viernes, 25 de marzo de 2011

Vida emocional de las plantas



Aristóteles pensaba que las plantas tenían un alma. Charles Darwin comparaba algunas partes de una planta a un cerebro. Una vez tocó el fagot delante de su mimosa púdica para intentar (sin éxito) hacer mover las hojas. En cuanto a Goethe, que no era solamente poeta sino también botánico y director de las minas del Ducado y de Sajonia Xeimar, hizo descubrimientos fundamentales sobre la metamorfosis de las plantas y entreveía un conjunto espiritual detrás de su forma material.


A priori estas aserciones no parecen muy racionales, pero numerosas experiencias, poco conocidas de la opinión pública, vienen a apoyar estos hechos. En efecto, varias observaciones realizadas en varios países, revelaron un mundo desconocido y misterioso, en el cual las plantas sufren, experimentan emociones, leen el pensamiento humano e intentan comunicar con nosotros.

      Todos los elementos que siguen se tomaron de un artículo de Alexandre Dorozynskie publicado en la sección Botánica de la famosa y muy seria revista científica "Science et Vie" (Ciencia y Vida):

El acontecimiento que parece haber contribuido más que otros al renacimiento del interés que llevó a la ciencia a este mundo misterioso se produjo en Nueva York en 1963, en las oficinas de un experto de la detección de mentiras, Cleve Backster, asesor para la policía de New York. Uno de los parámetros que tiene en cuenta la detección de mentiras es la resistencia galvánica de la piel.

    Un día, por impulso, o curiosidad intelectual, o quizás porque no tenía nada que hacer, Backster colocó los electrodos de su detector de mentiras sobre una hoja de dragonnire, o dracaena, una planta de interior que su secretaria había comprado. Luego, regó la planta.

    Se esperaba que el galvanómetro (tras un mayor contenido de agua) indicara una resistencia más baja a la corriente eléctrica, pero fue lo contrario lo que precisamente se produjo. Perplejo, Backster se preguntó entonces lo que pasaría si la planta "sufría". Decidió quemar, con su encendedor, la hoja misma sobre la cual había colocado los electrodos. Cuál no fue su sorpresa, en el momento en que tomaba su decisión y antes de extraer el encendedor de su bolsillo, vió la aguja registradora saltar repentinamente, para indicar una mayor conductividad superficial. El trazado gráfico le recordaba curiosamente al de un hombre cuando se le coloca una pregunta-trampa o cuando se lo amenazaba.


TESTIGOS DE CARGO Y DETECTOR DE MENTIRAS

De experiencia en experiencia, realizadas con una instrumentación refinada, Backster se convenció de que las plantas percibían los sentimientos humanos y que experimentaban algo como sentimientos hacia su dueño. Una experiencia especialmente espectacular, en la cual participaron algunos agentes de la policía de New York, parecía poner de manifiesto que las plantas tienen también una memoria.

    Seis personas, con los ojos vendados, tomaban de un sombrero un papel doblado. Sobre uno de los papeles se redactaba el orden de arrancar y destruir una de las dos plantas que se encontraban en la habitación.

   El crimen se perpetraba a continuación en secreto, sin que ni las personas, ni él mismo Backster, supieran quien era el culpable; el único testigo era la otra planta, la que no se destruía.

   A continuación, se fijaban electrodos sobre la planta testigo y los sospechosos desfilaban ante ella de uno en uno. Se observó que cuando el culpable se acercaba, la aguja del galvanómetro se volvía loca. Una de dos: o bien "reconocía" a aquél que había matado a uno de los suyos, o bien ella percibía, por una clase de telepatía, la culpabilidad que se intentaba disimular. En cualquier caso, se desenmascaraba al criminal.

   En otra experiencia, que fue muchas veces repetida delante de jurados científicos, Backster conseguía transformar una planta en detector de mentiras. Se colocaban algunos electrodos sobre una planta y un hombre - sin electrodos - se sentaba ante ella. Backster decía al hombre que iba a citarle una serie de años preguntándole si correspondían a su fecha de nacimiento y que era necesario siempre responder "no". Invariablemente, Backster podía adivinar el año de nacimiento - que correspondía sobre el gráfico a una curva galvánica bien señalada.

     Otra experiencia, realizada por Backster para eliminar todo factor humano y subjetivo, consistía en colocar en una habitación cerrada a algunos camarones vivos en una bandeja basculante. Cuando la meseta oscilaba (en ausencia de toda intervención humana) los camarones caían en una cacerola de agua hirviendo. En una habitación vecina, cerrada también, una planta conectada sobre galvanómetro emitía en el momento de la muerte de los camarones un trazado repentinamente turbulento.

      El trazado era diferente de el que registraba una emoción y Backster se preguntó si no correspondía a una clase de percepción por un grupo de células de la muerte de otro grupo de células.

      Nuevas experiencias le permitieron establecer que la misma forma de reacción se encontraba en la muerte "percibida" por la planta, de bacterias, levaduras, distintos cultivos, amebas, células sanguíneas, y espermatozoides.

     Esta última experiencia recuerda la de investigadores soviéticos, que demostraron que células vivas se podían "comunicar" a través de una pared de cuarzo. En realidad, observan los autores, parece que estas comunicaciones no se hacen por medio de ondas electromagnéticas, ya que no son interrumpidas ni por una caja de Faraday, ni por una pared de plomo.

   Parecería incluso que cuando una "empatía" (a falta de otro término) (facultad intuitiva de ponerse en el lugar de otro, de percibir lo que experimenta) se establece entre una planta y su dueño, ni la distancia, ni los obstáculos paran la "relación". Experiencias durante las cuales el trazado de plantas se registraba mientras que el "dueño" viajaba, mostraban sobresaltos galvánicos correspondiendo a los momentos mismos de las distintas aventuras del viaje. Pierre Paul Sauvin, ingeniero electrónico americano, constató, volviendo a entrar en su laboratorio, después de un fin de semana en el campo, durante el cual la actividad galvánica de sus plantas se registraba automáticamente, de los paroxismos que correspondían al mismo momento de sus jugueteos amorosos con una amiga.

Los investigadores soviéticos acumularon una masa importante de datos, de las que la inmensa mayoría fue sistemáticamente rechazada en Occidente, pero las que estimularon algunas experiencias, en particular, en los Estados Unidos.

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta

" La omisión de  quien puede ayudar al pueblo pero no lo hace, es comparable a un crimen que se hace contra la comunidad entera. He visto muchos espíritus que fueron hombres públicos en la Tierra, en una lamentable situación en la vida espiritual".
                                                                                     - Chico Xavier -

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