sábado, 17 de diciembre de 2022

Los buenos espíritas

  INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.-El rico que no cumplió con la Ley

2.-La parte física de los habitantes en otros mundos

3.-No basta con comprender la Doctrina, es necesario sobre todo, asimilarla

4.- Los buenos espíritas


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EL RICO QUE NO CUMPLIÓ CON LA LEY

                               


( Comunicado mediúmnico )

—Queridos hermanos: Nos ha hecho un ruego, con mucho interés, un hermano para que le diéramos fluidos suficientes para poderse comunicar con vosotros. Espera vuestro permiso.

—Con mucho gusto le oiremos.

—Buenas noches, hermanos. No tengo dicción, talento ni experiencia; por ello perdonar mis faltas de expresión.

Por el procedimiento bendito de la mediumnidad, sé que me podéis oír y toda esta pléyade de espíritus que están aquí con vosotros.

Siempre hemos y habéis oído decir que hay que cumplir la Ley. La Ley lo abarca todo: el sentimiento, la predicación, la humildad, la Caridad, el Amor, la enseñanza, la sincronización del cerebro con el alma para la emisión de los pensamientos; en fin, todo lo que constituye la actividad y progreso de los seres.

Todos, cuando cumplimos la Ley interpretándola justamente en todas nuestras decisiones, nunca nos engaña y siempre nos protege. Momentos se aproximan muy significativos, que hemos de estar todos bien puestos en el sitio que nos corresponde espiritualmente; momentos tan solemnes que son muy pocos los que se celebran en el transcurso de los siglos, y vosotros vais a poder contemplar uno de ellos. Por eso siempre los hermanos que tanto os aman, deseando vuestro bien y progreso, os recomiendan que no faltéis a la Ley.

Esos sabios que creen que no se puede enseñar más de lo poco que ellos saben están muy equivocados y se apartan de la divinidad. Hay que dar paso a la ciencia moderna y a los horizontes sublimes y bellos que la acompañan. Hay que dejar a un lado todo lo fatuo de los sabios, salvo honrosas excepciones, y que los conceptos se modifiquen como está mandado por el Sumo Hacedor. Pero, en fin, vamos a lo nuestro: yo soy un Espíritu ignorante, pero muy creyente de mi responsabilidad. A mí me ocurren cosas que a veces me confunden y me hacen obtuso a toda comprensión. No me explico cómo me ocurren estos hechos. Os los voy a exponer:

Sin saber cómo ni con qué fuerza voy dirigido, frecuento los hospitales. Voy con un deseo ferviente de hacer el bien, de curar si me es posible y de quitar dolores a aquellos enfermos que sufren en esas casas del dolor. De pronto se produce una metamorfosis en mí. Hay un cambio radical que, lejos de curar, atraigo todos esos dolores y sufrimientos y siento una fuerza irresistible que me dice: «Tú eres el culpable.» Muchas veces quisiera confundirme con la nada porque aquellos dolores, sufrimientos y lágrimas los siento en mí como si yo fuera el responsable de todos ellos.

Otras veces me llevan a esas casas donde recogen a los ancianos. Voy igualmente con la intención de animarles y de intuirles pensamientos que olviden su tristeza y el envejecimiento de los años y resulta todo lo contrario: me siento envejecido, enfermo, con limitaciones, vejez sin remedio, decrepitud..., y sale de allí mi alma ofuscada sin haber conseguido ningún bien y habiendo captado toda la tristeza y abandono de los que van a dar pronto cuenta a Dios.

A veces me llevan a casas humildes donde hay escasez de pan, de calor, de Amor, de limpieza, donde la discordia y los vicios abundan, donde no hay higiene ni en el cuerpo ni en el alma. Entro con los mismos propósitos y salgo con las mismas consecuencias: soy uno de ellos, miserable, sin espiritualidad que me eleve, sin pensamientos que me dulcifiquen ni Amor que me santifique. Soy un ente sin recursos espirituales y sin sentimientos.

En ocasiones me introducen en los sanatorios donde moran los que han perdido la razón porque su mente se halla atrofiada, donde discursean cosas inverosímiles y realizan actos incongruentes. Al verlos, mi deseo es poderles volver a !a razón, a la normalidad, ofreciéndoles mi compañía y mis consejos y resulta que yo me vuelvo otro alienado más, con más incongruencias y actos agresivos en todas mis manifestaciones.

—Hermano, ¿en ningún caso te han llevado a otros lugares donde el Amor preside todos los actos, la armonía reina, se piensa en Dios y se eleva el pensamiento? —se le pregunta.

—Lo he querido, pero aún no ha llegado la hora de que lo merezca.

Este relato mío comprendo que no tiene nada de agradable, pero os lo expongo para que os sirva de ejemplo a vosotros y a las venideras encarnaciones. Por eso he empezado a hablar de la Ley. Todo esto que me ocurre es la consecuencia de una falta del cumplimiento de la Ley.

Nunca olvidéis vosotros cumplir la Ley, ni el deseo de un moribundo, cuando éste sea justo y lleno de Amor a sus hermanos. Tampoco dejéis de cumplir lo que pidierais al escoger la encarnación. No dejéis de realizar las cosas que proyectéis buenas y el mal que pase por vuestro pensamiento no lo ejecutéis, que así también se cumple la Ley.

Por no haber cumplido yo el mandato divino padezco esta penosa Vida Espiritual. No sé en qué forma y cuándo terminará, pero, en cambio, Dios me da la suficiente inteligencia para comprender que estoy pagando justamente una falta muy grande que he cometido y ese conocimiento y esa Fe que Él me da me fortalece y me da ánimos para seguir padeciendo los sufrimientos que os he relatado.

¿Y sabéis por qué sufro tan justamente esos dolores, infortunios y escenas tan terribles para mí?

—Sí, lo deseamos saber.

—Mi última encarnación fue en América. No importan las fechas ni la localidad para referiros mi último paso por la Tierra. Fui huérfano de padre y madre. Un hermano de mi padre me recogió de pequeño. Era soltero. Me dio educación, me consideró como un hijo suyo y así llegué a la mayoría de edad y me hice jurisconsulto. Mi tío era inmensamente rico. Tenía explotaciones petrolíferas y los millones de dólares los contaba por centenares. Antes de morir me llamó en sus últimos momentos y me dijo:

—Hijo mío, en el Nombre de Dios, lego en ti toda mi fortuna porque tengo fe ciega de que cumplirás todos mis deseos. Estos son: para ti y para que lleves una vida grandiosa te dejo 50 millones de dólares; y para que visites hospitales, casas de pobreza, trabajadores en paro, etc., te dejo el resto de mi fabulosa fortuna. Reparte con justicia este dinero, dota de los mejores elementos a los hospitales, remedia calamidades, dolores y necesidades. Actuando así puedes dejar tu nombre y el mío grabado con letras de oro.

Empecé a cumplir lo encargado por mi difunto tío, pero pronto dejé de hacerlo. En orgías, juergas, invirtiendo en grandes empresas comerciales, sin orden ni concierto, tiraba el dinero a manos llenas. Todo era vicio, deshonor y desamparo de Dios. No fui bueno. Se llevó Dios mi alma y la tierra mi cuerpo.

Ahí tenéis el porqué de todo lo que sufro.

Que Dios os bendiga.

 (Desde la Otra vida).- Remitido por Hermano Bras Alborada-

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                      LA PARTE FÍSICA DE LOS                        HABITANTES EN OTROS MUNDOS


181. Los Seres que habitan los diferentes mundos ¿tienen cuerpos similares a los nuestros?

- Desde luego, poseen cuerpos, puesto que es necesario que el Espíritu esté revestido de materia para obrar sobre ella.

- Pero esa envoltura es más o menos material, según sea el grado de pureza a que hayan llegado los Espíritus, y es eso lo que constituye la diferencia entre los mundos que debemos recorrer. Porque hay muchas moradas en la casa de nuestro Padre y, en consecuencia, muchos grados. Unos lo saben y tienen conciencia de ello en la Tierra, al paso que otros no están en modo alguno en las mismas condiciones.


EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ALLAN KARDEC.

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NO BASTA CON COMPRENDER LA DOCTRINA: ES NECESARIO, SOBRE TODO, ASIMILARLA.




J. Herculano Pires 

 

No basta con aceptar los principios renovadores de la Doctrina de los Espíritus. Es preciso vivirlos. 

Todas las doctrinas son sistemas lógicos, accesibles a la comprensión intelectual. Desde ese punto de vista, el Espiritismo puede ser comprendido por cualquier persona curiosa y de capacidad mental común. Se trata de una doctrina clara. basada en principios de fácil asimilación, aunque bajo esa simplicidad existan problemas complejos de orden científico y filosófico. Es muy fácil comprenderlo cuando se estudian con criterio sus obras básicas.

La simple comprensión de una doctrina, por tanto, no implica su vivencia, Más allá de comprenderla, debemos de sentirla. Solamente cuando comprendemos y sentimos el Espiritismo, cuando lo incorporamos a nuestra personalidad, cuando lo asimilamos profundamente en nuestro ser, es cuando podemos vivenciarlo. De ahí la razón de Allan Kardec al afirmar la existencia de varios tipos de espíritas, concluyendo que "el verdadero espírita se conoce por su transformación moral". El Espiritismo comprendido y vivido transforma moralmente al hombre.

Vivir el Espiritismo, sin embargo, no es vivir en el medio espírita, haciendo o frecuentando sesiones. Se puede hacer todo eso, y aun más- incluso se puede gastar mucho dinero y tiempo en obras de asistencia social- atendiendo solo a la comprensión intelectual de la Doctrina, sin apenas vivirla. Porque vivir el Espiritismo es pautar todas las acciones por los principios doctrinarios. Es moldear la conducta por la Doctrina. Es actuar, en todas las ocasiones, como el verdadero espírita de que habla Allan Kardec.

Sin embargo, aun en este punto, es necesario señalar que no basta con la conducta exterior. No basta la apariencia. Nada más contrario a las apariencias que lo es el Espiritismo. Anti-formal por excelencia, contrario a los convencionalismos sociales y religiosos, el Espiritismo, como decía Kardec, "es una cuestión de fondo y no de forma". Por eso mismo, no podemos vivirlo de manera externa, Por delante de la conducta exterior, tenemos que reformar nuestra conducta interna, modificar nuestros hábitos mentales y verbales. Pensar, hablar y obrar de acuerdo con los principios renovadores de la moral espírita, que es la propia moral evangélica, racionalmente esclarecida por la Doctrina del Consolador.

Surge aún una dificultad que debemos intentar aclarar, Llegados a este punto, mucha gente nos preguntará, como siempre sucede, cuando hablamos al respecto: " ¿El espírita debe entonces sujetarse rígidamente a un molde doctrinario?". No, pues si así hiciese estaría impidiendo  su libre albedrío o su libre desarrollo moral. Cuando hablamos de "moldear la conducta", lo hacemos en un sentido de orientación, nunca de esquematización. El espírita debe ser libre, pues, como señalaba el apóstol Pablo, "donde no hay libertad no está el Espíritu del Señor". Solo la libertad da responsabilidad, y solo la responsabilidad produce la verdadera moral.

Al procurar vivir el Espiritismo, debemos, por tanto, evitar las actitudes formales que conducen al artificialismo, y consecuentemente la la mentira y a la hipocresía. Como se ve, ese es el camino contrario a la Doctrina de los Espíritus, es el camino tortuoso de la Doctrina de los Hombres, en el plano mundano. Debemos ser naturales. ¿Es como modificar nuestra naturaleza inferior, siendo naturales?. Primero, comprendiendo que tenemos esa naturaleza inferior y necesitamos modificarla, lo que hacemos para la comprensión de la Doctrina; después, sintiendo la necesidad de modificarla, lo que hacemos por la asimilación emocional de la doctrina. Nuestra transformación moral debe comenzar desde dentro y no desde fuera. Desde los pensamientos y sentimientos, y no desde las actitudes exteriores. Debe ser una transformación para Dios, no para que la vean los hombres.

La falta de comprensión de ese problema lleva a muchos espíritas a posiciones incómodas dentro de la doctrina, y lo que es peor, a posiciones comprometedoras para el movimiento doctrinario. Y lleva también a lamentables confusiones, principalmente en lo tocante al problema religioso. Cuando comprendamos, por tanto, que el Espiritismo no es solamente un sistema doctrinario para asimilación intelectual, sino que sobre todo es vida, norma de vida, y principalmente savia renovadora de la vida humana en la Tierra, entonces comprenderemos que no es posible separarse de sus aspectos científicos y filosóficos, o de su poderoso aspecto religioso. Recordemos aún lo que decía Kardec, o sea, que el Espiritismo es fuerte precisamente por afirmar y esclarecer las mismas verdades fundamentales de la religión.

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                 LOS BUENOS ESPÍRITAS

* El Espiritismo bien comprendido, pero, sobre todo, bien sentido, conduce forzosamente a los resultados expresados anteriormente, que caracterizan al verdadero espírita como al verdadero cristiano, que son la misma cosa. El Espiritismo no creó ninguna moral nueva; facilita a los hombres la inteligencia y la práctica de la moral de Cristo, dando una fe sólida y esclarecida a los que dudan o vacilan.
Pero muchos de los que creen en los hechos de las manifestaciones, no comprenden ni sus consecuencias, ni su alcance moral; o, si los comprenden, no se las aplican a sí mismos. ¿A qué se debe esto? ¿A falta de precisión de la doctrina? No, porque no contiene ni alegorías ni figuras que puedan dar lugar a falsas interpretaciones; su esencia misma es la claridad y esto es lo que constituye su fuerza, porque va directo a la inteligencia. Nada tiene
de misteriosa y sus iniciados no están en posesión de ningún secreto oculto para el vulgo.
Para comprenderla, ¿es preciso una inteligencia fuera de lo común? No, porque se ven hombres de una capacidad notoria que no la comprenden, mientras que inteligencias vulgares y aun de jóvenes apenas salidos de la adolescencia, comprenden sus matices más delicados con admirable precisión. Esto depende de que la parte de algún modo material de la ciencia, sólo requiere vista para observar, mientras que la parte esencial requiere cierto grado de sensibilidad que se puede llamar la madurez del sentido moral, madurez independiente de la edad y del grado de instrucción, porque es inherente al desarrollo, en un sentido especial, del Espíritu encarnado.
En algunos, los lazos de la materia son aún muy tenaces para permitir al Espíritu desprenderse de las cosas de la Tierra; la niebla que los rodea les quita la vista del infinito; por esto no rompen fácilmente ni sus gustos, ni sus costumbres, ni comprenden nada mejor de lo que ellos poseen; la creencia en los Espíritus es para ellos un simple hecho, pero modifica muy poco o nada, sus tendencias instintivas; en una palabra, sólo ven un rayo de luz insuficiente para conducirles y darles una aspiración poderosa y capaz de vencer sus inclinaciones. Se apegan más a los fenómenos que a la moral, que les parece banal y monótona; piden sin cesar a los Espíritus que les inicien en nuevos misterios, sin preguntar si se han hecho dignos de entrar en los secretos del Creador. Estos son los espíritas imperfectos, de los cuales algunos se quedan en el camino o se alejan de sus hermanos en creencia,
porque retroceden ante la obligación de reformarse, o reservan sus simpatías para los que participan de sus debilidades o de sus prevenciones. Sin embargo, la aceptación del principio de la doctrina es un primer paso que les hará el segundo más fácil en otra existencia.
El que puede con razón ser calificado de verdadero y sincero espírita, está en un grado superior de adelantamiento moral; el Espíritu que domina más completamente la materia, le da una percepción más clara del porvenir; los principios de la doctrina hacen vibrar en él las fibras que permanecen mudas en los primeros; en una palabra, fue tocado en el corazón; su fe es también a toda prueba. Uno es como el músico que se conmueve con ciertos acordes, mientras que el otro sólo comprende los sonidos. Se reconoce al verdadero espírita por su transformación moral y por los esfuerzos que hace para dominar sus malas inclinaciones; mientras el uno se complace en un horizonte limitado, el otro, que comprende alguna cosa mejor, se esfuerza para librarse de él y lo consigue cuando tiene una voluntad firme.

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

ALLAN KARDEC



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