Hoy veremos:
- Enfermedades espirituales
- Metempsicosis
-Cómo diferenciar los buenos de los malos espíritus.
- Idealismo y caridad
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Enfermedades Espirituales
Las enfermedades espirituales pueden producir disturbios en el cuerpo físico, por el proceso conocido como somatizaciones, teniendo como causa las desarmonías psíquicas propias del enfermo y/o de la influencia ejercida por entidades espirituales. Las somatizaciones de primera categoría indican disfunciones congénitas, traumas físicos y o psicológicos. Los disturbios de segunda categoría revelan la posibilidad de procesos obsesivos de variada expresión. Ambos factores, somatizaciones y obsesiones, pueden por lo tanto, estar asociados.
Las enfermedades espirituales son, entonces, didácticamente, clasificadas como de baja, media o alta gravedad. Es importante, con todo, considerar que el apoyo de familiares y amigos es imprescindible; el auxilio espírita, asociado al médico/psicológico, siempre que se hiciere necesario, son otros medios capaces de revertir situaciones desafiantes. Pero, sobre todo, la fe en Dios y en Jesús, así como la confianza en los Espíritus protectores, tiene un efecto inestimable, capaz de superar obstáculos aparentemente insalvables.
Las enfermedades espirituales de baja gravedad, son más fáciles de ser controladas. Habitualmente surgen en momentos específicos de la existencia, cuando la persona pasa por problemas o provocaciones marcantes: pérdidas afectivas o materiales; dolencias físicas; problemas profesionales, separación conyugal, etc. Son situaciones en las que las emociones afloran, generando diferentes tipos de dificultades: ansiedad, angustia, miedo, dolores físicos, problemas de digestión (nauseas, cólicos, acidez, mala bsorción de los alimentos, etc). Son comunes las alteraciones del sueño, de la atención y del control emocional.
Tales condiciones pueden desaparecer espontáneamente, si el indivíduo ya tiene valores morales firmes, y muestra comportamientos positivos ante la vida,(esfuerzo de autodominio y capacidad de superar conflictos). Con todo, tal cuadro puede permanecer por tiempo indeterminado o agravarse, sobre todo si hay dolencia física y/o psíquica subyacente. El hábito de la oración, el evangelio en el hogar, el pase, representan valiosos instrumentos de auxilio, estimulando a la persona para elevar su patrón vibratorio
El cambio de patrón vibratorio favorece la sintonía con los benefactores espirituales, los cuales prestan una asistencia inmediata, necesaria al reajuste psíquico, emocional y físico. La persona recupera, entonces, las riendas sobre sí misma, desligándose de ideas perturbadoras, propias o de otros.
Las dolencias espirituales de mediana gravedad se pueden prolongar por años, manteniéndose dentro de un mismo patrón o evolucionando hacia algo más serio. Con el paso del tiempo se dibuja un cuadro típico de algún tipo específico de disturbio, que puede estar asociado a otro, por ejemplo: insomnio persistente; gastritis y úlceras gátricas; infecciones microbianas repetidas; crisis alérgicas habituales; dolores musculares penosos, formadores de nódulos o puntos de tensión; dificultades respiratorias seguidas de las desagradables "falta de aire"; hipertensión; obesidad o gordura; crisis de jaquecas prolongadas, no controlables o parcialmente controlables por medicamentos; humor claramente afectado, oscilante, determinando crisis de irritabilidad e impaciencia incomunes, seguidas de momentos de indiferencia y de sumisión emocionales; episodios depresivos repetidos que pueden ser sustituidos por una euforia exagerada. El enfermo puede desarrollar comportamientos que evidencian "manías" y aislamiento social: sus ideas y sus deseos quedan como girando dentro de un círculo vicioso, favoreciendo la creación de ideoplastias y de formas-pensamiento, alimentadas por la propia voluntad del indivíduo y por Espíritus desencarnados, sintonizados en esta faja de vibración.
Las enfermedades espirituales clasificadas como graves, son encontradas en personas que padecen de pérdidas de conciencia. La pérdida de conciencia, lenta o repentina, puede estar asociada a una causa fisiológica natural (vejez), o de patologías, como lesiones cerebrales de etiologías diversas, uso de sustancias psicoactivas, legales e ilegales.En este contexto, el enfermo vive periodos de alejamientos o de alienaciones mentales, alternados con otros de lucidez. Son episodios particularmente difíciles, pues la persona pasa a vivir en una realidad extraña y dolorosa, agravada cuando el enfermo se asocia a otras mentes enfermas, encarnadas o desencarnadas, estableciendo procesos de simbiosis espirituales.
Las orientaciones espíritas, si se aceptan y se siguen, proporcionan un inmenso confort, pudiendo reducir o eliminar el cuadro general de perturbaciones, sobre todo sise asocia a las acciones médicas y/o psicológicas, y, también, a la asistencia familiar. Así es preciso desarrollar un persistente trabajo de renovación mental y comportamental de la persona necesitada de auxilio. La oración, el pase, el agua fluidificada (magnetizada), la reunión del Evangelio en el hogar, la asistencia espiritual (atendimiento y diálogo fraterno, frecuencia de las reuniones de explicación del Evangelio y de irradiaciones espirituales), el estudio espírita, entre otros, representan instrumentos de auxilio y de renovación píquica, dispuestos por las Casas Espíritas en general.
Igualmente si el doliente estuviese bajo atención médica especializada, en el campo de la psiquiatría, la fluidoterapia espírita suavizará la manifestación de la dolencia, haciendo más efectivo el tratamiento médico. La asistencia espiritual, ofrecida por la Casa Espírita, actúa como bálsamo, aminorando el sufrimiento de los encarnados- enfermo, familiares y amigos- y de los desencarnados envueltos en la problemática. El etendimiento al Espíritu perturbador ocurrirá en las reuniones de desobsesión, sin la presencia del enfermo encarnado.
Las enfermedades espirituales representan una realidad imposible de ser ignorada, especialmente en los tiempos actuales, que sabemos de la existencia de una alarma superior que nos apunta para la urgente necesidad de evaluar nuestra propia conducta moral, desarrollando acciones y actitudes compatibles con la Ley del Amor, Justicia y Caridad. Las enfermedades espirituales dejarán de existir, nos aclaran los benefactores espirituales, cuando nos renovemos para el bien. En ese sentido, son oportunas las elucidaciones del Espíritu André Luiz:
A[...] enfermedad, como desarmonía espiritual [...] sobrevive en el periespíritu. Las molestias conocidas en el mundo y otras que aun escapan al diagnóstico humano, por mucho tiempo persistirán en las esferas torturadas del alma, conduciéndonos al reajuste. El dolor es el gran y bendito remedio. Nos reeduca la actividad mental, reestructurando las piezas de nuestra instrumentación y puliendo nuestros fulgores anímicos de que se vale nuestra inteligencia para desarrollarse en la jornada para la vida eterna. Después del poder de Dios, es la única fuerza capaz de alterar el rumbo de nuestros pensamientos, empujándonos hacia indispensables modificaciones, con vistas al Plano Divino, a nuestro respecto, y de cuya ejecución no podremos huír sin graves perjuicios para nosotros mismos(1)
Referencia Bibliográfica
(¹) XAVIER, Francisco Cândido. Entre la tierra y el cielo.
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CÓMO DIFERENCIAR LOS BUENOS DE LOS MALOS ESPÍRITUS
Distinguir los buenos de los malos Espíritus es sobremanera fácil: el lenguaje de los Espíritus superiores es siempre digno y noble, impregnado de la más alta moralidad, desprovisto de toda baja pasión. Sus consejos rezuman la más pura sabiduría, teniendo siempre por objeto nuestro mejoramiento y el bien de la humanidad. El lenguaje de los Espíritus inferiores, en cambio, es inconsecuente, muchas veces trivial y hasta grosero. Si es cierto que en ocasiones expresan cosas buenas y verdaderas, no lo es menos que en la mayoría de los casos las dicen falsas y absurdas, por malicia o ignorancia. Bromean con la credulidad y se divierten a expensas de los que les interrogan, halagando su vanidad y fomentando sus deseos con falaces esperanzas. En suma, las comunicaciones serias, en la verdadera significación de la palabra, tienen lugar sólo en los centros igualmente serios, en los cuales sus miembros se hallan unidos por una comunión íntima de pensamientos con miras al bien.*
La moral de los Espíritus superiores se resume, como la de Cristo, en esta máxima evangélica: “Hagamos a los demás lo que quisiéramos que los demás nos hiciesen a nosotros”. Esto es, hacer el bien y no el mal. En este principio encuentra el hombre la regla universal de conducta que puede guiarlo hasta en sus más insignificantes acciones.
Los Espíritus superiores nos enseñan que egoísmo, orgullo y sensualidad son pasiones que nos acercan a la naturaleza animal, ligándonos a la materia. Que el hombre que ya en la Tierra se desligue de la materia por medio del desprecio hacia las futilezas mundanas y el amor al prójimo se acerca a la naturaleza espiritual. Que cada uno de nosotros debe hacerse útil según las facultades y recursos que Dios ha puesto en sus manos para probarnos. Que el fuerte y el poderoso deben su protección y apoyo al débil, porque aquel que abusa de su fuerza y de su poder oprimiendo a sus semejantes viola la ley de Dios. Nos enseñan, por último, que puesto que en el Mundo de los Espíritus nada puede ser ocultado, el hipócrita será desenmascarado y develadas todas sus torpezas. Que la presencia inevitable y permanente de aquellos con quienes hayamos procedido mal constituye uno de los castigos que nos están reservados. Y que a los estados de inferioridad y de superioridad de los Espíritus corresponden penas y goces, respectivamente, que nos son desconocidos en la Tierra.
Pero también nos enseñan que no hay faltas irremisibles que no puedan ser borradas mediante la expiación. El hombre encuentra el medio de hacerlo en las diversas existencias, que le permiten adelantar, conforme su deseo y sus esfuerzos, por la senda del progreso y hacia la perfección, que es su meta final.”
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS.
ALLAN KARDEC
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*Idealismo y Caridad*
Si te postulas como candidato para la ejecución de un ideal, no exijas que los otros te sigan o ejecuten las tareas que te propones llevar a cabo.
Acepta la cooperación de cada uno conforme a sus posibilidades.
No esperes más de lo que el otro puede ofrecerte, ni lo compares con lo que tú das.
Cada uno es la suma de sus propias posibilidades.
De ese modo, no asumas compromisos demasiado importantes, que requieran la colaboración de otras personas, a fin de que no sufras frustraciones.
Si la obra crece no lo impidas. Con todo, no impongas trabajos ni exigencias a nadie.
Preserva el buen humor y la cordialidad, de modo que te conviertas en un líder natural que sea amado, y no en la persona desagradable, amarga, que reclama y es difícil de tratar
Para lograrlo, reparte tareas y confía en los que asumieron la responsabilidad.
Si ellos no satisfacen las expectativas, no te irrites. Por el contrario, bríndales estímulo, ayúdalos y ofréceles una nueva oportunidad.
La caridad es luz que fulgura espontáneamente y que, al irradiarse, beneficia sin perturbar. Cosecha la bendición de esa luz a favor de ti mismo, sin fatigarte innecesariamente y teniendo en mente que, aunque desencarnes, el trabajo tendrá que proseguir. Entonces, serás recordado como ejemplo de bondad, envuelto en cariño y añoranzas.
Jesús, el amado Gobernador de la Tierra, poseía recursos incomparables con los que ayudó a todos los que lo buscaron, pero no intentò ocuparse de los problemas que ellos mismos debían resolver.
Y aún hoy nos inspira y ayuda, amparándonos con la bendición del tiempo, que soluciona todos los problemas.
Así pues, vive feliz con tu ideal y haz lo mejor que puedas, sin prisa ni cansancio, disfrutando de la felicidad a modo de paz, que habrás de irradiar hacia todos, lleno de armonía.
Juana de Angelis/Divaldo Franco, libro Momentos de Armonía
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