INQUIETUDES ESPÍRITAS
1- Influencia del sueño
2.-La fuerza del Ateísmo
3.-El proceso reencarnatorio
4.- Inteligencia y desarrollo moral
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INFLUENCIA DEL SUEÑO
La ciencia humana aún no sabe cuál es el poder que entorpece la mente durante el sueño, ni mucho menos, las leyes que lo regulan. Sabe, sin embargo, que existe una actividad mental, y que a través del sueño el cuerpo rehace sus energías.
El sueño es el recuerdo más o menos nítido de las experiencias que el Espíritu trae, al despertar, de su excursión por el Plano Espiritual. Constituye, por eso, una de las evidencias de la realidad del alma. Cuando el cuerpo reposa, el Espíritu libera un poco más sus facultades, al contrario de lo que sucede cuando se encuentra despierto, recordándose, muchas veces, del pasado y hasta penetrando el futuro.
El sueño influye más de lo que creemos en nuestra vida.
El sueño libera enteramente al alma del cuerpo. Cuando dormimos, quedamos en el estado en que, de manera definitiva, nos encontraremos después de la muerte. Los Espíritus que pronto se desprendieran de la materia por ocasión de la muerte, tienen sueño inteligente. Cuando estos duermen, reencuentran la sociedad de otros seres que les son superiores: viajan, conversan y con ellos se instruyen.
Trabajan hasta en obras que, al morir, hallan acabadas. Esto, debe enseñarnos una vez más que no debemos temer a la muerte, puesto que morimos todos los días conforme el decir de un santo.
Esto en cuanto a los Espíritus elevados. Mas para la muchos hombres, que con la muerte se quedan largas horas en esta perturbación, en esta incertidumbre de que os hablaron, estos van a mundos inferiores a la Tierra, donde los llaman antiguos afecciones, y buscan placeres aún más bajos que los que tienen aquí. Van a aprender doctrinas aún más viles, más innobles y más nocivas que las que profesan en vuestro medio. Y lo que establece la simpatía en la Tierra no es sino el hecho de sentirnos, al despertar, aproximados por el corazón a aquellos con quien acabamos de pasar ocho o nueve horas de felicidad o de placer.
Lo que también explica las antipatías invencibles es que, en el fondo del corazón, sabemos que esas criaturas tienen una conciencia diferente de la nuestra, pues las conocemos sin jamás haberlas visto con los ojos. Es también lo que explica la indiferencia, puesto que no buscamos hacer amigos, cuando sabemos que tenemos otros que nos aman y nos quieren. En una palabra, el sueño influye más de lo que pensáis sobre vuestra vida.
Lo que también explica las antipatías invencibles es que, en el fondo del corazón, sabemos que esas criaturas tienen una conciencia diferente de la nuestra, pues las conocemos sin jamás haberlas visto con los ojos. Es también lo que explica la indiferencia, puesto que no buscamos hacer amigos, cuando sabemos que tenemos otros que nos aman y nos quieren. En una palabra, el sueño influye más de lo que pensáis sobre vuestra vida.
Por efecto del sueño los Espíritus encarnados están siempre en contacto con el mundo de los Espíritus, lo que permite que los Espíritus superiores, sin mucha repulsión, consientan en venir a encarnarse en vuestro medio. Dios quiso que, durante su contacto con el vicio, ellos pudiesen venir a rea-temperarse en la fuente del bien, a fin de no fallar, ellos que vienen para instruir a los otros.
El sueño es la puerta que Dios abre para los amigos del cielo; es el recreo tras del trabajo, la espera de la gran liberación, la liberación final que los debe reintegrar a su verdadero medio.
Las ensoñaciones son el recuerdo de aquello que vuestro Espíritu vio durante el sueño; notad, no obstante, que no soñáis siempre, porque no siempre os recordáis de aquello que visteis o de todo cuanto visteis. No es vuestra alma en todo su desdoblamiento; muchas veces no es más que el recuerdo de la perturbación que acompaña a vuestra partida o a vuestra llegada, a lo que se junta el recuerdo de aquello que hicisteis o lo que os preocupa en el estado de vigilia. Sin esto, ¿cómo explicar esos sueños absurdos, tanto en los más sabios, como en los más simples? Los malos Espíritus también se sirven de los sueños para atormentar las almas débiles y pusilánimes.
Por otro lado, dentro en poco veréis desarrollarse una nueva especie de sueños. Ella es tan antigua como los que conocéis, mas vosotros la ignoráis. Es el sueño de Juana de Arco, o de Jacob, o de los profetas judíos y o de algunos adivinos indianos: este sueño es el recuerdo del alma enteramente desprendida del cuerpo, el recuerdo de esa segunda vida de que os hablaba hace poco.
Procurad distinguir bien esas dos especies de sueños, en aquellos de que os recordáis, pues sin esto caeréis en contradicciones y en errores, funestos para vuestra fe.
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LA FUERZA DEL ATEÍSMO
La palabra Ateo, procede del griego ATEOS ( A= Sin, y Teos=
Dios). O sea, viene a significar que un ateo es un "sin Dios",
simplemente porque no lo conocen y huyen de conocerlo, aunque Dios es el Principio
Universal de todo cuanto existe y Él sí nos conoce a todos y cree en el destino
feliz de sus hijos.
Como consecuencia de tanto dogma religioso
irracional y anticientífico, por tanto abuso eclesiástico, por tanto privilegio
usurpado por la clase sacerdotal, por tanto mal ejemplo de quienes debieran de
haberlo dado bueno, por tanta amenaza más o menos velada de pecados e infiernos
demoníacos sin posibilidad de redención
o perdón por parte de un dios que definen como Amor y que mediante Sus
Enviados, nos ha enseñado y ejemplificado el perdón, pero que luego nos puede castigar
para toda la eternidad, ( otra de tantas contradicciones); tantos preceptos que
nos amenazan como una Espada de Damócles con penas eternas, si no se obedecen
fielmente sus dogmas, tanta manipulación de conciencias y tanta práctica idólatra heredada de ritos ancestrales y paganos
de otros pueblos que practicaban algo parecido en sus ceremonias
religiosas, que hoy día quedaron fuera
de la comprensión y de cualquier razonamiento lógico. Por todas estas causas se ha ido pervirtiendo el verdadero sentido de la religión, emborronando
la idea de Dios, y esto, a la larga o a la corta, ha hecho caer a tantos seres
humanos desengañados, en la negación y en la descreencia, sobre todo cuando
ante las pruebas de la vida, a veces tan duras,
el hombre se ha quedado huérfano de una explicación coherente de los posibles
por qué de esas pruebas, y ven que la religión no les aporta consuelo alguno, llevándole
finalmente a creer que todo lo que tiene que ver con la religión es un engaño
para someter y manipular conciencias, llegando así a experimentar el vértigo
del tremendo vacío ante la nada y ante la inexistencia de ningún “mas allá” ni de ningún Ser
Supremo, cuya imagen se le rompió en pedazos y cuyos atributos no comprende ni
ve de ningún modo.
Cuando los conceptos religiosos son
insuficientes para llegar a lo más íntimo de la razón y del corazón de la
persona, aunque en principio esta buscó la fe,
surge la duda, la descreencia y
el ateísmo que lleno de escepticismo, niega sistemáticamente cualquier concepto
de Verdad trascendente, cayendo en un materialismo ateo que se le presenta como la única realidad
existencial, siendo esto de todos modos, una opción más y muy respetable de la expresión íntima de las personas.
Para volver a retomar su transcendental papel, las religiones, o mejor
dicho, quienes las dirigen, debieran
despojarse de tantos disfraces y mitos, cultos oscuros, misticismos y
ceremonias misteriosas, impregnadas de un simbolismo esotérico o de un carácter mágico, con los que se han disfrazado durante tantos siglos. Asimismo debieran
sus pastores o sacerdotes, respetar la moral que debieran predicar, dando un
ejemplo recto y coherente, mostrando
siempre la base fundamental del
sentido espiritual de la vida, que es la caridad en todas sus manifestaciones.
Otro factor importante que ha enfriado tanto a las gentes, en cuanto a las
inquietudes religiosas de antaño, es que todas las religiones, desde sus
inicios, han luchado por el poder, la dominación y la riqueza. Y esto lo aprendieron a realizar, aliándose con los
poderes políticos y militares, de modo que se creó una simbiosis entre ellos,
por la que todos resultaban protegidos y fortalecidos mutuamente. Pero no
pensaron sin embargo, que algún día, el pueblo, cansado de tantos abusos,
opresiones y de sentirse tantas veces bajo la tiranía de este triunvirato que
se apoyaba entre sí, finalmente, pensarían por si mismos, con el soporte de la
Ciencia empírica y de la filosofía, dando como resultado el despertar de tantas
conciencias oprimidas y hartas de estar bajo los continuos dictámenes de estas
dictaduras que se han desarrollado permanentemente, como un cáncer social, a lo
largo de la historia, encontrando la anhelada libertad íntima a la que siempre aspiró el ser humano.
El ateo como tal, en realidad no existe
completamente, pues si no se le puede demostrar ni expresar racionalmente la
idea de Dios para convencerlo de su existencia, tampoco él
puede demostrar su no existencia; lo que
no se conoce no se puede negar y
el ateo no conoce a Dios porque realmente nunca lo ha experimentado en su
vida. En muchos casos no creen porque de
antemano se niegan a creer. Normalmente lo que en realidad niegan y no admiten
son los conceptos de Dios y del Mas Allá
sostenidos por las religiones
establecidas porque suelen atentar
contra la razón y la lógica. Por mi parte, voy a aclarar que yo tampoco
creo en esos dioses tan pequeños, mezquinos e inexistentes de las religiones, y
sin embargo no soy ateo, porque ¡ yo Sí creo en Dios !, ¡ mi Dios ! ¡ El Origen
de mi Yo !.
El ser ateo es una opción tan respetable como
lo es la de ser adepto de cualquier otra
religión. Lo malo es cuando el ateísmo
rompe cualquier barrera ética y moral, conduciendo al más feroz de los
egoísmos y materialismos y haciendo de
la persona un monstruo que para progresar en la vida social o en lo económico,
carece de cualquier escrúpulo moral que le impida aprovecharse de los demás o
cometer cualquier daño o abuso. Sin
embargo, por el contrario, también
existen casos de personas ateas que a
pesar de su descreencia religiosa, mantienen unos principios éticos y morales,
conquistados en vidas anteriores (aunque ellos no lo sepan), que siguen
manteniendo como norma de vida en este mundo a pesar de todo. En otras
ocasiones nos podemos encontrar con ateos que precisamente por estar libres de preconceptos religiosos, les suele ser más fácil que a las personas religiosas, el
encontrar su Verdad y su iluminación personal al carecer de esas
barreras.
Las religiones cristianas, a diferencia de la
filosofía espírita, afirman el falso
concepto de una sola vida única y desigual
en la Tierra para cada Ser
humano, así como un juicio final severo y definitivo para todas las almas cuya suerte queda irremisiblemente
fijada, predicando la inmortalidad
del alma, pero sin demostrarla.
Cada vez más, el
Ser humano rechaza las ideas que chocan contra la racionalidad; por tanto
ante este panorama de credos que más bien parecen salidos de cuentos
infantiles, que han sido creados e impuestos
por las propias religiones, mucha
gente ha terminado por
rechazar cualquier conceptos dogmático, considerándolo falso o fantástico, así que la única fe capaz
de ser aceptada
y creída por estas personas, que son enorme
multitud en todo
el mundo, es solo lo material
y lo tangible.
Esos conceptos religiosos, al carecer de una base moral
lógica y coherente, han abonado el
desamor y el egoísmo entre los Seres humanos, con lo cual esto siempre ha
traído a la Humanidad consecuencias
nefastas, como guerras y otras barbaridades, a veces en nombre de los dioses de
las religiones establecidas. Estos dramas que han sumido en el dolor a tantos
seres humanos a lo largo de la Historia, no hubieran existido si la Humanidad
hubiese sido capaz de aceptar y comprender
profundamente que, dejando aparte cualquier postulado religioso,
realmente hay vida y existencia después
de la muerte del cuerpo físico; porque somos eternos; comprendiendo quienes somos y qué y por qué estamos en este
mundo, y sobre todo sabiendo que aquello que hagamos a los demás de bueno o de
malo nos será devuelto irremediablemente.
El problema es que
estos seres humanos, al rechazar tantos conceptos religiosos por falsos
o irracionales, también han rechazado al
mismo tiempo otros muchos conceptos de Verdad que se entremezclan, así que finalmente, el ateo no
ha sabido separar el trigo de la paja y
ha llegado a la conclusión de que todas las religiones son falsas, como
falsos sus principios, incluyendo el concepto de Dios y del Alma, y entonces
han buscado sus verdades fuera de cualquier
clase de religión, siendo estas “verdades”, conceptos tan tristes como
el de la casualidad de la existencia humana, el azar de la suerte, la no
existencia de algo superior al ser humano, la negación de cualquier clase de
existencia tras la muerte, etc. Y como consecuencia de esto, el que como solo
tenemos una vida para gozarla y después no hay nada, está justificado el desechar
cualquier concepto de humanismo ni de caridad, pues el único premio a alcanzar
es el dinero, el poder y los gozos materiales, a costa de lo que sea; y para
esto su lema es el de que el fin, justifica los medios...
Se podría afirmar como
colofón en este tema, que el ateo lo es porque no conoce a Dios, no comprende su
concepto, no le han enseñado a razonarlo, ni a sentirlo como algo real en la vida; de donde
se originó todo el Universo y que lo mantiene, desde el macrocosmos hasta el
microcosmos, incluidos nosotros mismos los humanos y nuestro entorno material,
por eso la ignorancia junto con el apego a la materia y el razonamiento
materialista, llevan a la incredulidad,
una incredulidad que la propia fuerza del espíritu les hará antes o después,
reconocer como errónea y poder así rectificar comportamientos erróneos
mantenidos como consecuencia lógica del ateísmo.- Jose Luis Martín-
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EL PROCESO REENCARNATORIO
Los procesos de reencarnación, tanto como de la muerte física, difieren hasta el infinito, no existiendo dos absolutamente iguales. Las facilidades y los obstáculos, están subordinados a numerosos factores, muchas veces relacionados con el estado de conciencia de los propios interesados en el regreso a la tierra o en la liberación de los vehículos carnales. Hay compañeros de gran elevación, que al volver a la esfera terrestre no necesitan ayuda del plano espiritual. Otros al revés, por proceder de zonas inferiores, necesitan de mucha cooperación.
La reencarnación es el curso repetido de lecciones necesarias. La esfera terrestre, es una escuela divina. El amor, por medio de las actividades intercesoras, reconduce diariamente al banco escolar de la carne, a millones de aprendices. La vuelta de ciertas entidades de las zonas más bajas. Ocasiona laborioso esfuerzos de los trabajadores del plano espiritual.
El organismo de los engendrados, en la expresión más densa, proviene del cuerpo de los padres, que le sustenta la vida y crea sus características con su propia sangre. La criatura terrena, hereda tendencias y no cualidades. Las primeras cercan al hombre que renace, desde los primeros días de la lucha, no solo en su cuerpo transitorio, sino también en el ambiente general en el que fue llamado a vivir, perfeccionándose; las segundas, resultan de la labor individual del alma encarnada, en la defensa, educación y perfeccionamiento de si misma en los círculos benditos de la experiencia.
Nadie puede quejarse de las fuerzas destructoras o circunstancias asfixiantes, refiriéndose al círculo en que nació. Siempre hay dentro del alma reencarnada, la luz de la libertad intima indicando su ascensión. Practicando la elevación espiritual, mejoramos siempre. Esa es la ley.
El cuerpo humano tiene sus actividades propiamente vegetativas, el cuerpo peri espiritual que da la forma a los elementos celulares, está fuertemente radicado en la sangre.
En la organización fetal el patrimonio sanguíneo, es una dádiva del organismo materno. Después del nacimiento, se inicia el periodo de asimilación diferente de las energías orgánicas, en donde el “yo” reencarnado ensaya la consolidación de sus nuevas experiencias y solamente a los siete años de vida física, comienza a presidir, por si mismo, el proceso básico de equilibrio del cuerpo peri espiritual, en el nuevo servicio iniciado. La sangre, por tanto es, como si fuese el fluido divino que nos fija las actividades en el campo material y en su flujo y reflujo incesantes en la organización fisiológica, nos suministra el símbolo del eterno movimiento de las fuerzas sublimes de la Creación Infinita. Cuando su circulación deja de ser libre, surge el desequilibrio o enfermedad y si surgen obstáculos que impiden su movimiento o circulación, sobreviene entonces la excitación del tonus vital, en el campo físico, al cual sigue la muerte con la retirada inmediata del alma.
En la organización fetal el patrimonio sanguíneo, es una dádiva del organismo materno. Después del nacimiento, se inicia el periodo de asimilación diferente de las energías orgánicas, en donde el “yo” reencarnado ensaya la consolidación de sus nuevas experiencias y solamente a los siete años de vida física, comienza a presidir, por si mismo, el proceso básico de equilibrio del cuerpo peri espiritual, en el nuevo servicio iniciado. La sangre, por tanto es, como si fuese el fluido divino que nos fija las actividades en el campo material y en su flujo y reflujo incesantes en la organización fisiológica, nos suministra el símbolo del eterno movimiento de las fuerzas sublimes de la Creación Infinita. Cuando su circulación deja de ser libre, surge el desequilibrio o enfermedad y si surgen obstáculos que impiden su movimiento o circulación, sobreviene entonces la excitación del tonus vital, en el campo físico, al cual sigue la muerte con la retirada inmediata del alma.
Es muy grande la responsabilidad del hombre ante el cuerpo material, si no atiende a las tareas que le competen en la preservación del cuerpo físico no podrá alcanzar el progreso espiritual. El Espíritu renace en la carne para la producción de valores divinos en su naturaleza, pero ¿Cómo atender a semejante imperativo, si se destruye la maquina orgánica, base fundamental del servicio a realizar? El cuerpo terrestre es también un patrimonio heredado hace milenios y que la Humanidad viene perfeccionando a través de siglos. El plasma, sublime construcción efectuada en el influjo divino, con agua del mar en las épocas primitivas, es el fundamento primordial de las organizaciones fisiológicas. El hombre en la tierra ha de aprovechar la herencia, más o menos evolucionada en el cuerpo humano.
Mientras nos movemos en la esfera de la carne, somos criaturas marinas respirando en tierra firme. En el proceso vulgar de la alimentación no podemos prescindir de la sal; nuestro mecanismo fisiológico, en rigor, se constituye del sesenta por ciento de agua salada, cuya composición es casi idéntica a la del mar, constituida por las sales del sodio, del calcio y del potasio. En la esfera de la actividad fisiológica en el hombre encarnado, se encuentra el sabor de la sal, en la sangre, en el sudor, en las lágrimas, en las secreciones.
Al renacer, en la superficie del mundo, recibimos, con el cuerpo, una herencia sagrada cuyos valores es necesario preservar, perfeccionándolo. Las fuerzas físicas, deben evolucionar, al igual que nuestras almas.
Si nos ofrecen el cuerpo de servicio para nuevas experiencias de elevación, debemos retribuir, con nuestro esfuerzo, auxiliándolas con la luz de nuestro respeto y equilibrio espiritual, en el campo del trabajo y de la educación orgánica.
El hombre del futuro, comprenderá que sus células no representan apenas segmentos de carne, sino que son, compañeras de evolución, acreedoras de su reconocimiento y de su auxilio efectivo. Sin ese entendimiento de armonía en el imperio orgánico, es inútil procurar la paz. Los contornos anatómicos de la forma física, deformes o perfectos, largos o cortos, bellos o feos, forman parte de los estatutos educacionales.
Si nos ofrecen el cuerpo de servicio para nuevas experiencias de elevación, debemos retribuir, con nuestro esfuerzo, auxiliándolas con la luz de nuestro respeto y equilibrio espiritual, en el campo del trabajo y de la educación orgánica.
El hombre del futuro, comprenderá que sus células no representan apenas segmentos de carne, sino que son, compañeras de evolución, acreedoras de su reconocimiento y de su auxilio efectivo. Sin ese entendimiento de armonía en el imperio orgánico, es inútil procurar la paz. Los contornos anatómicos de la forma física, deformes o perfectos, largos o cortos, bellos o feos, forman parte de los estatutos educacionales.
En general, la reencarnación sistemática es siempre un curso laborioso de trabajo contra los defectos morales persistentes, en las lecciones y conflictos presentes.
La criatura renace con independencia relativa y a veces, subordinada a ciertas condiciones educativas, pero semejante imperativo no suprime en caso alguno, el impulso libre del alma, en el sentido de la elevación, estacionamiento o caída en situaciones más bajas.
Existe un programa de tareas edificantes a ser cumplidas por el que reencarna, por el cual, los dirigentes del alma, fijan la cuota aproximada de valores eternos que el reencarnante es susceptible de adquirir en la existencia transitoria.
Existe un programa de tareas edificantes a ser cumplidas por el que reencarna, por el cual, los dirigentes del alma, fijan la cuota aproximada de valores eternos que el reencarnante es susceptible de adquirir en la existencia transitoria.
El espíritu que vuelve a la esfera de la carne, puede mejorar esa cuota de valores, sobrepasando la previsión superior, por el esfuerzo propio intensivo o distanciarse de ella, enterrándose aun más en las deudas para consigo mismo, menospreciando las sagradas oportunidades que le son conferidas.
Todo plan trazado en la esfera superior, tiene por objetivo fundamental el bien y la ascensión; y toda alma que reencarna en el ambiente planetario, aun aquella que se encuentra en condiciones aparentemente desesperadas, tiene recursos para mejorar siempre.
La reencarnación significa volver a comenzar en los procesos de la evolución o de la rectificación. Los organismos más perfectos de las esferas superiores, proceden inicialmente de la Ameba. Recomienzo, significa “recapitulación” o “vuelta al principio”. Por eso mismo, en su desenvolvimiento embrionario, el futuro cuerpo del hombre no puede ser distinto de la formación del reptil o del pájaro. Lo que opera la diferencia de la forma, es el valor evolutivo contenido en el molde peri espiritual del ser que toma los fluidos de la carne. Así pues, al regresar a la esfera densa, es indispensable recapitular todas las experiencias vividas en el largo drama de nuestro perfeccionamiento , aunque solo sea por breves días u horas, repitiendo, en curso rápido, las etapas vencidas o las lecciones adquiridas, hasta detenerse en la posición en la que debemos proseguir el aprendizaje.
Cuando llega la ocasión de reencarnar, el Espíritu se siente arrastrado por una fuerza irresistible, por una misteriosa afinidad, para el medio que le conviene. Es un momento terrible de angustia, pero más formidable que el de la muerte, pues esta no pasa de ser la liberación de los lazos carnales, de una entrada en una vida más libre, más intensa, pero en cuanto a la reencarnación, por el contrario, supone la perdida de esa vida de libertad, es un apocamiento de si mismo, al pasaje desde los claros espacios para la región oscura, el descenso para un abismo de sangre, de miseria, donde el ser va a quedar sujeto a necesidades tiránicas e innumerables. Por eso es más penoso, más doloroso renacer que morir; es el disgusto, el terror, el abatimiento profundo del Espíritu, al entrar en este mundo tenebroso, y ello es fácil de concebirse.
La reencarnación se realiza por la aproximación graduada, por la asimilación de las moléculas materiales al periespiritu, el cual se reduce, se condensa, tornándose progresivamente más pesado, hasta que, por fijación suficiente a su materia, esta constituye un involucro carnal, un cuerpo humano.
El periespiritu se torna por tanto, un molde fluídico, elástico, que calca su forma sobre la materia. De ahí emanan las condiciones fisiológicas del renacimiento. Las cualidades o defectos del molde reaparecen en el cuerpo físico, que no es, en la mayoría de los casos, sino una imperfecta y grosera copia del periespiritu.
Desde que comienza la asimilación molecular que debe producir el cuerpo, el Espíritu queda perturbado; un sopor, una especie de abatimiento lo invaden poco a poco. Sus facultades se van velando unas después de otras la mayoría de ellas desaparecen, la conciencia queda adormecida, y el Espíritu es como sepultado en una opresiva crisálida.
Entrando en la vida terrestre, el alma, durante un largo periodo, tiene que preparar ese organismo nuevo. Ha de adaptarlo a las funciones necesarias. Solamente después de veinte o treinta años de esfuerzos instintivos, recupera el uso de sus facultades, sin embargo limitadas aun por la acción de la materia; y, entonces, podrá, proseguir, con alguna seguridad, la travesía peligrosa de la existencia.
Allan Kardec nos enseña (Libro de los espíritus cuestión 330) que la reencarnación es para los Espíritus, así como la muerte es para los encarnados: es un proceso inevitable, tan cierto como el desencarnar lo es para los hombres.
La encarnación es una necesidad evolutiva, porque solamente al contacto con la materia física consigue el Espíritu ciertos elementos necesarios para su progreso.
De acuerdo con el grado evolutivo en que se encuentra, el espíritu podrá facilitar o dificultar el proceso para volver a nacer. Por eso los espíritus rebeldes o indiferentes tienen su encarnación por completo a cargo de los espíritus superiores, que eligen las condiciones bajo las cuales deberán volver a nacer y las experiencias a las que deberán someterse.
Allan Kardec dice que la reencarnación es la prueba fundamental de la misericordia de Dios, que supone la Justicia Divina. Todos somos hermanos; todos nosotros marchamos hacia la perfección; todos nosotros tenemos una ruta, un rumbo de felicidad que nos espera.
La vida en la Tierra no es un escenario de placer. El hombre es responsable por su cuerpo, por su felicidad, por su desdicha. Felicidad o desgracia, que resultan de nuestra actitud de comportamiento. La reencarnación nos abre un horizonte nuevo para entender la vida; los sufrimientos, las nostalgias, las angustias, las amarguras, los desesperos que nosotros atravesamos, desaparecen; y es en este punto en el que la ciencia espirita, del Espiritismo, es notable; porque el Espiritismo para el siglo XXI, es el más notable tratado de higiene mental, porque consigue libertarnos de aquellos tremendos enemigos de los hombres, los cuatro fantasmas del alma: el miedo, la enfermedad, la duda y la muerte.
El espíritu esclarecido da preferencia a una existencia laboriosa, a una vida de lucha y abnegación. Sabe que, gracias a ella, su adelantamiento es más rápido. La Tierra es el verdadero purgatorio y precisa renacer y sufrir para despojarse de los últimos vestigios de la animalidad, para pagar las faltas y los crímenes del pasado. De ahí las enfermedades crueles, largas y dolorosas molestias, la perdida de la razón.
Todo se paga, todo se rescata. Los pensamientos, los deseos criminales tienen su repercusión en la vida fluídica, pero las faltas consumadas en la carne precisan ser expiadas en la carne. Todas las nuevas existencias son correlativas; el bien o el mal se reflejan a través del tiempo. Si embusteros y perversos parecen muchas veces terminar sus vidas en la abundancia y en la paz, estemos seguros de que la hora de la justicia sonará y recaerán sobre ellos los sufrimientos de que fueron la causa.
Resígnate, pues, hombre, y soporta con coraje las pruebas inevitables, sin embargo fecundas, que suprimen manchas y te preparan un futuro mejor. Imita al labrador, que siempre camina para el frente, curvado bajo un sol ardiente o quemado por la azada, y cuyos sudores riegan el suelo, el suelo que, como tu corazón, es surcado por el arado, pero del cual brotará el trigo dorado que hará tu felicidad.
Trabajo realizado por: Merchita a partir del Evangelio según el Espiritismo, Misioneros de la Luz y de otros libros espíritas.
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Resígnate, pues, hombre, y soporta con coraje las pruebas inevitables, sin embargo fecundas, que suprimen manchas y te preparan un futuro mejor. Imita al labrador, que siempre camina para el frente, curvado bajo un sol ardiente o quemado por la azada, y cuyos sudores riegan el suelo, el suelo que, como tu corazón, es surcado por el arado, pero del cual brotará el trigo dorado que hará tu felicidad.
Trabajo realizado por: Merchita a partir del Evangelio según el Espiritismo, Misioneros de la Luz y de otros libros espíritas.
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"Creed que aquellos a quienes llamáis muertos, están mas vivos que vosotros, porque ellos ven lo que no veis , oyen lo que no oís ,reconoced en aquellos que os vienen a hablar,a vuestros padres, a vuestros amigos y a todos los que amasteis en la Tierra y que creéis perdidos sin retorno"- Aportado por Viviana Gianitelli -
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INTELIGENCIA Y DESARROLLO MORAL
Antoine de Saint-Exupéry, el famoso autor de Le
Petit Prince, expresó que «Debemos poner la inteligencia
al servicio del amor, si queremos un mundo de paz y de
justicia». Y es verdad. Es verdad porque la función principal
de la inteligencia no es conocer, sino alcanzar la felicidad y
la dignidad. En este sentido, la moral hay que considerarla
como el desarrollo más decisivo de la inteligencia, como
una necesaria creación de la inteligencia. Por consiguiente,
podemos definir la moral como el conjunto de soluciones
más inteligentes que se nos ha ocurrido para resolver
problemas que afectan a nuestra felicidad personal y a la
propia convivencia.
El correlato de esta realidad, como sabéis, tiene su
origen en el Psiquismo divino partiendo como fascículo
de luz, como mónada celeste rumbo a la infinitud; todo
un proceso de desenvolvimiento de fuerzas vitales en el
principio inteligente que dieron origen a los instintos, a las
sensaciones, a las emociones, a los sentimientos y en el
estadio actual de la humanidad a la razón, encontrándonos
ahora en avance a la intuición, rumbo a la angelitud, por la
plenitud del amor.
Afirmamos, con la doctrina espírita, que la moral es,
pues, una forzosidad, una necesidad exigida por la propia
naturaleza, por el desarrollo antropo-socio-psicológico del
ser humano. Ver surgir la moral en este transcurso equivale
a ver surgir al hombre del animal, esto es, la humanización
del principio inteligente del universo.
La visión de la inteligencia hoy es múltiple (basta recordar a Gardner, Robert Emmons, Daniel Goleman y
otros). Robert Cooper, por ejemplo, pionero en el campo
de la neurología, propuso en 2008 que la inteligencia
está distribuida por todo el cuerpo; que la inteligencia no
depende únicamente del cerebro dentro del cráneo, sino
del cerebro del corazón y del intestino. Estos emplean redes
neuronales que le permiten operar de forma autónoma.
Pues bien, partiendo de presupuestos aportados
por la neurociencia, la experiencia proporcionada por las
investigaciones sobre inteligencia artificial y la observación
psicológica, hay que admitir un modelo de inteligencia
estructurado en dos niveles. Un primer nivel generador de
ideas, sentimientos, deseos, imaginaciones e impulsos y un
nivel ejecutivo que intenta controlar, dirigir, corregir todas
esas operaciones mentales. Nuestra inteligencia puede
entenderse, entonces, como un poderoso navío dotado de
una sala de máquinas y un puente de mando. En la sala
de máquinas se generan ocurrencias, ideas, sentimientos deseos y algunos de ellos se hacen conscientes. Son los que
acceden al puesto de mando, que se encarga de comparar las
órdenes con otras superiores y da el visto bueno o rechaza
la sugerencia de la sala de máquinas. Por tanto, la inteligencia
es la capacidad de dirigir bien el comportamiento, eligiendo
las metas, aprovechando la información y regulando las
emociones.
Recordamos el caso de un estudiante de bachillerato
que con un cociente intelectual de más de 130, un cociente
muy alto, se equivocó en la elección de sus metas. Al
terminar el curso había llegado a la conclusión que era más
listo que sus profesores. Como le gustaba mangonear a los
demás, se convirtió en el cabecilla de un grupo de su barrio,
marginados del mundo escolar, a los que fue animando
a cometer pequeños delitos. Al año siguiente no fue al
instituto, porque pensaba que no podrían enseñarle nada
interesante. Ahora está en la cárcel por tráfico de drogas.
¿Es verdad que era tan inteligente? Básicamente sí. Pero
no supo usar inteligentemente su inteligencia. Con esto
vemos que, para enfrentar los problemas, hay que aprender
destrezas que unan la idea con la realización. Y este es el
trabajo de la voluntad, que en verdad es un hábito.
Todo lo que hacemos lo aprendemos. Para ello
contamos con una herramienta psicológica: los automatismos,
los hábitos. Esta es una propiedad del sistema nervioso que
se da en todos los niveles: desde el reflejo condicionado
hasta el hábito creativo. Esta realidad ya se hizo evidente
en la antigua Grecia donde la educación consistía en
fomentar la adquisición de virtudes y para ello hacía falta
entrenamiento, una ascesis. De esta forma, podemos intuir
que la construcción asombrosa de la inteligencia ha sido
producir comportamientos libres a partir de mecanismos
no libres. De ahí que los procesos inconscientes sean el
fundamento de los procesos conscientes (recordando a
Vygotsky, Goleman y otros), que culminarán, a su vez, en
un bucle prodigioso en el que construimos el inconsciente.
Esto encuentra apoyo en base a la cuestión 540 y
fundamentalmente en la 560 de El Libro de los Espíritus
donde nos instruyen las Inteligencias superiores que todos
los espíritus habitamos en todas partes, a fin de adquirir
el conocimiento de todas las cosas. Primero obedeciendo
y después digiriendo; antes las cosas del mundo físico y
después las del moral. Sintetizamos, así, que la libertad se
aprende obedeciendo primero, puesto que esta obediencia
permite construir las herramientas psicológicas de la
libertad, instrumento de nuestras decisiones.
Joanna de Angelis nos señala este proceso de
construcción en Conflictos existenciales cuando nos dice
que «Cada nivel conciencial menos experimentado, aunque
adormecido, construye el nivel más experimentado». El ego,
incluso inconsciente, construye el self, el Sí mismo con los contenidos resultantes de la promoción y sublimación de los
instintos. Y lo hace del siguiente modo: un pensamiento crea
un condicionamiento psíquico. Este, repetido, se convierte
en hábito. El hábito se transformará en consciencia instintiva
y ésta terminará como automatismos e ideas innatas, que
son los embriones de los sentimientos y la inteligencia -el
ser moral. Como todo prosigue rumbo a lo inmensurable,
el ser moral ascenderá a la escala del ser espiritual.
De esta forma, intuimos que de las sensaciones que
se derivan de nuestro cuerpo físico surgirá, básicamente,
el periespíritu. De estos instintos originarios nacen las
emociones, que se transmutarán en sentimientos y en
inteligencia –en sus distintos niveles de manifestación– los
cuales se convertirán en virtudes, que se transformarán
en potenciales de la mente. La mente sintetiza todos
estos elementos, originarios del universo psicofísico,
transformándolos en nobles y sublimes virtudes. Luego
la esencia del espíritu, podemos decir, son las virtudes
inmanentes al amor incondicional que lo constituye. En
otras palabras, las dos alas del Espíritu son la inteligencia y
el amor originados de los instintos, los cuales surgieron de
las experiencias repetidas que generaran los automatismos.
Estos vinieron de los hábitos que comenzaron como
condicionamientos físicos, en primer lugar, luego
periespirituales y mentales.
Según Joanna de Angelis perfeccionar los sentimientos
desarrolla y mejora las emociones que pasan a gobernar
con más suavidad las sensaciones; libera al ser de las
sombras resultantes del imperio de los instintos y lo
impulsa a la conquista de lo luminoso, el reino de los
cielos (Triunfo personal, cap. 11). Nos encontramos, pues,
en la tarea de construcción y auto renovación de nuestro
Espíritu. Aprendemos como el animal, automáticamente.
Pero también decidimos con la adquisición de la conciencia
lo que queremos aprender: chino, cálculo o encaje de
bolillos. Cada cual explotando su nivel de inteligencia. Este
mecanismo, en nuestro estadio, se establece por medio de la
razón. La razón como mecanismo decisorio elige entre dos
o varias opciones. Pero la razón no tiene poderes coactivos.
El razonamiento no es capaz de cambiar los deseos ni las
emociones. En este sentido, la razón adquiere el papel de
asesor de decisiones. No obstante, necesita de un proceso
educativo.
La educación viene intentando imponer un sabio
hábito: haz caso de tu asesor. Con este procedimiento
junto al hábito de la voluntad –que, en verdad, la tenemos si la entrenamos y si alguien nos la enseña– logramos
los objetivos diseñados o planeados. Necesitamos de un
entrenamiento, de la asimilación de automatismos y hábitos
que son los que construyen las redes neuronales. Por tanto,
el núcleo duro de la inteligencia es el hábito de obedecer
a una norma, que consistirá en obedecer a la Razón. Y
esta era la definición de voluntad dada por Aristóteles
(discípulo de Platón): la acción inteligente. Pensar si no por
qué no hacemos ciertas cosas. Pues, porque nos produce repugnancia moral. Se trata de un sentimiento relacionado
con unas emociones muy poderosas: la culpa o la vergüenza,
por ejemplo.
Así pues, actuar inteligentemente es la verdadera
noción de libertad. La libertad no consiste en hacer lo que
se quiera, sino en tomar las decisiones más inteligentes. Este
hábito es el último recurso que proporciona seguridad al
comportamiento humano y nos introduce en el terreno
moral, una de cuyas funciones es hacer inteligente el
comportamiento. El desafío existencial de hoy es unificar,
por consiguiente, los tres niveles de inteligencia, a saber:
el cociente intelectual (entiéndase como conquistar
cosas), el emocional (conquistar personas) y el espiritual
(conquistarse a sí mismo). La inteligencia se expresa por
estos tres niveles de manifestación del Espíritu. De la unión
de estas tres surge la inteligencia ética, que nos proyecta de
manera transcendente a la comprensión de las leyes divinas
por la vivencia del conocimiento, por la aplicación del saber.
La doctrina espírita nos aclara que cada pensamiento
representa un atributo del ser espiritual. La voluntad lo
expresa por medio de la inteligencia intelectiva o cognitiva,
emotiva y espiritual. Es una virtud en construcción, en
expansión y sublimación. Los embriones de esa virtud son
los instintos, las sensaciones, las emociones y los sentimientos.
Y en la cúspide del sentimiento se encuentra el amor, que
resume de forma completa la doctrina de Jesús. Núcleo
de todos los deseos y revelaciones de nuestro ser, nuestra
esencia misma. La suma de estos valores forma nuestro
carácter, que para los griegos era lo que estaba grabado. Es
así como las acciones proceden de las virtudes y educar en
los hábitos se torna la gran empresa educativa, porque sólo
aprendemos aquello que hacemos. Esos hábitos morales
que vamos grabando caracterizarán al verdadero hombre
de bien, cuyo patrimonio esencial son las virtudes. Por tanto,
el espiritismo establece el sublime itinerario: “El verdadero
hombre de bien es aquel que práctica la ley de justicia,
amor y caridad en su mayor pureza”. Solamente el progreso
moral como desarrollo decisivo de la inteligencia podrá
asegurar la felicidad en la Tierra dominando las pasiones,
sublimando nuestros vicios en virtudes. Y la regla de oro
de la conducta para conseguir esta meta es la enseñada
por Jesús: hacer todo aquello que nos gustaría que se nos
hiciese a nosotros; es toda la ley. Es la forma de construir
nuestro inconsciente, los automatismos grabados mediante
entrenamiento, mediante experiencias de vida. Y si hemos
sido suficientemente inteligentes, los habremos construido
para poder llevar una vida libre y feliz.
¿Cuál es, entonces, nuestro modelo de inteligencia?
¿Cuál será el modelo de inteligencia que los Espíritus
superiores, las Virtudes de los cielos, señalan para un mundo
de regeneración, como es ya nuestro planeta? Miremos a
nuestro sublime Maestro y Señor. Él nos conduce hacia la
felicidad eterna. Sólo necesitamos llevar su yugo, esto es,
observar Su ley. Ley que es fácil de llevar porque su carga
es suave. Consiste en la práctica del bien. Y como el bien
se relaciona con la virtud, expresemos nuestras cualidades
esenciales a través de la fe que las reúne a todas. ¡Amemos
mucho para que seamos amados! Esta es la inteligencia que
nos trae el espiritismo y que reunirá a todos los pueblos,
razas y culturas en un mundo de regeneración rumbo a la
felicidad.
- Miguel Vera Gallego-
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