domingo, 17 de abril de 2022

Escollos en los médiums

  INQUIETUDES

1.- Esperanza

2.-Moral extraña

3.- Escollos en los médiums

4.-La materia y el Espíritu


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                            ESPERANZA

Todo principio cuenta con un fin.

Todo trabajo espera su recompensa.

El hombre, desde que tiene uso de razón y obra por voluntad propia, inclina su pensamiento 0a sondear esa profunda oscuridad del porvenir, y aun la inteligencia mejor dispuesta y organizada, teme y retrocede, porque no tiene los suficientes conocimientos para lanzarse a lo desconocido, sin tener la seguridad de encontrar el premio apetecido, o sea, el resultado favorable a sus deseos.

¡ Esperanza!, esa palabra sublime es el equilibrio constante de las facultades morales del hombre; si la esperanza decae, este se encuentra impotente para llevar a término la más insignificante obra, realizar la más ligera idea.

La existencia del hombre sobre la Tierra es penosísima y necesita un bálsamo que mitigue sus fatigas; un velo que cubra el pasado para que los tristes recuerdos y acerbos dolores no disminuyan sus esperanzas y pueda contemplar el porvenir como un risueño paisaje que le atrae, alagando su inteligencia, para que estudie tranquilamente hasta sus más insignificantes detalles.

 ¡Oh esperanza !, tu eres un destello de la divinidad que te apareces más colosal al hombre, cuanto mayor es la fe que este atesora.

  Triste, muy triste, es esperar, pero más penoso es tener el corazón seco y no abrigar en nuestra alma ni un remoto destello de esa luz consoladora.

  El hombre que no espera no puede ser feliz, porque ha de contentar su espíritu con el raquítico presente, y los ojos de su alma no pueden abarcar la grandeza de lo infinito.

  La esperanza es la piedra fundamental de todos los descubrimientos notables que figuran en la historia universal.

 La esperanza, esa hada que cuenta en su corte con la sabiduría, la riqueza, el amor, la dicha, y todos los goces imaginados por el hombre, es la que continuamente se presenta a nuestra imaginación, velada por la materialidad de nuestras aspiraciones, y empujándonos suavemente al fin de nuestros destinos.

  La esperanza es uno de los dones que Dios concede al hombre para darle una prueba innegable de su justicia y misericordia.

  La esperanza habita en el corazón de los mortales y unida a su pensamiento, influye grandemente en la consumación de sus actos.

  La esperanza, es el consuelo del triste, el ángel bueno de la humanidad.

  Se extiende por todo el orbe; ella desciende a la tétrica prisión, presentándole al desgraciado que allí gime, un porvenir más dichoso que su presente; es la tabla salvadora que fortalece el ánimo del acongojado naufrago, que con terror ve el fin de su existencia, al tender su vista y medir su impotencia, con la superioridad del Océano, que agita como si fuera una insignificante partícula su cuerpo, en la inmensa superficie de sus aguas.

  La esperanza, essa gran virtud, si así podemos llamarle, es el principal móvil de las acciones humanas, deja sentir sus efectos a todas las criaturas, sin que haya una sola que en su existencia no haya experimentado, aunque levemente, la impresión producida por ella, que se advierte principalmente en esas bruscas transiciones de nuestra vida, en que en medio de un dolor que nos embarga, encontramos un camino limpio para llegar a la cumbre de nuestra ambición.

  Al desaparecer la esperanza del corazón del hombre, viene el decaimiento físico a embargar la personalidad, que muchas veces conduce nuestra existencia a su término, quedando reducidos al no ser.

 El hombre, hasta en sus últimos momentos, conserva un resto de esa esperanza y únicamente de esa manera podemos explicarnos las transformaciones momentáneas que sufre el semblante de un moribundo, en que se ve retratada esa lucha entre la materia y el espíritu; en que la primera se aferra inútilmente a sostener ese lazo que le une al alma y aun en los últimos momentos abriga un átomo de esperanza, que se evapora insensiblemente de su ser, al sentir decrecer su materia; en estos instantes, el espíritu, rotas casi por completo las eléctricas corrientes que le ligan a la personalidad, se eleva notablemente, y en medio del insondable porvenir, que se aparece desconocido para él, recuerda que todo principio tiene fin, y que la existencia del hombre no se halla exenta de esa ley universal que rige en todas las causas de la naturaleza.

T.Z. de B.  ( Art. tomado de la Rev. Fraternidad Cristiana Espírita nº 51)

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                                         MORAL EXTRAÑA 

        Los sanos no tienen necesidad de médico
 

Y acaeció que estando Jesús sentado a la mesa en la casa, vinieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con El, y con sus discípulos. 
- Y viendo esto los fariseos, decían a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores? - Y oyéndolo Jesús, dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico sino los enfermos. (San Mateo, cap. IX). 


Jesús se dirigía, sobre todo, a los pobres y a los desheredados, porque éstos son los que tienen más necesidad de consuelos; a los ciegos dóciles y de buena fe porque quieren ver, y no a los orgullosos, que creen poseer toda la luz y no faltarles nada. 

Estas palabras, como otras muchas, encuentran su aplicación en el Espiritismo. 

Algunos se admiran de que la mediumnidad se concede a gentes indignas y capaces de 
hacer mal uso de ella; parece, dicen, que una facultad tan preciosa debería ser atributo 
exclusivo de los más meritorios. 

Digamos, ante todo, que la mediumnidad consiste en una disposición orgánica de la que puede todo hombre estar dotado, como la de ver, oir y hablar. De todas puede abusar el hombre en virtud de su libre albedrío, y si Dios no hubiese concedido la palabra, por ejemplo, sino a los que son incapaces de decir cosas malas, habría más mudos que parlantes. Dios, que ha dado al hombre facultades, le deja libre para usar de ellas, pero castiga siempre al que abusa. 
Sin el poder de comunicar con los espíritus se hubiese dado sólo a los más dignos, ¿quién se atrevería a solicitarlo? Además, ¿en dónde estaría el límite de la dignidad? La mediumnidad se ha dado sin distinción a fin de que los espíritus puedan llevar la luz a todas partes, a todas las clases de la sociedad, así a la casa del pobre como a la del rico, lo mismo entre los prudentes para fortificarles en el bien, que entre los viciosos, para corregirles. ¿Acaso no son éstos últimos los enfermos que necesitan el médico? ¿Por qué Dios, que no quiere la muerte del pecador, le privaría del socorro que puede sacarle del cenagal? Los espíritus buenos vienen, pues, en su ayuda, y los consejos que recibe directamente son de tal naturaleza que le impresionan con más viveza que si los recibiera por caminos indirectos. Dios, en su bondad, para ahorrarle el trabajo de ir a buscar la luz más lejos, se la pone en la mano; ¿no es mucho más culpable si no la mira? ¿Puede excusarse con la ignorancia cuando él mismo haya escrito, visto, oído y pronunciado su propia condenación? Si no se aprovecha entonces es cuando es castigado por haber pervertido sus facultades, apoderándose de ella los malos espíritus para observarle y engañarle, sin perjuicio de las aflicciones reales con que Dios castiga a sus servidores indignos y a los corazones endurecidos por el orgullo y el egoísmo. 

La mediumnidad no implica necesariamente relaciones habituales con los espíritus   superiores, sino que es sencillamente una "aptitud" para servir de instrumento más o menos flexible a los espíritus en general. El buen medium no es, pues, el que comunica fácilmente, sino el que es simpático a los buenos espíritus y sólo está asistido por ellos. 
Unicamente en este sentido es poderosa la excelencia de las cualidades morales sobre la mediumnidad. 

EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO. ALLAN KARDEC.


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        ESCOLLOS DE LOS MÉDIUMS 

- ALLAN KARDEC-

En la revista N°2 de febrero de 1859, escribía Kardec sobre los “Escollos de la Médiums” y entre otras interesantes consideraciones, decía:

“Los Espíritus que nos rodean no están pasivos; forman una población esencialmente inquieta, que piensa y actúa sin cesar, que nos influencia, aún a pesar nuestro, que nos excita y nos disuade, que nos impulsa para el bien o para el mal. Sin embargo, cuando los Espíritus imperfectos impulsan a alguien a un mal proceder, saben muy bien a quien se dirigen y no van a peder el tiempo donde ven que serán mal recibidos; ellos nos excitan conforme a nuestras inclinaciones o conforme a los gérmenes que en nosotros ven o según nuestra disposición para escucharlos. Es por eso que el hombre firme en los principios del bien no les da oportunidad. “

“Estas consideraciones nos llevan naturalmente al problema de los médiums. Como todos los seres, estos están sometidos a la influencia oculta de los Espíritus buenos o malos; los atraen o los repelen conforme a la simpatías de su propio Espíritu, y los Espíritus malos se aprovechan de todas las fallas, como de una falta de defensas, para introducirse junto a ellos, entrometiéndose, a su pesar, en todos los actos de la vida particular. Más allá de eso, tales Espíritus, encontrando en el médium un medio de expresar su pensamiento de modo inteligible y atestiguar su presencia, se entrometen en las comunicaciones y las provocan, porque esperan tener mayor influencia por este medio y acaban por enseñorearse de ellos. Se consideran como en su propia casa, apartan a los Espíritus que se le podrían oponer y, conforme a la necesidad usurpan nombres y también el lenguaje, con el objeto de engañar.”

“Si el médium se deja dominar por esa influencia, los buenos Espíritus se apartan, o definitivamente no vienen cuando son llamados, o vienen con cierta repugnancia, porque observan que el Espíritu que está identificado con el médium, y en él estableció su domicilio, puede alterar sus instrucciones.”

Los Espíritus superiores no escogerán, para transmitir instrucciones serias, a un médium, que se familiariza con Espíritus livianos, a menos que haya necesidad y que no encuentren, en ese momento, otros médiums disponibles; a menos, que deseen darle una lección al propio médium, como a veces acontece; pero entonces, se sirven de él solo accidentalmente y lo abandonan luego que encuentran una mejor, dejándolo entregado a su simpatías si se empeña en conservarlas.”

“El médium perfecto sería, pues, aquél que no permitiera, por ningún descuido, el acceso a los malos Espíritus. Es una condición muy difícil de adoptar. Pero si la perfección absoluta no es dad al hombre, siempre le es posibles por sus esfuerzos, aproximarse a ella; y los Espíritus tienen en cuenta, sobre todo, los esfuerzos, la fuerza de voluntad y la perseverancia”.

“Por el hecho mismo que el médium no es perfecto, Espíritus livianos, embusteros y mentirosos puede mezclarse en sus comunicaciones, alterándole la pureza e induciendo al error al médium y a aquellos que lo requieren. Es el mayor escollo del Espiritismo, cuya gravedad no disimulamos.”

“Es posible evitarlo? Lo decimos alto y fuerte: Sí, el medio no es difícil, solo exige discernimiento.”

“Las buenas intenciones, la propia moralidad del médium, no siempre basta para evitar la intromisión de los Espíritus livianos, mentirosos y pseudos-sabios en las comunicaciones. Más allá de la fallas de su propio Espíritu, puede darle entrada por otras causas de los cuales es la debilidad de carácter y una confianza excesiva en la invariable superioridad de los Espíritus que con él se comunican.”

“Si no queremos se victimas de los Espíritus livianos, es necesario juzgarlos, y para eso tenemos un criterio infalible: el buen sentido y la razón.”

“Sabemos que las cualidades del lenguaje que caracterizan entre nosotros a los hombres realmente buenos y superiores, son las mismas para los Espíritus. Nunca será demasiado repetir el que caracteriza a los Espíritus elevados: es constantemente digno, noble, sin contradicciones, exento de trivialidades, con un signo de inalterable benevolencia.”

“Los buenos Espíritus aconsejan; no ordenan; no se imponen; no hablan de lo que ignoran.”

“Los Espíritus livianos hablan con las misma seguridad de lo que saben y de lo que no saben; responden a todo sin preocuparse por la verdad.”

“Una recomendación hecha incesantemente por los buenos Espíritus es: “Dios no os dio el raciocinio sin un propósito. Servíos de él a fin saber lo que estáis haciendo.” Los malos Espíritus temen el examen. Ellos dicen: “Aceptad nuestras palabras y no las juzguéis”.

“El hábito de analizar las menores palabras de los Espíritus, de pesar su valor –desde el punto de vista del contenido y no de la forma gramatical, de lo que poco se preocupan ellos- naturalmente apartan a los Espíritus mal intencionados que no vendrán inútilmente a perder su tiempo, toda vez que descartemos todo cuanto es malo o tiene un origen sospechoso.”

“La ciencia espírita exige una gran experiencia que sólo se adquiere, como en todas las ciencias filosóficas o no, a través de un estudio largo, asiduo y perseverante, y por numerosas observaciones. No abarca sólo el estudio de los fenómenos, propiamente dichos, sino también y sobre todo las costumbres, si así podemos decir, del mundo oculto, desde el más bajo al más alto grado de la escala.”

“De todas las disposiciones morales, la mayor entrada ofrece a los Espíritus imperfectos es el orgullo. Éste es para los médiums un escollo tanto más peligroso cuanto menos lo reconocen. Es el orgullo lo que les da la creencia ciega en la superioridad de los Espíritus que a ellos se ligan.”

“Una de la tácticas de esos Espíritus perjudiciales consiste en inspirar la desconfianza y el apartamiento de las personas que los pueden desenmascarar y darle buenos consejos. Jamás acontece semejante cosa con los buenos Espíritus. Todo Espíritu que insufla la discordia, que excita la animosidad, que profundiza los disensos revela, por eso mismo, su naturaleza inferior.”

“sería injusto, además, atribuir todas las comunicaciones malas a cuenta del médium. Hablamos de aquéllas que él obtiene solo y fuera de cualquier otra influencia, y no de las que son producidas en un medio cualquiera. Ahora, todos saben que los Espíritus atraídos por ese medio pueden perjudicar las manifestaciones, ya sea por la diversidad de caracteres, ya sea por la falta de recogimiento. Es regla general que las mejores comunicaciones se producen en la intimidad, en el círculo concentrado y homogéneo. En toda comunicación se encuentra en juego varias influencias: La del médium, la del medio y la de la persona que interroga.”

“Estas influencias pueden actuar las unas sobre las otras, neutralizarse o corroborarse: esto depende del fin que nos propongamos y del pensamiento dominante.”

(REVISTA ESPÍRITA, Febrero 1859, Año II, N° 2)

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           LA MATERIA Y EL ESPÍRITU

– ¿Es independiente el espíritu de la materia, o no es más que una propiedad de ésta, como los colores lo son de la luz y los sonidos del aire?

– Ambos son distintos; pero es necesaria la unión del espíritu y la materia para dar inteligencia a la materia.

– ¿Es igualmente necesaria esta unión para la manifestación del espíritu? (Entendemos aquí por espíritu el principio de la inteligencia, haciendo abstracción de las individualidades designadas con ese nombre).

– Os es necesario a vosotros, porque no tenéis organización para percibir el espíritu sin la materia; vuestros sentidos no fueron hechos para esto.

26 – ¿Puede concebirse el espíritu sin la materia y la materia sin espíritu?

– Con el pensamiento se puede indudablemente.

27 – ¿Habría así, dos elementos generales en el Universo: la materia y el espíritu?

– Sí, y por encima de todos, Dios, el creador, el padre de todas las cosas, y estas tres cosas son el principio de todo lo que existe, la trinidad universal. Pero al elemento material ha de añadirse el fluido universal, que hace las veces de intermediario entre el espíritu y la materia propiamente dicha, que es demasiado grosera para que el espíritu pueda tener alguna acción sobre ella. Aunque hasta cierto punto, puede incluírselo en el elemento material, se distingue por propiedades especiales; si fuese materia no habría razón para que el espíritu no lo fuese también. Está colocado entre la materia y el espíritu; es fluido como la materia es materia, susceptible, por sus innumerables combinaciones con esta y bajo la acción del espíritu, de producir una infinita variedad de cosas de las cuales no conocéis más que una ínfima parte. Siendo ese fluido universal, primitivo o elemental, el agente que emplea el espíritu, es el principio sin el cual la materia estaría en estado perpetuo de división y jamás adquiriría
las propiedades que la gravedad le da.

– ¿Será este fluido el que llamamos electricidad?

– Dijimos que es susceptible de innumerables combinaciones y lo que llamáis fluido eléctrico y fluido magnético son modificaciones del fluido universal, que propiamente hablando es sólo una materia más perfecta, más sutil y que puede considerarse como independiente.

28 – Puesto que el espíritu es algo, ¿no sería más exacto, y menos sujeto a confusión, designar estos dos elementos generales con las palabras: materia inerte y materia inteligente?
– Poco nos importan las palabras, y a vosotros os toca formular vuestro lenguaje para entenderos. Las controversias surgen, casi siempre, porque no lográis poneros de acuerdo sobre el significado de las palabras, pues vuestro lenguaje es incompleto para expresar
las cosas que no impresionan vuestros sentidos.

Un hecho patente domina todas las hipótesis: vemos materia que no es inteligente y vemos un principio inteligente independiente de la materia. El origen y conexión de estas dos cosas nos son desconocidos. Que tengan o no un origen común y puntos de contacto necesarios; que la inteligencia tenga una existencia propia, o que sea una propiedad, un efecto; que sea, según opinión de algunos, una emanación de la Divinidad, lo ignoramos. Pero nos parecen distintos, y por esto, los admitimos como los dos principios constitutivos del Universo. Por
encima de todo esto vemos una inteligencia que domina a todas las otras y las gobierna distinguiéndose de ellas por atributos esenciales. Es a esta inteligencia suprema que llamamos Dios.

EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC.


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