Para hoy tenemos en este blog:
-Personas que no reencarnarán más en la Tierra.¿Por qué?
-¿Para evolucionar pasamos todos por las mismas pruebas?
-¿ Curar solamente por el simple contacto?
- El Espiritista en la multitud
-El cuaderno rojo
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"En la vida todos somos sembradores...... Unos siembran flores y descubren bellezas, perfumes y frutos. Otros siembran espinas y se hieren con sus puntas agudas. Nadie vive sin sembrar, sea el bien o sea el mal. Felices son aquellos que, por donde pasan, dejan simientes de amor, de bondad, de afecto.
- Divaldo Franco -
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Personas que NO Reencarnarán
más en la Tierra ¿ Por Qué ?
Ana Maria Teodoro Massuci
Allan Kardec, abordando la questão de la nueva generación, en La Génesis, dice que para que los hombres sean felices en la Tierra, es preciso que solamente la pueblen Espíritus buenos, encarnados y desencarnados, que solo se dediquen al bien.
Habiendo llegado el tiempo, una gran emigración se verifica en este momento entre los que la habitan: la de los que practican el mal por el mal, aún no tocados por el sentimiento del bien, los cuales, no siendo ya dignos del planeta transformado, serán excluidos, visto que, si así no fuese, le ocasionarían de nuevo perturbación y confusión y constituirán un obstáculo al progreso. Irán a expiar el endurecimiento de sus corazones, unos en mundos inferiores, otros en razas terrestres, aun atrasadas, equivalentes a las de los mundos inferiores, a los cuales llevarán los conocimientos que hayan adquirido, teniendo por misión hacerlas avanzar. Serán sustituidos por Espíritus mejores, que harán reinar en su seno la justicia, la paz y la fraternidad.
Según dicen los Espíritus, la Tierra no deberá transformarse por medio de un cataclismo que aniquile de repente una generación. La actual desaparecerá gradualmente y la nueva le sucederá del mismo modo, sin que haya cambio alguno en el orden natural de las cosas.
Por tanto, todo se procesará exteriormente, como de costumbre, pero con una única y capital diferencia: Una parte de los Espíritus que encarnaban en la Tierra, ya no volverán a reencarnar en ella. En cada niño que nazca, vendrá un Espíritu más adelantado y propenso al bien.
Se trata de una nueva generación corpórea, con una nueva generación de Espíritus. Sin duda, es este el sentido que Jesús daba a las cosas, cuando decía: " Yo en verdad os digo, que esta generación no pasará sin que estos hechos hayan ocurrido". Así, los que esperan ver ver la transformación , operándose efectos sobrenaturales y maravillosos, quedarán bastante decepcionados.
La época actual es de transición; los elementos de las dos generaciones se confunden. Colocados en el punto intermedio, asistimos a la partida de la una y a la llegada de la otra, diferenciándose en el mundo por las características que les son peculiares.
Las dos generaciones que se suceden tienen ideas y puntos de vista opuestos. Por la naturaleza de las disposiciones morales y sobre todo, de las disposiciones intuitivas e innatas, se hace dificil distinguir a cual de las dos pertenece cada indivíduo. Cabiéndole fundar la era del progreso moral, la nueva generación se distingue por la inteligencia y la razón, generalmente precoces, aliadas con el sentimento innato del bien y de las creencias espiritualistas, lo que constituye una señal indudable de cierto grado de adelantamiento interior. No se compondrá de Espíritus eminentemente superiores, sino de los que habiendo progresado, se hallan predispuestos par asimilar todas las ideas progresistas y estén aptos para secundar el movimiento de regeneración.
Por el contrario, lo que distingue a los Espíritus atrasados es, en primer lugar, la revuelta contra Dios, porque se niegan a reconocer un poder superior a los poderes humanos; la propensión instintiva para las pasiones degradantes, para los sentimientos anti-fraternos de egoísmo, de orgullo, de envidia, de celos, en fin, el apego a todo lo material: sensualidad, la envidia, la avaricia.
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¿Para evolucionar, pasamos todos por las mismas pruebas?
Es de meridiana claridad y lógica, admitir que esto no es así necesariamente, porque el ser humano a cada paso en la senda de la vida, es libre para seguir el camino correcto que le indica la ley del Amor impresa en su Conciencia, o por el contrario, de no seguirla, y de ello depende el que cada uno tenga que experimentar o sufrir, tal vez muchas veces, una clase de pruebas u otras.
Se dice que cada persona es un mundo, queriendo indicar la diversidad por la que todos nos diferenciamos unos de otros. Y es que cada uno está aprendiendo las lecciones programadas individualmente para esa vida, consecuencia de lo que no hizo bien, o bien está pagando una deuda espiritual de vidas anteriores, con arreglo a la ley de Consecuencias, pero con ese pago, al mismo tiempo también le supone un aprendizaje, etc.
No hay dos espíritus iguales como no hay dos personas iguales, por tanto aunque el destino de todos los espíritus es finalmente llegar a un elevado grado de perfección como meta común, en cada momento las lecciones que cada cual experimenta y aprende en la vida, son diferentes de unas personas a otras, y son todas necesarias para el progreso conjunto de la sociedad humana que necesita de todas las vicisitudes, trabajos y circunstancias personales de sus individuos, para evolucionar socialmente.
En todo caso estas pruebas personales no se reparten al azar entre los seres humanos, sino que precisamente cada cual afronta las que cada uno necesita individualmente, por lo que no hay dos personas iguales en ese aspecto.
Cuando nacemos, ya venimos a este mundo, cada uno, con una programación de circunstancias materiales y espirituales que tendremos que afrontar libremente y superar, para aprender algo de ellas o bien para saldar una deuda pendiente con la Eterna Justicia.
- Jose Luis Martín-
“En la Naturaleza no hay castigos ni premios, solo consecuencias”
- Proverbio chino -
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¿Curar solamente por el simple contacto?
¿Poseen de veras, algunas personas, el don de curar por el simple contacto?
- El poder magnético puede llegar a eso cuando es secundado por la pureza de sentimientos y un ardoroso deseo de realizar el bien, porque entonces los Espíritus buenos acuden para ayudar.* Pero hay que desconfiar del modo como cuentan las cosas ciertas personas demasiado crédulas o entusiastas, dispuestas siempre a ver prodigios en los hechos más sencillos y naturales. Es menester, también, no fiarse de los relatos interesados que ofrecen quienes explotan en su propio beneficio la credulidad de los demás.
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ALLAN KARDEC
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EL ESPIRITISTA EN LA MULTITUD
El espiritista cristiano, porque busca realmente comprender a Jesús y razonar en el Evangelio, es alguien bajo el régimen de fiscalización permanente. De ahí proceden las múltiples contradicciones en las críticas que recibe.
Habitualmente, si es generoso, la multitud en torno de él dirá: es dilapidador.
Si economiza: es avariento.
Si mantiene la disciplina: es dictador.
Si no observa condiciones y horarios: es irresponsable.
Si se empeña en renovar las normas conocidas: es revolucionario.
Si conserva los patrones de hábito: es inerte.
Si usa franqueza: es descaritativo.
Si es condescendiente: es hipócrita.
Si bromea: es irreverente.
Si llora: es atormentado.
Si comunica: es imprudente.
Si actúa con discreción: es orgulloso.
Si estudia intensivamente: es presumido.
Si estudia menos: es ignorante.
Si colabora con perseverancia con la asistencia social: es santurrón.
Si coopera menos en la beneficencia de orden material: es perezoso.
Si revela ardiente fervor en las convicciones: es fanático.
Si analiza, como es necesario, las instrucciones en proceso: es un escéptico.
Si trabaja con un gran número de personas: es demagogo.
Si trabaja en ambiente restricto: es insociable.
Efectivamente, la multitud es nuestra familia y nada justificaría cualquier propósito de distanciarnos de ella, con el pretexto de superioridad individual. Somos claramente llamados a servirla. Con ella y por ella, es que también nos despojaremos de las imperfecciones que nos marcan la Vida. Aún así, aunque amándola y bendiciéndola, no sería lícito olvidarnos que ella propia, un día prefirió a Barrabás que a Jesús, en lamentable equívoco. Atentos a eso, donde estuvieres y como estuvieres, colócate encima de las opiniones humanas, y sirve a Jesús sirviendo a la multitud, ofertando en el campo del bien lo que fueres y lo que tuvieres de mejor.
Enmanuel. Espíritu.
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Roberto se quedó como estaba, de pie y mirando al vacío. No sintió dolor, ni derramó ninguna lágrima, era como si hubiera muerto un extraño.
¿Por qué no sentía nada por la muerte de su padre?
Con un torbellino de pensamientos confusos en su mente, avisó a su esposa y emprendió viaje hacia la casa de sus padres. Mientras viajaba en silencio sus pensamientos pasaban por su mente a toda velocidad.
No tenía deseos de ir al funeral, sólo lo hacía para acompañar a su madre y tratar de aliviar su tristeza. Ella sabía que padre e hijo no se llevaban bien, desde aquel día de lluvia en que una serie de acusaciones mutuas, obligó a Roberto a irse para no volver nunca más.
Pasaron los años y Roberto vivía cómodamente. Se había casado y formado una familia, pero sólo se acordaba de su madre para su cumpleaños o alguna festividad.
A su padre sin embargo lo había borrado de su mente. Desde aquel fatídico día jamás lo vio ni habló con él. Jamás pudo superar el odio que sentía hacia él.
En el velatorio se encontró con pocas personas. En un rincón del salón vio a su madre pálida, débil. Se notaba que había sufrido mucho. Tal vez porque siempre deseó que las cosas terminaran de otra manera. Cuando vio a su hijo, lo abrazó mientras lloraba silenciosamente, fue como si de pronto hubiera perdido toda esperanza.
Después, Roberto vio el cuerpo sereno de su padre. Estaba envuelto por un manto de rosas rojas, como las que al padre le gustaba cultivar. Pero de los ojos de Roberto no cayó una sola lágrima, su corazón herido no se lo permitía.
Se quedó con su madre hasta la noche, la besó y le prometió que regresaría con sus hijos y su esposa para que los conociera. Ahora, por fin podría volver a su casa, porque aquella persona que tanto había odiado, ya no estaba en este mundo. Era el fin de la humillación, de las críticas, de los consejos ácidos de un sabelotodo. Por fin podría reinar esa paz que siempre quiso experimentar.
En el momento de la despedida la madre le colocó algo pequeño y rectangular en la mano
-Hace mucho tiempo podrías haberlo recibido, le dijo. Pero, sólo después de que él murió lo encontré entre sus cosas más importantes.
Roberto no le dio mucha importancia y emprendió el viaje de regreso. Unos minutos después de haber comenzado el viaje, se acordó y quiso averiguar de qué se trataba lo que le había entregado su madre. Después de desenvolverlo con cuidado vio un pequeño cuaderno de tapa roja.
Era un libro viejo y sus páginas habían quedado amarillentas por el paso de los años y al abrirlo pudo leer en su primera página algo que había escrito su padre:
• Hoy nació Roberto, pesó casi cuatro kilos. ¡Es mi primer hijo, estoy muy feliz y mi corazón salta de alegría!
El relato continuó apasionando a Roberto, que con un nudo en la garganta, seguía leyendo:
• Hoy, mi hijo fue por primera vez a la escuela. Es todo un hombrecito. Cuando lo vi con el uniforme, me emocioné tanto que no pude contener las lágrimas. Le pido a Dios que lo guarde y le de sabiduría para ser un hombre de bien.
La emoción de Roberto iba en aumento y el dolor de su corazón cada vez era más intenso, mientras por su mente comenzaban a resurgir imágenes del pasado.
• Roberto me pidió una bicicleta, mi salario no es suficiente, pero él se la merece porque es muy estudioso y dedicado.
• Así que pedí un préstamo y se la compré. Espero poder pagarlo con las horas extras.
• La vida de mi hijo será diferente a la mía, yo no pude estudiar. Desde niño me vi obligado a ayudar a mi padre, pero deseo con todo mi corazón que mi hijo no sufra ni padezca situaciones como las que yo viví.
Roberto no podía creer lo que estaba leyendo, era como si un mar de dolor inundara su conciencia. Vinieron a su mente los recuerdos de su adolescencia, como se quejaba a su padre por no tener bicicleta como sus amigos... y continuó leyendo.
• Es muy duro para un padre tener que castigar a su hijo, sé que me odiará por esto, pero es la forma en que creo debo educarlo para su propio bien.
• Fue así como aprendí a ser un hombre honrado y esa es la única forma en que soy capaz de educarlo.
Roberto cerró los ojos y recordó la noche cuando por causa de una fiesta en su juventud hubiera podido ir a la cárcel. De hecho todos sus amigos pasaron la noche allí. Sólo lo evitó, el que su padre, precisamente esa noche, no le permitió ir al baile con sus amigos.
También recordó otra oportunidad en la que no le concedió permiso para salir. Esa vez el auto en el que debía haber estado, chocó y quedó totalmente destrozado contra un árbol. Le parecía casi oír las sirenas y el llanto de toda la ciudad mientras sus cuatro amigos eran llevados al cementerio.
Las páginas se sucedían con todo tipo de anotaciones, llenas de respuestas que revelaban en silencio, la tristeza de un padre que lo había amado tanto.
Por fin llegó a la última página y leyó:
Son las tres de la mañana, ¿Dios, qué hice mal para que mi hijo me odie tanto? ¿Por qué soy considerado culpable, si no hice nada de malo, solo intenté educarlo para que fuera un hombre de bien?
Mi Dios, no permitas que esta injusticia me atormente para siempre.
Te pido perdón si no he sido el padre que él merecía tener y deseo de todo corazón que me comprenda y me perdone.
Estas fueron las últimas palabras de un hombre que, aunque nadie le había enseñado, a su manera intentó ser el mejor padre.
El mundo quizás podía verle como demasiado duro o intransigente, pero en lo más íntimo de su ser había un hombre tierno y lleno del amor de Dios, que nunca supo cómo expresarlo ni a su propia familia.
La aurora rompía el cielo y un nuevo día comenzaba, Roberto cerró el cuaderno, se bajó en la primera estación y regresó de nuevo hacia donde habían vivido sus padres.
Regresó quizás deseoso de que todo hubiera sido un mal sueño, de poder encontrar a su padre con vida y pedirle perdón por todo el mal que le hizo, pero no...
Gritó frente a su tumba, hubiera querido poder abrazarlo, pero solo encontró un profundo silencio.
Destrozado, fue a ver a su madre. Antes de entrar en la casa vio una rosa roja en el jardín; acarició sus pétalos y recordó como su padre las
cuidaba con tanto amor. Esta fue la manera de encontrar paz en su corazón, ya que mientras acariciaba esa rosa, sintió como si acariciara las manos de su padre y descargara su dolor para siempre. Calmado ya, con voz suave se dirigió a su padre muerto: “Si Dios me mandara a elegir, no quisiera tener otro padre que no fueras tú. Gracias por tanto amor y perdóname por haber sido tan ciego”
Esta lección le hizo reflexionar, ya que él también era padre y se dio cuenta de que no estaba dando lo mejor de sí, ya que las ocupaciones, los problemas y el stress, habían creado un silencio entre él y sus hijos.
A partir de ahora, decidió que su vida cambiaría radicalmente y que se compraría un cuaderno de tapa roja para poder anotar cada una de las historias que a partir de ese momento sucedieran en su familia.
“La adolescencia y la juventud son los únicos problemas que sólo se solucionan con el tiempo”
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