sábado, 7 de enero de 2023

Acción de los Espíritus imperfectos

  INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.-El trabajador espírita

2.-El deber

3.-Consideraciones y concordancias bíblicas respecto a la Creación.

4.- Acción de los Espíritus imperfectos

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                          EL TRABAJADOR ESPÍRITA

Una vez que ha tomado contacto de manera lúcida y consciente con el espiritismo, el individuo comprende el sentido y el significado de su existencia en la Tierra.
            De inmediato comienza a romper la caparazón del ego y descubre valiosas oportunidades de crecimiento moral y espiritual, de modo que abandona los paisajes linderos de las pasiones inferiores y la cárcel -a veces dorada- donde había instalado su domicilio.
            Los intereses que mantenía anteriormente, a los que asignaba una relevancia exagerada, ceden lugar de manera gradual a otros más profundos y liberadores, que lo atraen y le proporcionan una comprensión acerca de la vida y del proceso de evolución en que se encuentra.
            Las ilusiones y los campeonatos de la fantasía dejan de ser prioritarios en la agenda de sus aspiraciones cotidianas, pues comprende que es inmortal y que todo proyecto orgánico tiene por finalidad la superación de los vicios y las malas inclinaciones, esas atávicas reminiscencias del período primario que ha transitado.
            Una alegría espontánea, compuesta de expectativas felices, va dominando su casa mental, que se enriquece de aspiraciones en torno a lo bello, lo noble y lo edificante.
            En ese momento descubre el arte y la ciencia de servir, a los que no se encontraba habituado, pues las herencias del pasado lo colocaban en la posición enferma de aquel que siempre quiere ser servido.
            Contempla con otros ojos a la masa humana y descubre sufrimiento donde antes veía placer y poder, e identifica la inmensa procesión de almas enfermas espiritualmente, con todo tipo de carencias: afectivas, morales, espirituales, que las conducen a la desesperación y a la agresividad.
            Cuanto más se deja penetrar por el conocimiento de la doctrina renovadora, más se afianzan en él los sentimientos de amor y de solidaridad, que lo estimulan a participar del banquete especial de la cooperación en favor de mejores condiciones de vida y de la disminución de las aflicciones vigentes.
            Descubre que en el Centro Espírita se encuentra la sociedad en miniatura, que este es una célula de relevante significado, y que todo lo que ahí se realiza constituye una contribución destinada al conjunto humano, fuera de las paredes entre las cuales se hospeda.
            El Centro Espírita, en su condición de escuela educadora de almas, así como de hospital, taller y santuario donde el amor se expande, se transforma en el lugar ideal para que el individuo aprenda a servir, cooperando con la iluminación de las conciencias y la expansión del bien en la Tierra.
            Ese entrenamiento es beneficioso para su conducta doméstica, pues lo vuelve más tolerante y amable, comunicativo y jovial, además de auto-responsable, de modo que descubre en la familia una excelente oportunidad de crecimiento interior, porque sabe que en ella están reencarnados Espíritus a los cuales necesita para avanzar, y no seres angelicales para el banquete de su felicidad.
            Lentamente, en ese individuo nace el trabajador espírita.
         Cuando comprende que la institución que frecuenta necesita apoyo y atención, da comienzo a la ayuda en pequeñas tareas -esas que no siempre son apreciadas-, a modo de ejercitación de la humildad y la renuncia.
            No tiene aspiración a los cargos destacados, sino a los quehaceres indispensables para el mantenimiento de las labores edificantes.
               En él se opera una auténtica transformación.
            Conocedor de la doctrina, la comunica con mayor facilidad a los novatos, aquellos que se presentan por primera vez en la Casa en busca de amparo y orientación, y les concede una comprensión saludable de los postulados que la constituyen.
            Se transforma en un servidor, con el propósito de ser un miembro activo y nunca apenas un observador pasivo -el que se sirve siempre de los demás-, carente del espíritu de colaboración que dignifica al ser humano.
            Al espiritizarse se provee de los instrumentos del amor y la comprensión, a fin de contribuir eficazmente a favor de una sociedad que sea mejor y más feliz en el futuro.
            Durante el período en que el cristianismo primitivo mantenía la pureza de las enseñanzas de Jesús, los núcleos donde se reunían los discípulos del Señor estaban compuestos por esos trabajadores devotos y fieles, que se entregaban al servicio de la legítima fraternidad y enseñaban, mediante el ejemplo, los insuperables contenidos del Mensaje liberador.
            El espiritismo significa el renacimiento del cristianismo en su más pura expresión, y por eso no prescinde de la contribución valiosa del cooperador atento y dedicado, que se convierte en una columna humana para sustentación de las enseñanzas sublimes.
          Del mismo modo, dondequiera que te encuentres, postúlate al servicio del Bien en la condición de trabajador voluntario; prescinde de las compensaciones terrenales, pero ten presente los deberes que tienes que asumir en concordancia con el despertar de tu conciencia espírita.
            Todo lo que hagas, hazlo con alegría, sin quejarte, siempre satisfecho, a fin de que todos los que reciban tu presencia se lleven algo de lo bueno que les ofreces, y nunca se olviden del bien que les hiciste.
            Si te convocaran a cargos administrativos, a humildes servicios de limpieza o de cualquier otra clase, efectúalos con el mismo entusiasmo, sin seleccionar los que consideras importantes en relación con los secundarios. Todas las labores son relevantes, porque el conjunto siempre es el resultado de las diversas partes que aportan a la armonía.
         Cuando te inviten al servicio de la mediumnidad, en la condición de instrumento de los Espíritus, ya sea en el área del consuelo a los desencarnados, para la aplicación de pases, la magnetización o fluidificación del agua, o en la condición de su psicoterapeuta; en la oratoria, en la elaboración de cursos y programas, cualquiera que sea el menester donde encuentres un lugar, trabaja con simplicidad y dedicación, conviértete en alguien útil, de modo tal que mientras te encuentres encarnado no se note tu valor, pero después de tu desencarnación seas recordado con cariño por lo que hiciste y por la ternura y la caridad que brindaste…
            Esa siembra de servicio habrá de convertirse en una cosecha de luz que significará tu victoria sobre las tendencias negativas y los atavismos lamentables.
            Jesús es el ejemplo del más extraordinario servidor del que se tenga noticia.
         Como si no hubiera bastado toda su vida de dedicación y renuncia, como también de acción afectiva continua, antes de ofrecer la vida en la cruz, en el momento de la última cena, lavó los pies de sus discípulos, a fin de que tuviesen algo con Él, enseñando cuál debe ser el comportamiento de aquellos que están vinculados a Él mediante los fuertes lazos del amor.
          Servir, pues, es la gran meta de la existencia de todo aquel que recibe el calor y la luminosidad del espiritismo.
            ¡Mantente vigilante y sirve siempre!
Juana de Ângelis
 
(Página psicografiada por el médium Divaldo P. Franco, en el libro Vitória sobre a depressão. ) Traducción de Gustavo Martínez (Argentina)

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                                                               El Deber

La práctica constante del deber nos conduce al perfeccionamiento. Para acelerar éste, conviene primero estudiarse a sí mismo con atención y someter nuestros actos a un juicio escrupuloso. No se puede remediar el mal sin conocerlo.

Podemos, incluso, estudiarnos en los demás hombres. Si cualquier vicio, si cualquier enojoso defecto nos choca en ellos, indaguemos con cuidado si existe en nosotros un germen idéntico, y, si lo descubrimos, dediquémonos a arrancárnoslo.

Consideremos nuestra alma como lo que es realmente, es decir, una obra admirable, aunque muy imperfecta, y hemos de notar que estamos en el deber de embellecerla y adornarla sin cesar. Este pensamiento de nuestra imperfección nos hará más modestos y alejará de nosotros la presunción y la necia vanidad.

Sometámonos a una disciplina rigurosa. Como se dan al arbusto la forma y la dirección convenientes, podemos también modificar las tendencias de nuestro Ser moral. La costumbre del bien hace cómoda su práctica. Sólo los primeros esfuerzos son penosos. Aprendamos, ante todo, a dominarnos. Las impresiones son fugitivas y cambiantes; la voluntad es el fondo sólido del alma. Aprendamos a gobernar esa voluntad, a hacernos dueños de nuestras impresiones, a no dejarnos nunca dominar por ellas.

El hombre no debe aislarse de sus semejantes. Le importa, sin embargo, escoger sus relaciones, sus amigos, decidirse a vivir en un ambiente honrado y puro donde no reinen más que las buenas influencias, donde sólo existan fluidos tranquilos y bienhechores. Evitemos las conversaciones frívolas, las charlas ociosas que conducen a la maledicencia. Cualquiera que pueda ser el resultado, digamos siempre la verdad. Sumerjámonos con frecuencia en el estudio y el recogimiento. El alma encuentra así nuevas fuerzas y nuevas luces. Que podamos decirnos al final da cada día: “He hecho una obra útil, he logrado un éxito sobre mí mismo, he socorrido, he consolado a los desgraciados, he esclarecido a mis hermanos, he trabajado por hacerlos mejores, he cumplido con mi deber”.

León Denis

Extraído del libro "El Camino Recto"

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    CONSIDERACIONES Y CONCORDANCIAS

 BÍBLICAS RESPECTO A LA CREACIÓN


     Los pueblos se formaron ideas muy divergentes sobre la Creación, según el grado de sus conocimientos. La razón apoyada en la Ciencia, reconoció la imposibilidad de ciertas teorías. La dada por los Espíritus confirma la opinión admitida hace mucho tiempo por
los hombres más ilustrados.
     La objeción que puede hacerse a esta teoría es que está en contradicción con el texto de los libros sagrados; pero un examen serio hace reconocer que esta contradicción es más aparente que real y que resulta de la interpretación dada a un significado frecuentemente alegórico.
     La cuestión del primer hombre en la persona de Adán, como tronco exclusivo de la Humanidad, no es el único punto sobre el cual tuvieron que modificarse las creencias religiosas. En cierta época, el movimiento de la Tierra pareció tan opuesto al texto sagrado, que no hubo clase de persecuciones de que no fuese pretexto esa teoría; y,
sin embargo, la Tierra gira, a pesar de los anatemas y nadie podría negarlo hoy sin agraviar su propia razón.
     Dice igualmente la Biblia que el mundo fue creado en seis días y fija la época alrededor de 4000 años antes de la era cristiana. Antes de esa época, no existiría la Tierra, que fue sacada de la nada. El texto es formal; pero he aquí que la Ciencia positiva, la Ciencia inexorable, viene a probar lo contrario. La formación del globo está escrita con caracteres perennes en el mundo fósil, y está probado que los seis días de la creación indican períodos, cada uno de los cuales abarca, quizá, muchos centenares de miles de años. Este no es un sistema, una doctrina, una opinión aislada, es un hecho tan constante como el movimiento de la Tierra, que la Teología no puede resistirs
e a admitir, 
prueba evidente del error en que pueden caer los que se atienen a la letra de las expresiones de un lenguaje que con frecuencia es figurado.  ¿Debe concluirse por ello que La Biblia está errada?  No, pero sí que los hombres se equivocaron al interpretarla.  La Ciencia, excavando los archivos de la Tierra, reconoció el orden en el cual aparecieron en su superficie los diferentes seres vivos, y este orden está de acuerdo con el indicado en El Génesis, con la diferencia que esta obra en vez de salir milagrosamente de las manos de Dios, en algunas horas, se realizó siempre por su voluntad, pero según la ley de las fuerzas de la Naturaleza, en algunos millones de años. ¿Es por eso menos grande y menos poderoso Dios? ¿Es menos sublime su obra porque carece del prestigio de la instantaneidad?
     No, evidentemente; y sería preciso formarse una idea muy mezquina de la Divinidad para no reconocer su omnipotencia en las leyes eternas que ha establecido para gobernar los mundos. La ciencia, lejos de disminuir la obra divina, nos la presenta bajo un aspecto más grandioso y más conforme con las nociones que tenemos del poderío
y la majestad de Dios, por la misma razón de cumplirse sin derogar las leyes de la Naturaleza.
     Conforme en este punto con Moisés, la Ciencia coloca al hombre en último lugar en el orden de la creación de los seres vivos. Sin embargo, Moisés fija el diluvio universal en el año 1654 del mundo, mientras la Geología nos muestra el gran cataclismo anterior a la aparición del hombre, atendiendo a que, hasta hoy, no se encontró en las capas primitivas ninguna señal de su presencia, ni la de los animales de su misma categoría, bajo el punto de vista físico. Pero nada prueba que esto sea imposible y varios descubrimientos ya han hecho surgir dudas al respecto. Pudiendo suceder que de un momento a otro, se adquiera la certeza material de esa anterioridad de la raza humana y entonces se reconocerá que bajo este punto, como en otros, el texto bíblico es alegórico. Contra la evidencia no son posibles los raciocinios y será preciso aceptar el
hecho, como se aceptó el del movimiento de la Tierra y el de los seis períodos de la Creación. Cierto que la existencia del hombre antes del diluvio geológico es aún hipotética; pero he aquí lo que lo es menos.
     Admitiendo que el hombre apareció por primera vez en la Tierra 4000 años antes de Cristo, si 1650 años más tarde fue destruida toda la raza humana, excepto una sola familia, resulta de eso que la población de la Tierra data de Noé, es decir, de 2350 años antes de nuestra era. Pues bien, cuando los Hebreos emigraron a Egipto en el siglo dieciocho, encontraron muy poblado y civilizado a aquel país.
     La historia prueba que en esa época la India y otros países estaban igualmente florecientes, sin tener en cuenta la cronología de ciertos pueblos que se remonta a una época mucho más remota. Sería, pues, preciso que del siglo veinticuatro al dieciocho, es decir, en un espacio de 600 años, la posteridad de un solo hombre pudiese poblar todos los inmensos países conocidos entonces, suponiendo que no lo hubiesen sido los otros, sino que, en aquel breve intervalo, la especie humana hubiera podido elevarse de la ignorancia absoluta del estado primitivo al mayor grado de desenvolvimiento intelectual, lo cual es contrario a todas las leyes antropológicas.
     En apoyo de esta opinión viene también la diversidad de razas.
     Es indudable que el clima y las costumbres producen modificaciones en el carácter físico, pero se conoce hasta donde pueden llegar las influencias de esas causas y el examen fisiológico prueba que entre ciertas razas existen diferencias constitucionales más profundas que las que puede producir el clima. El cruzamiento de las razas produce
los tipos intermedios y tiende a borrar los caracteres extremos; pero no los produce sino que se limita a formar variedades. Ahora bien, para que hubiese cruzamiento de razas era preciso que las hubiera distintas, ¿y cómo explicar su existencia suponiéndoles un tronco común y sobre todo un tronco tan cercano? ¿Cómo admitir que en algunos siglos ciertos descendientes de Noé se hayan transformado al punto de producir la raza etiópica, por ejemplo? Repetimos que nada puede prevalecer contra la evidencia de los hechos. Por el contrario, todo se explica, cuando se admite la existencia del hombre
antes de la época que vulgarmente se le señala; la diversidad de orígenes; que viviendo hace seis mil años, Adán haya poblado una región deshabitada aún; el diluvio de Noé como una catástrofe parcial confundida con un cataclismo geológico; y teniendo finalmente en cuenta la forma alegórica peculiar al estilo oriental y que encontramos
en los libros sagrados de todos los pueblos. Por eso es prudente no negar, apresuradamente, como falsas, doctrinas que pueden, como tantas otras, desmentir tarde o temprano a los que las combaten.

LIBRO DE LOS ESPÍRITUS. ALLAN KARDEC

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      ACCIÓN DE LOS ESPÍRITUS IMPERFECTOS 

En esta tentación, el espíritu de tinieblas empieza por hacer el pensamiento y el deseo ilícito, promover sensaciones y excitar deseos si se le presenta ocasión; en esta tentación se debe cerrar el pensamiento a toda idea que sea una infracción de la ley divina, y si a pesar de la resistencia el pensamiento continúa excitado, debemos colocarnos en el lugar de la víctima y reflexionar si nos agradaría a nosotros que nos robaran lo que es sagrado, y de gran estima para nosotros, y entonces colocarnos en el terreno de lo justo. Parece que es por demás tratar estos asuntos entre espiritistas pero no es así. Cuando entramos en el Espiritismo no somos seres perfectos, muy al contrario, a veces tenemos grandes defectos que combatirnos; y mucho más cuando el espíritu de tinieblas, que es el que nos dominaba mientras permanecimos entregados sólo a las cosas del mundo, no quiere separarse de nosotros y se aferra a lo que él había dominado hasta entonces. A veces sucede, y este fenómeno pasa a la mayoría de los que entran en el Espiritismo, que al momento de conocerlo sienten tan vivos deseos de ser el hombre o la mujer nueva, que tornan derroteros y echan de sí deseos ilícitos; forman grandes resoluciones de hacer vida nueva y lo consiguen; dura algún tiempo esta determinación y se limpian de todo; pero después de algún tiempo, la impresión del principio va extinguiéndose y vuelven a sentir poco a poco los mismos deseos, y a veces el espíritu que dominaba antes vuelve a tomar posesión de su antigua morada y vuelven a caer en lo de antes; si entonces el espiritista no se escuda en la oración, en el amor, la caridad y un fuerte deseo de ser libre, son a veces peores las últimas cosas que las primeras: por eso hemos visto a muchos que han empezado y no continuado, y si mal estaban antes de empezar, después han estado peor.
A los que más les sucede esto son a los que han estado muy aferrados a los intereses, o sea, al dinero; esta pasión es muy difícil de desterrar y la más costosa de corregir; de manera que al egoísta o interesado le es muy difícil, por no decir imposible, entrar en el Espiritismo y sostenerse en él. Aquí se puede aplicar la frase de gran trascendencia de Allan Kardec: “Sin caridad no hay salvación posible”; de manera que el espíritu que está aferrado y ama mucho los intereses materiales, casi se le puede decir que, mientras dure este estado, es inepto para comprender y entrar en el Espiritismo; he aquí la valla que retiene a la humanidad. El amor al dinero es señal evidente de falta de caridad y de amor al prójimo, y el que se encuentra en este estado no realizará grandes progresos en su alma. El ser encarnado debe buscar la manera de subvenir a sus necesidades de una manera justa y honrosa; pero cuando estas están cubiertas no debe tener ambición ni entusiastas anhelos para los demás, y, mayormente, si es espiritista; todo cuanto pueda adquirir de más debe procurar que los medios sean completamente lícitos, y, de lo que atesore, debe procurar que participen en una gran parte los desgraciados; sólo así se le permitirá tener algo sobrante, sin caer en responsabilidad; de lo contrario, si no cuenta en sus ganancias a los pobres, éstas, aunque parezcan lícitas ante el mundo, son una usurpación ante Dios; y el que tal hace, si es espiritista, no progresa, sino que retrocede: “Sin caridad no hay salvación posible”, y que no les duelan prendas a los que están en condiciones de adquirir dinero. El espiritista debe pensar que su felicidad no está en la tierra, sino en el espacio; así, pues, debe hacer todo lo posible para enriquecer a su espíritu de virtudes y de obras buenas, y para esto no debe olvidar que uno de los enemigos más grandes que puede mantener en él es el amor al dinero, mejor dicho, el egoísmo, que es el peor y más fatal enemigo que puede morar en él.
Ya he dicho cómo se combate esta pasión y la tentación que puede traer, y es haciendo partícipes de una gran parte de nuestros ahorros a los desgraciados; esto hará que nuestras iniciativas y nuestros trabajos redunden en bien de los que sufren; el que tal haga tendrá la satisfacción de poseer algo para su bienestar terrenal y luego progresará su espíritu, porque con su iniciativa y su trabajo, además de proporcionarse lo necesario, hará mucho bien. De manera que cuando realice un buen negocio haga un trabajo que le valga mucho, ya ha de destinar al momento una cantidad proporcionada a las ganancias o a la cantidad adquirida a remediar los males o necesidades de los que sufren, y esto sin escuchar pensamientos egoístas, ni de conveniencia personal, sino tomar y ejecutar determinación rápida y realizarla; de lo contrario el espíritu de tinieblas acude y desbarata los buenos deseos y todo lo hace inútil. En cuanto a la tentación posesiva, que es cuando el espíritu radica su influencia más bien en la conciencia que en el entendimiento, hay una manera de conocerla, y combatirla, y es oponer en estado de conciencia un deseo de justicia muy recta; por ejemplo; ¿es una repugnancia a una persona o personas determinadas? Aquí debe oponerse un espíritu de caridad a toda prueba; si es un amor desmedido debe combatirse con un espíritu recto de justicia; por ejemplo: ¿es justo que por esta persona sientas lo que te pasa? Si no es justo, se puede estar seguro que aquella impresión es sostenida por algún enemigo del espacio, mayormente si aquel deseo o amor desmedido puede dar lugar a hacer sentir los deseos de alguna pasión, o si bien las atenciones que se sienten por aquella persona pueden dar lugar a alterar la armonía, ya dentro de la familia, o dentro de nuestras relaciones íntimas. Ya he dicho que la tentación tiene muchas maneras de emplearse entre los encarnados; pero si el espíritu se escuda con un verdadero espíritu de justicia, descubrirá en seguida la causa y podrá combatirla; y si con el querer solo no se logra separar influencias que perjudiquen a la moral y al cumplimiento del deber, entonces debe acudirse a la oración, evocar con entusiasmo y fe a nuestro guía espiritual y a influencias de espíritus elevados, que ellos acudirán con gusto a nuestro llamamiento y se verán satisfechos en sus deseos, que siempre son de que sus hermanos de la tierra progresen y se eleven; así pues, por afligida que sea nuestra situación, nunca debemos desconfiar de los socorros de arriba, y mucho más si éstos se piden En estos casos es cuando están mejor aplicadas las palabras del Señor: «Pedid y se os dará; llamad y se os abrirá; velad y orad»; y al mismo tiempo, mientras se sufre, se debe poner una resignación a toda prueba y una paciencia inalterable, que es lo que más cansa al espíritu tentador; de manera que si en los estados de nuestro ánimo y en las tentaciones de nuestra mente oponemos siempre un espíritu de recta justicia y una resignación y paciencia a toda prueba opondremos una valla al espíritu de tinieblas que nunca podrá inducirnos al error y no nos podrá causar un trastorno ni retroceso ninguno; al contrario, obrando de esta manera, todas las molestias que el espíritu de tinieblas nos podrá causar tendrán un resultado contraproducente a lo que el tal espíritu se proponga, y es que con los sufrimientos de la tentación, sufridos y combatidos con espíritu de recta justicia, con paciencia y resignación, el ser encarnado progresa y da pruebas al Padre que por amor al cumplimiento de la ley sufre, se resigna y espera, suprema manera de obrar de los espíritus que han vivido, viven y vivirán en la tierra. Con esta manera de obrar, el espíritu encarnado en la tierra no se evitará todas las molestias y sufrimientos que nos pueden causar los espíritus atrasados que pululan a nuestro alrededor, pero triunfará de todas sus acometidas, y los sufrimientos que le causen le servirán para progresar mucho. Si obramos de la manera que dejo dicha, podremos repetir las palabras de un gran escritor antiguo; Cuando se resiste la tentación, es la Hormiga del León; más cuando el ser se entrega a ella, es el León de la Hormiga, pues sigamos siendo siempre el León y la tentación la Hormiga, y así no tendremos que temerla, sino al contrario, seremos dueños de nosotros mismos, pensando, sintiendo y queriendo o deseando únicamente lo que el deber nos imponga; así nos evitaremos muchas angustias en la vida y nos prepararemos para morar más tarde en el reino de Dios.
Sin embargo, no debemos olvidar nunca, mientras nos toque estar en la tierra, que hemos de ser contrariados; en todo la humanidad está muy atrasada y apenas se encuentra una persona que sepa cumplir con todos sus deberes, y como es indispensable vivir en relación con muchas, ya sean de familia, ya sean en nuestras relaciones de amistad, no nos han de faltar nunca contrariedades: por eso mientras estemos en la tierra es necesario vivir alerta, escudarse con un amor, una admiración y adoración al Padre sin límites, y poner toda nuestra esperanza en la grandiosidad de su obra, que es la casa en donde hemos de vivir eternamente; es necesario seguir la ley divina proclamada por el Señor y Maestro; es necesario ponerla en práctica y es necesario tener gran amor y fe en la palabra del Señor, y si algún día las angustias de la vida nos persiguen, no olvidemos sus palabras: “Bienaventurados los que sufren que de ellos será el reino de Dios”; procuremos que la confianza en sus promesas nos de valor y fuerza para soportarlo todo, pensando que la existencia terrenal no es más que un soplo, un período cortísimo de nuestra existencia universal y que por cada día y cada noche que pasamos de sufrimiento en esta tierra, si sabemos conformarnos y sabemos imitar a los mártires y a los justos, tendremos mil años de reposo y de felicidad. Ánimo, hermanos míos; los que sufrís, dejad que el cuerpo se haga pedazos o sucumba por el dolor; mantened el espíritu fuerte en la práctica de la sumisión y del valor; permaneced enamorados de Dios, del gran Señor, y del cumplimiento de su ley; no olvidéis que la recompensa superará a todos vuestros deseos y vuestras esperanzas.

Por último, aconsejo que el hermano que se encuentre agobiado por la tentación busque a otro hermano que considere digno y de confianza y le abra su corazón, se lo explique todo y le pida su ayuda; pero considero que las personas que sean consultadas, llamadas en auxilio de estas almas enfermas, que bien pueden ser los presidentes de reuniones y Centros, deben ser calladas como una tumba, prudentes, misericordiosos, caritativos, dulces en el hablar y proceder, capaces de toda abnegación y con un entero amor al Padre y con una sumisión al Señor y Maestro y a su Ley, a toda prueba; debe considerar, el que sea consultado, que ejerce el deber de un guía espiritual, que puede hacer un gran bien al ser que le consulta, si sabe dirigirle con rectitud, mansedumbre y caridad. Es muy necesario que haya entre los espiritistas, hermanos de experiencia en la práctica de la virtud, de la caridad, del amor al prójimo y de la adoración al Padre y veneración al Señor, para que estos hermanos tengan suficiente luz para, en caso de necesidad, poder ayudar a sus hermanos y darles la mano en el intrincado sendero de la vida. Bienaventurado el que se esfuerza para llegar a tal estado, que éste ya no verá tinieblas y merecerá la confianza de los de arriba y de los de la tierra. Así es cómo después de esta morada terrestre, se llega a penetrar en el reino de Dios.

Por el médium Miguel Vives
(Extraído del libro "Guía práctica del espiritista")

                                                                     
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