jueves, 15 de diciembre de 2022

Mi hermano, el prójimo

 INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- Acción oculta de los Espíritus

2.- Vivir mejor

3.- ¡ Ojo por ojo !

4.-Mi hermano, el prójimo

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ACCIÓN OCULTA DE LOS ESPÍRITUS


                                                             
   
 ¿Por qué la acción de los Espíritus sobre nuestra  vida es oculta y por qué, cuando nos protegen, no lo hacen de una manera ostensible? 

- Si contarais con tal apoyo no obraríais por vosotros mismos, y vuestro propio Espíritu no progresaría.- Para que pueda él adelantar necesita experiencia y a menudo es preciso que la adquiera a sus expensas. Es menester que emplee sus fuerzas, sin lo cual sería como un niño al que no permiten que camine solo. La acción de los Espíritus que os quieren está siempre bien regulada, de modo de dejaros ejercer vuestro libre albedrío, por cuanto si no tuvierais responsabilidad no avanzaríais en el camino que debe conduciros hacia Dios.* Al no ver el hombre a su sostén, se confía en sus propias fuerzas.. No obstante, su guía vela por él, y de tiempo en tiempo le advierte que desconfíe del peligro. 

EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS 
ALLAN KARDEC 

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                          VIVIR MEJOR

Todos queremos ser felices, vivir mejor.

Entretanto, oigamos a la experiencia.

La felicidad no es una alfombra mágica. Ella nace de los bienes que usted esparce, no de aquellos que se amontonan inútilmente.

Tanto esto es verdad que la alegría es la única donación que usted puede hacer sin poseer ninguna.

Usted puede estar en dificultades y suprimir muchas dificultades de los demás.

Aunque a veces sin ningún consuelo, usted dispone de inmensos recursos para reconfortar y levantar a los hermanos en pruebas o desvalimiento.

La receta de Vida mejor será siempre mejorarnos, a través de la mejoría que vengamos a realizar para los demás.

La Vida es un don de Dios en todo. Y quien sirve solo para sí no sirve para los objetivos de la Vida, porque vivir es participar, progresar, elevar, integrarse.

Si aspiramos vivir mejor, escojamos el lugar de servir en la causa del bien de todos.

Para eso, usted necesita condicionarse a los puntos de vistas ajenos.

Fórmese en la hilera de los servidores que sean afines con sus aptitudes.

Alístese en cualquier servicio en el bien común.

Es tan importante colaborar en la higiene de su barrio o en la construcción de una escuela, cuanto auxiliar a un niño necesitado o dar apoyo a un enfermo.

Procure la Paz, garantizando la Paz donde esté.

Viva en seguridad, cooperando en la seguridad de los demás.

Aprendamos a entregar lo mejor de nosotros a la

Vida que nos rodea y la Vida nos hará recibir lo mejor de ella misma.

Sea feliz, haciendo felices a los demás.

Salga usted mismo al encuentro de los demás, pero no murmure, ni se queje contra nadie. Y los demás nos harán encontrar a Dios.

No juzgue que semejante instrucción sea asunto únicamente para usted, que se halla en la Tierra. Si usted cree que los llamados muertos está en una Paz gratuita, el engaño es suyo, porque los muertos, si quieren Paz, que aprendan a salir de sí mismos y a servir también.

Por lo tanto, si aspiramos a vivir mejor, ayudemos a vivir a los demás, ya que según la Ley de Causa y Efecto, todo lo que sale de nosotros, a nosotros vuelve.

Demos odios y recogeremos tempestades, demos Paz y recogeremos Amor.

Esa es la promesa del Señor y se cumplirá, ¡BENDITO SEA!

André Luís. Espíritu.

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                                     ¡ OJO POR OJO !

                                Mr. Letil


M. Letil, fabricante cerca de París, murió en abril de 1864 de una manera horrible.-
Habiéndose encendido una caldera de barniz hirviendo, y derramándose sobre él, en un instante fue cubierto de una materia inflamada, y comprendió enseguida que estaba perdido. Solo a la sazón en el obrador, con un joven aprendiz, tuvo el valor de ir hasta su casa, distante más de doscientos   metros. Cuando pudieron darle los primeros auxilios, las carnes estaban quemadas y le caían del cuerpo y de la cara. Vivió así doce horas entre los más horribles sufrimientos, conservando, a pesar de esto, toda su presencia de espíritu hasta el último momento, y poniendo en orden sus asuntos con entera lucidez. Durante esta cruel agonía no se le oyó ninguna queja, ningún murmullo, y murió rogando a Dios.

Era un hombre muy honrado, de un carácter dulce y benévolo, amado y estimado de todos los que le habían conocido. Había abrazado con entusiasmo las ideas espiritistas, pero con poca reflexión, por cuyo motivo, como tenía alguna mediumnidad, fue juguete de numerosas mistificaciones, que sin embargo no quebrantaron su fe. En ciertas circunstancias su confianza en lo que le decían los espíritus llegaba hasta la candidez.

Evocado en la Sociedad de París el 23 de abril de 1864, pocos días después de su muerte, todavía bajo la impresión de la terrible escena de la que había sido víctima, dio la comunicación siguiente:

“...¡Una tristeza profunda me oprime! Espantado aún de mi muerte trágica, me creo bajo el
hierro del verdugo. ¡Cuánto he sufrido: ¡Oh, sí, mucho he sufrido! Estoy todavía temblando. Me parece que siento todavía el olor fétido que mis carnes quemadas despedían a mi alrededor.
“¡Agonía de doce horas, cuánto has probado al espíritu culpable! Ha sufrido sin murmurar.
También Dios le concederá su perdón.
“¡Oh, querida mía: No llores por mí. mis dolores van a calmarse. No sufro realmente, pero el
recuerdo equivale a la realidad. Mi conocimiento del Espiritismo me ayuda mucho. Veo ahora que sin esa dulce creencia habría permanecido en el delirio que hubiera resultado de esta muerte horrorosa.
“Pero tengo un consolador que no me ha dejado desde mi último suspiro. Hablaba aún, y ya
le veía cerca de mí. Me parecía que un reflejo de mis dolores que me daba vértigo, y me mostraba fantasmas... No, era mi ángel protector, que silencioso y mudo, me consolaba en mi corazón.
“Desde que hube dicho adiós a la Tierra, me dijo:
“-Ven, hijo mío, y vuelve a ver la luz del día.
“Respiraba más libremente, creyendo salir de un sueño espantoso. Hablaba de mi querida
esposa, del animoso muchacho que se había sacrificado por mí.
“-Todos están en la Tierra -me refirió-. Tú, hijo mío, estás entre nosotros.
“Buscaba mi casa. El ángel me dejó entrar en ella acompañándome siempre. Vi a todo el
mundo derramando lágrimas. En aquella pacífica morada de otro tiempo, todo era duelo y tristeza.
No pude sostener más tiempo la vista de este doloroso espectáculo, muy conmovido expuse a mi guía:
“-¡Oh! Ángel, salgamos de aquí.
“-Sí, salgamos y busquemos reposo -dijo el ángel.
“Después, sufrí menos. Si no viera a mi esposa inconsolable, mis amigos tan tristes, sería
casi feliz.
“Mi buen guía, mi querido ángel, me ha hecho el favor de explicarme por qué he tenido una
muerte tan dolorosa, y para vuestra enseñanza, hijos míos, voy a haceros una confesión.
“Hace dos siglos hice extender sobre una hoguera a una joven inocente como las de su edad.
Tenía de doce a catorce años. ¿De qué se la acusaba? ¡Ah! De haber sido la cómplice de una
revuelta contra la política sacerdotal.
“Era italiano y juez inquisidor, los verdugos no se atrevían a tocar el cuerpo de la joven. yo
mismo fui el juez y el verdugo. ¡Oh, justicia, justicia de Dios, tú eres grande! Me he sometido a
ella, había prometido tantas veces no vacilar el día del combate, que he tenido la fuerza de sostener mi palabra. No he murmurado, vos me habéis perdonado, ¡oh, Dios mío! ¿Cuándo se borrará de mi memoria el recuerdo de mi pobre e inocente víctima? Esto es lo que me hace sufrir. También deberé obtener su perdón.
“Vosotros, hijos de la nueva doctrina, decís alguna vez: «No nos acordamos de lo que hemos hecho precedentemente, por esto no podemos evitar los males a que nos exponemos por el
olvido del pasado.»
“¡Oh, hermanos míos! Bendecid a Dios. Si os hubiera dejado el recuerdo, no tendríais ningún descanso en la Tierra. Perseguidos sin cesar por los remordimientos y la vergüenza,  ¿podríais tener un solo instante de paz?
“El olvido es un beneficio. El recuerdo sería un tormento. Pasados algunos días, y por
recompensa de la paciencia con la cual he soportado mis dolores, Dios me hará olvidar la falta. Esta es la promesa que acaba de hacérseme por mi buen ángel.”

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El carácter de M. Letil en su última existencia prueba cuánto  había mejorado su espíritu. Su conducta fue el resultado de su arrepentimiento y de las resoluciones que tomó. Pero esto no bastaba, era preciso sellar estas resoluciones con una gran expiación. Le era preciso sufrir como hombre lo que había hecho sufrir a  otros. La resignación en esta terrible circunstancia era para él la prueba más grande, y afortunadamente no ha faltado a ella. Sin duda ha contribuido mucho a sostener su valor el conocimiento del Espiritismo, por la fe sincera que le había dado en cl porvenir. Sabía que los dolores de la vida eran pruebas y expiaciones, y se había sometido a ellas sin murmurar. diciendo: “-Dios es justo, sin duda lo he merecido..”

El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo
Allan Kardec

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                         MI HERMANO, EL PRÓJIMO

                                                                  



¿Quiénes nuestro prójimo? Es una interrogación que aún permanece para muchos, a pesar de los siglos transcurridos, desde las explicaciones del Maestro en la Parábola del Samaritano.

Por falta de ese entendimiento, algunas veces dejamos de atender a uno u otro, creyendo no ser nuestra responsabilidad.

Posiblemente, en el siglo XX, una de las criaturas que mejor había entendido sobre la identidad del prójimo haya sido la religiosa Madre Teresa.

Erigiendo el Hogar de las Misioneras de la Caridad, paso a atender a los pobres más pobres, iniciando en Calcuta, en la India.

Se cuenta que, nunca al caer de la tarde, en Calcuta, cuando las cayes estaban repletas, el transito confuso y las luces de la ciudad a todos atraían la atención, ella y dos compañeras más se dirigían a un callejón aislado, entre oscuras calles.

En aquel local, el torbellino de los sonidos de las bocinas, de los tubos de escape de los coches y el barullo de las personas no llegaban sino como apagado eco.

Lo que allí había eran solamente los gemidos sordos de los que fueron olvidados por la multitud.
Las tres mujeres se aproximan al local. Los olores venidos del callejón no las espantan. En nombre de la fraternidad, se dirigían siempre más adentro.

Teresa percibe la figura de un enfermo. Es un hombre, carcomido por el cáncer. La dolencia le devorará casi la mitad del cuerpo. Por todos era considerado un caso perdido. Teresa se aproximó y comenzó a lavarlo. La reacción del enfermo es de desdén. El le pregunta: ¿Cómo consigue usted soportar el mal hedor de mi cuerpo?

Ella no respondió, apenas sonrió, prosiguiendo en su tarea, con extremada delicadeza, como si estuviese bañando a un recién nacido.

La señora no es de aquí, habla el enfermo otra vez. Nadie por aquí actúa como la señora.
Los minutos pasan y el enfermo está ahora limpio. Ante el dolor que le agoniza las carne, en una típica expresión indiana, exclama: ¡Gloria a ti mujer!

No, responde la Madre Teresa. Gloria a usted, que sufre con Cristo.

El sonríe. Ella también. Una sensación de alivio se estampa en la cara del enfermo terminal. Las Misioneras de la Caridad lo recogen en el hogar que, para tales criaturas, edificaron en Calcuta.

Dos días después, entre atenciones y oraciones, en un lecho aseado, el moribundo se despide de la vida física.
El prójimo es siempre aquel que tiene la necesidad más apremiante, en el momento. Algunas veces, es el prójimo más próximo, en el propio hogar, en la vecindad, en el ambiente del trabajo.

Otras veces, es alguien que aguarda el gesto de amparo del Samaritano que transita por donde el se encuentra.

Partir en busca del dolor, para calmarlo es la actitud de quien se enseñoreó de las palabras del Evangelio y habiéndolas abrigado en la intimidad de su Ser, las vive en esencia.

No siempre los mayores necesitados son los que buscan socorro, otros no lo hacen por vergüenza o por no disponer de condiciones mínimas para solicitarlo. Son los encamados que permanecen en sus casas, los deficientes del habla que no consiguen expresarse, y tantos otros…

El prójimo es nuestro hermano, a nuestro lado o a distancia, desde que todos somos hijos del mismo Padre.
La Madre Teresa de Calcuta extendió su trabajo de amor por casi todo el mundo. Recibió la invitación de  gobernantes de diferentes naciones, y pudo abrir sus casas de caridad en los más lejanos países.

Así, la meta de las Misioneras de la Caridad y de sus colaboradoras es buscar el dolor donde asile y atender al carente más necesitado.

Autor:
REDACCIÓN DEL Momento Espirita

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