sábado, 9 de abril de 2022

El deber en el hombre

       INQUIETUDES

1.- La Castración química. Un punto de vista espírita

2.-¿ Por qué somos vampirizados tan frecuentemente?

3.- Exorcismos

4.- El deber en el hombre



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LA CASTRACIÓN QUÍMICA :

UN PUNTO DE VISTA ESPÍRITA


    La Violencia sexual, aunque sea un tema potencialmente complejo, polémico y nefasto, no hay como ignorarlo en el contexto de nuestra situación en la tierra. Desde 2007,  transmitía en el Congreso Nacional un proyecto de ley para acrecentar el Código Penal Brasileño  la pena de “castración química” a los  reos condenados que cometieran  crímenes de estupro  c y corrupción de menores. Algunos especialistas del área de la psiquiatría esposan la tesis de que los impulsos sexuales anormales (estupro  y pedofilia) son debidos a problemas en la formación de carácter del ofensor, traumas de la infancia, formas de educación. Otros defienden  la tesis de ser la causa  enfermedades mentales o psicopatías, llamadas de parafilias.  Sea cual sea la causa, de tiempo en tiempo la prensa proporciona gran espacio a los defensores  de la punición, sea a través de la extracción de los órganos sexuales del individuo, de la mutilación o la castración química.

    Se discute la búsqueda de una formula penal para aquellos que cometen crímenes contra la libertad sexual,  especialmente los practicados contras niños  y los que envuelven motivaciones de orden sexual contra ellos. En Brasil, el pilar del derecho penal tiene matrices  en el derecho canónico,  de esta manera  el crimen se confunde  con la noción de “pecado”.

   Para algunos juristas, nuestro sistema represivo es inspirado en el modelo  impuesto por la Santa Inquisición, en el cual los castigos corporales  y la tortura eran utilizados diariamente.  Verdad o no, es lo que afirman esos juristas. ¿Considerando que violencia y abuso sexual,  principalmente contra niños y adolescentes, atienden proporciones alarmantes en nuestro país, seria la castración química una posible solución para el problema?

    La castración para los ex delincuentes, especialmente para los abusadores de niños, es tema controvertido que ha estado en boga en la prensa mundial con mucha frecuencia y larga repercusión.  El debate existe  a causa del estupro y, principalmente, de la pedofilia (que ha ganado proporciones gigantescas después del año 2000, con el escándalo causado por la noticia del envolvimiento  de clérigos pertenecientes a la Iglesia de Roma y, más recientemente, diversos casos en Italia, también envolviendo a miembros de la Iglesia). Como si no bastase, se suma a eso el hecho de que Internet se transformó  en un vehículo para la difusión de filmes y fotos conteniendo material que registra  conductas que son tenidas como perjudiciales para los niños.

    Más  allá del discurso sobre tan propagada pérdida del control sobre la violencia urbana, observamos que está tomando cuerpo el grito de aquellos que defienden la represión de determinados crímenes de forma considerada brutal en el clamor de que “algo precisa ser hecho” y que “los fines justifican los medios”. 

    Existen profesionales ligados al área de la neuroquímica que defienden la tesis de que el problema [crimen sexual] es químico debido a la cantidad de hormonas masculinas por encima de lo normal en el organismo de esos ofensores, en especial la testosterona. Hay juristas que pregonan el tratamiento con una alternativa voluntaria para el condenado.  La  castración química es un tratamiento reversible y utilizado en los Estados Unidos (Texas, California; Montana), Italia, Portugal, Dinamarca, Suecia, Alemania, Gran Bretaña y Polonia. 

    El Ambulatorio de Trastornos de Sexualidad  de la Facultad de Medicina de ABC, en San André, aplica  hace años la contestada inyección de hormonas femeninas que disminuye el deseo sexual de pedófilos  y solo es usada  cuando el paciente solicita  y asigna un término de consentimiento.  El servicio surgió en el 2003 y atiende pacientes con diagnostico de pedofilia – considerado un disturbio psiquiátrico. El procedimiento envuelve la administración de hormonas supresoras de la testosterona, cuyo objetivo es frenar el deseo sexual.

    La primera propuesta de la castración química surgió en los EUA y seria realizada con la inyección de una sustancia que destruiría las válvulas que controlan la entrada  y salida de la sangre en los cuerpos cavernosos del órgano sexual masculino, bloqueando su función eréctil. Actualmente, la castración química, “mejor aceptada” es la realizada con la aplicación del medicamento Depo-Provera (acetato de medroxyprogesterona) que inhibe la producción de testosterona.

    Investigadores y otros defensores de la castración exhiben estadísticas que apuntan: reducción de la reincidencia del crimen del 75% para  el 2% de entre aquellos que fueron sometidos al “tratamiento”. En Brasil solo es permitida la castración química, hecha por medio del medicamento acetato de ciproterona, también usado  para el tratamiento del cáncer de próstata. La discusión gira en torno de definirse la castración química si es una pena cruel  o si es solamente un tratamiento médico, sin mayores gravedades físicas para los pedófilos, que con la medida perdieron apenas la libido, con gran posibilidad de no volver más  a delinquir, pues sin el deseo sexual no hay motivo para realizar el  repugnante acto.

    Es evidente que la castración química no resuelve el problema del crimen  ni del criminal, pues existen otros medios para el delincuente practicar el hecho, el  usa de otras fuerzas porque el desequilibrio para el mal está en la mente  y no en los órganos sexuales. La aplicación de la pena de [castración] castiga al criminal, pero no mejora al hombre espiritual y puede hasta conducirlo a un estado de rebeldía  y de deseo de  venganza. Abusadores de niños se han comprometido más allá de sus rasgos psicológicos de la perversidad; el deseo erótico sale de la fantasía y se inclina hacia la práctica violenta. El criminal sexual precisa de tratamiento para su mente atolondrada a través de una reeducación socio-educativa en el sistema penitenciario, a fin de que pueda ser conducido de vuelta al equilibrio y a la normalidad con el paso del tiempo, después del cumplimiento de la pena por el crimen cometido.

   Siendo un alma descontrolada, y al mismo tiempo un criminal, no puede quedar impune. Con todo, precisa de tratamiento psíquico  y espiritual. No defendemos la castración química, porque según creemos, no pasa de ser un paliativo, aunque sea para algunos peor que la pena de muerte. Por esas razones, somos favorables a un tratamiento psiquiátrico asociado a un tratamiento espiritual.

    ¡Si! Cabe reflexionar, a la luz de la Doctrina Espirita, sobre los crímenes y sobre la ley. El mandamiento mayor de la ley divina incluye la caridad para con los criminales, por más difícil que pueda parecer  tener este sentimiento ante la barbarie. Ante la Ley de Dios somos todos hermanos, por más que repugne a algunos la idea. El criminal es alguien que aun no se conciencio  de esa Ley, que no reconoce la paternidad  divina y por tanto no ve en el otro a un hermano. Nosotros, que  ya tenemos esos valores, sabemos que el es, también, un hijo de Dios, aunque extraviado del bien, que precisa de nuestro apoyo, de nuestro amor.

  ¿Mas como amar a un criminal, un enemigo de la sociedad? Teniendo por él,  el sentimiento descrito por Kardec cuando habla del amor a los enemigos: amar a los enemigos no es, por tanto, tenerles  un afecto que no está en la naturaleza, visto que el contacto cuando se trata  de un enemigo nos hace latir el corazón de modo  muy diferente  de si se trata de un amigo. Amar a los enemigos es no guardarles odio, ni rencor, ni deseos de venganza; es perdonarles, sin pensamiento oculto y sin condiciones, el mal que nos causen; es no oponer  ningún obstáculo a la reconciliación  con ellos; es desearles el bien y no el mal; es experimentar júbilo, en vez de pesar, por el bien que les advenga; es socorrerlos si se presenta la ocasión; es abstenerse, ya sea por palabras, ya sea por actos, de todo lo que pueda perjudicarlos; es finalmente, retribuirles siempre el mal con el bien, sin intención de humillarlos. Quien así procede, se prende a las condiciones del mandamiento: Amad a vuestros enemigos. 

Jorge Hessen

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¿Por qué somos vampirizados tan frecuentemente ?

No podemos negar que en la mayoría de los días, o al final de la tarde, normalmente nos sentimos agotados. Es común notar aquel cansancio, aquella tensión, hasta un dolor de cabeza y un mal estar estomacal. También experimentamos la falta de paciencia y el desanimo. El motivo: estamos agotados de energía, o mejor dicho, perdemos energía.
¿Cuál es la causa para tantas perdidas de energía? ¿Por qué somos tan vampirizados en nuestra rutina de vida? Son muchos los factores que pueden promover los robos energéticos, pero algunos son más importantes, más significativos. Antes de todo, es importante decir que el cuerpo físico humano solo existe y se mantiene gracias a una fuerza vitalizadora esencial que algunos llaman fluido vital, otros prana o simplemente Ki. Son muchos los nombres dados a lo largo de la historia de la humanidad, pero el hecho principal es que somos energía.
La fuerza vital que nos alimenta recibe influencia directa de los pensamientos y sentimientos que desarrollamos durante el día, y es ahí que residen los principales detalles a ser observados cuando el asunto fuese robo de energía. Pensamientos y sentimientos malos perjudican intensamente la calidad de la energía que abastece el campo de energía humano. De la misma forma, pensamientos y sentimientos positivos promueven la manutención de esta bioenergía…
El problema es que somos seres muy emocionales, lo que quiere decir, que fácilmente entramos de cabeza en una u otra emoción intensa, y estas por su vez, son como fuegos artificiales que explotan, se expande, y se mueven frenéticamente. Cuando esa explosión de emociones ocurre, sea por el motivo que fuese, hay un consumo excesivo de energía vital y la bioenergía humana se desequilibra.
Entonces, junte todos esos acontecimientos del día, los enumera uno a uno, y notara que esos eventos son muy comunes en la vida de la aplastante mayoría de las personas de este mundo.
Su equipo perdió en los penaltis, siente un estado de nerviosismo….Usted se desgasta.
Asiste a una noticia muy mala en la televisión y sufre con eso…Usted se desgasta.
Siente rabia por el tráfico…Usted de desgasta.
Siente miedo de no conseguir pagar sus cuentas…Usted de desgasta.
Discute con un amigo, pariente o cónyuge…Usted se desgasta.
Usted juzga el comportamiento ajeno, hace muchas críticas…Usted de desgasta.
Reclama de la vida, de su cabello, de su cansancio, de cualquier cosa…Usted de desgasta.
Todos esos eventos comunes en la vida de la mayoría de las personas son las principales motivaciones responsables por el estado de agotamiento energético que normalmente nos encontramos al atardecer. Este factor contribuye mucho para el aumento de la intolerancia, del estrés, de la rabia, de la falta de amor y hasta de las dolencias físicas y emocionales en el mundo. Pero la principal causa de todo eso es el olvido… Olvido de quienes somos, de donde venimos y cuál es nuestra misión aquí en la Tierra.
¡Tener emociones es humano! Pero aprender a controlarlas también es una habilidad humana de una persona que está en sintonía con ella misma, con su esencia o Yo interior. No podemos vivir siempre con el “piloto automático”, sin pensar en nuestros propósitos y sin cuidar de nuestra alma.
Podemos encontrarnos con nuestra esencia en el asiento del tren, del avión o del metro, en la fila de un banco y hasta en los pequeños intervalos de uno o dos minutos que tenemos antes y después de las comidas. No debemos cerrar los ojos solo para dormir, sino también para mirar hacia dentro. Necesitamos aprender a escuchar lo que nuestra esencia habla. ¡Y ella habla! Podemos dar innumerables pistas que son increíbles para revertir ese proceso de agotamiento energético, o como decimos en la comunidad espiritualista, vampirismo energético. Pero la principal pista, o mejor, la causa principal del problema debe ser observada: el olvido de quienes somos y de lo que es nuestra esencia.
Mírese durante el día, oiga la voz de su conciencia, respire a fondo algunos minutos, elévese a Dios, haga una oración a su manera y desarrolle la gratitud. Si usted toma esas prácticas como una rutina, en una semana usted ya será una persona nueva.
¡Haga la prueba!
Escrito por Bruno Gimenes.
Revista Cristã de Espiritismo
Traducido por Jacob.

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EXORCISMOS

– Las fórmulas de exorcismo, ¿tienen alguna eficacia sobre los Espíritus malos?

– No, y cuando estos Espíritus ven que alguien toma la cosa por lo serio, se ríen y se obstinan.

478 – Hay personas animadas de buenas intenciones, pero no por ello son menos obsesadas, ¿cuál es el mejor medio de librarse de los Espíritus obsesores?

– Cansar su paciencia, no hacer caso alguno a sus sugestiones, mostrarles que pierden su tiempo; entonces cuando ven que no tienen nada que hacer, se van.

479 - ¿La oración es un medio eficaz de curar la obsesión?

– Para todo es un poderoso auxilio la oración; pero, creedlo bien, no basta murmurar algunas palabras para obtener lo que se desea. Dios asiste a los que actúan y no a los que se limitan a pedir. Pues es necesario que el obsesado haga por su parte lo que sea necesario para destruir en sí mismo la causa que atrae a los malos Espíritus.

480 – ¿Qué pensar de la expulsión de los demonios de la que habla el Evangelio?

– Eso depende de la interpretación. Si llamáis demonio a un Espíritu malo que subyuga a un individuo, cuando su influencia fuere destruida, habrá sido realmente expulsado. Si atribuís una enfermedad al demonio, curada ésta, diréis también que lo habéis expulsado. Una cosa puede ser verdadera o falsa, según el sentido que se dé a las palabras. Las mayores verdades pueden parecer absurdos, si no se mira más que la forma y cuando se toma la alegoría por la realidad.

Comprended y recordad bien esto, porque es de aplicación general.

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC

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EL DEBER EN EL HOMBRE

Basta dirigir una mirada al firmamento, o a cualquiera de las maravillas de la creación y contemplar al instante los infinitos bienes y comodidades que ofrece la tierra, para concebir desde luego la sabiduría y grandeza de Dios, y todo lo que le debemos amor, a su bondad y a su misericordia.
La ausencia del sentido del deber en cualquier ser humano resulta en la formación de un carácter débil e inmaduro. Lo mismo ocurre si el sentido del deber es flojo, muy impreciso o distorsionado. Ciertamente, la persona que hace caso omiso del deber, de responsabilidades y obligaciones, está propensa a hundirse bajo las presiones y exigencias de esta vida. Tal persona se expone a serios trastornos psicológicos, aun a la posible desintegración total de su personalidad. Además, tiende a verse envuelta en graves problemas sociales o económicos, fruto del incumplimiento de los deberes que, natural y lógicamente, le corresponden.
El hombre en la actualidad desprecia el deber, solemos ser criaturas orgullosas, amantes de la libertad. Defendemos ferozmente nuestra independencia individual y luchamos  con todas nuestras fuerzas para que nadie  nos ponga el odioso “yugo del deber”.
Este rechazo al deber obra en detrimento del hombre, pues hace mella  en los gobiernos, instituciones  educativas, profesiones de toda categoría,  empresas comerciales, vecindades y aun en iglesias es muy corriente escuchar decir “Es mi sagrado deber cumplir cabal y honestamente  mi rol… mi encomienda… mi trabajo” se escucha muy frecuentemente en los labios de políticos, educadores, empresarios, trabajadores sociales y ministros de Cristo”, sin embargo, “del dicho al hecho va largo trecho”. El deber no es fácil efectuarlo. Nos fastidia, nos cansa, nos hace sudar, nos roza donde nos duele. A veces nos atormenta. Pero si lo efectuamos voluntariamente porque comprendemos su función vital en la vida, se vuelve menos oneroso.
El deber tiene mucho que ver con el desarrollo de un carácter sano, integro y maduro. El amante de Dios  que procura su salvación eterna, toma voluntariamente para sí el “yugo del deber espiritual”  procurándolo llevar con menos agotamiento y dolor. “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga (Mateo 11:28-30)
La misma función que  hace  el armazón de acero en un edificio, la hace el deber en el carácter humano. Es la pieza estructural vital que da fuerza, sostiene el peso y hace posible soportar los embates de las tormentas grandes o pequeñas.
Si el hombre se casa, su deber es hacer perdurar su matrimonio contra viento y marea.
Quien procrea un hijo, su deber es proveer a la criatura en sus necesidades, atenderla en su existencia, en el aspecto,  material, emocional, intelectual, social, espiritual.
Quien compra un automóvil, casa, muebles o lo que sea, su deber  es pagar cualquier deuda contraída.
Quien acepta cualquier empleo, trabajo, posición o responsabilidad, su deber es cumplir de acuerdo  con las estipulaciones  del contracto.
Quien no cumple su deber hace caer sobre su propia cabeza una lluvia de críticas, denuncias, líos sociales, litigios legales. Su corazón sufre. Su cuerpo sufre. Sus seres queridos sufren. Y todo es por el incumplimiento del Deber.
En toda convivencia humana ordenada y provechosa hay que establecer como fundamento el principio de que todo hombre es persona. Esto es, naturaleza dotada de inteligencia y de libre albedrío, y que, por tanto, el hombre tiene por sí mismo derechos y deberes, que dimanan inmediatamente y al mismo tiempo de su propia naturaleza. Son derechos y deberes universales e inviolables y no pueden renunciarse.
Un sabio decía: "Las normas naturales y divinas, sobre las que descansa la justicia, no están consignadas en forma de derechos, sino en forma de deberes. No se nos ha dicho: ‘He aquí vuestras atribuciones, sino vuestras obligaciones’. Esta diferencia es capital. No es que el deber no comprenda el derecho o el derecho el deber. Yo no puedo tener un deber hacia vosotros sin que vosotros tengáis un derecho sobre mí. Y vosotros no tenéis un deber para conmigo sin que yo tenga un derecho sobre vosotros. Pero el derecho es la faz utilitaria y egoísta de esta relación, y el deber la faz abnegada y generosa.
Por eso es inmensa la diferencia que existe en construir la sociedad sobre el derecho y fundada sobre el deber. El deber es más estable y más fuerte que el derecho. Cualquiera puede ceder su derecho, pero nadie puede abdicar de su deber.
También enorme la desigualdad entre el Contrato Social y el Evangelio. El Contrato Social es el libro de los derechos del hombre. El Evangelio, el libro de sus deberes".

El deber de los conductores ha de ser bruñido con el acero en nuestra historia, como patriotas en la irredenta defensa de los intereses de la Nación, tanto internos como externos; luchadores y ejemplos de principios tanto materiales como morales, virtuosos para con nuestro pueblo; impulsores del progreso humano; constructores del edificio social y rectores del pensamiento nativo.

El género humano requiere la observancia y más aun la obligación de los derechos sociales. Todos los que necesitamos asistencia tenemos la potestad de pedir a nuestros semejantes y éstos sólo tienen una obligación moral de asistirnos. Pero el derecho real nos asiste ante los gobernantes. Ellos deben sacarnos de esta crisis con sabiduría, veracidad, creatividad y responsabilidad sin dejarnos inermes ante la voracidad del sistema económico imperante.

Debemos presentar las virtudes para que éstas sean ejemplo. El modelo enseña mejor que el precepto. Son modeladoras del carácter del hombre. Vivir honestamente es el máximo predicador. La coherencia de vida denuncia las debilidades. Dar un elevado arquetipo de vida es el más rico legado que un hombre puede dejar.

El deber nos muestra que no puede enseñorearse la corrupción permitiendo que la mayoría de la clase política llegue al poder para "asegurar" su futuro y el de los suyos.

"Señores funcionarios", tienen el deber de sentir llorar a los niños de hambre, y ver en éstos a cada uno de sus hijos, entonces le darían dimensión a la barbarie que están cometiendo.

Los hombres más rectos pueden tener momentos de duda y debilidad, pueden sentir que se conmueve debajo de ellos la columna de su fe; pero al ser los mejores, los más rectos, por eso fueron elegidos, vuelven a levantarse de su desfallecimiento recurriendo a sus principios de excelencia. Se puede entender, pero jamás aceptar, que los dirigentes no tengan el amor necesario, honestidad, erudición, responsabilidad, y espíritu solidario.

Gaudium Et Spes: "Crece al mismo tiempo la conciencia de la excelsa divinidad de la persona humana, de su superioridad sobre las cosas y de sus derechos y deberes universales e inviolables. Es necesario que se facilite al hombre todo lo que necesita para vivir una vida humana. El orden social y su progresivo desarrollo deben en todo momento subordinarse al bien de la persona, ya que el orden real debe someterse al orden personal, y no al contrario. El propio Señor lo advirtió cuando dijo que el sábado había sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. El orden social hay que desarrollarlo a diario. Pero debe encontrar en la libertad un equilibrio cada día más humano\".

Las personas son más accesibles a los derechos que a los deberes. Aceptan derechos, difícilmente deberes. Los derechos se multiplican, los deberes se restan. Y cuando se dispone de fuerza para exigir lo que se considera un derecho, se recurre a la violencia.

La visión cristiana del desarrollo: El desarrollo no se reduce al crecimiento económico. Por ser auténtico, debe ser integral.

Ha subrayado un experto: "No aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta es cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera".

Deberes principales del hombre para consigo mismo. El suicidio y el duelo.
Cuando se habla de obligaciones y deberes del hombre para consigo mismo, el sentido racional de semejante expresión es que la personalidad propia puede ser objeto o término de ciertos deberes que radican en la ley natural, y que reciben su fuerza de Dios, autor de la misma.  

Estos deberes y obligaciones del hombre para consigo mismo, se hallan reunidos y concentrados en éste: Conservar y perfeccionar la especie humana juntamente con las fuerzas recibidas de Dios. De este deber fundamental resultan, como corolarios legítimos:

1º El deber de amarse a sí mismo según el orden de la recta razón, y consiguientemente, el de buscar y trabajar para poseer las cosas necesarias, ya para la conservación de la vida propia y de sus allegados, ya para el bienestar correspondiente a su posición y condiciones sociales; pero siempre con subordinación y relación al destino final del hombre, que constituye su perfección suprema y su bien racional y absoluto.  

2º El deber de tomar el alimento necesario para la conservación de la vida, de conservar el cuerpo y sus miembros, y de repeler lo que puede causar la muerte.

3º El deber de elegir aquel estado que se halle en relación con las circunstancias peculiares del individuo, o al menos, aquel estado y tenor de vida que no ceda en perjuicio de otros, ni sea contrario al orden moral.  

4º El deber de perfeccionarse como ser racional, o sea cultivando y desarrollando las facultades de conocimiento, y [495] especialmente la razón, que ha sido dada al hombre como una luz y guía de su vida intelectual y moral. De aquí resulta, por una parte, el deber de adquirir aquellos conocimientos, tanto especulativos como prácticos, que sean necesarios para desempeñar convenientemente los oficios y cargos que posea el individuo: y por otra parte, el derecho de cultivar las ciencias y artes, sin más limitación que la que resulta de la existencia de los deberes y obligaciones que por otros títulos corresponden al individuo.  

5º El deber de perfeccionarse en el orden moral por medio de la práctica y ejercicio de las virtudes correspondientes a su estado y condición, puesto que la virtud es la que constituye la perfección moral del hombre, a la cual deben subordinarse los demás deberes, ya porque ésta es la perfección principal del hombre, ya porque es una condición necesaria y como el medio natural y propio para llegar a la perfección suprema en la posesión de Dios.  

A este deber se reduce, como condición y corolario, la obligación de moderar las pasiones de la parte sensitiva, regulando y dirigiendo sus movimientos por medio de la razón y de la voluntad, a fin de que sus manifestaciones no se hallen en contradicción con el bien y con las virtudes morales.  

-Mercedes Cruz Reyes-

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