martes, 13 de enero de 2015

Elucidaciones espiritas de León Denis

                   
        LA MÚSICA CELESTE

Cierto día en una de las reuniones de la familia, el padre había leído un pasaje de El Libro de los Espíritus concerniente a la música celeste. Una de sus hijas, excelente música, se decía a si misma: ¡Pero si no hay música en el mundo invisible! Esto le parecía imposible, y sin embargo no dio a conocer su pensamiento. Durante la velada escribió ella misma espontáneamente la siguiente comunicación: "Esta mañana, hija mía, tu padre te leía un pasaje de El Libro de los Espíritus; se trataba de música. Has sabido que la del cielo es mucho más bella
que la de la tierra, y los Espíritus la encuentran muy superior a la vuestra. Todo eso es la verdad; sin embargo, tu te decías aparte y a ti misma: ¿Cómo podría Bellini venir, darme consejos y oír mi música Probablemente es algún Espíritu ligero y bromista? (Alusión a los consejos que el Espíritu de Bellini le daba a veces sobre música). Te engañas, hija mía; cuando los Espíritus toman a un encarnado bajo su protección, su objeto es hacerle adelantar.
"Así pues, Bellini no encuentra ya su música bella, porque puede compararla con la del espacio, pero ve tu aplicación y amor por el arte; si te da consejos, es por satisfacción sincera; desea que tu profesor sea recompensado de todo su trabajo; aunque encuentra su ejecución bastante infantil ante las sublimes
armonías del mundo invisible, sabe apreciar su talento, que puede llamarse grande en ese mundo. Créelo, hija mía, los sonidos de vuestros instrumentos, vuestras mas bellas voces, no podrían daros la más débil idea de la música celeste y de su suave armonía".
Algunos instantes después, dijo la joven: "Papa, papa, me duermo, me siento desfallecer". Inmediatamente se dejó caer sobre una butaca, exclamando: "¡Oh! papá, papá, ¡que música tan deliciosa!... Despiértame, porque me marcho".
Los asistentes, amedrentados, no sabían como despertarla, pero ella dijo:
"Agua, agua". En efecto, algunas gotas arrojadas sobre la cara, produjeron un pronto resultado; aunque perturbada al principio, volvió en si lentamente, sin tener el menor recuerdo de lo que había sucedido.
La misma noche, estando el padre solo, obtuvo la siguiente explicación del espíritu de San Luis:
"Cuando leías a tu hija el pasaje de El Libro de los Espíritus que trata de la música celeste, ella dudaba; no comprendía que pudiese existir la música en el mundo espiritual, y he aquí por qué esta noche le he dicho que era cierto; no habiéndola podido persuadir, Dios permitió, para convencerla, que le fuese enviado un sueño sonambúlico. Entonces, emancipándose su Espíritu del cuerpo dormido,se lanzó al espacio, y admitido que fue en las regiones etéreas, su éxtasis fue producido por la impresión que le causó la armonía celeste; así ha exclamado:
"¡qué música!, ¡que música!", pero sintiéndose por momentos arrastrada hacia las regiones elevadas del mundo espiritual, por lo cual ha pedido que se la despertara, indicándote como, esto es, con agua.
"Todo se hace por la voluntad de Dios. El Espíritu de tu hija no dudará más;aun cuando al despertar no haya conservado claramente en la memoria cuanto le ha sucedido, su Espíritu sabe a que atenerse.
"Dad gracias a Dios por los favores de que colma a esa niña; dadle gracias también por dignarse más y más haceros conocer su omnipotencia y su bondad.
¡Que se derramen sus bendiciones sobre vos y sobre ese médium feliz entre mil!"

Observación: Se preguntará, tal vez, que convicción puede resultar para esa joven de lo que ha oído, puesto que no se acuerda. Si despierta, se han borrado de su memoria los detalles, el Espíritu se acuerda; le queda una intuición que modifica sus pensamientos; en vez de hacer la oposición, aceptar sin dificultad las explicaciones que le darán, porque las comprenderá y encontrará intuitivamente conformes con su sentimiento íntimo.
Lo que ha pasado aquí, en un hecho aislado, en el espacio de algunos minutos, durante la corta excursión que ha hecho el Espíritu de la joven por el mundo espiritual, es análogo a lo que ha lugar de una existencia a otra; cuando el Espíritu que se encarna pose conocimientos sobre un asunto cualquiera, hace suyas, sin trabajo, todas las ideas que se relacionan con el particular, aun cuando no se acuerde, como hombre, del modo como las ha adquirido. Por el contrario, las ideas, para el que aun no esta dispuesto, entran con dificultad en su cerebro.
Así es como se explica la facilidad con que ciertas personas se asimilan las ideas espiritistas. Estas ideas no hacen mas que despertar en ellas las mismas que ya poseen; son espiritistas al nacer, del mismo modo que otros son poetas,músicos o matemáticos. A la primera palabra comprenden y no necesitan, para convencerse, pruebas materiales. Incontestablemente es un signo de adelantomoral y desarrollo espiritual.
En la comunicación anteriormente citada, se dice: "Dad gracias a Dios por los favores de que colma a esa niña; que se derramen sus bendiciones sobre ese médium feliz entre mil". Estas palabras parecen indicar un favor, una preferencia,un privilegio, siendo así que el Espiritismo nos enseña que Dios, siendosoberanamente justo, ninguna de sus criaturas es privilegiada, y que no hace más fácil el camino a unos que a otros. Sin duda alguna, el mismo camino queda abierto para todos, empero no lo recorren todos con la misma rapidez, ni alcanzan el mismo fruto; todos no se aprovecharán igualmente de las instrucciones que reciben. El Espíritu de esa niña, aunque joven como encarnada, ha vivido mucho y ha progresado ciertamente.
Los buenos Espíritus, encontrándola dócil a sus enseñanzas, se placen en instruirla como lo hace el profesor con el discípulo en quien encuentra buenas disposiciones; en este concepto es médium dichoso entre otros muchos, que, por su adelanto moral, no sacan ningún fruto de su mediumnidad. No hay, pues, en el caso presente, ni favor ni privilegio, hay recompensa; si el Espíritu cesara de ser digno, muy pronto sería abandonado por sus buenos guías, por haber corrido a su alrededor un tropel de malos Espíritus.

Tomado de "Obras Póstumas" de Allan Kardec

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ANTE LA VEREDA FAMILIAR

Si el espirita debe ser prudente, virtuoso, tolerante, humilde abnegado y caritativo, entre sus hermanos del ideal y en el seno de la Humanidad! Cuanto más lo debe ser en la familia!.

La existencia es la oportunidad que Dios da al ser para su expiación y progreso. La familia es el mundo que rodea al ser, en ella se encuentran como autores los padres sin ellos el espíritu  no puede retornar a la vida.

Si son sagrados los deberes que hemos de cumplir entre nuestros hermanos y en la Humanidad, mucho más lo son los que tenemos que cumplir en la familia. Porque debemos considerar que, más allá de los vínculos que en esta existencia nos unen con lazos insolubles, tenemos siempre historias pasadas, que se enlazan con la historia presente.

El espirita  debe ver en su familia un grupo que le fue dado en custodia, y para el cual tiene muchos deberes a cumplir y muchos sacrificios a realizar. Por eso, el esposo debe ser el apoyo y el sustentáculo de la esposa; debe amarla, respetarla, protegerla, aconsejarla, orientarla y proporcionarla en todas las circunstancias de la vida, lo que sea necesario. También el debe obediencia, amor, respeto y todas sus tendencias, sin faltar jamás al respeto y a la obediencia, que debe al que Dios le dio como guía en este mundo de dolor.

Cuando entre los esposos hay temperamentos opuestos, o un mal genio que torna difícil la unión, el espirita debe escudarse en su prudencia, con tacto y paciencia a toda prueba. Debe estar unido a lo Alto, tener mucho amor al Padre, recordar siempre la paciencia y la abnegación del Señor, y permanecer en contacto con su Guía Espiritual, por medio de la oración y por la práctica de la indulgencia hacia los que le atormentan. Por muy difícil que esto nos resulte, no debemos rebelarnos, procurando sacrificarnos y si fuese necesario, recordar, que lo que hoy nos sucede es el resultado del ayer, y si lo hacemos obtendremos una gran recompensa.

Muchas veces todos los hijos no son buenos como todo padre desea y acarrean disgustos y sinsabores, que inciden en un gran sufrimiento. Los padres, entonces, necesitamos saber sufrir, teniendo mucho cuidado en mantener el mismo afecto para todos los hijos, tanto para los buenos, como para los que nos disgustan. El espirita debe sentir el mismo amor por todos sus hijos. Y no debe olvidar que los más necesitados de su misericordia son los menos provistos de bondad y comprensión. Hay hijos que llevamos por la mano a todas partes, y hay otros que no basta cogerlos por la mano, es preciso arrastrarlos.

Es verdad que a veces el padre no puede tratar a todos los hijos de la misma manera, en virtud de la diferencia de conducta y de comprensión de los hijos. Pero el padre y la madre deben mantener el amor en sus corazones, y si es posible, mucho mas fuerte por el hijo que más lo necesita, sea por atraso moral o por otros motivos. Pues todo espirita que tenga hijos  no debe olvidar que no los tiene por acaso. No fue por casualidad, más obedeciendo a un plan providencial para su bien y el de sus hijos, que ellos nacieran. Quien sabe si fuimos enemigos, o tenemos deudas que ajustar, y por eso Dios los ha puesto en nuestro camino, unidos por los lazos de la familia, para satisfacer un pago que de otra manera no podríamos hacer.

¡Quién sabe si la mujer abandonada de otras existencias, que sirvió apenas para satisfacer caprichos, viene ahora a reclamar el apoyo a que tiene derecho! Por eso el espirita, debe tener el mayor cuidado en la educación de todos sus hijos, más aun, ha de velar por los hijos que le vienen cargados de imperfecciones y son la causa de grandes disgustos.

¡Cuántos casos hay, entre los encarnados, que si pudiésemos conocerlos, nos harían bajar la cabeza y ponernos de sobre aviso! En la verdad no podemos conocerlos. Nos basta saber, sin embargo, que no hay efecto sin causa, y que Dios, en su infinita sabiduría, nada hace de inútil ni de injusto. Así, cuando el hombre encuentra una esposa mala, o la mujer encuentra un mal marido, no es por acaso, más por una sabía determinación. Si un buen padre tiene malos hijos, no se trata de castigo, más de las consecuencias de una ley justa.

El espirita que conoce todas esas cosas y todavía muchas otras, no puede considerar la vida como un simple paseo, sino como una secuencia de hechos  que lo herirán hasta lo más profundo del alma, que lo aran sufrir y derramar lágrimas. Mas justamente por eso debe ser fuerte, de animo firme, compasivo y abnegado, caritativo para con todos, y muy especialmente para con las imperfecciones de sus hijos, depósitos sagrados que el Padre les concede, para que sea su protector y guía, a fin de hacerlos avanzar por lo menos un paso, en el caso de no poder hacer más.

Un hijo nuestro puede ser un gran enemigo de otras existencias, o un amigo cariñoso. Y no hay duda que, en las profundidades de nuestra alma, resuenan aun los recuerdos del pasado. El Espiritismo es eficiente, para hacernos progresar, pues su solución definitiva es que debemos amar, amar y amar.
Si, amar a los que no nos quieren, a los que nos odian, a los que nos protegen o nos persiguen, a los que nos hacen el bien o nos desean el mal. El espirita que consiga tener el amor como ley y lo ponga en práctica, no estará en tinieblas. Su vida terrena fluirá plácidamente, y después de ella alcanzara la felicidad.

Cuando el espirita no tiene esposa e hijos, pero tiene aun a los padres, no debe olvidar el deber de tributarles todo el respeto, cariño y amor.

Es necesario encarecer la importancia de los cuidados paternales, bajo la luz de la realidad espiritual, tan descuidada, olvidada por los progenitores.

Al igual que vacunamos a los niños para prevenirles de ciertas enfermedades, no debemos olvidar la grandeza de la cual es constituida la Doctrina de Jesús, como bendita medicación profiláctica, a fin de que los hijos tengan estructura para conseguir vivir en el mundo con los valores morales espirituales, asimilados en el hogar bien orientado.

Cuando llevamos a las guarderías, colegios a nuestros hijos, en la fase infantil, surgen en ellos problemas de carencias, ansiedades e inseguridades, conforme su estructura psicológica y emocional. Durante la primera infancia, más que nunca, será muy importante que el niño recoja la ternura de la convivencia del hogar, con su madre, cuando no sea posible que este con los padres.

Debemos bendecir al hijo, cada mañana, cada anochecer, sin que él sea un peso, un estorbo. Es junto a nuestros hijos que las madres encontramos las más exuberantes oportunidades de avanzar, en espíritu, para alcanzar los campos luminosos del progreso, los cuales anhelamos. La mujer no vive solamente para si. La mujer madre vive por sí y por sus hijos y deberá guardar la certeza de cuanto ella influirá sobre las vidas de los suyos, este o no consciente de eso.

La mujer tenemos que prepararnos para un mejor entendimiento de nuestra propia vida y de su misión. Si es viable y oportuno, trabajar fuera de casa pero sin sumergirnos en la manía de la fuga del hogar, sin razón y sin lógica.

Junto a nuestros hijos, hemos de tener cuidados de maestra y de hermana, de enfermera y de madre resguardándolos – por lo menos mientras sean pequeños- de los conflictos y tormentos dispensables de la Tierra. Observemos a nuestros hijos y amémoslos, sin sentimentalismos ridículos que más representan desajuste emocional que real bienquerer.

Es incalculable el número de criaturas que llegan a la edad adulta manteniendo los padrones psicológicos de las fajas infantiles. En el hogar, en la forja domestica de los caracteres padres y madres o tutores, pueden y deben establecer programas educacionales, tranquilos y sabios, para que homenajeen a la vida terrena con la dedicación vivenciada delante de los educandos.

Es común encontrar en las veredas domesticas las conocidas crisis de irritación y cólera; tristezas y aborrecimientos resbalando para la depresión; excesos de euforia derivando en desentendimientos; bromas impensadas desbordando para la ofensa que lastima, tanto como la habladuría no caritativa determinando malestares y arrepentimientos y así en adelante.

Cuando estamos tranquilos, ofrecemos al conjunto nuestra contribución pacificadora; cuando nos juzgamos con el derecho de embravecernos; de vociferar de imponer y de dañar, descargamos nuestra ponzoña mental en el ambiente, provocando disturbio general.

Como es muy raro que en los momentos de perturbación alguien se preserve vacunado contra esa posición fluídica dañina, sufrimos terriblemente la actuación negativa del desequilibrio.

Nadie puede creer poder vivir en un hogar sin cualquier indisposición física o moral, o sin padecer uno u otro estilete de las sombras que, apoyándose en las imperfecciones individuales, promueven verdaderos conflictos y desajustes entre los comensales de la familia.

Solo el que haya desarrollado mayor nivel de comprensión y de vigilancia encontrara elementos para frenar la onda nociva de las energías deletéreas, y con mucho esfuerzo, sabrá percibir la acción nefaria de los hermanos invisibles de baja postura moral.

En la familia, todos los tipos de vicios, materiales y morales, suelen servir de alimento para las obsesiones en casa..

Los celos, el egoísmo, la vanidad, el apego desenfrenado a personas y cosas se vuelve fabulosas bases para que se instalen los anzuelos  de la actuación perturbadora de las tinieblas. Los gritos y los mutismos de hielo, tanto como la indiferencia y el sentimiento de posesión suelen ser, de la misma manera, notables materiales fomentadores de la desarmonía domestica.

Aunque reconozcamos que nadie es perfecto, es impostergable el deber, de quien conoce las lecciones de Jesús, el trabajo de auto corrección, procurando no pesar con sus problemas sobre la vida de los entes queridos. Es necesario evitar, todo lo que pueda hacer a nuestro hogar infeliz. No desequilibremos la estabilidad de nuestro nido de afectos. Procuremos ser agentes de alegría, de la cooperación amiga, de la comprensión fraternal, sin negarnos a las observaciones correctivas, señaladas con mucho cariño.

Cuando en la familia perdemos el sentido de la existencia por caminos nocivos, la estructura de la sociedad se sumerge en desvanes de la incoherencia, de la criminalidad de la ignorancia moral.

Cuando el amor verdadero entra en el hogar, ilumina a la familia y se hace posible la materialización de la buena voluntad, del espíritu de cooperación, del entusiasmo con la victoria del otro, de la participación de las luchas comunes.

El amor introducido en el corazón de los que aman, no padece interese mezquinos, renuncia cuando sabe que de esta manera podrá auxiliar mejor, sabe callar para apaciguar infructíferas querellas o consigue hablar para aclarar y enaltecer, construir y bendecir.

El hijo ingrato es el que dilacera   el corazón de los padres, impío verdugo que no se conmueve con las doloridas lagrimas maternas ni con las angustias sumadas y penosas del sentimiento paterno.

Con la desagregación de la familia, que se observa generalizada en la actualidad, la ingratitud de los hijos se hace responsable por la presencia de variados canceres morales, en el abatido organismo social, cuya terapia se presenta compleja y difícil.

Muchos padres no preparados para el ministerio que encaran en relación a la descendencia, cometen errores graves, que influyen considerablemente en el comportamiento de los hijos, que a su vez, se rebelan contra estos, crucificándolos en el madero áspero de la ingratitud, de la rebeldía y de la agresividad continua, culminando, no raramente, en escenas de pugilato y vergüenza.

Muchos progenitores, igualmente, inmaduros o versátiles, que transitan por el cuerpo excitados por el tormento de placeres incesantes – que los hacen olvidar las responsabilidades junto a los hijos para entregarlos a siervos remunerados, en cuanto se corrompen en la liviandad – responden por el desequilibrio y desajuste de la descendencia, en la desenfrenada competición de la utópica y moderna sociedad.

Aun así, hay hijos que recibieron de los genitores las más proliferas demostraciones y testimonios de sacrificio y cariño, aspirando a un clima de paz, de salud moral, de equilibrio domestico, nutridos por el amor sin fraude y por la abnegación sin fingimientos, y se revelan, de pronto, fríos, exigentes e ingratos.

Si frente a padres irresponsables la ingratitud de los hijos jamás se justifica o procede, la proporcionada por aquellos que todo reciben y todo niegan, solamente encuentra explicación en la reminiscencia de los desajustes pretéritos de los Espíritus, que, a pesar de ser reunidos otra vez para recuperarse, avivan las animosidades que vierten del inconsciente y se corporifican en forma de antipatía y aversión, impulsando a la ingratitud que los arroja a las rampas infelices del odio disolvente.

La familia es bendita escuela de educación moral y espiritual, oficina donde se tallan caracteres, laboratorio superior en el que se caldean sentimientos, estructuran aspiraciones, refinan ideales, transforman heridas antiguas en posibilidades preciosas para la elaboración de deberes edificantes.

Por ello, el hogar, aun cuando es señalado por los dolores derivados del aprimoramiento de las aristas de los que lo constituyen, es fragua purificadora donde deben forjar las bases seguras de la Humanidad de todos los tiempos.

Cuando el hogar se marchita y la familia se desorganiza, la Sociedad se debilita y estentórea.

De noble significación, la familia no son solamente los que se aman, a través de los vínculos de la consanguinidad, sino también, de la tolerancia y solidaridad, que deben donarse los equilibrados y afables a los que constituyen los eslabones débiles, perturbadores y en desfallecimiento, en el clan domestico.

A los padres caben siempre los deberes impostergables de amar entender hasta el sacrificio a los hijos que les llegan por las vías sacrosantas de la reencarnación, educándolos y depositándoles en las almas las simientes fértiles de la fe, de las responsabilidades, instruyéndolos y en ellos inculcando la necesidad de la búsqueda de elevación y felicidad. Lo que derive serán consecuencias del estado moral de cada uno, que no les caven prever, recelar o sufrir por anticipación pesimista.

A los hijos compite amar a los padres, aun cuando sean negligentes o irresponsables, por cuanto es del código Superior de la Vida, el impositivo: “Honrar padre y madre”, sin excluir a los que lo son apenas por función biológica, más aun así, por cuyo intermedio la Excelsa Sabiduría programa necesarias pruebas redentoras y punzantes expiaciones liberadoras.

Ante el hijo ingrato, sea cual sea la situación en que se encuentre, guarda piedad para con él y dale más amor...

Agresivo y furioso, exigente e impío, transformado en enemigo tan insensible como odioso, ofrece, aun, paciencia y más amor...
Si te hablaran sobre traumas que trae de la infancia, en complejos que proceden de esta o aquella circunstancia, como efecto de la libido tormentosa con que los simplistas y descuidados pretenden excusarlo, culpándote, recuerda, en silencio, que el Espíritu  precede a la cuna, trayendo grabados en los tejidos sutiles de la propia estructura gravámenes y conquistas, elevación y delincuencia, pudiendo, entonces, comprenderlo mejor, ayudarlo más, disculparlo con eficiencia y socorrerlo con propiedad, prosiguiendo con eficiencia y socorrerlo con probidad, prosiguiendo a su lado sin pesar y alentado en el programa con la familia infeliz y los hijos ingratos, rescatando por el sufrimiento y amor tus propios errores, hasta el día en que , redimido, puedas reorganizar el hogar feliz a que aspiras.

La familia incuestionablemente, constituye el más notable núcleo de liberación y aprendizaje para los espíritus llegados al mundo de las densas energías en las actividades de la renovación individual.

El polo familiar representa iluminado estuario de bendiciones y hermosuras, como puede convertirse en un terreno pantanoso de fuerzas aterradoras, en función de los individuos que lo forman, cuando están dispuestos al crecimiento y a la liberación o cuando hacen del seno domestico un palco para disipaciones y alucinación.

Bendigamos nuestra familia, porque en ella residen nuestras tareas principales a través de las cuales podemos armonizarnos con la vida y con los seres que maltratamos en algún lugar del tiempo y que ahora tenemos la bendita oportunidad de reconciliarnos con ellos.

Pongamos amor en la tarea que nos ha tocado desempeñar, y el será el que nos facilite salvar todos los obstáculos sean los que sean.

Trabajo realizado por Merchita
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     Elucidaciones espiritas de León Denis

Toda creencia debe estar apoyada en hechos. A las manifestaciones de las almas libres de las ligaduras de la carne, y no a textos viejos y oscuros, es a quienes hay que pedir el secreto de las leyes que rigen la vida futura y la ascensión de los seres.
Las religiones del porvenir tendrán por base la comunión de los vivos y de los muertos, la enseñanza mutua de ambas humanidades. A pesar de las dificultades que presenta todavía la comunicación con lo invisible  es probable que allanarán con la experiencia de los tiempos  ya desde ahora puede verse que hay aquí una base mucho más amplia que todas aquellas en que se apoya la idea religiosa. Será uno de los grandes méritos del Espiritismo haberla traído al mundo.
Él había preparado y facilitado la unidad religiosa y moral.
La solidaridad que une a los vivos de la Tierra con los del cielo se extenderá poco a poco a todos los habitantes de nuestro globo, y todos comulgarán un día en una misma creencia, en un mismo ideal realizado.   
El alma humana aprenderá a conocerse en su naturaleza inmortal, en su porvenir sin fin. Espíritus de paso en esta Tierra, comprenderemos que nuestro destino es vivir y progresar sin cesar, a través del infinito de los espacios y de los tiempos, para iniciarnos cada vez más en las maravillas del Universo, para cooperar cada vez más íntimamente a la obra divina.
Penetrados de estas ideas, sabremos desprendernos de las cosas materiales y remontar muy alto nuestras aspiraciones .  Nos sentiremos unidos a nuestros compañeros de camino en el gran viaje eterno, unidos con todas las almas por la cadena de atracción y de amor que nos une a Dios y nos mantiene a todos en la unidad de la vida universal.
Entonces cesarán todas las precauciones, todas las rivalidades mezquinas.
Todas las reformas, todas las obras de solidaridad recibirán un vigoroso impulso.
Por encima de las pequeñas patrias terrestres, veremos desplegar la gran patria común, el cielo sin límites.  Desde allí los espíritus superiores nos tienden los brazos. Todos subimos, a través de las pruebas y de las lágrimas, desde las regiones obscuras hasta la luz divina. La senda de la misericordia y del perdón está siempre abierta para los culpables. Los más degradados pueden rehabilitarse por el trabajo y el arrepentimiento, porque Dios es justicia, Dios es amor.
Así la revelación de los espíritus disipa las nieblas de odio, las incertidumbres y los errores que nos rodean. ¡Ella hace brillar sobre el mundo el gran sol de la bondad, de la concordia, de la verdad!
León Denis
En lo invisible.

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