1.- El Espiritismo Cristiano
2.- La Meditación
3.- Existencia del Más Allá-Testimonio
4.- Las verdades del Espiritismo
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EL ESPIRITISMO CRISTIANO
Esta denominación habitual del Espiritismo, suele llevar a confusiones. No se debe interpretar que los espíritas pertenecemos a ninguna religión ni a ninguna secta: ¡ Somos Libre Pensadores!. El sentido cristiano que es el que desarrolla Allan Kardec en "El Evangelio según el Espiritismo, que es precisamente el que nos habla de la Tercera Revelación, el verdadero Cristianismo que revelaba Jesús sin ninguna clase de ritos ni ceremoniales, sin misterios ni dogmas; solamente lo verdadero, que son los valores humanos y la oración al Padre Supremo Creador. El nombre de cristiano se lo han adjudicado diferentes religiones, apartándose de su verdadera esencia.
Los espiritistas proclamamos el libre examen de las ideas en toda su amplitud, de modo que las cosas que no fueren de razón para cada uno, tampoco pueden serlo de obligación ni de devoción.
En lo posible, no dogmaticemos en nada, y aceptemos toda verdad hecha evidente, venga de donde venga, para evolucionar con ella.
El Espiritismo no ha de llenar su misión cultivando censuras, ni críticas, ni violencias de palabra o de obra, sino sembrando soluciones racionales, dentro de lo que se crea mejor.
Creemos que hay que respetar en absoluto las ideas de los demás, dejando a cada uno la responsabilidad de sus creencias, sin que esto impida las comparaciones serenas, o el comentario desapasionado de cualquier principio para de enmendar lo que se estime equivocado, y en todos los casos, hacer honor a este lema: "Hacia lo Superior, por el Amor , la Ciencia y el Estudio".
- Extractado de dos artículos de Salvador Sanchis Serra, en la Revista "Fraternidad Cristiana Espírita" núm.24 de Nov/Dic de 1989-
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LA MEDITACIÓN
Los diccionarios informan que la palabra meditación significa contemplación, hábito de reflexionar, de pensar, de reflejar, e incluso orar. Cuando efectuamos una acción mental meditativa, estamos reflexionando, pensamos, oramos, contemplamos o visualizamos mentalmente alguna cosa. Este acto de meditar presupone que alguien se aparte mentalmente de las cosas exteriores y se introduzca voluntariamente en sí mismo, en el sentido de producir una introspección analítica y profunda del objeto de la meditación, o bien permitiendo el libre fluir de sus pensamientos.
Tenemos en consideración, por lo tanto, el mundo exterior con su compleja red de interrelaciones sociales, y el mundo interno de cada persona. Por lo general los individuos viven más en el área externa y por eso luchan para liberarse de problemas tales como un jefe dominante, un marido autoritario o una situación económica difícil. Es evidente que el mundo interior todavía no ha sido descubierto plenamente por la humanidad.
Arriesgamos todas las fichas en el juego de la competencia pueril de los valores materiales, y nos olvidamos de abrir la puerta de acceso al mayor tesoro que el ser humano posee: El Espíritu. La meditación y la plegaria son las puertas de conducen hacia el YO INTERNO, hacia un mundo que todavía aguarda ser descubierto, hacia la creatividad, hacia la compasión, hacia la intimidad del ser, en definitiva para conocernos mejor y de esta manera valernos adecuadamente de las energías mentales que están a nuestra disposición.
Es suficiente que adoptemos algunas iniciativas de introspección y análisis para rescatar el inmenso potencial interior que todavía no ha sido explorado, fruto muchas veces de la ignorancia o de la torpeza respecto de ese tema de capital importancia para la felicidad humana. ¿Cómo lograr el conócete a ti mismo, sin meditaciones profundas y serenas acerca de nuestras emociones y sentimientos, si estas son precisamente las que señalan los caminos que nos guían a la felicidad?.
Sócrates permanecía durante varias horas seguidas meditando profundamente, instalado en un ángulo de su casa interior. Jesús a menudo podía ser visto en actitud de orar y meditar, envuelto en un halo de color púrpura que brotaba de su Espíritu angelical. Fue mediante la meditación debajo del árbol Bó que Buda halló y enunció las bases de su doctrina.
El psicólogo Daniel Coleman es el autor del libro Inteligencia Emocional, donde expresa con claridad que "pese a las costumbres relativas a la práctica, el verdadero contexto de la meditación es la vida espiritual". Consiste en la obtención de un estado de conciencia que nos coloque más allá de la mezquindad alimentada por las contiendas de la vida cotidiana. También Emmanuel destaca en el libro Camino,Verdad y Vida, los siguientes conceptos:
"Apártate de los lugares comunes a los que aún eres afecto. Concéntrate durante algunos minutos y experimenta la compañía del Cristo a bordo de la nave de tus pensamientos más puros, en el mar de las preocupaciones cotidianas...
Él lavará tu mente colmada de aflicciones.
Será el bálsamo para sus heridas. Te ofrecerá saludables sugerencias.
Haz silencio, y escucharás Su voz en la sublimidad del silencio".
Meditar es, en síntesis, transformar la mente en un instrumento útil para la conquista del autoconocimiento, para la pacificación de los elementos mentales, así como para predisponer al individuo a su vida de relación. Meditar es contemplar el inconmensurable océano de las bienaventuranzas del espíritu, que aguarda que nos decidamos a utilizarlo. Meditar consiste en definitiva, en aislarnos del bullicio de la vida exterior e introducirnos en la calma de Dios, instalada en nosotros, en nuestro Yo pleno e íntimo.
- Jasón de Camargo- (Educación de los Sentimientos)
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EXISTENCIA DEL MÁS ALLÁ
TESTIMONIO DE JOSÉ MARÍA .
Transcribimos el testimonio de alguien que vivió de primera mano, junto con su hermana, la desencarnación de un ser muy querido. Lo que hace singular esta experiencia es que procede de una persona hasta ese momento escéptica en relación a las cuestiones relacionadas con el Más Allá. Alguien que no tiene ninguna pretensión de convencer a nadie, lo único que hace es trasladar su sorpresa ante los acontecimientos relativos a la muerte que tuvo que vivir en un hospital.
TESTIMONIO 12 de julio 2012.
"El 4 de agosto hará un año que se fue mi padre. Y digo se fue y no se murió, no porque quiera pensar que fue así, o porque ese sea mi consuelo, sino porque así lo vi y lo viví. Lejos de ser la experiencia amarga y traumática que yo esperaba, fue la experiencia más intensa que he vivido hasta ahora.
Yo nunca he sido creyente, como mucho me consideraría agnóstico. Mi padre tampoco era para nada creyente, y desde luego no tenía ninguna gana de morir. Digo esto para dejar claro que la experiencia que tuve no era por haber estado influenciado de alguna manera en este sentido.
Mi padre había tenido una hemorragia pulmonar como consecuencia de una metástasis. Cuando ingresó en urgencias los médicos me dijeron que apenas viviría unas horas. El caso es que después de 4 días aún seguía vivo. Los médicos no se podían explicar cómo seguía allí. Durante esos 4 días, mi hermana y yo no nos separamos de su lado, pues esperábamos su muerte en cualquier momento. Él estaba sedado y no mostraba ningún signo de que fuera consciente de lo que ocurría a su alrededor. Curiosamente y no sé como sucedía, había ocasiones en que notaba perfectamente que me “hablaba” de alguna manera, y me decía lo mucho que nos quería. Además, comprendí claramente que estaba vivo por amor hacia nosotros, y me di cuenta del esfuerzo que eso le suponía.
Cuando volví de comer algo el 4º día, mi hermana me dijo que acababa de irse la doctora de paliativos y que le había dicho que mi padre estaba esperando que “le diéramos permiso para partir”, y que hasta que no lo hiciéramos, él aguantaría lo imposible para seguir ahí.
A mí eso me pareció algo surrealista, pero dada la situación me armé de valor y me puse a un lado de la cama, mi hermana estaba al otro. No sé por qué razón puse mi mano sobre su corazón. Notaba su latido perfectamente. Le dijimos lo mucho que le queríamos, que se podía ir tranquilo, que nosotros estábamos ya preparados para seguir solos, y que era hora de que pudiera descansar.
Fue decirle: “Adiós papá… hasta pronto”, y su corazón dejó de latir. Me quedé sorprendidísimo; pero ahí no había acabado todo….
Inmediatamente “noté”, “vi” o “sentí” como salía de su cuerpo, me “atravesaba” y se iba. Miré a mi hermana y por la cara que tenía supe que estaba sintiendo lo mismo que yo… Empezó a decir: ¿Lo has visto? Inmediatamente nos embargó una paz como nunca había sentido; todo me parecía maravilloso. No sé si la habitación se iluminó de alguna manera, pero fueron unos segundos o minutos, no sé, en los que desde luego tuvimos un “destello de eternidad”.
Miré el cuerpo de mi padre y tuve la sensación de ver una “funda vacía”; vi perfectamente que él ya no estaba allí. En ese momento no me hubiera importado en absoluto si hubieran cogido ese cuerpo y lo hubieran tirado directamente a la basura.
Cuando salimos del hospital, mi hermana y yo estábamos casi eufóricos. Si, aunque cueste creerlo, a mí el primero. Es más, si acaso me sentía mal era por sentirme tan bien.
¿Es esto una especie de muerte compartida? No lo sé.
Por supuesto que le echo de menos, y creo que no hay día que no me acuerde de él, pero tanto mi hermana como yo, no hemos pasado por ningún tipo de duelo. Pero lo que más me sorprende es que, a pesar de que mi padre nos visitaba a diario, y su relación tanto con mi hermana como conmigo era muy intensa y era el abuelo maravilloso; mis hijos y mis sobrinos están perfectamente, como si nada hubiera pasado.
Lo único que sé es que lo que vi fue real, no fue una alucinación. Mi hermana sintió lo mismo. Eran las 4 de la tarde y no estaba soñando. Estaba perfectamente sereno y hacía tiempo que había asumido que la muerte de mi padre era un simple proceso biológico que seguía su curso.
Lo único que sé ahora es que somos algo más que un cuerpo biológico, que hay algo más. ¿Alma?, no lo sé, solo sé que “eso” que era mi padre salió de su cuerpo y se fue. Lo vi.
Redacción de Amor, Paz y Caridad,
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LAS VERDADES DEL ESPIRITISMO.
José Aniorte Alcaraz.
La doctrina de los espíritus, podemos resumirla en tres puntos principales: la naturaleza del Espíritu, su destino, y las leyes superiores que rigen el Universo.
Lo más importante para nosotros es saber, ante todo, qué somos, de donde venimos y adonde vamos.
El ser humano tiene dos cuerpos; uno de materia grosera que lo relaciona con el mundo físico, y otro fluídico con el cual entra en comunicación con el mundo de los espíritus.
El cuerpo físico se desvanece, se desintegra cuando se produce la muerte. El cuerpo fluídico es indestructible, pero se transforma según el estado evolutivo del Espíritu. Éste debe considerarse como el cuerpo verdadero, el molde sobre el cual se desenvuelve la vida física. Con el acoplamiento de él se modelan los órganos y agrupan las células; él es quien garantiza su funcionamiento.
El periespíritu o cuerpo fluídico, es el agente de todas las manifestaciones de la vida, lo mismo en la Tierra como en el Espacio. Tiene toda la vitalidad y energía que necesita el cuerpo para nacer y desarrollarse.
El Espíritu piensa, siente, es feliz o sufre, es luminoso o se envuelve en las sombras. No podemos verlo ni imaginarlo, es una fuerza mental en constante evolución, no podemos darle una forma visible porque es imposible; en esto sí que podemos decir que Dios nos hizo a su semejanza. El Espíritu puede llegar a ser un dios, participar en la creación y expansión del Universo, interpretando y cumpliendo la voluntad de Dios. Por mucha elevación y perfección que alcance el Espíritu,
a diferencia de Dios, siempre tiene sus limitaciones: el Espíritu tiene necesidad de un cuerpo fluídico para manifestarse, para encarnar y desencarnar, para trabajar, evolucionar, para tener una identidad visible que refleje su verdadera personalidad. Este cuerpo fluídico, es el periespíritu, que está compuesto de una combinación de fluidos semi-materiales, es el intermediario entre el Espíritu y el cuerpo físico; es también como un espejo que refleja y toma la verdadera imagen que el Espíritu tiene
creada en su mente. Esta imagen puede ser sublime y luminosa, enferma o animalizada. A medida que la imagen creada en la mente del Espíritu va cambiando, esta imagen reflejada en el periespíritu también va cambiando.
El espíritu humano está destinado a habitar alternativamente dos mundos diferentes, el físico y el espiritual; su organismo debe contener todos los elementos capaces de ponerle en relación con esos mundos, para poder lograr en ellos su progreso espiritual.
El alma humana tiene los gérmenes de nuevos sentimientos que emergerán y se manifestarán durante el curso de existencias futuras, ampliando cada vez más el camino que debemos seguir hacia nuestra redención espiritual. Los esfuerzos que debemos hacer para conseguir este objetivo, se encuentran en correlación con el grado de nuestro adelanto, y en correspondencia directa con el medio en que habitamos. Todo se encadena y se armoniza en la vida física, y en el orden moral de las cosas.
El ser humano actual tiene los elementos necesarios para su grandeza futura; con su progresión verá manifestarse a su alrededor y en todas las cosas, cualidades que aún le son desconocidas. Aprenderá a conocer fuerzas y poderes cuya existencia no puede sospechar.
El Espíritu, con el cuerpo físico es como un prisionero en un calabozo, y el ser inteligente y seguro de sí mismo, debe vivir su vida con total normalidad, hacer de ella algo útil y provechoso, y cuando deje la prisión de la carne, podrá gozar de los beneficios obtenidos. La libertad definitiva, sólo se consigue con la muerte del cuerpo. Conociendo y estudiando estos diferentes aspectos de nuestra existencia, es como se llegará al conocimiento real de lo que en realidad somos. El hombre dejará de ser para sí mismo un misterio vivo; ya no estará como hasta hoy, ignorando las nociones precisas sobre su naturaleza espiritual y su porvenir.
Lo más importante para nosotros es saber, ante todo, qué somos, de donde venimos y adonde vamos.
El ser humano tiene dos cuerpos; uno de materia grosera que lo relaciona con el mundo físico, y otro fluídico con el cual entra en comunicación con el mundo de los espíritus.
El cuerpo físico se desvanece, se desintegra cuando se produce la muerte. El cuerpo fluídico es indestructible, pero se transforma según el estado evolutivo del Espíritu. Éste debe considerarse como el cuerpo verdadero, el molde sobre el cual se desenvuelve la vida física. Con el acoplamiento de él se modelan los órganos y agrupan las células; él es quien garantiza su funcionamiento.
El periespíritu o cuerpo fluídico, es el agente de todas las manifestaciones de la vida, lo mismo en la Tierra como en el Espacio. Tiene toda la vitalidad y energía que necesita el cuerpo para nacer y desarrollarse.
El Espíritu piensa, siente, es feliz o sufre, es luminoso o se envuelve en las sombras. No podemos verlo ni imaginarlo, es una fuerza mental en constante evolución, no podemos darle una forma visible porque es imposible; en esto sí que podemos decir que Dios nos hizo a su semejanza. El Espíritu puede llegar a ser un dios, participar en la creación y expansión del Universo, interpretando y cumpliendo la voluntad de Dios. Por mucha elevación y perfección que alcance el Espíritu,
a diferencia de Dios, siempre tiene sus limitaciones: el Espíritu tiene necesidad de un cuerpo fluídico para manifestarse, para encarnar y desencarnar, para trabajar, evolucionar, para tener una identidad visible que refleje su verdadera personalidad. Este cuerpo fluídico, es el periespíritu, que está compuesto de una combinación de fluidos semi-materiales, es el intermediario entre el Espíritu y el cuerpo físico; es también como un espejo que refleja y toma la verdadera imagen que el Espíritu tiene
creada en su mente. Esta imagen puede ser sublime y luminosa, enferma o animalizada. A medida que la imagen creada en la mente del Espíritu va cambiando, esta imagen reflejada en el periespíritu también va cambiando.
El espíritu humano está destinado a habitar alternativamente dos mundos diferentes, el físico y el espiritual; su organismo debe contener todos los elementos capaces de ponerle en relación con esos mundos, para poder lograr en ellos su progreso espiritual.
El alma humana tiene los gérmenes de nuevos sentimientos que emergerán y se manifestarán durante el curso de existencias futuras, ampliando cada vez más el camino que debemos seguir hacia nuestra redención espiritual. Los esfuerzos que debemos hacer para conseguir este objetivo, se encuentran en correlación con el grado de nuestro adelanto, y en correspondencia directa con el medio en que habitamos. Todo se encadena y se armoniza en la vida física, y en el orden moral de las cosas.
El ser humano actual tiene los elementos necesarios para su grandeza futura; con su progresión verá manifestarse a su alrededor y en todas las cosas, cualidades que aún le son desconocidas. Aprenderá a conocer fuerzas y poderes cuya existencia no puede sospechar.
El Espíritu, con el cuerpo físico es como un prisionero en un calabozo, y el ser inteligente y seguro de sí mismo, debe vivir su vida con total normalidad, hacer de ella algo útil y provechoso, y cuando deje la prisión de la carne, podrá gozar de los beneficios obtenidos. La libertad definitiva, sólo se consigue con la muerte del cuerpo. Conociendo y estudiando estos diferentes aspectos de nuestra existencia, es como se llegará al conocimiento real de lo que en realidad somos. El hombre dejará de ser para sí mismo un misterio vivo; ya no estará como hasta hoy, ignorando las nociones precisas sobre su naturaleza espiritual y su porvenir.
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