lunes, 23 de octubre de 2017

Volver a comenzar




Hoy podremos leer:

- Fenómeno de la muerte
-La vida es muy corta
- El sentido de la Reencarnación
- Volver a empezar



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Fenómeno de la Muerte


Con el fenómeno de la muerte, el Espíritu se aparta del cuerpo que ya no le servirá más como instrumento, pudiendo decir en esta ocasión: "habité ese cuerpo, me serví de él como vestido durante muchos años".
El cuerpo jamás podrá decir : "Ese espíritu que ahí va fue mío", simplemente porque el cuerpo solo es materia muerta, que comienza a descomponerse tan pronto ocurre su muerte.
Al concienciarse de esa realidad, el hombre pasa a tener una verdadera consciencia de la inmortalidad. Cuanto más medita sobre el asunto- una vez desligado de las explicaciones de determinados teólogos- tanto más adquiere un estado de consciencia al que se puede llamar "ciudadanía espiritual". Pasa a sentirse inmortal.
La muerte ya no se volverá a constituir jamás en aquel desastre terrible  que le partirá el ser en dos o tres partes: "Voy para debajo de la tierra, mi alma va para el cielo, y yo para no se donde ".
Al asumir la ciudadanía espiritual, sus horizontes se alargan. Ya no es solo un hombre, sino un Ser inmortal, cuyo destino no se sujeta tan solo a la Tierra, sino que se siente perteneciente al Universo, en las "muchas moradas de la casa del Padre", conforme a las enseñanzas de Jesús.
Asi pensando, llegamos a la conclusión de que somos esencialmente espíritus, actualmente encarnados. Un día dejaremos nuestro cuerpo terrestre, como Jesús dejó el suyo, conservando solamente el cuerpo celeste, inmortal,  ¡ conforme el Maestro, que de forma genial lo enseñó y ejemplificó !.

( Art. de la Revista virtual Verdad y Luz)

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                                LA VIDA ES MUY CORTA


¡Oh, amigos de la Tierra! ¿Cuántos de vosotros podréis evitar el camino de la amargura con la preparación de los campos interiores del corazón? Encended vuestras luces antes de atravesar la gran sombra. Buscad la verdad antes de que la verdad os sorprenda. ¡Sudad ahora para no tener que llorar después!
Psicografía de la Obra “Nuestro Hogar” de Chico Xavier

Este breve artículo está  dedicado a la búsqueda de una concienciación sobre lo que puede deparar la existencia cuando, abandonado el cuerpo físico, se pasa a residir en el mundo espiritual.
La visión de todo lo que nos afecta cambia sustancialmente, y en esa percepción incide de pleno la situación personal previa a ese tránsito. La vida y la muerte son una constante en la naturaleza; una constante que propicia la manifestación del espíritu en el mundo que le rodea, en el ámbito físico y en el espiritual, donde puede evolucionar y transformarse. Es un hecho incuestionable, que más pronto o más tarde, pero siempre dentro del determinismo biológico-kármico, dejaremos atrás, en la tumba, a ese infravalorado compañero de viaje que es el cuerpo físico.
Llegado el momento del tránsito al plano astral o espiritual, como prefiramos denominarlo, sentiremos una fuerza irresistible, una vorágine cósmica que nos arrastrará al lugar que nos corresponde por ley de afinidad, y como resultado del determinismo de nuestras acciones durante la vida física. Se trata de una ley cósmica sobre la que carecemos de control alguno y que opera automáticamente. Una vez agotado el tiempo del cuerpo físico, el ser queda a merced de las leyes universales que rigen el proceso evolutivo. Y ese determinismo nos sitúa en el lugar que por méritos o deméritos nos corresponde.
Mediante encarnaciones sucesivas que el Creador, en su infinita bondad, concede a todo ser evolutivo y que son planificadas desde el plano espiritual por seres especializados, el ente evolutivo podrá conseguir un futuro renacimiento que le permitirá obtener una nueva experiencia carnal con la que rehacer su pasado; un pasado generalmente sembrado de actos dañinos, y realizar así nuevas acciones que le permitan restablecer el equilibrio perdido, acciones de solidaridad hacia sus iguales y compañeros de viaje evolutivo. Con el uso adecuado del libre albedrío, el ser podrá forjarse un nuevo y prometedor futuro.
¡La siembra es libre, la cosecha siempre obligatoria!, y el fruto de esa siembra, destructiva o creativa, le acompaña siempre, es su propio bagaje y forma parte de sí mismo, junto con las responsabilidades inherentes a sus propios actos.
En determinadas ocasiones, la vida física supone un alto en el camino para olvidar un pasado de destrucción, un pasado lleno de dolor y daño hacia los semejantes. Al reencarnar se entra en una nueva familia, una nueva cuna, cobijo y cuidados; también la libertad y el progreso, ayudas que permitirán al ser, ya en su madurez, ser dueño de sus actos. Y ese regalo en forma de nueva vida, puede convertirse en el puente de plata para alcanzar mundos más evolucionados, física y espiritualmente.
El fruto de las acciones se recogerá, inevitablemente, durante futuras existencias. No obstante, cuando se produce la separación del cuerpo físico, justo en ese instante el ser es juzgado por su propia conciencia; juicio sobre los actos a lo largo de la existencia recién terminada, sobre los actos positivos, los negativos y aquellos no realizados…  ¡¡Juicio ciego y justicia rápida!!
La mayoría de las personas ignoran qué les sucede durante ese lance, cuál es su situación, dónde se encuentran y cómo y por qué han llegado hasta allí. Todo ha cambiado, su vida anterior ha desaparecido, inclusive las posesiones más valiosas se han perdido. ¿Qué habrá sucedido con su familia y amigos?
El ser, cuando está encarnado, inmerso en un cuerpo físico, ignora que nada le pertenece, que es solamente el mero usufructuario temporal de las cosas. Ignora que en el tránsito solo puede llevarse las buenas obras.
Cuán difícil le resulta al hombre poco preparado y sin previsión disfrutar y asimilar el retorno al verdadero hogar, al hogar espiritual. Los condicionamientos materiales, las posesiones, las riquezas, los bienes y las comodidades, en suma, todo aquello que se valora cuando se está encarnado, ¡¡qué ínfimo valor tiene cuando se llega al plano espiritual!!
Cuánto le cuesta al ser evolutivo asimilar su destino eterno; comprender que la verdadera patria, de la que procede y a la que pertenece, se encuentra en ese otro plano de vida.
¡¡No somos un cuerpo con espíritu, sino espíritus con cuerpo!! Y ese cuerpo es el instrumento de manifestación y progreso del ser en el mundo físico.
Pero ¿sabemos, acaso, utilizar ese cuerpo? O por el contrario, ¿es el cuerpo físico el que controla y dirige nuestros pasos?
La certeza y determinismo de los acontecimientos, cuando ya todo resulta inevitable y definitivo, cuando el ser comienza a palpar la nueva realidad, le sumerge invariablemente en grandes reflexiones. Es entonces cuando toma conciencia del valor estéril de los bienes terrenos, apenas meros instrumentos de ayuda en el progreso espiritual. Es entonces cuando pierden importancia los asuntos banales; esos asuntos que en la Tierra apasionaban y a los que dedicábamos parte de la vida, satisfaciendo egoísmo, codicia, ambición y orgullo… satisfaciendo el culto a la propia vanidad.
Es entonces cuando se recuerdan aquellas recomendaciones, aquellas enseñanzas religiosas y morales de todo tipo, consideradas banales e irrelevantes, apenas asuntos en los que pensar alguna vez; quizás más adelante, en algún momento propicio de la vida. Arduo trabajo que el pensamiento materialista no deseaba realizar.
Estamos plenamente inmersos dentro de un cambio de ciclo planetario; apenas resta tiempo para determinarse, para tomar partido. Concienciémonos, porque aún estamos a tiempo de rectificar, de asumir el trabajo moral y espiritual que tenemos comprometido, para no vernos al otro lado del umbral con las manos vacías. Es el momento de superar dificultades, de realizar el trabajo interno necesario, de cumplir los objetivos y metas espirituales pactados en la senda de progreso hacia el futuro. Las construcciones humanas quedan en la Tierra, pero únicamente el trabajo a favor de los iguales nos acompañará siempre. Como chispas divinas nacidas del Creador, brillemos con esplendor a través del trabajo y del ejemplo.

La vida es muy corta por:   Fermín Hernández Hernández-, Amor, Paz y Caridad
( Adaptado por Jose Luis Martín)

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   EL SENTIDO DE LA REENCARNACIÓN
Hemos oído hacer este argumento: Dios, que es soberanamente bueno, no puede condenar al hombre a empezar de nuevo una serie de miserias y tribulaciones. 
¿Acaso se puede sacar la conclusión de que hay más bondad en condenar a un hombre a un sufrimiento perpetuo por algunos momentos de error, que ofreciéndole medios de reparar sus faltas? “Había dos fabricantes, cada uno de los cuales tenía un obrero que podía aspirar a ser socio de su principal. Sucedió que, en cierta ocasión, ambos obreros emplearon muy mal su jornada de trabajo, mereciendo por ello ser despedidos. Uno de los dos fabricantes despidió al obrero a pesar de sus súplicas, el cual no encontrando trabajo murió en la miseria. El otro dijo al suyo: perdiste un día y me debes otro en compensación. Ejecutaste mal tu trabajo y me debes reparación. Te permito que vuelvas a empezarlo; procura hacerlo bien y no te despediré y podrás continuar aspirando a la posición superior que te prometí”. ¿Hay necesidad de preguntar cuál de los dos fabricantes fue más humano? Y Dios, que es la misma clemencia, ¿será más inexorable que un hombre? 
Allan Kardec
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                                     VOLVER A COMENZAR
Y si hay que empezar de cero, pues se empieza 

Comenzar de nuevo, puede ser una de las cosas que más nos atemorice. Comenzar desde cero implica dejar atrás un compendio de experiencias, de tiempo invertido, de lugares conocidos, de esperanzas y de sueños que no dieron los resultados que esperábamos. Implica reconocer que no podemos seguir en el mismo camino, que aquello en lo que depositamos una parte nuestra debemos dejarlo ir. 

Pero si dejamos el drama que por lo general invade nuestra mente y comenzamos por verle el lado positivo a las cosas, podremos entender que una de las mayores oportunidades que se nos pueden presentar en la vida, es aquella que nos permite reinventarnos, la que nos invita a renovar nuestras energías, la que nos pone frente al timón de nuestro barco con un nuevo mapa, que quizás no nos conduzca a un sitio diferente, pero sí que contendrá otra ruta de navegación. 

De eso se trata la vida, de aceptar, de no dejarnos derrumbar y seguir adelante, de replantearnos las veces que haga falta, sin quedarnos soldados de aquello que no rinde frutos, de lo que es estéril, que nos paraliza y no nos permite avanzar. 

Tendremos muchas oportunidades de recomenzar en nuestras vidas, todo aquello que amerite nuestra revisión y demande nuestra mirada de atención, es un punto desde el cual podemos comenzar a hacer las cosas diferentes. 

Independientemente del hecho de ir tras la misma meta o simplemente, decantar por otras opciones, siempre debemos llevar con nosotros la experiencia del pasado, no como una sentencia, ni como algo que nos defina, sino como aquello que nos hizo crecer, que nos dio nuevas herramientas y que de alguna manera u otra nos impulsó para darle un “restet” a nuestra vida. 
No nos lamentemos por el tiempo o los recursos invertidos, todo es ganancia cuando sabemos darle sentido, cuando aprendemos a sacar provecho y es justo la experiencia la que nos permite tener un mejor criterio al momento de tomar decisiones, de tomar acciones. Así que coloquemos en nuestro equipaje aquello que nos hace crecer, que nos guiará y nos ayudará y dejemos en el sitio todo lo que represente una carga para nuestro nuevo emprendimiento. 

Fluyamos con la vida, aceptando que muchas veces nos veremos forzados a cerrar ciclos, a poner puntos finales, pero entendamos que cada uno de esos cierres, representa la oportunidad de comenzar de nuevo, que podremos hacer las cosas de forma distinta, agradezcamos que no somos un árbol y que si algo nos perturba, tenemos la capacidad de movernos. Sin miedo, sino con confianza plena en el proceso de la vida, digamos las veces que sean necesarias: si hay que empezar de nuevo, ¡pues se empieza!
- Viviana Clara Gianitelli-

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