domingo, 21 de abril de 2019

Frente al miedo y el mal

  INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- El Alma después de la Muerte
2.- Los Autos de Fe
3.-  Fe y Razón
4.- Frente al miedo y el mal
5.- El beneficio de la verdad



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El Alma después de la Muerte


                                                                       

149.- En que se transforma el alma en el instante de la muerte?

— Vuelve a ser Espíritu, o sea, retorna al mundo de los Espíritus que ella había dejado temporalmente.
150. El alma conserva  su individualidad  después de  la muerte?
— Si, no la pierde jamás. ¿Qué  seria ella si no la conservase?
150 – a) ¿Cómo el alma constata  su individualidad, si no tiene  el cuerpo material?
— Tiene un fluido que le es propio, que obtiene de la atmósfera de su planeta y que representa la apariencia de su última encarnación: su períspiritu.
150 – b) ¿El alma no se lleva nada de este mundo?
— Nada más que el recuerdo y el deseo de ir para un mundo mejor. Ese recuerdo le llena de dulzura o de amargor, según el empleo que le haya dado a su vida. Cuanto más pura para ella fuere, más comprenderá la futilidad de aquello que dejó en la Tierra.
151. ¿Que pensar de la opinión de que el alma, después de la  muerte, retorna al todo universal?
— ¿O conjunto de los Espíritos no constituye un todo? Cuando estás en una asamblea, eres parte de la misma y, no obstante, conservas  tu individualidad.
152. ¿Que prueba podemos tener de la individualidad del alma  después de  la muerte?
— ¿No tienes esta prueba por las comunicaciones que obtienes? Si no estuvieseis ciegos, veríais; y si no estuvieseis sordos, oiríais; pues frecuentemente una voz os habla y os rebela la existencia de un ser que está a vuestro rededor.
Comentario de Kardec: Los que piensan que el alma, con la muerte, vuelve al todo universal, estarán errados, si por eso entienden que ella pierde  su individualidad, como una gota de agua que cayese en el océano. Estarán acertados, sin embargo, si entienden por el todo universal el conjunto de los seres incorpóreos de los que cada alma o Espíritu es un elemento.
Si las almas se confundiesen en el todo, no tendrían sino las cualidades del conjunto y nada las distinguiría entre sí; no tendrían inteligencia ni cualidades propias. Sin embargo en todas las comunicaciones ellas revelan la consciencia del yo y una voluntad distinta. La diversidad infinita que presentan, bajo todos los aspectos, es la consecuencia de su individualidad. Si no hubiese, después de la muerte, sino lo que se llama el Gran Todo, absorbiendo todas las individualidades, ese todo sería homogéneo y, entonces, las comunicaciones recibidas del mundo invisible serían todas idénticas. Desde que encontramos seres buenos y malos, sabios e ignorantes, felices y desgraciados, y desde que los hay de todos los caracteres: alegres y tristes, livianos y serios, etc. es evidente que se trata de seres diferentes.
La individualidad todavía se evidencia cuando esos seres prueban  su identidad a través de señales incontestables, de detalles personales relativos a la vida terrena y que pueden ser contestados; ella no puede ser puesta en duda, cuando  se manifiestan por medio de apariciones. La individualidad del alma fue teóricamente enseñada como un artículo de fe, pero el Espiritismo la hace patente, y de cierta manera material.
153. ¿En que sentido se debe entender la vida eterna?
— Es la vida del Espíritu que es eterna; la del cuerpo es transitoria, pasajera. Cuando el cuerpo muere, el alma retorna a la vida eterna.
153 – a) ¿No sería más exacto llamar  vida eterna la de los Espíritus puros, que, habiendo alcanzado el grado de perfección, no tienen más pruebas que sufrir?
— Esa es la felicidad eterna. Pero todo esto es una cuestión de palabras: llamad a las cosas como queráis, siempre que os entendáis.
El Libro de los Espíritus
por ALLAN KARDEC – traducción de José Luis Martín-
              
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                         LOS AUTOS DE FE

                                 

      La quema de libros tiene sus inicios casi desde el mismo momento en el que comienzan éstos a escribirse y difundirse, aunque especialmente, desde el instante en el que la población que está fuera de las esferas privilegiadas y poderosas accede a la lectura. Esta puerta de acceso tiene mucho que ver con la extensión de la lengua vulgar y con la consolidación de la lectura silenciosa, que surge de forma natural, como si siempre hubiese estado ahí, esperando a ser descubierta y convirtiéndose para muchos en una verdadera necesidad. 

      La lectura silenciosa es un acto mágico que permite una misteriosa conexión con el libro. Cuando los lectores medievales comienzan a leer, de esta manera, encuentran en la lectura la llave maestra de su libertad. Leyendo en silencio, se puede interpretar libremente el texto, valorarlo según unos criterios y juicios propios. Y éste, sin duda, fue un hecho muy incómodo para quienes pretendían imponer sus ideas y creencias. De este modo, el conocido dicho «qué atrevida es la ignorancia» va tomando forma. Si echamos la vista atrás a lo largo de la historia vemos, más veces de lo que deberíamos, quemas de libros realizadas con intenciones diversas. En definitiva, la lectura tiene ese poder de abrir puertas, que permite que algo se mueva dentro del lector. Las palabras escritas caen dentro de uno mismo como semillas a punto de germinar. Sólo nos queda esperar a que la ignorancia de unos pocos no impida florecer las inquietudes de muchos. 

      Las primeras quemas de libros auténticas en España, empezaron a llegar hacia el final de la reconquista y especialmente tras la caída del reino de Granada. Ya en 1480 Tomás de Torquemada, el gran inquisidor español, promovió la quema de libros no católicos, especialmente el Talmud judío y todo tipo de literatura árabe. En 1490 un gran número de biblias judías y otros libros judíos fueron quemados públicamente a instancia de la Inquisición.

          Desde el siglo III antes de nuestra era hasta la actualidad, la quema de libros ha sido utilizada repetidamente como una herramienta por parte de las autoridades, tanto políticas como religiosas, para suprimir opiniones discrepantes que son vistas como una amenaza.

         Las quemas de libros suelen realizarse en público, sin embargo es común que esto provoque justamente un efecto contrario al que se busca y se dé una gran publicidad a los libros que se quería hacer desaparecer. Es por este motivo que muchas quemas de libros también se han hecho en privado. Cuando los libros son retirados y almacenados en privado por las autoridades, puede no ser una quema de libros literal, pero la destrucción del legado cultural e intelectual es la misma. 

        A través de la historia nos hemos encontrado en España con casos similares a la quema de los libros de Allan Kardec en Barcelona en 1861. En otras épocas, y en distintos lugares del país, se han destruido muchos libros por las Juntas Diocesanas de Censura, a los cuales se les catalogaba como libros de mala doctrina. 

        Las ciudades de Madrid y Cádiz constituían el principal centro de difusión de libros, considerados impíos y peligrosos. Ya en 1854, existen referencias documentales que avalan un genuino interés por el Espiritismo en España. Los primeros datos recogidos son acerca de una sociedad espiritualista, fundada en 1855 en Cádiz, atraídos por las manifestaciones mediúmnicas que se extendieron por América y Europa a partir de los fenómenos sobrenaturales de Hydesville, en Nueva York. Esta Sociedad espiritualista fue disuelta por la autoridad eclesiástica dos años más tarde, sufriendo un auto de fe a raíz de la publicación de un libro titulado Luz y Verdad del Espiritualismo, opúsculo sobre la exposición verdadera del fenómeno, causas que lo producen, presencia de los espíritus y su misión. De las ediciones publicadas, una de ellas fue incautada al pasar la frontera desde Gibraltar hacia España, y su destino fue el ya citado auto de fe de Cádiz de 1857. 

        Pasamos al año 1861, las ideas espiritistas se extienden por todo el mundo. Los obispos presionan a los políticos para impedir la libertad de culto y consiguen una orden ministerial que prohíbe los libros espiritistas, a los que consideran como muy dañinos para la moral del pueblo, resultando un auto de fe el 9 de octubre de 1861 en Barcelona; siendo quemadas por la antorcha a favor de la ignorancia, más de 300 obras espiritistas, incautadas en la aduana. A pesar de los autos de fe, el Espiritismo se propagó por gran parte de España, pero esto no impidió otro auto de fe en 1867 en Madrid, esta vez con la obra la Noción del espiritismo, quemada por orden del obispo de la capital.

         Con la Revolución de 1868, conocida también como “La Gloriosa” o “La Septembrina”, y la instauración del llamado Sexenio Democrático, el Espiritismo se acabó desplegando por todo el territorio nacional. Con la promulgación de una nueva constitución, en 1869 se reconoce la libertad de imprenta, de culto y de enseñanza, de asociación y libre expresión. Todo esto favorece la libre circulación de las ideas espiritistas, que se sirven de gran número de revistas y publicaciones para dar a conocer sus trabajos. 

        La ilusión espiritista se ve truncada con la derrota de la República por las tropas franquistas, el saqueo de los centros espiritistas es total y sus prácticas prohibidas y perseguidas. El Espiritismo se ve obligado a refugiarse en el interior de los hogares, donde intentará sobrevivir a la larga noche de la dictadura. 

        Uno de los primeros actos organizados por el régimen franquista una vez acabada la guerra civil, fue una quema pública de libros. En la Universidad Central de Madrid, el 30 de abril de 1939 se celebró un acto denominado “auto de fe” para condenar al fuego a los “enemigos de España”, y allí ardieron libros de diferentes autores, como: Sabino Arana, Lamartine, Freud, Marx, Rousseau, Voltaire, y muchos otros. La prensa falangista publicó que con la quema se contribuía a la construcción de la España Una, Grande y Libre. Se condenaba a los libros liberales, separatistas, marxistas, a los de la leyenda negra, a los anticatólicos, a los del enfermizo romanticismo, a los que propagaban el pesimismo, a los modernistas, a los pseudocientíficos, y todos los que el franquismo podía considerar sus enemigos. Llama la atención cómo el poder inquisitorial se erigía en juez censor, no sólo de los libros políticos o con ideas que supuestamente intentarían dañar a España, sino también de la calidad y valores literarios de dichas obras. 

        Los autos de fe, como exponente del fanatismo religioso, fueron la quema de libros creyendo estos fanáticos que con este acto podrían hacer desaparecer al Espiritismo. Gran error y desconocimiento, puesto que no era ningún ser humano el autor de la obra, pues aunque hubieran quemado todos los libros editados en el mundo, siendo imposible tal acto, sólo hubieran puesto un simple guijarro en la rueda del progreso. Si creíamos que las mentes estaban más abiertas para la comprensión de la espiritualidad del ser humano, siendo ésta su auténtica esencia, no es así, aún hay mucha intransigencia y desconfianza. Las ideas religiosas preconcebidas ponen trabas e impedimentos para la divulgación de aquellas ideas que se creen contrarias a las propias. Estos son los nuevos autos de fe encubiertos. Y como dijo Allan Kardec tras la quema de sus obras en Barcelona «pueden quemar los libros, pero no las ideas».

        Otros autos de fe han destruido riquezas literarias, que hoy día formarían parte del patrimonio cultural de la nación española. Tenemos el ejemplo del oriolano Miguel Hernández, considerado uno de los grandes poetas españoles del siglo pasado. Pasión y tradición se unían en sus poemas, muchos de los cuales fueron musicalizados décadas después por Alberto Cortez, Paco Ibáñez y Joan Manuel Serrat. Su último libro, El hombre acecha, fue destruido por la censura franquista. Algunos ejemplares se salvaron y fueron reeditados posteriormente.

-Grupo Espírita La Luz del Camino-

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                          FE Y RAZÓN


                                

Para el diccionario, la definición de fe, es la convicción y creencia firme e incondicional, ajena a argumentos de la razón. Todavía, concebimos como una especie de fuerza intrínseca, una certeza racional, sin embargo, instintiva en Bondad de Dios. La práctica de las lecciones espíritas, a través de una fe racional, desempeña una función relevante, en la terapia de las muchas patologías que nos atormentan, principalmente, por descubrir el medicina del alma con bases en el amor.
La mayoría de las personas inquietas piden alivio apresuradamente, como si la consolación real fuese obra de la imprevisión, para imponerse de fuera para dentro. Allan Kardec afirmó, en “El Evangelio Según el Espiritismo”, que “La Fe inalterable, solo es la que puede encarar a la razón, cara a cara, en todas las épocas de la Humanidad”.
Por tanto, es importante que se establezcan las relaciones entre la fe y la razón, pues forman parte del contexto espirita. Con todo, sin tender para las consideraciones de orden filosófico, conviene reflejar, concretamente, que no todos los espiritas, comprenden la dimensión del concepto de fe razonada, hay los más extraños puntos de vista de la “fe” en las terapias “doctrinarias” propuestas en muchos Centros Espiritas.
Kardec nos enseña, que la fe razonada es aquella que permanece en constante contacto con la razón (el buen sentido), esto es, busca, siempre, un encuentro con la transcendencia, argumenta y cuestiona. Motivo por el cual la fe espirita ha de ser una fe en constante reciclaje, una fe siempre renovada, siempre re (construida), más, ciertamente, sin que exceda sus límites. Caso contrario, sucumbirá, en una especie de fe ciega, “(in) inteligente”: la que se contenta con, apenas, descubrir placebos, para “tratamientos espirituales” que en nada ayudan.
La fe, apoyada en la razón, es indispensable para que registremos el socorro del que necesitamos. Más, no nos reportaremos al fanatismo religioso o a la ceguera de la ignorancia, sin embargo, si, a la actitud de seguridad intima, sensatez con reverencia y sumisión, ante las Leyes de Dios, en cuya sabiduría y amor procuramos respaldo.

Nada tenemos contra las propuestas terapéuticas en las Casa Espiritas, para aliviar las molestias del cuerpo y del espíritu. Más no podemos olvidar que, por mucho tiempo, aun, no podremos prescindir de la contribución del clínico, del cirujano y del farmacéutico, misioneros, de la salud colectiva. Indudablemente, es en el alma donde reside la fuente primaria, de todos los recursos medicamentosos definitivos. La asistencia farmacéutica del mundo no puede remover las causas transcendentes del carácter mórbido de los individuos. El remedio eficaz está en la acción de propio espíritu enfermizo, movido por la fe racional. Hasta porque, nada, ni nadie, conseguirán eliminar efectos, cuando las causas permanecen.
Una fe espirita legitima nos demuestra que las amarguras, resentimientos, irritaciones, celos, cólera, desesperación, crueldad e intemperancia, crean zonas mórbidas de naturaleza particular en el cuerpo físico, imponiendo a las células las desarmonías por las cuales se anulan casi todos los recursos de defensa, abriéndose campo fértil, para el cultivo de microorganismos patogénicos, en los órganos menos inmunes. De esa forma, atormentan el pensamiento, proporcionando lesiones mentales (espirituales), verdaderas matrices de dolencias, que desembocan en el cuerpo físico. Por otro lado, el ejercicio del amor encierra la filosofía del ideal superior y nos da la visión correcta de una vida, en constante mejoramiento espiritual.
Conquistar la fe es alcanzar la posibilidad de no decir más: “yo creo”, más afirmar: “Yo sé”, con el respaldo de la razón, tocado por la luz del sentimiento. Esa fe, que es fuerza y vitalidad, no se paraliza bajo cualquier pretexto o circunstancia de la vida y bien comprendida y asimilada, se intensifica ante del dolor, contribuyendo para que soportemos cualquier desafío existencial.
La fe es el resultado de nuestro conocimiento interior. Cuanto mayor fuera nuestra identidad con la fe, más fuerte aparecerá en nuestras vidas la felicidad. La edificación de la paz interior con la luz divina, exige trabajo constante y sereno. No será tan solamente al precio de promesas verbales que erguiremos los templos de la fe razonada.

Jorge Hessen

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
                                                                               

      
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              FRENTE AL MIEDO Y EL MAL

            
“Lo que se hace por amor está más allá del bien y del mal”
 Friedrich Nietzsche – Filósofo 

La tendencia a relativizar muchos conceptos e ideas sobre las emociones humanas o el contenido moral de las mismas lleva a muchos a pensar que el mal y el bien no son conceptos existentes o de naturaleza intrínseca, sino que apenas son percepciones morales que cada uno interpreta en base a su cultura, educación y creencias.
Si bien es cierto que los conceptos morales varían en función de la cultura, la sociedad o el medio dónde nos desenvolvemos, no es menos cierto que el bien y el mal son aspectos que existen por sí mismos. Siendo el bien todo aquello que procura el bienestar del hombre y el mal aquello que le produce malestar. En relación a esto último surgen en el presente las emociones tóxicas o perturbadoras derivadas de los vicios, los defectos morales y los excesos de todo tipo y que incorporamos a nuestro acervo merced a pensamientos y acciones contrarios a las leyes divinas.  Y por otro lado, el mal también tiene otro origen (kármico) que el hombre acumula desde tiempo inmemorial en su inconsciente profundo. Procedentes de miles de años de evolución, la herencia y la memoria del ser inmortal acumula no sólo las cualidades positivas sino también las negativas, o dicho de otro modo, aquellas cosas que le producen bien, confianza, seguridad, satisfacción o felicidad y aquellas otras que le suponen dolor, incertidumbre, desesperación o amargura. Entre las últimas se encuentra una derivación de la primera emoción humana que apareció en el homo sapiens hace millones de años: el miedo. Esta primera emoción imprescindible en las etapas de primitiva supervivencia, ha venido mutando, pero sus acepciones siguen presente en la vida del hombre, y una de ellas es el temor.
Cuando se teme es difícil amar. Cuando estamos bajo la penosa impresión del miedo surge a veces la violencia como medio de subsistencia, como un reflejo ancestral de nuestras primeras etapas evolutivas en las que teníamos que protegernos para sobrevivir a toda costa.

“Muy a menudo el miedo a un mal nos lleva a realizar uno peor” 
Nicolás Boileu 

El temor puede ser externo o interno, puede ser propio, como el que hemos explicado anteriormente o inducido, es decir que nos sobrevenga por causas ajenas a nuestro carácter o que nos sea impuesto por circunstancias o personas ajenas a nuestro propio ser. El miedo, padre del temor, se combate con el bien y la entrega a una causa superior. La prueba más evidente es el ejemplo que han dado los grandes héroes o personajes de la historia. Aún a pesar de sentir miedo ante las grandes epopeyas que debían representar y afrontar, este era sobrepujado por el amor a una causa superior (amor al prójimo, a la patria, a unos ideales de justicia social, etc…) lo que les infundía el valor necesario para afrontarla. El miedo era inevitable, pero el amor y la voluntad por conquistar aquellos ideales que defendían era de tal envergadura, que con ello superaban ese temor a enfrentar la dureza de la prueba que tuvieran delante.

“La visión más valiente de la vida es ver a un hombre luchando contra la adversidad”
Seneca – Filósofo S.I d.C. 

Cuando se entienden las consecuencias espirituales de una vida en la tierra, se sabe con certeza que venimos a progresar, a enfrentar retos y experiencias importantes para nuestra alma. Este hecho muchas veces nos coloca frente a situaciones en la que el temor a equivocarnos es importante. Sin embargo, aquél que es fuerte en sus convicciones y actúa bajo la premisa del altruismo, la verdad y el bien, siempre extrae fuerzas de flaqueza para superar cualquier temor a equivocarse. Priorizando la acción en el bien aún a riesgo de caer en el error. También es cierto que las personas de conducta recta y conciencia limpia que trabajan en la vida por ser mejores día a día y ayudar a los demás, son siempre auxiliadas por el plano espiritual. Así, a las protecciones habituales que se tienen como consecuencia de ser almas encarnadas con un propósito de crecimiento en el bien, se unen todas aquellas fuerzas invisibles que elevan la voluntad de la persona hasta niveles impensables para ella misma antes de enfrentar los retos que se le presentan.
 El bien es una corriente de amor en acción protegida, bendecida y apoyada por las potencias espirituales que gobiernan la tierra, procurando que aquellos que lo ejercitan puedan servir de ejemplo a sus congéneres. Ante esta situación, el miedo desaparece por completo, pues como en el caso de los héroes y algunos personajes de la historia, el temor interior se diluye por la entrega y el servicio a una causa superior inspirada por el amor, animada y propiciada por las inteligencias superiores que espiritualmente procuran el bienestar del planeta.

 “El amor libera del mal a la mente” 
Krishnamurti – Filósofo 

En estos casos el miedo sólo puede venir exteriormente, pues aquel que actúa como hemos explicado se encuentra seguro, protegido, confiado y sin temor alguno, sean como fueren los retos que deba enfrentar espiritualmente. El temor externo sólo acontece de forma esporádica cuando, sin buscarlo, entidades de baja condición encuentran una pequeña brecha en nuestro carácter por la que penetrar. Ellos son especialistas en sembrar la duda, la incertidumbre, la desconfianza y el temor. Sin embargo, contamos con el apoyo de la oración para rechazar estas intrusiones que pretenden hacernos desistir de nuestro camino. Hemos de fortificar nuestro carácter en el bien para que, cuando estas influencias externas nos sorprendan por un descuido, poder reaccionar y rechazarlas cuanto antes, a fin de que no hagan mella en nuestro carácter ni en la determinación de cumplir con aquel compromiso que cada cual trae a la tierra en esta existencia.
Así pues, cuando se camina en el sendero de la luz, la abnegación, el sacrificio personal, la confianza en Dios y su justicia para poder servir y trabajar por los demás, nada hay que temer. Siempre estamos protegidos y amparados, y a la mínima perturbación podemos contar con el extraordinario recurso de la oración que proveerá de las fuerzas necesarias para alejar de nosotros cualquier intento de entorpecer nuestro camino en el bien y el amor.

“La persona que ama no tiene miedo. Donde hay amor no hay temor. El verdadero amor quita el miedo. Si alguien tiene miedo de que Dios lo castigue, es porque no ha aprendido a amar” 

Redacción  Amor, Paz y Caridad

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                                EL BENEFICIO DE LA VERDAD

     Él era un ídolo del cine americano. Donde su presencia era anunciada, en avant-
première o cualquier otro evento, comparecían las multitudes.
  
En el lanzamiento de uno de sus más famosas películas, fue recibido, en el aeropuerto,
 por el doble de personas que habitaban la ciudad. Un fenómeno.
  
       Representaba en la pantalla el ideal de muchos corazones femeninos: el hombre 
que sabía amar, que enfrentaba peligros, que defendía personas, aunque algunos de 
sus papeles demostraran una cierta agresividad o hasta deshonestidad.
  
    Iniciando su carrera en el teatro, fue en el cine donde verdaderamente conquistó 
fama y éxito.
  
    Fue laureado por la Academia de Artes Cinematográficas de Hollywood, con la 
estatuilla de mejor actor, por dos veces, en la década de 1930.

Pues ese actor, como todas las personas que viven sobre la Tierra, pasó por dolores profundos.
  
En 1939, después de un divorcio, parecía que él había encontrado el gran amor de su 
vida.

La pareja pasó a vivir en el rancho de su propiedad y disfrutaban del placer de la 
convivencia del uno con el otro, entre los tumultos de las propias carreras.
  
Se llamaban cariñosamente uno al otro madre y padre.
  
Durante la Segunda Guerra Mundial, él llegó a alistarse y participó en cuatro misiones
 de la Fuerza Aérea Americana.
  
Y  Carole Lombard, su esposa, participó de la campaña por los bonos de guerra.
  
   Deseando volver  junto al marido con la mayor rapidez, en vez de hacerlo por 
ferrocarril, tomó un avión.
  
     Nunca llegaría a los brazos del marido. El día 16 de enero de 1942, el avión golpeó 
en el Monte Potosi, en Nevada, en Estados Unidos y murieron todos los 22 pasajeros y
 tripulantes a bordo.
  
    La causa del accidente no fue revelada pero se sabe que el avión volaba fuera de su ruta. Y, para economizar energía, dado el periodo de guerra, las balizas de señalización del área estaban apagadas.

Clark Gable (*), el gran actor, entró en un periodo de dolor, tal vez rebeldía, no 
consiguiendo superar emocionalmente la pérdida de la esposa.

Se entregó a la adicción del alcohol y, andando por la casa, era oído preguntando: ¿Por qué, madre? ¿Por qué?

A partir de ahí, la bebida se le hizo compañera por largo tiempo, y tal vez haya contribuido para que él partiese de este mundo, en plena madurez, a los 59 años.

Lo que resalta de todo eso es cómo se hace difícil, para quien no tiene conocimiento de
 la vida espiritual, de la vida más allá de esta vida, conseguir asimilar la partida de un 
ser amado.
  
Recordamos que Jesús afirmó que conoceríamos la verdad y la verdad nos liberaría.
Sí, para quien conoce la verdad, la Inmortalidad del Espíritu, la muerte no asume el 
aspecto de sorpresa.
  
Quién ya aprendió la verdad de que solamente nos encontramos en la Tierra por un
 breve tiempo; que la vida material es pasajera, pero que todos sobrevivimos a ella. El 
comprenderlo y aceptarlo alivia el dolor de la separación con la esperanza.
Sufre por la ausencia física de su amado. Pero guarda la certeza de que este vive, que 
el amor no muere nunca y que, en breve, el reencuentro se dará porque llegará nuestro
 momento de volver a la Casa del Padre.
Pensemos en eso e ilustrémonos en esas verdades anunciadas, desde épocas 
inmemorables, por muchos mensajeros de la Inmortalidad.
  
Pero, especialmente, de la forma más lúcida y ejemplar, por el Excelso Rabí de Galilea.

Recordemos: Conoceréis la verdad y la verdad os liberará.

Nos liberará del dolor mayor, del sufrimiento insano, de la incertidumbre, de la desesperación, encendiendo luces de esperanza en el cielo de la nostalgia.
  
Redacción del Momento Espírita, con datos biográficos del actor americano Clark 
Gable.

      
Momento Espírita
  
(*) Clark Gable nació el 1º de febrero de 1901. Comenzó a trabajar en el cine en 
papeles insignificantes, hasta destacarse en el romance Alma Libre, de 1931. En 
1940, Lo que el Viento se Llevó…, protagonizado por él, ganó 10 Oscar, dando 
gran popularidad y éxito al actor.       

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