sábado, 3 de septiembre de 2022

Sufrimiento y resignación

   INQUIETUDES ESPÍRITAS

1.-  Corona virus- Una mirada espírita.

2.- Leyes de la comunicación espírita

3.- Sufrimiento y resignación

4.- Algunos defectos del Alma. ( 1 )


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Corona virus – Una Mirada Espírita


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Con los momentos de tensión y miedo que vive actualmente la humanidad, es necesario que los espíritas tomen posición y tengan preguntas muy justas sobre la crisis actual. Recordando que el planeta se encuentra en plena regeneración, donde espíritus superiores nos advirtieron que serían momentos de miedo y cambios paulatinos, un atractivo concierto sentimental que nos unirá como hermanos. En este texto exploraremos las lecciones aprendidas y las posibilidades de aplicar nuestra fe cristiana espírita junto a otro momento de calvario planetario.

Actualmente vivimos un momento de crisis planetaria. Naciones de todo el mundo claman por su muerte y de la urgencia de la hermandad hay pruebas evidentes en cada territorio terrestre. En momentos de crisis, la fraternidad aparece ofreciendo esperanza y caridad como remedios para el alma en un momento en que la ciencia lucha en el campo material para combatir a un enemigo que no es consecuencia directa de nuestros excesos como espíritus encarnados.

El virus Corona, que causa la enfermedad Covid-19, ha llevado a muchas personas a la desesperación y a la miseria. A pesar de ser una enfermedad no letal, se transmite con mucha facilidad, lo que provoca más miedo a quienes tienen familiares y amigos en grupos de riesgo.

 Podemos continuar nuestra reflexión sobre esta calamidad vivida. Ismael, el espíritu responsable de Brasil, en un comunicado de FEB del 28/02/2020 , nos recuerda que el Covid-19 no es más que una consecuencia directa de nuestra debilidad moral, que irremediablemente asola el planeta hasta el punto de herirlo gravemente. energética y físicamente. Nuestras acciones inoportunas y exageradas han llevado al globo al límite de sus recursos y toda nuestra exuberancia material ha pasado a la realización de los fenómenos naturales creciendo estos en proporción y destrucción.

La ley de destrucción también es un factor importante en esta pandemia. Sabemos, según Kardec, que la ley de destrucción es parte del proceso evolutivo humano. Es a través de la ley de la destrucción que el espiritismo explica por qué Dios permite que el flagelo golpee a la humanidad y distribuya los males a escala mundial.

737.- ¿ Con qué propósito golpea Dios a la humanidad con flagelos destructivos?

" Para que su progreso sea más rápido. ¿ No decimos que la destrucción es necesaria para la regeneración moral de los espíritus que, en cada nueva existencia, crean un nuevo peldaño en la escala de la perfección?. Hay que ver el final para apreciar los resultados. Solo desde su punto de vista personal evalúan, y por el daño que les causa, los llamáis flagelos; pero estos disturbios son necesarios para que un mejor orden de cosas pueda darse con mayor facilidad y, en unos años, lograr lo que se ha requerido para muchos siglos."

Vemos en este pasaje que los flagelos son herramientas usadas por la divinidad a través de la ley de destrucción y la ley de causa y efecto que apuntan al mejoramiento y aprendizaje del ser humano. Pero, ¿es esta la única manera de aprender y evolucionar? sigue la siguiente pregunta, los espiritus dicen que no.

738.- ¿No podría Dios emplear, para el mejoramiento de la Humanidad, otros medios que los flagelos destructivos?

"Sí, los usas todos los días, porque a cada uno le ha dado los medios de progreso, a través del conocimiento del bien y del mal. Es el hombre que no se aprovecha de ellos; es necesario castigarlo en su orgullo y hacerle sentir su debilidad"

a) Pero esos flagelos afectan tanto al bueno como al malo; ¿ es eso justo?

" Durante la vida, el hombre se relaciona en todo con su cuerpo; pero después de la muerte piensa de otra manera. Como ya hemos dicho, la vida del cuerpo es poca; un siglo de vuestro mundo representa un relámpago en la eternidad; por tanto, los sufrimientos de lo que llamáis unos meses o unos días, no significa nada. Tengo una enseñanza para tí que te servirá en el futuro. Los espíritus, que preexisten y sobreviven a todo, son el mundo real (ver pregunta 85); estos son los hijos de Dios y el objeto de toda vuestra solicitud; los cuerpos son solo disfraces, balo los que aparecen en el mundo. En las grandes calamidades que matan a los hombres, es como durante la guerra, un ejército que ve desgastados, extraviados o perdidos sus uniformes. El general se preocupa más por sus soldados que por sus uniformes".

b) Pero las víctimas de estos flagelos, en él dejan de ser víctimas....

"Si se considerara la vida tal como es y lo poco que representa, en relación al infinito, se le daría menos importancia. Estas víctimas encontrarán, en otra existencia, una compensación a sus sufrimientos, si saben superarlos"

Sí, si la muerte procede de un flagelo o de una causa común, nadie escapa de la muerte cuando llega la hora de partir; la única diferencia es que, en estos casos, se van  un mayor número al mismo tiempo. Si pudiéramos elevarnos, a través del pensamiento, para dominar a la Humanidad y abarcarla por completo, estos tan terribles flagelos nos parecerían sólo tempestades pacíficas, en el destino del mundo.

Con esto nos damos cuenta que los flagelos de la humanidad son, inequívocamente, aprendizajes necesarios que provienen de la ley de causa y efecto, donde si un grupo de espíritus pasa por una situación expiatoria, significa que de alguna manera están retribuyendo la ley de Dios. por una acción pasada.

¿Cuál sería el resultado de estos flagelos? ¿Tiene algún sentido más allá de la expiación? Según los espíritus, además de expiar, estos flagelos reavivan en los seres humanos los más puros sentimientos de caridad, fraternidad y abnegación. En momentos de crisis, el corazón humano se ve más cálido y, salvo algunos ejemplos tardíos de barbarie, se ve más caritativo.

739. ¿Los flagelos destructivos son útiles, desde el punto de vista físico, a pesar del daño que causan?

“Sí, a veces cambian las condiciones de una región; pero el bien que resulta de ellos a menudo solo lo sienten las generaciones futuras”.

740. ¿No serán los flagelos, igualmente, para el hombre, pruebas morales que lo ponen frente a las más duras necesidades?

“Los flagelos son pruebas que dan al hombre la oportunidad de ejercitar su inteligencia, de mostrar su paciencia y su resignación a la voluntad de Dios, y lo inclinan a manifestar sus sentimientos de abnegación, desinterés y amor por los demás, si está entre los dominados por el egoísmo.”

Por eso, el espírita debe estar seguro de que tal virus, como toda enfermedad humana, pasará, dejando su estrella de destrucción y aprendizaje. Sin embargo, esto no debe ser motivo para que perdamos la fe en la humanidad, en los buenos ejemplos diarios que surgen frente al caos, de la fraternidad que salva. Solo el amor nos rescatará de esta pandemia. Ama mucho, a distancia, tiene fe y entiende que este momento es fruto de nuestra imprudencia e intromisión de nuestros defectos. Que Dios bendiga a la ciencia, a los médicos e investigadores que están dando la vida por salvarnos de este brote que tanto teme nuestra alma, sigamos con fe, con esmero pero con mucha esperanza.

¡Mucha paz!

             ( Art. tomado de "Espiritismo del Alma",  adaptado y corregido por J.L.Martín) 


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LEYES DE LA COMUNICACIÓN ESPÍRITA


Sabemos que todo vibra e irradia en el Universo porque todo es fuerza, luz y vida. Penetra a la Naturaleza, en sus menores átomos, una energía infinita – origen de todos los fenómenos. Idénticamente, cada Espíritu, libre o encarnado, posee, conforme a su nivel de adelantamiento y de pureza, una irradiación cada vez más rápida, intensa  luminosa.
La ley de las atracciones y correspondencias rige todas las cosas; las vibraciones, atrayendo vibraciones similares, aproximan y vinculan a las almas, los corazones, los pensamientos.
Nuestros malos deseos y concupiscencias crean en torno a nosotros una atmósfera fluídica impura, propicia a la acción de las influencias del mismo orden, al paso que las nobles aspiraciones atraen las saludables vibraciones, las irradiaciones de las esferas superiores.
Tal es el principio de la evolución; reside en la capacidad, que posee el indivíduo, de asimilar las fuerzas misteriosas de la Naturaleza, para elevarse, mediante  su auxílio, y ascender gradualmente hasta la causa de las causas, la Fuente inexorable de la que procede toda la vida.
La escala ascensional comporta planos sucesivos y superpuestos; en cada uno de ellos los seres son dotados del mismo estado vibratorio, de medios análogos de percepción que les permiten reconocerse mutuamente, al paso que se  conservan invisibles y muchas veces  hasta irreconocibles, los seres de los planos superiores, en consecuencia de su estado vibratorio más acelerado y de sus condiciones de vida más sutiles y más perfectas.
Es lo que a los Espíritus acontece,entre sí, según sus diferentes grados de purificación, y a nosotros mismos en relación a ellos. Por lo tanto, tal como se puede ampliar el campo de la visión humana con el auxilio de los instrumentos de la óptica, también se puede aumentar o reducir la suma de las vibraciones, de suerte que alcancen un estado intermedio en el que los modos de existencia de dos planos distintos, se combinen y entren en correspondencia.
Para comunicar con nosotros, deberá el Espíritu amortiguar la intensidad de sus vibraciones al mismo tiempo que activará las nuestras. En eso, el hombre puede ayudarle voluntariamente; el punto a alcanzar constituye para él el estado de mediumnidad.
Sabemos que la mediumnidad, en el mayor número de sus aplicaciones, es la propiedad que tienen algunos de entre nosotros, de exteriorizar en grados diversos, desprendiéndose del envoltorio carnal, imprimiendo más amplitud a sus vibraciones psíquicas. Por su parte, el Espíritu liberado por la muerte, se impregna de materia sutil y atenúa sus radiaciones propias, a fin de ponerse al unísono con el médium.
Aquí se hacen necesarios unos números explicativos. Admitamos, a ejemplo de algunos sabios, que sean de 1.000 por segundo las vibraciones normales del cerebro humano, En estado de "Trance", o de desprendimiento, la cubierta fluídica del médium vibra con mayor intensidad, y sus radiaciones alcanzan la cifra de 1.500 por segundo. Si el Espíritu, libre en el espacio, vibra en razón de 2.000 en el mismo lapso de tiempo, le sería posible, mediante una materialización parcial, bajar ese número a 1.500. Los dos organismos vibran entonces simpáticamente; pueden establecerse relaciones y el dictado del Espíritu será percibido y transmitido por el médium en trance sonambúlico.
Es esa armonización de las ondas vibratorias la que imprime a  veces al fenómeno de las incorporaciones, tamaña precisión y nitidez. En los otros estados de mediumnidad, el pensamiento del Espíritu se podrá comunicar  igualmente mediante las vibraciones correspondientes, puesto que menos intensas que las vibraciones iniciales, del mismo modo que una nota musical se repite, de octava en octava, desde la clave más alta a la más baja de la vibración armónica.
En el hombre, la inteligencia y el desarrollo del cerebro, se hallan en íntima correlación; la una no se puede manifestar sin el otro. A medida que el ser se eleva en la escala humana, del más salvaje al más civilizado, la frente se hace prominente, el cráneo se amplía, al mismo tiempo que se expande la inteligencia. Cuando el desarrollo exterior alcanzó el apogeo, el pensamiento aumentó la energía interna del cerebro, multiplicando las circunvoluciones y los surcos, diseñando estrías, formando protuberancias. Hace del cerebro un mundo maravilloso y complicado, hasta tal punto, que el examen de ese órgano, aun vibrante por las impresiones de la vida que acaba de escaparse, es uno de los más atrayentes espectáculos para el fisiologista.
Tenemos en eso, una prueba de que el pensamiento trabaja y perfecciona el cerebro, porque hay una íntima relación entre ellos. Uno es un admirable instrumento, el teclado, que el otro maneja, haciéndole desgranar todas las armonías de la inteligencia y del sentimiento. ¿ Como puede ejercer el pensamiento su acciòn sobre la materia cerebral?. Por el movimiento. El pensamiento imprime a las moléculas del cerebro movimientos vibratorios de variada intensidad.
Vemos que todo en la Naturaleza se resume en vibraciones, perceptibles para nosotros en cuanto que estén en armonía con nuestro propio organismo, pero que se nos escapan cuando son muy rápidas o demasiado lentas. Nuestra capacidad de visión y de audición es limitadísima; pero, más allá del límite que nos acota, las fuerzas de la Naturaleza continúan vibrando con vertiginosa rapidez, sin que percibamos cosa alguna.
Pues bien: exactamente como los sonidos y la luz, los sentimientos y los pensamientos se producen por vibraciones que se propagan por el espacio con intensidades diferentes. Los pensamientos de cólera y de odio, las eternas súplicas de amor, el lamento del desgraciado, los gritos de pasión, los impulsos del entusiasmo, van,  por la inmensidad de lo externo, relatándonos a todos la historia de cada uno y la historia de la Humanidad. Las vibraciones de los cerebros pensantes, de hombres o de Espíritus, se cruzan y se entrecruzan hasta el infinito, sin confundirse jamás. En torno a nosotros, por todas partes, en la atmósfera. ruedan y pasan como torrentes incesantes, flujos de ideas, ondas de pensamientos, que impresionan a los sensitivos y son muchas veces causa de perturbación y error en las manifestaciones.
Decimos: hombres o Espíritus. En efecto, el cerebro humano emite bajo forma de vibraciones y el cerebro fluídico del Espíritu proyecta bajo forma de ondas más extensas, de radiaciones que vibran con un más  largo y poderoso ritmo, por eso es que las moléculas fluídicas, más flexibles, más maleables que los átomos del cerebro físico, obedecen mejor a la acción de la voluntad. 
Entretanto, esos cerebros humanos y espirituales, encierran las mismas energías. Al paso que, sin embargo, en nuestro cerebro mortal esas energías dormitan o vibran débilmente, en los Espíritus alcanzan el máximo de intensidad. Una comparación nos hará com`prender mejor este fenómeno.
Encuentra el profesor Ch. Drawbarn esa comparación en un bloque de hielo, en el que se hallan contenidas en estado latente todas las potencialidades que mantienen unidos a los cristales de que se compone. Sometiendo ese bloque a la acción del calor, se desprenden fuerzas que irán creciendo, hasta que transformado el hielo en estado de vapor, haya readquirido y manifestado todas las energías que encierra. Se podría comparar nuestro cerebro a ese bloque de hielo, debilmente vibratorio, bajo la acción estricta del calor, al paso que el del Espíritu será el vapor vuelto invisible, porque vibra e irradia con demasiada rapidez para que pueda ser percibido por nuestros sentidos.
La diferencia de los estados se complica con la variedad de las impresiones. Bajo la influencia de los sentimientos que los animan, desde la calma del estudio a las tempestades de la pasión, las almas y los cerebros vibran en grados diversos, obedeciendo a velocidades diferentes; la armonía no se puede establecer entre ellas sino cuando se igualan sus ondas vibratorias, como acontece con los diapasones idénticos o con las placas telefónicas. Un cerebro de lentas y débiles excitaciones no se puede armonizar con otros cuyos átomos son animados por un movimiento vertiginoso.
En las comunicaciones espíritas la dificultad, por tanto, consiste en armonizar vibraciones y pensamientos diferentes. Y en la combinación de las fuerzas psíquicas y de los pensamientos entre los médiums y los experimentadores, de un lado, y entre estos y los Espíritus de otro, es donde reside enteramente la ley de las manifestaciones.
Son favorables las condiciones de experimentación cuando el médium y los asistentes constituyen un grupo armónico, esto es, cuando p iensan y vibran al unísono. En caso contrario, los pensamientos emitidos y las fuerzas exteriorizadas se entorpecen y anulan recíprocamente. El médium, en medio de esas corrientes contrarias, experimenta una opresión, un mal estar indefinible;  incluso a veces se siente como paralizado, derrotado. Será necesaria una poderosa intervención oculta para  producir el más mínimo fenómeno.
Incluso cuando es completa la armonía entre las fuerzas emanadas de los asistentes, y los pensamientos convergen hacia un objetivo único, una u otra forma de dificultad se presenta. Esa unión de fuerzas y de voluntades puede ser suficiente para provocar tanto efectos físicos  como fenómenos intelectuales, que después son atribuidos a la intervención de personalidades invisibles. Es prudente y de buen sentido, admitir, por consiguiente, esa intervención, cuando queda establecida por hechos rigurosos.
Muchas personas se admiran y  y vacilan ante las primeras dificultades que encuentran en sus intentos de comunicación con los Espíritus.  Y preguntan por qué es tan rara, tan poco concluyente la intervención de estos y por qué no está la Humanidad entera familiarizada con un hecho de tal magnitud.
Otras, prosiguiendo las investigaciones, obtienen pruebas satisfactorias y se tornan adeptas convencidas. Sin embargo, objetan aún que los seres amados que tienen en el Espacio, parientes y amigos fallecidos, a pesar de sus vehementes deseos y reiteradas solicitudes, nunca les dieron el menor testimonio de su presencia, y ese fracaso les deja unos restos de duda y de desagradable incertidumbre. Era ese el sentimiento que el propio Sr. Flammarión exponía en una publicación reciente.
Entonces, todo experimentador esclarecido fácilmente a sí mismo, tratará de explicar la razón de tales milagros. Vuestros deseos de comunicar con determinado Espíritu y el igual deseo por parte de este, no bastan solamente por sí mismos; es preciso que todavía otras condiciones se coincidan, determinadas por la ley de las vibraciones.
Vuestro amigo invisible escucha los llamados que le dirigís y procura responderos. Sabe que para comunicar con vosotros, es preciso que vuestro cerebro físico y el cerebro fluídico de él, vibren al unísono. Ahí surge una primera dificultad. Su pensamiento irradia con demasiada velocidad como para que lo podáis percibir. Será entonces su primer cuidado imprimir a sus vibraciones un movimiento más lento. Para eso un estudio mas o menos prolongado se hará preciso, variando las probabilidades de éxito conforme a las aptitudes y experiencias del operador.
Si falla el intento, toda comunicación directa se torna imposible y él tendrá que confiar a un Espíritu más poderoso o más hábil la transmisión de sus  dictados. Es lo que frecuentemente acontece en las manifestaciones. Suponer que recibís el pensamiento directo de vuestro ammigo, y entre tanto, él no os llega sino gracias al auxilio de un intermediario espiritual. De ahí ciertas inexactitudes u oscuridades, atribuibles al transmisor, que os dejan perplejos, al paso que la comunicación, en su conjunto, presenta todos los caracteres de la autenticidad.
En la hipótesis de que vuestro amigo del otro mundo disponga de los poderes necesarios, le será preciso buscar a un médium cuyo cerebro, por sus movimiento vibratorios, sea susceptible de poderse armonizar con el suyo. Hay, por lo tanto, tan gran variedad entre los cerebros como entre las voces o las fisonomías; identidad absoluta no existe. El Espíritu será forzado a contentarse con el instrumento menos impropio al resultado que se propone. Hallado ese instrumento, se aplica a desarrollar las cualidades receptivas. Podrá conseguir el deseado éxito en poco tiempo; algunas veces, por eso, serán necesarios meses y años, para conducir al médium  al requerido grado de sensibilidad.
O bien podeis ser vosotros mismos ese médijum, ese sensitivo. Si sois conscientes de vuestras facultades, si os prestais a la acción del Espíritu, alcanzaréis ciertamente el fin deseado. Para eso se requiere, al mismo tiempo, paciencia, perseverancia, continuidad y regularidad de esfuerzos. ¿ Poseeis acaso esas cualidades?. ¿ Vuestra fuerza de voluntad será siempre igual e inquebrantable?. Si procedeis de modo incoherente, hoy con ardor, mañana tibios, de tal modo que las vibraciones de vuestro cerebro varíen en considerables proporciones, no os admiréis por la diferencia y hasta la nulidad de los resultados.
Puede suceder que, sintiéndose impotente para activar en grado suficiente, en el estado de vigilia, las vibraciones de vuestro cerebro, recurra vuestro amigo invisible al "trance", y por el sueño os procure volver al inconsciente. Entonces vuestro periesíritu se exterioriza; sus irradiaciones aumentan, se dilatan; la transmisión se hace posible; exprimís el pensamiento del Espíritu. Con todo, al despèrtar, no conservareis recuerdo alguno de lo ocurrido, y solamente por los demás conoceréis lo que salió de vuestros labios.
Todos esos fenómenos son regidos por leyes rigurosas; cualesquiera que sean vuestras facultades, vuestros deseos, si no podeis satisfacer sus exigencias, vuestros padres y amigos fallecidos y todas las legiones invisibles, en balde actuarán sobre vosotros. Ocurre todavía, que encontrareis desconocidos, hombres o mujeres, que la casualidad parece colocar en vuestro camino. Nada saben de esas cosas. La ciencia del más allá del túmulo puede ser para ellos letra muerta; entre tanto, poseen un organismo que vibra armoniosamente con el pensamiento  de vuestros parientes, de vuestro hermano o madre, y por su intermedio estos pueden  mantener con vosotros conversaciones expansivas.
Podré, a título de ejemplo, citar el siguiente caso: mi padre fallecido hacía quince años, nunca se había podido comunicar en el seno del grupo cuyos trabajos dirigió por mucho tiempo, poor ninguno de los médiums que le sucedieron. Solamente uno de ellos había podido entrever como una vaga e indistinta sombra. Había perdido toda esperanza de conversar con él, cuando una noche en Marsella, por ocasión de una visita de despedida hecha a una familia amiga, llega una señora, que no aparecía desde hacía más de un año, y tras los cumplidos habituales, toma asiento a nuestro lado. En medio de nuestra conversación, ella cae en un sueño espontáneo y , con gran sorpresa para mí, el Espíritu de mi padre, que ella jamás había conocido, se manifiesta por su intermedio, dándome las más irrecusables pruebas de identidad y, en una tierna efusión, describe las sensaciones, las emociones que había experimentado desde el momento de la separación.
Del conjunto de estudios sobre las vibraciones armónicas de los cerebros, resulta una comprobación: Por la orientación y persistencia de nuestros pensamientos podemos modificar las influencias que nos rodean y entrar en relación con inteligencias y fuerzas similares. Ese caso no es únicamente exacto respecto a los sensitivos y los médiums; también se da con todo ser pensante. Las influencias del Más Allá pueden irradiar sobre nosotros sin que haya comunicación consciente con los seres que lo pueblan. No es necesario creer en la existencia del mundo de los Espíritus y querer conocerlo, para experimentar los efectos. La ley de las atracciones es ineludible, todo hombre le está sometido. Por eso la censura que dirigen a los espíritas, acusándonos de atraer exclusivamente, en virtud de sus prácticas, a las fuerzas malignas del Universo, es insostenible ante los hechos.

Depende del hombre recibir las más diversas inspiraciones, desde las sublimes hasta las groseras. Nuestro estado mental es como una brecha por donde amigos o enemigos, pueden penetrar en nosotros. Los sensuales atraen Espíritus sensuales que se asocian a sus actos y deseos y les aumentan la intensidad; los criminales atraen a los violentos que los empujan cada vez más lejos en la práctica del mal. El inventor es auxiliado por investigadores del Más Allá. El orador tiene la percepción de imágenes que fijará en arrobos de elocuencia propios para emocionar a las multitudes. El pensador, el músico, el poeta, recibirán las vibraciones de las esferas en las que lo verdadero y lo bello constituyen un objeto de culto; almas superiores y poderosas les transfundirán las opulencias de la inspiración, el soplo divino que acaricia las frentes soñadoras y produce las maravillas del genio, del talento.

Así, de uno a otro plano, responde el Espíritu a las solicitudes del Espíritu. Todos los planos espirituales se ligan entre sí. Los instintos de odio, de depravación y crueldad, atraen a los Espíritus del abismo. La frivolidad atrae a los Espíritus livianos, pero la plegaria del hombre de bien, la súplica por él dirigida a los Espíritus celestes, se eleva y repercute nota a nota, en la gama ascensional, hasta las más elevadas esferas, al mismo tiempo que e las regiones profundas del Infinito, descienden sobre él las ondas vibratorias, los efluvios del pensamiento eterno, que lo penetran de una corriente de vida y de energía. El Universo entero vibra bajo el pensamiento de Dios.

                  - Léon Denis – En lo Invisible -


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              SUFRIMIENTO Y RESIGNACIÓN

      Aquí, en el mísero destierro que vivimos, en esta especie de cárcel en donde el Espíritu gime cautivo por causa de sus desaciertos, a cada instante nos hallamos frente a frente con el dolor, más o menos intenso; y aun en algunos casos, este aparece con tal exuberancia, que dificilmente bastan las humanas fuerzas para sobrellevarlo con la resignación necesaria.

     Cuando esto sucede, el Espíritu se abate y estaciona en su marcha progresiva, a menos que la fuerza de su razón, haciéndole superior al infortunio, haga que mire a este como una ligera nubecilla, o como uno de esos escollos tan frecuentes en la vida.

     La moralidad es la que más nos predispone al raciocinio, en cuya virtud se modifican mucho todas las pasiones. Por eso es que a veces vemos alguna persona abrumada por el dolor, y sin embargo nos admira su serenidad y abnegación sin límite, al cabo que otras se desesperan por la contrariedad más insignificante; desequilibrio humano que procede de la madurez de juicio en unos y de la irreflexión en los más.

     Tenemos una amiga íntima, que además de tener una posición muy desahogada, es amada por su esposo y querida de toda la familia; además, como quiera que la felicidad nunca es completa, puesto que siempre hay alguna nube que la empaña, nuestra joven amiga tiene su penosa prueba en sus hijos.

     El primero que tuvo revelaba una gran inteligencia; apenas tenía un mes, ya se sostenía cuando lo acariciaban, y su expresiva mirada se fijaba tan particularmente en todos, que parecía decirnos que solo era un niño en la apariencia. Su madre estaba loca con él; toda la familia lo quería a cada cual más, y cuando todos se forjaban las más bellas ilusiones para el porvenir, sobrevinieron al niño ataques epilépticos que le duraron quince días, sin que en este tiempo pudiera descansar más de una o dos horas diarias; el médico que admiraba de que la criatura de un mes soportara tanto sufrimiento.

     A causa de esta enfermedad, que no le fue curada por completo, le quedó una cabeza tan deforme que daba lástima verle; y de este modo y siempre enfermo, vivió hasta los diez meses. Cuando estaba expirando lo llamó su madre; el niño abrió los ojos, los fijó en ella y, dando un grito agudo, terminó su vida material. Al mismo tiempo, la madre fue presa de fuerte desmayo que le duró algunas horas; cuando volvió en ´sí, estaba medio loca, diciendo que se quería ir con su hijo, porque aquí no estaba bien, y a pesar de ser muy devota, pues todos los días iba a misa y se confesaba a menudo, decía que no había Dios y que si existía no era justo, porque se complacía en arrebatarle a su hijo que ella tanto amaba. Su esposo, que era muy bueno y reflexivo, sintió la separación de su hijo muchísimo, pero no exhaló ni una queja. Desde entonces nuestra amiga decía que si otros hijos tuviera, a ninguno querría como al que se había ido. ¡ Vano propósito!, un segundo Espíritu vino a reclamar sus cuidados y desde los primeros días demostró un cariño predilecto por su madre, y de un modo tan marcado que apenas quería ir con nadie sino con ella. Cuando alguien se lo llevaba, aunque fuese de la familia, se ponía a llorar amargamente hasta que su madre lo volvía a coger, entonces callaba de repente, acercaba su carita a la de ella y le echaba los bracitos al cuello, como para demostrarle su cariño; su madre ante esto, lo amó doble que al primero, y como se criaba tan hermoso, solía decir, ¡ este sí que vivirá y será mi consuelo!.

       Cuando el niño tenía catorce meses, por un descuido de la criada, se vertió encima una botella de agua fuerte, causándole la muerte tras ocho días durante los que sus gemidos no cesaron un instante. Nuestra amiga, que no vio expirar a su hijo, por haber ocurrido en el preciso momento en que había ido a descansar, cuando lo supo, no tuvo valor para ver su cadáver y se fue desesperada a casa de unos parientes. Quince días después fuimos a verla, encontrándola con la mirada algo perdida y sin poderse dar cuenta de lo que le pasaba; procuramos consolarla cuanto pudimos, pero ella en vez de resignarse, exclamó:

- ¡ Soy muy desgraciada !....

- No eres tu sola- le dijimos. Ten paciencia, porque otros hay que lo son más que tú.

- No, más que yo no; tanto, tal vez. ¿Te parece poca pena, dos hijos que he tenido y verlos sufrir de un modo tan intenso para después marcharse?, ¡ Tanto como yo los quiero y los cuido!. Al ver a mi hijo quemado, loca, fuera de mí, hice llamar a seis médicos y les dije que, costara lo que costara, me curasen al niño, sin embargo todo fue inútil !. ¡ En fin!, te voy a ser franca: Te diré que estoy harta de la vida, Para no sufrir, no hay como ser hombre. Sin ir más lejos, ahí tienes a mi esposo, que ni ha llorado ni ha dejado de comer un solo día, y cuando le hablo de los niños, me dice que me resigne, porque cuando así sucede es porque así nos conviene. ¡ Cómo si hubiese alguna madre que le conviniera que se le muriesen sus hijos !. Y el caso es que él los quería mucho, de modo que no me explico cómo lo ha sentido tan poco. Yo en cambio, apenas pruebo alimento y no hago más que llorar y pensar en él. ¡ Hijo de mi alma, qué muerte tan dolorosa!. ¡ Ah..no hay como una madre para sentir !.

- Es cierto que las madres sienten con más vehemencia; pero a pesar de esto no creas que tu esposo no lo haya sentido tanto como tú. Lo que sucede es que él tiene más fuerza de voluntad para dominarse y por consiguiente más resignación. Además, comprende que si se abate y no come, no adelanta nada, y necesita estar lo más tranquilo posible para cumplir sus asuntos particulares y atender los cargos que sobre él pesan. Él sabe que la vida está llena de abrojos, y cuando estos pinchan, en vez de desesperarse, procura curar la herida lo mejor que puede. Haz tú lo mismo y ganarás mucho, pero no atribuyas a la indiferencia de tu esposo lo que es una condición bellísima. Puedes creer que el hombre no es menos sensible para el sufrimiento que una mujer, pero sabe resistirlo más, salvo excepciones, y guardarlo en su pecho. Resígnate como él y encontrarás la calma que no tienes. Fija la mirada en otras infelices que también son madres como tú y verás cuantas hay que por falta de recursos ven morir a sus hijos en la mayor miseria, y sin poderlos rodear de los cuidados propios de la ternura maternal. Sin embargo tú has podido rodear al tuyo de cuantos cuidados han sido necesarios, y esto siempre es un consuelo para los padres.

     Cómo nuestra amiga estaba muy lejos de la resignación, nuestras palabras no le causaron el efecto que pretendíamos, y todavía continúa en el mismo estado. Su poca confianza en Dios hace que su prueba sea más dura, y cuanto menos se resigne, estamos seguros de que más grandes serán sus sinsabores.

    Cuando los dolores supremos nos abruman, en esos instantes en que se lucha titánicamente para contrarrestar la desgracia, la reflexión y la paciencia son el único baluarte desde el que el espírita puede defenderse para salir airoso de su empresa. La desesperación a nada bueno conduce; solo sirve para turbar el espíritu, haciéndole obrar desacertadamente.

    La fuerza del dolor, con el tiempo, nos hace buenos y resignados: la felicidad constante nos haría olvidarnos de nuestro deber, ingratos y orgullosos.

   Es preciso tener la firme convicción de que a la Tierra no se viene solo a gozar, sino también a sufrir las consecuencias de nuestro mal proceder, y si alguna felicidad hallamos a nuestro paso, es tan solo para neutralizar las amarguras de la vida, ya que son esos efímeros goces que vienen a darnos aliento y fuerzas, a manera de pequeños oasis en el desierto, no podríamos resistir el cansancio de nuestro viaje por la ´Tierra.

    No cabe duda de que hay muchos grados de sufrimientos en la vida, pero en una u otra forma, todos guardan momentos felices, breves paréntesis de vicisitudes amargas, con el fin de que comprendamos la infinita bondad de Dios. Quien sabe resignarse en los grandes dolores, los vence y tras ellos viene la calma a fortalecer el espíritu; pero si nos entregamos a la desesperación, la calma se convierte en continua tortura, siendo esta la principal causa de nuestra infelicidad.

- Cándida Sanz- ( Art. tomado de la Rev. Fraternidad Cristiana Espírita nº 60)


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        ALGUNOS DEFECTOS DEL ALMA

                                                      (1)

     El primero en destacar aquí, es el “Amor Propio” como factor negativo.   En realidad solo es una forma de egoísmo, por tanto es un factor  negativo que se muestra en personas que solamente son capaces de amarse a sí mismas sin amar a los demás ni importarles ningún problema ajeno.  El común de las gentes lo confunde como algo positivo que deberíamos  tener todo el mundo. Ello sin duda, es porque se le confunde con la dignidad y la autoestima, que si son factores positivos. Sin embargo el amor propio es un defecto del alma que es un serio causante de vibraciones negativas que afectan a nuestra vida emocional.

        Este defecto está bastante relacionado con el Orgullo y a la Vanidad, además de con el Egoísmo, porque al que lo tiene , su propio orgullo le hace que le cueste mucho llegar a admitir y a reconocer sus debilidades y la responsabilidad por sus errores, encontrando siempre buenas disculpas para justificarse .

      Quien tiene este defecto moral, se vuelve  obcecado, intransigente y caprichoso, censurando en los demás ciertos defectos que son  precisamente los que él mismo tiene pero no reconoce; sin embargo, precisamente por su estrecha relación con el orgullo y la vanidad, el amor propio suele presumir de unas virtudes y valores de los que en realidad carece.

      Las personas con amor propio creen que lo merecen todo porque se  creen que son de mejor nivel o clase que los demás, y al no obtener todo aquello que creen merecer, terminan padeciendo problemas emocionales, depresiones, etc. Se suele decir de las personas que manifiestan esta clase de egoísmo que  se sienten el "ombligo del mundo".

    Popularmente se suele considerar el amor propio, como si fuese un factor positivo, cuando en realidad es todo lo contrario,  dando por ello culto a la terquedad, la soberbia, etc, a las que llega a considerar como virtudes.

   El amor propio suele ser en realidad el mayor obstáculo para el progreso espiritual, porque a partir de él aparecen como variedad del mismo toda clase de aspectos morales negativos y defectos que confunden como valores positivos. Suele originar vanidad, orgullo, odio, rencor, etc, y finalmente conduce a un aislamiento de las demás personas que les rodean que a causa de este defecto les rehúyen. Este defecto lleva a quienes lo tienen, a creerse por encima de los demás, y piensan que todo el mundo debe estar al servicio de ellos, por lo que por sus exigencias e impertinencias provocan una mala relación con los demás que terminan por dejarles aislados .

El mejor antídoto para protegernos de este defecto moral que dá paso a tantos otros defectos con los que se mezcla y confunde, es la humildad que nos hace ver con mayor claridad nuestros propios  defectos, pudiendo así cerrar las puertas a sufrimientos innecesarios.

     No se  deberá confundir el amor propio con el tesón, el empeño, el coraje y la lucha por conquistar metas difíciles ante las que lo más fácil y cómodo sería rendirse: Estos últimos aspectos señalados  son absolutamente positivos,  en realidad se tratan de la  Dignidad y el valor  de la  autoestima que nos hacen sentir una íntima satisfacción  cuando el esfuerzo es por conquistar metas dignas y nobles.

El Orgullo igualmente es  un concepto que tiene una doble acepción: una positiva  y otra negativa. En su acepción positiva, no es un defecto, sino un sentimiento de satisfacción íntima  debida  al esfuerzo por una buena actuación, o al éxito obtenido por el esfuerzo, para la consecución de metas y de logros, o también se refiere a satisfacción ante el reconocimiento de nuestros méritos por parte de los demás,  o ante los éxitos y bondades de un ser querido, etc .En su acepción negativa el orgullo positivo descrito, cuando es llevado a extremismos incontrolados, supone un defecto del alma; es llegar a un estado mental que lleva al individuo a sobrevalorarse y a considerarse superior a los demás ,a quienes suele mirar "por encima del hombro", con cierto desdén, como si les fuesen inferiores y le tuviesen que agradecer el favor de su trato y estar siempre dispuestos para su servicio. El orgulloso, en este sentido, se suele encontrar elevado sobre un falso pedestal, y suele caminar por la vida como el pavo real que  se pasea inflado, contoneándose con la cola abierta, y aparentando un valor del que en realidad carece. El único antídoto es cultivando la virtud contraria: la humildad.

Se debe diferenciar entre la Dignidad y el orgullo en su acepción negativa; la dignidad la da el saber ser humilde y consciente, porque la humildad  reconoce los propios defectos y estimula al individuo a superar sus imperfecciones una vez reconocidas o detectadas, por tanto la dignidad es una gran virtud que además va unida a la humildad, pero el orgullo sin embargo, oculta y no reconoce las  imperfecciones, por lo que  es un gran defecto y al orgulloso le resulta muy difícil  reconocerlo y superarlo. 

La sencillez humana demuestra la auténtica valía de la persona, y esta cualidad es una forma de ser, que nace y se desarrolla cuando se vence al orgullo y a la Vanidad  que  viene a ser lo mismo que el orgullo, pero adoptando posiciones de orgullo aún más acentuadas y ridículas, porque el vanidoso se suele intentar disfrazar con falsas virtudes.  Cuando se vence al orgullo y a la vanidad, evitando falsas apariencias y adoptando naturalidad en palabras y obras, se llega a alcanzar el placer de la sencillez.

 La  vanidad  es una  consecuencia  del Amor Propio, y  se suele rodear de lujos y apariencias falsas, lo cual es  la causa de la ruina económica y social en muchos hogares.

La persona vanidosa es en realidad víctima de un complejo profundo de inferioridad y esta siempre trata de destacar y de llamar la atención de los demás hacia su persona.

El vanidoso suele hacer fácilmente elogios de sí mismo, alardeando de lo que en realidad no tiene o no es capaz de hacer, aparentando lo que no es en la realidad. (¡ Qué triste resulta presenciar la manifestación de una persona vanidosa!). 

El vanidoso, emplea su defecto como máscara con la que se oculta en la vida para no mostrar la realidad de si mismo que no le gusta y desea encubrir.

También actúa así porque desea sentirse importante o superior a los demás,(orgullo), dando un falso valor a su personalidad. Se infla como un pavo ante el halago o ante otras personas que él considera inferiores, y cuando no puede igualar  algún aspecto positivo de otra persona, la intenta desacreditar  por algún aspecto ajeno, sea cierto o falso.

 Por su altivez el vanidoso resulta antipático a los demás y antes o después suele terminar convertido en un ser desgraciado que se encuentra solo y aislado porque los demás se alejan de él y le abandonan por su defecto que suele ser molesto.  A quien lo padece,  sus  propios prejuicios sociales y el qué dirán  les suelen  llegar a resultar una pesadilla.

         La ostentación y el ansia de aparentar lo que no se es o lo que no se tiene, suelen ocultar mucha vanidad, orgullo, altivez  y estupidez. Esto, en definitiva constituye  la arrogancia y el endiosamiento ridículo; el arrogante tal vez sufra porque en lo más íntimo comprende que a sí mismo no se puede engañar porque se ve tal como es, y a veces se siente como  un ser inútil y por eso precisamente  trata de disimularlo con una falsa apariencia. La persona arrogante vive sintiendo interiormente su nulidad que intenta ocultar con el ropaje de su altivez y su estupidez, lo cual le aleja  otras personas que normalmente valen más que él y aparentan menos. Vive por ello aislado en un complejo de inferioridad que le corroe internamente y le obliga a pretender engañarse a sí mismo continuamente.

 La Soberbia viene a ser  una variedad del orgullo cargado de arrogancia y altanería, que llevados al límite, pueden llegar a alcanzar extremos de  violencia  y de  crueldad

Como ya apuntamos anteriormente, a estos defectos morales tan similares y tan abundantes, la  gran virtud que se les opone y llega a anularlos, es la de la  Humildad; que supone un estado mental de superación del amor propio, de la vanidad y del orgullo, y es una manifestación de modestia y sencillez, que sabe rechazar los elogios y halagos, mientras que  los vanidosos van en busca de ellos. La humildad es la característica común de los espíritus grandes y fuertes. Es una virtud que conduce  a vivir sin apariencias, con naturalidad y sencillez.  Tal como enseñó Jesús de Nazaret, la humildad es una de las virtudes que nos acercan más a Dios en un acto de sumisión, mientras el orgullo y sus derivaciones suponen un estado de sublevación contra Dios del que  nos alejan. Mientras más sencillos seamos como humanos, más grandes seremos espiritualmente,  y esta sencillez se conquista en la medida que somos capaces de superar imperfecciones como la vanidad, el amor propio, el orgullo, etc.  En la medida que se adquiere el hábito de practicar esta virtud se va adquiriendo el antídoto para alejar y debilitar los defectos espirituales señalados .    

Hay quien confunde  humildad con servilismo, sin embargo mientras  la humildad es una fuerza del espíritu evolucionado, el servilismo supone una claudicación de la propia dignidad, bajeza, degradación y debilidad de espíritu.  Tampoco la humildad se debe confundir con  una apariencia de apocamiento, ni el humilde tiene por qué alejarse de los lugares de esparcimiento, pues la humildad no se opone a la dignidad personal, y lo indigno sería acobardarse ante otros a los que consideramos superiores a nosotros en algún aspecto y dejar por ello de disfrutar de lo común, al igual que hacen los demás.

- Jose L. Martín-


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