ESPIRITISMO
Hoy tenemos:
1. -¿Cual es la verdadera religión?
2. - El Espíritu y su evolución
3.-¿ El Cielo existe?
4.- Coordine sus pensamientos
5.- ¿Quien fue Humberto de Campos?
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¿ CUAL ES LA VERDADERA RELIGIÓN ?
La religión, bien entendida, debería ser un vinculo para unir a los hombres entre si y los estrechase con un mismo pensamiento al principio superior de todas las cosas.
La verdadera religión no es una manifestación exterior; es un sentimiento, y es en el corazón humano donde está el verdadero templo de lo Eterno. La verdadera religión no puede ajustarse a reglas ni ritos estrechos. No necesita formulas ni imágenes; se preocupa poco de los simulacros y de las formas de adoración, y no juzga a los dogmas sino por su influencia en el perfeccionamiento de las sociedades
La verdadera religión abarca a todos los cultos, a todos los sacerdocios; se eleva por encima de ellos y les dice: ¡La verdad está más alta!
Todos los hombres no están en el estado de alcanzar esas cimas intelectuales. Por eso es por lo que se imponen la tolerancia y la benevolencia. Si el deber nos incita a separar a los buenos espíritus de las manifestaciones vulgares de la religión, es preciso abstenerse de arrojar la piedra a las almas dolientes, desconsoladas, incapaces de asimilar las nociones abstractas y que encuentran en su fe ingenua un sostén y una conformación.
Hoy en día el número de creyentes sinceros a disminuido, la idea de Dios, antes sencilla y grande en las almas, ha sido desnaturalizada por el temor al infierno; ha perdido eficacia. En la imposibilidad de elevarse a lo absoluto, algunos hombres han creído necesario adaptar a su forma y a su medida todo lo que quisieran concebir. De esta forma han rebajado a Dios hasta su propio nivel, atribuyéndole sus pasiones y sus debilidades, reduciendo la Naturaleza y el Universo, y, a través de su prisma de ignorancia, han descompuesto en diversos colores el puro rayo de la verdad.
Las claras nociones de la religión han sido oscurecidas adrede. La ficción y la fantasía han engendrado el error, y este, condensado en el dogma, se a urgido como un obstáculo en el camino de los pueblos.
La Luz ha sido velada por aquellos que se consideraban como los depositarios de ella, y las tinieblas en que se querían envolver a los demás se han producido en ellos y alrededor de ellos. Los dogmas han pervertido el sentido religioso, y el interés de casta ha falseado el sentido moral. De aquí un cúmulo de supersticiones, de abusos, de prácticas idolatras cuyo espectáculo ha lanzado a tantos hombres a la negación.
Las religiones son manifestaciones temporales, aspectos parciales de la eterna verdad, deben transformarse en cuanto han hecho su obra y no responden ya a los progresos y a las necesidades de la humanidad. A medida que esta avanza en su camino, necesita nuevas concepciones, un ideal más elevado, y los encuentra en los descubrimientos de la ciencia y en las instituciones grandiosas del pensamiento.
Las religiones envejecidas se derrumban en sus bases y una renovación filosófica y social se prepara. El progreso intelectual y material llaman al progreso moral. Un mundo de inspiraciones se agita en las profundidades de las almas y se esfuerza por adquirir forma y nacer a la vida. El sentimiento y la razón, esas dos grandes fuerzas imperecederas como el espíritu, tienen por fin, el aproximarse.
La religión debe perder su carácter dogmático y sacerdotal para mostrarse científica; la ciencia se separa de los escollos materialistas para iluminarse con un rayo divino. Va a surgir una doctrina idealista en sus tendencias, positiva y experimental en su método y apoyada sobre hechos innegables. Síntesis poderosa, abarcará y acumulará todas las concepciones variadas del mundo y de la vida, radiaciones interrumpidas, fases diversas de la verdad.
Esta será la resurrección, bajo una forma más completa, accesible para todos, de la doctrina secreta que conoció el pasado; el advenimiento de la religión natural, que renacerá sencilla y pura. La religión pasará a los actos, al deseo ardiente del bien; el holocausto será el sacrificio de nuestras pasiones, el perfeccionamiento del espíritu humano. Tal será la religión superior, definitiva, universal, en cuyo seno desaparecerán, como los ríos en el Océano, todas las religiones pasajeras, contradictorias, frecuentemente causantes de la división y de rompimiento para la humanidad.
La religión es necesaria e indestructible porque tiene su razón de ser en la naturaleza misma del ser humano, del cual resume y expresa las aspiraciones elevadas. Es también la expresión de las leyes eternas, y, desde ese punto de vista, debe confundirse con la filosofía, a la que hace pasar el dominio de la teoría de la ejecución y la torna viva y activa.
AMIGOS OS DESEO UN FELIZ DÍA, TODOS SOMOS HERMANOS AUNQUE NO PROFESEMOS LA MISMA RELIGIÓN, LO QUE NOS SEPARA EN EL DOGMA CON EL BIEN PODEMOS UNIRNOS. PORQUE EL BIEN ES BIEN EN TODAS PARTES.
-Merchita
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EL ESPÍRITU Y SU EVOLUCIÓN
Allan Kardec definió el Espiritismo como“la doctrina que trata y estudia el origen, la naturaleza y el destino de los espíritus.Lo cual quiere decir, ni más ni menos, lo que ya desde la más remota antigüedad se preguntaban los filósofos de aquellos tiempos, es decir: quién soy, de dónde vengo y a dónde voy.
El Espíritu, es el principio inteligente del Universo, la centella divina emanada de Dios, Su Creador, que desciende al mundo material para desarrollar el germen que posee en sí mismo con todos los atributos de la Divinidad y con todas las facultades que están destinadas a convertirle, por medio del trabajo y del esfuerzo personal, en un ser superior capaz de conquistar la Sabiduría y el Amor.
Esa chispa divina, como simple principio espiritual, sin conciencia de sí mismo, en su evolución, pasa por los tres reinos de la naturaleza: el mineral, el vegetal y el animal, deteniéndose en cada uno de ellos miles y miles de años, desarrollándose y adquiriendo las experiencias que cada forma de vida podía ofrecerle.
Esta evolución del principio espiritual, siempre ha ido unida a una evolución de la materia que le servía de instrumento y de medio de manifestación, en una transformación continuada hacia formas cada vez más complejas en lo morfológico y un desarrollo constante y progresivo en lo psíquico, a través de la acumulación de informaciones, porque todas las experiencias pasadas y todas las vivencias sufridas las ha ido archivando y recogiendo el principio espiritual en su psiquismo.
De esta manera y forma, después de múltiples y sucesivas repeticiones, el principio espiritual se va desarrollando, hasta tal punto que le faculta y prepara para dar el paso más importante en su evolución hasta el momento: la adquisición de conciencia propia.
Para ello, este principio espiritual, una vez finalizado todo este periplo de existencias de miles y miles de años, es preparado en el Mundo Espiritual, para sufrir la transformación necesaria que le convierta ya en espíritu individualizado, y poder continuar en su evolución dando un salto hacia un nuevo reino: el reino hominal, ensayando en una nueva forma aún más compleja y perfecta que las anteriores: el cuerpo humano, aunque, lógicamente, al principio sea en cuerpos primitivos y rudimentarios.
Es decir, que en el hombre, este principio espiritual, es ya un espíritu individualizado, con conciencia propia, que empieza a desarrollar su razón y que tiene la capacidad analítica de sentir y saber que existe por medio de su propio raciocinio.
EL HOMBRE COMO UN SER DE TRIPLE NATURALEZA
El hombre es un ser complejo, compuesto por una triple naturaleza: humana, astral y espiritual, es decir, cuerpo carnal, cuerpo fluídico y alma o espíritu.
El cuerpo carnal es temporal y transitorio, estando destinado a la desintegración total y su función es la de servir como instrumento y medio de manifestación del espíritu en el mundo material.
El cuerpo fluídico o periespíritu es inmortal, envuelve, configura e identifica al espíritu, evolucionando paralelamente a la propia evolución éste. Es una organización viva, en la cual se imprimen y repercuten todos los acontecimientos que impresionan la mente del propio espíritu, por lo que toda su historia está grabada y se refleja en él. Su función es la de servir como intermediario entre el espíritu y la materia.
El espíritu es eterno y constituye en el hombre su verdadera individualidad, individualidad que mantiene a través de todas sus existencias. De él irradia la vida, la inteligencia, la voluntad y el sentimiento; el Espíritu es quien piensa, quien desea, quien siente y quien ama.
Aunque cada uno de estos principios (el humano, el astral y el espiritual) tienen sus propias características, funcionan como un sistema y un conjunto organizado y coordinado: el espíritu quiere, el periespíritu o cuerpo fluídico transmite y el cuerpo físico ejecuta; y en sentido contrario, donde el cuerpo físico recibe, el periespíritu transmite y el espíritu siente.
Espíritu y cuerpo, mente y materia, son complementos uno del otro, que se interrelacionan constantemente a través del periespíritu, quien se encarga de plasmar las necesidades evolutivas del espíritu en la forma física. Sin esta visión global de la realidad del hombre, basada en el espíritu y en los reflejos de su psiquismo en el cuerpo físico, su análisis es siempre deficiente e incompleto.
Y de tal manera esto es así, que la gran mayoría de enfermedades que sufre el hombre, no son más que las faltas e imperfecciones provenientes de su espíritu, que se manifiestan en el cuerpo físico. Y que mientras que para el ser humano, la salud significa el equilibrio perfecto de sus órganos físicos, para el mundo espiritual, la salud es la perfecta armonía del espíritu. Por eso, el mejor remedio para cuidar la salud del cuerpo, es cuidar primero la salud del espíritu.
Tengamos en cuenta que el hombre no es que tenga un espíritu, sino que es un espíritu encarnado; el hombre no es un cuerpo con un espíritu, sino que es un espíritu que da vida a un cuerpo.
APARECE EL LIBRE ALBEDRÍO
A diferencia de los otros reinos de la Naturaleza por los que ha transitado, sin más preocupación que dejarse llevar por la inercia de las propias leyes de la vida física, ahora se encuentra, el espíritu, que esta adquisición de conciencia propia y capacidad de raciocinio, hace que se enfrente, por primera vez, a la situación de tener que escoger y tomar decisiones propias. Es decir, aparece el libre albedrío. Y con él, la responsabilidad del hombre por sus actos.
Y será, precisamente, del buen o mal uso que el hombre haga de este libre albedrío, lo que va a marcar, a partir de este instante, su futura evolución. Y este buen o mal uso, dependerá de respetar y seguir las Leyes Divinas, las Leyes de Dios, (únicas Leyes que rigen la Vida) basadas en el Amor y la Fraternidad entre todas las criaturas.
En las primeras etapas como hombre, la capacidad de utilizar este libre albedrío es mínima, porque esta capacidad, lógicamente, va en relación directa con la propia evolución del espíritu. Es decir, que a menos evolución, menos capacidad de ejercitar el libre albedrío y también menos responsabilidad; y que a más evolución, más capacidad de poder ejercitar el libre albedrío, pero también, entonces, más responsabilidad.
Por tanto, a partir de este momento, el hombre deberá luchar contra los instintos y bajas pasiones que trae de la vida animal e inferior que aún arrastra y desarrollar los atributos de Dios existentes en su intimidad espiritual. El hombre viejo, producto de los instintos de la animalidad, debe desaparecer para dejar paso al hombre nuevo, en quien deben predominar los sentimientos y la razón, el Amor y la Sabiduría.
Y que para lograr eso, el hombre debe contar, básicamente, con su trabajo y esfuerzo personal. No hay gracias ni favoritismos para nadie, cada uno de nosotros tendrá que caminar con sus propios pies.
EL HOMBRE ES EL AUTOR DE SU PROPIO DESTINO
Y si hasta llegar a su condición de espíritu, esta chispa divina, este principio espiritual ha tardado milenios, a partir de ahora su evolución no será distinta, porque el espíritu no podrá, en una sola existencia como hombre, conquistar esa perfección en el Amor y la Sabiduría, sino que, por el contrario, necesitará de muchas existencias físicas, de todas las que sean necesarias.
Y como la vida eterna es una sucesión de existencias entrelazadas y relacionadas todas entre ellas, es lógico y justo que en una vida se tenga que arreglar lo que en otra vida se ha estropeado, y, por el contrario, de lo que se ha obrado hoy correctamente, es justo que se reciba su beneficio en un futuro. Es decir, que con el libre albedrío, aparece también la Ley del Karma o Ley de causa y efecto, que será la encargada de regularizar estas acciones del hombre.
Por lo tanto, el hombre, con su libre albedrío, tendrá libertad para obrar, pero fatalidad para recoger sus resultados, es decir, que el hombre es el autor de su propio destino y personalmente responsable por los efectos buenos o malos que resulten de sus acciones. Dicho de otro modo: la siembra es libre, pero la cosecha será obligatoria.
Seamos conscientes de que cada espíritu trae al reencarnar un programa de vida establecido, donde están previstas sus metas mínimas y máximas, dentro de un tiempo determinado, siendo cada vida trazada por lo Alto, bajo el más elevado sentido de Justicia, y que detrás de cada existencia hay todo un trabajo de estudio, preparación y seguimiento desde el mundo espiritual, con el único fin de que el hombre pueda reparar sus errores, restablecer el equilibrio roto y progresar en su evolución.
Y a partir de ahí, nada sucede por casualidad, pues los acontecimientos o hechos importantes que le ocurran al hombre, no serán más que la consecuencia de sus actos y conducta pasada.
Y que estos acontecimientos o sucesos que nosotros no desencadenamos conscientemente, por muy lamentables que sean, es porque los merecemos, y que, esto que ahora juzgamos como malo o perjudicial, podemos estar bien seguros de que es lo que necesitamos para nuestro aprendizaje y lo mejor para nuestro proceso evolutivo.
Dios nos ha dado el libre albedrío y nosotros hemos creamos la fatalidad, por eso, esos sucesos que normalmente se atribuyen al destino o a la mala estrella de cada uno, no son sino “artimañas” de las que se sirve la Justicia Divina para alcanzar a aquellos que han infringido sus normas y proporcionar al espíritu trasgresor de las Leyes Divinas, la posibilidad de integrarse de nuevo a ellas.
Sepamos, pues, aceptar con optimismo esas pruebas que se nos puedan presentar, sufriendo sus cargas con esperanza en el futuro, sin aumentar sus efectos con la desesperación y con la rebeldía.
Pero no nos confundamos, porque esta aceptación o resignación, no debe entenderse como un conformismo absoluto que lleve al hombre al abandono y a la renuncia de intentar hacer cualquier acción para mejorar la situación en la que se ha encontrado, porque el peor de los sufrimientos siempre es temporal y provisorio, y durará solamente hasta que se agote la causa que lo originó, y nosotros no sabemos cuál es el alcance real de esta situación, y en cualquier momento ésta puede cambiar.
Confiemos en Dios, por que Él sabe siempre lo que es mejor para cada una de sus criaturas y estemos convencidos de que no cae una sola hoja de un árbol sin que Él lo sepa y lo permita.
Pero para entender bien todo ello, es imprescindible considerar todos los hechos y acontecimientos desde el punto de vista espiritual y contemplar la presente existencia sólo como un eslabón más en la cadena de toda la trayectoria del espíritu, ya sea como encarnado en sus sucesivas vidas o como desencarnado. Y que con la muerte o desencarnación (que no es más que la separación del espíritu del cuerpo carnal), el espíritu vuelve al mundo espiritual con todas las características particulares que le son propias, con los mismos sentimientos y con las mismas pasiones, con las mismas virtudes y con los mismos defectos que tenía mientras estaba encarnado, formando ambos estados, el físico y el espiritual, un conjunto armónico, donde las experiencias vividas en una parte, repercuten en la otra y viceversa.
En consecuencia, juzgar algo teniendo en cuenta sólo esta presente vida es un enfoque erróneo, desvirtuado e incompleto, que nos llevará a no entender nada, a caer en la incredulidad y la negación de la Justicia y Misericordia de Dios.
CONCLUSIONES Y CONSECUENCIAS MORALES
Y como consecuencia de todo lo expuesto hasta aquí, creo sinceramente, que si se es plenamente consciente y se ha entendido en toda su dimensión y transcendencia la auténtica realidad del espíritu, su origen, su destino y las leyes que rigen su evolución, se tiene que extraer de ello una serie de conclusiones y consecuencias morales que, por fuerza, si son llevadas a la práctica, han de servir para una revolución moral y espiritual capaz de transformar al hombre y, por correlación, a toda la humanidad:
1º - Dios como Creador y Causa primera de todas las cosas. Es todo Amor, Justicia y Misericordia. Sin esta premisa, todo lo demás carece de fundamento y de sentido.
2º - El único Determinismo que existe por parte de Dios es que reine el Amor entre todas sus criaturas y de que todos hemos sido creados para alcanzar el mismo destino: la perfección Moral y la Sabiduría.
3º - Si todos somos creados de la misma manera y todos tenemos un mismo origen y un mismo destino, ello quiere decir que todos somos iguales, y que las diferencias que se aprecian entre los hombres, son tan sólo transitorias y debidas únicamente al mayor o menor bagaje espiritual momentáneo de cada uno.
4º - Por tanto, el Espiritismo me ayuda y me enseña a ser más tolerante y condescendiente con los defectos y errores de los demás, porque me hace reflexionar que la falta que ha cometido mi semejante y que yo ahora estoy a punto de juzgar, tal vez sea la misma falta que haya podido cometer yo en el pasado.
5º - Con sus enseñanzas, la Doctrina Espirita me hace reflexionar en lo absurdo de algunos problemas que todavía hoy en día enfrentan a la humanidad, como son el racismo o los nacionalismos mal entendidos y extremistas. Porque con sus aclaraciones sobre la reencarnación, comprendo que las razas, producto de un determinado color de piel o de una determinada situación geográfica, son meramente transitorias y circunstanciales, y que quien hoy se vanagloria de pertenecer a la raza blanca, en el pasado pudo encarnar en un cuerpo de color o en el futuro, si sus necesidades evolutivas así lo exigen, puede nacer en una familia de cualquier otra raza.
Y que quien hoy defiende con apasionamiento la bandera de una determinada nación, mañana puede reencarnar bajo la bandera del país contrario.
Por lo tanto, seamos conscientes de que raza solamente existe una: la raza espiritual, hija toda del mismo Creador, y de que patria también sólo existe una; la patria espiritual universal, sin barreras ni límites de ningún tipo, sólo los que marquen la particular evolución de cada uno.
6º - El Espiritismo me enseña a respetar todo lo que tenga vida, por defectuosa, incompleta o imperfecta que ésta pueda ser en apariencia.
Porque todo lo que tiene vida viene de Dios y Dios es, ante todo, Amor. Por lo tanto, tratemos con Amor todo lo que tenga vida.
Sólo Dios sabe cuándo es el momento más adecuado para la desencarnación de un espíritu y su regreso al mundo espiritual. Y que cuando ello tenga que suceder, sucederá, sin que haga falta que la mano del hombre se convierta voluntariamente en ejecutora.
LA FE ESPÍRITA: UNA FE APOYADA EN LA RAZÓN Y EN LA CIENCIA
Una vez hecho este breve resumen de lo que para mí es la esencia de la Doctrina de los Espíritus, y de las principales conclusiones que de ello personalmente extraigo, me gustaría hablar ahora de la fuerza de la Fe Espírita.
La fe, que es la creencia en los dogmas particulares que constituyen las diferentes doctrinas, cuando es ciega, es decir, que acepta de forma incondicional, sin comprobación, cualquier postulado, admitiendo las afirmaciones más extrañas sin analizarlas y sin someterlas a la razón, esa fe, con toda seguridad, conducirá hacia el absurdo y hacia el fanatismo, y más tarde o más temprano ha de desaparecer, porque este tipo de fe ciega exige la renuncia de la más preciosa conquista del hombre: su capacidad de raciocinio y su libre albedrío.
Por el contrario, la Fe que aporta el Espiritismo es una fe basada en la razón y en la lógica, que sabe juzgar, discernir y comprender. Es fuerte e indestructible, porque descansa sobre la base sólida que ofrece la libertad de pensar. El Espiritismo, no tengo la más mínima duda, hace libre a la persona. En lugar de dogmas, cosas sobrenaturales y misterios, no reconoce más que a principios procedentes de la observación directa y del estudio de las leyes naturales. Porque la Fe, sea cual sea, no puede ir nunca contra las leyes de la Naturaleza y del Universo.
La Doctrina Espírita, además, me estimula y me incentiva para que no me conforme en demostrar mi fe absoluta e incondicional en aquello que el Espiritismo me enseña, sino que me anima a investigar a través de la Ciencia el por qué el Espiritismo afirma esto o aquello. Y si algo de lo que enseña no encaja con mi raciocinio, lo dejo apartado en un rincón, hasta que, con el paso del tiempo y la adquisición de nuevos conocimientos, lo pueda entonces asimilar o rechazar nuevamente.
Y es de esta actitud, cuando nace la Fe firme e inquebrantable de la Doctrina Espírita, se cree porque se está convencido, y no se puede estar convencido si no se comprende aquello que se cree. No existiendo dogmas, desaparece la fe ciega y fanática, dejando paso, repito una vez más, a la fe indestructible que se apoya en el conocimiento.
Y como ya dijera A. Kardec: “La Fe sólo es Fe cuando puede encarar la razón cara a cara”
Anteriormente he hecho referencia a la Fe, recalcando, sea cual sea, con ello quiero decir que la Fe Espírita, es al mismo tiempo flexible y tolerante, pues no pretende erigirse como infalible o como privilegiada, no se atribuye ninguna supremacía ni derechos, ni considera sus enseñanzas como únicas; respeta todos los credos y doctrinas ajenas, tolerando los principios adoptados por otras filosofías o doctrinas. Es una Fe abierta a exámenes y discusiones, que no impone nada, sino que propone mucho, que penetra en los corazones de los hombres y los conquista, porque lleva el cuño de la lógica y el esplendor de los hechos racionales, al mismo tiempo que satisface plenamente las ansias del sentimiento.
¡Es una Doctrina que está viva, que progresa evolucionando, que ensancha el pensamiento y que abre nuevos horizontes!
Y como ya dijera también A. Kardec: “cuando la Ciencia demuestre que algo de lo que defiende el Espiritismo es erróneo, el Espiritismo automáticamente rectificará”.
EL ESPIRITISMO COMO FILOSOFÍA, CIENCIA Y SENTIMIENTO ESPIRITUAL
El Espiritismo es una ciencia, la Ciencia del Alma, cuyo fin es la comprobación experimental, por medio de los hechos demostrados y demostrables, de la existencia del espíritu, de su individualidad, de su supervivencia después de la muerte del cuerpo físico y de su evolución a través de la reencarnación.
Es también una filosofía racionalista, que interpreta la vida y al ser humano, aclarando su origen y su destino, proporcionando una respuesta al por qué y para qué estamos en este mundo.
E, indudablemente, es una Doctrina de sentimiento profundamente espiritual, con unas evidentes consecuencias morales, que tiene por fundamento incuestionable los mismos principios establecidos por Jesús en Su Evangelio. Si el Espiritismo, en su parte científica y filosófica satisface plenamente las exigencias del intelecto humano, sólo su parte moral puede iluminar el corazón de los hombres, llenándolos de esperanza y de amor.
Porque el Espiritismo pone de plena actualidad y explica las máximas de “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, “haz a los otros como quieras que te hagan a ti”, “no juzgues para no ser juzgado”, “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, “perdonad hasta setenta veces siete”, en definitiva: amar a Dios, amar al prójimo, amar a todos los seres, amar a la Vida.
Máximas y principios todos que, por otra parte, están en perfecta armonía con las Leyes que rigen y gobiernan en el Universo, y que no hacen sino que reflejar fielmente en sus normas de conducta los mismos principios de esas Leyes Cósmicas.
Por todo ello, me atrevo a afirmar, que el Espiritismo es una Doctrina integral: es la Moral de la Filosofía, la Filosofía de la Ciencia y la Ciencia de la Moral Universal.
UNA DOCTRINA DE CARÁCTER UNIVERSAL
Porque el Espiritismo es una Doctrina de índole universal, sus enseñanzas no están dirigidas exclusivamente a unos pocos elegidos o a un determinado pueblo, sino que, por el contrario, son perfectamente válidas para toda la humanidad, porque, precisamente, lo que busca y pretende es la solidaridad fraterna y la comunión entre todos los hombres, sin distinción de razas o creencias.
Por la simplicidad, por la lógica y por la pureza de sus explicaciones, puede ser comprendido tanto por el hombre sabio como por el hombre vulgar. Los conocimientos “del más allá” que antes estaban reservados sólo para unos pocos iniciados, gracias al Espiritismo, son presentados a todo el mundo a través principios sencillos y acordes con el sentido común, a la vez que atrayentes y llenos de sentimiento.
EL ESPIRITISMO COMO RECUPERACIÓN DEL CRISTIANISMO
El Espiritismo enseña a todo el mundo que esa búsqueda de Dios, ese intento universal de unirse a Él que siempre ha existido en el hombre, debe hacerse a través de las obras y de los hechos, sin esclavizarse a credos, ceremonias o dogmas. Con ello, logra recuperar la simplicidad del Cristianismo primitivo, porque tiene como único culto el culto interno del espíritu en su sublime intimidad, sin los aspectos materiales de los rituales, ni fórmulas rígidas, ni representantes ni intermediarios, sino que simplemente utiliza la oración como el idioma universal que puede hablar toda la humanidad para dirigirse a su Creador, enseñando que para que ésta sea eficaz necesita solamente de la convicción de la Fe, de la seguridad de que no hay oración sincera sin respuesta y de que siempre alcanza su destino.
Sin embargo, aunque la oración no pueda modificar las cosas, si es que ello no nos conviene, sí que siempre puede modificar nuestra actitud, ayudándonos a ver y entender los acontecimientos por el ángulo correcto a través del cual deben ser examinados. Por la oración, el hombre apela y busca la ayuda de los buenos Espíritus, que vienen a sostenerlo en sus resoluciones y a inspirarle buenos pensamientos, adquiriendo de ese modo la fuerza moral necesaria para vencer las dificultades que se nos puedan presentar.
Porque, tengámoslo claro, la comunicación e interpenetración entre el mundo espiritual y el mundo físico, es un hecho constante y cotidiano. Los Espíritus nos rodean, viven entre nosotros, envolviéndonos con sus caricias o con sus maledicencias, inspirándonos al bien o al mal, nos ayudan o nos persiguen de acuerdo con nuestras actividades mentales y con nuestra conducta moral.
HOMBRE ESPÍRITA
Ser Espírita, significa, haber comprendido y tener plena certeza de la auténtica realidad del ser espiritual, de su origen, de su destino final y de las Leyes que rigen este camino entre el inicio y el glorioso final al que estamos destinados todos, siendo conscientes de que en el trabajo y esfuerzo personal de cada uno está el hacer este trayecto lo más rápido posible y lo más armónico posible con estas Leyes.
Pero ser Espírita no quiere decir, ni mucho menos, ser mejor que otra persona que abrace cualquier otra creencia o, incluso, que otra persona que no crea en nada, si como consecuencia de esta certeza adquirida, automáticamente no se impone una transformación moral que nos lleve a una constante lucha por tratar de vencer y dominar todas las bajas pasiones que impiden nuestro progreso, atándonos a las cosas efímeras y transitorias de la materia, como son el orgullo, la vanidad, el egoísmo, la envidia…
Tengamos bien claro que “La Administración del más allá” no nos preguntará cuáles son nuestras creencias, sino que nos preguntará sobre nuestras obras realizadas.
Cuando se siente el Espiritismo, por lo menos como lo siento yo, o el sentimiento y la razón, el corazón y la cabeza, se daa mano y caminais cuando nace entonces, de enfrentar y de vivir la vida día a día.
Que este nuevo Hombre-Espírita, con su comportamiento, sea el ejemplo de todo un barrio, y que este barrio, a su vez, sirva como foco de luz de toda una ciudad, y que esta ciudad, con su transformación, sea el espejo donde puedan mirarse el resto de las ciudades de una nación.
¿Os podéis imaginar, aunque sea por un momento, si este ejemplo cundiera en todos los países del mundo, lo que podría llegar a significar?
Compañeros espiritistas: Dejemos de imaginar y empecemos a trabajar para que ello pueda ser posible. Porque la creencia en el Espiritismo sólo es beneficiosa y útil para aquél de quien se pueda decir: “Este hoy, sin duda, es mejor que ayer”.
Y a vosotros, si os habéis acercado por primera vez para oír hablar sobre Espiritismo, me daría por satisfecho si os he podido transmitir algo de lo que yo siento.
Gracias, Espiritismo, por tus enseñanzas
que me alientan cada día de mi vida,
por tus consuelos y por tus esperanzas
al mostrarme que morir no es una despedida.
Por la seguridad tan grande que me da tu Fe
que satisface a mi corazón y a mi cabeza
porque yo no simplemente creo, sino que sé
que al llegar la muerte, la vida empieza.
Por esta certeza que siempre me acompaña:
saber que yo ya he existido ayer,
saber que yo también existiré mañana
y saber que tú y yo nos volveremos a ver.
Por decirme que mi destino y procedencia
es igual que la de cualquier ser humano,
que si entre ellos y yo no hay diferencia,
es porque mi semejante es mi hermano.
Y si he cometido contra él algún error
ahora tengo el presente para rectificar,
donde ayer puse odio ahora pongo Amor
y si en su día no amé, hoy me toca Amar.
Y entonces comprendo que ese sentimiento
no puede ser producto del azar o de la suerte,
es imposible que lo que yo pienso y siento
sea casualidad ¡NO! ¡Es algo mucho más fuerte!
Porque es el alma eterna la que siempre ama,
es el espíritu eterno el que piensa y razona,
y es otro espíritu el que a mí me llama
y es otra alma la que a mí me emociona.
Porque mi cuerpo en la tierra desaparece
y con él mi cerebro y mi corazón carnal,
pero la razón y el sentimiento jamás perece
¡Porque es propiedad del espíritu inmortal!
Alfredo (Barcelona
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¿El Cielo existe?
Hablar del “Cielo” con cierto rigor es una misión casi imposible, por la cantidad de connotaciones religiosas que lleva aparejado este concepto. Ya de por sí, el término es asociado a un lugar determinado. Según definición de la RAE (Real Academia de la Lengua): “En la tradición cristiana, morada en que los ángeles, los santos y los bienaventurados gozan de la presencia de Dios”.
Durante siglos, y como ya hemos comentado en otras ocasiones, ha existido la firme e implacable voluntad por parte de las autoridades religiosas de controlar las creencias y las posturas que eran consideradas aceptables respecto al Más Allá. La vida futura quedaba reducida a una serie de alternativas, de premios o castigos, consecuencia de la naturaleza de los actos de la vida, y la predisposición al arrepentimiento de los pecados y la posibilidad del perdón divino. Si eras malo ibas al Infierno, si eras bueno y cumplías con los preceptos religiosos, ibas al Cielo. Un Cielo que es representado como una especie de oasis contemplativo, con la visión permanente de Dios y de toda su inmensidad. Hasta ahí llega la imaginación, se para y ya no da para más.
Se trata de un Cielo donde sus pobladores no poseen ni la capacidad para contactar ni la de intervenir en el plano físico; de eso se encargan los ángeles que han sido creados al margen del resto, son seres privilegiados que no han hecho ningún mérito para ser lo que son. Al mismo tiempo, el reencuentro con los seres queridos solo será posible, según esta idea, cuando todos hayan muerto. Mientras tanto, a los que todavía se encuentran en el mundo físico, y como sólo se vive una vez, apenas queda la esperanza y el consuelo de aspirar a alcanzar ese mismo Cielo feliz a través del bien y el cumplimiento de los preceptos establecidos; de lo contrario, y según estas ideas ya desfasadas, el reencuentro será eternamente imposible.
Esta visión tan limitante como ilógica de lo que se ha considerado como Cielo, según estas creencias dogmáticas, es uno de los motivos que explican la distancia que ha existido entre la ciencia y la espiritualidad hasta hace unas décadas. La ciencia, siguiendo su camino, nos ha demostrado que no somos, ni mucho menos, el centro del universo. La visión limitada de la vida y del cosmos se ha visto superada por los enormes avances científicos. Hoy día se habla de otras dimensiones, de varios niveles de conciencia que hacen que la felicidad sea un estado interior y que no dependa de lo externo. Las creencias limitantes han dado paso a un escenario de reflexión, de amplitud de miras, de fe razonada que nos abre un sinfín de posibilidades. Como decía Ortega y Gasset: “En las creencias estamos”. No obstante, la realidad es tozuda y no paramos de descubrir nuevos ángulos de esa misma realidad. Somos nosotros los que tenemos la llave, la libertad y la posibilidad de cambiar para ser capaces de captar la grandeza que nos rodea.
“En esa inmensidad sin límites, ¿dónde se halla el Cielo? Por doquier, pues no tiene límites; los mundos felices son las últimas estancias antes de llegar a él; las virtudes abren el camino, los vicios cortan el acceso”. Capítulo III; 18. Allan Kardec.
Tampoco podemos creer que lo que podríamos denominar como Cielo sea un lugar de inactividad y de contemplación perpetua. No olvidemos la inolvidable respuesta del Maestro cuando le increpaban porque curaba en sábado, día festivo para los judíos: “Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo”. (S.Juan; 5, 17).
El mensaje del Maestro es muy claro y profundo. El Padre trabaja desde la noche de los tiempos. No nos podemos imaginar un solo instante de inactividad. Para ello sólo basta observar el Universo, los distintos soles y planetas formando los casi infinitos sistemas solares, en constante movimiento armónico. O aquí mismo, en nuestro planeta, podemos examinar a la naturaleza cómo actúa sin cesar, la propia vida esforzándose por abrirse paso. Nada permanece estático. Si además, por las informaciones que poseemos, el plano material es un pálido reflejo de la realidad espiritual, en consecuencia nos podremos dar cuenta fácilmente de que la actividad en los planos superiores, inmateriales, debe de ser todavía mucho mayor.
“El Universo es, al mismo tiempo, un mecanismo inconmensurable conducido por un número no menos inconmensurable de inteligencias; un inmenso gobierno donde cada ser inteligente tiene su parte de acción bajo la mirada del soberano Señor, cuya voluntad única mantiene en todas partes, la unidad”. (La Génesis, Capítulo XVIII, 4; Allan Kardec).
El espíritu, desde que es creado, trae una misión a cumplir; para ello, comienza su largo periplo de crecimiento, de expansión de su conciencia, de control de sus instintos para dar paso a las percepciones más sutiles y elevadas. Muchas existencias de trabajo, sacrificio, dolor, caídas y ascensiones. El Homo sapiens va dando paso al Homo spiritualis. Las imperfecciones morales poco a poco van perdiendo fuerza en el espíritu a través de las pruebas que la vida una, durante sus múltiples existencias, le proporciona. Del mismo modo, con el paso del tiempo el espíritu se engrandece, las cualidades y virtudes se desarrollan, así como sus capacidades de trabajo y servicio, aumentando sus responsabilidades en el concierto universal. Es, en definitiva, una ascensión perpetua hacia la plenitud, hacia la perfección.
“Las atribuciones de los espíritus guardan relación directa con su progreso, iluminación, capacidad, experiencia y grado de confianza que inspiren al Soberano Señor. No existen privilegios ni favores… Las misiones más importantes son confiadas a quienes Dios los sabe capaces de cumplirlas sin fallar”. (Capítulo III; 13.- Allan Kardec; El Cielo y el Infierno).
Por lo tanto, podemos decir que el grado de felicidad está en relación directa con el grado de progreso alcanzado. Esto es algo que al espíritu evolucionado le permite desarrollar misiones cada vez más delicadas e importantes en el concierto universal, lo cual aumenta su grado de satisfacción y de alegría interior. Estamos hablando de estados de conciencia y de percepción del espíritu que en el actual grado de evolución, así como el hecho de estar encarnados en un plano material, con los sentidos físicos, nos es muy difícil, por no decir imposible, comprender todavía.
Formamos parte, como hemos visto ya, de una unidad. Formamos parte de un todo, en donde la confianza de lo Alto nos la tenemos que ganar día a día. Dios asigna responsabilidades a todos los espíritus desde que son creados, desde las más ínfimas a las más grandes. Todas son importantes, todas tienen un porqué y para qué, un sentido superior. Hasta que no las cumplimos, no podemos pasar a otras más importantes, de mayor envergadura. Nada es producto del azar. Cuando nos preguntamos cuál es nuestra misión en la vida, debemos hacer un alto en el camino y, con serenidad y humildad, observar a nuestro alrededor para comprobar que tenemos una misión para con nosotros mismos, tratando de ser cada día mejores; tenemos una misión con la familia, dando ejemplo y ayudando en la medida de lo posible; tenemos una misión en nuestro trabajo, con los compañeros; también con los amigos, con la sociedad; etc.
Por otro lado, sabemos que existen distintos grados de evolución de los planetas; del mismo modo, existen distintos planos espirituales. A mayor elevación, mayor perfección y belleza. Las Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM) nos dejan multitud de testimonios; luz y paz inefables al final de un túnel, descripciones maravillosas de realidades paralelas, como es el caso del archiconocido doctor Eben Alexander que nos habla de un escenario de gran hermosura. Son multitud de testimonios de personas a las que se les ha permitido, durante momentos muy críticos de salud, debatiéndose entre la vida y la muerte, visitar regiones impensables para la gran mayoría de personas corrientes como nosotros. Son pruebas evidentes de una realidad que está al margen de creencias o supersticiones.
No es ya cuestión de una fe ciega, sino de una fe razonada y avalada por estos testimonios fuertemente vividos, así como otras vías de información espiritual que nos hablan de esa realidad espiritual, como es el ejemplo de las informaciones recogidas a través de la mediumnidad, donde nos hablan los propios espíritus de lugares paradisiacos, alejados de las sombras y de las miserias características de mundos como el nuestro, sin desdeñar la grandeza que también albergan.
Las experiencias vividas por esas personas, así como el resto de testimonios que por diferentes medios nos van llegando, nos permiten poseer una claridad que nos ofrece seguridad sobre el porvenir. Ya no es tiempo para las utopías, ya no es momento para sostener unas creencias dogmáticas que no resistan al análisis, a la razón.
El Cielo existe, pero no como nos lo habían contado. El Cielo se construye y se gana día a día, superando los conflictos y las pruebas temporales que nos preparan para las adquisiciones, los valores del espíritu eterno e inmortal. La seguridad en el porvenir reporta al espíritu mayor fuerza y mayor ánimo, le facilita el éxito en sus empresas, calma y paciencia en las batallas de la vida y resignación ante aquello que no puede cambiar, pues estamos en manos de alguien infinitamente sabio que sabe lo que nos conviene, en el transcurso de una preparación meticulosa hacia un futuro lleno de posibilidades y de plenitud.
- José M. Meseguer- Amor, Paz y Caridad,
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COORDINE SUS PENSAMIENTOS
En primer lugar, es siempre bueno recordar que tenemos una cantidad muy grande de pensamientos diarios, desde el momento en que recordamos lo pasado en la parte productiva del día, hasta el momento de nuestro recogimiento para el descanso merecido.
Infelizmente recordamos los pensamientos mayormente negativos; es como si fuese un çirculo vicioso, una forma de apego a un único y exclusivo pensamiento, al que le damos mucha importancia o valoramos en exceso. Con frecuencia estos pensamientos son los que más tememos que acontezcan porque están ligados a hechos que no queremos en nuestro día a día. Entonces vamos a hacer una auto-evaluación: como queriendo que algo bueno se nos realizase; "no es fácil pero es totalmente posible, corrigiendo la forma de pensar. A cada surgimiento del pensamiento vicioso o negativo le damos el contrario en el mismo instante, con palabras afirmativas de lo que deseamos"; así soltamos mucho más lo que no queremos que acontezca. Luego podemos percibir que estamos más enfocados en el lado invertido de las cosas que deseamos. Es preciso sentir cuanto nos desgastan esos pensamientos, para después cambiarlos; no es fácil, pero es totalmente posible corrigiendo la forma de pensar. A cada surgimiento del pensamiento vicioso negativo, dándole uno contrario en el mismo instante con palabras afirmativas de lo que deseamos, Enseguida forme frases con pensamientos positivos para que podamos sustituir estas formas negativas y viciadas en el giro de nuestros pensamientos. Por ejemplo: quiero construir una casa, voy a comprar mi coche nuevo, a sustituir mis ropas por otras nuevas, entre muchos otros, y luego surgen todas las imposibilidades como: gano poco, no tengo condiciones para eso, no tengo dinero. cómo lo voy a conseguir, etc. Inmediatamente, diga simplemente, yo quiero construir una casa, no sé cómo de momento, pero mi deseo es construir una casa y el universo me va a conducir al encuentro de la materialización deseada. Con bastante confianza se debe tornar repetitivo hasta que su mente crea en estas posibilidades firmemente, y así el universo creador conspire a nuestro favor cuando nos empeñemos en enfocar bien nuestra vida.
- Texto escrito por: Vera Luz
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¿ Quien fue HUMBERTO DE CAMPOS ? (Hermano X)
Fue un niño pobre. Estudió con esfuerzo y sacrificio. Quedó huérfano de padre a los 5 años de edad. Su infancia fue marcada por la miseria. En sus “Memorias”, él cuenta algunos episodios que le dejaron marcado.
Tiempo después, se mudó para Río de Janeiro, entonces Capital de la República, donde se hizo famoso. Brillante periodista y cronista perfecto, sus páginas fueron “columnas” en todos los periódicos importantes del País.
Se dedicó enteramente al arte de escribir, y por eso eran escasos los recursos financieros. A cierta altura de su vida, cuando la economía se volvió menguada, tuvo la idea de cambiar de estilo.
Adoptando el pseudónimo de Consejero XX, escribió una crónica chistosa al respecto de la figura eminente de la época – Medeiros y Alburquerque -, que se volvió así motivo de risa, de burla y de gracia de los cariocas por varios días.
El Consejero, sibilino y mordaz, hirió hondo el orgullo y la vanidad de Medeiros, poniendo en la boca del pueblo los argumentos que todos deseaban imputar contra Alburquerque. El éxito fue total.
Habiendo hecho, por experiencia, aquella crónica, de un momento para otro se vio en la contingencia de mantener el estilo y escribir más, pues sus lectores multiplicaron, lloviendo cartas a las redacciones de los periódicos, solicitando nuevas materias del Consejero XX.
Además de mantener el estilo, Humberto se fue profundizando en el mismo, volviéndose para algunos, en la época, casi inmortal, saciando el paladar de toda una mentalidad que deseaba más libertad de expresión y ser más explicito en el abordaje de los problemas humanos y sociales.
Cuando enfermó, modificó completamente el estilo. Sepultó al Consejero XX, y de las cenizas, cual Fénix luminoso, nació otro Humberto, lleno de piedad, comprensión y entendimiento para con las flaquezas y sufrimientos de su semejante.
El alma sufridora del País buscó ávidamente a Humberto de Campos y de él recibió consuelo y esperanza. Eran cartas de dolor y desesperación que llegaban a sus manos, pidiendo socorro y auxilio. Y él, tocado en las fibras más sensibles del corazón, a todas respondía, en crónicas, por los periódicos, alcanzando millares de lectores en circunstancias idénticas de pruebas y lágrimas.
Se hizo amado por todo el Brasil, especialmente en Bahía y San Pablo. Sus padecimientos, con todo, aumentaban día a día. Parcialmente ciego y sometiéndose a varias operaciones, viviendo en una pensión, sin el calor de la familia, su vida era, en sí misma, un cuadro de dolor y sufrimiento. No desesperaba sin embargo, y continuaba escribiendo para consuelo de muchos corazones.
El 5 de diciembre de 1934, desencarnó. Partió llevando de la Tierra amargas decepciones. Jamás Maranhâo, su tierra natal, lo aceptó. Sus coterráneos llegaron incluso a ser hostiles.
Tres meses después de desencarnar, volvió del Más Allá, a través del joven médium Chico Xavier, este, con 24 años de edad solamente, y comenzó a escribir, sacudiendo al país entero con sus crónicas del más allá de la tumba.
El hecho sacudió la opinión pública. Los periódicos de Río de Janeiro y otros estados estamparon sus mensajes, despertando la atención de toda la gente. Los periódicos gritaban. ¡Extra, extra! ¡Mensajes de Humberto de Campos, después de muerto! Y el pueblo leía con avidez…
Agripino Griego y otros críticos literarios famosos examinaron con atención la producción de Humberto, ahora en el Más Allá. Y atestiguaron la autenticidad del estilo. “¡Sólo podría ser Humberto de Campos!” – afirmaron ellos.
Comenzó entonces una fase nueva para el Espiritismo en el Brasil. Chico Xavier y la Federación Espírita Brasileña ganaron notoriedad. Varios libros fueron publicados.
Ocurrió lo inesperado. ¡Los familiares de Humberto movieron una acción judicial contra la FEB, exigiendo los derechos de autor del muerto!
Tal fue el griterío, que la historia de todo esto está hoy registrado en un libro cuyo título es “La Psicografía ante los Tribunales”, escrito por Miguel Timponi.
La Federación ganó la causa. Humberto, presionado, se ausentó por un largo periodo y, cuando volvió a escribir, usó el pseudónimo de Hermano X.
En las dos fases del Más Allá, escribió 12 obras por el médium Chico Xavier :
“Crónicas del Más Allá”, “Brasil, Corazón del Mundo, Patria del Evangelio”, “Buena Nueva”, “Nuevos Mensajes”, “Luz Arriba”, “Cuentos y Apólogos” y otros fueron libros que escribió para deleite de muchas almas.
En los primeros mensajes tenemos a un Humberto bien humano, con características propias del intelectual del mundo. Después, él se va espiritualizando, sutilizando las ideas y expresiones, volviéndose entonces el escritor espiritual predilecto de millares.
Los que leyeron sus obras de antes, y de después, de muerto, podrán constatar la realidad del fenómeno espírita y la autenticidad de la mediumnidad de Chico Xavier.
¡El mismo estilo, el mismo entusiasmo!
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