Hoy veremos:
- Exteriorización del Alma
-Búsqueda de la verdad
- El Espirita ante la Doctrina
- La muerte, inexistente.
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Exteriorización del alma
La boca habla de lo que está lleno el corazón
Esta afirmación de Jesús encierra una gran sabiduría.
Significa que no solamente las palabras, sino todo lo que viene del interior del hombre es, de cierta forma, la exteriorización de su alma.
Las ciudades son la expresión de quien las construyó, de quienes las habitan, de quienes las conservan.
Una canción es la exteriorización del alma del compositor, así como la escultura, la arquitectura, las artes plásticas, retratan la intimidad de su creador.
Una pieza literaria es el alma del escritor que se muestra en forma de palabras, frases, ideas....
Es así como por el contenido de las más variadas formas de expresión, conocemos la naturaleza de aquel que las produce.
Almas sabias exteriorizan bondad, belleza, sabiduría...
Almas innobles se revelan por las producciones corruptas en la base, ideas desconectadas, infelices, viciosas...
Sus expresiones artísticas denotan bajeza y futilidad. Son contradictorias y desprovistas de belleza.
En las canciones, la letra está cargada de palabras torpes. Las notas, generalmente de melodía pobre, expresan el desarraigo del alma que a través de la música, se exterioriza.
Los escultores de esa categoría presentan su intimidad en las formas retorcidas, grotescas, sin gracia. Comúnmente no causan bienestar en quien las contempla-
Todavía, muy diversa es la expresión artística de las almas nobles...
Las composiciones musicales expresan su grandeza de alma. Producen en quien las oye, una profunda armonía íntima, pues tocan las cuerdas más sutiles del ser, promoviendo éxtasis y bienestar.
Las notas musicales tienen sonoridad agradable y penetrante. El alma del artista se exterioriza y su sabiduría sensibiliza a quienes las sienten, provocando emociones nobles y saludables.
Es así como el alma se muestra a través de las palabras, de lar artes, de las ciencias y de todas las formas de expresión.
A veces, personas iletradas se presentan con una extremada belleza, a través de palabras que brotan del alma como de una fuente cristalina, plenas de sabiduría, de afecto, de ternura.
Trabajadores sencillos, entregados, que realizan sus tareas con dedicación y seriedad, demuestran tener en lo íntimo una fuente de riquezas.
Poetas, escritores, compositores, escultores, ingenieros, médicos, jardineros, pedreros, arquitectos, amas de casa, paisajistas y otros tantos ciudadanos, muestran el alma a través de sus realizaciones.
¿ Y su alma, cómo se viene exteriorizando ?
En las tareas sencillas que usted realiza...
En las muchas palabras que usted pronuncia...
En los consdejos que da al hijo o al amigo...
En una carta comercial que usted escribe, o en una declaración de amor, su alma se exterioriza y se deja ver...
¿ Con sus acciones, el mundo a su alrededor queda más bello o más feo ?
¿Más alegre o más triste, más noble o más pobre?
Para conquistarse la excelencia en las acciones cotidianas, es preciso considerar las cuatro dimensiones de la experiencia humana:
La dimensión intelectual, que anhela la verdad; la dimensión estética, que anhela la belleza; la dimensión moral, que anhela la bondad, la dimensión espiritual, que anhela la unidad.
El gravitar hacia la unidad Divina, es el objetivo final de la Humanidad.
Busque plantar en su alma la verdad, la bondad y la belleza.
Pero considere que la verdad es el suelo más propicio para que germinen la bondad y la belleza.
¡ Piense en eso !, ¡ Vale la pena !
¡ Invierta en su alma !
- Redacción de Momento Espírita-
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Búsqueda de la Verdad
Es deber de todo ser humano que ha llegado a una mediana evolución, buscar la luz de la Verdad. Más para encontrarla, necesario es estar poseído de gran anhelo y no de una mera curiosidad, necesario es buscarla con mente clara, libre de preconceptos, libre de prejuicios y sectarismo, y un corazón limpio de ambiciones personales.
En la búsqueda de la Verdad, jamás pretendamos encontrar una Verdad que se acomode a nuestras creencias, ya que de ese modo la mente no está libre para identificarla, pues la Verdad tiene múltiples aspectos, y cada cual ira comprendiendo aquellos aspectos de verdad que su capacidad intelectual pueda asimilar.
Ninguna religión ni filosofía puede satisfacer a todos, dado que nuestro conglomerado humano se halla en diversos estados de evolución mental y espiritual. La Verdad es Una, pero infinita en su manifestaciones; y diversos son los aspectos conocidos y por conocer. Y cada cual percibirá y tan solo aceptara aquellos aspectos de la Verdad que sea capaz de comprender, ya que su capacidad intelectiva y conceptual no podrá captar más allá de su desarrollo.
La Verdad no ha sido nunca privilegio ni propiedad exclusiva de ninguna religión, grupo o secta; ha sido y será siempre de todo aquél que la busque con la mente libre de ideas preconcebidas, de prejuicios, de partidismo, con sana intención y corazón libre de ambiciones personales. Y el hombre a medida que va avanzando en el camino de la Verdad, más se conoce a si mismo y el por qué de su existencia, y más claramente ve sus errores.
“CONOCEREIS LA VERDAD Y LA VERDAD OS HARA LIBRES”- rezan las versiones actuales del nuevo testamento- como palabras de aquél filosofo incomprendido, llamado Jesús de Nazaret, que vino a nuestro mundo en misión de enseñar a las gentes el camino de su propia felicidad, con sus enseñanzas de amor para una vida armónica y feliz.
Todo dogma limita la libertad de pensamiento, es una valla que impide el avance hacia el progreso intelectual y moral, y por añadidura espiritual de la humanidad. Es por ello que no debemos aferrarnos a ningún concepto dogmático, si esos conceptos no resisten el análisis de la lógica; porque, ello impide avanzar en el camino del progreso.
Debemos de saber que nuestra humanidad esta llegando ya a su madurez, y siente la necesidad de conocer La Verdad de la Vida. Queremos saber el por qué de la vida y sus problemas; queremos conocer el por qué de nuestra existencia, de donde venimos y hacia donde vamos. Es necesidad inaplazable el conocimiento de las Leyes Espirituales, que son Leyes Divinas, porque el desconocimiento de las mismas nos expone día a día a obrar contra ellas, creando desarmonía y consecuencias dolorosas.
“CONOCEREIS LA VERDAD Y LA VERDAD OS HARA LIBRES”- dijo el maestro -. Libres del error, de la mentira, del engaño, de los conceptos dogmáticos libres de la hipocresía, de los prejuicios, de la explotación de la ignorancia, pero muchos hay, que prefieren el error y la mentira, a la verdad pura; porque, en su egoísmo no quieren escuchar, no quieren mirar, la ambición cierra sus ojos a la Luz, y en su orgullo y vanidad dan la espalda a La Verdad, sin pararse a meditar en las consecuencias. Para estos hablará el dolor.
Se llega a ser libre: cuando dirigimos nuestra vidad conscientemente; cuando dominamos los impulsos y las pasiones; cuando escuchamos la voz de la silenciosa conciencia; cuando nos sobreponemos “al que dirán “; a los convencionalismos sociales y desafiamos todo prejuicio. Porque, ¿ de que nos habrá servido venir a esta vida si no logramos superarnos espiritualmente?.
La ignorancia espiritual es cadena que ata al hombre al fanatismo y al materialismo, los cuales, son a su vez, la puerta de entrada a todos los males.
SEBASTIAN DE ARAUCO
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EL ESPIRITA ANTE LA DOCTRINA.
Obligación primordial del espírita es velar por su tesoro: La Doctrina Espírita. Pero, para eso, él debe estudiarla, conocerla bien, pues, de lo contrario, ¿cómo habrá de celar por ella? El Espiritismo no es apenas una eclosión mediúmnica, no es solamente manifestaciones de espíritus. Es la Doctrina del Consolador, del Espíritu de la Verdad, del Paráclito, prometida y enviada por el Cristo para orientamos. Siendo así, no basta al espírita frecuentar sesiones, hacer oraciones, implorar el auxilio de los Buenos Espíritus.
Si Jesús nos dio el mensaje redentor del Evangelio, y prometió que nos enviaría el Consolador -y en la época precisa realmente lo envió-, es que tenemos que conocer el Evangelio y conocer el Espiritismo. Los hebreos estudiaban minuciosamente la Ley Antigua, que está en el Viejo Testamento. Los cristianos estudian la Ley Nueva, que está en el Nuevo Testamento.
Los espíritas, que son los cristianos renacidos del agua y del espíritu, deben estudiar las obras de Kardec, que son la Codificación del Espiritismo, la Nueva Revelación. Muchos espíritas dicen que no disponen de tiempo para estudiar los libros doctrinarios. Entienden que basta escuchar a los Guías, en las sesiones mediúmnicas. Muchas veces, sin embargo, esos mismos Guías no tienen conocimiento doctrinario, son espíritus tan ignorantes cuanto sus mismos protegidos. Y el Evangelio nos enseña que, si un ciego guía otro ciego, ambos van a caer en el barranco. Vivimos en un mundo en fase de transición evolutiva. En un mundo, por tanto, en que proliferan espíritus agitados por ideas nuevas, deseosos de transmitirnos sus «revelaciones» personales. ¿Qué es lo que será de nosotros, si no nos esclarecemos y precavernos?
Hay espíritas que se dejan llevar por los falsos profetas, encarnados y desencarnados, que llenan nuestro mundo de novedades absurdas, perturbando el movimiento doctrinario e impidiendo la buena divulgación de la luz. Acreditan esos espíritas que Allan Kardec está superado, y por tanto que la obra de Kardec no tiene nada más que enseñarnos. jAh, cómo se engañan esos pobres hermanos, llevados por ilusiones momentáneas! ¿Entonces Jesús, nuestro Maestro y señor, no sabía lo que nos prometía, cuando anunciaba la venida del Consolador, para quedar eternamente con nosotros? ¿Jesús nos envió toda una admirable Falange de Espíritus de la Verdad para hacer revelaciones tan insignificantes, que no resistirían a más de un siglo? Pues hace poco más de un siglo que el Espiritismo apareció en el mundo, para consolar y orientar a los hombres, con vistas al Mundo Regenerador al que nos dirigimos, en el proceso de evolución de la Tierra.
¿Y en ese breve espacio de ciento y poco de años, toda la Revelación Espírita envejeció? ¿Si la verdad es eterna y, tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento, continúa brillando de la misma manera que hace millares de años, no tenemos, entonces la verdad en el Espiritismo? Piensen en eso los hermanos que se dejan llevar por las novedades del momento. Y tengan cuidado, pues la responsabilidad espiritual es nuestra mayor responsabilidad en la existencia terrenal. ¡Ay de aquellos que, por vanidad, pretensión, deseo de sobresalir de los demás, contribuyan para la confusión y la desorientación de sus hermanos espíritas! Hay espiritas que dicen: las obras de Kardec no traen novedades, hay otros libros que nos hablan de cosas más interesantes, contándonos sucesos desconocidos, dándonos enseñanzas nuevas. ¡Ah, pobres hermanos que no toman conocimiento de la promesa del Señor, que menosprecian su dádiva!
¿Entonces el Señor y Maestro nos promete el Consolador y nos lo envía, para ahora nosotros dejarlo de lado y correr como locos atrás de los falsos profetas, de los falsos Cristos, de los falsos Kardecs, que proliferan en la vanidad humana? ¿Somos, por acaso, más elevados en discernimiento que el propio Maestro y Señor? No, hermanos, no tenemos el derecho de pensar así. El Espiritismo es la Mayor Verdad que podemos conocer, en esta fase evolutiva de la Tierra. Su aparecimiento fue preparado por el Alto. Antes de encarnarse Kardec, para cumplir su misión, numerosos hechos espiritas ya ocurrieran en el mundo; predisponiéndonos a la comprensión del trabajo del Codificador. Él mismo, el Codificador, vivió cincuenta años preparándose, adquiriendo cultura y experiencia, conquistando toda la ciencia de su tiempo, madurando en el seno de la Humanidad, para integrarse plenamente en ella, y solamente a los cincuenta años de edad recibir del Alto la incumbencia de investigar los fenómenos y organizar la Doctrina. Emmanuel nos dice, en A Camino de la Luz, que Kardec era uno de los más lúcidos discípulos de Jesús, enviado a la Tierra para cumplir la promesa del Consolador. ¿Y queremos, por acaso, ser más que él y que el Espíritu de la Verdad, que le asistía y guiaba? Algunos hermanos alegan lo siguiente: «El Espiritismo es demasiado simple, es el ABC de la Espiritualidad; tenemos mayores instrucciones en la Teosofía o en los Rosa-Cruces». Debían pensar antes que necesitamos justamente del ABC, pues somos todavía analfabetos espirituales.
El Espiritismo no tiene la pretensión de saberlo todo y todo enseñar. Porque las doctrinas que todo enseñan, en la verdad nada saben. Vean lo que los Espíritus respondieran a Kardec, en el primer capítulo de El Libro de los Espíritus, a respecto de nuestro conocimiento de Dios: «Dios existe, no lo podéis dudar, y eso es lo esencial. Acreditad en lo que os digo y no queráis ir más allá. No os perdáis en un laberinto de donde no podréis salir. Eso no os haría mejores, mas tal vez un poco más orgullosos, por que acreditaríais saber, cuando en realidad nada saberíais». ¿De qué nos valdría pensar que sabemos esto o aquello, sin en verdad saberlo? Solamente nuestra vanidad ganaría con eso, y el beneficio de la vanidad es pérdida para el espíritu. Acontece que todavía somos incapaces de conocer las causas primarias y las causas finales. Lo que más importa es evolucionar, progresar espiritualmente. Para eso estamos en la Tierra, con todas las limitaciones que nos impiden de avanzar más allá. Sólo hay un medio de vencer esas limitaciones: es aprender el ABC que el Espiritismo nos ofrece, que los Buenos Espíritus nos aconsejan y que el Espíritu de la Verdad nos envió, como la cartilla de estrellas de que estamos urgentemente necesitados.
El espírita, como nos enseña Miguel Vives, tiene un tesoro en sus manos. Dará prueba de ignorancia y de pretensión, si cerrar los ojos a ese tesoro para buscar otros, aparentemente más valiosos. ¿Qué vale más, hermanos: la humildad o la vanidad? Si es la vanidad, podéis adornaros con todos los grandes conocimientos ocultos, con todas las explicaciones misteriosas sobre Dios y el Infinito, con todas las fábulas y utopías a las cuales se refería el apóstol Pablo. En ese caso, dejaréis de lado la humildad. Esa pequeñina violeta del Mundo Espiritual, abandonada por vosotros reencenderá entonces su perfume entre los humildes. Y de éstos, según lo enseñó Jesús, será el Reino de Dios. No penséis, sin embargo, que el Espiritismo es doctrina estática, que no quiere ir más allá. Por el contrario, él es una doctrina dinámica y avanza siempre. Pero avanza en la medida de lo posible y de lo conveniente, con los pies en la tierra, para evitar el vértigo de las alturas.
En la proporción que crecemos moralmente -prestemos bien atención a esta palabra: MORALMENTE- el propio Espiritismo, dentro de las mismas obras de Kardec, desvelará nuevos mundos y nuevas enseñanzas ante nuestros ojos. Pero, entonces, estaremos en condiciones de comprenderlas. Todo se hace de manera progresiva, nada de saltos. Apegaros al Tesoro del Espiritismo, que la misericordia de Dios colocó en vuestras manos, si queréis realmente aprender y no apenas ilusionaros.
En conclusión: El espírita debe estudiar constantemente las obras de Kardec, que son el fundamento del Espiritismo, y no dejarse llevar por fascinaciones de la vanidad o de la ambición de saber lo que no puede; debe comprender los límites de su actual situación evolutiva, y humildemente procurar el medio de progresar.
Extraído del libro "El Tesoro de los Espíritas"
Miguel Vives
Obligación primordial del espírita es velar por su tesoro: La Doctrina Espírita. Pero, para eso, él debe estudiarla, conocerla bien, pues, de lo contrario, ¿cómo habrá de celar por ella? El Espiritismo no es apenas una eclosión mediúmnica, no es solamente manifestaciones de espíritus. Es la Doctrina del Consolador, del Espíritu de la Verdad, del Paráclito, prometida y enviada por el Cristo para orientamos. Siendo así, no basta al espírita frecuentar sesiones, hacer oraciones, implorar el auxilio de los Buenos Espíritus.
Si Jesús nos dio el mensaje redentor del Evangelio, y prometió que nos enviaría el Consolador -y en la época precisa realmente lo envió-, es que tenemos que conocer el Evangelio y conocer el Espiritismo. Los hebreos estudiaban minuciosamente la Ley Antigua, que está en el Viejo Testamento. Los cristianos estudian la Ley Nueva, que está en el Nuevo Testamento.
Los espíritas, que son los cristianos renacidos del agua y del espíritu, deben estudiar las obras de Kardec, que son la Codificación del Espiritismo, la Nueva Revelación. Muchos espíritas dicen que no disponen de tiempo para estudiar los libros doctrinarios. Entienden que basta escuchar a los Guías, en las sesiones mediúmnicas. Muchas veces, sin embargo, esos mismos Guías no tienen conocimiento doctrinario, son espíritus tan ignorantes cuanto sus mismos protegidos. Y el Evangelio nos enseña que, si un ciego guía otro ciego, ambos van a caer en el barranco. Vivimos en un mundo en fase de transición evolutiva. En un mundo, por tanto, en que proliferan espíritus agitados por ideas nuevas, deseosos de transmitirnos sus «revelaciones» personales. ¿Qué es lo que será de nosotros, si no nos esclarecemos y precavernos?
Hay espíritas que se dejan llevar por los falsos profetas, encarnados y desencarnados, que llenan nuestro mundo de novedades absurdas, perturbando el movimiento doctrinario e impidiendo la buena divulgación de la luz. Acreditan esos espíritas que Allan Kardec está superado, y por tanto que la obra de Kardec no tiene nada más que enseñarnos. jAh, cómo se engañan esos pobres hermanos, llevados por ilusiones momentáneas! ¿Entonces Jesús, nuestro Maestro y señor, no sabía lo que nos prometía, cuando anunciaba la venida del Consolador, para quedar eternamente con nosotros? ¿Jesús nos envió toda una admirable Falange de Espíritus de la Verdad para hacer revelaciones tan insignificantes, que no resistirían a más de un siglo? Pues hace poco más de un siglo que el Espiritismo apareció en el mundo, para consolar y orientar a los hombres, con vistas al Mundo Regenerador al que nos dirigimos, en el proceso de evolución de la Tierra.
¿Y en ese breve espacio de ciento y poco de años, toda la Revelación Espírita envejeció? ¿Si la verdad es eterna y, tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento, continúa brillando de la misma manera que hace millares de años, no tenemos, entonces la verdad en el Espiritismo? Piensen en eso los hermanos que se dejan llevar por las novedades del momento. Y tengan cuidado, pues la responsabilidad espiritual es nuestra mayor responsabilidad en la existencia terrenal. ¡Ay de aquellos que, por vanidad, pretensión, deseo de sobresalir de los demás, contribuyan para la confusión y la desorientación de sus hermanos espíritas! Hay espiritas que dicen: las obras de Kardec no traen novedades, hay otros libros que nos hablan de cosas más interesantes, contándonos sucesos desconocidos, dándonos enseñanzas nuevas. ¡Ah, pobres hermanos que no toman conocimiento de la promesa del Señor, que menosprecian su dádiva!
¿Entonces el Señor y Maestro nos promete el Consolador y nos lo envía, para ahora nosotros dejarlo de lado y correr como locos atrás de los falsos profetas, de los falsos Cristos, de los falsos Kardecs, que proliferan en la vanidad humana? ¿Somos, por acaso, más elevados en discernimiento que el propio Maestro y Señor? No, hermanos, no tenemos el derecho de pensar así. El Espiritismo es la Mayor Verdad que podemos conocer, en esta fase evolutiva de la Tierra. Su aparecimiento fue preparado por el Alto. Antes de encarnarse Kardec, para cumplir su misión, numerosos hechos espiritas ya ocurrieran en el mundo; predisponiéndonos a la comprensión del trabajo del Codificador. Él mismo, el Codificador, vivió cincuenta años preparándose, adquiriendo cultura y experiencia, conquistando toda la ciencia de su tiempo, madurando en el seno de la Humanidad, para integrarse plenamente en ella, y solamente a los cincuenta años de edad recibir del Alto la incumbencia de investigar los fenómenos y organizar la Doctrina. Emmanuel nos dice, en A Camino de la Luz, que Kardec era uno de los más lúcidos discípulos de Jesús, enviado a la Tierra para cumplir la promesa del Consolador. ¿Y queremos, por acaso, ser más que él y que el Espíritu de la Verdad, que le asistía y guiaba? Algunos hermanos alegan lo siguiente: «El Espiritismo es demasiado simple, es el ABC de la Espiritualidad; tenemos mayores instrucciones en la Teosofía o en los Rosa-Cruces». Debían pensar antes que necesitamos justamente del ABC, pues somos todavía analfabetos espirituales.
El Espiritismo no tiene la pretensión de saberlo todo y todo enseñar. Porque las doctrinas que todo enseñan, en la verdad nada saben. Vean lo que los Espíritus respondieran a Kardec, en el primer capítulo de El Libro de los Espíritus, a respecto de nuestro conocimiento de Dios: «Dios existe, no lo podéis dudar, y eso es lo esencial. Acreditad en lo que os digo y no queráis ir más allá. No os perdáis en un laberinto de donde no podréis salir. Eso no os haría mejores, mas tal vez un poco más orgullosos, por que acreditaríais saber, cuando en realidad nada saberíais». ¿De qué nos valdría pensar que sabemos esto o aquello, sin en verdad saberlo? Solamente nuestra vanidad ganaría con eso, y el beneficio de la vanidad es pérdida para el espíritu. Acontece que todavía somos incapaces de conocer las causas primarias y las causas finales. Lo que más importa es evolucionar, progresar espiritualmente. Para eso estamos en la Tierra, con todas las limitaciones que nos impiden de avanzar más allá. Sólo hay un medio de vencer esas limitaciones: es aprender el ABC que el Espiritismo nos ofrece, que los Buenos Espíritus nos aconsejan y que el Espíritu de la Verdad nos envió, como la cartilla de estrellas de que estamos urgentemente necesitados.
El espírita, como nos enseña Miguel Vives, tiene un tesoro en sus manos. Dará prueba de ignorancia y de pretensión, si cerrar los ojos a ese tesoro para buscar otros, aparentemente más valiosos. ¿Qué vale más, hermanos: la humildad o la vanidad? Si es la vanidad, podéis adornaros con todos los grandes conocimientos ocultos, con todas las explicaciones misteriosas sobre Dios y el Infinito, con todas las fábulas y utopías a las cuales se refería el apóstol Pablo. En ese caso, dejaréis de lado la humildad. Esa pequeñina violeta del Mundo Espiritual, abandonada por vosotros reencenderá entonces su perfume entre los humildes. Y de éstos, según lo enseñó Jesús, será el Reino de Dios. No penséis, sin embargo, que el Espiritismo es doctrina estática, que no quiere ir más allá. Por el contrario, él es una doctrina dinámica y avanza siempre. Pero avanza en la medida de lo posible y de lo conveniente, con los pies en la tierra, para evitar el vértigo de las alturas.
En la proporción que crecemos moralmente -prestemos bien atención a esta palabra: MORALMENTE- el propio Espiritismo, dentro de las mismas obras de Kardec, desvelará nuevos mundos y nuevas enseñanzas ante nuestros ojos. Pero, entonces, estaremos en condiciones de comprenderlas. Todo se hace de manera progresiva, nada de saltos. Apegaros al Tesoro del Espiritismo, que la misericordia de Dios colocó en vuestras manos, si queréis realmente aprender y no apenas ilusionaros.
En conclusión: El espírita debe estudiar constantemente las obras de Kardec, que son el fundamento del Espiritismo, y no dejarse llevar por fascinaciones de la vanidad o de la ambición de saber lo que no puede; debe comprender los límites de su actual situación evolutiva, y humildemente procurar el medio de progresar.
Extraído del libro "El Tesoro de los Espíritas"
Miguel Vives
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LA MUERTE, INEXISTENTE
“La muerte no existe en contraposición a la vida sino como parte de ella”
Haruri Murakami – Escritor Japonés
La muerte es, sin duda alguna una de las cuestiones principales que preocupan al hombre. Unos la aceptan, otros la niegan y últimamente hay una tercera opción que intenta combatirla, vislumbrando la posibilidad de derrotarla.
Aunque pueda parecer una paradoja, el problema de la muerte ha condicionado la vida del ser humano desde la época de las cavernas hasta ahora mismo. La realidad del fenómeno, causaba ya honda impresión en los hombres del paleolítico, que honraban y enterraban a sus muertos en señal de respeto y protección para ellos mismos.
La cultura, las religiones, e incluso la ciencia han instrumentalizado la muerte; haciendo de ella un punto principal alrededor del cual gira la vida. Tanto es así que la mayoría de la población del planeta vive bajo la perspectiva y en función de lo que creen que acontecerá después de la muerte.
La muerte; analizada desde el punto biológico no es más que el proceso natural en el que todos vamos a desembocar por el mero desgaste de los elementos que forman nuestros órganos y nuestra energía vital con el paso del tiempo. No obstante, en los albores de este siglo XXI existen ya iniciativas, proyectos de investigación, de serios e importantes científicos que abogan por la lucha contra la muerte a fin de conseguir una eterna juventud.
Esto que parece una utopía, no lo es tanto según la perspectiva de estos investigadores. Para ello se basan de algunas certezas que mencionamos a continuación; la primera es que el desarrollo de la medicina y otras disciplinas ha conseguido reducir las causas de la muerte ampliando la esperanza de vida, al combatir las enfermedades de tal forma que en un sólo siglo la esperanza de vida del ser humano se ha duplicado.
Hoy en día en los países desarrollados la esperanza media de vida alcanza 80 años; mientras que hace un siglo, y fundamentalmente antes del descubrimiento de las vacunas, los microbios y los virus situaban esta esperanza de vida en algunas décadas menos. Hemos de hacer la consideración de que este avance, no representa la capacidad de ampliar la esperanza de vida en sí, sino el desarrollo de la medicina para curar enfermedades cuyas causas producían la muerte y eran anteriormente desconocidas.
La ampliación de la esperanza de vida únicamente puede hacerse si somos capaces de regenerar órganos y tejidos dañados, o sustituirlos por otros nuevos, o eliminando de raíz las causas de las enfermedades degenerativas allí dónde tienen su germen, en la propia herencia genética que las permite. Así pues, un aumento de la esperanza de vida como el que se pronostica para el año 2050, donde se cree que podremos elevar la media de los 80 a los 120 años es bastante improbable mientras que la ingeniería genética, la nanotecnología y la regeneración de órganos y trasplantes de nuevos elementos, no se desarrollen a niveles nunca vistos.
Podemos pensar que el desarrollo exponencial de estas disciplinas en los últimos diez años; -sobre todo a raíz de la decodificación del genoma humano en el año 2000- ofrece este tipo de esperanzas, y, efectivamente se ha avanzado mucho, pero todavía estamos muy lejos de poder regenerar tejidos y órganos que sean compatibles en el cuerpo humano y que nos devuelvan la juventud y la vitalidad perdida que teníamos cuando cumplimos 25 años.
Nadie -con cierto conocimiento del tema- duda que el avance tecnológico posibilitará la ampliación de la esperanza de vida en décadas en este siglo que recientemente iniciamos; pero es bastante improbable que logremos alcanzar inmortalidad alguna con un cuerpo físico, por la cuestión evidente de que el hombre no es sólo biología, sino que presenta un componente espiritual que es el que vitaliza y anima el cuerpo físico, siendo la fuente permanente de la vida y responsable por tanto de la misma.
Si realizamos el enfoque desde el punto de vista espiritual, se ofrecen menos problemas. No es preciso pensar en la muerte, puesto que esta no existe para el espíritu. El alma humana vive en un cuerpo físico y de repente se retira y el cuerpo comienza su descomposición al perder el componente vital que lo animaba -“anima”-. Desde ese momento el alma se desprende del cuerpo y se traslada al mundo del espíritu donde seguirá viviendo, sintiendo, progresando y experimentando hasta que tenga una nueva oportunidad de volver a la tierra en otro cuerpo de un niño, es decir, hasta que vuelva a reencarnar.
“El que llamas muerto, no murió, mas partió primero.”
Séneca – Filósofo Romano s. I
Siempre somos los mismos, con cuerpo físico o sin él, nuestra personalidad no se pierde, antes al contrario, vida tras vida y durante el intervalo que permanecemos en estado espiritual, nuestros conocimientos siguen creciendo, nuestras actitudes y competencias se siguen desarrollando, y nuestros defectos y virtudes siguen siendo los mismos, hasta que el progreso y la evolución personal logran agrandar nuestra conciencia y ampliar nuestras capacidades intelectivas y morales.
La muerte no existe para el espíritu por otro importante motivo; el espíritu no tiene forma, no tiene sexo, no es materia, es energía purísima, una “chispa divina” creada por Dios a su imagen y semejanza en cuanto a los atributos divinos de perfección y eternidad. Por ello, desde que somos creados por Dios ya poseemos el gran objetivo que persiguen los que quieren vencer a la muerte: “La inmortalidad”. Esta es uno de los atributos de nuestra alma.
Ya somos inmortales; nuestra conciencia transciende a la muerte y sigue creciendo, avanzando, progresando y conquistando mayores metas de plenitud y progreso hasta que lleguemos a la felicidad, a la que estamos destinados mediante el desarrollo interior de nuestras capacidades divinas. Cuando la semilla inmortal de la esencia divina que anida en nosotros, se desarrolla y se convierte en un árbol frondoso, las capacidades se amplían exponencialmente al amparo de la inmortalidad de la que ya gozamos.
Pasamos de ser salvajes y primitivos a ser genios y hombres de elevada condición moral e intelectual; aunque para ello necesitemos algunos milenios de experiencias, y muchas vidas de aciertos y errores, de sufrimientos o de goces. Tenemos el tiempo que precisemos, pues somos los dueños de nuestro propio destino en base al libre albedrío del que gozamos; aunque por ello seamos igualmente responsables ante las leyes que rigen el proceso de evolución, y recibamos en vidas posteriores la cosecha de aquello que hemos sembrado con anterioridad.
Así pues, mientras la ciencia persevera en conquistar la inmortalidad para el cuerpo, el espíritu agradece el avance porque le permite vivir más tiempo y en mejores condiciones con el vehículo del que se sirve para progresar. Ese vehículo constituido de billones de células, de un diseño extraordinario, donde cada elemento desempeña su función a la perfección para permitir a la esencia divina, -el espíritu humano-, la realización de su progreso y avance hacia la plenitud y la felicidad siempre al amparo de la inmortalidad que posee desde que fue creado por Dios hace milenios.
“La inmortalidad del alma es una realidad, no una conquista que debamos alcanzar”. El cuerpo biológico podrá mejorar su esperanza de vida, viviendo más años y en mejores condiciones, pero siempre se verá supeditado al proceso evolutivo del espíritu que lo anima y le permite la vida. Es por ello que la muerte es inexistente para el alma.
Antonio Lledó Flor
©2017, Amor, paz y caridad
“Ni temas ni desees la muerte.”
Marco Valerio Marcial (40-104) Poeta latino
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