sábado, 21 de enero de 2023

Diez principios espíritas para un mundo mejor

   INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1,. La práctica del Espiritismo

2,.¿ En qué basa su decisión el ser reencarnante para elegir su futura familia carnal?

3.- Diez principios espíritas para un mundo mejor

4.- Conclusiones sobre la evolución del Espíritu

                                                 *****************************




     LA PRÁCTICA DEL ESPIRITISMO

     La práctica del Espiritismo no debe solamente proporcionarnos las lecciones del Más Allá, la solución de los graves problemas de la vida y de la muerte; ella puede además enseñarnos a poner nuestras propias radiaciones en armonía con la vibración eterna y divina, a dirigirlas y disciplinarlas. No olvidemos que es mediante un ejercicio psíquico gradual, una aplicación metódica de nuestras fuerzas, de nuestros fluidos, de nuestros pensamientos y de nuestras aspiraciones, como preparamos nuestro papel y nuestro futuro en el mundo invisible; la actuación y el porvenir que serán mayores y mejores a medida que conseguimos hacer de nuestra alma un foco más radiante de fuerzas, de sabiduría y de amor. 
    Inicialmente, es preciso vencer el mal en sí, a fin de hacerse apto para combatirlo y vencerlo en el orden universal. Es preciso convertirse en un espíritu radiante y puro, para asimilar las fuerzas superiores y aprender a utilizarlas. 
    Es solamente en esas condiciones como el ser se eleva, de peldaño en peldaño, hasta las alturas espirituales donde resplandece la gloria divina, donde el ritmo de la vida arrulla, en sus ondas poderosas, la obra eterna e infinita. 

Léon Denis. 

                                                **********************



¿ En qué basa su decisión  el Ser  reencarnante  para  elegir a su futura familia carnal?

        Ante todo, tengo que confirmar que no somos las personas en este mundo quienes elegimos a los Espíritus que reencarnan entre nosotros; son ellos quienes eligen a su futura familia cuando sienten que tienen que regresar al mundo de los encarnados para proseguir su evolución.

     En el Más allá, llega el momento en que una corriente magnética de atracción  impulsa al Ser a nacer  de nuevo en este mundo, por lo que la elección de sus  padres la hace él, con la ayuda y asesoramiento de los Espíritus Guías, y  deberá está basada en muchos factores a tener en cuenta, siendo uno de los fundamentales, el de que sean  precisamente los padres idóneos para recibir de ellos  la adecuada herencia genética necesaria para esa vida, con arreglo a las características físicas  y al estado de salud  que deban experimentar según lo determinado para él por la Ley de Consecuencias.
     De otra parte también evaluará el ambiente social  y familiar propicio para  experimentar lo más adecuado a sus necesidades evolutivas y superar las pruebas y deudas  pendientes con la citada Ley de Consecuencias.
    En esta elección  también tienen mucho que ver los lazos de afinidad y sintonía psíquica  de carácter familiar y social con los padres, las posibles deudas con ellos desde vidas anteriores, así como los lazos de Amor o de odio de conserve con  ellos y con otros  familiares cercanos desde existencias pasadas  y que le puedan ligar  a ellos a fin de saldar deudas pendientes del pasado, aunque no hay regla sin excepción, pues a veces nacen en el seno de unos padres o de una familia, no por lazos de atracción o por la Ley de Consecuencias, sino por imperativos del cumplimiento de una trascendente e importante misión acerca de su familia o por una misión de carácter social con toda la Humanidad o para un sector de la misma.

- Jose Luis Martín-


“ Las almas van y vienen. Cuando vuelven a la Tierra dan vida y luz a nuevas formas”
                          - Ovidio -

                                       *********************

10 Principios espiritas para un mundo mejor

                        


     ¿De qué forma nosotros, espiritistas, y el espiritismo, podemos contribuir para el advenimiento de un mundo mejor? ¿Cómo podemos colaborar para el surgimiento de una sociedad más justa, más fraterna, más feliz?

Sabemos que la filosofía social espiritista nos enseña a no ser ajenos en relación a los problemas sociales. El pensamiento espiritista nos enseña que somos “co-creadores del universo” y, por eso, nos alerta de que somos responsables por lo que hay de bueno y de ruin en nuestra existencia individual y social. Sin embargo, en la práctica ¿ qué es lo que podemos hacer? Obviamente, existen muchas cosas que podemos llevar a cabo. Podemos actuar en instituciones de caridad, en partidos políticos, en organizaciones no gubernamentales, en nuestros centros espiritas, podemos intentar ser diferentes en nuestras profesiones. De hecho, existen varias maneras en las cuales podemos actuar con el fin de la búsqueda de un mundo mejor.

En el VI Fórum del Libre Pensar Espírita de Porto Alegre, realizado en el mes de septiembre de 2014, fui invitado a hablar sobre el tema “Utopía de un mundo mejor. La contribución de Ernst Bloch y del Espiritismo”. Al final de la exposición, enumeré algunas formas mediante las cuales los espiritistas y el espiritismo, pueden contribuir para que ocurran transformaciones positivas en la vida colectiva y en la mentalidad de los habitantes de este lindo planeta azul. No pretendía, está claro, ofrecer una enumeración exhaustiva de tales posibilidades de contribución, mi propósito sólo consistía en ofrecer un rol ejemplificador. De hecho, hice un listado de algunos principios espiritas básicos que pretenden responder a la importante pregunta: ¿Cómo pueden contribuir los espiritistas y el espiritismo para el surgimiento de un mundo mejor?

Primer principio – A través de una postura humanista, en la cual el hombre es el fin y no el medio para alcanzar cualquier objetivo. Este humanismo implica una consciencia y actuación pacifista, en la que la violencia es descartada como forma de manifestación y emancipación humana. La violencia, en la visión espirita, será aceptada sólo en el caso de necesidad extrema e inevitable en forma de legítima defensa.

Segundo principio – Reconociendo la dignidad de todos los seres humanos independientemente de la raza, credo, orientación sexual, opinión, clase social, etc. La reencarnación puede ser un gran instrumento de concienciación, pues nos permite experimentar a lo largo del proceso histórico, en el tiempo y en el espacio, la realidad del otro.

Tercer principio – Promoviendo una visión optimista sobre la vida, a partir de la comprensión del hombre como ser que trasciende la muerte biológica. El hombre, en la perspectiva espirita, es un ser para la vida y no para la muerte como pretenden algunas filosofías pesimistas y nihilistas contemporáneas.

Cuarto principio – Realizando una educación para la libertad, pero también para la responsabilidad. La educación, según el espiritismo, no es sólo la educación del intelecto, sino también la de los sentimientos. La educación espirita pretende el desarrollo de la autonomía del individuo, para que éste pueda convivir armoniosamente en sociedad, con el pleno ejercicio de sus derechos y deberes.

Quinto principio – Proponiendo al mundo un espiritualismo no dogmático, racional, neutro en cuestiones religiosas, y libre pensador, como tercera vía alternativa al espiritualismo dogmático y al cientificismo materialista. El espiritualismo espirita ofrece horizontes inéditos para el desarrollo del conocimiento, de la ética y de la espiritualidad.

Sexto principio – Cultivando la vida activa y no la vida contemplativa, como forma de resolución de los problemas individuales y sociales. El espiritismo concibe el hombre en el mundo y no apartado del mundo, en actitud de alienación y renuncia ante los problemas sociales. Jesús de Nazaret, para nosotros espiritistas, es un paradigma de acción en el mundo, pues no sólo oraba, sino que, por encima de todo, actuaba.

Séptimo principio – En términos filosóficos, el espiritismo puede contribuir con la idea de evolución en base ontológica, o sea, con fundamento en la estructura del ser. Según la Doctrina Kardecista, los dos elementos del universo, espíritu y materia, están en perpetua transformación, siendo de la responsabilidad del hombre el desarrollo de su evolución consciente.

Octavo principio – Para el pensamiento político espiritista es necesario reconocer la importancia del binomio individuo-sociedad, no debiendo el individuo aislarse de forma egoísta del grupo social, pero tampoco aceptando la aniquilación o extinción de la individualidad en detrimento del todo social.

Noveno principio – El espiritismo nos recomienda valorar el ser en relación al tener. Distinguir entre lo necesario y lo superfluo y rechazar el consumismo materialista y capitalista. El espiritismo propugna una sociedad en la que todos tengan acceso a los bienes fundamentales de la vida, donde no haya miseria ni exclusión social de cualquier naturaleza.

Décimo principio – Y, finalmente, la doctrina espiritista nos recomienda desarrollar sentimientos de empatía y solidaridad por los que sufren. Nos recomienda una actuación afectiva en el sentido de disminuir los sufrimientos que encontramos por el camino. El espiritismo nos enseña que realizar el bien es un deber del hombre para con la sociedad y no sólo una mera facultad.

Extraído de “Abertura” núm. 305, novbre. 2014
Traducción: Pura Argelich.
Revista “Flama espirita”


                                           **************************


                                                         


CONCLUSIONES SOBRE LA EVOLUCIÓN DEL ESPÍRITU

“804. ¿Por qué Dios no ha dotado de las mismas aptitudes a todos los hombres?
– “Dios creó iguales a todos los Espíritus, pero cada uno de ellos ha vivido más o menos tiempo y, por tanto, ha adquirido también más o menos experiencia. La diferencia reside, pues, en su grado de experiencia y también en su voluntad, que es el libre arbitrio. De ahí que unos se perfeccionen con más rapidez, lo que les da aptitudes distintas”. El libro de los Espíritus, Allan Kardec.


No hay mayor viajero que el espíritu.
A lo largo de su periplo evolutivo, cuántos universos conocerá el espíritu. Cuántas vidas, cuántos pueblos, cuántos cuerpos encarnará, cuántos padres, madres, hijos, hermanos, amigos, cuántos, cuántos… qué viaje tan largo, tan intenso, tan sin parar, tan próspero y fructífero, tan glorioso; cuánta carga de deseos, de sentimientos, de emociones, de dichas y desdichas, sufrimientos y gozos… y con todo puede. Qué fuerza tan irrefrenable nos da nuestro creador, cuánta vida, cuánta luz y cuánto todavía por emprender. Y es que el progreso es una ley universal, está implícitamente en nuestro ser y nadie lo puede parar….. Y nos creíamos que con la muerte acababa todo.
     Somos los beneficiarios de la obra de Dios, herederos de su amor y de su sabiduría; no obstante, mientras alcanzamos por nuestro trabajo, esfuerzos y méritos todo aquello que nos aguarda, somos también herederos de nuestros actos, de nuestro ayer, del pasado que nos rinde cuentas; para el debe o el haber, de todo cuanto sembramos y que irremediablemente dará su fruto, para el engrandecimiento de la conciencia y de nuestro ascenso hacia el perfeccionamiento espiritual.
     Como creación suya que somos, herederos por derecho y beneficiaros de su obra, nuestro Padre no nos pone trampas en el camino, no se esconde para amedrentarnos; ya sabemos que no es un Dios justiciero, cruel, vengativo, irascible; es un Dios de amor, bondadoso e indulgente, pero no por ello nos lo da todo regalado. ¡No tendría sentido!          No podríamos valorar aquello que no sabemos el coste que tiene, porque lo tenemos ahí disponible para disfrutarlo; no, Él es un Dios justo y quiere que seamos merecedores de la felicidad por derecho propio, no por privilegio o dádiva sin mérito.
     Por ello, aunque tengamos que ganarnos a pulso, con el sudor de la frente, todo aquello que nos espera, Él quiere que lleguemos lo antes y lo mejor posible a su lado, que seamos parte integrante de su creación, como hijos suyos. Nunca seremos dioses, tal cual Él lo es, pero seremos participes y coprotagonistas de su obra, contribuyendo en la misma.
     La Tierra no es un valle de lágrimas, la vida no es un suplicio irremediable para la mayoría y una gloria para unos pocos, “como solemos decir”; no. La Tierra es una escuela de aprendizaje y la vida es un don, es el mejor regalo que sí nos ofreció Dios. Como ocurre con todo, los novicios a veces pagan la consecuencia de su inocencia, cometiendo errores, pero se pueden reparar fácilmente, con buena voluntad y con buena conciencia. Pronto, los buenos estudiantes se dan cuenta de lo que tienen y no tienen que hacer. Pronto saben cuál es el método para adelantar más y más, para no tener que repetir asignaturas, desde el esfuerzo y el trabajo, con humildad y constancia; todo lo demás va llegando poco a poco en su momento.
     Cuando comenzamos nuestro progreso, somos primerizos, novatos, alumnos sin experiencia, pero con el don del progreso en nuestro interior, aunque no lo sepamos, hemos sido creados para aprender, para progresar, para emprender un viaje sin retorno. Desde el más tierno principio ya somos capaces de escoger, aunque de forma muy rudimentaria; comenzamos a elaborar pensamientos, comenzamos a construir un micro hogar, a esbozar una sociedad; eso es lo que nos distingue del resto de los seres vivos, la capacidad de pensar, de razonar, de aprender, de progresar más y más.
     Todo lo tenemos que aprender, y la VIDA se encarga de eso, poniéndonos en el camino una serie de obstáculos, una serie de necesidades, primarias en principio, que se van ampliando en la misma medida que avanzamos; poseemos una serie de instintos heredados del psiquismo en la fase pre-humana, los instintos nos dotan de mecanismos que nos ayudan a sobrevivir, a defendernos de la dureza de la vida en las primeras fases primitivas, y junto a las cualidades del espíritu comenzamos la andadura hacia la búsqueda de la felicidad y la perfección. Como novicios nos equivocamos, pero como espíritus que somos comenzamos a maniobrar, a corregirnos; aprendemos sobre la marcha, constantemente, sin cesar, despacio pero sin pausas; la ley del progreso constantemente vibra dentro de nuestro ser. No tenemos por qué anclarnos una y mil veces a cometer los mismos errores. Salvo que por rebeldía u obstinación lo queramos así.
     Las prisas no son buenas; querer conseguir las cosas sin esfuerzo es imposible; rebelarse ante el hecho de tener que hacer marcha atrás y corregir los errores no conduce tampoco a la consecución de la buena conciencia, de la paz, de la felicidad. Rebeldía y comodidad son dos grandísimos obstáculos para el progreso, son carencias que nosotros mismos nos creamos, fuerzas contrarias a la evolución y a los valores e instrumentos que Dios pone en nuestro espíritu para alcanzar las metas y los objetivos que nos corresponden en cada nueva existencia.
     Todas las complicaciones y retrasos, padecimientos y sufrimientos que experimentamos en exceso, no son sino consecuencia de habernos desviado del camino del bien; ese que trazado está en la conciencia, y que todos los hombres de bien saben sentir y seguir, por ley natural. Cuando tomamos otros caminos, nos aventuramos a perdernos, a contraer riesgos y peligros innecesarios. No podemos violar las leyes universales sin consecuencias dañinas para nuestra propia evolución; ya es bastante con recorrer el camino superando las pruebas y todas aquellas experiencias que hemos de vivir continuamente, que ponen a prueba nuestros valores: la razón, la inteligencia, la fuerza de voluntad; experiencias que ponen aprueba nuestros instintos, los miedos, la desconfianza; tantos y tantos golpes que, a semejanza del metal, tenemos que asumir para forjarnos a nosotros mismos.
     Este es el gran mérito, el gran trabajo, la gran odisea que representa el hacer frente, en cada momento, a las vicisitudes de la vida, sabiendo sufrir estoicamente todas y cada una de las inclemencias del vivir diario; no exentas de penalidades y de sometimiento de la materia en pos del espíritu; esta es la grandeza de los espíritus fuertes, abnegados, que ponen su fuerza de voluntad y la conciencia que van adquiriendo para salir victoriosos de las pruebas de la vida. A cada momento nos puede asaltar un sentimiento de egoísmo, de comodidad, de envidia, de malquerencia, si nos sentimos ofendidos o atacados en nuestros intereses; infinidad de sentimientos y emociones que nos asaltan en el día a día y que hemos de saber gestionar, controlar, rectificar, pagar bien por mal, perdonar, sacrificar, dar; esto requiere de saber sufrir, saber vivir, resistir las mil y unas tentaciones en la materia, del entorno, de las influencias perniciosas.
     Los espíritus buenos sufren de afuera hacia adentro, en silencio, venciendo todas las tentaciones y provocaciones que le llegan; saben sobreponerse a ellas y aceleran sobremanera su desarrollo espiritual, acentúan sus virtudes, crecen interiormente y disparan su progreso. Esta es su grandeza; el sacrificio, entendimiento y bien hacer les llevan a la cima, al tope que han de conseguir en las diversas vidas, y cada vez que encarnan les resulta más fácil y menos penoso su progreso.
     Los espíritus rebeldes, cómodos, violentos, que llegan al estado en que sólo les complace el mal y no quieren trabajar por su regeneración, sufren de adentro hacia afuera; todo les contraviene, todo les molesta, nada quieren hacer por amor y hacia los demás; confunden su porvenir anclándose en el mal y, por tanto, al sufrimiento; y por ende, justifican el estado al que llegan de deterioro y de animalidad culpando a todos menos a ellos mismos; no se consideran responsables por haber llegado hasta esas cotas de degradación y de inferioridad. De este modo, multiplican por cien sus sufrimientos, así como el trabajo que habrán de realizar para llegar a la misma meta que todos hemos de alcanzar, la plenitud, despojándonos de las impurezas e imperfecciones y logrando toda la grandeza que subyace en estado latente en nuestro espíritu.
     El camino a recorrer es el mismo para todos; mientras que para Dios no existe el tiempo, para nosotros sí. Dependemos de nosotros mismos exclusivamente, nadie va a recorrer ninguna parte del camino por nosotros, nadie puede vivir nuestra vida, ni echarse a sus espaldas las experiencias que nos toque pasar. Por lo tanto, cada uno de nosotros se marca sus metas y objetivos, y sale más mal o bien parado en cada una de sus existencias fruto de su libre albedrío, del esfuerzo y del empeño e interés que manifieste a la hora de afrontar, tanto sus pruebas como sus expiaciones y los frutos de las obras que emprendió en el pasado. Unos escogen el camino más largo, otros escogen el camino más corto; realizan éstos un esfuerzo mayor, se sacrifican por los demás, renuncian a la comodidad y al egoísmo, y pronto aprenden a salvar los obstáculos y a poner en práctica las cualidades que lleva en su interior; no se descuidan, no hacen daño a nadie, no pierden el tiempo dejándose llevar por la ilusión de los placeres materiales, y así van descubriendo en cada nueva vida en la carne lo que son capaces de realizar, y comprobando que van cogiendo más luz y fuerza espiritual, más claridad y mejores condiciones para conducirse a través del bien y del trabajo para su perfeccionamiento.
     No es cosa de Dios, ni de nadie, que unos se rodeen de entorpecimientos, de oscuridad, y se transformen en instrumentos del mal, llenando su alma de ruindad y resentimiento, de odio y de rencor, y sólo hallen su complacencia en la venganza y la destrucción. Es cosa de nosotros, el camino lo escogemos por nosotros mismos, y sembramos allá por donde vamos lo que por libre albedrío queremos.
     Dios solo nos ha creado y nos ha dado a todos las mismas oportunidades, colocándonos en el mismo punto de partida. Para Dios no hay privilegios, porque si los hubiera no habría justicia, y Dios por encima de todo es justo y bondadoso.
     No todos hemos de pasar por las mismas pruebas ni por los mismos sufrimientos; no todos recorremos el camino de la perfección en el mismo tiempo, ni mucho menos; eso sería derogar el libre albedrío y colocarnos a todos en la posición de autómatas que obedecen a un programa y no se pueden salir del mismo, porque ni siquiera tienen el don de pensar y de escoger. Nosotros, como seres en evolución, tenemos el don de pensar, de sentir, de razonar y de escoger, por lo cual cada uno opta por aquello que cree más conveniente, y unos recorren ese camino del perfeccionamiento en menos tiempo y con menos sufrimiento, mientras que otros lo contrario; pero no se debe a que el Creador lo haya propuesto así, sino que es fruto del libre albedrío que se nos concede.

-Fermín Hernández Hernández-

                                                       ************************************




No hay comentarios: