sábado, 18 de noviembre de 2017

Videncia de los Espíritus


Programa de hoy :

- La complejidad de la obsesión
-Carta a un amigo sobre el suicidio
- Videncia de los Espíritus
- El espírita ante el Evangelio





                                                                   
LA COMPLEJIDAD DE LA OBSESIÓN
IVONNE A. PEREIRABAJO ORIENTACIÓN DEL
ESPÍRITU ADOLFO BEZERRA DE MENEZES

–¿Puede un Espíritu revestir momentáneamente la envoltura de una persona viva, es decir, introducirse en un cuerpo animado y obrar en lugar del que está encarnado en él?
–El Espíritu no penetra en un cuerpo como se entra en una casa. Se asimila por afinidad con un Espíritu encarnado que tiene los mismos defectos y las mismas cualidades para actuar   conjuntamente. Pero siempre es el Espíritu encarnado el que obra como quiere sobre la materia de que está revestido. Un Espíritu no puede sustituir al que está encarnado, porque el Espíritu y el cuerpo están ligados hasta el tiempo señalado para el término de la existencia material.
(“El Libro de los Espíritus”, Allan Kardec, 473.)

Uno de los más bellos estudios que el Espiritismo faculta a sus adeptos es, ciertamente, aquel al cual nos arrastran los casos de obsesión.
Nosotros consideramos que ese difícil aprendizaje, esa importante ciencia de auscultar obsesiones, obsesores y obsesos debería constituir una especialidad entre los practicantes del Espiritismo, esto es, médiums, presidentes de mesa, médiums denominados pasistas, etc. Así como existen médicos pediatras, oftalmólogos, neurólogos, y muchos otros, también deberían existir espíritas especializados en los casos de tratamiento de obsesiones, dado que a éstos les será necesaria una dedicación absoluta a tal particularidad de la Doctrina, para llevar a buen término el mandato.
 Pero, tal ciencia, no se podrá limitar a la teoría, requiriendo antes paciente y minuciosa observación en torno a los casos de obsesión que se presenten en el límite de la acción de cada uno, pues es sabido que la observación personal, la práctica en el ejercicio del sublime mandato espírita enriquece de tal forma nuestros conocimientos en torno a todos los casos que afrontamos que, cada uno de ellos, o sea, cada obseso que se nos presente en nuestra jornada de espíritas, constituirá un tratado de ricas posibilidades de instrucción y aprendizaje, buscando la curación, cuando la curación sea posible.
 Son tantas las modalidades, y las especies de obsesión que hemos encontrado durante nuestro largo aprendizaje de espírita y médium que, ciertamente, para examinarlas todas, en la complejidad de sus manifestaciones y orígenes, precisaríamos organizar un compendio. Por tanto, en esta ligera anotación, preferiremos tratar de algunos casos de nuestra observación personal, en los cuales actuamos como médium, a veces, o como consejera de ambos implicados en el fenómeno, esto es, el obsesor y el obseso. Pero antes que entremos directamente en la exposición que pretendemos iniciar, preferimos referirnos al maestro por excelencia del Espiritismo, Allan Kardec, cuyas sensatas advertencias no fueron   desmentidas jamás por la observación de sus seguidores, hasta el presente momento. En “El Libro de los Espíritus” vemos también los siguientes esclarecimientos, que pedimos venia al lector para transcribir, puesto que nunca serán demasiados el estudio y la meditación en torno a cualquier punto importante de la Doctrina Espírita, si es que existen puntos menos importantes que otros. Así, recordemos, además de la pregunta 473 citada antes, también las de número 474 y siguientes. Pregunta Allan Kardec a los instructores espirituales que dictaron aquel código de oro:
 – “Si no hay posesión propiamente dicha, es decir cohabitación de los dos Espíritus en un mismo cuerpo, ¿puede el alma estar bajo dependencia de otro Espíritu, de modo que esté subyugada u obsesa hasta el punto de hallarse su voluntad en cierto modo paralizada?”
Y el instructor espiritual respondió:
– “Sí, y estos son los verdaderos poseídos. Pero, entiende que semejante dominación nunca tiene lugar sin participación del que la soporta, ya por su debilidad, ya por su deseo. Con frecuencia, se han tomado por poseídos a epilépticos o a locos que más necesitaban de médicos que de exorcismos.”
“¿Puede uno por sí mismo alejar a los malos Espíritus y emanciparse de su dominación?”
“Siempre se puede sacudir el yugo, cuando se tiene firmeza de voluntad.”
“¿No puede acontecer que la fascinación que ejerce el Espíritu malo sea tal, que la persona subyugada no la perciba? ¿Puede entonces una tercera persona poner término a la sujeción? En este caso, ¿qué   condiciones debe reunir esa tercera persona?” –indaga aún, inteligentemente, Allan Kardec, a lo que el instructor espiritual se adviene con la siguiente preciosa lección:
– “Siendo ella –la tercera persona– un hombre de bien, su voluntad podrá tener eficacia siempre que apele al concurso de los buenos Espíritus, porque cuanto más digna sea la persona, tanto mayor poder tendrá sobre los Espíritus imperfectos (1) para alejarlos, y sobre los buenos, para atraerlos. Sin embargo, nada podrá hacer si el que está subyugado no le presta su colaboración. Existen personas a quienes agrada una dependencia que les linsojea los gustos y deseos. Pero, cualquiera que fuera el caso, aquel que no tuviere puro el corazón ninguna influencia ejercerá. Los buenos Espíritus no atienden a su llamada y los malos no le temen.”
“Las fórmulas de exorcismo, ¿tienen alguna eficacia sobre los Espíritus malos?”
“No, y cuando estos Espíritus ven que alguien se toma la situación en serio, se ríen y se obstinan.”
“Hay personas animadas de buenas intenciones, pero no por ello son menos obsesas, ¿cuál es el mejor medio de librarse de los Espíritus obsesores?”
“Cansar su paciencia, no hacer caso alguno a sus sugestiones, mostrarles que pierden su tiempo; entonces, viendo que nada consiguen, se van.”
– “¿Es la oración un medio eficaz para curar la obsesión?”
“Para todo es un poderoso auxilio la oración; pero, creedlo bien, no basta murmurar algunas palabras para obtener lo que se desea. Dios asiste a los que actúan y no a los que se limitan a pedir. Así pues, es   necesario que el obseso haga por su parte lo que sea necesario para destruir en sí mismo la causa que atrae a los malos Espíritus.”
 Es evidente que, ahí, en lo que acabamos de leer, apenas se tratan casos de obsesión en personas que más o menos conozcan el hecho y que por eso mismo estarían en condiciones de auxiliar a su propia curación   con el vehemente deseo de liberarse del incómodo asedio, y cuya fuerza de voluntad fuese su principal terapia. Pero la observación y la practica de los trabajos trascendentes del Espiritismo adelantan que, en la mayoría de los casos, el obseso no se encuentra en condiciones de auxiliarse a símismo, sea en vista de la subyugación total por la que se dejó envolver, sea por la debilidad o por la ignorancia que su vida de incredulidad y materialismo produjo, reteniéndolo en afinidad con las imperfecciones de orden general. Corresponderá entonces a los espíritas que tratan el caso, esto es, médiums y directores de trabajos prácticos, actuar con el caudal que la Doctrina suministra para dar testimonio del valor de la misma.

 Pero, como bien vimos en las preguntas citadas antes, y con la observación, será necesario a unos y a otros el conocimiento sólido de la Doctrina para el análisis indispensable de las comunicaciones del obsesor y una dedicación ilimitada al trabajo, un corazón reeducado en los principios del amor y de la fraternidad, equilibrio moral y el auténtico, o por lo menos, sincero deseo de adquirir esas cualidades a través del esfuerzo diario por una reforma personal, a fin de imponerse al obsesor por el ejemplo y la   pureza de sentimientos y así convencerlo para que realice su propia reforma moral. El médium, a solas consigo mismo y sus lecturas y oraciones, podrá contribuir mucho en la conversión del Espíritu endurecido, pues con sus ejemplos y el amor que demuestre por él lo cautivará, y él se tornará un amigo y de ahí a aceptar los consejos sugeridos, la distancia será menor.
 Pero para alcanzar tal posibilidad será necesario al médium, por su parte, muchas renuncias y reformas personales, fe inquebrantable, asistencia espiritual comprobada y segura,y la posibilidad de permanecer en condiciones vibratorias, mentales y físicas satisfactorias, constantemente, a diario, y no sólo en los momentos en los que se siente a la mesa de la comunión con lo Invisible para el desempeño de su sagrado mandato, pues del elevado y sensato desempeño de los médiums depende el éxito de las reuniones espíritas en general y de las curaciones en particular. Eso afirmamos, pero sin excluir la responsabilidad de los directores terrenales de las mismas, de cuya seguridad moral y conocimiento de causa dependen igualmente los grandes éxitos de cualquier reunión práctica del Espiritismo, y recordando, también, la responsabilidad de cada uno de los componentes de la mesa. Por lo tanto, se puede decir que esos trabajos son el fruto de una comunión sublime entre médiums, directores de sesiones y guías espirituales bajo el patrocinio del Cristo de Dios, Maestro mayor de toda la Ciencia, y que por eso mismo, todos tenemos grandes responsabilidades, pues el desempeño es sagrado para todos y no podrá ser realizado con indiferencia o menor grado de dedicación.
 Por ello nos imaginamos que los trabajos para las curaciones de la obsesión deberán ser especialidad de determinados espíritas y siempre realizados en ambientes discretos, donde no penetrase ningún rumor del mundo, pues es sabido, por cuantos se dedican a las investigaciones trascendentales, que las vibraciones del ambiente influyen poderosamente, bien o mal, en los trabajos del Espiritismo práctico. Esas atribuciones, o sea, la dedicación a los casos de obsesión, –requiriendo constante y profunda atención, observación y estudio–, absorben de tal forma las preocupaciones del experimentador que sería bueno que él se dedicase solamente a tal sector, para su propio bien y de la propia labor.
 En el capítulo XXVIII de “El Evangelio según el Espiritismo”, en la “Oración para dar comienzo a la reunión”, existe la siguiente advertencia, la cual sensatamente instruiría a los médiums que la estudiasen con el corazón atento, y también a los respectivos directores, pues la instrucción espírita no puede perder de vista ningún detalle que propenda a solidificarla:
“Buenos Espíritus que os dignáis venir a instruirnos, tornadnos dóciles a vuestros consejos; apartadnos de todo pensamiento de egoísmo, de orgullo, de envidia y de celos, inspiradnos indulgencia y benevolencia para nuestros semejantes presentes y ausentes, amigos y enemigos; haced, en fin, que en los sentimientos de que nos sintamos animados, reconozcamos vuestra saludable influencia.
 Dad a los médiums a quienes encarguéis de transmitirnos vuestras enseñanzas, la conciencia de la santidad del mandato que les ha sido confiado y de la gravedad del acto que van a cumplir, a fin de que lo hagan con el fervor y el recogimiento necesarios                  No obstante, no todos los obsesores son verdaderamente malos, y de muchos de ellos podemos hacer amigos espirituales nuestros, a través del buen tratamiento fraterno que les dispensemos. Nos acordamos aquí de uno de esos obsesores, con el cual entablamos un diálogo durante ciertos trabajos para la curación de obsesiones, realizados en la antigua “Casa Espírita” de la ciudad de Juiz de Fora, en el Estado de Minas Gerais, presidiendo nosotros las sesiones, el cual, usando entonces expresiones casi integralmente idénticas a las señaladas aquí, decía, cuando lo exhortábamos a abandonar la infeliz actitud de perseguidor del prójimo:
 – “¡Perdone usted, mi querida señora! Es con mucho pesar que la contrarío. Pídame cualquier otra cosa, y yo la atenderé con el corazón en las manos. Pídame que sea bueno y caritativo con cualquier otra persona, que ore por los que sufren, como veo hacer aquí todos los días; pídame lo que sea, lo que usted más quiera y me esforzaré por atenderla. Pero no me pida que desvíe “de él” (el obseso) el castigo que tanto merece, porque eso está más allá de mis posibilidades. ¡Si la Señora supiese lo que “él” me hizo! Su persona, es tan dulce conmigo en sus oraciones, tan afectuosa, tan buena con mis compañeros de desgracia… ¡Señora, usted me agrada mucho, muchísimo! Y le estaré eternamente agradecido por el bien que me viene prestando: estaré siempre dispuesto a servirla en cualquier emergencia en la que yo le pueda ser útil. ¡Pero a “él”, no! ¡Yo lo odio con todas las fuerzas de mi corazón ultrajado por su maldad, y no lo perdonaré!”
– “¡Su drama fue vivido hace tantos años, mi amigo! ¿Por qué retenerlo en sus recuerdos, para continuar sufriendo su dolor? ¿No sería más consolador procurar perdonar y olvidar, concediendo treguas al   corazón sufriente, para intentar la felicidad en la práctica del amor fraterno?” –respondimos nosotros. Pero él pareció no oír nuestra insistencia, pues continuó la frase interrumpida:
 – “Sí, querida señora, solamente dos lugares le sientan bien como residencia: el hospicio, donde se encuentra ahora, o la cárcel, pues ambos yo los conocí por su culpa. ¡Créame, es un miserable! Es peor que yo, y se merece lo que está sufriendo…”
 Como se ve ese obsesor no era de los más endurecidos, pues admitía actitudes amables hacia otros aunque no para su adversario, y era sincero declarando que no lo abandonaría, en vez de mistificar, simulando en apartarse del mismo apenas con la intención de librarse de nuestra impertinencia, como muchos otros lo hacen. Y tanto en las sesiones prácticas, que realizábamos entonces, como a solas, durante la vigilia o en nuestros trances de desprendimiento, demostró siempre gran respeto incluso afecto por nuestra persona. En cierta ocasión, cuando los dolores de una gran prueba nos asaltaron, lo tuvimos a nuestro lado intentando algo para nuestro alivio, tal como un buen amigo terreno, que, a pesar de no ser una personalidad propiamente virtuosa, es capaz de querer bien y favorecer a un amigo. No obstante, cerca de un año más tarde se cansó de practicar la venganza, se avergonzó de su propio proceder y, como ya había adquirido razonables conocimientos sobre el Evangelio y la Doctrina Espírita, gracias a la convivencia con los componentes de las aludidas sesiones, se arrepintió y abandonó a la presa, que se recuperó lentamente, y se despidió de nosotros para nuevos ciclos de progreso. Como bien se percibe, esa entidad permaneció, reeducándose, en las sesiones de la antigua “Casa Espírita”,asistiendo a los trabajos prácticos y a los estudios durante casi dos años, cuando nuevas oportunidades le fueron renovadas para observar el elevado ideal que movía a aquellas gentes, que no tenían otro deseo sino progresar en la práctica del bien y del amor a Dios.
 La instrucción doctrinaria, el ejemplo, la paciencia y el amor son, por lo tanto, factores indispensables para el buen éxito de los trabajos en la curación de la obsesión. Y no juzguemos que cualquier entidad   endurecida en el error pueda convertirse y arrepentirse rápidamente, bajo la magia de nuestro adoctrinamiento durante una o dos reuniones. Ellas permanecerán, tal vez, frecuentando nuestros trabajos a fin de instruirse y reeducarse bajo nuestro contacto, realizando con nosotros el aprendizaje   rudimentario para conseguir nuevas fases de instrucción y de progreso.
 Algunos volverán a reencarnar desde allí mismo, sin alcanzar otras esferas de la Espiritualidad. Y entonces, ciertamente, el obseso igualmente será agraciado con nuevas oportunidades redentoras. Entre tanto, nada se conseguirá si el propio obseso no ayuda en su curación procurando renovarse moral y mentalmente, corrigiendo sus imperfecciones y reaccionando contra las sugestiones maléficas del opositor. Por la oración humilde y fervorosa, mucho conseguirá para sí mismo, pues tal procedimiento, digno y agradable a las leyes de Dios, cansará al obsesor, que pronto se retirará, comprendiendo que se ofende a sí mismo cuando procura ofender al prójimo. Entonces, el obseso podrá hacer mucho por la regeneración moral de su obsesor, lo cual lo elevará en méritos en la opinión del mundo espiritual, atrayendo para él las simpatías protectoras.
 Continuará... .
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      CARTA A UN AMIGO SOBRE EL                              SUICIDIO




- Jose Manuel Sanchez Clemente





Mi muy estimado amigo:
Espero que a la llegada de esta carta todavía no se haya producido un desenlace fatal en tu vida. Comprendo en parte tu enorme tribulación, y digo en parte, porque no me voy a arrogar el privilegio de saber tus más íntimos sufrimientos, tus más desagradables preocupaciones.
Estás al límite, sientes que ya no puedes más. Consideras que la vida no te ha dado lo que es justo, y si alguna vez lo has tenido, piensas que te lo han arrebatado sin piedad.
Antes de que tomes una decisión, permíteme querido amigo que te exponga brevemente algunas consideraciones.
La Tierra se formó hace aproximadamente 4.500 millones de años. En su origen los elementos que formaban parte de su masa, se agitaban buscando muy lentamente acomodarse, en un proceso que ha durado millones de años con una finalidad última, la de albergar vida. Posteriormente esa propia vida se fue diversificando hasta la misteriosa aparición del ser humano, para que éste, a su vez, pudiera desarrollar sus capacidades, fruto de su trabajo y libertad. Es importante saber que no estamos hablando del azar, porque no puede existir orden en la naturaleza sin una causa inteligente.
Gracias a la evolución de ese gran proyecto nacido hace tanto tiempo, el ser humano ha podido desenvolverse, ha desarrollado grandes cotas de progreso en casi todos los órdenes de la vida. Ese “Gran Arquitecto” que se ha tomado tanto trabajo en acogernos y facilitarnos un hogar, no lo ha podido hacer con el objetivo último de hacer felices a unos y de perturbar a otros, haciéndolos sufrir, condenándolos a vivir en el fracaso y la frustración; sería absurdo, sin sentido.
Esta reflexión nos puede ayudar un poco para ver las cosas desde otro ángulo. Centrados en nuestros problemas, encerrados en nuestro caparazón personal, no nos permitimos la posibilidad de observar la vida desde otro prisma mucho más amplio, más realista. Y digo realista, porque muchas veces asociamos equivocadamente realismo con desgracia o cualquier otra cosa de carácter negativo. Nos acostumbramos a esa clase de mirada, de análisis nefasto y degradante.
Invariablemente, tanto el dolor como los reveses de la vida han de tener una finalidad trascendente. Formamos parte de ese gran proyecto universal y el hombre es su pieza fundamental. Es quien posee inteligencia, sentimientos, ingenio y un sinfín de capacidades. ¡Cuantos ejemplos tenemos alrededor y no nos damos cuenta! Personas con graves problemas que han sabido resarcirse, salir airosos, con dignidad y la cabeza bien alta.
A pesar de que el mundo está lleno de sufrimiento, también está lleno de personas valientes que están superándolo”. – Hellen Keller
Pensar también  que no todo ha sido dolor y angustia ¡Y qué decir de los buenos momentos en la vida ya olvidados! O las situaciones difíciles de las que hemos salido airosos, achacándolo a la “buena suerte”, al “azar”, a la “casualidad”… ¡Qué pronto olvidamos!
Es fundamental mi querido amigo valorar lo que uno ha conseguido, no colocar el foco exclusivamente en aquello que preocupa o angustia.
Las preocupaciones son como un vaso de agua que apenas pesa sostenido con la mano. Si lo mantenemos durante mucho tiempo en la misma posición termina por cansar e incluso agotar. Lo mismo ocurre con nuestras preocupaciones. Hay que regenerar, oxigenar los pensamientos para poder proseguir con optimismo. Hay que confiar, pero tampoco podemos esperar resultados diferentes con comportamientos idénticos.
“La mente es como un paracaídas… Solo funciona si la tenemos abierta” (Albert Einstein)
Además, olvidamos que existen personas que nos quieren y apoyan, también seres invisibles que nos asisten. Es como una mano oculta que nos sostiene; nos evita muchas cosas pero permite otras que por alguna razón debemos pasarlas.
Si, efectivamente, es la escuela de la vida. Nacimos por y para algo.
La vida es muy corta y todos los acontecimientos que vivimos son pasajeros. Sólo nos quedarán sus enseñanzas y las buenas obras.
Darnos cuenta de que la vida es una escuela, venimos a aprender y desarrollar unas aptitudes concretas:
Necesitamos comprender antes que juzgar.
Persistir antes que abandonar.
Luchar antes que rendirse.
Mantener la esperanza antes que perder la fe.
Y confiar siempre en un futuro mejor…
Tenemos unos recursos internos inimaginables. A veces nos falta la fe en nosotros mismos. No nos sabemos valorar, considerar las cosas que acumulamos buenas, de los éxitos logrados. Tenemos una memoria muy frágil.
Pensar en quitarse la vida con la esperanza de la “nada” es absurdo. Hemos de tener presente que como dijo Cosme Mariño: “El cuerpo es un vehículo, no es la vida en sí misma.
Y que además, algo muy importante:
“Somos un gran proyecto de amor”.
Desde el punto de vista material, como comentaba anteriormente, se nos preparó el terreno. Y desde el punto de vista espiritual, almas amorosas, dedicadas, nos auxilian, nos alientan, nos inspiran con una voz íntima, dirigida al interior del alma que dice: “Vamos”, “adelante”, “un poco más”, “lucha hijo mío”, “no desesperes”,  “se fuerte mi amor”…..
Dejarse llevar por pensamientos derrotistas, negativos, albergando sentimientos de culpa, sin oponer una firme voluntad más optimista, no conduce a nada bueno. Es como la tierra fértil que si no se ara y se cuida, muy pronto empiezan a aparecer malas hierbas, y estas crecen sin cesar, haciendo cada día más difícil su eliminación y entorpeciendo la posibilidad de los buenos cultivos.
Ya sé que los grandes errores y las desgracias acobardan y paralizan pero no olvides que “nadie te puede juzgar”, “nadie te puede condenar”. Por todo ello, es necesario alejar el sentimiento de culpa. Comprender que no somos culpables, somos responsables de nuestros actos.
Mi querido amigo, tomar esa decisión fatal es cortar de raíz todos aquellos parabienes que la misericordia divina nos proporciona. ¡Somos todavía tan ciegos!
Es eliminar de cuajo una planificación cuidadosamente elaborada para hacernos crecer en sabiduría y fortaleza. Es abortar la asistencia de esos seres amorosos que en base a ese acto extremo se romperían bruscamente. Es en una palabra, desconectar de las experiencias más urgentes para crecer hacia la plenitud, puesto que ese es nuestro destino final.
Es como escupir en la mano de quien te da de comer, es como sacudir de un puñetazo a quien nos sostiene para que no nos caigamos.
¿Y qué es lo que queda? El vacío superlativo, la angustia sin límites, el sufrimiento de ver que los problemas no se resuelven solos, actuando como la cabeza de avestruz bajo tierra. Es volver a la casilla de salida.
La vida es pura energía, y como sabes, ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. La nada no existe.
Somos libres de actuar como nos plazca, sin embargo, no podemos escapar de nosotros mismos, de las  consecuencias de nuestros actos, tanto para el bien como para el mal.
¿Cómo podemos ser tan brutos de correr un riesgo tan grave de quitarse la vida sin tener el más mínimo conocimiento, la más leve seguridad de lo que nos aguarda después de la muerte?
La ignorancia del pasado hizo creer que el suicidio era un acto de honra, un acto de valor y coraje. Hoy día, debido al materialismo embrutecedor, a una educación muy deficiente en valores y proyectos edificantes de vida, se observa entre el estupor y la confusión una grave enfermedad social que cada día siega las posibilidades de muchas personas.
Nadie, a su paso por la vida está exento de sufrimientos y tribulaciones.
Por todo ello, esfuérzate por llevar tu carga con dignidad.
Te pido por favor que recapacites.
¡No tengas prisa por tomar una decisión de esa envergadura!
¡Concédete otra oportunidad!
¡Quiérete mucho más!
Ese “Gran Arquitecto Universal” sabe que tu destino final es el éxito. Él  cree en ti.
Yo creo en ti.
Tú ¿por qué no?
:José Manuel Meseguer
                                                                                        ©2017, Amor, Paz y Caridad

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VIDENCIA DE LOS ESPÍRITUS


La facultad de ver es en los Espíritus una propiedad inherente a su naturaleza y reside en todo su ser, como reside la luz en todas las partes de un cuerpo luminoso. Es una especie de lucidez universal que a todo se extiende, que abarca a una sola vez, el espacio, el tiempo y las cosas, ante la cual desaparecen las tinieblas y los obstáculos materiales. Se comprende que debe ser así; pues en el hombre la visión se realiza a través del funcionamiento de un órgano 
impresionado por la luz y sin luz permanece en la obscuridad. Pero siendo la facultad de ver en el Espíritu un atributo propio, abstracción hecha de todo agente exterior, la visión en ellos es independiente de la luz. (Véase: Ubicuidad, núm. 92). 
Allan Kardec

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     EL ESPÍRITA ANTE EL EVANGELIO 


Para alcanzar el grado de moralidad que necesita, a fin de cumplir bien su misión, tener paz en la Tierra y conseguir alguna felicidad en el espacio, el espírita debe de cumplir la 
ley divina. ¿Y dónde está esa ley? En el Evangelio del Señor. 

Por tanto, el espírita debe saber de memoria su parte moral, tanto cuanto sea posible. Porque, ¿cómo aplicará la ley, si no la conoce? Como usarla, ¿si no se la recuerda?. 

El espírita debe grabar en su alma la gran figura del Señor. Debe tenerle respeto y 
gratitud. Y no debe olvidarse de que solamente por Él se va al Padre. Así para el espírita, 
el Evangelio no puede ser letra muerta, más la ley moral vigente en todos los tiempos, en 
todas las edades. Porque la ley proclamada por el gran Maestro no sufrirá modificaciones 
en su parte moral. Y de todo su cumplimiento depende nuestro progreso espiritual, nuestra paz y nuestra felicidad en la Tierra y en el espacio. 

Tenemos la costumbre, bastante generalizada, de relegar al olvido lo que más nos interesa. El mundo sabe casi de memoria las palabras del Señor, mas constantemente las olvida. Se sabe que el Señor dice que debemos amarnos como hermanos. El hombre menos instruido sabe que el Señor añadió que debemos amar a nuestros enemigos, bendecir los que nos maldicen, orar por los que nos persiguen y calumnian, pagar el mal con el bien. La Humanidad, que sabe todas esas cosas, ¿por acaso las tiene cumplidas?  No. ¿Y cuál ha sido la consecuencia de esa falta de cumplimiento? Las guerras, las discordias, las infamias y tantos otros males que sería difícil de enumerar. 

Se explica que los hombres hayan olvidado esos mandamientos, por la ignorancia de la vida en el más allá, por su atraso. ¿Mas los espíritas? ¿Hemos cumplido nosotros esos mandamientos? No. Si contamos algunas excepciones, generalmente esas enseñanzas han sido letra muerta. ¿Será, por acaso, que no sabemos lo que nos espera y la responsabilidad que tenemos en el cumplimiento de esos mandamientos? ¿Viene el 
Espiritismo a derogar o a cumplir la ley del Señor? No viene a derogarla, más bien a cumplirla. 
Entonces, ¿por qué nosotros, los espíritas, vivimos tan fuera de las enseñanzas del 
Señor y Maestro? Que, amarás a tu enemigo, pagarás el mal con el bien, orarás por los 
que te persiguen y calumnian, no son prácticas muy arraigadas entre los espíritas, está 
evidente a plena luz. Consulte cada espírita su conducta en la vida pública y privada, y 
enseguida verá cuántas veces dejó de cumplir esas enseñanzas. Consulte la propia 
conciencia, y vea aquello que le pasó en la vida familiar, en sus relaciones sociales, o 
dentro de los Centros Espíritas, y verá que, mismo excluyendo a los demás, si hubiera 
personalmente cumplido esos preceptos, tal vez hubiese evitado disgustos, riñas, 
disensiones y muchas otras cosas en todos esos lugares. 
Todo eso, muchas veces, sin mala fe, mas apenas por falta de estar apercibido. 
Así, una falta produjo otra y el resultado fue la caída. Como señalé anteriormente, es 
necesario que estemos apercibidos, y tener la ley divina siempre presente, en todas las 
circunstancias de nuestra existencia planetaria. 
Es verdad que habrá muchas excepciones entre los espíritas, que no tendrán de que acusarse. Muchos habrá, sin embargo, que están incluidos en lo que acabo de decir. 
Es casi perdonable que la Humanidad tenga dejado de cumplir lo que el Señor manda en 
su Evangelio, a pesar de que el juicio nuestro a respecto no la exime de la responsabilidad que contrajo. Sin embargo, que entre los espíritas, en su mayoría, haya tan poca atención para el cumplimiento de la ley divina, proclamada por el Señor es una falta grave, que, si no procuramos remediar, acarreará a nuestro medio muchas preocupaciones y perturbaciones y será causa de nuevas expiaciones. 

No puede ser vanamente que el Padre nos envió el mayor Espíritu que ya vino a la Tierra. Ni en vano que ese elevadísimo Espíritu fue ultrajado, después de haber probado su gran misión a través de sus hechos y de su doctrina. No puede ser en vano que AlIan Kardec y los Espíritus de Luz nos lo apuntaran como nuestro modelo. Él es el camino, la verdad y la vida. Fuera de sus enseñanzas no hay salvación posible. Por eso, comprendiendo la importancia del Evangelio, Allan Kardec esclareció algunas parábolas y conceptos, para que estuviesen al alcance de todas las inteligencias, participando de esos esclarecimientos, de manera muy directa, elevados Espíritus, que dictaran comunicaciones de orden moral, tocándonos el alma. De esa manera, si nosotros, espíritas, hiciéramos omisión de esas enseñanzas, de ahí resultando una falta de percepción moral en nuestro medio, no podremos culpar a nadie, si no a nosotros mismos, por nuestra propia indolencia y nuestra ingratitud. 
Miguel Vives El Tesoro de los Espiritas

Miguel Vives, participó activamente en los Congresos Internacionales de Espiritismo celebrados en 1888 en Barcelona y 1889 en París. Años más tarde, en 1891, se trasladó a vivir a Barcelona para tratar de mejorar su quebrantada salud. Sin embargo no sería así, y el día 28 de Enero de 1906, desencarnó. Su muerte conmocionó a aquel pueblo al que Miguel tanto quiso, pues recibió de él una emocionante y entrañable despedida. Una multitud de personas acompañaba la comitiva fúnebre, y fueron muchas las fábricas y talleres que cerraron sus puertas para permitir a sus empleados dar el último adiós a un hombre extraordinario por sus virtudes y amor al prójimo. Un hombre que fue apodado El Apóstol del Bien. 

Comentario El espiritismo es solo uno, Filosofía Ciencia y Moral, y todo esclarecido espirita sabe apartar la cizaña de la doctrina, Miguel Vives, llevaba el laboratorio espirita en el corazón, como León Denis, Jose Maria Fernandez Colavida y tantos otros, sin aspavientos sin etiquetas luchando con la ignorancia allí donde surgía la superchería el fanatismo, la soberbia la vanidad, los atavismo religiosos y la falsa sabiduría, 

- Marco António Gonzalez Sánchez-

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