miércoles, 16 de abril de 2025

Mi Jesús crucificado

 INQUIETUDES ESPIRITUALES

1.- Sonambulismo

2.- La muerte espiritual

3.-Interesante disertación pública de Divaldo P. Franco

4.- Mi Jesús crucificado

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                          SONAMBULISMO



POR CHRISTOPHE CHEVALIER

 

                                                     

Abordaremos en este artículo, la diferencia entre el sueño y el sonambulismo, la manifestación física de éste y su origen.

Durante las diferentes fases del sueño, sucede que una persona ( sonámbula) se levanta y se ocupa de sus asuntos o se desplaza de un lugar a otro.

Se habla entonces de sonambulismo. Muchos de nosotros conocemos o hemos oído hablar de las personas sonámbulas. Se trata del “sonambulismo natural”.

Este estado ya suscitaba el interés de Allan Kardec en su tiempo, y lo pregunta en El Libro de los Espíritus.

Veamos las respuestas proporcionadas por los espíritus: “Es una independencia del alma más completa que en el sueño y entonces sus facultades están más desarrolladas; tiene las percepciones que no tiene en el sueño que es un estado imperfecto de sonambulismo”. He aquí un comienzo de respuesta interesante que nos presenta el sonambulismo como una manifestación más avanzada que el sueño.

En este caso se impone una reflexión, pues, en el sueño el espíritu recupera cierta libertad. Utilizar un cuerpo dormido no es sinónimo de libertad ni de independencia. Veamos la continuación de la respuesta: En el sonambulismo, el espíritu se pertenece completamente a sí mismo: los órganos materiales que en cierta forma están en catalepsia, ya no reciben las impresiones externas.

Cuando se producen los hechos de sonambulismo, es porque el espíritu, preocupado por una cosa u otra, se entrega a una acción cualquiera que necesita el empleo de su cuerpo del cual se sirve entonces de manera análoga al empleo que hace de una mesa o de cualquier otro objeto material”.

Es preciso entonces comprender esto: el ser humano está compuesto por tres elementos: el espíritu, es decir el ser espiritual inmaterial, inteligente, dotado de reflexión y de razonamiento; el periespíritu, cuerpo energético, vehículo del espíritu; y el cuerpo físico, hecho de la materia del medio donde el espíritu encarna. Cada noche, durante unas dos horas, el espíritu deja su envoltura carnal para unirse a los éteres y regenerarse. Es entonces cuando el espíritu vive en el más allá y puede acordarse al despertar, bajo la forma de ensueños, de sus encuentros y sensaciones, durante la libertad encontrada temporalmente. Sin embargo, el espíritu no utiliza la totalidad de sus facultades en esta desincorporación donde ya no hay interacción con el cuerpo. Por la respuesta referida en El Libro de los Espíritus, se comprende que el estado de sonambulismo es la suma de la desincorporación del espíritu y de la capacidad de las fuerzas de éste para actuar sobre su cuerpo a fin de realizar las acciones que le preocupan.

Para ilustrar estas palabras, he aquí un ejemplo de sonambulismo natural observado por el profesor Soave quien enseñaba filosofía e historia natural en la universidad de Padua, (ejemplo extraído del libro de Gabriel Delanne El Espiritismo ante la Ciencia:)

“Un farmacéutico de Pavía, versado en química, a quien se deben importantes descubrimientos, se levantaba todas las noches durante su sueño e iba a su laboratorio para retomar allí sus trabajos inacabados.

Encendía los hornos, colocaba los alambiques, retortas, matraces, etc. y proseguía sus experimentos con una prudencia y una agilidad que no hubiera podido tener estando despierto; manejaba las sustancias más peligrosas y los venenos más violentos sin que le ocurriera el menor accidente.

Cuando le había faltado tiempo en el día para preparar las recetas que le entregaban los médicos, las tomaba del cajón donde estaban guardadas, las abría, las colocaba una al lado de otra sobre la mesa y procedía a su preparación con todo el cuidado y todas las precauciones deseables.

Era verdaderamente extraordinario verlo tomar la balanza, elegir los gramos, decigramos y centigramos, pesar con precisión farmacéutica, las dosis más mínimas de las sustancias de las que estaban compuestas las recetas, triturarlas, mezclarlas, revisarlas, luego ponerlas en frascos o paquetes según la naturaleza de los remedios, pegar las etiquetas y finalmente almacenarlos en orden sobre los estantes de la farmacia, listos para ser entregados cuando fueran a recogerlos. Terminados los trabajos, apagaba los hornos, volvía a poner en su sitio los objetos utilizados y retornaba a su cama donde dormía tranquilamente hasta el momento de despertar”.

El profesor Soave hacía notar que este farmacéutico sonámbulo tenía los ojos cerrados durante esos trabajos nocturnos y que la simple memorización de los lugares, no era suficiente para la realización de los trabajos y que la preparación de las recetas cuyo contenido desconocía, seguía siendo inexplicable.

He aquí la explicación espírita de este fenómeno. Si un sonámbulo puede movilizarse en un apartamento, escribir o trabajar con los ojos cerrados, es porque existe en él una fuerza que lo dirige con seguridad fuera de los sentidos utilizados habitualmente en estado de vigilia, puede decirse entonces con certeza, que es el alma o el espíritu lo que predomina sobre los órganos utilizados en estado de conciencia.

He aquí otro ejemplo para argumentar el hecho de que el espíritu es capaz de ver a través de la materia. Se ha extraído de la enciclopedia del artículo “sonambulismo”.

Relata el hecho siguiente: “Un joven abad se levantaba cada noche, iba a su despacho, componía los sermones y se acostaba. Unos amigos suyos, deseosos de saber si verdaderamente dormía, lo espiaron; y una noche en que escribía como de costumbre, interpusieron un gran cartón entre sus ojos y el papel. No se interrumpió en absoluto, continuó su redacción, y en cuanto la hubo terminado se acostó como tenía por costumbre hacer, sin sospechar la prueba a la que acababa de ser sometido. El autor del artículo agrega: cuando había acabado una página, la leía en voz alta, de un extremo al otro (esta acción la realizaba sin el concurso de los ojos). Entonces si alguna cosa le desagradaba, la retocaba y escribía encima las correcciones con gran exactitud. He visto el comienzo de uno de sus sermones que había escrito dormido; me pareció bastante bien hecho y correctamente escrito. Pero hizo una corrección sorprendente: habiendo escrito en un lugar ‘ce divin enfant’, creyó, al releerlo, que debía sustituir la palabra ‘divin’ por ‘adorable’; pero vio que el ‘ce’, colocado delante de divin, no podía ir con adorable; de manera que añadió muy hábilmente una ‘t’ al lado de las letras anteriores, para que se leyera ‘cet adorable enfant’.

 El sonámbulo ve pues a través de los cuerpos opacos que no son obstáculos sino para nuestros órganos todavía rudimentarios, pero no para el espíritu que atraviesa libremente la materia”. Estas observaciones alentaron a Allan Kardec a hacer a los espíritus la siguiente pregunta:

¿Cómo puede el sonámbulo ver a través de los cuerpos opacos?

Respuesta: No hay cuerpos opacos más que para vuestros órganos rudimentarios; ¿no os hemos dicho que, para el espíritu, la materia no es en absoluto un obstáculo, pues la atraviesa libremente?

Ciertos sonámbulos, como para ver mejor, aplican los objetos sobre el epigastrio o sobre la nuca. Ve entonces por todas las partes de su cuerpo. Está fuera de su cuerpo al que ve. Ve pues con toda su alma. Al no estar la vista del alma o del espíritu circunscrita ni tener sede determinada, se explica por qué los sonámbulos no pueden asignarle un órgano particular. He aquí un punto importante aclarado. Sin embargo, quedan muchos otros y en particular, este razonamiento:

¿El sonámbulo actúa de manera mecánica o razona de manera inteligente?

 He aquí otro ejemplo extraído del libro de Gabriel Delanne  “El Espiritismo ante la Ciencia”.

Es referido por el doctor Esquirol que cuenta que un farmacéutico se levantaba todas las noches y preparaba las pociones cuyas fórmulas encontraba sobre la mesa.

Para saber si el juicio actuaba en este farmacéutico sonámbulo o si no había más que movimientos automáticos, un médico puso sobre el mostrador de la farmacia la nota siguiente: “Sublimado corrosivo: 2 dracmas, agua destilada: 4 onzas a tragar de una vez”.

 

Habiéndose levantado el farmacéutico durante su sueño, bajó como siempre a su laboratorio, tomó la receta, la leyó varias veces, pareció muy asombrado y comenzó el monólogo siguiente que el autor del relato, oculto en el laboratorio, escribió palabra por palabra: "sin duda el doctor se ha equivocado. Me niego a preparar esta poción”. El sonámbulo tomó luego diversas recetas que estaban sobre la mesa, las preparó, las etiquetó y las ordenó en fila para ser entregadas al día siguiente. Este ejemplo prueba que sí hay una reflexión y un razonamiento. Hay allí una prueba suplementaria de la existencia del espíritu que trasciende la materia y que nuestros sentidos son considerablemente exacerbados bajo la influencia del espíritu. Para comprender nos hace falta todavía admitir la existencia de un principio espiritual.

Esto nos lleva a otra forma de sonambulismo, que se acompaña con la visión a distancia. En efecto, la persona sujeta al sonambulismo, puede practicar a veces la visión a distancia, no como si se mirara un objeto desde lejos, como podría hacerse con un catalejo o con un par de prismáticos, pues no es el objeto el que se acerca sino que es el espíritu quien se desplaza.

En el sueño, el espíritu, la parte inmaterial de nuestro ser, se traslada instantáneamente por el espacio, conducido por el pensamiento y la voluntad. Se desarraiga entonces de su envoltura carnal durante un tiempo más o menos largo.

Durante ese período, el cuerpo parece anonadado y la palabra es más sorda, al estar la vida espiritual entera en el lugar donde su pensamiento la ha transportado.

Sin embargo, el sujeto puede experimentar físicamente impresiones de calor o frío, o bien otras sensaciones del lugar donde se encuentra su espíritu pues mientras que el sujeto permanece vivo, este siempre se halla unido a su cuerpo por una atadura o lazo fluídico que sigue siendo la conductora de las sensaciones.

Esta separación puede engendrar también cansancio para el cuerpo, sobre todo cuando el espíritu se entrega a un trabajo activo.

La clarividencia del sonámbulo, la fuente de las ideas innatas, el hecho de que pueda hablar con soltura y exactitud de cosas desconocidas en estado de vigilia, que a veces pueden estar por encima de sus capacidades intelectuales, hay que relacionarlo con el hecho de que el sujeto dispone de muchos más conocimientos que los que sabe, que están registrados en el periespíritu y por lo tanto no están disponibles en estado  de vigilia.

Finalmente, concluiremos este artículo, precisando que el sonambulismo puede ser provocado por medio de pases magnéticos. Hablamos entonces de sueño magnético que ya ha sido objeto de varias disertaciones en nuestro Jornal Spirite (N°62 y N°64) que les invitamos a leer o a releer.

  

Adaptación: Oswaldo E. Porras Dorta         

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La Muerte Espiritual


La cuestión de fa muerte espiritual, es uno de esos principios nuevos, que denotan el progreso en la ciencia espiritista.

El modo en que fue presentado este tema, como cierta teoría individual, hizo que fuese rechazado, porque parecía implicar la pérdida a un tiempo dado, del Yo, que caracteriza al individuo, y asimilar las transformaciones del alma, a las que sufre la materia, cuyos elementos se desagregan, para dar lugar a la formación de nuevos cuerpos.

De esto se desprende que los seres perfeccionados serian en realidad nuevos seres, lo cual no es admisible, si se atiende a que la equidad de las penas y goces futuros no puede ser evidente sin admitir la perpetuidad de los mismos seres marchando constantemente por la vía del progreso, y limpiándose de sus imperfecciones por medio del trabajo y con los esfuerzos de su voluntad.

Tales eran las consecuencias que a priori podían deducirse de esa teoría, que confesamos no fue presentada con pretensiones, ni movida por el orgullo del que quiere imponerse a los demás, ya que el autor dijo muy modestamente, que solo traía su ideal al terreno de la discusión, y que bien podría ser que de esta idea brotara una nueva verdad.

Según el parecer de nuestros guías espirituales, hubo la idea de que en la forma como fue planteada, dio lugar a una torcida interpretación, siendo esta la razón por la cual se  nos ha invitado a estudiar detenidamente el asunto, lo que trataremos de hacer, tomando por base la observancia de los hechos, que resultan de la situación del Espíritu, en las épocas de su entrada en la vida corporal y su vuelta a la vida espiritual.

En el momento de la muerte del cuerpo, vemos al Espíritu que se queda en una profunda turbación y pierde la conciencia de sí mismo, hasta tal punto, que jamás recuerda el último suspiro exhalado por su cuerpo.

Pero poco a poco la turbación se disipa; el Espíritu se reconoce como el hombre que despierta de un profundo sueño; su primera sensación es la del que se encuentra libre de la pesada materia que le oprimía, pero pronto llega al perfecto conocimiento de su nueva situación.

Esta es idéntica a la de un hombre, a quien se cloroformiza para practicar una amputación y que durante el sueño, se traslada a una habitación distinta.

Al despertar se siente desembarazado del miembro causa de su sufrimiento anterior y en su sorpresa, le busca repetidas veces; así también el Espíritu separado del cuerpo, ve a este a su lado y le busca; sabe que es el suyo y se admira de la separación, pero poco a poco se da cuenta de su nuevo estado.

En el fenómeno descrito, no ha habido otra cosa que un cambio material de situación; pues respecto de lo moral, el Espíritu es exactamente lo mismo que era pocas horas antes.

Sus facultades, ideas, gustos, inclinaciones y carácter son los mismos; no han sufrido modificación alguna sensible; y los cambios que estas cualidades puedan experimentar, solo se operan gradualmente y merced a la influencia de cuanto le rodea.

En resumen: la muerte ha sido para el cuerpo, pues para el Espíritu, no ha sido otra cosa que un sueño.

En la reencarnación las cosas suceden de muy distinto modo.

En el momento de la concepción del cuerpo destinado al Espíritu, éste se encuentra envuelto por una corriente fluídica que le atrae hacia el punto de su nueva morada, y desde este momento, el Espíritu pertenece a un cuerpo, como este cuerpo le pertenece a él hasta la muerte del mismo, a pesar de que la unión completa entre la materia y el Espíritu' no tiene lugar hasta el instante precise del nacimiento.

Luego que ha tenido lugar la concepción, se apodera del Espíritu una turbación especial; sus ideas se ofuscan; sus facultades se aniquilan y esa turbación va creciendo a medida que el lazo de unión del Espíritu con el cuerpo se estrecha más y más, siendo completa en los últimos tiempos de la gestación; de tal suerte, que el Espíritu no es nunca testigo del nacimiento de su cuerpo, como tampoco tiene conciencia de la muerte de éste.

Pero nace el niño y respira, y la turbación desaparece paulatinamente, y las ideas renacen, si bien en otras condiciones que cuando muere el cuerpo.

En el acto de la reencarnación, las facultades del Espíritu no quedan solamente entorpecidas por una especie de sueño momentáneo, como sucede cuando aquél vuelve a la vida espiritual, porque todas, sin excepción alguna, pasan al estado latente.

La vida corporal tiene por objeto desarrollar esas facultades por medio del ejercicio, pero no pueden serlo todas simultáneamente, porque el desarrollo de unas podría perjudicar a las demás, mientras que con el desarrollo sucesivo, no existe este inconveniente.

Es menester, pues, que algunas permanezcan en reposo mientras que otras se ejercitan; y esto explica por que en una nueva existencia, un Espíritu puede aparecer bajo un aspecto bien distinto que en su anterior vida corporal, sobre todo si no es  de los más adelantados.

Por ejemplo: en un Espíritu podría ser muy activa la facultad musical; concebirá, percibirá y por consiguiente ejecutará todo aquello que es necesario al desenvolvimiento de esta facultad: en otra existencia se perfeccionará en la pintura, poesía, ciencias exactas, etc., y mientras otras nueva facultades se desarrollan, la de la música se conservará en estado latente, no perdiendo por esto el adelanto adquirido en la existencia anterior.

 Resulta, pues, de lo expuesto, que el que en una existencia ha sido artista, en otra será tal vez un gran sabio, hombre de Estado o estratega, sin que como  artista tenga importancia alguna, o viceversa.

El estado latente en que permanecen las facultades de un Espíritu cuando se encarna de nuevo, explica el olvido completo de las existencias anteriores, mientras que el recuerdo de la vida corporal es entero al despertar el Espíritu de la especie de aletargamiento en que queda en el momento de la muerte del cuerpo.

Las facultades que se manifiestan en el Espíritu, están naturalmente en relación con la posición social que aquél debe ocupar en el mundo y también con las pruebas que ha elegido; sin embargo, sucede a veces que las preocupaciones sociales le rebajan o elevan más de lo conveniente, lo cual hace que alguno Espíritus no estén, intelectual y moralmente hablando, en relación con el lugar que ocupan.

Este hecho, por los inconvenientes que consigo lleva, forma parte de las pruebas elegidas y debe cesar con el progreso, porque en un orden social adelantado, todo se arregla según la lógica de las leyes naturales, no siendo por derecho de nacimiento llamado a gobernar, aquel que solo es apto para trabajos manuales.

Pero volvamos al Espíritu en la infancia de su cuerpo. Hemos visto que hasta el momento de nacer, todas las facultades del Espíritu se encontraban en estado latente, y por lo tanto, el Espíritu sin tener conciencia de sí mismo; las facultades que deben ejercitarse en la nueva existencia no se manifiestan súbitamente en el momento de nacer, sino que se desarrollan gradualmente con los órganos destinados a su manifestación; pero por su actividad íntima, cada facultad acelera el desarrollo de su órgano correspondiente, le empuja, por decirlo así, del mismo modo que empuja la corteza del árbol, el vástago que se oculta debajo de aquella.

Resulta, pues, que en la infancia, el Espíritu no disfruta del pleno goce de ninguna de sus facultades, no solamente como ser humano, sino tampoco como Espíritu, porque es un verdadero niño, lo mismo que el cuerpo al cual esta sujeto.

Ni se encuentra comprimido penosamente en el cuerpo imperfecto todavía, porque de otro modo, Dios hubiera hecho de la encarnación un suplido para todos los Espíritus, buenos o malos indistintamente.

No sucede lo mismo con el idiota y el imbécil, cuyos órganos, no habiéndose desarrollado en relación con las facultades del Espíritu, ponen a éste en la situación de un hombre sujeto por fuertes lazos que le impiden moverse libremente.

Y esta es la razón por que puede evocarse al Espíritu de un  idiota y obtener del mismo, contestaciones cuerdas, mientras que el de un niño de muy corta edad, se ve privado de dar respuesta alguna.

Todas las facultades y aptitudes se encuentran en embrión en el Espíritu, desde la creación de éste, si bien en estado rudimentario, como se encuentran todos los órganos en el primer filamento del feto informe y todas las partes del árbol en la semilla.

El salvaje que más tarde llegará a ser un hombre civilizado, posee todos los gérmenes que un día harán del mismo un sabio, un artista o un filósofo.

A medida que esos gérmenes llegan al estado de madurez, la Providencia da al Espíritu, para la vida terrestre, un cuerpo apropiado a su aptitud, y así es que el cerebro de un europeo esta mejor organizado y provisto de mayor número de órganos que el de un salvaje.

Para la vida espiritual, la misma Providencia le facilita un cuerpo fluídico o periespíritu, más útil e impresionable que el anterior para otras sensaciones, y a medida que el Espíritu muera a cada nueva encarnación para resucitar luego con nuevos atributos, sin dejar por esto de ser siempre el mismo.

Sirva de ejemplo, para demostrar más palpablemente lo que acabamos de decir, un campesino que se enriquece y pasa a ser un gran señor; ha abandonado su cabaña para habitar un palacio, y el paño burdo de que labraba sus vestidos, por ricas telas y bordados; todo cambia en él: sus costumbres, gustos, lenguaje y carácter; en una palabra, no parece sino que el campesino ha muerto y ha enterrado su buriel, para nacer tan mejorado que casi es desconocido. Y sin embargo, es el mismo individuo, y en él no ha habido otra cosa que una transformación.

Cada existencia corporal, es, pues, para el Espíritu, un motivo de progreso más o menos perceptible.

Vuelto al mundo de los Espíritus, lleva consigo un nuevo caudal de ideas; su horizonte moral se dilata, sus percepciones son más finas y delicadas; ahora ve y comprende lo que antes no veía ni comprendía y su vista, que al principio no iba mas allá de su última existencia, abarca sucesivamente todas sus existencias anteriores, como el hombre que eleva en el aire, abarca cada vez más vastos horizontes.

En cada una de las estaciones del Espíritu en la erraticidad, se desarrollan a su vista nuevas maravillas del mundo invisible, porque cada vez se descorre para él un nuevo velo.

Al mismo tiempo su envoltura fluídica se mejora, se vuelve más ligera y brillante, hasta que por fin será resplandeciente. Es un Espíritu casi nuevo; es el labriego de que hemos hablado antes, pulido y transformado. El Espíritu primitivo ha muerto: sin embargo, siempre es el mismo Espíritu.

He aquí explicado como debe entenderse, según nuestro modo de ver, la muerte espiritual.

Tomado del libro “Obras Póstumas”


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DISERTACIÓN MULTITUDINARIA DE  DIVALDO P.  FRANCO


                           


DIVALDO FRANCO EN SOROCABA 

São Paulo, Brasil, 16-11-2016.

El Clube União Recreativo, en su sede Campestre, en Sorocaba, SP, recibió en la noche del 16 de noviembre de 2.016, a cerca de 4.200 personas dispuestas a escuchar a DIVALDO FRANCO.

El acto fue organizado por la USE (Unión d Sociedades Espíritas del Estado de São Paulo), Intermunicipal Sorocaba.

Ubicado en el escenario, Divaldo Franco dio comenzó la disertación, abordando las causas que rigen el enorme sufrimiento relacionado con el comportamiento humano, en la actualidad, cuando el materialismo y el desprecio de los valores morales y éticos, asociados al ateísmo, tiranizan a una gran parte de la sociedad, a través de la imposición de sus valores transitorios y alienantes, como lo son el sexismo, el individualismo y el consumismo.

Divaldo realizó, entonces, una resumida y brillante incursión por la historia de la humanidad, incluyendo la alusión a acontecimientos claves, que dieron como resultado el fortalecimiento de la filosofía materialista y ateísta.

Divaldo aludió al Iluminismo, un movimiento cultural, que en el siglo XVIII procuró implementar el poder de la razón, a fin de reformar la sociedad y el conocimiento heredado de la etapa medieval, mediante la revelación de las incoherencias bíblicas.

A partir de los ideales Iluministas, y en simultaneidad con una severa crisis, el pueblo se reveló, y el 14 de julio de 1789 -con la caída de la Bastilla-, comenzó la Revolución Francesa.

Hastiados y oprimidos por la intolerancia religiosa y por los privilegios del clero, asociados a los pensamientos filosóficos materialistas, los revolucionarios trataron de imponer sus ideas, y Pierre Gaspard Chaumette (1763 –1794), un político francés que pertenecía al grupo de los ultra radicales, fanáticos que durante el período de la Revolución Francesa, definía a la religión como una reliquia de las supersticiones de la etapa medieval, que ya no correspondía a las conquistas intelectuales obtenidas por el Iluminismo. Chaumette consideraba a la Iglesia y a los enemigos de la Revolución Francesa como la misma cosa y, sustentado en su fanatismo, dio comienzo al movimiento de descristianización del pueblo francés.

El auge de la imposición del pensamiento materialista y ateo tuvo lugar en la Catedral de Notre Dame de París, el día 10 de noviembre de 1793, cuando se produjo la destrucción del altar de la catedral y la entronización de la diosa Razón (representada por la actriz Mademoiselle Candeille) en sustitución de Dios. A partir de entonces, en esa fecha comenzó a conmemorarse el Festival de la Razón.

En 1801, Napoleón Bonaparte firma con el Papa Pío VII el acuerdo de restablecimiento de la religión, llevando de retorno a Dios hacia Francia, lo que se recuerda como Concordato de 1801.

En 1804, mientras el emperador francés Napoleón Bonaparte invade otros países, para imponer su dominación, nacía en la histórica ciudad de Lyon, en la misma Francia de Bonaparte, Hippolyte Léon Denizard Rivail –más tarde conocido como Allan Kardec– quien representaba una luz, en la densa noche a la que se entregaba la humanidad.

Mientras las terribles consecuencias de las guerras napoleónicas proseguían imponiendo sufrimiento, el joven Hippolyte Léon Denizard Rivail ingresaba en la escuela fundada por Henrique Pestalozzi en Iverdún, Suiza, y construía las bases del camino de Luz, que llegaría para socorro de la humanidad.

Divaldo continúa ilustrando acerca del camino seguido por la filosofía materialista en el siglo XIX, con la aparición del Positivismo, con Auguste Comte (1798-1857).

Freud, Nietzsche y el nihilismo, Karl Marx y la afirmación acerca de que la religión es el opio del pueblo, representan la culminación del pensamiento materialista ateísta.

Guerras y revoluciones sangrientas predominan en el siglo XX, y el libertinaje en oposición a las costumbres morales –disfrazadas de libertad –empujan a la sociedad a la conquista de la nada existencial, en perjuicio de los valores trascendentales.

La humanidad abarrotada de tecnología experimenta, no obstante, sufrimientos emocionales y morales que se reflejan en las inmensas multitudes de individuos depresivos.

No obstante ello, el comportamiento pendular de la sociedad humana se desplaza una vez más, y comienza el retorno de los científicos y de las ciencias hacia Dios, minimizando las crisis superadas.

Haciendo un contrapunto al ilusorio imperio materialista-ateísta, Divaldo cita al químico norteamericano y Presidente de la Academia de Ciencias de Nueva York, Dr. Abraham Cressy Morrison (1864–1951), que publicó un artículo en la prensa norteamericana titulado Siete razones por las que un científico cree en Dios (Seven reasons why a scientist believes in God). En ese artículo el Dr. Morrison –basado en la lógica de los descubrimientos científicos– enumera las razones que demuestran científicamente la existencia de Dios.

A partir del conocimiento de la velocidad de rotación de la Tierra, de la distancia entre la Tierra y el Sol, del espesor de la capa de atmósfera que rodea a la Tierra, del ángulo de inclinación del eje vertical de la Tierra, de la existencia de la Luna, etc., el Dr. Morrison arriba a la conclusión en cuanto a que todo ha sido cuidadosamente pensado y construido, para que la vida en la Tierra fuese posible y, por consiguiente, ALGUIEN se ocupó de eso, cuidando todos los detalles. ¿Si no ha sido Dios –pregunta el científico– quién ha sido?

Dios retorna a la lista de los razonamientos científicos, y el hombre deja de ser sólo un montón de átomos, de moléculas y de células, destinado a la tumba después de una breve existencia, para convertirse en el heredero del universo. No obstante, para que percibamos la presencia de Dios, es necesaria una condición: amar.

Amar, como Jesús nos invitó a que lo hagamos, por ser Él el ejemplo más perfecto que Dios concedió a los hombres para que les sirviera de Modelo y Guía –según lo registrado por el evangelista Marcos en el capítulo 12, versículos 29 y 30: Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo.

La tecnología y la ciencia ayudan, pero solamente el amor edifica en todo momento.

Divaldo Franco concluyó su disertación despertando la emoción de todos los presentes, con la narración del tema del autor Felício Terra acerca de la vida de Leland Stanford Senior, de su esposa Jane Stanford y de su hijo Leland Stanford Junior (1868-1884) cuya muerte por un contagio de tifus -durante un viaje por Europa-, despertó en los padres la motivación hacia los temas trascendentales de la vida.

Conmovida con los ejemplos de amor de su hijo Leland por las criaturas abandonadas y excluidas, alojadas en un orfanato que en cierta ocasión había visitado con su madre, el matrimonio Stanford comenzó a considerar la idea de convertir a los niños de California, en los niños de la familia Stanford. Con esa motivación, la pareja fundó la Universidad Stanford, cuyo nombre oficial es Leland Stanford Junior University.

En esa emocionante anécdota vemos reflejada, una vez más, la aplicación de las recomendaciones del Maestro Jesús, en cuanto al amor incondicional a Dios y al prójimo.

Divaldo concluyó la conferencia con el Poema de la Gratitud, que se derramó sobre todos, como un poderoso rayo de Luna. Agradecemos a Dios por todo lo que tenemos y somos.

Texto: Djair de Souza Ribeiro

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               MI JESÚS CRUCIFICADO

                                                     


Jesús de Nazaret

Esto lo escribí hace muchos años, todavía no conocía muy bien el Espiritismo. No quiero cambiar nada, quiero dejarlo tal como lo escribí en aquel tiempo. ¡¡Cuanto he cambiado desde entonces!!
Cuando entro en alguna iglesia lo primero que hago es buscar a Jesús de Nazaret. Cuando lo tengo delante de mí, me arrodillo a sus pies y mi alma se parte en mil pedazos, y me siento muy triste. Mis ojos lloran porque no puedo verte crucificado de pies y manos en ese madero. Te miro y me siento culpable por todo lo que te hicieron y yo me pregunto:
– ¿Quién me asegura que yo no tuve que ver con lo que te hicieron? ¿Y si yo fui uno de esos soldados que te clavaron en el madero? ¿Y si mis manos que ahora te acarician fueron las que te clavaron esos clavos?
Beso con miedo tus pies y siento un frío helado por todo mi cuerpo y se me hiela la sangre. Entonces, cierro mis ojos y te veo tumbado en el suelo. Los soldados martillando los clavos sin parar. Cada golpe que siento, me duele mucho más, veo como te van clavando las manos en ese madero; el de los pies fue sobrecogedor y mi corazón se estremece de dolor.
Casi ya no puedo respirar, me acerco más a ti, percibo tu aliento y veo tus ojos llenos de lágrimas llorando en silencio tu dolor; pese a que sientes esa pena por todos nosotros, tú sigues queriéndonos a pesar del mal que te estamos haciendo. Toco tu frente y la sangre silenciosamente corre por tu cara y grito:
¡¡¡ Quién te ha puesto esta corona de espinas!!! Intento quitártela y no puedo. Miro tus ojos y cuánta tristeza hay en ellos y cuánta calma tiene tu mirada; me sonríes con ternura. Tu mirada me hace daño y te digo:
-¡¡¡ Por qué me miras así, me haces sentir culpable todavía!!!
Busco desesperada tus manos para acariciarlas y besarlas, y no las encuentro ¿Por qué están clavadas en ese madero? No puedes abrazarme y me siento sola y perdida. Veo tus rodillas cubiertas de heridas, vuelvo a temblar; siento rabia y una desesperación, ¡¡¡No puedo ayudarte!!! Veo como los soldados ponen de pie el madero y sale de tu boca un pequeño quejido de dolor. Cuando ya estás en la cruz, veo un soldado clavando la lanza en tu costado y grito diciéndole:
-¡¡¡¡ No es suficiente dolor!!!
Mi corazón se lamenta porque ya no puedo verte sufrir más. Veo como tus ojos se elevan mirando al cielo buscando a tu Padre nuestro Dios y con toda la dulzura imploras a tu Padre por todos nosotros. Tu Padre te abrazó y se llevó con él todo nuestro dolor.
¡¡¡Oh, Jesús de Nazaret, ojalá algún día pueda besar tus pies y de mí desaparezca este dolor!!!
Cada vez que te veo clavado en la cruz, mi alma sufre. Espero que algún día nos perdones porque fuimos culpables de todos tus sufrimientos. Y con los siglos, podamos borrar esa culpabilidad que llevamos arrastrando todos nosotros.
(Mensaje – de junio, 2003, ) – Mari

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