domingo, 8 de octubre de 2017

El Espiritismo frente al problema social



Hoy veremos :

- La conciencia del amor
- La fe y la confianza
- Concepto espírita de la Sociología
- El Espiritismo frente al problema social


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                         LA CONCIENCIA DEL AMOR

Las más importantes transformaciones del alma humana se logran mediante el desarrollo del amor, porque el amor es la esencia-madre, la esencia generadora de la vida. No sin razón el apóstol Juan dijo que "Dios es amor". Todos los restantes elementos susceptibles de desarrollo se hallan también al abrigo de la ley de amor del universo, "ley suprema de la conciencia", que comanda al mismo tiempo el destino de los pueblos y de las galaxias. El comportamiento de los seres angelicales, guarda relación con esa ley suprema del Creador. Si así no fuera, no habrían alcanzado en su desenvolvimiento una condición tan elevada. Incluso la palabra filosofía que comúnmente se traduce como "amor a la sabiduría", fue sensatamente modificada por Platón como "la sabiduría del amor", la grande y notable sabiduría del universo. Nuestra conciencia en cuanto al amor se desarrolla con el paso del tiempo.

Animalidad =>  Humanidad

A medida que toma distancia de la animalidad, el ser humano alcanza dimensiones espirituales más elevadas, y las energías que lo componen adquieren frecuencias más sutiles que hacen posible su adaptación a las leyes naturales. Nos referimos a la adquisición gradual de elementos que brotan en el área de los sentimientos. Se trata de fuerzas intuitivas que i nician un proceso de sensibilización de afectividad humana. André Luiz expresó que  "el  instinto sexual es el amor en proceso de expansión en el tiempo". El espíritu se modifica y adquiere elementos más nobles por el impulso de una energía motriz de elevada transcendencia: el amor en expansión. El predominio de la naturaleza animal sobre la espiritual es el que impele al hombre al comportamiento bárbaro, al egoísmo, en fin, el empobrecimiento humano. Los deseos y las pasiones desenfrenadas atrapan a las criaturas en el lodazal creado por los instintos carentes de educación. Hoy mismo, en nuestra sociedad, existen   espíritus en esa fase del comando instintivo, de ahí las imprudencias de todo orden de que tenemos noticia.

Instintos => Sentimientos

El progreso de la conciencia lleva implícito el suficiente conocimiento de la ley de amor para que ese progreso se efectúe con cierta celeridad. El sufrimiento individual igual que el colectivo, ya lo hemos mencionado, deriva de un detalle: ignorancia de la ley del amor. Esa es la ley que impulsa la evolución de los instintos hacia los sentimientos. Su observación sacará al hombre del reservorio oscuro y profundo de la animalidad, según decía el filósofo José Herculano Píres. Pero mientras ese residuo no desaparezca, el ser humano reincidirá en comportamientos abusivos cargados con restos de animalidad, y buscará satisfacer nada más que las exigencias del SER CORPORAL, en lugar de las del SER ESPIRITUAL.

   De modo que el amor- instinto de los salvajes se depura comandado por la razón naciente, y en esa conjunción de razón con afectividad, el sentimiento del amor adquiere una estructura y va arrancando al hombre de la animalidad hasta elevarlo a la condición humana de los sentimientos depurados.

- Jason de Camargo ( Educación de los sentimientos )

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La fe y la confianza

La fe y la confianza son dos virtudes que se igualan.
Kardec, en el libro de su autoría (El Evangelio según el Espiritismo), enseña "que la confianza en sus propias fuerzas torna al hombre capaz de ejecutar cosas materiales que no consigue hacer quien duda de sí"
Cuando los hombres consigan conquistar la confianza en sí y en los otros, la vida en la Tierra se tornará mucho más sencilla y fácil de ser vivida.
La falta de confianza de los unos hacia los otros, hace a la humanidad infeliz. Si observamos la conducta de las personas, comprobaremos que la vida entre ellas se complica cuando crece la desconfianza. En esto reside el origen de esta ráfaga de copias autenticadas, reconocimientos de firmas, sellos de procedencia, etiquetas de holografía, artificios que encarecen los documentos y los productos, creados por el hombre para regatear la desconfianza y la mala fe. No se confía en la fiabilidad del procedimiento del otro, de ahí la necesidad de tantas pruebas.
La confianza brota de la fe. La fe, por su vez, es un sentimiento instintivo que nace con el Espíritu. En las estructuras del Espíritu, Dios coloca todas las virtudes que se deberán desarrollar con la evolución, como el crecimiento personal.
Nos enseñan las Luces superiores que Dios creó a todos los Espíritus iguales, simples e ignorantes, pero en cada uno colocó los principios de su evolución espiritual.
La fe se desarrolla en la criatura desde los primeros días de vida, cuando aprende a confiar en los padres y después en otros familiares, en los amigos y en si misma. De ahí en adelante, aprende a confiar en Dios.
Si la criatura es engañada desde pronto por los padres o se siente insegura en compañía de ellos, crece desconfiando de todos. Más tarde, ante las vicisitudes de la vida, arrostrará las más diversas formas de dificultad en el relacionamiento del ambiente social, familiar, del trabajo, etc. Ciertamente tampoco sabrá confiar en Dios, pasando a profesar el ateísmo en sus diferentes formas. El germen de la fe continuará, para ella, cristalizado y sin evolución.
En un pasaje del Evangelio de Jesús, en el acto de expulsar al "demonio"- Espíritu malo- el Maestro afirma: "- Pues en verdad os digo que si tuvieseis la fe del tamaó de un grano de mostaza, diréis a esta montaña: transpórtate de ahí para allá, y ella se transportaría, y nada os sería imposible". ( Mt., 17, 14-20)
El "grano de mostaza". en la comparación de Jesús, representa la minúscula simiente como el "impulso inmanente" que comienza a desarrollarse en el "principio inteligente", en los primeros grados de los reinos de la naturaleza. A lo largo de los tiempos, se transmutan las potencialidades innatas, y en el futuro se convierte en un ser completo y de acciones poderosas, nos enseña el Espíritu Hammed.
Debemos comprender que, realmente, el poder de la fe, "transporta montañas" y que para el Espíritu nada es inaccesible, pues cuando percibe la razón de todo e interpreta con exactitud la sabiduría de Dios, la vida para él no tiene fronteras. 
Al ampliar nuestra consciencia en la fe, sentiremos una inefable serenidad íntima, porque conseguiremos entender perfectamente que en el Universo, todo está "como debe estar". No existen atrasos ni errores, solamente el mantenimiento de la seguridad  del "Poder Divino", garantizando la estabilidad y el perfeccionamiento de sus criaturas y creaciones, concluye Hammed.
Allan Kardec enseña más sobre la fe: ·La fe razonada, por apoyarse en los hechos y en la lógica, no deja ninguna oscuridad. La criatura entonces, cree porque tiene la certeza y nadie tiene certeza sino es porque lo comprende. Es el por qué no se doblega. Fe inalterable solo es la que puede encarar de frente a la razón, en todas las épocas de la Humanidad".
A este resultado conduce el Espiritismo, por lo que triunfa de la incredulidad, siempre que no encuentre una oposición sistemática e interesada.
Es esta la fe que precisamos desarrollar en nosotros, para que la paz y la confianza se tornen nuestras adquisiciones espirituales y pasen a ser parte integrante de nosotros mismos. Con ella seremos capaces de remover todas las montañas que encontremos en nuestras vidas, no las de piedra y tierra, sino aquellas de las reñidas dificultades materiales, morales o espirituales. Solo así estaremos caminando en la dirección de nuestra felicidad.

ÉDO MARIANI


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             CONCEPTO ESPÍRITA  DE LA                                   SOCIOLOGIA 

      EL ESPIRITISMO FRENTE AL PROBLEMA SOCIAL 

Las convulsiones políticas y sociales del momento histórico en que vivimos nos obligan a apartar nuestra atención de los problemas de índole psicológicas para fijarla en los de índole económico y social, que ocupan también una de las fases de nuestros estudios y exigen ser tratados a la luz del Espiritismo. 


Vivimos en una hora de inquietud social, de incertidumbre política, de crisis económica, en que las naciones parecen haber perdido el control de sus actos, en que nadie se entiende o aparenta no entenderse, en que las ambiciones de mando y de poderío han roto el freno de las viejas democracias para tomar, por el imperio de la revolución, las riendas del mundo, en que la defensa del actual régimen social se muestra a cara descubierta empuñando el fusil de la dictadura, y decimos con la cara descubierta porque, de hecho, ha existido siempre, aunque disfrazadas con el antifaz de una falsa democracia. A esta dictadura de los de arriba responde la dictadura de los de abajo, y en torno de estos dos extremos giran y se chocan las tendencias en aparente confusión. 


Estas convulsiones que se notan en todos los órdenes de la vida social, en el mundo entero, no son más que los síntomas del nuevo parto de la historia: los estertores de una sociedad que agoniza y los anuncios de una nueva sociedad que nace. 


Ante lo que se va y que viene, demás está decir que los espiritistas no inclinamos decididamente por lo último. Somos evolucionistas, amamos la justicia, defendemos la verdad y trabajamos anhelosos por el bien, tanto individual como social: deseamos una sociedad mejor y bregamos por su pronto advenimiento. 


Carecería, por lo tanto, de exacto conocimiento del Espiritismo quien creyese que éste tiene por única misión ocuparse de las cosas del espíritu, de los problemas del alma, haciendo de él una ciencia puramente experimental para lograr establecer la certeza de nuestra inmortalidad y buscar la felicidad para después de esta vida. Si éste es, ciertamente, su objeto primordial, por cuanto constituye la base sobre la que descansa toda su estructura ideológica, no se circunscribe, ni podía circunscribirse a esto solo, sin dejar de cumplir su función profundamente revolucionaria en todos los órdenes de la vida, tanto individual como social. 


El Espiritismo tiene miras más amplias, horizontes más dilatados: es, aparte de una ciencia experimental y filosófica, una ideología social, que persigue una finalidad superior en este mundo donde, a la par que los ideales más generosos, pero sin base sólida, se encuentran las tendencias más conservadoras y egoístas, los odios más perversos, las miserias morales más grandes, las ambiciones más mezquinas y repudiables. 


El Espiritismo no considera a sus adeptos desvinculados de la sociedad, ni los concibe felices y satisfechos contemplando el dolor y la miseria de los desheredados frente al placer desenfrenado y la riqueza deslumbrante de los detentadores. Para él, el hombre es un ser social y, por lo tanto, le enseña a ser solidario con la sociedad en todo cuanto, tienda a su mejoramiento, a la mayor justicia y bienestar de todos y de cada uno. 


Aunque explica la razón de ser de muchos males individuales y sociales, fundándose en la ley de causalidad espirita-lo que no significa justificarlos- no considera a la sociedad en estado estático, sino dinámico, es decir, evolucionando continuamente hacia una finalidad superior que se realiza con el tiempo y en proporción a los esfuerzos que en tal sentido se hacen. 
La doctrina espiritista –que por ignorancia muchos consideran conservadora y otros, por interés, la aceptan como sostén de todos los latrocinios e iniquidades sociales- es tan profundamente revolucionaria, y, al mismo tiempo constructivo, que 
nada queda a su paso de injusto, de malo e inmoral, que no lo destruya, y nada 
destruye que no sea capaz de suplirlo con edificaciones más buenas, más sólidas y 
mejor cimentadas. Desde este punto de vista, encaramos los espiritistas los 
problemas sociales. 


Tenemos una finalidad social que no difiere de los ideales más avanzados sino por el concepto espiritual, indefinidamente progresivo, que tenemos del ser humano. 


Repudiamos el régimen de explotación y de enojosos privilegios en que vivimos, la moral hipócrita e interesada que de él se desprende, la justicia unilateral y ajustada a las prerrogativas económicas, el latrocinio de los gobernantes y la actitud de los gobiernos que, amparados en leyes constitucionales injustas y anacrónicas – cuando no en las fuerzas arbitrarias a estas mismas leyes – se creen amos de los pueblos, cuando sólo deberían ser sus servidores y que, no pretexto de administrar los intereses generales de las naciones, aseguran el monopolio y la riqueza desmedida de unos, a costa de trabajos y la miseria de los otros; repudiamos también la falsa educación que se ajusta a los convencionalismos sociales y a las leyes que los defienden, y a estas mismas leyes, que hacen del crimen legal una virtud patriótica, y de la verdadera virtud un delito punible, que ampara, en fin, el 
asesinato, el robo y las inmoralidades más grandes y luego, como una misión, castigan despiadadamente delitos menores, que derivan de la misma injusticia e inmoralidad que la ley ampara. No nos avenimos con la política de rapiña internacional, que hace que los países más fuertes se posesionen de los más débiles o ejerzan hegemonía sobre ellos, ni con las guerras fratricidas, que no tienen otra finalidad por parte de los que las hacen, que la de asegurar el imperio capitalista de unas naciones sobre otras, de satisfacer ambiciones económicas o cuando no, afianzar el régimen de la explotación humana impidiendo que otros, más en concordancia con la justicia y el derecho natural, se abran paso. 


En fin, el espiritista – por lo menos el que lo es de verdad – no puede menos que repudiar todo esto y lo mucho más malo que existe en este mundo, por ignorancia o maldad de los hombres. Y, al repudiarlo, aspira, naturalmente, a un régimen de libertad, de igual economía y de verdadera fraternidad, donde la justicia no sea un mito, donde el derecho natural no se posponga al derecho del más fuerte y del más pillo, donde el bienestar sea común, donde la paz del mundo sea una verdad, donde la democracia no sea un truco, donde la caridad no sea una insultante limosna, ni el amor una veleidad, ni la solidaridad una especulación. 


Pero, ¿será posible que en este mundo destinado, según creencia general, al dolor y a la expiación, en este infierno de pruebas, en este presidio de almas condenadas al suplicio, pueda realizarse progreso tal? ¿Cabrán en él tantas cosas buenas? ¿No se oponen al deseo de conquistarlas las enseñanzas del Espiritismo? 


Yo creo que todo esto es asequible a la evolución de la sociedad humana, que puede llegar a realizarse, y que tal realización, en tiempo más o menos cercana, depende de los esfuerzos que los hombres de buenos sentimientos y más capacitados y decididos en la obra de la transformación social hagan para conseguirlo, y que, lejos de ser contrario a las enseñanzas del Espiritismo, es la esencia misma de su doctrina. Pero, aun cuando no fuese realizable, siempre será una noble aspiración, una función elevada de nuestra vida, el propender a ellos y, al hacerlo podremos estar seguros de no haber equivocado nuestro camino. 


Para demostrar que lo que venimos sosteniendo no es una simple opinión personal concebida al margen de la doctrina espírita, voy a exponer lo más sencillamente posible, algunos conceptos sociológicos extractados de las obras de Allan Kardec, porque la enseñanza expuesto en ellas no lleva el sello de una sola personalidad, sino que es el contenido filosófico de muchas opiniones que, aunque no sean posibles, reflejan unánimemente la esencia de la doctrina y que también porque Kardec, el más humanitario de los maestros espiritistas, que hizo de los Evangelios su estandarte, de la caridad la más grande virtud, y la actitud más noble de la humanidad, no puede ser sospechado por nadie de “anarquista peligroso”... 


Tomaré, pues, del autor mencionado, solamente lo que se relaciona con el problema social, entresacándolo de las páginas de sus libros, en donde se encuentra mezclado con otras enseñanzas de orden moral.

Manuel S. Porteiro 

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                    Presentimientos 


522. ¿Es siempre el presentimiento una advertencia del Espíritu protector? 

- El presentimiento es el consejo íntimo y oculto de un Espíritu que os quiere bien. Está asimismo en la intuición de la elección que se ha hecho. Es la voz del instinto. Antes de encarnar, el Espíritu tiene conocimiento de las principales fases de su existencia, esto es, del género de pruebas a las que se compromete. Cuando éstas poseen un carácter evidente, guarda de ellas en su fuero interno una especie de impresión, y esa impresión, que constituye la voz del instinto, al revelarse cuando se acerca el instante, se convierte en presentimiento. 


523. Los presentimientos y la voz del instinto presentan siempre cierta vaguedad: ¿qué debemos hacer, pues, ante la incertidumbre? 

- Cuando estés incierto, invoca a tu Espíritu bueno, o ruega a Dios, Nuestro Señor, que te envíe uno de sus mensajeros, uno de nosotros. 


524. Las advertencias de nuestros Espíritus protectores ¿tienen por único objeto el comportamiento moral, o se relacionan también con la conducta a seguir en las cosas de la vida privada? 

- Ellos procuran de que viváis lo mejor posible. Pero a menudo cerráis los oídos a las advertencias saludables y sois infortunados por vuestra propia culpa. 
Los Espíritus protectores nos ayudan con sus consejos mediante la voz de la conciencia, a la que hacen hablar en nosotros. Pero, como no siempre le concedemos la importancia precisa, los Espíritus nos proporcionan consejos más directos, sirviéndose para ello de las personas que nos rodean. Examine cada cual las diversas circunstancias, dichosas o desgraciadas, de su vida, y verá que en muchas ocasiones ha recibido consejos que no siempre aprovechó y que le hubiesen ahorrado bastantes disgustos si los hubiera atendido. 
EL LIBRO DE LOS ESPIRITUS 
ALLAN KARDEC 


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