jueves, 29 de septiembre de 2022

La alegría de vivir

   INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.- El sentido religioso y las religiones

2.- Juventud

3.- El Tránsito

4.- La alegría de vivir


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El sentido religioso y las Religiones 

La palabra "Religión" procede del vocablo “Religare”, y significa religar o volver a unir el Espíritu humano con Dios. Esto parece estar de acuerdo con la idea de que somos Seres que partimos de Dios, nuestra Fuente de Origen  por quien fuimos creados, y naturalmente aspiramos a acercarnos a nuestra Fuente de Origen, “religándonos” o volviendo a unirnos al Creador. 

Este regreso o acercamiento a nuestra Fuente de Origen que es la Perfección Infinita, en vista de lo imperfectos que aún somos los seres humanos que habitamos este planeta, jamás se podría lograr en una sola existencia en la Tierra, por larga y fructífera que esta fuera, por  lo  que necesariamente deberá continuar en su aspiración de lograrlo en otras existencias humanas, a través de una larga evolución espiritual conquistada  mediante las propias  obras y esfuerzos, pero no por medio de credos religiosos, o por participar en  ceremonias ni en liturgias de carácter más o menos oculto, sobrenatural o misterioso, sino adaptando en su vida las  sencillas pero profundas enseñanzas morales que ciertos Espíritus de elevada categoría evolutiva han   legado  a la Humanidad  a lo largo de  diversas épocas y lugares  con el propósito de señalar el camino adecuado de su evolución y crecimiento  espiritual.

 La religión verdadera la llevamos dentro del alma, como un sentimiento al que llamamos religiosidad, lo que supone un sentimiento íntimo y una conciencia moral elevada;  pero las religiones, todas, son montajes y creaciones humanas, apoyadas en complicadas liturgias, rituales y ceremonias que impresionan los sentidos, al tiempo que han ido fijando dogmas religiosos y han ido conquistando a los fieles de cada una, más o menos fanatizados ante lo que sienten o creen como algo "sobrenatural", y a los que se les inculcó la idea de un Dios severo y castigador que todo lo ve y lo juzga al instante; que solo perdona a través de los pastores o ministros de "Su iglesia", y que cuando  llegue la muerte podemos ir a un "infierno" como amenaza terrible por toda la eternidad, para los que no cumplan con las obligaciones y preceptos de su “reli”.

 Ante este panorama, de inquietud espiritual: por una parte el entramado dogmático y ritualístico, formado en cada una de las iglesias que proclaman su religión con la única verdadera y condenan a los fieles de otras religiones, que no son adeptos o fieles de ella; por otra parte la descreencia originada por este panorama donde se confunde todo y  que lleva a hacer creer que en definitiva, todo es mentira.... Es difícil creer sinceramente en los postulados de ninguna religión cuando estos atentan al razonamiento más íntimo del ser humano, que se niega a creer lo que su mente y su razón le dictan en su conciencia, porque lo que les imponen como creencia no es posible que pueda ser  la verdad. Y aún teniendo la buena voluntad de querer creer, muchas veces en el fondo de la conciencia aparece  "otra profunda conciencia", que sin palabras, nos indica que el verdadero camino en realidad, va por otro lado. Y es que todos llevamos muy próximo, un Guía Espiritual que nos "sopla" al oído de nuestra conciencia, cosas diferentes a la que se nos enseñan en este mundo.

- Jose Luis Martín-

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                                                  JUVENTUD        


 Juventud es fuerza.Pero si la fuerza no estuviera bajo la dirección de la justicia. Puede, convertirse en camino para la locura.

 Juventud es poder.- Entretanto, si el poder no acepta la orientación del bien, rápidamente se convierte en tiranía del mal.

 Juventud es libertad.- Sin embargo, si la libertad huye de la disciplina, es invariablemente la caída para la deplorable esclavitud.

Juventud es llama.- No obstante, si la llama no sufre el control del provecho justo, en breve tiempo se transforma en un incendio devastador.

Juventud es cariño.- Pero si el cariño no posee conciencia de responsabilidad, puede ser veneno mortal para el corazón.

Juventud es la belleza de la forma.- Con todo, si la belleza de la forma no se enriquece con el perfeccionamiento interior, no pasa de una máscara perecible.

Juventud es amor.- Entretanto, si el amor no se equilibra en la sublimación del alma, pronto se transforma en pasión infeliz.

Juventud es primavera de sueños.- Sin embargo, si la primavera de sueños no se ennoblece en el trabajo digno, todo nuestro idealismo será simplemente un campo de flores muertas.

Si te encuentras en la hora radiante de la juventud, no te olvides que el tiempo es nuestro juez implacable.
    La plantación de ahora será cosecha después. Nuestras esperanzas, día a día, se materializan en las obras a que nos destinamos. La ley será siempre ley.
      Se pueblan y despueblan cunas y túmulos para que el espíritu, divino caminante, a través de la juventud y de la vejez del cuerpo terrestre, desarrolle en sí las alas que lo transportarán a las cimas de la vida eterna.
     Así, si realmente procuras la felicidad incorruptible, confía tu corazón y tu mente al cristo renovador a fin de que, joven de hoy, te hagas mañana el carácter sin mancha que reflejará en el mundo la divina voluntad.

Emmanuel
Del libro “Paz y liberación”- Médium Francisco Cándido Xavier


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                              EL TRÁNSITO

No se excluyen por la confianza en la vida futura los temores del tránsito de esta vida a la
otra. Muchos no temen la muerte por el hecho de morirse, lo que temen es el momento de la
transición. ¿Se sufre o no se sufre en el tránsito? He aquí lo que les ocupa más, y la importancia de este asunto es tanto mayor cuanto con toda seguridad nadie puede evitarlo. Puede uno dejar de hacer un viaje terrestre, pero aquel camino han de recorrerlo todos, ricos y pobres, y por doloroso que sea, ni la clase social, ni la fortuna, pueden endulzar su amargura.

2. Al ver la calma de ciertas muertes y las terribles convulsiones de la agonía en algunas
otras, se puede ya considerar que las sensaciones no son siempre las mismas. Pero, ¿quién puede hacernos una reseña respecto de esto? ¿Quién nos describiría el fenómeno fisiológico de la separación del alma y del cuerpo? ¿Quién nos dirá las impresiones que se sienten en este instante supremo? Sobre este punto, la ciencia y la religión enmudecen.
¿Y por qué? Porque falta a la una y a la otra el conocimiento de las leyes que rigen las
relaciones del espíritu y la materia; la una se detiene en el umbral de la vida espiritual; la otra en el de la vida material. El Espiritismo es el lazo de unión entre las dos. Él solo puede referir cómo se opera la transición, y sea por las nociones más positivas que da de la naturaleza del alma, ya sea por lo que informan los que han dejado la envoltura material. El conocimiento del lazo fluídico que une el alma y el cuerpo es la clave de este fenómeno, así como de muchos otros.

3. La materia inerte es insensible, éste es un hecho positivo. Sólo el alma experimenta las
sensaciones del placer y del dolor. Durante la vida, cualquier separación de la materia se refleja en el alma, quien recibe por ello una impresión más o menos dolorosa. El alma es la que sufre y no el cuerpo. Éste no es más que el instrumento del dolor, el alma es el paciente.
Después de la muerte, estando el cuerpo separado del alma, puede ser impunemente
mutilado, porque nada siente. El alma, cuando está aislada, no sufre por la desorganización de este último. Tiene sus sensaciones propias, cuyo origen no está en la materia tangible.
El periespíritu es la envoltura fluídica del alma, de la cual no se separa ni antes ni después
de la muerte, con la que no forma, por expresarlo así, más que uno, porque no puede concebirse el uno sin el otro. Durante la vida, el fluido periespiritual penetra en el cuerpo en todas sus partes y sirve de vehículo a las sensaciones físicas del alma. Por este intermediario obra también el alma sobre el cuerpo y dirige sus movimientos.

4. La extinción de la vida orgánica causa la separación del alma y del cuerpo por la rotura
del lazo fluídico que los une, pero esta separación jamás es brusca. El fluido periespiritual se separa poco a poco de todos los órganos. de modo que la separación no es completa y absoluta sino cuando no queda un solo átomo del periespíritu unido a una molécula del cuerpo. La sensación dolorosa que el alma experimenta en semejante momento está en razón de la suma de los puntos de contacto que existe entre el cuerpo y el periespíritu, y de la mayor o menor dificultad y lentitud que ofrece la separación. Es preciso, pues, entender que, según las circunstancias, la muerte puede ser más o menos penosa. Estas diversas circunstancias son las que vamos a examinar.

5. Sentemos, desde luego, como principios los cuatro casos siguientes, que se pueden mirar
como las situaciones extremas, entre las cuales hay una multitud de matices:
1.º Si en el momento de la extinción de la vida orgánica estuviese operada completamente la
separación del periespíritu, el alma no sentiría absolutamente nada.
2.º Si en este momento la cohesión de los dos elementos está en toda su fuerza, se produce
una especie de rasgadura que obra dolorosamente sobre el alma.
3.º Si la cohesión es débil, la separación es fácil y se verifica sin sacudidas.
4.º Si después del cese completo de la vida orgánica existen todavía numerosos puntos de
contacto entre el cuerpo y el periespíritu, podrá el alma sentir los efectos de la descomposición del cuerpo hasta que el lazo se rompa enteramente.
    De esto resulta que el sufrimiento que acompaña a la muerte está subordinado a la fuerza de adherencia que une el cuerpo al periespíritu. Que todo lo que pueda menguar esta fuerza y favorecer la rapidez de la separación hace el tránsito menos penoso. En fin, que si la separación se opera sin ninguna dificultad, el alma no experimenta ninguna sensación desagradable.

6. En el tránsito de la vida corporal a la vida espiritual se produce también otro fenómeno de
una importancia capital: es el de la turbación. En este momento, el alma experimenta un sopor que paraliza momentáneamente sus facultades y neutraliza, en parte al menos, las sensaciones. Está, por expresarlo así, cataleptizada, de modo que casi nunca es testigo consciente del último suspiro.
    Decimos casi nunca, porque hay un caso en que puede tener conciencia de ello, como veremos después. La turbación puede, pues, considerarse como el estado normal en el instante de la muerte.
    Su duración es indeterminada, varía de algunas horas a algunos años. A medida que se disipa, el alma está en la situación de un hombre que sale de un sueño profundo. Las ideas son confusas, vagas e inciertas. Se ve como al través de una niebla, poco a poco la vista se aclara, la memoria vuelve, y se reconoce.
    Pero este despertar varía según los individuos. En unos es tranquilo y experimentan una
sensación deliciosa, mientras que en otros está lleno de terror, de ansiedad, y produce el efecto de una terrible pesadilla.

7. El momento del último suspiro no es, pues, el más penoso, porque, ordinariamente, el
alma no tiene conciencia de sí misma. Pero antes sufre por la desagregación de la materia durante las convulsiones de la agonía, y después, por las angustias de la turbación.                     
    Apresurémonos a declarar que este estado no es general. La intensidad y la duración de este sufrimiento están, como hemos dicho, en razón de la afinidad que existe entre el cuerpo y el periespíritu. Cuanto más grande es esta afinidad, mayor es y más penosos son los esfuerzos del espíritu para separarse de sus lazos.

     Pero hay personas en las cuales la cohesión es tan débil, que la separación se opera por sí misma y naturalmente. El espíritu se separa del cuerpo como un fruto maduro cae de su tallo. Esto sucede con las muertes tranquilas y de apacible despertar en la otra vida.

8. El estado moral del alma es la causa principal que influye sobre la mayor o menor facilidad de la separación. La afinidad entre el cuerpo y el periespíritu está en razón de la adhesión del espíritu a la materia. Está en su máximum en el hombre cuyas preocupaciones se encuentran todas en la vida y goces materiales, y es casi nula en aquel cuya alma purificada se ha identificado con anticipación con la vida espiritual. Puesto que la lentitud y la dificultad de la separación están en razón del grado de depuración y desmaterialización del alma, depende de cada uno hacer el tránsito más o menos fácil o penoso, agradable o doloroso.
      Sentado esto, a la vez como teoría y como resultado de la observación, nos queda por examinar la influencia de la clase de muerte sobre las sensaciones del alma en el último momento.

El cielo y el infierno según el espiritismo. Allan Kardec.

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                     ALEGRIA DE VIVIR

     La vida es un poema de belleza, cuyos versos están constituidos de propuestas de luz, escritas en la partitura de la Naturaleza, que exalta su presencia en todas partes. La existencia física es un cuadro aparte de conquistas y encantamiento, mediante cuyo aprendizaje el espíritu se embellece y alcanza los páramos de la realidad. En todas partes hay sol y armonía invitando a la paz y a la participación en su conjunto feliz. Sin embargo, solamente la criatura humana se presenta triste , marcada por las zarzas morales que carga de las actitudes pasadas, de los compromisos mal vividos, de las realizaciones desastrosas, transfiriendo de una etapa a otra lo que podría lograr de una vez, en el caso que resolviera por la solución de las dificultades de dentro para fuera, que es la contribución del esfuerzo bien dirigido.
     La alegría de vivir, pues, debe ser parte activa del programa de construcción personal de la criatura inteligente. Disfrutar de toda la magia existente en el panel universal, sacando las maravillosas concepciones de plenitud que está al alcance de todo aquel que desea elevarse, libre de tormentos y de amarras con el pasado.
     El destino de la criatura es la libertad, hacia donde sigue con los ojos puestos en el futuro. Ser libre significa no depender, optando por lo que constituye estimulo para la victoria; no tener pasado ni inquietarse por el futuro, viviendo ampliamente el presente en transportes de paz y alegría.
     A medida que se madura psicológicamente, la alegría de vivir constituye una razón poderosa para la prosecución de la actividad de iluminación. Tal alegría, ciertamente, no impide episodios de reflexión por el dolor, de ansiedad, por amor, de espera por la salud, de presencia de la enfermedad, de angustias momentáneas, de inquietud delante de lo que esté ocurriendo. Esos fenómenos, que forman parte del curso existencial, no eliminaba la alegría, más bien le dan motivo de presencia, porque a cada desafío sigue una victoria; después de cada testimonio viene una conquista; a cada emprendimiento de dolor se presenta un nuevo peldaño de equilibrio, haciendo que la alegría sea constante y motivadora para la producción de nuevos valores.
     La alegría proporciona al cerebro una mayor contribución de enzimas especiales, encargadas de producir la salud, posibilitando la risa que es un estimulante poderoso para la fabricación de inmunoglobulina salivar, portadora de factores inmunizantes, que propician el constante equilibrio orgánico, evitando la invasión de varios virus y bacterias perniciosas.
     Reír es una forma de expresar la alegría sin que la carcajada estridente, nerviosa, descontrolada, tome parte en su exteriorización. Cuando reímos, estimulamos preciosos músculos faciales y generales, eliminamos toxinas perjudiciales acumuladas, que terminan por intoxicar al individuo.
     La riso-terapia significa un recurso valioso para evitar determinadas contaminaciones, pero también para auxiliar en el restablecimiento de patologías graves, principalmente infecciosas mutiladoras, las degenerativas de la máquina orgánica y varios disturbios en las áreas emocional y psíquica.
     Asevera el Evangelio que raramente Jesús sonreía. Normalmente se le veía  llorar y casi nunca sonreír. El que se presentaba como el Ser más perfecto que Dios ofreció al hombre para servir de modelo y Guía, como aclararon los espíritus al eminente Codificador Allan Kardec… Que llorase, resulta paradójico… se trata de una contradicción aparente, sus lágrimas no eran de sufrimiento, sino de compasión, ese sentimiento superior y elevado de coparticipación que dirigía a las criaturas, que preferían permanecer en la ignorancia en vez de aprovechar Sus lecciones libertadoras. Era una forma de expresar ternura por los enfermos voluntarios, que en Él tendrían la terapéutica eficaz para librarse de los males que los amargaban y no obstante, relegaban a un plano secundario, aturdidos por la búsqueda del casi nada inmediato y fugaz.
Esto está demostrado cuando hablaba de Su Buena Nueva de Alegría y se presentaba como la Puerta de las ovejas, la Luz del mundo, el Camino, La Verdad, y la Vida, el Buen Pastor, informando que somos la Sal de la Tierra, las ovejas, los necesitados de todo jaez, necesitados  de Él, como conductor y Psicoterapeuta para nuestra innumerables deficiencias y enfermedades del alma.
      El autoconocimiento revela al ser sus posibilidades y limitaciones, abriendo espacios para la renovación y conquista de nuevos horizontes de salud y plenitud, sin conciencia de culpa y sin estigmas.
     La psiconeuroinmunologia viene a demostrar que el estado de salud puede ser conseguido por el propio individuo que resuelve renovarse y creer en si mismo, en sus inmensas reservas de energías, en el valor de sus conquistas. Perfectamente compatibles con la ley de Causa y Efecto, las realizaciones positivas eliminan o disminuyen el peso de las negativas perjudiciales.
La criatura humana es lo que es su psiquismo;  conforme el actúa, así se presentan las manifestaciones del mundo de su yo y del Ser.
     Por tanto el pensamiento bien construido, actúa en el mecanismo del sistema nervioso, en el cerebro y estos conjugados, producen enzimas protectoras que tornan inmune el organismo a muchas invasiones de agentes destructivos, propiciando la salud.
     La alegría de vivir es una invitación para una existencia rica en producciones morales, espirituales, artísticas, culturales, estéticas, y nobles.
     El destino existencial deja de ser el vivir bien, que es una de las metas humanas, para ser el bien vivir, que es una conquista personal intransferible, especial, que jamás se altera o se pierde, fomentando la felicidad y trabajando por la paz a la que todos aspiran.

Trabajo extraído del libro “Vida, desafío y soluciones” de Divaldo Pereira Franco

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