viernes, 8 de octubre de 2010

Sida

Sin proponer argumentos basados en la desgastada retorica puritana, en torno del tema peligro del comportamiento sexual, recurrimos a las enseñanzas del Espíritu Emmanuel que nos invita a la educación racional sin viejos libelos y prohibiciones. Elucida el bondadoso hermano espiritual sobre el comportamiento
digno en relación a nosotros y al prójimo, invitándonos a la fuga de los impulsos desgobernados, a controlar más las tendencias, sin embargo, sin abstinencia impuesta por el falsísimo moralismo teórico [que ha provocado violencia en la conciencia humana sin despertarla para la sublimación] (1)


En rigor, el sexo en esencia es espíritu y vida al servicio de la felicidad y de la armonía de nosotros mismos. Consiguientemente, reclama responsabilidad y discernimiento, donde y cuando se exprese. “Por eso mismo, hombres y mujeres precisan y deben saber lo que hacen con sus energías genésicas, observando cómo, con quién y con cual finalidad se sirven de semejantes recursos, entendiendo que todos los compromisos en la vida sexual están subordinados a la Ley de Causa y Efecto; y, segundo ese exacto principio, todo lo que demos al otro, en el mundo afectivo, el otro también nos lo dará.” (2)

Se sabe que la adolescencia es una fase repleta de encantos y fascinación en la existencia física, aunque está formada por inexperiencias. Con el pasar del tiempo, el joven se sumerge en el mundo emotivo, descubriendo la propia sexualidad y la de su prójimo. En ese trayecto, la curiosidad ejerce influencia soberana sobre el mundo mental y los deseos exorbitan a los justos limites del cuerpo, en forma de ansiedad, casi siempre mal contenida y que se sobrepone a la razón. No teniendo una formación ética bien consolidada, el joven tiende a deambular para la iniciación vulgar, bajo riesgos de contaminarse con innumerables enfermedades, particularmente el sida, con todo un cortejo de secuelas. Resultado: hoy existe un emergente perfil del paciente que busca el consultorio de los profesionales sanitarios especialistas en infecciones: son jóvenes con menos de 25 años que, embalados por el alcohol y las drogas, se dejan llevar por una práctica sexual promiscua y se contagian con HIV. Se sabe actualmente que las drogas que apalancan el comportamiento sexual promiscuo – tanto de homosexuales como heterosexuales- pueden ser pesadísimas. Más allá de de la famosa cocaína, se consume excesivamente, la llamada especial K, un anestésico usado en equinos con un efecto alucinógeno arrebatador. Otra droga que comienza a despuntar es el cristal, un derivado de la anfetamina, y muy común en las fiestas gais. En los Estados Unidos, donde su uso está ampliamente diseminado, el cristal es el blanco de campañas para favorecer, enormemente, el sexo sin protección. El Sida es considerada una enfermedad crónica. Una persona infectada por el HIV puede sobrevivir con el virus por un determinado tiempo, sin presentar cualquier síntoma de la dolencia y, hasta, algunas veces, prolongarse por un largo periodo, sin que la dolencia se manifieste. Un estudio realizado por la Facultad de Medicina de la Universidad de San Paulo, revela que un 44% de los brasileños, recién diagnosticados con HIV, solo descubren que están infestados después de los primeros síntomas de la dolencia. Por término medio, de los primeros síntomas que usted contagia a las señales propiamente de la dolencia, transcurren siete años. Esto significa que, a lo largo de todo ese periodo, hombres y mujeres infestados pueden poner en riesgo la vida de otras personas además de la suya.

Diferentemente de lo que acontece con otras enfermedades, ha sido repetidamente enfatizado que el Sida no ofrece a sus víctimas ninguna esperanza de cura y su incurabilidad se torna un punto central en, prácticamente, todas las concepciones populares más básicas de la dolencia como un todo. ¡Es un hecho! Con el colapso del sistema inmunológico, irrumpen dolencias oportunistas y tumores que pueden aniquilar, mortalmente al paciente y, tratándose del tema Sida, siempre es oportuno recordar que no hay todavía ninguna posibilidad de cura conocida. Por tanto, no habiendo cura o vacuna contra los agentes infectantes, la preocupación tiene un aspecto fundamental, concretamente, las prácticas de relaciones sexuales responsables.

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