jueves, 22 de septiembre de 2022

Nacer y renacer

    INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.-Nacer y renacer

2.- Conocimientos e inteligencia

3.- El pecado original de la Envidia

4.- La verdadera filosofía

                                            

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             NACER Y RENACER


                                                                         


La creencia en la Reencarnación ha estado presente desde la antigüedad en toda la humanidad, mayoritariamente en las religiones egipcias, griega, hindú, budista y romana. La respuesta a la incógnita a las desigualdades y los sufrimientos humanos, a todos los niveles, la encontramos en la doctrina de la Reencarnación, y en la ley análoga de causa efecto o de acción-reacción.

En el «Libro le los Espíritus» de Allan Kardec, maestro fundador del Espiritismo, se encuentra el siguiente mensaje: «Dios creó a todos los Espíritus simples e ignorantes, poseedores de tanta aptitud para el bien como para el mal, pero con idénticas oportunidades para evolucionar» En Kardec también leemos: «Sólo es inquebrantable aquella fe que pueda mirar frente a frente a la razón en todas las edades de la humanidad.» «Nacer, morir, renacer y progresar siempre. Esta es la Ley.»

He ahí la síntesis de la Reencarnación, a la que todos los seres humanos estamos sujetos ineludiblemente. Es evidente que renacemos, porque en esencia, somos inmortales. La continuidad de la Vida, la afirmó Víctor Hugo con estas palabras: «Los muertos son seres invisibles, pero no ausentes.» «La tumba que se cierra sobre los muertos, abre el firmamento, y lo que tomamos por el fin, es el comienzo. La muerte es la puerta de la Vida.» «La cuna tiene un ayer y la tumba tiene un mañana.»

A Voltaire esta doctrina no le pareció, «ni absurda ni inútil..., no es más sorprendente nacer dos o más veces que una.» Así mismo Camilo Flammarion aseveró: «La inmortalidad es la luz de la vida. El alma eterna sobrevive a los despojos mortales, como a ellos preexistió.»

Campoamor escribió: «A todo va la inmensidad unida/ entre el ser y no ser media un instante/ tiene el punto presente de la vida/ un infinito atrás y otro delante.»

El «Canto del Bienaventurado» compuesto hacia el siglo X antes de Jesucristo, desarrolla la doctrina de la Reencarnación o renacimientos. «Todo aquel que ha nacido tiene necesariamente que morir, y el que ha muerto debe renacer.»

Según Herodoto, los egipcios enseñaban la inmortalidad del alma, y un texto del (3000 a. C.), afirma: «...al final a un hombre se le revelaran todas sus vidas diferentes.» San Gregorio Nacianceno (329-389) aseguraba: «Hay necesidad material de que el alma sea curada y purificada, si no lo es en esta vida, lo será en otras siguientes y futuras.»

Amalia Domingo Soler, nació en Sevilla el 1835 y desencarnó en Barcelona el 1909, fue una mujer extraordinaria, sagaz y librepensadora, abogó con valentía, tesón y buen criterio, por la igualdad de los seres humanos, la inmortalidad del alma y la ley de Reencarnación, reconociéndola como: hija de la Justicia Infinita de un Padre de Amor y Bondad. Incansable propagadora del Espiritismo, afirmó: «La instrucción nos lleva a Dios y nos aparta de las religiones.»

De su fecunda obra, nos permitimos recoger las siguientes reflexiones: «Las comunicaciones con el Más Allá, levantan el velo que cubre el pasado.» «Una creencia debe ser la convicción propia de un conocimiento. Ni la negación por sistema, ni la credulidad por hábito.»

«El sentido común, está siempre al lado de los que someten al crisol de la razón las elucubraciones de la inteligencia. La lógica constituye la fuerza matemática del pensamiento. Y la lógica es lo que siempre ha faltado en todas las enseñanzas religiosas. Por la fuerza de la razón no puede aceptarse la existencia de una humanidad tan miserable, hija de una Inteligencia Suprema.» «Es necesario que la humanidad adquiera la certidumbre y el convencimiento que no quedan impunes los atropellos y los crímenes cometidos, preciso es poner coto a los desórdenes, porque dejan una herencia terrible, dejan el patrimonio de los remordimientos.»

«Cada existencia terrena es uno de los capítulos que escribe el Espíritu en sus memorias eternas. No hay más cielo ni infierno que nuestras obras, buenas o malas. Los grandes infractores de ayer, son los parias de hoy. Los que gozan matando, son los que luego viven muriendo. El fanatismo es la lepra del alma. El mal engendra el mal. Cada uno es hijo de sus obras.»

«No existe la injusticia, cada ser vive en la atmósfera que él mismo se ha creado. No hay culpa eterna, ni castigo perpetuo. Sólo a fuerza de sufrimiento aprende el Espíritu a ser bueno, no hay mejor código que la necesidad. Todo lo que el Espíritu rompe y desprecia, lo tiene luego que construir.» «Tenemos un pasado un presente y un mañana.

"Nuestro presente es hijo de nuestro pasado. Todos al nacer tenemos deudas pendientes. No se dan los primeros pasos sin los andadores del dolor.» «Nadie redime a nadie; cada cual se redime a sí mismo. El ser humano se redime por sus actos. Pagar una deuda no es una desgracia, sino el cumplimiento de la ley de evolución. Lo que no se gana no se obtiene, pero basta querer para obtener. ¡Querer es poder!»

«No hay mancha del Espíritu que no borre la expiación. No hay deuda que no se pague, ni plazo que no se cumpla. Todo llega a su tiempo en el eterno día del Creador. La derrota y la victoria son obra de uno mismo. ¡Qué bueno es ser bueno! ¡Qué malo ser malo!» «La siembra es voluntaria, la cosecha obligatoria. No hay efecto sin causa. Toda acción produce una reacción. La muerte no existe. El Espíritu no puede dejar de ser; caer y levantarse, ser vencido y vencedor, este es su destino.» «Dos ambiciones deben agitar al Espíritu: ser sabio para ser grande, ser bueno para ser justo.»

Normalmente las personas objetan, que no recuerdan sus vidas pasadas, algo de suma importancia, según ellas, para aceptar las múltiples existencias. Recordar las vidas anteriores, sería una rémora que frenaría toda posibilidad de evolución. Espíritus endurecidos, enemigos de otras épocas, renacen en un mismo hogar, unidos por estrechos lazos familiares, porque sin amor previo y el olvido del pasado sería imposible cancelar odios o rencores y deseos de venganza. Gandhi (1869-1948) el hombre que predicaba la paz con la no violencia, escribió en una carta a un discípulo: «Es una amabilidad de la Naturaleza el que no recordemos nacimientos pasados.»

Según Allan Kardec: «El olvido de las vidas anteriores es un beneficio de Dios, quién en su bondad ha querido ahorrar al ser humano recuerdos casi siempre penosos.» No siempre la humanidad vagará esclava entre dudas y confusiones. Esta consoladora sentencia de Jesús, lo avala: «Y conoceréis la verdad, y la verdad os libertará.» (Jn. 8, 32). El Antiguo Testamento habla en exceso de un dios de la cólera y las maldiciones; del dios que desconoce la calidad de su obra y se «arrepiente» de haber creado al hombre. Evidencia una incomprensible ignorancia y falta de previsión, castigando inútilmente con un diluvio a sus hijos, ya que éstos no escarmentaron... En abismal y notoria oposición al antropomorfo dios de los «ejércitos», en el «Libro de los Espíritus» de Allan Kardec, aclara, afirmando: «Dios es la suprema y soberana inteligencia. Es único, eterno, inmutable, inmaterial, omnipotente, soberanamente justo y bueno, e infinito en todas sus perfecciones.» Esta sublime enseñanza la transmitieron, mediúmnicamente.

Espíritus Superiores

Del maestro Allan Kardec leemos, de su libro «El Cielo y el Infierno»: «Por eso Dios, que es soberanamente justo y bueno, concede al espíritu todas las existencias necesarias para llegar al fin, que es la perfección.» «En cada nueva existencia, el espíritu trae lo que ha adquirido en las precedentes, en aptitudes, conocimientos intuitivos, inteligencia y moralidad. Cada existencia es así un paso adelante en la vía del progreso.» «En el intervalo de las existencias corporales, el espíritu vuelve por un tiempo más o menos largo, al mundo espiritual, en el cual es feliz o desgraciado según el bien o el mal que hizo.» «La felicidad de los espíritus bienaventurados no consiste en la ociosidad contemplativa, que sería, como a menudo se ha dicho, una eterna y fastidiosa inutilidad.»

«La vida espiritual, en todos los grados es, por el contrario, una actividad constante; pero una actividad exenta de fatigas. En todas partes, pues, todo es vida y movimiento. Cada espíritu lleva consigo los elementos de su dicha, en proporción a la categoría en que le coloca su grado de adelanto.»

«La doctrina de las penas eternas absolutas conduce a la negación de algunos de los atributos de Dios, y en consecuencia, es inconciliable con la perfección infinita. Si Dios es perfecto la condenación eterna no existe. Si ésta existe, Dios no es perfecto.» «No hay una sola imperfección del alma que no lleve consigo sus consecuencias molestas e inevitables, ni buena cualidad que no sea origen de un goce.» «Toda falta cometida, todo mal realizado es una deuda que se ha contraído y debe de ser pagada. De este modo el espíritu es siempre árbitro de su propia suerte. Puede prolongar sus sufrimientos por su persistencia en el mal, endulzarlos o abreviarlos por sus esfuerzos en hacer el bien.»

«Arrepentimiento, expiación y reparación, son las tres condiciones necesarias para borrar las huellas de una falta y sus consecuencias.»

«Cualesquiera que sean la inferioridad y la perversidad de los espíritus, Dios no les abandona jamás. Todos tienen su ángel guardián que vela por ellos, espía los movimientos de su alma y se esfuerza en suscitar en ellos buenos pensamientos, y el deseo de progresar y de reparar en una nueva existencia el mal que han hecho. Así se encuentra realizada la gran ley de unidad de la Creación.»


«Dios no ha estado jamás inactivo. Siempre ha tenido espíritus puros experimentados e iluminados para transmitirles sus órdenes y para la dirección de todas las partes del Universo, desde el gobierno de los mundos hasta los más ínfimos detalles. No ha tenido, pues, necesidad de crear seres privilegiados exentos de cargas. Todos, antiguos o nuevos, han conquistado sus grados en la lucha y por su propio mérito, todos, en fin, son hijos de sus obras. Así se cumple igualmente la soberana justicia de Dios.»

El Espíritu Inmortal, Evoluciona por medio de la Reencarnación, que es el innegable patrimonio del Creador.


M. Dolors Figueras ( Centro Espírita de Igualada )

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     CONOCIMIENTOS E INTELIGENCIA

   No presumáis de lo que sabéis, porque ese saber tiene límites muy estrechos en el mundo que habitáis.
  Aun en la suposición de que poseáis una de las inteligencias más brillantes del globo, no tenéis ningún derecho de envaneceros por ello.
  Si Dios, en sus designios, os ha hecho nacer en un medio donde habéis podido desarrollar la inteligencia, es porque desea que la empleéis en bien de todos.
   Se trata de una misión que Dios os confía, al depositar en vuestras manos el instrumento con cuya ayuda podéis desarrollar, por vuestra parte, las inteligencias atrasadas y conducirlas hasta Él.
   ¿La naturaleza de la herramienta, no indica, acaso, el uso que ha de hacerse de ella?. La azada que el jardinero pone en manos de su ayudante, ¿ no le indica que este debe cavar la tierra?. ¿Qué diríais si ese ayudante, en lugar de trabajar, levantara la azada para herir a su patrón?. Diríais que es horrible y que merece ser expulsado.
   Pues bien, ¿ No sucede lo mismo con aquel que se sirve de su inteligencia para destruir la idea de Dios y de la Providencia entre sus hermanos?, ¿No levanta contra su patrón la azada que se la ha dado para batir el terreno?, ¿Tiene derecho al salario prometido?, ¿No merece, por el contrario, ser expulsado del jardín?. Será expulsado, no lo dudéis, y cargará consigo existencias miserables, llenas de humillaciones, hasta que se incline ante Aquel a quien le debe todo.
   La inteligencia es fecunda en méritos para el porvenir, pero con la condición de que se haga buen uso de ella.
   Si los hombres que la poseen se sirvieran de la inteligencia conforme a la Voluntad de Dios, la labor de los Espíritus que hacen progresar a la Humanidad sería mucho más sencilla.
   Lamentablemente muchos la convierten en instrumento de orgullo y de perdición para sí mismos.
   El hombre abusa de su inteligencia como de las demás facultades, pese a que no le faltan lecciones que le advierten que una mano poderosa puede quitarle lo que ella misma le ha dado.
- Ferdinand- Espíritu Protector- Burdeos 1882-

- El Evangelio según el Espiritismo -

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                        El  Pecado Original  de la Envidia                


La envidia es una auténtica lacra humana de orden espiritual, que tiene una gran incidencia para la buena salud y la felicidad de las personas.

Esta supone un ansia de poseer   lo que poseen otros y un malestar por lo que otros poseen, por lo que resulta un sentimiento muy fastidioso  cuya primera víctima sufridora es quien  lo tiene. 

La envidia también está  muy relacionada con la avaricia, con el orgullo y  con el egoísmo, así  el envidioso se siente merecedor de poseer lo mismo que los demás como mínimo, y a ser posible, más todavía que ellos, para así  sentirse  siempre superior, como amo y señor de todo. Asimismo el envidioso  sufre cuando ve como los demás consiguen o alcanzan lo que él no puede o no lo tiene. Esto muchas veces es porque no ha pensado que esa fortuna o esos bienes ajenos, en cualquier caso, antes o después, han sido logrados con el esfuerzo, trabajo y dedicación de sus poseedores, pero desde luego, no con el suyo. 

 El progreso, las posesiones o la buena fortuna de los demás, le corroen interiormente, pues solo las quisiera para sí mismo y no soporta no ser el dueño absoluto de estas posesiones materiales y esas situaciones de poder, fortuna y admiración, que no puede soportar ver en los demás. 

Tampoco considera, porque ignora, que las leyes de la vida han determinado estas situaciones, como prueba y aprendizaje para la evolución del espíritu, y precisamente la prueba de la fortuna, no es la más fácil de superar, aunque sea la más deseable, desde un punto de vista humano y material.

Sin embargo si lo que envidiamos son cualidades y virtudes que no poseemos, con un deseo  y una aspiración de mejora y progreso moral, en realidad no se trata de envidia sino de sanas aspiraciones por crecer.  Por eso  se le suele  llamar “Sana Envidia”, pero solamente se trata de un aspecto positivo del Alma que aspira y quisiera   mejorar. 

La envidia propiamente dicha, siempre es negativa porque es sobre cosas materiales que nos atan a la materia y no dejan el Espíritu elevarse libre;  además es una lacra  espiritual, porque los envidiosos  llegan , a causa de sus envidias, hasta estados de sentir antipatías, malquerencias y hasta  odios   hacia quienes envidian..

Este defecto, tal vez es el primero que se manifiesta en el ser humano, pues el niño frecuentemente lo trae en su alma desde vidas anteriores y ya lo comienza a manifestar con frecuencia desde la más tierna infancia, donde muestran  fácilmente  celos y envidias de otros niños  o familiares.

- Jose Luis Martín-

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                       LA VERDADERA FILOSOFÍA                


Filosofía, en sentido etimológico, significa "amor al saber", pero en la acepción común la palabra filosofía es la serie de observaciones y suposiciones verdaderas o extraviadas, que se han hecho o piensan hacerse sobre cualquier materia contenida en los  sistemas presentes o futuros. Por esta razón se dice que  hay verdadera filosofía, falsa filosofía, sana filosofía, mala filosofía; pero entre todas estas clases de filosofía, a la verdadera filosofía toca entresacar los errores que existan. para poder juzgar y apreciar en su justo valor la verdad de los hechos.

Filosofía perfecta es la que, basándose en la razón, demuestra un conjunto de verdades innegables por todos los conceptos. Sabido es que el hombre, imperfecto por naturaleza y sujeto a la marcha progresiva de su desarrollo moral e intelectual, no reúne aún las precisas condiciones para sentar esa verdadera filosofía sana, elocuente y racional, despojada de egoísmo y exenta de errores; pero sin embargo, con arreglo a nuestros conocimientos, podemos aproximarnos más o menos a la razón.

Si registramos la historia desde el principio hasta el final, ciertamente que no hallamos inscrita en ninguna de sus páginas una filosofía absolutamente perfecta y racional; pero como quiera que las humanidades, en cada una de sus etapas y por medio de la civilización, han ido adquiriendo mayor desarrollo intelectual; de ahí que con la latitud de sus conocimientos, se ha ido también reformando la filosofía que allá en remotos tiempos sentaron los hombres primitivos.

Hoy, si bien es verdad, distamos mucho de los errores de ayer, existen sin embargo, absurdos de fatales consecuencias, que introduciéndose insensiblemente entre la ofuscación de unos y la ignorancia de otros, forman esa clase de filosofía infecunda, parte verdad, parte errónea, que sin ser lo uno ni lo otro, hacen de ello un conjunto detestable.

La verdadera filosofía es aquella que apoyándose en lo justo, da a cada uno lo que le pertenece, aunque sea a costa del propio sacrificio; pues no filosofa, lógicamente, todo aquel que siente la filosofía acomodaticia a sus miras particulares, o reporte más ventajas para sí que para los demás. Una verdad filosófica es el resultado de una constante observación y un minucioso análisis en el estudio de las cosas; pero como quiera que no basta una sola razón para basar una filosofía perfecta, resulta que, todas cuantas razones expongan, han de llevar el sello de lo justo para que, de ese gran núcleo de verdades depuradas por el crisol de nuestra razón, se extraiga su esencia, formando así la pura filosofía racional.

Hasta hoy, la duda y el misterio han sido lo más elocuente de algunos de nuestros filósofos, siendo de lamentar el tiempo invertido en tan pobre trabajo; mas es verdad que no hay efecto sin causa y sin aquellos misterios y errores que hubiéramos podido comprender hoy las grandes verdades que se encuentran en el Espiritismo; pues como dice un célebre escritor, no hay teoría, por descabellada que parezca, que no encierre alguna verdad útil y fecunda.

En efecto, en todas las filosofías hay algo bueno o malo, pues como quiera que estas brotan de las inteligencias que se hallan en un alto grado de imperfección, lo mismo pueden cobijar grandes verdades que gravísimos errores, y únicamente podemos decir que, la filosofía racional. es hasta el presente la que más verdades encierra, la que menos egoísmos encierra, la que menos egoísmos esconde, la que menos dudas ofrece y la que más tranquilidad reporta al espíritu.

La filosofía racional, es aquella que rompiendo el velo de los misterios, se abre paso entre sus enemigos, sin temor de que sus dardos le dieran, porque va escudada con la verdad; es la esencia de la justicia y del amor; es el sostén del alma en el desequilibrio de la vida; es el despertar del ayer con la risueña esperanza del mañana; es la purísima aurora en que el Espíritu renace a la luz del raciocinio; ess el progreso gigante que elevándose por encima de cuantas filosofías han existido y existen, enseña al hombre a comprender a Dios.

Sin el raciocinio, no puede progresar la humanidad; porque toda filosofía que no está basada en la verdad misma, es como un ramo de flores sin aroma, que aunque bello en la apariencia, lo miramos indiferentes por carecer del perfume que es lo que más nos halaga. El Espiritismo, es el racionalismo por excelencia, y negar este, es negar la eterna vida del espíritu, su progreso, su felicidad y ese más allá, grande e indefinido, por lo cual tanto sufrimos en nuestras existencias; es negar a Dios su sabiduría infinita, pensando que nos ha creado para estarle contemplando de continuo, cua una cohorte de aduladores. asemejándose en esto a los poderosos de la Tierra.

Dice un elocuente filósofo que es una aberración de los sentidos, el que estemos en la convicción de que ofendemos a Dios con nuestras malas obras, porque siendo ´Dios foco de bondad inmensa, ¿Qué son las humanidades sino míseros infusorios incapaces de comprender la Sabiduría Divina, e impotentes para eclipsar su grandeza, ni desprender un átomo de su infinita magnanimidad?. ¡ Oh!, ¡lógicas son las frases del pensador sensato, y admitir lo contrario, sería confundir a Dios con uno de los seres más vulgares de nuestro planeta. No podemos aceptar, en sana lógica, a un dios pequeño, déspota, cruel y vengativo, sino a un Dios grande, sublime, infinitamente sabio, justo y bueno, e infinitamente misericordioso; no puede ningún ser racional alimentar la creencia de que el Autor de la magnífica obra de la Creación. que es la apoteosis de cuanto maravilloso pudiera imaginar el hombre. esté sujeto a las debilidades humanas, ¡ no!; no puede Dios castigarnos, porque es la purísima esencia del Amor, y quien ama, no puede ser cruel; ni podemos jamás llegarle a ofender, porque si grandes son nuestras faltas, mucho más grande es su bondad para con nosotros.

¡ Ah !, toca a nuestra pluma y en ínfimo grado a las facultades intelectuales, el intentar describir la grandiosidad de la Naturaleza; pero al tener la vista en este espacio indefinido, quedamos absortos en muda contemplación, sin cansarnos de admirar tan perfectísima obra y, más de una vez, hemos exclamado con toda la efusión de nuestra alma: ¿ Es posible que haya seres que nieguen la existencia de un Ser Superior a nosotros?, ¿ y es posible también, que muchos de los que en Él creen, escudados con su nombre, tengan el suficiente valor para cometer mil atropellos, ora tiñendo sus manos de sangre, ora gozando al atormentar a sus víctimas?. ¡ Ah!, parece increíble, pero sin embargo existen los unos y los otros; pero nosotros, basándonos en la verdadera filosofía, podemos decir a los escépticos y a los materialistas: Si dudáis de la existencia de un Ser inconmensurablemente grande y poderoso, comparad la infinita sabiduría de Dios con la limitada y finita del ser humano; reunida los más grandes sabios del Universo y decidles, que ellos, que tienen la clave de cuantas ciencias ha inventado la humana inteligencia, si pueden hacer una obra tan perfecta como lo es la Creación, y ciertamente que os dirán que se sienten impotentes para ponerlo en práctica. Verdad innegable es esta y ante ella, preciso será que inclinen la frente; y a los que en nombre de Dios misericordioso ven impávidos correr la sangre de sus hermanos, les compadecemos, pero mucho, porque su presente 

El Espíritu inmortal lo forman las sombras del remordimiento, y su porvenir, será tan tétrico como los cadavéricos rostros de sus víctimas.

¡ Dichosos aquellos que con la luz de la razón alumbran su camino!, ¡ Bendita sea la filosofía espírita que sacándonos de la inercia nos hace fuertes y activos; y su cariñosa voz, inundando el espacio, repite incesantemente en nuestros oídos aquellas sublimes palabras de Jesús : Amaos los unos a los otros, porque el Amor es el sagrado vínculo con que os debéis unir eternamente. ¡ Si !, amémonos mutuamente, para que de progreso en progreso, nuestro espíritu, ávido de luz, pueda llegar un día a su total depuración. 

. Cándida Sanz -

( Tomado de la Revista Fraternidad Cristiana Espírita nº 57)


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