domingo, 18 de septiembre de 2011

Visión espírita de las catástrofes y muertes colectivas



Catástrofes y desencarnaciones en masa – La visión espírita 

De vez en cuando, la humanidad, en determinadas regiones del Planeta, llora de dolor por la destrucción de ciudades y la pérdida de seres queridos. Catástrofes naturales o accidentales hacen víctimas a millares de personas y las imágenes televisivas, virtuales o impresas nos muestran las tintas del drama de nuestros hermanos, como la población recoge a sus muertos implorando auxilio para el socorro de los supervivientes y la futura reconstrucción de casas, edificios, espacios y oficinas del gobierno.
La solidaridad fraternal del mundo queda explícita en las acciones de grupos estatales y no gubernamentales, que envían medicamentos y equipamientos clínicos, así como alimentos, agua potable, ropas y mantas, así como innumerables voluntarios de las cruzadas de salud y defensa civil que atienden a las víctimas, en digno ejemplo de aquellos que se  identifican con el semejante y hacen lo posible para aliviar el dolor ajeno.
La filosofía espírita nos presenta la destrucción como una necesidad para la regeneración moral de los Espíritus, trayendo en el aniquilamiento de la vida material, la interrupción de la actual experiencia. Hay, según la cátedra espírita, las desencarnaciones naturales, las provocadas y las violentas. Las naturales provienen del desgaste de los órganos y representan el final “programado” de las existencias corporales, según la ley de causa y efecto y la planificación encarnatória del ser. Las provocadas provienen de la acción humana provenientes de la criminalidad y de la agresividad (asesinatos, atentados, guerras). Las violentas incluyen a las catástrofes naturales (inundaciones, terremotos, maremotos, ciclones, erupciones, deslizamientos, accidentes aéreos, automovilísticos, ferroviarios o marítimos, entre otros), sin despreciar que la acción o la omisión humana, en aras de la ganancia, de la prepotencia y de la corrupción, puede estar en las causas que generan tales efectos dañinos.
Es por eso que en muchas de esas situaciones, el lazo de unión entre la catástrofe y la acción humana está presente. Movido por intereses mezquinos y sin la adecuada comprensión del conjunto (léase la contemporánea preocupación por los ecosistemas, y la preservación del medio ambiente), los hombres alteran la composición geológica con excavaciones, deforestación, vertederos y otros más, y su improvisación acaba generando las mencionadas catástrofes “naturales”. También podemos mencionar aquí la situación de los que emigrando de sus ciudades hacia los grandes centros, habitan en colinas, en la periferia de las metrópolis, y, sin la más mínima infraestructura, quedan a merced de los primeros  deslizamientos, que llevan sus barracas, que hacen desprenderse enormes piedras, matando, sin extrañarnos, a diversas personas. Hay, ahí, una mezcla entre el evento natural y la acción humana, como causa directa del evento fatal.   
En los casos en que subsisten varias víctimas, sea en pequeña, media o gran dimensión, se entiende que las faltas cometidas colectivamente por las personas (que vuelven a la vida material) son expiadas solidariamente, en razón de los vínculos espirituales entre ellas existentes. Todavía, se vuelve necesario cualificar la condición de aquellos que, por comportamientos en la actual existencia, pueden sublimar las pruebas, alterando a mejor, el planeamiento vital, garantizando la ampliación de su permanencia en el orbe redefiniendo aspectos relativos a la reparación de faltas y a la construcción y realización de nuevas oportunidades. Es una manera de explicar, por ejemplo, y,  aunque no definitivamente, la existencia de supervivientes. 
La  comprensión espírita, basada en el serio estudio en relación directa entre los fundamentos espíritas y lo cotidiano del ser, en el análisis de todo lo que le rodea, permite, así, despreciar el término “fatalidad” como algo relativo a desgracia, al inmutable destino de los seres, pues el Espíritu, conservando el libre albedrío en cuanto al bien y al mal, es siempre dueño de ceder o resistir. Mientras, la palabra destino también gana un nuevo significado, para representar, tan solamente, el mapa de probabilidades y ocurrencias de la existencia corporal, resultantes, como regla, de las opciones y adecuaciones realizadas anteriormente en nuestra vida, sumadas a las actitudes y a los condicionantes del contexto actual, donde, en base al discernimiento y libertad, continuará el rol de decisiones que llevarán al ser a los caminos directamente proporcionales a aquellas, colocándole, siempre, en la condición de primer y principal responsable de todo lo que ocurra.
Es verdaderamente por esto que  nombramos al Espiritismo como la “Doctrina de la responsabilidad” porque nos permite el análisis con criterio de nuestra relación directa con hechos y acontecimientos de la vida (material y espiritual).
Ante eventos como los acaecidos en Santa Catarina, más allá de la posible ayuda material que podamos, desde aquí, enviar, que nuestras vibraciones y oraciones puedan alcanzar a los espíritus socorristas, que encaminan a las “victimas” desencarnadas y a sus familiares, las primeras al necesario y consecuente despertar en el Nuevo Mundo, y las últimas al esfuerzo para reconstruir sus vidas. Y que todos ellos, despiertos y recuperados de los males físico-espirituales, puedan comprender, nuevamente, que el curso de la evolución espiritual continúa. Para ellos y para nosotros, que aquí nos estacionamos.
            TRADUCIDO POR EL GRUPO EL AMOR EN ACCIÓN-ESPAÑA

" Cuando usted no tenga una palabra que auxilie, procure no abrir la boca..."
                                          - Chico Xavier -

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