1- El hombre no es extranjero en ninguna parte
2- Arrepentimiento, culpa y reparación
3- Día internacional de la Mujer
4- Los caminos de las almas
5- Familia desconocida
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EL HOMBRE NO ES EXTRANJERO
EN NINGUNA PARTE
Exponer este tema para aquellos que no tienen un conocimiento filosófico o que no pertenecen a alguna escuela espiritual o metafísica resulta una tarea arduo difícil. Sin este conocimiento espiritual sería casi imposible comprender por qué el hombre no es extranjero en ninguna parte.
Nuestro planeta se encuentra dividido en diferentes continentes, países, razas, idiomas, culturas, religiones, etc. Los pueblos están delimitados por fronteras que vienen a determinar un supuesto territorio sobre el cual se dice que existe soberanía; pero esta soberanía no es más que la consecuencia de los deseos de poder y ambición en la que está sumergido el hombre. Cegado por el mundo de los sentidos centró sus intereses en obtener riquezas y beneficios materiales, olvidándose de desarrollar la parte espiritual que lo conforma y obviando las palabras del sabio Galileo: “Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Remitiéndonos a la historia, vemos cómo para obtener esa soberanía ha prevalecido el dominio del hombre por el hombre. A base de guerras, conquistas, exterminios y violaciones, muchas de ellas en nombre de Dios, hemos producido todas estas divisiones étnicas, culturales y territoriales; pero ¿Somos realmente diferentes por tener diferentes culturas o creencias? ¿En qué nos diferenciamos los unos de los otros?
Parodiando a Hegel, ésta es una “diferencia que no es diferencia” porque el ser humano es un ser infinito-finito. En el mundo de los sentidos nos vemos deslindados de nuestro prójimo; pero en realidad estamos unidos por un lazo indisoluble, común a todos los seres que habitan el infinito Universo.
Si se tiene la oportunidad de conocer diferentes países, uno va poco a poco apropiándose de culturas y maneras de pensar distintas, aparentemente contradictorias, pero cuando se analiza al ser humano, se llega a comprender que las necesidades del hombre, son iguales en todas partes; que sus sueños e inquietudes espirituales son los mismos, no importa lo distante de un país de otro, no importan las fronteras, las creencias religiosas o los aprendizajes culturales. En esencia, todos los seres humanos buscan y trata de alcanzar un estado óptimo de bienestar, que es lo que llamamos felicidad.
Cuando el hombre ha experimentado lo suficiente y logra un nivel cognoscitivo superior, puede comprender la sabia sentencia de Jesús de Nazareth: “La casa de mi Padre tiene muchas moradas”; entonces entiende que en el mundo real no existen fronteras ni divisiones y que, como hombre, está en la necesidad de aprender y demostrar la vida a través de múltiples reencarnaciones y que en función de su plan de trabajo debe vivir no sólo en diferentes países de la tierra, sino también en distintos mundos del Universo, unas veces nacerá como blanco, otras como negro o mestizo, como rico o pobre, como hombre o mujer, según sea su actuación en la tierra y según sea su programa.
En cada existencia y de acuerdo con nuestro programa espiritual, escogemos la raza, el sexo, el país, los padres y circunstancias particulares que nos van a permitir desarrollar nuestro plan de vida; siempre en función de los compromisos y deudas contraídas en existencias anteriores. Esta experiencia de vida trae como lógica consecuencia que el ser humano se desarrolle como ente corpóreo-espiritual y alcance un grado elevado de conocimiento que le permitirá reconocer en los demás seres humanos a su hermano.
Para entonces ya su nivel de espiritualidad le hará comprender las leyes universales que lo llevarán a afirmar axiomáticamente que el hombre no es extranjero en ninguna parte y que su patria es el Universo.
Por: María Di Matteo
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El mejor camino para una persona que cometió un error y que lo comprendió así, es sin duda, el del arrepentimiento. Ese sería el primer grito de la conciencia para anunciar que aquello que nosotros hicimos mal, no lo deberíamos haber hecho. La conciencia moral nos advierte que nosotros hicimos mal, no lo deberíamos haber hecho. La conciencia moral nos advierte en cuanto a lo que vale nuestra acción.
Desde el punto de vista ético y de vivencia se puede afirmar que el arrepentimiento es una insatisfacción causada por la violación de un principio moral aceptado por la persona como un valor necesario. Esto resulta de la libre aceptación de la punición o castigo, además de lo que la persona se dispone a evitar futuras transgresiones.
En el plano de la evolución del Espíritu el arrepentimiento por sí mismo ya es una conquista, porque significa que hubo algún progreso. Solamente se arrepienten sinceramente las criaturas que logran desarrollar cierta sensibilidad ( feeling en la lengua inglesa), lo que Kardec llamó apropiadamente madurez del sentido moral. Y es esta madurez la que nos permite comprender la esencia de la Doctrina, conforme al análisis particular que Kardec hace acerca de los buenos espíritas:
"(...) la parte, por así decir, material de la ciencia, solamente requiere ojos que observen, mientras la parte esencial exige cierto grado de sensibilidad, la cual se puede llamar madurez del sentido moral, madurez que es independiente de la edad y del grado de instrucción, porque es peculiar al advenimiento, en sentido especial, del Espíritu encarnado".
El pensamiento espírita establece una nítida relación entre sentido moral y sensibilidad. Proponiendo una reflexión de la naturaleza psico-sociológica que conforma nuestro reciocinio, Kardec considera que los lazos de familia son más fuertes en el seno de una civilización moral más avanzada (como parece ser la nuestra), y que "esos lazos, más débiles en los pueblos primitivos, se fortalecen con el desarrollo de la sensibilidad y del sentido moral".
Kardec afirmó que “con la inteligencia y el sentido moral nacen las nociones del bien y del mal, del justo e del injusto”. Y nacen también los fenómenos emocionales del arrepentimiento, del remordimiento y de la culpa, que abren caminos para la futura reparación.
Como vemos, hay una estrecha relación entre la sensibilidad, desarrollo del sentido moral e arrepentimiento . Ese representa una expresión de sensibilidad del ser que ya alcanzo uno cierto grado de su consciencia moral. Ya no si encuentra en una condición de embotamiento de su capacidad de valoración e ni enceguecido por el egoísmo que lo impele a atender exclusivamente sus intereses, no raras veces en perjuicio de muchos.
El arrepentimiento, de ese modo, puede ser entendido como una experiencia de alguien que ya consiguió sensibilizarse delante de sus acciones infelices y recorre, en seguida, el rumbo que la madurez psicológica ya alcanzada le permita.
Es evidente que existen grados diferenciados de arrepentimiento, variando desde formas mas pálidas e fugaces hasta la posición de profunda sinceridad, fruto de la madurez psicológica. En ese último caso, hay una disposición del ser para el reajuste a través de la reparación.
Los Espiritus esclarecen que el arrepentimiento en el estado corporal tiene como consecuencia “hacer que, ya en la vida actual , el Espiritu progrese, si tiene tiempo de reparar sus faltas. cuando la conciencia lo expropie y le señale una imperfección, el hombre puede siempre mejorarse” .
Es común que nos sintamos culpables como consecuencia del acto psicológico y moral del arrepentimiento. En ese sentido, hay que establecer una distinción entre la culpa terapeútica y la culpa patológica . La primera es saludable, al paso que la segunda provoca trastornos variados.
La culpa puede desdoblarse en remordimiento, como puede llevar el individuo a conductas y experiencias de mayor equilibrio.
Cuando alguien se equivoca por algún motivo e se arrepiente, es comprehensible que surja la culpa en las pantallas de la conciencia.
No siendo la culpa un sentimiento negativo en si, cumple el papel de despertar la conciencia para la renovación de actitudes, recomponiéndonos moralmente. Está claro que no voy a referirme a la culpa como experiencia emocional que se baste a si misma. El sentir la culpa no determina ninguna transformación. Es precisamente en esta etapa cuando la responsabilidad establecerá el punto de ruptura entre la culpa saludable y la no saludable.
Al lidiar con el sentimiento de culpa, si el individuo asume la responsabilidad sobre sus proprios actos y actúa verdaderamente como un adulto, sabrá enfrentar de modo maduro las consecuencias de sus actos. Y en ese caso no se inquietará con los tormentos del remordimiento, lo cual representa un grado más profundo de culpa. La culpa es como una constante insatisfacción y acusación en la conciencia, mientras que el remordimiento traduce un estado de inquietud en el alma por el error cometido. Es una cuestión de grado.
Kardec afirmó que “con la inteligencia y el sentido moral nacen las nociones del bien y del mal, del justo e del injusto”. Y nacen también los fenómenos emocionales del arrepentimiento, del remordimiento y de la culpa, que abren caminos para la futura reparación.
Como vemos, hay una estrecha relación entre la sensibilidad, desarrollo del sentido moral e arrepentimiento . Ese representa una expresión de sensibilidad del ser que ya alcanzo uno cierto grado de su consciencia moral. Ya no si encuentra en una condición de embotamiento de su capacidad de valoración e ni enceguecido por el egoísmo que lo impele a atender exclusivamente sus intereses, no raras veces en perjuicio de muchos.
El arrepentimiento, de ese modo, puede ser entendido como una experiencia de alguien que ya consiguió sensibilizarse delante de sus acciones infelices y recorre, en seguida, el rumbo que la madurez psicológica ya alcanzada le permita.
Es evidente que existen grados diferenciados de arrepentimiento, variando desde formas mas pálidas e fugaces hasta la posición de profunda sinceridad, fruto de la madurez psicológica. En ese último caso, hay una disposición del ser para el reajuste a través de la reparación.
Los Espiritus esclarecen que el arrepentimiento en el estado corporal tiene como consecuencia “hacer que, ya en la vida actual , el Espiritu progrese, si tiene tiempo de reparar sus faltas. cuando la conciencia lo expropie y le señale una imperfección, el hombre puede siempre mejorarse” .
Es común que nos sintamos culpables como consecuencia del acto psicológico y moral del arrepentimiento. En ese sentido, hay que establecer una distinción entre la culpa terapeútica y la culpa patológica . La primera es saludable, al paso que la segunda provoca trastornos variados.
La culpa puede desdoblarse en remordimiento, como puede llevar el individuo a conductas y experiencias de mayor equilibrio.
El arrepentimiento, de ese modo, puede ser entendido como una experiencia de alguien que ya consiguió sensibilizarse delante de sus acciones infelices y recorre, en seguida, el rumbo que la madurez psicológica ya alcanzada le permita.
Es evidente que existen grados diferenciados de arrepentimiento, variando desde formas mas pálidas e fugaces hasta la posición de profunda sinceridad, fruto de la madurez psicológica. En ese último caso, hay una disposición del ser para el reajuste a través de la reparación.
Los Espiritus esclarecen que el arrepentimiento en el estado corporal tiene como consecuencia “hacer que, ya en la vida actual , el Espiritu progrese, si tiene tiempo de reparar sus faltas. cuando la conciencia lo expropie y le señale una imperfección, el hombre puede siempre mejorarse” .
Es común que nos sintamos culpables como consecuencia del acto psicológico y moral del arrepentimiento. En ese sentido, hay que establecer una distinción entre la culpa terapeútica y la culpa patológica . La primera es saludable, al paso que la segunda provoca trastornos variados.
La culpa puede desdoblarse en remordimiento, como puede llevar el individuo a conductas y experiencias de mayor equilibrio.
Cuando alguien se equivoca por algún motivo e se arrepiente, es comprehensible que surja la culpa en las pantallas de la conciencia.
No siendo la culpa un sentimiento negativo en si, cumple el papel de despertar la conciencia para la renovación de actitudes, recomponiéndonos moralmente. Está claro que no voy a referirme a la culpa como experiencia emocional que se baste a si misma. El sentir la culpa no determina ninguna transformación. Es precisamente en esta etapa cuando la responsabilidad establecerá el punto de ruptura entre la culpa saludable y la no saludable.
No siendo la culpa un sentimiento negativo en si, cumple el papel de despertar la conciencia para la renovación de actitudes, recomponiéndonos moralmente. Está claro que no voy a referirme a la culpa como experiencia emocional que se baste a si misma. El sentir la culpa no determina ninguna transformación. Es precisamente en esta etapa cuando la responsabilidad establecerá el punto de ruptura entre la culpa saludable y la no saludable.
Al lidiar con el sentimiento de culpa, si el individuo asume la responsabilidad sobre sus proprios actos y actúa verdaderamente como un adulto, sabrá enfrentar de modo maduro las consecuencias de sus actos. Y en ese caso no se inquietará con los tormentos del remordimiento, lo cual representa un grado más profundo de culpa. La culpa es como una constante insatisfacción y acusación en la conciencia, mientras que el remordimiento traduce un estado de inquietud en el alma por el error cometido. Es una cuestión de grado.
Cuando convertimos la culpa en responsabilidad, crecemos psicologicamente. De esto resultará la disposición para perdonar al otro, así como para el auto-perdón, pasos fundamentales para la reparación.
Por otro lado, la fijación en los cuadros de remordimiento se nos tornará mas difícil la revisión de los actos, la reflexión madura e la consecuente actitud de responsabilidad ya referida. Será providencialmente necesario, en ese sentido, revivir los resultados del remordimiento, sus consecuencias, para poder mas tarde liberarnos de tales cobranzas internas y despertar nuestro sentido de responsabilidad. Cuando la culpa domina nuestro interior, estamos delante del remordimiento, lo cual se convierte en un verdugo intimo, de nosotros mismos, produciendo cuadros mentales y emociones descontrolados que son la base de numerosos problemas y trastornos psicológicos.
La responsabilidad marca, de hecho, una diferencia en la conducta del ser. Ser responsable supone reconocer humildemente las propias faltas y desear sinceramente reparar el mal cometido. Asumir nuestras responsabilidades es tener el coraje de ser, es demostrar capacidad de actuar con elevación y dignidad, sin crear justificaciones no sustentables. En muchas situaciones entendemos (cuando la culpa es consciente) o sentimos (cuando la culpa es inconsciente) que las conductas auto-punitivas generadas y sustentadas por el sentimiento de culpa, estarían al servicio de algún “pago” de la deuda moral. Personas que cometieron errores y que se arrepienten, pueden terminar por auto-castigarse, creyendo que en el fondo no merecen una vida mejor, una vida feliz. Se auto castigan por la conciencia de culpa que les visita el alma. No se permiten recomenzar o reparar la falta cometida. La culpa paraliza al individuo en deletérea inacción, dándole al mismo tiempo la falsa idea de rescate o reajuste. No nos levantamos por el dolor elegido y vivido en un clima de insatisfacción, lamentaciones y revuelta, como además propone el amigo espiritual Lacordaire en “Bien sufrir y mal sufrir”.
En lenguaje de la filosofía existencial, tener responsabilidad significaría salir de una vida banal, no auténtica y vulgar para una vida auténtica y filosófica, a través de la conciencia de los problemas existenciales y de su condición de ser existente en el mundo, siendo esto responsable por todos sus actos. Esta autenticidad se traduce por el coraje de ser, de romper con la banalidad en las relaciones humanas y ser lo que se elige ser.
El pensamiento espirita está todo él basado en la noción de responsabilidad personal por los propios actos.
Veamos lo que afirmaron los Espíritus a ese respecto:
“Disteis al animal el instinto que le traza el límite de lo necesario y él maquinalmente se conforma con eso; pero al hombre además de su instinto, le disteis la inteligencia y la razón; le disteis también la libertad de observar o infringir aquellas de vuestras leyes que le conciernen personalmente, es decir, de escoger entre el bien y el mal, a fin de que tenga el mérito y la responsabilidad de sus acciones.”
Es necesario considerar que estas nociones de responsabilidad y conciencia de los resultados morales de las acciones se van desarrollando en el ser inmortal lentamente, a lo largo de su proceso evolutivo espiritual, lo que se reflexiona en el proceso de desenvolvimiento psicológico y emocional del ser encarnado.
Asumida la responsabilidad, ya estamos avanzando en dirección a la reparación.
Kardec considera tres pasos fundamentales en esos casos: el arrepentimiento, la expiación y la reparación. Ese modelo rompe con la visión culturalmente transmitida hasta los días de hoy según la cual debemos temer el mal y buscar a toda costa el bien.
¡Cuantos conflictos neuróticos dominaron nuestro campo de conciencia emocional por el remordimiento patológico al que nos entregamos por cuenta de un sistema de valores (personales y sociales compartidos muchas veces) construidos sobre las bases del miedo y de la culpa!. Hasta hoy resuenan en nuestro inconsciente los residuos de tales conflictos.
El modelo propuesto en el pensamiento espirita se nos revela acogedor, humanista y moralmente elevado en sus fundamentos.
Analizando el asunto en “El Cielo y el Infierno"”, Kardec afirma que “el arrepentimiento, a pesar de que sea el primer paso para la regeneración, no basta por si solo; son necesarias la expiación y la reparación. (...) Arrepentimiento, expiación y reparación constituyen, por lo tanto, las tres condiciones necesarias para apagar los trazos de una falta y sus consecuencias” (1ª parte, cap. VII, item 16).
Apagar los trazos de una falta y sus consecuencias es tarea para los seres que ya despertaron la conciencia para otros valores y adoptan, por esto mismo, una postura mas realista y productiva en la vida.
En algunas tradiciones religiosas basta al individuo arrepentirse para quedar exento de las responsabilidades sobre los actos cometidos anteriormente. Se entiende que en esos casos el perdón es una dádiva, una gracia, y no una conquista, algo que resulta del trabajo y del esfuerzo.
Kardec esclarece:
“El arrepentimiento suaviza los clavos de la expiación, abriendo con la esperanza el camino de la rehabilitación; solo la reparación, sin embargo, puede anular el efecto destruyendo su causa. De lo contrario, el perdón seria una gracia, no una anulación".
Vemos en el trecho anterior que es la esperanza lo que resulta del arrepentimiento.
Siendo ese el primer paso, es comprensible que existan, por la expiación, sufrimientos físicos y morales, que serán precedidos de la esperanza.
Es la esperanza lo que nos da la fuerza necesaria para los rescates que se hacen necesarios, a fin de que nuestra conciencia se tranquilice pasada la reparación. De ese modo, por la visión defendida por el Espiritismo hay que ser siempre optimista y con esperanza, por cuanto si no se desea “la muerte del impío, sino que se convierta, que deje el mal camino en que vive”, conforme aseveró el profeta Ezequiel (33:11) y cuya enseñanza se encuentra en la obra “El Cielo y el Infierno”.
Es el propio Codificador quien lo evidencia, cuando considera que “desde que se manifiestan los primeros relámpagos de arrepentimiento, Dios le hace sentir la esperanza”.
Observese que la esperanza podrá nacer desde los primeros resplandores del arrepentimiento. Esto significa que la expiación y la reparación podrán ser frutos de la esperanza, al mismo tiempo en que ella misma sustenta las acciones del ser en la realización de lo que le compete para asumir las consecuencias de sus conductas.
Ese modo de pensar invierte la lógica del pensamiento judaico-cristiano. Antes se admitía la necesidad de sufrir para evolucionar. Aquí se entiende que el sufrimiento es un accidente del camino, y no una condición “sinecuanon” para el desarrollo de las potencialidades del ser. Sufrimos a causa de nuestras acciones equivocadas y no debido a un impositivo de la Ley de Dios. El único impositivo de esta es nuestro crecimiento moral e intelectual para conquistar, nosotros mismos, la felicidad plena por la perfección relativa alcanzada.
La noción de expiación es tratada con el mismo tono de esperanza y optimismo. Hay personas que aun habiendo bebido altas dosis de conocimiento en las fuentes seguras del saber doctrinario espirita, entienden que la expiación es sanción, casi castigo. Afirmó el codificador que“hasta que los últimos vestigios de la falta desaparezcan, la expiación consiste en los sufrimientos físicos y morales que le son consecuentes, sea en la vida actual, sea en la vida espiritual después de la muerte, o incluso en una nueva existencia corporal. (item 17 – CI)
Al ser nuestro planeta un “valle de lágrimas”, implica que la expiación consiste, en realidad, en experiencias que terminan por desarrollar nuestra sensibilidad más profunda. Es como el proceso de dilapidación de una piedra preciosa. Para demostrar nuestra esencia precisamos vivir experiencias de amor, pero cuando delinquimos en el amor, en el conocimiento, el sufrimiento es el camino que se nos abre para el desarrollo de nuestra sensibilidad y maduración de nuestro sentido moral ante de la vida. Afirmó Kardec que “la reparación consiste en hacer el bien a aquellos a quien se había hecho el mal” .
Como estamos considerando nuestra jornada evolutiva como un camino de esperanza, recordémonos en los momentos difíciles de arrepentimiento y culpa, cuando “nuestro corazón nos condena”, que “Dios es mayor que nuestro corazón, y conoce todas las cosas” .
- Henrique Fernandes- Psicólogo y Psicoterapeuta
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DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
Sobre el 8 de marzo existen diversas versiones. La más conocida es la de un incendio ocurrido en una fábrica textil de Nueva York en 1857, donde habrían muerto quemadas las obreras que hacían una huelga. Según la historiadora canadiense Renée Côté, no existen pruebas documentales de que un incendio de esas características se produjera ese año, ni que ese hecho fuera el motivo para establecer una jornada internacional de las mujeres.
Las investigaciones de historiadoras feministas(*) señalan que lo que pasó en 1857 fue, en verdad, la realización de una marcha convocada en el mes de marzo por el sindicato de costureras de la compañía textil de Lower East Side, de Nueva York, que reclamaban una jornada laboral de sólo 10 horas.
Diez años después, en 1867, también en el mes de marzo, tuvo lugar una huelga de planchadoras de cuellos de la ciudad de Troy, en Nueva York, quienes formaron un sindicato y pidieron un aumento de salarios. Después de tres meses de paro, las huelguistas se vieron obligadas a regresar al trabajo sin haber logrado su demanda.
La historia del 8 de marzo está cruzada por situaciones y hechos que muestran un escenario más complejo y rico en acontecimientos marcados por la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la lucha por el sufragio femenino, las pugnas entre socialistas y sufraguistas, y el creciente auge del sindicalismo femenino durante las primeras décadas del siglo XX en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.
Los orígenes del Día Internacional de la Mujer están ligados a los partidos socialistas de Estados Unidos y Europa, en particular al protagonismo de las mujeres del Partido Socialista Norteamericano que, desde 1908, instauraron unas jornadas de reflexión y acción denominadas Woman’s Day. La primera tuvo lugar el 3 de mayo de 1908, en el teatro Garrick de Chicago, con el objetivo central de hacer campaña por el sufragio y contra la esclavitud sexual.
De esta manera, el Día Internacional de la Mujer surge para hacer propaganda a favor del sufragio femenino, para defender los derechos laborales de las trabajadoras y manifestarse contra la guerra.
-
Ana María Portugal-
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LOS CAMINOS DE LAS ALMAS
Esperanza, sosiego, paz interior y mucha calma, para afrontar todos los embates que se nos presentan a lo largo de nuestras vidas.
Hay una voz interior que nos habla y nos dice transformación, evolución. Caminemos juntos por esta senda de la fraternidad, del sentimiento de amor
Liberándonos de la mochila del pasado, con todo su condicionamiento. Si somos permeables a los sentimientos capaces de hacernos sentir buenas emociones de alegría, positivismo, bondad, etc, y al mismo tiempo somos capaces de expresar todo ello, la vida se vuelve aún con mayor sentido para todos nosotros.
Mirando la vida, paso a paso, siendo honestos con nosotros mismos, el camino se nos hace más sencillo, más liviano, amando, amando es como se anda el camino. Nosotros ahora, estamos aprendiendo esta cualidad, que tiene el poder de cambiarlo todo, de transformarlo.
Liberándonos de la mochila del pasado, con todo su condicionamiento. Si somos permeables a los sentimientos capaces de hacernos sentir buenas emociones de alegría, positivismo, bondad, etc, y al mismo tiempo somos capaces de expresar todo ello, la vida se vuelve aún con mayor sentido para todos nosotros.
Mirando la vida, paso a paso, siendo honestos con nosotros mismos, el camino se nos hace más sencillo, más liviano, amando, amando es como se anda el camino. Nosotros ahora, estamos aprendiendo esta cualidad, que tiene el poder de cambiarlo todo, de transformarlo.
Seamos fuertes, perseverantes, trabajadores, y no desperdiciemos el tiempo, en las cosas banales. Ahondando cada día en nuestro interior, hasta ser capaces de comprendernos. Liberando así, todo el potencial de amor que albergamos. Mientras que, en cada situación que se nos presente, seamos capaces de entregar lo mejor de nosotros. En cada oportunidad, demos el máximo de nuestro ser.
A veces, con una leve sonrisa, otras con un fuerte apretón de manos. Con palabras que sosiegan almas que sufren porque desconocen el poder del amor, del afecto.
Desconocemos la belleza del amor, ese que nos libera del sufrimiento. El que tiene la cualidad de curar nuestras almas cansadas y enfermas por el rencor y el odio.
Somos almas que hemos venido una y otra vez, con el propósito de curar viejas heridas del pasado, de aprender, de saldar cuentas pendientes, y todo ello, con en fin de evolucionar, a pesar de nuestros defectos, que son muchos. Y que es en estos, donde debemos centrar nuestras fuerzas, nuestra atención y perseverancia, con el fin de desterrarlos para siempre. Todos estamos inmersos en el proceso evolutivo universal. Por que pertenecemos al gran entramado de la vida, del cosmos.
Cada uno de nosotros, comenzamos la andadura de la evolución, en diferentes escenarios, cada uno, apropiado a experiencias que nos harán progresar. Que nos ayudarán a comprender el porque, de muchas de las cosas que nos pasan a lo largo de la vida.
Y ¿cuál es el fin de este proceso imparable de la vida?. Se llama evolución. Y ¿hacia dónde nos lleva y cuál es el sentido de ello?. Partamos de un principio universal presente en todo el universo, el amor. Esta cualidad que todos poseemos desde el momento mismo de nuestra creación como almas, y que está guardada como una semilla para que en su momento pueda germinar, y dar lo mejor de ella. Todo tiene un objetivo o fin, el progreso, el aprendizaje, el comienzo de la fraternidad y la solidaridad entre pueblos y naciones, donde se establezcan verdaderos lazos de unión y afecto.
¿Un mundo de sueños y utopía?. No, una realidad de la que pocos somos conscientes.
A lo largo de la historia de la humanidad, en nuestro planeta han ocurrido sucesos que desde el punto de vista de la ciencia, llaman “sucesos o procesos cíclicos”, que se suelen repetir a lo largo de dicha historia. terremotos, tsunamis, erupción de volcanes, catástrofes. Todo lo anteriormente citado, tiene una visión bien distinta sobre todo desde el punto de vista espiritual, ya que todo el Universo se está reajustando continuamente en un proceso imparable llamado Evolución. Todos los mundos evolucionan constantemente, permanentemente.
Y esos “sucesos o procesos cíclicos”, desde la visión espiritual, son correcciones, ajustes para nuestro planeta, para todos nosotros, que irremediablemente caminamos, juntos con otros tantos mundos, en esa Evolución imparable. Son medidas correctoras para una humanidad que comenzó hace miles de años su progreso. Una humanidad, la nuestra que está dejando la humanidad de expiación y pruebas, y que entró hace más de cien años, en una humanidad de regeneración.
En esta humanidad de regeneración, ya no tendrá cabida dichas medidas correctoras, porque habrá una mejor disposición y entendimiento, así como, una actitud general dispuesta a resolver cualquier problema, con buena voluntad, con fraternidad, con humildad.
El amor construye, el odio, destruye.
Si miramos a través de los ojos del materialismo, diremos que nada existe más allá de la muerte del cuerpo. Y que la vida, se extingue con ella. Más si reflexionamos y somos capaces de mirar con nuevos ojos, descubriremos, al igual que en siglos pasados, que la vida, no se acaba con la desaparición de la materia.
La evolución, como comentábamos en líneas anteriores, nos lleva a vivir procesos evolutivos internos e individuales, marcados en cada una de nuestras almas, según estados de conciencia, de progreso, de aprendizaje, de evolución y transformación emocional. Despertamos cuando algo ha tocado nuestro corazón. Nos ha hecho sentir en lo profundo del ser, del alma.
Si el conocimiento ayuda por fuera, sólo el amor socorre por dentro. El amor fortalece y perfecciona.
Tiene la fuerza, de transformar, de suplir el sufrimiento, y llevar a las almas al sosiego, a la paz y calma. Y es aquí, donde comienza el sentido de la vida, de la evolución. En compartir esferas de la vida, donde podamos ser almas auténticas. Donde dejemos atrás esos valores que ya están caducos. Que tuvieron su razón de ser en su momento, y ahora, es necesario olvidar.
Muchos caminos, muchas direcciones; cada cual escoge la que desea, a pesar de que en muchas ocasiones, no es la mejor para nosotros. Escogemos lo que queremos, no lo que necesitamos. Siendo esta última, la que nos aportará todos los ingredientes necesarios en nuestro proceso evolutivo. Aunque, como sucede en muchas ocasiones, no sea la más fácil para nosotros. Tendemos a escapar a los retos, a los problemas que se nos presentan a lo largo de nuestras vidas. No nos enseñan a afrontarlos con humildad, con dignidad, con tranquilidad. Huimos de los problemas, porque no sabemos lo que nos depararan a posteriori, el porque de esos problemas, y el significado que tienen. Sólo, sabiendo que ellos están para ayudarnos, es como nuestra conciencia toma las riendas de ello, y el camino se hace más fácil y liviano, en nuestra andadura evolutiva.
En ocasiones, la vida nos presenta una serie de sucesos, de pruebas que van a poner a nuestro ser, casi al límite de nuestra resistencia. De nuestros valores y cualidades morales, es decir, de nuestras capacidades internas, para ver hasta dónde somos capaces de aguantar. Y en esos momentos, conocer las reacciones que emanan de nuestro interior, y conocernos en lo posible, para caminar con la mayor de las humildades a nuestro lado. Sabiendo que, hemos conquistado el valor de la templanza.
Somos almas que caminan, con capacidad de decisión propia. En el libre albedrío que todos poseemos, tomamos direcciones totalmente distintas unos de otros en este correr por la vida. Y así es, como nos distanciamos, pues a lo largo de esta, en nuestras diferentes etapas, construimos en base a la experiencia, una serie de actitudes que determinarán el camino a seguir. En el cual quedarán atrás, amistades, comportamientos; iremos perfilando a veces, sin saber, nuestro camino del despertar interior, de nuestra conciencia y moral. Así nos revestimos de fuerza, de voluntad para tomar las decisiones importantes que nos harán fuertes interiormente.
Han pasado muchos años desde entonces, y hemos dejado atrás muchas cosas, amistades, experiencias, y todo con el propósito de evolucionar.
La vida es un camino sin fin, decía Krishnamurti, y así es, ya que somos inmortales y vivimos eternamente.
J.F.D.V.- Amor,Paz y Caridad
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FAMILIA DESCONOCIDA
Es aquella que en esta ocasión no ha bajado a la Tierra a encarnar junto a nosotros, quedándose en el espacio a cumplimentar sus proyectos personales de progreso y crecimiento del alma.
Después de una trayectoria evolutiva de milenios, donde las reencarnaciones han supuesto infinidad de relaciones, afectos, desafectos, deudas y méritos contraídos con aquellos con los que vinimos como familiares, ¿cuántos espíritus, cuántas almas no se han vinculado hacia nosotros y nosotros hacia ellas? Y de todas ellas, ¿cuántas no han formado parte de nuestra familia carnal en una u otra existencia?
Sin duda muchas. Por ello, es preciso siempre diferenciar entre la familia espiritual y la familia material. El diferenciar no significa discriminar ni dar importancia a una sobre la otra. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que dentro de nuestra propia familia carnal hay personas que son más queridas que otras; hay algunas con las que sentimos afinidad inmediatamente, mientras que otras nos generan rechazo o distanciamiento. Aquí se encuentran escondidas las relaciones afectuosas o desgraciadas del pasado, que hemos de saber interpretar para aceptarlas y aprovecharlas adecuadamente para nuestra propia salud espiritual.
Sin duda muchas. Por ello, es preciso siempre diferenciar entre la familia espiritual y la familia material. El diferenciar no significa discriminar ni dar importancia a una sobre la otra. Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que dentro de nuestra propia familia carnal hay personas que son más queridas que otras; hay algunas con las que sentimos afinidad inmediatamente, mientras que otras nos generan rechazo o distanciamiento. Aquí se encuentran escondidas las relaciones afectuosas o desgraciadas del pasado, que hemos de saber interpretar para aceptarlas y aprovecharlas adecuadamente para nuestra propia salud espiritual.
Nuestra alma endeudada viene a veces junto a familiares que son nuestros deudores, o nosotros mismos tenemos para con ellos deudas de diversos tipos. Padres e hijos, madres, abuelos, etc., son el sustrato familiar que las leyes del progreso y evolución del alma utilizan para procurar que saldemos nuestras deudas del pasado. Al ignorar quien fue o qué nos relacionó con él, con ese familiar que nos genera rechazo, y sin embargo ser nuestro padre, madre hermano en esta vida, los lazos de la carne suavizan los rechazos, y nos ofrecen una oportunidad de reconciliación.
Cuando el alma comprende que somos todos hijos de Dios, comprometidos en el mismo camino de evolución y progreso -unos más adelantados y otros más atrasados-, el que más comprende o está más adelantado, tiene la obligación de ayudar, sacrificarse y comprender al otro.
Al mismo tiempo, el plano de igualdad en el que nos coloca la ley divina ante la justicia suprema hace que el alma humana comprenda que todo llega según los propios méritos y esfuerzos; nada se conquista con arbitrariedades, privilegios ni prebendas, pues las leyes de Dios son iguales para todos, pertenezcan a una u otra familia, sea esta última una familia noble, aristócrata, de desheredados o de míseros pobres de la Tierra.
El único linaje que reconocen las leyes espirituales es el linaje del bien y del amor superior, el que eleva al alma humana por encima de los títulos de nobleza, la fama, el prestigio o el reconocimiento social. Esto último apenas tiene ninguna importancia en el desarrollo del progreso del alma humana. Somos lo que somos porque lo conquistamos con nuestro propio esfuerzo y méritos por ser mejores, practicando el bien hacia nuestro prójimo y nuestras familias, espirituales o materiales. La condición moral es la única tabla rasa que diferencia al espíritu elevado del malvado, al sincero y noble del rencoroso y mentiroso, al egoísta del altruísta, al soberbio y orgulloso del humilde.
Son las características que diferencian las familias espirituales de las almas; aquellos que se alinean en una tendencia, por frecuencia vibratoria, por afinidad de pensamientos y por sentimientos idénticos se agrupan y se estimulan mutuamente, aquí en la Tierra y en el espacio.
Las familias son así el núcleo que permite el progreso del espíritu, esté encarnado o en el espacio. Nuestra alma reconoce al instante a aquellos que les son afines, pues sus pensamientos y sentimientos son similares a los nuestros y en su compañía nos encontramos a gusto y desenvueltos.
Cuando el alma sale y se libera de espacios o lugares perturbadores donde permanecía ligado a espíritus de baja condición por afinidad mental y emocional, le cabe la responsabilidad de prepararse y ayudar -el día de mañana, una vez preparada convenientemente- a aquellos que se encontraban formando parte de aquella familia desviada a la que perteneció, haciéndoles ver las posibilidades de cambio y transformación en el bien hacia la felicidad y la serenidad de la que no gozan en esos ambientes oprimentes u oscurecidos.
En base a esto último se observa la encarnación de espíritus valerosos que, comprometidos con algunos espíritus más retrasados que formaron parte de sus familias carnales en el pasado, vienen junto a ellos para dar un ejemplo. Así podemos ver familias enteras donde el desequilibrio reina por doquier; sin embargo, un alma entre ellas permanece lúcida, con las ideas claras respecto a lo que debe hacer en todo momento; mantenerse en sus planteamientos y principios será la tarea más dificultosa que tendrá que afrontar, a fin de no contagiarse por aquellos que han venido junto a él y cuyos intereses permanecen alejados de la renovación espiritual.
Sin embargo, su éxito será enorme si sabe enfrentar bien su tarea, pues
pronto comprobará que a él acuden todos para que les solucione los problemas materiales que en su egoísmo, comodidad o materialismo no quieren enfrentar. Él será la referencia familiar para muchos de ellos, y para casi todos, antes o después, servirá de ejemplo de lo que es actuar con arreglo a una conciencia recta y una conducta intachable para con la vida y sus semejantes.
Ejemplos de este tipo se ven con frecuencia, y ahí se detecta claramente que el espíritu que se sacrifica a servir de ejemplo al resto, progresa adecuadamente; esa alma comprometida, después de esa existencia en la que afrontará sus problemas como los problemas de los demás, quedará liberada del compromiso en próximas vidas, ayudando espiritualmente desde el espacio a todos esos espíritus queridos para él, pero ya sin comprometer su misión ni su trabajo en la Tierra como en la tarea que acabamos de describir.
Desde el espacio ocurre que, muchas veces, espíritus amados muy vinculados a nosotros, superiores espiritual y moralmente, no reencarnan junto a nosotros en ninguna encarnación, pues tienen proyectos mucho más elevados de progreso y las leyes espirituales no les permiten de momento acceder junto a nosotros por nuestra condición moral todavía atrasada.
Sin embargo, todos ellos están pendientes de nuestra misión en la Tierra, acudiendo a auxiliarnos cuando lo necesitamos sin que apenas lo sepamos. Hay también casos de otros espíritus de mayor condición a la nuestra que se sacrifican para traernos al mundo reencarnando como nuestros padres o madres, y desencarnando rápidamente o a los pocos años para afrontar sus compromisos en el otro lado de la vida. Sin embargo nunca nos olvidan, y allá donde se encuentran trabajando, su pensamiento de amor y protección encuentra con suma facilidad al hijo querido que tuvieron que abandonar en la Tierra por una causa superior.
El trayecto y proyección del alma es, pues, a veces difícil de comprender si no se tiene siempre la visión de la inmortalidad y del reencuentro con nuestros seres queridos después de la muerte. La vida en la Tierra, además de incierta es muy corta, tanto es así que la verdadera vida es la del alma inmortal que, liberada de la carne en el otro lado, se convierte en un espíritu lleno de energía, fortaleza, esplendor y objetivos por conseguir y alcanzar.
La familia espiritual es, por tanto, diferente a la material únicamente por la elevación de los miembros que la componen. Sea como fuere, las relaciones con almas queridas, atrasadas o adelantadas a nuestra propia condición moral, siempre van a existir, y por ello nuestra familia más importante es toda la humanidad; la familia universal a la que todos estamos vinculados por ser hijos del mismo Padre que nos sustenta, nos crea inmortales, nos ofrece la oportunidad del progreso y el destino de la felicidad y el amor eterno que forman parte de su propia naturaleza.
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