiempos en que el materialismos pudo aplastar toda espiritual verdad, ya están muy lejos y los tiempos en que toda verdad será demostrada han comenzado realmente. Del mismo modo, las pocas personas que hoy gozan del conocimiento de que trata este capítulo, tienen, sin embargo, ellas solas poder bastante para la acción que hemos descrito.

-Augusto López-
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