sábado, 25 de abril de 2020

Simplicidad y grandeza del Espiritismo

  INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- ¿Existen los Espíritus?
2.- No te rindas
3.- Problemas psicológicos contemporáneos
4.- Simplicidad y grandeza del Espiritismo
5.-¿Cómo se podría explicar el dogma del "pecado original"?









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     ¿Existen Los Espíritus?

La causa principal de la duda relativa a la existencia de los Espíritus radica en la ignorancia de su verdadera naturaleza. Por lo general, las personas imaginan a los Espíritus como seres aparte en la creación, cuya necesidad no está demostrada.
Muchas sólo los conocen a través de los relatos fantásticos con que fueron acunadas en la niñez, a semejanza de las que sólo conocen la historia a través de las novelas. No intentan averiguar si esos relatos, despojados de sus accesorios ridículos, encierran algún trasfondo de verdad, y sólo las impresiona el lado absurdo que ellos revelan.
Como no se toman el trabajo de quitar la cáscara amarga para descubrir la almendra, rechazan todo, tal como los que, al verse afectados por ciertos abusos en el ámbito religioso, incluyen la totalidad de la religión en una misma censura.
Sea cual fuere la idea que se tenga de los Espíritus, la creencia en ellos se basa, necesariamente, en la existencia de un principio inteligente fuera de la materia.
Esa creencia es incompatible con la negación absoluta de dicho principio. Así pues, tomamos como punto de partida la existencia, la supervivencia y la individualidad del alma, de la cual el espiritualismo es su demostración teórica y dogmática, y el espiritismo su demostración patente.
Dejemos de lado, por unos instantes, las manifestaciones propiamente dichas, y razonando por inducción veamos a qué consecuencias llegamos.
Desde el momento en que se admite la existencia del alma y su individualidad después de la muerte, es necesario admitir también:
1.º, que la naturaleza del alma es diferente de la del cuerpo, puesto que, una vez separada del cuerpo, el alma ya no tiene las propiedades de aquel;
2.º, que el alma tiene conciencia de sí misma, puesto que se le atribuye la alegría o el sufrimiento; de otro modo, sería un ser inerte y de nada nos valdría poseerla.
Una vez admitido esto, se sigue de ahí que el alma va a alguna parte¿Qué sucede con ella y a dónde va? De acuerdo con la creencia generalizada, el alma va al Cielo o al Infierno. Pero ¿Dónde se encuentran el Cielo y el Infierno? Antaño se decía que el Cielo estaba arriba y el Infierno abajo. Pero ¿Qué es lo de arriba y lo de abajo en el universo, a partir de que se conoce la redondez de la Tierra y el movimiento de los astros –movimiento que hace que lo que en un determinado momento está en lo alto, se encuentre abajo al cabo de doce horas–, así como lo infinito del espacio, a través del cual nuestra mirada penetra para alcanzar distancias inconmensurables?
Es verdad que con la expresión “lugares inferiores” también se designan las profundidades de la Tierra. Pero ¿en qué se convirtieron esas profundidades después de las investigaciones hechas por la geología? ¿En qué se convirtieron, igualmente, esas esferas concéntricas denominadas “cielo de fuego”, “cielo de las estrellas”, después de que se verificó que la Tierra no es el centro de los mundos, que incluso nuestro Sol no es el único, sino que millones de soles brillan en el espacio, y que cada uno de ellos constituye el centro de un torbellino planetario? ¿A qué quedó reducida la importancia de la Tierra, perdida en esa inmensidad? ¿Por qué injustificable privilegio este imperceptible grano de arena que no se distingue por su volumen, ni por su posición, ni por un papel particular, habría de ser el único planeta poblado por seres racionales?
La razón se rehúsa a admitir la inutilidad de lo infinito, y todo nos dice que esos mundos están habitados. Ahora bien, si están poblados, aportan también sus contingentes al mundo de las almas.
Con todo, una vez más inquirimos, ¿qué sucede con esas almas, puesto que tanto la astronomía como la geología han destruido las moradas que les estaban destinadas y, sobre todo, después de que la teoría tan racional de la pluralidad de los mundos las multiplicó hasta lo infinito? Como la doctrina de la localización de las almas no puede concordar con los datos de la ciencia, otra doctrina más lógica demarca como dominio de ellas, no un lugar determinado y circunscrito, sino el espacio universal.
Se trata de todo un mundo invisible en medio del cual vivimos, que nos circunda y se codea con nosotros permanentemente. ¿Acaso hay en eso algo imposible, algo que se oponga a la razón? De ningún modo. Por el contrario, todo indica que no puede ser de otra manera.
Pero, entonces, ¿en qué se transforman las penas y las recompensas futuras, si se suprimen los lugares especiales donde se hacen efectivas? Tengamos en cuenta que la incredulidad en lo relativo a esas penas y recompensas está provocada, en general, por el hecho de que tanto unas como otras son presentadas en condiciones inadmisibles.
En vez de eso,
  • afirmemos que las almas encuentran en sí mismas su dicha o su desgracia;
  • que su destino se halla subordinado al estado moral de cada una;
  • que la reunión de las almas buenas y afines constituye para ellas una fuente de felicidad;
  • que, conforme al grado de purificación que hayan alcanzado, penetran y entrevén cosas que las almas groseras no captan, y entonces todo el mundo comprenderá sin dificultad.
Afirmemos, incluso,
  • que las almas sólo llegan al grado supremo mediante los esfuerzos que realizan para mejorar, y tras una serie de pruebas que son adecuadas para su purificación;
  • que los ángeles son las almas que han llegado al grado más elevado de la escala, grado que todas pueden alcanzar mediante la buena voluntad;
  • que los ángeles son los mensajeros de Dios, encargados de velar por la ejecución de sus designios en todo el universo, y que se sienten felices de desempañar esas misiones gloriosas.
De ese modo, habremos dado a su felicidad un fin más útil y atrayente que el que consiste en una contemplación perpetua, que no sería más que una perpetua inutilidad.
Digamos, por último, que los demonios son simplemente las almas de los malos, que todavía no se han purificado, pero que pueden llegar, como las otras, al más alto grado, y esto parecerá más acorde con la justicia y la bondad de Dios que la doctrina que los presenta como seres creados para el mal y para estar perpetuamente dedicados a él.
Una vez más, eso es lo que la razón más severa, la lógica más rigurosa, el buen sentido, en suma, puede admitir.
Ahora bien, esas almas que pueblan el espacio son, precisamente, lo que denominamos Espíritus. Por consiguiente, los Espíritus son las almas de los hombres despojadas de su envoltura corporal. Si los Espíritus fueran seres aparte, su existencia sería más hipotética. En cambio, si se admite que las almas existen, también se debe admitir a los Espíritus, que no son otra cosa sino las almas.
Si se admite que las almas están en todas partes, habrá que admitir que los Espíritus también lo están. No se podría, pues, negar la existencia de los Espíritus sin negar la de las almas.
Por cierto, esto no deja de ser una teoría, aunque más racional que la otra. Sin embargo, ya es mucho que se trate de una teoría a la cual ni la razón ni la ciencia contradicen. Además, si la corroboran los hechos, tiene a su favor la sanción de la lógica y de la experiencia.
Hallamos esos hechos en los fenómenos de las manifestaciones espíritas, que constituyen, de ese modo, la prueba patente de la existencia y la supervivencia del alma.
No obstante, la creencia de muchas personas no va más allá de ese punto: admiten la existencia de las almas y, por lo tanto, la de los Espíritus, pero niegan la posibilidad de que nos comuniquemos con ellos, en virtud de que –según dicen– los seres inmateriales no pueden obrar sobre la materia.
La duda se debe a que ignoran la verdadera naturaleza de los Espíritus, acerca de los cuales suelen formarse una idea muy falsa, pues erróneamente se supone que son seres abstractos, difusos e indefinidos, lo que no es verdad.
En primer término, imaginemos al Espíritu en su unión con el cuerpo. El Espíritu es el ser principal, puesto que es el ser que piensa y sobreviveEl cuerpo no es más que un accesorio del Espíritu, una envoltura, una vestimenta que abandona cuando está gastada. Además de esa envoltura material, el Espíritu tiene una segunda, semimaterial, que lo une a la primera.
Cuando se produce la muerte, el Espíritu se despoja del cuerpo, pero no de la otra envoltura, a la cual damos el nombre de periespíritu. Esa envoltura semimaterial, que adopta la forma humana, constituye para el Espíritu un cuerpo fluídico, vaporoso, pero que, por el hecho de que sea invisible para nosotros en su estado normal, no deja de tener algunas de las propiedades de la materia.
Por consiguiente, el Espíritu no es un punto, una abstracción, sino un ser limitado y circunscrito, al que sólo le falta ser visible y palpable para asemejarse a los seres humanos. ¿Por qué, pues, no ejercería una acción sobre la materia? ¿Acaso por el hecho de que su cuerpo es fluídico? Sin embargo, ¿no es entre los fluidos más rarificados, incluso entre los que se consideran imponderables, como la electricidad, donde el hombre encuentra sus más poderosos motores? ¿Acaso la luz, que es imponderable, no ejerce una acción química sobre la materia ponderable?
No conocemos la naturaleza íntima del periespíritu. Con todo, imaginemos que está constituido de materia eléctrica, o de otra tan sutil como esa. ¿Por qué razón, si lo dirige una voluntad, no habría de tener la misma propiedad de dicha materia?
Dado que la existencia del alma y la existencia de Dios, que son consecuencia una de otra, constituyen la base del edificio, antes de que demos comienzo a un debate espírita es conveniente que sepamos si nuestro interlocutor acepta esa base.
Si a estas preguntas:
  • ¿Crees en Dios?
  • ¿Crees que tienes un alma?
  • ¿Crees en la supervivencia del alma después de la muerte?
él responde en forma negativa, o incluso si contesta simplemente: No sé, desearía que fuese así, pero no estoy seguro –lo que a menudo equivale a una negación encubierta con cortesía, disimulada bajo una forma menos categórica para evitar un choque brusco con lo que denomina prejuicios respetables–, será inútil seguir adelante, tan inútil como pretender demostrar las propiedades de la luz a un ciego de nacimiento que no admite que la luz existe.
Porque, en definitiva, las manifestaciones espíritas no son otra cosa que efectos de las propiedades del alma. Por lo tanto, si no queremos perder el tiempo con semejante interlocutor, tendremos que seguir un orden de ideas muy diferente. En cambio, si la base es aceptada, no como una probabilidad, sino como algo probado e indiscutible, la existencia de los Espíritus se deduce de ahí con la mayor naturalidad.
Resta ahora la cuestión de saber si el Espíritu puede comunicarse con el hombre, es decir, si puede intercambiar ideas con él. ¿Por qué no? ¿Qué es el hombre, sino un Espíritu aprisionado en un cuerpo? ¿Por qué un Espíritu libre no podría comunicarse con un Espíritu cautivo, de la misma manera que un hombre libre se comunica con el que está prisionero?
Dado que admitimos la supervivencia del alma, ¿será racional que no admitamos la supervivencia de los afectos?
Puesto que las almas se encuentran por todas partes, ¿no será natural que creamos que la de un ser que nos ha amado durante su vida se acerque a nosotros, desee comunicarse con nosotros, y se sirva para eso de los medios que estén a su disposición?
Mientras se hallaba vivo, ¿no ejercía una acción sobre la materia de su cuerpo? ¿No era él quien dirigía sus movimientos? Así pues, ¿por qué causa no podría, después de su muerte, mediante un acuerdo con otro Espíritu que esté ligado a un cuerpo, valerse de ese cuerpo vivo para manifestar su pensamiento, de la misma manera que un mudo puede servirse de una persona dotada de habla para darse a entender?
Dejemos de lado, por unos instantes, los hechos que a nuestro entender hacen indiscutible esa cuestión, y admitamos la comunicación de los Espíritus como una simple hipótesis. Ahora solicitamos a los incrédulos que nos demuestren, no mediante una simple negación, ya que sus opiniones personales no pueden tomarse como ley, sino por medio de razones concluyentes, que eso no es posible. Nos ubicamos en su propio terreno, y puesto que desean evaluar los hechos espíritas con la ayuda de las leyes de la materia, les pedimos que extraigan de ese arsenal alguna demostración matemática, física, química, mecánica o fisiológica, y prueben, por a más b, siempre a partir del principio de la existencia y la supervivencia del alma:
1.º, que el ser pensante que existe en nosotros durante la vida, no debe pensar más después de la muerte;
2.º, que si continúa pensando, no debe pensar más en los que ha amado;
3.º, que si piensa en los que ha amado, ya no debe querer comunicarse con ellos;
4.º, que si puede estar en todas partes, no puede estar a nuestro lado;
5.º, que si está a nuestro lado, no puede comunicarse con nosotros;
6.º, que por medio de su envoltura fluídica no puede actuar sobre la materia inerte;
7.º, que si puede actuar sobre la materia inerte, no puede hacerlo sobre un ser animado;
8.º, que si puede actuar sobre un ser animado, no puede guiar su mano para hacer que escriba;
9.º, que si puede hacer que escriba, no puede responder sus preguntas, ni trasmitirle sus pensamientos.
Cuando los adversarios del espiritismo nos hayan demostrado que esto es imposible, por medio de razones tan patentes como las que empleó Galileo para demostrar que no es el Sol el que gira alrededor de la Tierra, entonces podremos decir que sus dudas tienen fundamento.
Lamentablemente, hasta el día de hoy toda su argumentación se resume en estas palabras: No lo creo. Por consiguiente, es imposible. Sin duda, nos replicarán que nos corresponde a nosotros probar la realidad de las manifestaciones. Pues bien, les damos esa prueba mediante los hechos y mediante el razonamiento. Si no admiten ni una ni otra cosa, si niegan incluso lo que ven, a ellos les corresponde demostrar que nuestro razonamiento es falso y que los hechos son imposibles.
Escrito por Allan Kardec. Publicado en El Libro de los Médiums

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NO TE RINDAS


A veces no entiendes cómo la gente todavía puede sonreír en un mundo como éste. Caminas por las calles y no ves gracia en el movimiento de las personas que van y vienen, no encuentras alegría en la vivacidad de los niños y no te das cuenta de estas supuestas cosas buenas que tiene la vida. Las noticias hablan de conspiraciones, estafas, matanzas. Empeoran tasas de esto o aquello. Y estás seguro de que no vale la pena invertir ningún esfuerzo en esta vida.
También hay una especie de vacío dentro de ti. Un dolor en la boca del estómago o en los pulmones, una dificultad para respirar, a veces. No sabes de qué se trata. ¿Será que todo el mundo tiene esto? Estudias por obligación o trabajas sólo por el resultado financiero. Eso, porque necesitas comer, necesitas un lugar para vivir, comprar algunas cosas… pero a veces te preguntas si vale la pena luchar por eso. Hay momentos en que comes más de lo que necesitas, en otros momentos no comes durante muchas horas y te das cuenta de que realmente no lo necesitas. Incluso podrías vivir sin eso…
Te das cuenta de que las personas se están aislando. Cada uno en su propio rincón. Por eso no hablas mucho de ti. De hecho, puedes pasar horas y horas sin pronunciar una sola palabra.
¡Nos estamos escondiendo detrás de las pantallas! – Escuchaste de un experto. Y en tu tiempo libre permaneces allí, en ese mundo que parece no tener fin, pero que a veces también tiene una cara de inmenso vacío.
La Internet parece estar llena de gente, pero al mismo tiempo, vacía. Me muevo dentro y fuera de este llamado mundo digital y sigo igual. – Son pensamientos que te vienen a la mente.
Te cansas de todo, de todos. Las personas no son interesantes. No tienen paciencia con casi nadie. De vez en cuando te golpea una profunda tristeza, como si se abriera un abismo en el pecho. Tienes ganas de llorar, pero no lo consigues. No entiendes que es eso. Te sientes solo.
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He aquí algunas palabras especiales para ti.
Primero: no te permitas la soledad prolongada. Cuenta con alguien con quien hablar, para abrirte. Alguien en quien confíes, alguien a quien puedas describir estas cosas extrañas que piensas, que sientes o que ves a tu alrededor. No te pierdas la referencia del amor, de los que te aman. Todos los tenemos a nuestro alrededor. Todos tenemos a aquellos que están dispuestos a acercarse a nosotros o simplemente escucharnos.
No estás solo.
No hemos sido simplemente abandonados en un mundo que va de mal en peor. Esta es otra visión distorsionada. Es una visión terrorista que muchos se han acostumbrado a transmitir o aceptar. No juzgues al mundo sólo escuchando a un lado. Hay mucho amor en las personas. El Universo está coordinado por el amor, aunque todavía tengamos dificultades para comprender ciertos mecanismos de sus leyes. Mira cómo te llega este mensaje. No es una coincidencia, no existe el acaso. Todo está en su lugar debido y la ayuda llega a quienes la necesitan en el momento adecuado.
No te rindas. No renuncies a tus ideales, sueños, objetivos. Si fuera necesario, vuelve a erguirte, reconstrúyete, solicita ayuda a una persona experta y vuelve sobre tus pasos. Ten en cuenta si tus síntomas no están relacionados con algún tipo de trastorno emocional. Todos estamos sujetos a estas dificultades. Finalmente, recuerda que la oportunidad de la encarnación es el mayor tesoro que hemos recibido. Disfruta cada momento.
Redacción del Momento Espírita


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Problemas psicológicos contemporáneos


 La voluptuosidad por la velocidad, en ansia indomada de disfrutar más placer, ganándose el tiempo, que se convierte en verdadero verdugo de los sentimientos y de las aspiraciones, viene transformando al ser humano en robot, que perdió el sentido existencial y vive en función de las búsquedas, cuyas metas nunca son conseguidas, frente al cambio que se opera en el significado de cada una.
La superpoblación de las ciudades, deshumanizándolas, quita el carácter al individuo, que pasa a vivir exclusivamente en función del poder que puede ofrecer comodidad y gozo, considerando a las demás personas como descartables, evitando vincularse afectivamente, por el recelo que mantiene de ser utilizado y olvidado, en un mecanismo inconsciente sobre el comportamiento que conserva en relación a los otros.
El egoísmo pasa a gobernar la conducta humana, y todos se agarran en interminable lucha de conquistar lo mejor y mayor parte, incluso que eso resulte en perjuicio calculado para aquellos que comparten con su grupo social. En esas uniones, la astucia parece sustituir a la inteligencia y el inmediatismo desestructura todas las manifestaciones éticas que son parte de las conquistas de la inteligencia y de la civilización.

La disminución del espacio oprime a aquel que allí reside y lo desvaría, por impedirlo a moverse saludablemente y de vivir con dignidad, empujándolo para la búsqueda desordenada de sustitutos emocionales que le son negados por las injusticias y crueldades de los intereses mezquinos, tirándolo al desespero sin control.
Proliferan los contrastes socioeconómicos y, de inmediato, los socio-morales, separando los individuos que se alzan, los primeros, a las posiciones envidiables, y los segundos, que son tirados a los tugurios de la vergüenza, de la miseria, del abandono, donde brotan los crímenes hediondos y la indiferencia por la vida, caso, también, no ocurriese lo mismo, guardadas las proporciones comprensibles, con los grupos privilegiados, en los cuales predominan la abundancia y el aburrimiento.
De forma idéntica, la riqueza, que aumenta en un país, conspira en favor de la miseria en otro, que se empobrece, mientras el afortunado que lo explota progresa, ampliando el área de los conflictos individuales que explotan más tarde en luchas colectivas, en guerras destructoras. En ese campo, lleno de los espinos de la insensibilidad por el dolor ajeno, por el abandono de las multitudes hambrientas y enfermas, por el desánimo moral que se extiende, los valores éticos, a su vez, pasan también a ser contestados por los que se consideran privilegiados, atribuyéndose el derecho de cualquier conducta que el dinero hace desaparecer y la sociedad acepta. 
La inversión de los contenidos psicológicos individuales y colectivos demuestran la inmadurez moral y espiritual de individuos y grupos sociales, cuyos objetivos existenciales estuvieron vinculados durante la formación de la personalidad, en el utilitarismo, en la conquista del poder para disfrutar, en la construcción del ego que se insensibiliza, a fin de huir de la responsabilidad de los deberes de la solidaridad y de la participación. Aquel que se aísla en el interés personal, esclavizándolo, volviéndose víctima de sí mismo, presentando un rostro feliz y viviendo una experiencia atormentada. A su vez, la ciencia y la tecnología ayudando al progreso de la sociedad, dejaron en las mentes la impresión de ver portadoras del poder absoluto, capaces de rellenar las lagunas de las necesidades, creyendo que trabajaban solo el hombre físico, animal, social, olvidando deliberadamente lo espiritual, aquel que es la realidad, el Self eterno. De hecho, las conquistas contemporáneas liberaron al ser humano de muchas pesadas labores, pero no consiguieron rellenar su vacío existencial, que ha sido fundamental en todo el proceso de la evolución psicológica y psíquica del mismo. La falencia de esos valores y conquistas es innegable, volviéndose impostergable un cambio de propuesta filosófica y de conducta psicológica humana.
Espíritu Joanna de Angelis
Médium Divaldo Pereira Franco-(El despertar del espíritu)

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Simplicidad y grandeza del Espiritismo
La Doctrina Espírita, por sus fundamentos y desdoblamientos propios de su contenido doctrinario, es grandiosa por varias razones. Entre ellas, se destacan los beneficios directos del esclarecimiento a la mente humana, basados en la más perfecta lógica y buen sentido, además del alivio al corazón por el consuelo propio del mensaje totalmente estructurado en el Evangelio de Jesús. Sus respuestas a las extensas cuestiones humanas, todas construidas en las bases de la ciencia, de la filosofía y de la religión, además de su triple aspecto de sus fundamentos, atienden a todos los estadios del intelecto humano, cuando la persona se libere de preconceptos y acepte estudiar para conocer al menos, aunque a título cultural, pues la Doctrina Espírita desea sólo ser conocida, nunca impuesta.
Sus bases inspiran el amor al prójimo, en el amplio sentido de la caridad, dispensan cualquier formalismo o rituales, invitan a la fe racional y estimulan el autoperfeccionamiento y el trabajo en el bien como herramientas de conquista del mérito de la felicidad accesible a cualquier persona. Por eso, están distantes de la práctica espírita las manifestaciones de la vanidad, de la autopromoción, de la imposición de ideas, de los abusos de cualquier especie, de la explotación de la fe e incluso la obtención de cualquier ventaja. Y como ahora la idea espírita ya encuentra una amplia aceptación en el medio popular, surgen los peligros de la infiltración de ideas y posicionamientos extraños a la simplicidad y grandeza del mensaje espírita.
Es donde surge el exhibicionismo o la publicación de obras extrañas, con ideologías conflictivas con la pureza de los principios espíritas, comprometiendo la lógica y el buen sentido tan bien expresados en la genuina literatura espírita. Es donde surge el uso de términos exóticos, de difícil comprensión para el gran público, complicando la simplicidad de las enseñanzas. Eventos o promociones inaccesibles a la gran masa popular, distanciando el pensamiento confortador de Jesús de las angustias del pueblo… Y más los festivales de vanidad que humillan o exigencias impropias, totalmente incoherentes con la simplicidad de las enseñanzas del amor traídos por el Maestro de la Humanidad. Pero es en la literatura y en la tribuna, tal vez, sin contar los alfilerazos propios de la difícil relación humana, que nos estamos comprometiendo más. Es cuando no simplificamos las enseñanzas y deseamos dar demostraciones intelectuales en vez de preocuparnos con la claridad propia del Espiritismo. Tenemos que “masticar” las enseñanzas para la mente popular, tenemos que hacer llegar la grandeza del Espiritismo en el día a día de las dificultades que la persona está enfrentando para que pueda superar sus dramas y angustias. Nadie niega, aun, que hay eventos, estudios y literaturas específicas que exigen más cualificación y dirección específica. Pero complicar algo tan simple y al mismo tiempo grandioso, inventar teorías, preocuparse con opiniones personales, desear proyectarse a través de teorías esdrújulas, extrañas e incoherentes, ya es otra cosa que se sitúa muy distante de las propuestas de renovación y perfeccionamiento traídas por el Espiritismo.
Que podamos despertar de ese letargo de una concurrencia que intenta sobreponerse al propio Espiritismo para volcar la atención debida y merecida a la tarea que mutuamente asumimos de honrar el conocimiento liberador de la extraordinaria Doctrina Espírita. ¿Libros o teorías extrañas al Espiritismo, que intentan imponer ideas esdrújulas? Basta seguir el consejo de Erasto en El Libro de los Médiums*: “(…) Desde que una opinión nueva se presenta, por poco que nos parezca dudosa, pasadla por la criba de la razón y de la lógica; lo que la razón y el buen sentido reprueban, rechaza osadamente; vale más rechazar diez verdades que admitir una sola mentira (…)” Los que tienen el don de la palabra, hablen, hagan charlas públicas, conferencias; los que tienen el de escribir escriban; y los que no pueden coordinar ideas, copien escritos doctrinarios incluidos en las obras espíritas y lean por ocasión de las reuniones, que deben ser en días determinados y con las puertas abiertas, con entrada gratuita.
Cairbar Schutel
Mensaje traducido por Isabel Porras-España.

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¿Cómo se podría explicar el dogma del  “Pecado Original”?

El Cristianismo en sus comienzos durante los tres primeros siglos que siguieron a la muerte de Jesús fue sencillamente interpretado y practicado por las primeras masas de seguidores que se constituyeron en grupos interrelacionados entre ellos por el conocimiento de una nueva fe de carácter religioso con arreglo a la más pura enseñanza del Maestro Jesús, según relataban los discípulos y otros seguidores que lo conocieron de primera mano o que se supieron cercanos a los seguidores que tuvo Jesús de Nazaret a lo largo de su vida, testigos de sus  milagros y de su doctrina, pero tras esos tres primeros siglos, a partir del Concilio de Constantinopla  muchos de estos cristianos bajo la amenaza del anatema, tuvieron que renunciar forzosamente a algunas creencias comunes hasta entonces entre los primeros cristianos y  a su vez,  admitir los dogmas que a su conveniencia fue estableciendo la Iglesia, que uniendo su influencia a los poderes públicos, a partir de entonces fue prisionera del poder establecido, estableciéndose una simbiosis entre los gobernantes políticos y los    dirigentes religiosos, o sea, se unió el poder político al poder espiritual.
Uno de los conceptos que se impusieron, es el de que  cuando venimos a este mundo, es la primera vez que lo hacemos  y sólo por el hecho de nacer y existir, ya  traemos sobre nosotros la culpa terrible e injusta de un pecado que no hemos cometido personalmente jamás, porque, según la idea cristiana no existíamos antes, pero  Dios hace perpetua esta falta que en su día cometieron nuestros “Primeros Padres”, imponiendo a su vez el dogma de que toda la Humanidad descendemos de una sola pareja humana, y sin saber muy bien en que consistió esta terrible desobediencia que nos ha aportado una eterna  y terrible amenaza al género humano sin tener culpa en ello, pues esa desconocida desobediencia de consecuencias  infinitas, en todo caso  la cometieron nuestros primeros padres ( si hubiesen existido como tales), pero no nosotros  porque  aún no existíamos y Dios que es Perfecto en todos sus atributos, es infinitamente justo, por lo que no cabe aceptar que fuese eternamente injusto con sus hijos de nueva creación. ¿Sería  Dios justo si nos privase de la eterna dicha  por este “pecado” que no hemos cometido,, mientras que a otros solo por ser  sometidos, ( sin que haya mediado  en ello su voluntad),  al ritual del bautismo, eso les abra las puertas del “Cielo”?
        Según la leyenda bíblica, ¿ En qué consistió tal pecado de comer la fruta prohibida?; ¿ Fue tal, cual, literalmente?. He de decir aquí que no hubo tal manzana, ni tal serpiente, como no hubo ningún hombre solo en el planeta llamado Adán, ni ninguna mujer única, llamada Eva. Si descendiéramos de esta sola pareja, hubiera supuesto la perpetuación de un incesto generacional de muchos siglos o milenios, y la propia raza humana no existiría por no haber podido sobrevivir a tantísimas generaciones de repetida consaguinidad; la idéa en sí es totalmente absurda. Sin embargo se trata de una alegoría por la que los espíritus humanos, ( Adán), cometieron un acto de desobediencia a la Voluntad Divina, en cuanto a resistir el impulso de la Ley de Evolución en ellos mismos, desde otros mundos de los que fueron expulsados ( el Paraíso perdido por su retraso evolutivo), para  reencarnar entre los seres humanos que ya habitaban antes este planeta, y con los que se mezclaron, generando los auténticos primeros padres origen de la humanidad actual;  estos son a  los que se refiere el antíguo relato bíblico, como que  designa como “Eva”, o "raza de Eva".
          Además, ¿ cómo el Ser humano  limitado y finito, iba a tener capacidad de ofender “infinitamente” a  Dios, que es  la única Razón Infinita de todo cuanto existe?. ¿ Si esto así fuese,  no haría parecer a Dios  como un Ser limitado y pequeño, infinitamente rencoroso, además de  infinitamente injusto?.
        Bien mirado, no es de extrañar que haya tantos ateos entre las personas que apenas se han asomado a estos relatos bíblicos, y no se les ha sugerido una explicación más lógica y racional que la escrita como “Palabra de Dios”.
Las diversas religiones cristianas, con los  rituales particulares de cada una, contemplan que la única forma de “lavar” esta culpa, es mediante el rito o sacramento del Bautismo, y los que no se sometan a este ritual, serán castigados con “El Limbo”, o sea  la nada, en el mejor de los casos.¿ Acaso Dios, infinitamente previsor, no supo cuando nos creó, que unos iban a ser sometidos a este ritual y salvados para la eternidad, mientras otros no serían bautizados y por ese detalle iban a ser condenados eternamente, sin haber tenido culpa de nada?.
Jesús se hizo bautizar por Juan, no para “lavar” su pecado original, sino  porque en las doctrinas orientales, incluida la hebrea, cada rito y acto  religioso tiene una simbología y un significado y este ritual o ceremonia  era el símbolo de un cambio de vida en quien  recibía el rito del bautismo.   El lo recibió para dar ejemplo personal ante los demás,de su  sumisión a Dios y al sometimiento a las leyes y costumbres de su época , así como  para que los fariseos no pudieran devolverle la reprensión que  Jesús les hizo por no haber creído en Juan el Bautista.
Bajo  el prisma de  la Reencarnación , el “Pecado Original”, no es otro que los defectos y deudas morales  que  traemos individualmente desde otras vidas anteriores, pendientes de superar, y que nos es regulado y corregido  por la Ley de Causa y Efecto, que es la que lo "lava" o regula a lo largo de las vidas. Asimismo, teniendo en cuenta nuestro libre albedrío, también es nuestro pecado original el atraso espiritual evolutivo, a falta de haber adquirido virtudes aun pendientes de conquistar y eliminado defectos pendientes de superar.
Por supuesto, que este pecado original, no se borra con ningún ritual religioso, sino con nuestras buenas acciones en la vida, aceptando sin rebeldías la acción en nuestra vida  de la Ley de Consecuencias, que  cuando es  negativa o dolorosa, sabemos que en esos casos en los que la vida nos presenta sinsabores y dolores, estos son  una consecuencia de la Justicia natural que equilibra las faltas del pasado,  así como  por el aprendizaje positivo para nuestra evolución espiritual, de lo que la misma vida nos ofrezca.
 - Jose Luis Martín-

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