miércoles, 21 de julio de 2021

En el proceso de desobsesión

    INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- ¿Reforma íntima o transformación moral?

2.- El sentido intuitivo de Dios

3.- En el proceso de desobsesión

4.-Aprendí, en una sesión mediúmnica....

5.- El rezo y la oración




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¿ REFORMA ÍNTIMA O TRANSFORMACIÓN MORAL ?

Lo que equivocadamente se llama “reforma íntima” es uno de los temas prevalentes en el medio espírita. La expresión intenta dar significado a la principal razón de nuestra existencia: la transformación moral, objetivo de la reencarnación.

Hablada, decantada, estudiada y debatida, dicha reforma íntima asusta a mucha gente, pues falta la exacta comprensión de lo que sea este “reformarse” íntimamente. Muchos sufren con este tema, lanzándose intempestivamente a lo que se ha decidido llamar reforma íntima, de forma obligatoria, desordenada, impensada. Esperan alcanzar resultados inmediatos. Sufren porque no consiguen verse en la persona “santificada”, pues todavía andan a vueltas con sentimientos y deseos puramente humanos, contradictorios con lo que imaginan ser la tan propalada “criatura ideal”. Invariablemente, sin notarlo, son estimulados por agentes externos punitivos que traen una gran carga de culpa. Se olvidan que Allan Kardec preconizaba: “Se reconoce al verdadero espiritista por su transformación moral y por los esfuerzos que hace para dominar sus malas inclinaciones.”

Toda reforma significa cambiar algo ya existente, hacerlo mejor. Nadie en su sano juicio cambia algo existente para hacerlo peor. Implica también en que se mantenga la estructura básica, cambiando solo los accesorios. Si fuese para que se rehiciera también la estructura, no sería reforma, sino “reconstrucción”. Toda reforma apurada, sin el debido conocimiento ni base sólida a su ejecución, tiende a salir mal, causa disgustos y decepciones, y eso cuando no obliga a buscar el auxilio de un profesional especializado (en el caso de los edificios: un ingeniero o arquitecto; en el caso del ser humano: un psicólogo o psiquiatra).

La “reforma íntima” significa en verdad la transformación del ser humano a través de la modificación de los modelos de valores, pensamientos, conceptos, prejuicios y comportamientos, manteniendo la estructura básica de la persona a ser modificada. Así, la verdadera transformación moral se inicia a través del análisis sincero de sí mismo, del auto-cuestionamiento y del conocimiento real de lo que necesita ser cambiado, lo que normalmente se denomina autoconocimiento. El ser humano solo cambia lo que conoce y acepta como verdadero. Los propios espíritus indicaron a Kardec esta necesidad en la respuesta a la pregunta 919 de El Libro de los Espíritus: “¿Cuál es el medio práctico más eficaz para mejorarse en esta vida y resistir a la solicitación del mal?” “Un sabio de la antigüedad os lo dijo: ‘Conócete a ti mismo’.”

Entonces, todo espírita estudioso, aun sin percibirlo, está en franca ascensión con su seudo reforma íntima, y de forma natural. Uno de los principales objetivos de la doctrina es el desarrollo del ser humano, por la comprensión de nuevos conceptos sobre su realidad espiritual. Así, no debería haber trauma alguno para que el espírita ejercitara su transformación moral, salvo por una irrazonable exigencia de sí para consigo, motivada por la falta de estudio adecuado o la falta de auto-consideración y de amor a sí mismo.

En la transformación moral, ¡el respeto por sí mismo es importante! El amor a sí mismo es uno de los principales puntos que deberían ser debatidos, estudiados e incentivados en el medio espírita, sin la falsa impresión de que amar a sí mismo es actuar con vanidad y orgullo, faltar con la humildad, con la caridad para con el prójimo. Es común ver espíritas dedicándose al extremo a la caridad externa, mostrando con eso el amor al prójimo, olvidándose de ser caritativos y amorosos consigo mismos. Jesús recomendó como uno de los puntos principales de la Ley Divina “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo”.

Difícilmente alguien acepta en el otro lo que no acepta en sí mismo. Entonces, el respeto y la consideración por sí mismo es el primer gran paso al verdadero autoconocimiento. No habiendo el autoperdón, no hay la aceptación de los errores y, consecuentemente, estos se ignoran. Es difícil aceptar que somos imperfectos y sujetos a cometer errores, sin cargar procesos de culpas que nos atemorizan y paralizan. Todo proceso de culpa inhabilita la criatura a que se sienta bien consigo misma. Tiende a criar un proceso de sufrimiento y baja estima, cuando no es ignorado completamente a través del “encubrimiento” que tranquiliza y mantiene a la persona en paz consigo misma, pero extremamente crítica en cuanto a idénticas situaciones en los semejantes.

Jesús, en el diálogo con los acusadores de la mujer adúltera, al proponer que arrojara la primera piedra aquel que estuviera sin pecado, buscó mostrar que no se puede acusar a nadie y que todos, indistintamente, somos merecedores de consideración y respeto los unos por los otros. Tampoco condenó a la mujer, mostrándole, así, que aprendemos con nuestros propios errores. Quien no yerra hoy, puede haber cometido errores semejantes ayer o es pasible de cometerlos hoy, en idénticas situaciones. Quien ya ha errado no acusa al otro porque sabe que también es falible. Así, no hay beneficio alguno en acusarse: aquel que se acusa, rotula a sus errores como un pecado y no se preocupa en trabajar para modificarse. ¡Autoacusación provoca inanición!

El proceso reencarnacionista lleva al crecimiento por la experiencia (errores y aciertos) y no por el “pagamento de deudas anteriores”, como comúnmente se dice. El auto-cuestionamiento constante, sin la acusación insana y paralizante es saludable. Cuestionarse es diferente de acusarse. Mientras uno estimula el ser al crecimiento, el otro lo retrasa en el sufrimiento innecesario.

La transformación moral del espírita consciente se hace natural, automática y constantemente. Sin traumas, sin cobrarse, a través del cuestionamiento saludable de sí mismo y de la observación de las actitudes y los sufrimientos ajenos. La persona que se cuestiona de forma natural no exige de sí actitudes no aprehendidas todavía. Cambia sus conceptos según las necesidades y los nuevos aprendizajes, manteniéndose equilibrada ante los hechos de la vida. No cobra del otro, no juzga, pues sabe que somos todos aprendices y merecedores de indulgencia.

No hay transformación moral sin cambio de actitudes, recordando el refrán de Raúl Seixas, “Prefiero ser esa Metamorfosis Ambulante que tener aquella vieja opinión formada sobre todo”. Las personas que se mantienen firmes en sus viejas opiniones son las que más sufren, las que más hacen sufrir. Son tan duras y exigentes con los semejantes como lo son consigo mismas. ¡Transformación moral no se compatibiliza con intransigencia!

Concluyendo: el espírita consciente se queda en paz consigo mismo. Se acepta como verdaderamente es. No se cree ni mejor ni peor que nadie. Está siempre atento a sus sentimientos y necesidades, sin culparse ni criticarse, buscando corregir aquello que piensa estar mal, en aquel momento. No se molesta en cambiar sus modelos. Tiene total consciencia de que la vida es un eterno cambio rumbo a la perfección.

Así siendo, ¡¡feliz transformación moral para ti, lector! !

 Edson Figueiredo de Abreu –Presidente del Grupo Espírita Manoel Bento, de São Paulo/SP.

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      EL SENTIDO INTUITIVO DE DIOS

- ¿Debe el hombre, hasta en estado salvaje, a un recuerdo retrospectivo, el sentimiento instintivo de la existencia de Dios y el presentimiento de la vida futura?

– Es un recuerdo que conserva de lo que sabía como Espíritu, antes de encarnarse; pero a menudo el orgullo sofoca ese sentimiento.

-¿Es a ese recuerdo que se deben ciertas creencias relativas a la Doctrina Espírita, las cuales se registran en todos los pueblos?

Esta doctrina es tan antigua como el mundo; por eso, la encontramos por todas partes, lo cual prueba que es verdadera.

    Conservando el Espíritu encarnado la intuición de su estado como Espíritu, tiene conciencia instintiva del mundo invisible, pero, muchas veces, los prejuicios falsean esa idea y la ignorancia la mezcla con la superstición.

Allan Kardec

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EN EL PROCESO DE DESOBSESIÓN

Son muchos los que llegan al conocimiento de la doctrina Espirita  por los látigos del sufrimiento, por perturbadoras  pruebas dentro del campo de la obsesión.

Poco a poco, despiertan para las realidades  de la vida, esforzándose por la propia iluminación y la de los adversarios  que los comprimen psíquicamente, en las dilatadas imposiciones perniciosas.

Los cooperadores adiestrados son deseados  para asegurar la mejoría del enfermo, pero lamentablemente no se encuentran  en lo general en el campo de acción del hombre terráqueo, ya que no merecen su convivencia y la mayoría de las veces no se cuentan con servidores ideales, solo se puede  agradecer la mayoría de las veces  a obreros modestos;  caracterizados por el espíritu de servicio, con coraje suficiente para vencer los prejuicios y las conveniencias  de los grupos sociales  y de las personas negativas, afanándose en la distribución del bien.

La ignorancia y la mala fe siempre denigren lo que desconocen, presentando con colores fuertes de la propia incuria, aquello que no desea que se expanda ni alcance a otras áreas humanas.

La verdad no es patrimonio de individuos  ni de grupos. Tiene carácter universal. Es la misma en todas partes y en todos los tiempos, variando en la forma, en el vestuario, con lo que se presenta para ser ofrecida a los hombres. El Espiritismo  es una doctrina perfecta en su estructuración científica, filosófica y religiosa, teniendo mucho que ver con las diversas ramas del Conocimiento, que aclara, ya que investiga las causas, mientras que la Ciencia todavía  examina sus efectos. Allan Kardec debió penetrar  en el examen y estudio de la Doctrina Espirita para publicar “El Libro de los Espíritus”; comprendió que responde a las más diversas cuestiones complejas  y embarazosas del pensamiento, proponiendo soluciones  a los enigmas de las “ciencias del alma” bien como  de los conflictos de la fe que tanto han atormentado a religiosos honestos o no, que se debaten en aflictivas dudas.

Grandes desafíos surgen y embates  vigorosos, a fin de que poco a poco, el obsesado se desprenda del zarzal en el que se enredó a través de los tiempos.

La obsesión es el resultado de una demorada convivencia psíquica entre dos Espíritus afines, bien sea por el amor que desata las pasiones inferiores o a través del odio que galvaniza los litigantes,  imantándolos uno al otro con vigor.

Cuando son tomadas   las primeras providencias para la terapia de desobsesión surgen efectos inmediatos, que son consecuencia de esa aptitud: 1) la rebeldía del enemigo, que cambia la técnica de la agresión, reformulando, su programa de persecución no obstante atacando a la presa con el objetivo de desanimarla  2) propicia una falsa concesión de libertad, esto es, afloja el cerco, antes pertinaz,  permaneciendo,  sin embargo, en vigilia, aguardando la oportunidad para lanzar un asalto fatal, en el cual triunfen sus planes infelices. En la primera  hipótesis, la víctima, no adiestrada en el conocimiento de la desobsesión, porque se siente empeorar, razona, equivocadamente, que la medicación le está siendo más perjudicial que la enfermedad e, inspirada por su semejante, planea abandonar el procedimiento nuevo; lo que, a veces, realiza, permitiendo a la astuta, Entidad liberarlo, momentáneamente, de las sensaciones  constrictivas para sorprenderlo, más tarde, cuando sus reservas de fuerzas  sean menores  y los recursos del equilibrio se hagan poco viables… En el segundo casi, sintiéndose menos oprimidos, el obseso se cree desobligado de los nuevos compromisos y vuelve a las actitudes vulgares de antes, cayendo, posteriormente  en la urdimbre  hábil, de su vigilante carcelero espiritual.

Jesús afirmó con razón, que el Espíritu inmundo al salir del hombre, anda por lugares áridos, procurando reposo, y no encontrándolo, dice: “Volveré para mi casa de donde salí; y al llegar  la halla barrida y adornada, después va y lleva consigo siete Espíritus más, peores que él. El ultimo estado de aquel  hombre acaba siendo peor que el primero, “Es siempre conveniente  recordar que todo obseso de hoy es verdugo de ayer que pasó  sin la conveniente corrección moral, ahora cayendo en la maldad que él mismo cultivo. El vicio mental derivado de la convivencia con el huésped genera ideo plastias  perniciosas de las que se alimenta  psíquicamente  el hospedero. Aun cuando sea apartado el factor obsesivo, permanecen, por largo tiempo, los hábitos negativos, engendrando imágenes, perjudiciales que constituyen la Psicoesfera enfermiza, en la cual se mueve el paciente. El más severo esfuerzo que el enfermo psíquico por obsesión debe movilizar, es el de la reeducación mental, adaptándose a las ideas optimistas, a los pensamientos sanos, a las construcciones edificantes. Las lecturas iluminativas, la oración inspiradora, el trabajo renovador, hasta que se creen hábitos morigerados, propiciadores de paisaje mental bendecido por la revitalización y por el equilibrio. Gracias a tales factores, no siempre la cura de la obsesión ocurre cuando son apartados  los pobres perseguidores, sino cuando compañeros de lucha instalan en el mundo intimo las bases del legítimo amor y del trabajo fraternal a favor del prójimo, tanto como de si mismos, a través del recto cumplimiento de los deberes.

Los hombres esperan siempre  que se operen milagros, cuando le son impuestos el esfuerzo y la dedicación a través del tiempo, casi siempre desertan del compromiso o lo relegan al olvido,  afirmándose desencantados con los otros de quien exigen  una conducta superior, que así mismos no se permiten.  Se justifican sin justificar a los otros; se excusan, pero se tornan jueces rigurosos de aquellos con los cuales conviven,  o a quien recurren, buscando ayuda. Por eso la salud mental que se deriva de la liberación de las alineaciones obsesivas se hace difícil, porque  ella depende, sobretodo, del enfermo, en el máximo de su esfuerzo y no exclusivamente de su ánimo perturbador.

Nadie  espere   reposo y placer, ni anhele de inmediato, por comodidad y bienestar del que no sea merecedor. La tierra es madre generosa y la existencia  carnal constituye oportunidad reparadora, salvadas raras excepciones  cuando el Espíritu se encuentra en misión para propulsar el progreso de la humanidad, aun así, en esos casos, el dolor y la soledad, los testimonios de muchos tipos no les quedan al margen…

El crecimiento para Dios solamente se da a través de la mejoría intima, a través del trabajo fraternal verdadero entre las criaturas del camino de nuestra evolución, así   nos lo enseño Jesús que bendijo el trabajo y el deber con el propio esfuerzo.

Trabajo realizado por Merchita

Extraído del libro “Cuadros de la Obsesión” de Divaldo Pereira Franco


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    Aprendí, en una Sesión Mediúmnica …


   Si fuese a clasificar, apenas de una manera genérica para poder sintetizar, los tipos más comunes de sesiones mediúmnicas, podría nombrar cuatro tipos: 

     •Las sesiones de Orientación, en las que Espíritus Benefactores y Colaboradores o Mentores desean comunicarnos lecciones, consejos u observaciones. En estas sesiones podemos tener intercambios, tipo conversatorios o escuchar y tomar notas para luego analizar la coherencia, lógica y relevancia del mensaje, tal como sugería Kardec.

 • Las sesiones Experimentales. Con estas se busca primordialmente la realización de efectos físicos, ya sea la tiptología, la voz directa, ectoplasmía, aportes y transportes, levitaciones, materializaciones parciales o completas, transcomunicación instrumental y otras formas de interacción con los desencarnados, que sean objetivas y repetibles.

 • Las sesiones de Desobsesión. Esta es principalmente un área de la Terapia Espírita que se especializa en la resolución de conflictos. Para quienes conocen del asunto pueden afirmar que múltiples traumas, complejos, complicaciones existenciales y respuestas pueden ser comprendidas y reenfocadas a través de la dinámica desobsesiva. Esta es una tarea prioritaria y delicada que requiere de amor, paciencia y entrega por parte de todos los involucrados en el proceso, para poder aliviar o atenuar la tensión en la relación obsesor(es) – obsesado(s).

 • Las sesiones de Esclarecimiento. La menciono en cuarto lugar, no porque haya una más importante que la otra, objetivamente hablando, debido a que su priorización se dará en función de los enfoques o intereses de los médiums y demás participantes de la sesión.

   En el Esclarecimiento podemos tener un diálogo asertivo con espíritus en un estado de confusión y turbación tales, que los hay quienes no saben siquiera que han desencarnado. El Esclarecimiento por tanto es el proceso de poder aliviar el dolor que se proyecta en la psiquis de quien todavía se percibe como un encarnado; es la oportunidad de proveer instrucciones y dirección a quien carece de interés o de alguna trayectoria definida para con su propio desarrollo espiritual. Con el Esclarecimiento, al igual que con la Desobsesión, estamos participando activa, consciente, voluntaria y dinámicamente en algunas de las actividades que realizan los Mentores Espirituales en su cotidianidad, en su existir en el Extra Físico. Esta es también una tarea de amor, que redunda en beneficio de todos los involucrados. 

   En la Escuela Espírita Allan Kardec, procuramos reservar espacios para estas dinámicas, de una forma organizada, secuencial, responsable y respetuosamente. Reconozco que tendemos a preferir unas más que otras, pero eso es algo natural que equilibramos al sopesar los intereses del colectivo, o sea de todos los participantes. 

   Como Médium sé que cada comunicación, cada oportunidad de intercambio activo y ostensivo debe ser apreciada y valorada, sin importar en cuál de estas dinámicas estamos participando. Para no perdernos en una contemplación inerte, cada sesión debe rendir frutos, debe ser productiva y redundar en beneficios para todos, como anteriormente expuse. Pero a veces, dichos beneficios no son evidentes, si no estamos despiertos, atentos y con la actitud ajustada por la sencillez que nos permita reconocer las limitaciones que temporalmente poseemos y que deseamos conscientemente superar. En definitiva, tenemos que utilizar el juicio, el buen sentido y la razón para poder analizar las comunicaciones, identificarnos con las circunstancias, las vivencias y los eventos relatados, así como con las alternativas y las soluciones que se nos ofrecen. De hecho, recomiendo constantemente no solo la lectura, sino el estudio metódico y paulatino de El Libro de los Médiums y de El Cielo y el Infierno, ambos de Allan Kardec, para poder integrar todo lo anteriormente dicho en nuestro ejercicio mediúmnico. Uno de mis capítulos favoritos en El Libro de los Médiums es el Capítulo XX de la Segunda Parte. Especialmente, por el inciso 4 que lee como sigue: Pregunta Kardec a los Colaboradores Espirituales: 4. Hay médiums que reciben comunicaciones espontáneas y casi continuas acerca de un mismo tema: sobre ciertas cuestiones morales, por ejemplo, o sobre determinados defectos. ¿Tiene eso una finalidad?

 Respondieron los Sabios Instructores: Sí, y esa finalidad es ilustrarlos acerca del asunto que se reitera con frecuencia, o para que se corrijan de ciertos defectos. Por eso a algunos médiums los Espíritus les hablan sin cesar del orgullo, y a otros de la caridad. Sólo la insistencia con que son tratados esos temas podrá, por fin, abrirles los ojos. 

  No existe un médium que abuse de su facultad, por ambición o por interés, o que la comprometa por causa de un defecto grave, como el orgullo, el egoísmo, la liviandad, etc., y que no reciba de tiempo en tiempo algunas advertencias de los Espíritus. Lo malo es que la mayoría de las veces no las toma como dirigidas a sí mismo. 

   Kardec hace un comentario que me parece genial: 

OBSERVACIÓN – Los Espíritus a menudo imparten sus lecciones con reserva. Lo hacen de modo indirecto, para no quitarle el mérito al que sabe aprovecharlas y las aplica a sí mismo. Sin embargo, el orgullo y la ceguera son tan grandes en algunas personas, que estas no se reconocen en el cuadro que los Espíritus les ponen delante de los ojos. Peor aún: si el Espíritu les da a entender que se refiere de ellas, se encolerizan y lo califican de embustero o de bromista de mal gusto. Con eso alcanza para probar que el Espíritu tiene razón. Ante esto, me he dado a la tarea de estar más atento, más pendiente de qué me puede ser útil de cada comunicación. ¿Cómo me puedo identificar o prevenir el drama que se desdobla frente a nosotros? ¿Cómo puedo reforzar la esperanza, el optimismo y el amor no solo en mí, sino en los demás, especialmente en quienes se sienten vencidos por el peso temporal y aparente de las circunstancias? 

   Este tipo de reflexiones se las recomiendo a todos los que participan de algún tipo de sesión mediúmnica. Hace poco tuvimos la oportunidad de orientar a un espíritu cuya vida física había estado llena de desconfianza, recelos y pesimismo. Era una persona que constantemente estaba esperando la traición y el engaño y por consiguiente se forjó una vida rodeada de lo que esperaba ver: traiciones y desengaños. A pesar de las circunstancias que definieron sus pensamientos constantes pudo conocer el amor y la abnegación de un alma noble. La que fue su compañera en esa reciente aventura encarnatoria le daba ejemplos, que no eran emulados por este amigo en sufrimiento. En resumen, sus vidas tomaron rumbos muy distintos, pero la magnificencia de las Leyes Divinas se hizo evidente en esa sesión mediúmnica. A pesar de los crímenes, de la soledad y el abandono auto impuesto, este amigo fue traído a la sesión para recibir atenciones, sin percatarse de que nos estaba dando grandes lecciones.

    Después de describirnos la precariedad de su condición, sus proyecciones ideoplásticas desaliñadas, sucias e identificadas con el decaimiento y la podredumbre, se dio la oportunidad de considerar la ayuda que nunca se le ha negado, pero que por desconfianza rechazaba. Según fue ajustando su “visión” (realmente su patrón de pensamiento) fue notando que la mano amiga que se le ofrecía y que se acercaba era la de quien fuese su amada. Inundada de luz, ella demostraba, sin cegar ni humillar, que estaba en una posición muy distinta a la de su amado. En un gesto característico de los Espíritus Esclarecidos, el intercambio telepático fue inmediato y certero, cargado de emotividad, compasión y comprensión para con aquel que nos decía que no se sentía merecedor de tanto amor, mientras sollozaba.

    De todo lo que puedo relatar, lo que más me impactó, que procedí a anotar rápidamente y les comparto en este artículo, fue cuando el comunicante dijo:

 “…de donde ella viene huele a flores, a rosas, a jazmín, ¡huele a VIDA!…” Traten por un instante de meditar en todo lo que encierra esta frase. Todo el sentimiento, la emoción, de quien se siente náufrago en la tormenta de los retos cotidianos y que rápidamente se siente rescatado y a salvo. En esa noche, con esa comunicación, aprendí o mejor aún re-aprendí, que siempre hay esperanza, que todo pasa, que siempre estamos en buena compañía y que nosotros somos más grandes que las situaciones difíciles, porque nosotros las superaremos y ellas pasarán… 

Por José E. Arroyo 

Publicado en la revista A la Luz del Espiritismo


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    El rezo y la oración

     En todas las épocas el ser humano ha guardado en mayor o menor medida, un sentimiento que lo ha acercado a  Lo Superior, a veces con temor, pero siempre impulsado por el deseo de recibir protección, amparo y ayuda en el vivir cotidiano.

       La oración bien hecha se hace con el corazón y con el sentimiento, y como tal, supone una energía psíquica capaz de proyectarse instantáneamente a su objetivo, aunque sea el mismo Dios, o fijando la mente y el deseo  hacia alguien en particular,  para beneficiarle  por las vibraciones de Amor y buen  deseo. Por tanto la oración supone un ejercicio mental y psíquico, enfocada hacia un objetivo en concreto, que puede ser un Espíritu, una persona, o nuestro Padre Supremo. Cuando se proyecta al mismo Padre Dios, se hace con la intención de alabarlo, agradecerle o pedirle algo.

    La oración es una sana y necesaria actividad espiritual, porque  supone abrir el alma a la Divina Sabiduría, llenándose de entendimiento y de paz interior.

   Es  un acto de amor, cuando nos abrimos a Dios en  un estado receptivo, para poder llenarnos de las inspiraciones Superiores, alimentando el alma con las fuerzas que fluyen de Su amor. Es la mejor forma de comunicación entre el ser humano y Dios.

     En el acto de orar el alma se eleva más cuanto más reconoce su propia pequeñez y limitación ante la inconmensurable grandeza y perfección divina, por tanto la oración  debe ser al mismo tiempo un acto de humildad, adoración y fe.

    La oración debe ser correcta, o sea, hecha  con sinceridad y con recogimiento, interviniendo más los sentimientos que la razón, y como tal, supone una vibración del alma que siempre alcanza sus objetivos, aunque sus resultados no sean siempre ni  inmediatos ni los deseados. Cuando así sea, sepamos dar gracias al Padre Celestial y confiemos en Él, porque no nos da lo que le pedimos probablemente porque no nos conviene, desde un aspecto espiritual,  sino que nos da  lo que realmente necesitamos, y es que muchas veces lo que  humanamente pedimos no es precisamente aquello que más nos conviene como Espíritus que somos todos. 

      Los  problemas de la vida no nos deben impedir dedicar pensamientos a Dios a cada instante, sintiéndonos  permanentemente "conectados" a Él, pues Él es nuestro Padre amoroso y solo a Él hay que adorar.

      Nadie estamos libres de pecado por lo que todos tenemos la necesidad de pedir al Padre de todo corazón el regalo de Su Amor y esto se logra a través de la oración, de  la fe y de la confianza en su desvelo por nosotros.

      Los deseos de bien, dirigidos hacia una meta determinada, atraen el apoyo del mundo espiritual, pudiendo ayudar moralmente y  hasta  en ciertos casos, incluso a restablecer la salud a distancia de  personas por quienes se pide o se les desea el bien o la salud física y psíquica; no obstante, como ya se ha dicho, no siempre  conseguimos de inmediato el milagro solicitado o el objetivo que deseamos, pero en cualquier caso, con la oración siempre ganamos todos en fuerza interior, resignación e ideas nuevas que nos ayudan a mejorar y a superar las pruebas. No supone esto que a veces Dios no nos escuche cuando le pedimos, sino que lo que nos viene o lo que no nos llega como respuesta, es precisamente aquello que necesitamos  para nuestra mejora evolutiva.

        Rezar significa “recitar”, o sea, poner palabras en el pensamiento, y esto solo es útil y positivo si va acompañado del sentimiento e intención positivos que por sí solos  ya son una oración. De otro modo el rezo no pasa de ser una serie de palabras vacías de contenido, rutinarias  y carentes de sentido.

         La auténtica oración  constituye tan fuerte energía psíquica y espiritual, que  tiene a veces efectos sorprendentes y casi “milagrosos”; pues es  capaz de corregir cualquier desorden moral, y hasta físico, aliviando así a Seres que se sienten desgraciados o enfermos, porque les causa una sensación  de consuelo, de alivio y  en ocasiones, hasta de curación. En este caso es de señalar que también interviene otra ley cósmica, que más adelante analizaremos, llamada de Causa y Efecto.  Por otra parte, el rezo y la oración condicionan  la mente  con  la intención y la fuerza como para hacer grandes obras.

 Cuando la oración se practica en grupo, por unos objetivos justos, nobles y caritativos, se crea una mente común, potente,porque  no  se suman los efectos individuales sino que se multiplican.

Dios siempre responde a la auténtica oración por medio de Sus ángeles o Espíritus que le sirven haciendo los designios de Su Voluntad, o directamente por la influencia de Su Amor o Espíritu Santo que funciona dentro del alma humana.

            A veces parece que a Dios se le pretende  chantajear con oraciones o rezos, como cuando se le pide: “Si me concedes esto, te prometo lo otro...”, y así parece que le coaccionamos y casi le exigimos  que nos conceda lo que le pedimos, porque  parece que si no se le pide, Él no se acuerda de dar, y si no nos concede de inmediato lo pedido, hasta nos enojamos con Él o negamos Su existencia. ¿ No es esta  una idea injusta y absurda?. Menos aún  se debe exigir nada en la oración. Quien ora no puede exigir, sólo rogar o solicitar. Además tengamos en cuenta que Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos y lo merecen por su esfuerzo.

Y es que la oración no consiste solo en pedir, sino en dar lo mejor de uno mismo a los demás, a través de pensamientos, sentimientos de gratitud y acciones positivas y aún sacrificadas,  dentro de una tónica del estado anímico  elevado.

La oración más sublime que se puede realizar es la que se hace cuando cumplimos nuestros deberes y obligaciones diarias, teniendo siempre presente Su presencia.

La gente que hace oración debería tener claro que a Dios no se le puede engañar o chantajear con la exigencia de que Él haga nuestra humana voluntad por justa que la creamos, en lugar de estar en disposición de aceptar nosotros Su Voluntad, aceptando y encarando las dificultades de la vida.

La oración, no desvía la Justicia Divina, pero en cualquier caso, siempre es una vibración mental y espiritual positiva, que llega hasta el Ser por el que se  ora, y esto siempre le supone un alivio y un consuelo, porque, por ejemplo  si es un Ser desencarnado, siente el consuelo del afecto y del recuerdo de los que están orando por él.

  En cualquier caso a toda clase de Seres, encarnados o desencarnados,  mediante la oración les llega una energía mental positiva que les alivia y fortalece.  A veces la oración no cambia las circunstancias, pero en cualquier caso siempre da visión para comprenderlas y fuerza para superarlas.

Para orar no se requieren frases hechas ni lugares ni posturas especiales, solo la sinceridad y el deseo de hacerlo elevando el pensamiento, así como el sentimiento que se le imprima, porque nuestro corazón  cuando se cubre de humildad y emoción,  es el altar más bello para llegar a Dios.

 Sin  el contacto cotidiano con Dios, mediante la oración, el hombre pierde la comprensión de sus designios, terminando por olvidarlo, y cuando alguna vez por situaciones límite de una vida dura quiere  restablecer el contacto, se siente aturdido y no sabe cómo  hacerlo.  Muchas criaturas buscan a Dios cuando están desesperadas, y como perdieron hace tiempo el contacto con Él, apenas consiguen encontrar alivio. 

        También es una forma de orar cuando  admiramos o nos quedamos absortos ante la magnífica obra del Creador en la contemplación de la perfección y belleza de la Naturaleza o de sus criaturas, sintiendo una admiración, un agradecimiento y un Amor, por el Autor Supremo de tanta grandeza.

La oración más eficiente es la que se hace a través del bien al prójimo en una inspiración de Amor.

En algunos Seres desencarnados, las oraciones que hacen  por ellos les llegan a conmover  y les impulsan a arrepentirse antes por los actos equivocados de su vida, lo  cual es condición indispensable para que sean socorridos; en ese caso se les hace sentir que su socorro  les llega  gracias a  la intercesión que se hace  por  ellos, lo que les causa una inmensa gratitud y afecto por los que así le muestran su cariño y su piedad. 

Debemos saber que cuando nuestras peticiones son justas, siempre son atendidas desde el Plano Espiritual Superior, y con frecuencia contestadas, no por medio de milagros, sino por medio de soluciones inesperadas ante un problema determinado, pues a veces estas soluciones o estas circunstancias que facilitan, llegan inadvertidamente, como de puntillas, de modo  sencillo e impensado, como una casual circunstancia salvadora del problema, o a veces también  llega a través de una intuición que nos sugiere la solución del problema.

Se puede pedir ayuda tanto para personas de este mundo, como para Seres desencarnados que necesitan asistencia  para aprender a seguir desenvolviéndose en su nueva situación en el mundo espiritual. La ayuda para otras personas puede ser de carácter espiritual, o de carácter físico, como es el caso de enfermos o de personas que vayan a ser intervenidas quirúrgicamente etc. 

En cualquier caso es necesario, conveniente y beneficioso orar por los demás solicitando ayuda al mundo espiritual. Tengamos en cuenta que antes nos cansamos nosotros de pedirles ayuda, que ellos de que les pidan y  de ayudarnos.

- Jose Luis Martín-

 

“Como mínimo la oración nos tranquiliza para que encontremos por nosotros mismos la salida para las dificultades  a que estemos enfrentados”

                                   - Chico Xavier-

 

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