jueves, 3 de marzo de 2011

Orgullo

Un hermano lector  nos escribió hace algún tiempo para pedir que escribiéramos sobre cómo tratar el sentimiento del orgullo derivado de un trabajo realizado con amor en pro del bien y cuyo resultado fue positivo.  

Nos dice que tiene dificultad para luchar con ese sentimiento y saber como es de perjudicial para su desarrollo espiritual. Por ultimo, informó que se cuestionaba si divulgar su trabajo en pro del bien con miras a que otras personas puedan seguir su ejemplo o si es preferible hacer el trabajo sin preocuparse de su divulgación.

Quedamos contentos con la petición, pues me creí preparados para atenderlo. Al contrario de otros artículos que veníamos escribiendo, pensamos, que en este lo podríamos abordar basados únicamente en nuestra experiencia, sin necesidad de recurrir a la literatura especializada. Sí, podríamos, no ya por haber ya domado nuestro sentimiento de orgullo, teniendo la receta de cómo hacerlo, sino por creerme en situación parecida como la del lector que nos había pedido orientación y, de ese modo, podríamos contarle lo que hemos notado en nuestros intentos de eliminar una más de nuestras inclinaciones.

De lo que nos hemos dado cuenta es que el orgullo, como todos nuestros sentimientos, no tiene valor propio, esto es, no es ni malo ni bueno. La forma de cómo expresamos nuestro orgullo hacia las otras personas es lo que marca la diferencia. Si, después de realizar una buena acción, eso en nada influyera en nuestras emociones, eso estaría señalando que ya éramos Espíritus Superiores, para los cuales las buenas acciones son instintivas, estando ellos haciéndolas continuamente. Por tanto, siendo aún Espíritus Imperfectos, aunque nos esforzamos en mejorar, es natural que sintamos orgullo del trabajo realizado en consonancia con las leyes de Dios. La satisfacción interior por lo que sucede en nuestros trabajos en el camino del bien es también necesaria en el estadio evolutivo en el que nos hallamos, pues es ella el motor que nos hace proseguir. No debemos, sin embargo, alardear del orgullo que estamos sintiendo, siendo suficiente el que lo sintamos. Debemos estar atentos, igualmente, con los elogios que por ventura recibamos mientras el sentimiento de orgullo aún está tomando parte de nosotros. Son esos los momentos más delicados, pues en esos momentos es cuando la emoción tiene más facilidad para obstruir a la razón. Delante de un elogio, utilicemos como defensa imaginar que él es una prueba por la que estamos pasando y esforcémonos al máximo para superarla. Una sonrisa tranquila sin palabras seguido de un rápido cambio de asunto puede ser una estrategia. Cada uno, conociendo sus posibilidades, deberá crear la suya.

Una vez entendido que el sentimiento de orgullo por causa de nuestras iniciativas en el camino del bien es comprensible y aceptable en el estadio en que nos encontramos, examinemos qué tipo de sentimiento debemos tener en relación al fracaso. ¿Es igualmente comprensible y aceptable sentirnos avergonzados cuando fracasamos? Entendemos que no. Comprendiendo nuestra situación de Espíritus inferiores en lucha para la mejoría, el fracaso forma parte de nuestro caminar y debe ser encarado con serenidad. No queremos decir con eso, sin embargo, que debamos aceptarlo pasivamente. No, todo fracaso, sea en el área que sea fuera de nuestra actividad, es una oportunidad de aprendizaje. Sepamos analizar el fracaso, descubrir su motivo y trabajar para eliminarlo de modo que no fracasemos nuevamente en una tarea similar. Avergonzarnos por nuestros fracasos, de ninguna manera. Podemos lamentar nuestra flaqueza, pero eso de nada valdrá si, al mismo tiempo, no nos esforzamos en ser más fuertes.

Por último, tenemos la cuestión de saber si debemos o no divulgar nuestras actividades exitosas en el camino del bien para motivar a otras personas. Nuestra reflexión sobre esta cuestión nos remite al ejemplo de Jesús y de otros grandes mensajeros del bien que la historia registró. Ninguno de ellos precisó divulgar sus buenas acciones para que otros las imitasen. Las buenas acciones se hacen propaganda por ellas mismas. Continuemos en el trabajo del bien, esforzándonos para hacerlo mejor, con más amor, más empeño y asiduidad. Poco a poco, observando lo que hacemos, aquellos que ya están preparados empezarán, ellos mismos, nuevos trabajos y los que aún no lo están ablandarán sus sentimientos en relación con los necesitados preparándose para, en el futuro, seguir el mismo camino.

Renato Costa

.LA ERA DELESPIRITU ( CON RECONOCIMIENTO Y AMOR)

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