domingo, 3 de septiembre de 2017

Dios y la Ciencia




Artículos y cortos para hoy:

- La Ley de Destrucción
- (¿Es eterna la ley de Dios?)
- La alegoría de la caída del hombre en la Bíblia.
- Dios y la Ciencia
                           


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LA LEY DE DESTRUCCIÓN
Mercedes Cruz reyes
EL sufrimiento es una ley de nuestro mundo. En todas las condiciones, en todas las edades, bajo todos los climas, el hombre ha sufrido y también ha llorado. A pesar del progreso moral alcanzado, millares de seres se inclinan aún bajo el peso del dolor.
El rico, como el pobre, sufre en su carne y en su corazón. Y desde todos los diversos puntos del planeta, la lamentación humana sube hacia el espacio. Aun en el seno de la abundancia, un sentimiento de malestar, una vaga tristeza se apodera de las almas delicadas. Comprenden que la felicidad es irrealizable en la tierra y que solo luce con fugitivos relámpagos.
El hombre alimentado por la filosofía de la Espíritus sabe a dónde va y conoce el porqué de sus males y la razón de ser del sufrimiento. Él entrevé el alborear de una nueva vida. Para medir los bienes y los males de la existencia; para saber lo que son la felicidad y la desdicha verdadera, hay que elevarse por encima del círculo estrecho de la vida terrena. El conocimiento de la vida futura y de la suerte que nos espera en ella nos permite medir las consecuencias de mis actos y su influencia sobre nuestro porvenir.
No se puede juzgar una cosa sin ver todo lo que de ella se deduce y por eso nadie comprenderá la vida si no se conoce su finalidad y sus leyes. Los padecimientos, al purificar el alma, preparan su elevación y su felicidad, en tanto que los goces de este mundo, las riquezas y las pasiones la debilitan y le proporcionan en la otra vida margas decepciones.
Los que sufren en su alma y en su cuerpo, los que son abrumados en la adversidad pueden levantar sus ojos al cielo, y esperar está pagando su deuda al destino y están conquistando su libertad. Los que se complacen en la sensualidad están forjando sus propias cadenas, acumulan nuevas responsabilidades que pesaran enormemente sobre sus días
El dolor, bajo sus formas múltiples, es el remedio supremo para las imperfecciones y para los achaques del alma. Sin él, no hay curación posible. Las operaciones dolorosas devuelven la salud y agilidad a nuestro cuerpo, el sufrimiento las humillaciones, la tristeza, la ruina nos sacuden el Espíritu debemos soportarlas con paciencia, de ello ha de brotar nuestra salud moral.
Solo la ignorancia de las leyes universales nos hace aceptar nuestros males con disgusto. Si comprendiésemos todos lo necesarios que son esos males para nuestro adelanto, si supiéramos saborear su amargura no nos parecerían una pesada carga. Todos odiamos el dolor, solo comprendemos su utilidad después que hemos abandonado el mundo donde el dolor ejerce su imperio.
En nuestra ceguera, maldecimos nuestras existencias oscuras, monótonas y dolorosas, solo cuando hemos discernido el verdadero sentido de la vida, comprendemos que esas vidas son preciosas e indispensables para dominar a los espíritus soberbios, para someterlos a esa disciplina moral, sin la cual no hay progreso alguno.
Exentos de males y preocupaciones, libres en nuestras acciones nos dejaríamos llevar por los arrebatos de nuestras pasiones, y por los impulsos de nuestro carácter. Lejos de trabajar en nuestro mejoramiento no haríamos más que añadir nuevas faltas a nuestras faltas pasadas, en tanto que, comprimidos por el sufrimiento en existencias humildes, nos acostumbramos a la paciencia y a la reflexión, nos proporcionamos esa única calma de pensamientos que nos permite oír la voz de lo Alto, la voz de la razón
En el crisol del dolor es donde se forman las almas grandes. Habiendo dado un repaso breve a lo que es el sufrimiento y la causa que lo provoca en nuestras vidas, vamos a hacer un estudio a la ley de destrucción donde el desespero, el dolor y el sufrimiento dañan a muchas vidas al mismo tiempo, son desgracias que afectan de una forma generalizada a muchos hombres a la vez y donde los seres inocentes sucumben a un mismo tiempo, siendo lamento para sus seres queridos o allegados que suelen murmurar! Como Dios consiente que estas desgracias ocurran ¡
Es necesaria la lucha para el desenvolvimiento del Espíritu. Es en la lucha donde éste ejercita sus facultades. Tanto el que ataca en busca de alimento como el que se defiende para conservar la vida hacen uso de habilidad e inteligencia, aumentando, en consecuencia, sus poderes intelectuales. Uno de los dos sucumbe, pero en realidad, ¿qué fue lo que el más fuerte o más diestro quitó al más débil? ¿El envoltorio de carne, nada más; con posterioridad el Espíritu, que no murió, tomará otro.» «En los seres inferiores de la creación, en aquellos en quienes todavía falta el sentido moral, en los cuales la inteligencia todavía no sustituyó el instinto, la lucha no puede tener por móvil sino la satisfacción de una necesidad material. Luego, una de las más imperiosas de esas necesidades es la de la alimentación. Luchan, pues, únicamente para vivir, es decir, para hacer o defender una presa, visto que ningún móvil más elevado podría estimularlos. Es en ese primer período que el alma se prepara y ensaya para la vida. (...)»
En su estado evolutivo actual el hombre solamente es eximido de la responsabilidad de destrucción de otros seres vivos, animales o vegetales, en la medida en que tenga que proveer a su sustento y garantizar su seguridad. Fuera de eso, cuando, por ejemplo, se obstina en cazar por el simple placer de destruir, o en deportes mortíferos como las corridas de toros, el «tiro a la paloma», etc., tendrá que rendir cuentas a Dios por ese abuso que revela, además, el predominio de sus malos instintos. (...)»
Jesús en los instantes dolorosos aconsejó a sus discípulos, que se mantuvieran (los que estuvieran en el bien conducidos) en las alturas espirituales, sin abandonar la cooperación elevada que el Señor ejemplificó en la tierra; que hay consolidemos su posición de colaborador fiel, invencible, en la paz y en la esperanza, convencido de que, después del paso de los hombres de turbación portadores de destrozos y lagrimas, son los hijos del trabajo los que siembran la alegría, de nuevo y reconstruyen el edificio de la vida.
Hoy en día, como en otros tiempos siguen apareciendo desgracias y destrucciones muy lamentables, el hombre duda de Dios y de su existencia la falta de conocimientos les hace dudar y hablar así, los venenos mortíferos son inoculados por la política inconsciente en las masas populares.
La bajada a la tierra está repleta de neblinas tremendas. Los lugares santos permanecen llenos de tinieblas abominables. Algunos hombres caminan al siniestro clarear de incendios. Se abona el suelo con sangre y lagrimas para la sembradura del porvenir, todos juzgamos con arreglo a lo que sabemos y los espiritas no podemos juzgar a la ligera estos desastres sabemos que no suceden porque si, es la medicina para el ayer defectuoso la que hoy nos hiere el corazón, ella nos sana de las impurezas del pasado, donde sin control ni medida nos hicimos un gran daño con nuestra mala conducta y malos hechos y hoy luchamos en nuestra propia batalla con el único fin de conseguir un progreso que nos proporcionara un día la libertad, libertad que hoy esta mermada por las sombras y no puede elevarse porque está adherida al débito fructuoso y lucha incansablemente por liberarse de ese ayer nefasto, haciendo un hoy sacrificado y difícil para alcanzar un mañana más libre y tranquilo.
Dios castiga a la humanidad con calamidades destructoras para hacerla adelantar con más rapidez. Lo que llamamos destrucción, no es más que una transformación, cuyo objeto es renovar y mejorar al hombre, por eso es preciso que todo sea destruido para que renazca y sea regenerado.
La destrucción es necesaria para la regeneración moral de los espíritus, así adquieren en cada nueva existencia un nuevo grado de perfección. Es preciso ver el fin de las cosas para apreciar los resultados, muchas calamidades a consecuencia del perjuicio que ocasionan son necesarias a veces para hacer que se establezca más prontamente un orden de cosas mejores y en algunos años. Lo que hubiese exigido muchos siglos.
Dios emplea otros medios para el mejoramiento de la humanidad, como es el conocimiento del bien y del mal pero el hombre no los aprovecha y por ello es preciso castigarle en su orgullo y hacerle comprender su debilidad. Durante la vida, el hombre lo refiere todo al cuerpo, pero después de la muerte piensa de distinto modo, la vida del cuerpo es poca cosa.
Un siglo de nuestro mundo es un relámpago en la eternidad, y los sufrimientos que llamamos de algunos mese o días no son nada: son una enseñanza que nos aprovecha en el porvenir. El Espíritu es el mundo real, preexistente y sobreviviente a todo. Los espíritus son los hijos de Dios y objeto de toda su predilección, los cuerpos son solo disfraces que sirven al Espíritu para aparecer en el mundo. En las grandes calamidades que diezman a los hombres, resulta lo que en un ejército que, durante la guerra, ve sus vestidos gastados, rotos o perdidos. El general cuida más de sus soldados que de sus vestidos.
Si le damos importancia a ese vestido es porque no vemos y miramos esa vida en relación con el infinito.
Si pudiéramos elevarnos con el pensamiento, esas calamidades no nos parecerían más que huracanes pasajeros en el destino del mundo, pues a pesar de los males que ocasionan cambian el estado de una comarca y el bien que de ello resulta, no es apreciado con frecuencia más que por las generaciones futuras.
Las calamidades son pruebas que proporcionan al hombre ocasión de ejercer su inteligencia de probar su paciencia y resignación a la voluntad de Dios, y le pone en condición de desplegar sus sentimientos de abnegación, de desinterés, y de amor al prójimo, si no está dominado por el egoísmo.
Al hombre le es dado evitar las calamidades por una parte pues muchas son consecuencia de su imprevisión y a medida que adquieren conocimientos y experiencia, pueden evitarlas, es decir, si sabe buscar sus causas. Pero los males que afligen a la humanidad los hay generales que pertenecen a los secretos de la Providencia y cuyos efectos afectan más o menos a todos los individuos. A estos el hombre no puede oponer más que resignación a la voluntad de Dios; pero estos mismos males aún pueden ser agravados más por la incurría humana.
El espiritismo nos explica perfectamente la causa de los sufrimientos individuales, como consecuencias inmediatas de las faltas cometidas en la existencia presente o expiación del pasado. Pero dado que nadie ha de ser responsable más que de sus propias faltas, nos son menos explicables las desgracias colectivas que abrazan a las aglomeraciones de individuos como a veces a toda una familia, ciudad o nación, raza, desgracias que comprenden así a los buenos como a los malos, a los inocentes como a los culpables.
Cada hombre reúne tres caracteres; el de individuo o ser en sí mismo, el de miembro de familia y el de ciudadano. Bajo cada una de estas fases puede ser, criminal o virtuoso, es decir, puede ser virtuosa como padre de familia y criminal al mismo tiempo como ciudadano y viceversa y de aquí las situaciones especiales en que se encuentra en sus existencias sucesivas.
Salvo algunas excepciones puede admitirse como regla general que los que en una existencia están unidos en una empresa común ha vivido ya juntos trabajando en el logro de lo que hoy resultan y que volverán a encontrarse juntos en el porvenir hasta que hayan expiado su pasado, o cumplido la misión aceptada.
Gracias al espiritismo comprendemos la justicia de las pruebas que no derivan de los actos de la vida presente, pues nos decimos que son el pago de deudas pasadas. En las pruebas colectivas suele ser igual, el inocente de hoy puede ser el culpable del ayer y si es castigado individual o colectivamente, es porque lo merece. Además, hay faltas del individuo y del ciudadano como ya hemos dicho antes y las expiaciones del uno no absuelven al otro pues toda deuda ha de ser pagada hasta él último óbolo.
Las virtudes de la vida pública no son las mismas que las de la vida privada y el que es un excelente ciudadano, puede ser un mal padre, y aquel que es un buen padre de familia probo y honrado en sus negocios puede ser un mal ciudadano, haber atizado el fuego de la discordia oprimido al débil y manchado sus manos, con crímenes a la sociedad.
Estas faltas colectivas son las que expían colectivamente los individuos que a ellos han concurrido, las cuales vuelven a encontrarse para sufrir juntos la pena del talión, o tener ocasión de reparar el mal que han hecho probando su amor a la cosa, socorriendo y asistiendo a los que maltrataron en otro tiempo.
A menudo se renace en la misma familia para reparar culpas reciprocas. Se renace en el mismo centro, en la misma nación, en la misma raza, ya por simpatía, para continuar con los elementos que se han elaborado y proseguir trabajos empezados y que la brevedad de la vida, o las circunstancias no permitieron concluir.
La reencarnación en el mismo centro es la causa del carácter distintivo de los pueblos y de las razas pues mejorándose progresivamente, conservan, sin embargo, el matiz primitivo, hasta que el progreso los transforma completamente.
Los franceses de hoy son los de la Edad Media, los de los tiempos druídicos, son las víctimas del feudalismo; los que esclavizaron a los pueblos y han luchado por emanciparse, los cuales se hallan en la Francia transformada, donde unos expían en la humillación el orgullo de raza, los otros disfrutan del producto de su trabajo.
Cuando se piensa en los crímenes de aquellos tiempos en que no existía respeto a la vida de los hombres y al honor de las familias, en que el fanatismo levantaba hogueras en honor a la divinidad, cuando se piensa en todos los abusos del poder, en todas las injusticias que se cometían con mengua de los más sagrados derechos naturales.
No hay duda de que hay familias, ciudades, naciones, y razas culpables; porque dominadas por el orgullo, el egoísmo, la ambición y la codicia, van por el mal camino y hacen colectivamente lo que aisladamente un individuo. Se ve que una familia se enriquece a expensas de otra, que un pueblo subyuga a otro pueblo llevando la desolación y la ruina y que una raza quiere anonadar a otra. He aquí porque hay familias, pueblos, ciudades y razas sobre las que pesa la pena del talión.
Para el espiritismo, la solidaridad es un hecho que descansa en una ley universal de la naturaleza, que enlaza a todos los seres del pasado, del presente y del porvenir, a cuyas consecuencias nadie puede esquivarse. Cuando todos los hombres conozcan el espiritismo comprenderán la verdadera solidaridad y en consecuencia la fraternidad verdadera. Luchar contra la adversidad es un deber, sufrir sin reaccionar ante los males de la vida seria una cobardía. Las dificultades que han de vencer los hombres ejercitan y desarrollan su inteligencia. Sin embargo, cuando los esfuerzos son superfluos, cuando se interpone en el camino lo inevitable, llega para el hombre la hora de la resignación.
Ningún poder puede lograr apartar del hombre las consecuencias de su pasado. Solo un loco puede tratar de luchar contra la naturaleza inmutable de las cosas, en tanto que el Espíritu sensato encuentra en el padecimiento un medio de reconfortarse y de fortificar sus cualidades viriles. El alma intrépida acepta los males del destino pero, con el pensamiento, se eleva por encima de ellos y hace de los mismos un pedestal para alcanzar la virtud.
Las aflicciones más crueles y más profundas cuando son aceptadas con la sumisión que supone el consentimiento de la razón y del corazon indica generalmente él término de nuestros males, el pago de la última fracción de nuestra deuda. El dolor reina siempre como soberano en el mundo, y, sin embargo, la voluntad divina ha graduado sus efectos.
La Naturaleza se encamina hacia un orden de cosas menos feroces, menos violentas. El sufrimiento se atenúa, los males espantosos, la peste, la lepra y el hambre permanentes en otros tiempos, casi han desaparecido. El hombre ha dominado a los elementos, ha aproximado las distancias y ha conquistado la tierra. La esclavitud ya no existe. Todo evoluciona y progresa.
Que grande es para el alma resignada el momento de su partida, después de una vida dolorosa, mira a su pasado, vuelven a ver una especie de penumbra desprecios padecidos, lagrimas contenidas, gemidos ahogados los sufrimientos soportados estoicamente. Y siente soltarse con suavidad las trabas que la encadenaban a este mundo. Va a abandonar su cuerpo de barro, va a dejar muy lejos de sí todas las servidumbres materiales ha probado su abnegación, ha sacrificado, sus intereses a la verdad y al deber y ha bebido hasta el fin el cáliz purificador.
Ante este espectáculo; un jubilo celestial la penetra. Una ultima oración como un grito de alegría brota de las profundidades de su ser y sube hacia su Padre, hacia su Dueño. Los ecos del Espacio repiten ese grito de liberación al cual se juntan los acentos de los Espíritus que se aglomeran en multitud para recibirle.
Para elevarnos y progresar es para lo que nos reunimos y nos hemos esforzado en esta casa celeste, donde procuramos fermentar esa simiente que un día plantamos y que no debemos permitir que no de sus frutos y realice su camino para ello en estos momentos pensamos en Jesús nuestro Maestro y guía y, de pie sobre la tierra nuestro sostén, nuestra nodriza, nuestra madre, elevamos nuestra mirada hacia el infinito nos sentimos envueltos en la inmensa comunión de la vida; los efluvios del Alma universal nos penetra y hacen vibrar nuestros pensamientos y nuestros corazones; fuerzas poderosas nos sostienen, avivan en nosotros la existencia; por todas partes vemos radiar la bondad, el amor, la justicia; ¡oh Dios mío ¡ ¡ oh Padre nuestro! Fuente de toda sabiduría y de todo amor; Espíritu supremo cuyo nombre es luz; nosotros te ofrecemos nuestras alabanzas y nuestras aspiraciones; que ellas suban hasta ti como el perfume de las flores, como los embriagadores aromas de los bosques suben al cielo.
Ayúdanos a avanzar en la vía sagrada del conocimiento hacia una más alta comprensión de tus leyes a fin de queden nosotros se desarrollemos más simpatía, más amor para la gran familia humana. Nosotros sabemos que por medio de nuestro perfeccionamiento moral, que por medio de la realización, de la aplicación de la caridad y de la bondad a nuestro alrededor y en provecho de todos nos acercaremos a ti y mereceremos conocerte mejor, comunicarnos más íntimamente contigo en la gran armonía de los seres y de las cosas.
Ayúdanos a despojarnos de la vida material, a comprender, a sentir lo que es la vida superior, la vida infinita. Disipa la oscuridad que nos envuelve, deposita en nuestras almas una chispa del fuego Divino que reanima y abrasa a los Espíritus de las esferas Celestes.
¡Que tu dulce luz y con ella los sentimientos de concordia y de paz, se derrame sobre todos los seres!
¡Vibremos por la paz del mundo!
Oremos con fervor, para que la armonía sea en nosotros, que los espíritus tenebrosos no puedan retardar los trabajos por hacer en la casa que nos ha cobijado como seguidores del Maestro, que este nuevo año nos haga recaudadores de bienes celestes y nos permita desalojar de nuestro Espíritu imperfecciones que traban nuestro peregrinar en esta existencia.
Hermanos celestes, guías de todos los centros espiritas en el mundo ayudadnos para que la obra sea concluida, que las imperfecciones de sus seguidores no entorpezcan los planes trazados, sobre todo en la obra a desempeñar en ellos, en pos del beneficio de sus frecuentadores, y los espíritus que en ella se alimentan como escuela, refugio, enfermería y de los trabajos que se desconocen pero que sin verlos somos conscientes que en ellos se realizan y que nosotros no debemos entorpecer.
Padre de amor, ilumina al hombre para que luche por conseguir la paz en el mundo, la esclavitud prodigada por toda la tierra se extinguió, la paz puede lograrse, eliminando las guerras, sensibiliza los corazones de los dirigentes de los pueblos para que unificados un día todos desdeñen las armas y los intereses que las producen y hacen que tantos hermanos nuestros sufran pruebas tan dolorosas.



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                           ¿Es eterna la ley de Dios? 
- Es eterna e inmutable, como Dios mismo. 

¿Ha podido Dios prescribir a los hombres, en una época lo que les hubiera prohibido en otra? 
Dios no puede equivocarse.. Son los hombres los que están obligados a cambiar sus leyes, por ser ellas imperfectas. Pero las leyes de Dios son perfectas.. La armonía que rige al universo material y al universo moral está basada sobre las leyes que Dios estableció de toda eternidad. 

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. 
ALLAN KARDEC 

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LA ALEGORIA DE LA CAIDA DEL 
       HOMBRE EN LA BÍBLIA
 
            El dogma de la caída del hombre es sustentado en el campo religioso como uno de los misterios de Dios, impenetrable à la inteligencia humana. Su fundamento bíblico es el cap. III del Génesis. Todos conocen la leyenda poética del árbol prohibido, en medio del jardín del Edén, con la serpiente demoníaca (la pitón griega) engañando Eva, que lleva Adán al pecado original de la desobediencia. Pero en virtud del dogmatismo fideísta de las religiones, pocas personas admiten la naturaleza alegórica de ese cuento ingenuo. El símbolo está evidente, à flor de la piel. Pero los que consideran la Biblia como la palabra de Dios no pueden admitirlo. Entienden la alegoría como realidad divina, tomándola simplemente a pie de la letra.
            Kardec explica en La Gênese, Cap. XII, toda la simbología de esa pasaje bíblica: Adán es la personificació n de la Humanidad e su falta representa la fragilidad humana; la árbore de la vida es el símbolo de la vida espiritual, que desenvolví la conciencia humana e el libre-albedrí o de la criatura; el fruto prohibido está en el medio del jardín de delicias, porque es la tentación de los placeres materiales; la desobediencia de Adán y Eva es la violación de las leyes de Dios por la concupiscencia del hombre; la serpiente es la imagen de la perfidia, de la maldad humana que incita los otros al error. Pregunta Kardec: “¿Por que imponer la fe ingenua de la credulidad infantil, como verdades, alegorías tan evidentes, falseando su juzgamiento e haciéndolas mas tarde encarar la Biblia como uno conjunto de fábulas absurdas”? Además de eso, Kardec estudia el verdadero sentido de los termos bíblicos en su origen hebraica y establece comparaciones entre el texto sagrado e las conocidas alegorías mitológicas. La forma de las alegorías bíblicas son bellas e su sentido es profundo. Pero esta belleza y esta profundidad son transformadas en absurdo e ridículo por la interpretació n literal.
(De “Visão Espírita da Bíblia”, de J. Herculano Pires)

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           DIOS Y LA CIENCIA


Dr. Francis Collins – Director del Proyecto Genoma Humano

Una de las grandes noticias de la ciencia actual es sin duda, el acercamiento de la misma a Dios, causa primera de todas las cosas; inteligencia suprema y fuente de la vida humana y espiritual. La extendida opinión de que los científicos son por principio escépticos, se está viendo derrumbada a pasos agigantados por manifestaciones relevantes.
Una, la de los propios científicos, muchos de los cuales, lejos de cuestionar la existencia de un ser creador del universo, se atreven declararse admiradores de la grandiosidad del universo y del origen de la vida.
Muchos de ellos, llegan a la creencia en Dios partiendo del ateísmo más rotundo, del más profundo escepticismo, y es precisamente cuando alcanzan el zenit de su investigación, la comprensión de las leyes que manifiestan los principios que estudian, cuando se convencen por sí mismos de la realidad de un ser creador, de una fuente de vida original, de un propósito inteligente para el universo.
La propia ciencia los acerca a Dios, el perfecto funcionamiento del microcosmos humano y del macrocosmos del universo que se presume; la auténtica realidad de la vida humana, les hace comprender que no existe efecto sin causa; que detrás de tal grandiosidad y perfección no puede más que encontrarse un principio inteligente que todo lo ha previsto, que todo lo ha programado y planificado.
Desde la ingeniería genética a la medicina, la biología molecular, la psiquiatría, la psicología, la física, la neurocirugía, la física cuántica, la astrofísica y matemáticas etc.., Como ejemplos mencionamos algunos destacados, el Dr. Collins, el biogenetista Dr. Hammer; el Catedrático de Psiquiatría en la Univ. deVirginia Dr. Ian Stvenson; el Dr. por la Univ. de California Morris Netherton; el Dr. en Psicología por la Univ. de Cambridge Frederic Myer , la Dra. en psiquiatría por la Univ. de Chicago Elisabeth Klubber Ross; pasando por el neurocirujano de la Univ. de Harvard el Dr. Eben Alexander, los físicos como el Dr. Paul Davis, los fisiólogos, como Sir Jhon Eccles, los astrofísicos y matemáticos como los Dres. Michael Scott y Fred Alan Wolf, losneuropsiquiatras, médicos y psicólogos como los doctores Brian Weiss, Gina Germinara, Helen Wambach, Edith Fiore, Thorward Detlhefbsen etc.
Todos ellos eminentes personalidades de la comunidad científica actual, algunos de ellos premios nobel, y en todos ellos encontramos: o bien el denominador común de la afirmación de la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, o bien la duda más que razonable de la existencia de una causa primera inteligente detrás del origen de la vida en las comprobaciones que cada uno de ellos ha efectuado dentro de su campo de investigación (Biogenética, Neuropsiquiatría, Biología molecular, Reencarnación, Terapia de Vidas pasadas, Experiencias cercanas a la muerte NDE, Universos Paralelos, Genoma Humano, etc.).
Tanto es así que, las últimas estadísticas sobre la creencia en Dios de la comunidad científica, arroja resultados sorprendentes; un 55% de los mismos confirman y afirman su creencia en el principio creador que da origen a la vida, llamémosle Dios, Energía Primaria, Inteligencia suprema, Causa Primera, fluido universal, etc..; mientras que un 45% restante afirma no creer en una realidad que trasciende al hombre y al que las leyes de la naturaleza deben su creación y funcionamiento.
La gran paradoja se presenta en estas primeras décadas del siglo XXI, pues cuando se afirmaba a mediados del siglo XX, que la ciencia acabaría con la fe, está aconteciendo precisamente todo lo contrario (*). Los científicos se están convirtiendo así en los que están acercando la ciencia a la fe sin pretenderlo de antemano, pero a medida que avanza el desarrollo científico es cada vez más patente no sólo la certeza de la perfección en el origen de la vida y el universo, sino la simbiosis de una conexión universal que nos une a todos los seres humanos, a todas las formas de vida del universo físico y espiritual: desde las estrellas más lejanas hasta la más insignificante forma de vida unicelular.
Reflexionemos pues sobre aquello que la ciencia nos está presentando, y no confundamos ciencia con tecnología, ya que no sólo no es lo mismo, sino que esta última es una herramienta al servicio del hombre que por su carácter neutro puede ser beneficiosa o perjudicial según el uso que hagamos de ella.
Cada vez será más evidente, en pocos años, que la notable diferencia entre el desarrollo científico y el desarrollo ético-moral del hombre, creará la gran catarsis de esta sociedad.
Puesto que, mientras la ciencia avanza imparable en la búsqueda de la verdad y de la realidad siguiendo los patrones de la ley de evolución, el hombre se enroca en su propio egoísmo y miseria para no aceptar que la vida es un don concedido por Dios que tiene una finalidad concreta; su propio progreso y evolución espiritual.

Antonio Lledo Flor
©  Amor, paz y caridad

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