martes, 14 de noviembre de 2017

Los sueños espirituales



Hoy presentamos:   

- Educación espírita a la niñez.
- Reflexiones desde el otro lado
-Los sueños espirituales
-Leyes Universales: Vanidad y humildad



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EDUCACIÓN ESPÍRITA A LOS NIÑOS




“Al venir a la tierra todo hombre tiene derecho a que se le eduque y después en pago el de contribuir a la educación de los demás”
José Martí.

Debo decir que he asumido esta tarea tal como inicié la de maestra en la misma: primero por gratitud a Toto, que con su profundo estado idealista me guió con firmeza en el conocimiento de la Doctrina Espírita, a la Doctrina Espírita como luz esperanzadora para mi vida y a los espíritus que amorosamente y con infinita paciencia han orientado mi vida desde que inicié este camino. (Y por supuesto a todas las personas que han dado su respaldo para que esto fuera posible)
En segundo término por responsabilidad asumida hacia los antes mencionados, no porque cuente en mi haber con la formación docente, ya que no la poseo. Siempre me pareció que esta es una ocupación grave y que requiere mucha responsabilidad, respeto y cuidado, ya que si no se hace así se puede malograr una vida.
Pese a ello, decidí confiar plenamente en los espíritus y hombres que me han propusieron esta labor, y debo reconocer que me aboqué a ella sin plantearme concienzudamente que es la educación, solo al serme propuesta esta charla he comenzado considerarlo en toda su dimensión y ¡Oh!, gratamente he descubierto, que sin llegar a la excelencia, algunas cualidades para ella poseo.
¿Que creo que se requiere para abordar esta labor? : Además de y antes que formación técnica (y a partir de esto podríamos decir que cualquiera que reúna mínimamente alguna de estas cualidades puede, si así lo desea, enseñar, educar)
Pasión por el conocimiento del dilatado universo que nos circunda y sus relaciones, ansias por develar las leyes ocultas que gobiernan todo y su funcionamiento, amor por el ser humano y sus potencialidades, ya que pese a sus debilidades y fragilidad tiene una terrible capacidad de asombro e inventiva para arribar a esos conocimientos y admiración por sus deseos de superación y los esfuerzos denodados por lograrlo.
En definitiva: capacidad de maravillarse ante todo. Después, gratitud por todo esto y un deseo ferviente de sembrar de esa maravilla a quien se tiene al lado y convidarle del banquete que se va descubriendo.
Comparto lo dicho por Kardec de que existe sólo aquella enseñanza que se imparte desde lo alto de la cátedra o de la tribuna: existe también la de la simple conversación.
En cualquiera de ellas, la que más peso y contundencia tiene, es aquella que surge de la experiencia personal, del deseo de bien, de la entrega y de la humildad de aquel que no sólo tiene los conocimientos teóricos sino que es capaz de ver a los demás, verse a sí mismo y hermanarse desde esa común fragilidad y potencialidades que antes mencioné.
De todas maneras transmitir un determinado conocimiento requiere una preparación y un orden a los que debemos estar atentos. El libro “curso de pedagogía espírita” editado por C.E.P.A., dice con respecto a la vocación: Ser maestro es por sobre todas las cosas, poseer la fuerza de la vocación que hace prevalecer, a pesar de las más arduas luchas, la convicción firme e íntegra de que la educación es la fuerza redentora capaz de burilar los más toscos elementos, cuando se persevera en una acción constructiva manejándola con manos de artista y mente serena, prudente y sabia.
La vocación es una conquista espiritual mucho más difícil de lograr que el título profesional, al que puede sustituir eficazmente, garantizando el éxito de la empresa. Su conquista significa llegar a una posición de verdad, de fe, de abnegación sin medir renunciamientos, en una total entrega de servicio y de amor al semejante y a la causa, que se encumbra en la posición universalista que haya logrado el educador acorde con su evolución espiritual. Por eso la historia de la humanidad cuenta con grandes maestros que alcanzaron la cima de mártires, profetas o reformadores, logrando realizar transmutaciones que jalonaron el proceso histórico del planeta o de un determinado país. Jesús, Gandhi, Sarmiento, por sólo nombrar algunos, no poseían título docente pero bullía en su interior el espíritu del maestro, del civilizador, del Mesías, y su voz tenía la resonancia de la campana que tañe en medio del silencio, la atracción de la fuerza centrípeta que atrae hacia sí cuanto está en el radio de su acción, grabando en alguna medida lo que aspiraron realizar.
Esos hombres marcaron épocas, son colosos que nos sirven de faro, porque vinieron signados por grandes misiones. Pero no sólo ellos pueden ser maestros. También pueden serlo aquellos que sin poseer ninguno de los valores que requieren los educadores, comprenden la importancia de la enseñanza y se vuelcan a ella con voluntad y cariño.
En ese anhelo decidido, mientras vamos dando, vamos forjando nuestra propia adquisición la que, superando la natural tendencia hacia los seres que surge espontáneamente por similitud de vibraciones espirituales, nos volcamos hacia aquellos que tenemos que aprender a amar, cultivando la humildad y el amor, que con frecuencia exige lágrimas y dolor pero que finalmente cuaja en exquisito fruto ”Nuestra fundación tiene dentro de sus objetivos, uno que es fundamental: la difusión de la doctrina espírita. Nosotros, maestros, hemos comprendido que el primer ámbito de difusión es la escuelita, la cual debe velar precisamente por preservar, mantener, enriquecer y difundir la Doctrina.
En nuestra escuelita, se transmite paulatinamente a los niños y jóvenes, conocimientos fundamentales de doctrina espírita, que no se limitan sólo a lo teórico sino que se proporcionan las bases y orientaciones que les servirán en todos los momentos de su vivir y a los que recurrirá cada vez con mayor frecuencia y naturalidad.
También nuestra tarea es guiar, contribuir a formar seres conscientes de quienes son, de cuál es la misión de los seres de esta tierra, personas de bien, armonizadoras, unificadores, idealistas comprometidos con la doctrina, su criterio de universalidad y por ende con la humanidad toda.
Idealistas que no sean meros declamadores de esta idea renovadora, sino partícipes, hacedores comprometidos con esta humanidad que necesita ser más justa, solidaria y equitativa y requiere de hombres dispuestos a proponer y trabajar porque estos ideales se concreten.
Seres que no esperen todo servido, que no dejen que sean otros los que den las pautas y ordenen, que no critiquen lo que los demás no hacen, sino creativos e impulsores de cambios, capaces de transformar el panorama social de su época y promover verdaderas revoluciones en los espíritus somnolientos, apáticos y faltos de empuje.
Es una cuestión en la que todos los maestros de la escuelita estamos decididamente comprometidos, ya que no sólo es cuestión de asumir una responsabilidad para la cual hemos sido convocados, sino que se ha convertido en nuestro proyecto y vivencia personal, más allá de los contratiempos y obligaciones que la vida diaria nos presenta, nos estamos entregando desde el corazón a esta labor, que está comenzando a mostrar incipientes frutos.
A principios de año el Guía de la Escuelita nos manifestó que la nueva etapa que iniciábamos debía representar un tiempo de unificación afectiva, y anímica donde los maestros, los padres, la fundación con el conjunto directivo y alumnos pudieran cohesionar a través del afecto y del trabajo un estado de solidez en el bien y en los objetivos de formación de la personalidad de los niños en función de sus necesidades espirituales y de sus futuros idealistas, condiciones estas que representan la integración del bien a la naturaleza del espíritu.
Ya antes de que este Guía nos manifestara en una posterior orientación que este proceso estaba en marcha, pudimos percibir que efectivamente así era. Por supuesto esta tarea requiere de todo nuestro esfuerzo y persistencia, ya que el amor a la educación no nace de un día para el otro sino que va creciendo armoniosamente de disposición en disposición, y a medida que nos vamos comprometiendo y sensibilizando, van creciendo los estado de inspiración para poder desarrollar esta labor en términos más precisos.
Entonces, la actividad de la escuela no es una más de la fundación que hay que cubrir, sino que requiere que agudicemos nuestro ingenio, lo mantengamos como proyecto personal de entrega y fecundación, y se comprobará como yo lo he hecho, que los frutos que se recogen son hartamente sabrosos, ya que el contacto con los niños es sumamente enriquecedor y regocija ampliamente, aún con las dificultades que se puedan presentar y de nuestros propios límites y flaquezas.
Esto último en mi caso particular, es un proceso que recién estoy comenzando a descubrir, a degustar. Como en todo proceso de aprendizaje hay caídas, surgimientos, temores, pero para ello, cuento y contamos con el sostén de Espíritus Guías, colaboradores y protectores, conjunto directivo y también con la confianza y el apoyo de todos los padres.
Tomado de:
Charlas Públicas y Artículos

Fundación de Estudio y Difusión Espirita Santa Rosa - LP - Argentina

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       REFLEXIONES DESDE EL OTRO                          LADO (*)




Debemos abordar ahora el momento trascendente de todo ser humano en la tierra; la circunstancia de la partida, del final, del tránsito al plano espiritual. Al no ser conscientes del nacimiento cuando venimos a la tierra, la muerte se convierte así en el momento catártico de toda vida humana.
En mi caso concreto, que es el que nos ocupa, sin darme cuenta fui preparándome para este momento abandonando la angustia y el deseo por las cuestiones materiales que ya casi nada representaban para mí; en esta actitud ante la llegada de la muerte tuvo mucho que ver la convicción profunda de la inmortalidad de mi alma.
Convicción a la que había llegado décadas atrás y que, unida a mis experiencias de vida y a las pruebas y experiencias espirituales que había conocido, sentido y observado, me permitían una fe inquebrantable y una confianza absoluta en el porvenir que me esperaba después del tránsito.
A esta convicción, unía otra no menos profunda y satisfactoria para mí; la de la esperanza de encontrar a mis seres queridos; aquellos que me antecedieron y que tanto me amaron. Simplemente cuando mi pensamiento se elevaba o los recordaba, una sensación de paz, de tranquilidad y de serenidad inundaba mi alma.
El desapego de las cuitas y problemas materiales, fue un punto importante que me permitió la facilidad de desligar mi periespíritu de aquellas anclas materiales que la organización celular biológica impone a todo ser humano en el momento de la partida.
Pero, ¿cuál era mi situación humana y cuáles mis circunstancias espirituales y psicológicas en ese momento trascendente? He de confirmar que eran absolutamente diferentes. En la primera el desapego familiar, la soledad individual y la incomprensión por parte de aquellos que guardaban relación material conmigo, eran más que evidentes. Sólo algún familiar cercano tuvo a bien encargarse de mí.
Esta circunstancia humana era inversamente proporcional a mi situación espiritual, dónde no experimenté soledad alguna; dónde siempre me vi confortado por mis guías espirituales, por otros espíritus que me rodeaban con su afecto y me enviaban fluidos saludables que mitigaban el dolor de la enfermedad irreversible que, ahora sí, definitivamente, iba a terminar con mi trayectoria terrena en esta, mi última existencia física.
A aquellos que espiritualmente me confortaban y me rodeaban; y que en muchas ocasiones no los percibía ni los sentía, no obstante sabía de su auxilio y de sus pensamientos y oraciones benéficas hacia mi, se unía una fuerza poderosa que llegaba hasta mi lecho en el hospital.
Una fuerza procedente de numerosos compañeros de ideal, en muchas partes, que con sus oraciones hacia Dios pidiendo por mí, materializaban las condiciones más favorables para que el tránsito fuera lo más suave y delicado posible.
Tanto es así que la catarsis que debía experimentar, fue para mi una liberación interior sencilla, en ningún momento traumática; y después de la turbación necesaria en el desprendimiento de todo ser humano cuando llega ese momento, experimenté un despertar suave que me permitió comprender cómo el amor de Dios es la fuerza más poderosa del universo.
Ese amor infinito se transmutaba, se manifestaba, se evidenciaba en el amor de aquellos que me recibieron: seres de luz; familiares queridos, a los que conocía de mi última existencia y otros que me amaban pero que no reconocía de momento. La sensación era de serenidad y de paz; y conforme fue desapareciendo de forma paulatina la turbación, se hacía más y más fuerte.
Casi de repente, sin percepción alguna del tiempo ni del espacio que me rodeaba, y como en una película, fueron pasando ante mi mente, de forma que no puedo explicar, los momentos vividos más importantes de mi existencia en la tierra. No puedo plasmarlo en palabras, pero al mismo tiempo que aparecían en mi mente, era capaz de captar la emoción, el sentimiento, positivo o negativo, que se asociaban a aquellas imágenes que veía y de la cual yo era el protagonista principal.
Ante este recorrido, que para mi fue como una grabación definitiva en mi conciencia, comprendí que el espíritu humano, liberado de la capacidad reductora de la materia física, es una enorme usina de energía inagotable, que como un gigantesco ordenador de memoria infinita graba y recuerda de forma precisa todos los acontecimientos vividos, directa o indirectamente, así se produzcan en el mundo físico o en el mundo espiritual.
Junto a ello, también es capaz de almacenar en nuestra conciencia espiritual las consecuencias de nuestros actos, tanto para nosotros como para aquellos que, de forma indirecta se ven afectados por nuestros actos, pensamientos y sentimientos.
Ahora comprendo que esto tiene que ver directamente con nuestra responsabilidad ante las leyes divinas. Pues la única manera de evolucionar y progresar es recordar lo que hicimos bien o mal, recuerdo consciente (en el mundo espiritual con cierta evolución) o inconsciente (en la tierra con un cuerpo físico).
Esa memoria de nuestra conciencia, que somos nosotros mismos, es la propia voz de nuestro espíritu inmortal; capaz de enfrentar en cada momento de nuestra evolución las situaciones que se producen, y teniendo como bagaje el propio conocimiento y experiencia que nos ofrece ese archivo milenario que recuerda con nitidez y claridad lo que somos, de dónde venimos y cuál es el camino que hemos de recorrer.
Después de la experiencia de revisión de mi trayectoria terrena, me tocó analizar el grado de compromiso adquirido antes de enfrentar la encarnación; así como tomar conciencia de cuales habían sido los objetivos conseguidos y aquellos otros en los que falle y no pude enfrentar o cumplir.
Pero las consecuencias de mi experiencia terrena, así como las enseñanzas que fui adquiriendo con la lucidez espiritual serán objeto de próximas entregas de esta serie, que analizaremos con rigor en el capítulo siguiente.

Ahora, para despedirme, permítaseme agradecer a todos aquellos que pidieron por mi alma en aquellos momentos. Quiero que sepan que, allá dónde me encuentre, mi gratitud irá con ellos; mi amor intentará envolverlos, mi pensamiento localizarlos y recíprocamente devolverles todo el bien que me hicieron al pedir por mí en el tránsito hacia mi nuevo estado.

La partida por: Benet de Canfield
Psicografiado por Antonio Lledó
©2017, Amor paz y caridad
[*] Serie de psicografías mensuales; en la que un espíritu amigo, desencarnado hace pocos años, comenta experiencias de vida de su última existencia; así como las reflexiones sobre las mismas una vez llegado al mundo espiritual. Para preservar el anonimato de su identidad, tal y como él mismo nos ha solicitado, usaremos el nombre que tuvo en una existencia anterior, hace ya varios siglos.
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    LOS SUEÑOS ESPIRITUALES




Hasta nuestros días, los estudiosos de la psique todavía no han descubierto por qué necesitamos dormir. Esta cuestión sigue siendo una incógnita, pero lo cierto es que generalmente dormimos de 6 a 8 horas diarias por término medio, es decir, nos pasamos una tercera parte de nuestra vida durmiendo, aproximadamente, dedicamos 20 años de nuestra vida al mundo onírico.

   Existen tres tipos de sueños: fisiológicos, psicológicos y espirituales. Describiremos brevemente los dos primeros, siendo los sueños espirituales objeto de mayor atención.

   Los sueños fisiológicos son el resultado de las sensaciones fisiológicas u orgánicas cuando la persona duerme, tales como el frío, el hambre, la sed, el calor… mediante la creación de imágenes durante el sueño, relacionadas con dichas sensaciones.

 Los sueños psicológicos son aquellos que reflejan los miedos, deseos, problemas, angustias... del individuo y que forman parte del subconsciente.

Los sueños espirituales son los que se producen por contacto con seres espirituales encarnados o desencarnados, guías espirituales, ángeles o seres de luz… Estos sueños pueden ser premonitorios o proféticos y sueños de reencarnación.

En el libro En los dominios de la mediumnidad, de Francisco Candido Xavier, en el capítulo 24, se hace referencia a los seres espirituales: «Del mismo modo, hay protectores que nos ayudan y protegen, quienes igualmente participan de nuestras experiencias de cada día. Es imprescindible entender que, siempre y en todo lugar, vivimos en Espíritu. El intercambio de alma a alma, entre padres e hijos, esposos y hermanos, amistades y compañeros, simpatías y desafectos, en el ámbito familiar o en las instituciones de servicio en las que nos agrupamos es, en razón de ello, obligatorio y constante. Sin percibirlo, aprovechamos ideas y fuerzas los unos de los otros».

Los sueños premonitorios se producen en un menor número que los sueños psicológicos y nos informan con gran precisión de sucesos que se producirán al poco tiempo de haberlos soñado; suelen ser de gran exactitud los detalles acontecidos oníricamente. Son conocidos los sueños premonitorios de los asesinatos de Martin Luther King y del presidente americano Abraham Lincoln, habiendo suficiente bibliografía al respecto.

Dentro de los sueños espirituales, encontramos los sueños intuitivos, que nos sirven para situaciones en las cuales estamos despiertos y sabemos perfectamente cómo actuar en un determinado momento. Sería una especie de sexto sentido que a veces procede de una información obtenida en sueños. Esta breve explicación se encuentra íntimamente relacionada con la pregunta 415 de El libro de los Espíritus «¿Cual puede ser la utilidad de visitas nocturnas puesto que no las recordamos?

Generalmente al despertar se presenta la intuición de ellas y con frecuencia son el origen de ciertas ideas que  tenemos espontáneamente sin que podamos dar explicación y que no son otras que las que se han adquirido durante aquellas conversaciones».

Existen sueños de avisos, que nos informan de sucesos que nos interesa saber para protegernos o prevenirnos ante circunstancias adversas que se van a producir en nuestra vida.

En el libro En los Dominios de la mediumnidad se nos aclara: «Cuando el cuerpo físico descansa, no siempre las almas reposan. En la mayoría de las ocasiones siguen el impulso que es propio de ellas. Quien se dedica al bien, de un modo general, sigue trabajando en la sementera y en el campo del amor, y quien se enmaraña con el mal acostumbra a prolongar en el sueño físico las pesadillas que lo torturan...»

Otros sueños son reveladores y nos tranquilizan cuando no sabemos cómo actuar en un determinado momento frente a algún acontecimiento preocupante. A veces, estos sueños se producen de forma voluntaria y otras involuntariamente. Nuestros guías espirituales se ponen en contacto con nosotros para indicarnos el camino a seguir y ayudarnos en cuanto les sea posible, respetando siempre nuestro libre albedrío.

En el Libro de los Espíritus en la respuesta 404 dice lo siguiente: «¿No tenéis numerosos ejemplos de personas que se aparecen en sueños y advierten a sus parientes o amigos lo que les pasa? ¿Qué son esas apariciones sino el alma o espíritu de esas personas que comunica con el vuestro?»

Los sueños de reencarnación se producen en pocas ocasiones y se manifiestan como hechos aislados que proceden generalmente de la espiritualidad superior y que incluso se podrían ver como un regalo del cielo, puesto que es una oportunidad que nos ayudaría a entender situaciones o pruebas actuales, o bien, para intentar solucionar los problemas que nos afectan… Generalmente la persona sueña una y otra vez el mismo sueño en el que se ve siendo otra persona diferente, pero sintiendo que es ella misma. También puede ser un sueño que se vive muy intensamente y con la certeza de ser real, incluso puede ser un sueño lúcido. A través de regresiones hipnóticas se puede obtener información de vidas anteriores con objeto de entender situaciones actuales que nos producen quebraderos de cabeza o bien problemas de salud. Del mismo modo, mediante una meditación profunda con la asistencia de nuestro guía espiritual encontramos acceso a las vidas pasadas.

Todo el mundo tiene sueños espirituales en mayor o menor número, lo que ocurre es que a veces no se recuerdan y se quedan como un dejà vu. Durante el sueño, el Espíritu recobra algo de su libertad y se comunica con los seres a quienes ama, ya sea en este mundo o en otros. Debido a que el cuerpo es una materia pesada y densa, recordamos con dificultad las impresiones recibidas por el Espíritu, ya que no fueron percibidas a través de los órganos corporales, tal como nos esclarece el capítulo VIII de El libro de los Espíritus, dedicado a la emancipación del alma.

- Amparo García-
( Art. tomado de la Rev. de la FEE )

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                   LEYES UNIVERSALES 

                               VANIDAD Y HUMILDAD



    Pocos son los que saben identificar la verdadera humildad. Y algunos la confunden con las manifestaciones de servilismo, timidez, apocamiento, humillación circunstancial, etc.; demostrando con ello una carencia de buen discernimiento; pues mientras la humildad es una fuerza del espíritu más evolucionado, es una superación, que no rebaja, más bien eleva; el servilismo, en cambio, es claudicación, bajeza, degradación, debilidad del espíritu.

 La humildad es una manifestación de superioridad real, sin engreimientos, y está implícita en toda persona con dignidad sin alardes, en aquellas personas que hayan alcanzado ya la superación de la vanidad, amor propio y orgullo.

Si observamos en nuestras relaciones humanas, podremos apreciar cómo algunas personas destacan por su sencillez, libres de exhibicionismo fatuo, y no por ello hemos de considerarles inferiores; antes bien, puede apreciarse un cierto halo de superioridad, aunque no manifestada sino vibratoria.

Porque la humildad es un estado de superación alcanzado que rechaza los elogios y halagos, aunque ese rechazo no se exteriorice; y aun cuando éstos sean merecidos. Mientras que la persona vanidosa anda a la caza de ellos.

Toda dádiva o ayuda dada con ostentación, es vanidad. Y como en esa acción no hay amor sentido, sino exhibicionismo, no se beneficia en nada al espíritu.

La humildad no debe ser buscada a través de los aspectos externos, ya que la vanidad se disfraza, a veces, de “gran humildad”, que es ficción, para aparentar; que es afectación y falsía. Pues, hasta existe la vanidad de la propia humildad. Y así hay personas que hacen alarde de humildad, sin percatarse que la humildad verdadera no necesita pregonarse, ya que se refleja en todos los actos de la persona que haya superado la vanidad, orgullo y el amor propio.

 A este respecto, meditemos sobre esta parte de un mensaje: “Humildad, no es solamente manifestarse sencillo o no perseguir la  figuración, sino que es la superación plena del pernicioso amor propio. El amor propio es el obstáculo mayor con el que tropieza el hombre para  poder alcanzar las superaciones que su espíritu necesita y viene a procurar a la tierra. El hombre se ama a sí mismo con mucha mayor intensidad que a todos y a todo lo demás y ese exagerado amor propio a sí mismo, es precisamente el que ha originado el estado caótico en que actualmente se debate vuestra humanidad”.
En el sentido transcendente, la humildad no es una cualidad que deba adquirirse, sino una superación espiritual que debe lograrse. Y en realidad, al desaparecer del alma humana las lacras citadas: vanidad, orgullo y amor propio; la humildad o sencillez es el estado natural del individuo superado.

Por ello, en los Planos Superiores del mundo espiritual, no existe la tal humildad, porque en ellos no hay vanidad, orgullo ni amor propio, que son vibraciones de baja tonalidad psíquica-humana, propia de los planos inferiores.

 Y con el fin de evitar alguna interpretación no acertada, debemos aclarar que humildad no significa en modo alguno compungimiento, ni privación ni alejamiento de los lugares de esparcimiento donde lograr sanas satisfacciones.

Humildad significa superar la vanidad, el orgullo y el amor propio (que son vibraciones de baja tonalidad), no sentir deseos de ostentación ni sensación de superioridad ante una condición de mayor categoría humana. (continuará)

 SEBASTIÁN DE ARAUCO

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