sábado, 17 de julio de 2021

Presencias espirituales, exorcismos, etc

   INQUIETUDES   ESPÍRITAS

1.- La maledicencia

2.- El Ángel de la Guarda

3.- Llagas del alma

4.- Presencias espirituales, exorcismo, etc

5.-.¿Cómo funciona la Ley de Afinidad?



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                       LA MALEDICENCIA         


 La maledicencia no tiene que ver con la verdad ni con la mentira, sino con la aviesa manera de contarlas. 

  Nunca se vio contienda que no fuese procedida de murmuraciones inferiores. Es hábito antiguo de la liviandad procurar la ingratitud, la miseria moral, el orgullo, la vanidad y todos los flagelos que arruinan almas en este mundo para organizar las conversaciones de la sombra, donde el bien, el amor y la verdad son sofocados con malicia. 

  Desde tiempos inmemorables la maledicencia ha sido un mal ejercido en todas partes. Desde el momento que están juntas dos personas, se genera una conversación y en la mayoría de las ocasiones es para emitir juicios, hablar de los demás esto es una práctica muy común. Aunque no se tengan argumentos, o pocos conocimientos sobre el asunto que están tratando o de la persona que están hablando, muchas personas rencorosas y frustradas se sienten aliviadas hablando mal de los demás. 

  El diccionario de la real academia de la lengua española, define la maledicencia como la acción o habito de hablar en perjuicio de alguien denigrándolo. El hombre tiene un órgano minúsculo que es la lengua – lámina diminuta envainada en la boca. Instrumento sublime, creado para loar e instruir, ayudar e incentivar el bien, en cambio ¡cuántas veces el hombre se vale de ella para censurar, flagelar, perturbar, herir!… Si el hombre consiguiera dominarla, educarla la podría transformar en timón de paz y amor en el barco de su vida. “La muerte y la vida están en poder de la lengua...” Proverbios 18:21 Con la lengua, podemos definir nuestra vida. Todo lo que sucede en nuestra vida pasa por nuestra lengua. La Bendición o la maldición, la muerte o la vida. La Biblia es muy clara cuando nos dice arriba que la vida y la muerte están en el poder de la lengua. Infelizmente muy pocos creyentes la utilizan bien, produciendo vida. Y muchos se destruyen a sí mismos, a su familia y a otros utilizando mal a su lengua. Algunos no saben de la gravedad de esta palabra, otros sabiendo, actúan sin el temor de Dios, hablando tonterías, maldiciones, palabras de derrota y piensan que esto no trae ningún problema. 

  La maledicencia es el ejercicio de denigrar, de manchar de negro la vida del otro. Es la forma de consuelo más siniestra. La manera más zafia de elevar la propia estima. En estos tiempos de libertad, vivimos su dictadura. Las tres formas más corrientes de ejercer la maledicencia son la calumnia, el chisme, la envidia, analicemos por separado estas faltas tan comunes entre los hombres. 

  Cuando queremos causar un daño y hacemos una acusación falsa sobre alguien calumniamos. El chisme se define como una noticia verdadera o falsa con que se murmura o se pretende difamar a una persona o en muchos casos a una institución.

   La envidia es la tristeza causada en uno por el bienestar de otro. Envidia es avinagrarse porque alguien la está pasando mejor que uno, lo que sea que esto signifique: más dinero, fama, talento, etc. Para poder reflexionar sobre el asunto analizaremos una historia, es la de un sabio que fue visitado por un amigo que se puso a hablar mal de otro amigo del sabio, y este le dijo: “Después de tanto tiempo, me visitas para cometer ante mí tres delitos: primero, procurando que odie a una persona a la que amaba; segundo, preocupándome con tus avisos y haciéndome perder la serenidad; y tercero, acusándote a ti mismo de calumniador y maledicente”. Los cristianos deberíamos actuar contra cualquier nuevo brote de maledicencia con firmeza. 

  En algunas situaciones deberíamos ser tan firmes y tajantes como los médicos que luchan contra reloj para cortar el avance de un nuevo virus. Un virus puede destruir una vida, y eso es muy grave. Pero sólo quien ha sufrido el veneno de la calumnia, quien se ha visto insultado, señalado, abandonado por culpa de una mentira que corre veloz de boca en boca, puede comprender que hay formas de muerte moral más dolorosas que la misma enfermedad física. 

  De la envidia nace el odio, la maledicencia, la calumnia, el chisme y la alegría causada por el mal del prójimo Los libros sagrados de las principales religiones tales como la Biblia, condenan la maledicencia; veamos algunos apartados al respecto: 

- Aquellos que amamos la vida y queremos ver días buenos, tenemos que refrenar nuestra lengua de hablar mal de los demás y de decir calumnias (Pedro 3:10).  - Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano... (Santiago 4:11).              - Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (Efesios 4:31).    - Aquellos que amamos la vida y queremos ver días buenos, tenemos que refrenar nuestra lengua de hablar mal de los demás y de decir calumnias (Pedro 3:10). 

  La maledicencia, la calumnia y el chisme son propios de sociedades poco evolucionadas y es la falta de ética lo que nos hace ocuparnos más de la vida de los demás que de la propia, tal es así que pareciera que el chisme se ha convertido en el deporte favorito de muchos de nosotros. 

  Hay gente que se pasa horas hablando o murmurando de otras personas, y muchas veces sin darse cuenta del error que están cometiendo, y lo peor es que ellos juran que no son chismosos. Otras veces el “error” es premeditado. Hay artistas consumados en desprestigiar y hablar mal de los demás, y en hacer correr bolas contra quien les cae mal, sin considerar el daño que causan a las reputaciones y a la honra de las gentes. También están los que chismean sin maldad aparente, sólo para sentirse importantes, (¿no sabes la última?), y otros lo hacen maliciosamente, con la intención de causar daño a alguien en particular; puede ser por rivalidad, celos, competencia, enemistad, oposición, antagonismo, pugna, envidia, etc., todo ello empujado posiblemente por un gran complejo de inferioridad. 

  Se sabe que el rasgo principal del chisme es la mentira o la verdad dicha a medias, siendo parte importante, el infundio y la calumnia, y si a esto le añadimos que cada oyente, al momento de contárselo a otro, le agrega un poco más de sal de su propia cosecha, nos encontramos con monstruosidades que suelen acabar con el honor y la dignidad de una persona. 

  Lo grave es que increíblemente se usa el chisme contra personas consideradas amigas, actuando con hipocresía y perfidia que nadie entiende. Los seres humanos somos generalmente egoístas y nos centramos en nuestros propios problemas, pero cuando se trata de encontrar defectos y hacérselos saber a todo el mundo, ahí sí sabemos centrar la atención en los demás y dejar nuestro yo de lado. Todos somos expertos en las vidas ajenas; si hasta hay programas de televisión y personas que viven de eso. ¿Será que mientras nos ocupamos de hablar de los otros o de nuestros jefes no nos queda tiempo para mirarnos a nosotros mismos? ¿Descargamos en los demás nuestras propias frustraciones? ¿Hablamos de las carencias de éste o de aquél para no tener que afrontar las propias? ¿Nos escondemos en la broma y en sacarle filo a historias ajenas para no asumir nuestras propias incapacidades? Cuando se genera un rumor, la bola va creciendo y cada persona por la que pasa va añadiendo algo de su propia cosecha y el mensaje original se ha convertido en algo irreconocible. ¿Se acuerdan del juego del teléfono malogrado? Después de pasar por varias personas el recado estaba totalmente tergiversado e irreconocible. Pues lo mismo pasa en muchas ocasiones en nuestra vida. El daño causado por la maledicencia es muy difícil de reparar. No siempre nos damos cuenta del perjuicio. Se agravia, ofende y calumnia con un desparpajo increíble, si preguntamos a un chismoso de donde ha sacado esas expresiones, responderá: “lo escuché”, “me dijeron”, “se comentó en una conversación”, “me lo contó un amigo”.

   En muchos casos la maledicencia se basa en afirmaciones sin sentido, pero una vez que han sido pronunciadas causan un daño difícil de reparar. Los chismes son informaciones deformadas, que tienen un ciclo similar a los rumores: nacen como si fueran seres vivos, se desarrollan y mueren. Incluso pueden reencarnarse con nuevos bríos o hasta con nuevo cuerpo. 

  El chisme es producto de la convivencia social y se aprende con el tiempo, y todos de alguna forma lo hemos practicado. Un comentario infundado generalmente está constituido por una serie de mentiras o exageraciones que tal vez lleguen a perjudicar a uno o varios individuos, dependiendo de la intención de quien lo genera. La estructura del chisme lo conforman: el chismoso, el receptor de la habladuría y la víctima, de que se habla en forma negativa y sin fundamentos. Esto puede ir desde una simple crítica hasta la invención de toda una historia en torno a un sujeto determinado. O sea, se juega también a intentar cambiar la realidad. Instituciones como la nuestra se convierten en verdaderos campos de espionaje entre sus trabajadores, la inseguridad se intensifica, se pierde la confianza entre los compañeros, se traicionan, se utilizan, compiten, se crean ambientes en los que se siente que se camina entre vidrios.

   El que murmura hace daño a tres personas, a él mismo, al que escucha sin desmentir al hablante, y a la persona de quien se murmura. Si se tiene algo que reprochar a alguien, él es la primera persona que debería escuchar el reproche, pero lamentablemente por la falta de sinceridad que nos caracteriza, el maledicente se encuentra con el compañero, le sonríe y le saluda con palabras amables y hasta le adula, para después, apenas despedido, comenzar, de una manera u otra a hablar mal de él.

   En el caso de la calumnia, ésta es considerada como un modo de difamación que destruye a la persona afectada, no sólo por las heridas que produce, sino por la dificultad de repararlas. Aunque a uno le importe poco la opinión ajena, la calumnia abre las puertas a la duda. La calumnia tiene su mejor cómplice en el “piensa mal” y hace tambalearse hasta las más firmes convicciones acerca de la rectitud o la honradez de una persona, incluso una vez aclarada la mentira. Se sabe de amistades a prueba de bombas que han sucumbido al insidioso enredo de las maledicencias deliberadas; el veneno de la calumnia ha roto parejas y ha desmembrado familias, igual que ha provocado depresiones y sembrado discordias irreparables. Antiguamente el honor y la honra eran los bienes más preciados de las personas y su pérdida se consideraba irrecuperable, y cuando alguien ofendía el honor y la honra de un individuo, esta ofensa se lavaba con sangre generalmente en un duelo. En nuestros días estos conceptos pareciera que han quedado anticuados y lo que ofrecemos a nuestros jóvenes es una sociedad en la que todo se puede comprar y vender, donde prima la mediocridad y la falta de valores morales. 

  ¿Podemos tomar medidas radicales, firmes, profundas, contra la mentira, el chisme, la calumnia espontánea o promovida de modo organizado y sistemático? Lo primero que podríamos hacer es mirar nuestros corazones. Si guardamos rencores, si la envidia asoma de vez en cuando su cabeza repugnante, hemos de pedir a Dios un corazón bueno, que sepa perdonar, que sepa amar. Quien no ama a su hermano no puede amar a Dios (1Jn 4,20). Del corazón malo sólo salen malas cosas.

   El virus de la calumnia se origina en mentes que viven fuera del Evangelio, en fuentes incapaces de ofrecer el agua del amor (St 3,10-18). Por lo mismo, hemos de decidirnos a no ser nunca los primeros en lanzar una crítica contra nadie. ¿Para qué voy a decir esto? ¿Es sólo una imaginación mía? ¿Me gustaría que alguien dijese algo parecido de mí? Al contrario, necesitamos aprender a ser ingeniosos para alabar y defender a los demás. Esto es posible si tenemos un corazón realmente cristiano, bueno, comprensivo, misericordioso. En ocasiones veremos fallos, pero el amor es capaz de cubrir la multitud de los pecados (1Pe 4,8). Cuando sea posible, podremos corregir al pecador, pero siempre con mansedumbre, como nos enseña san Pablo: "Hermanos, aun cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado. Ayudaos mutuamente a llevar vuestras cargas y cumplid así la ley de Cristo" (Ga 6,1-2). Después, como ante una epidemia grave, hemos de levantar una barrera firme, decidida, contra cualquier calumnia. Nunca divulgar nada contra nadie, mucho menos una suposición, una mentira como tantas otras lanzadas por ahí (a través de la prensa, de internet, a viva voz). Incluso cuando sepamos que alguien ha sido realmente injusto (lo sepamos por haberlo visto, no sólo de oídas), ¿para qué divulgarlo? ¿Es esto cristiano? ¿No es mejor amonestar a solas al hermano para ver si puede convertirse, si puede cambiar de vida? 

Tendríamos que ser firmes como muros: delante de nosotros nadie debería poder hablar mal de otras personas. Si queremos vivir una vida más significativa, debemos buscar la forma de dejar de “interesarnos” en las vidas ajenas y comenzar a preocuparnos más de nuestras propias vidas, es decir dedicarnos a mejorar y a corregir nuestros defectos. 

  Debemos ser más sinceros cuando hablamos a las personas, y más tolerantes cuando hablamos de ellos. Si vemos algo con lo que no estemos de acuerdo o alguna cosa nos molesta de aquellos que conviven a nuestro alrededor, debemos ir directamente a él y hablarle claramente demostrando nuestros argumentos. ¡Cuántos males, sufrimientos y rencores serían evitados si habláramos con sinceridad! 

Este artículo ha sido extraído de Internet por Mercedes Cruz Reyes y de diversos libros espiritas, como “Religión de los Espíritus” de Chico Xavier, y de Viña de Luz.

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                              EL ÁNGEL DE LA GUARDA

                                       

  El ángel de la guarda o espíritu protector; viejo amigo. 

Hablamos de él constantemente; le evocamos pidiéndole ayuda y protección, la mayoría de las veces por inercia, porque desde pequeños nos han enseñado que, cuando nacemos, nos ponen un ángel para que nos proteja de todo mal. Pero no nos enseñan cómo es en realidad la misión que nuestro ángel, libremente aceptada por él, ha de cumplir con nosotros. Su misión es la de orientarnos; qué debemos hacer para no equivocarnos en nuestras actuaciones, y eso lo hace mediante la inspiración. El problema está en que nosotros tomamos decisiones sin consultar con la razón, que es precisamente en donde él deposita sus consejos y orientaciones. 

Cuando nos lanzamos a realizar un proyecto, no nos acordamos de él, y antes de ponerlo en marcha y pedirle ayuda para no tomar decisiones precipitadas; que nos ilumine para no equivocarnos; lo que hacemos en realidad es poner en marcha el proyecto sin meditar las consecuencias, y le pedimos que todo nos salga bien; le pedimos un milagro. 

No nos han enseñado que todo cuanto tenemos que realizar en la Tierra es un trabajo que debemos hacer nosotros, y que nuestro ángel está ahí para impulsar nuestros deseos de trabajar, para ayudarnos a levantar nuestro ánimo cuando nos vence el desaliento. Él nos dice: ¡Ánimo, hermano! ¡Levántate; trabaja! ¡Tu esfuerzo tendrá su recompensa, y yo estoy aquí para ayudarte! Sin embargo, no podemos escucharle porque estamos desintonizados; transitamos por la vida envueltos en una vorágine materialista que no cede tiempo para el análisis de nuestra existencia; averiguar para qué estamos aquí y cuál es nuestra misión en la Tierra, que no es otra que la que explicamos más arriba: trabajar por y para nosotros, pero como entes espirituales; solo así, con el conocimiento de cómo somos y cómo debemos ser, la sintonía con nuestro ángel estará garantizada y nos será muy fácil advertir su presencia a nuestro lado y escuchar sus consejos, muchos de los cuales nos los da en forma de señales, y que si nos detuviéramos unos momentos para hacer memoria, encontraríamos algún episodio en el cual nos dio esa señal. 

He narrado en varias ocasiones mis experiencias con el espiritismo, y Dios, que ha decidido mantenerme en este mundo, me da la oportunidad de seguir observando para adquirir nuevas experiencias y conocimientos, pero basados en la razón, en la observación… ¿Puede ser esto una prueba? Después de toda una semana recluida en casa a causa de un fuerte catarro, a la semana siguiente, y encontrándome mejor, decidí salir de casa el día de nuestro trabajo en el centro; sin embargo, aun encontrándome mejor, como ya he dicho, no estaba bien del todo, así que pensé: Quiero ir, ese es mi deseo; sin embargo, puedo recaer. Aun así, como mi deseo es noble, mi buen ángel me ayudará… ¿Qué hacer? 

 Llegado el día, dispuesta a ir al trabajo, un golpe de tos, un brusco malestar y un tremendo dolor en todo mi cuerpo acabaron cancelando mi salida. ¿Casualidad? Nada ocurre por casualidad. Pedí a mi ángel ayuda para hacer lo correcto y él respondió a mi demanda; esa fue su señal: me puse peor para que comprendiera que, al no estar bien del todo, debía quedarme en casa hasta quedar totalmente recuperada. Así pues, solo necesitamos dedicar unos minutos a la reflexión antes de tomar decisiones precipitadas, pidiendo ayuda mediante la oración a nuestro buen ángel; establecer con él el compromiso de trabajar sin desmayo en nuestro mejoramiento moral, y de ese modo, poco a poco, conseguir esa sintonía que va a hacer posible sentirle a nuestro lado y oír sus consejos; seremos capaces de interpretar las señales que nos proporciona como advertencia de lo que no debemos hacer, lo que equivale a eso que conocemos como voz de la conciencia. No le evoquemos, pues, por inercia; hagámoslo como al mejor amigo al que Dios nos ha confiado; un amigo incondicional que solo desea que le escuchemos para que no nos desviemos del camino que conduce a la plenitud, que es el destino final del espíritu.

 María Luisa Escrich  - Amor, Paz y Caridad

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                    LLAGAS DEL ALMA       

     El egoísmo es una de las llagas del alma que debe ser combatido con toda la energía si deseamos realmente progresar porque este sentimiento inferior se opone al más bello de todos los sentimientos humanos, el AMOR. Y el egoísmo por estar centrado en el individuo y sólo en él, no es capaz de percibir la existencia del otro y, mucho menos, sus necesidades.

    El egoísta, en general, no participa de campañas de ayuda en calamidades como terremotos e inundaciones; no es capaz de donar sangre; no visita orfanatos ni abrigos para viejos; nada siente al ver a los niños abandonados en las calles; en resumen: no le importa nada más que las que se refieren a su comodidad. Esta posición es muy peligrosa. Les voy a contar una historia ejemplar en este caso.

      En la Alemania de Hitler, había un hombre que vivía en un barrio de Berlín. Un día, la SS o Policía Nazista estuvo en su calle y llevó de allí a todos los moradores que eran judíos. El hombre habló así, de sí para consigo:  ¿ qué es lo que tengo que ver  con eso? No soy judío. Al día siguiente, la SS volvió y llevó a todos los gitanos de las vecindades. De nuevo el hombre pensó: pero yo no soy gitano, que me importa que lleven de aquí a esta gente. Pasó una semana y los nazis volvieron y llevaron a todos los homosexuales de aquella calle y el hombre continuó con el mismo pensamiento. Un mes después llevaron a los viejos sin que el hombre se importara. Hasta que un día, las SS entró en aquella calle y se lo llevaron a él..

José Carlos Leal.

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                PRESENCIAS  ESPIRITUALES,                                    EXORCISMOS, ETC


10. Los lugares frecuentados por los Espíritus, ¿lo son siempre por los antiguos habitantes de estas moradas?

Algunas veces, pero no siempre, porque si el antiguo habitante es un Espíritu elevado, no se acordará ya de su habitación terrestre, como tampoco de su cuerpo. Los Espíritus que frecuentan ciertos lugares no tienen muchas veces otros motivo  que el del capricho, a menos que no sean atraídos a ellos por su simpatía hacia ciertas personas.

– ¿Pueden fijarse en ellos con la mira de proteger a una persona o a su familia?
Seguramente, si son buenos Espíritus; pero en este caso nunca manifiestan su presencia por cosas desagradables.

12. ¿Es racional el temer los lugares frecuentadores por los Espíritus?
No; los Espíritus que visitan ciertos lugares y arman en ellos ruido; más bien procuran divertirse a costa de la credulidad y del miedo que hacer mal. Por lo demás figuraos que hay Espíritus en todas partes, y que donde estéis los tenéis sin cesar a vuestro lado, aun en las casas más pacíficas. Frecuentan muchas veces
ciertas habitaciones, porque encuentran en ellas ocasiones de manifestar su presencia.

13. ¿Hay algún medio de expulsarlos?
Sí, y lo más a menudo lo que se hace para esto, los atrae en lugar de alejarlos. El mejor medio de echar a los Espíritus malos es el atraer a los buenos. Atraed, pues, a los buenos Espíritus haciendo el mayor bien posible, y los malos se irán; porque el bien y el mal son incompatibles. Sed siempre buenos, y no tendréis más que buenos Espíritus a vuestro lado.

–¿Hay, sin embargo, personas muy buenas que son el blanco de los enredos de los Espíritus malos?
Si estas personas son realmente buenas, puede ser que esto sea una prueba par ejercitar su paciencia y excitarles a ser todavía mejores; pero creed bien que no son los más virtuosos los que más hablan de la virtud. El que posee cualidades reales las ignora muchas veces él mismo o no habla de ellas.

14. ¿Qué creeremos en cuanto a la eficacia del exorcismo para echar los Espíritus malos de los lugares que frecuentan?
¿Habéis visto muchas veces que este medio haya tenido resultados? Por el contrario, ¿no habéis visto redoblar la zambra y el ruido después de las ceremonias del exorcismo? Es que se divierten cuando se les toma por el diablo.
    Los Espíritus que no vienen con mala intención pueden también manifestar su presencia por el ruido y aun haciéndose visibles, pero nunca hacen ruido que incomode. Estos son muchas veces Espíritus que sufren y que podéis aliviar rogando por ellos; otras veces son Espíritus benévolos que quieren probaros que están cerca de vosotros, o en fin Espíritus ligeros que juguetean. Como los que turban el reposo por el rugido, son casi siempre Espíritus que se divierten, lo que mejor puede hacerse es reírse; ellos se cansarán si ven que no consiguen asustar ni impacientar.

     Resulta de las referidas explicaciones que hay Espíritus que se aficionan a ciertas localidades y dan a ellas la preferencia, pero que no tienen por esto necesidad de manifestar su presencia por efectos sensibles. Un lugar cualquier puede ser la morada forzada o predilecta de un Espíritu, aún malo, sin que se haya producido
en él ninguna manifestación.

Los Espíritus que se aficionan a las localidades o a las cosas materiales, no son jamás Espíritus superiores, pero sin ser superiores pueden no ser malos y no tener ninguna mala intención; algunas veces son comensales más útiles que dañosos, porque si se interesan por las personas, pueden protegerlas.

- El Libro de los Médiums- Allan Kardec 


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            ¿Cómo  funciona  la ley de Afinidad  ?

                                    


     La ley de Afinidad, llamada también ley de  Sintonía Vibratoria,  básicamente funciona haciendo que cada vibración mental o espiritual  atraiga otras vibraciones  que  les son semejantes o afines. De este modo esta ley  nos agrupa en diferentes niveles evolutivos, con lo que  también  se  hace posible  la ley de Jerarquía Espiritual,  las cuales  confirman la ley de Evolución del espíritu y lo agrupan en dimensiones  de sintonía espiritual en las que se situan los que son afines entre sí. Así, también vemos en lo cotidiano, como las personas tienden  naturalmente a agruparse según semejanza de pensamientos, gustos o tendencias; los que se encuentran en polos opuestos, o sea con pensamientos y sentimientos diferentes, naturalmente se repelen.

        Mediante  esta ley de Afinidad vibratoria, la energía psíquica  del Ser espiritual,  ya sea en personas de este mundo, como en los  espíritus desencarnados   existentes en  otra dimensión, pero que nos rodean e intercalan con nosotros,  manifiestan una fuerza  de atracción hacia cualquier otro Ser, siempre  que sus vibraciones mentales o anímicas sean semejantes a las suyas, o sea que  exista una igualdad de frecuencia o de sintonía entre ambas, porque estas vibraciones o frecuencias actúan  a modo semejante de  las ondas electromagnéticas que emiten  las emisoras de radio con  respecto a  los receptores que las sintonizan buscando la misma frecuencia de onda.

       El funcionamiento de la Ley de Afinidad se podría sintetizar en que por esta ley espiritual, lo semejante atrae su semejante. Por tanto, si no sintonizamos con esas energías mentales negativas que, aunque sea de modo imperceptible, pugnan por  alterarnos, estaremos libres de su influencia. Es por ello que seguimos teniendo la libertad de escoger nuestro destino de cada día y de cada momento.

      Cotidianamente vemos que así sucede también entre las personas, grupos y sociedades  que se relacionan entre sí cuando algo tienen común o en semejanza, que  les atrae o les une, y en caso contrario cuando esa afinidad no existe, sus propias diferencias les alejan y separan .

- Jose Luis Martín-

 

“Emplea diariamente el poder de tu pensamiento en propósitos benéficos;  debes ser  una fuerza a favor de la evolución” - Krishnamurti-           


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