martes, 20 de septiembre de 2022

La irritabilidad y la ira

  INQUIETUDES  ESPÍRITAS

1.- " La carne es débil ".

2.- ¿Cómo mejora el Espiritismo al ser humano?

3.- Para meditar: Un sencillo y breve mensaje de un Espíritu

4.- La irritabilidad y la ira


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                   " La carne es débil "

Hay inclinaciones viciosas que son evidentemente inherentes al espíritu, porque tienen más
relación con la gran parte moral que con la física. Otras más bien parecen consecuencia del
organismo, y por este motivo, uno se cree menos responsable, por ejemplo: las predisposiciones a la cólera, a la indolencia, a la sensualidad, etc.

Se reconoce hoy perfectamente por los filósofos espiritualistas que los órganos cerebrales,
correspondiendo a las diversas aptitudes, deben su desarrollo a la actividad de su espíritu, y que así este desarrollado es un efecto y no una causa. Un hombre no es músico porque tenga la protuberancia de la música, sino que tiene esta protuberancia porque su espíritu es músico.

Si la actividad del espíritu obra sobre el cerebro, debe obrar igualmente sobre las otras partes del organismo. De este modo, el espíritu es el artífice que arregla su propio cuerpo, por decirlo así, a fin de amoldarlo a sus necesidades y a la manifestación de sus tendencias. Sentado esto, la perfección del cuerpo de las razas adelantadas no será producto de creaciones distintas, sino resultado del trabajo del espíritu, que perfecciona su instrumento a medida que aumenta sus facultades.

Por una consecuencia natural de este principio, las disposiciones morales del espíritu deben
modificar las cualidades de la sangre, darle más o menos actividad, provocar secreciones más o menos abundantes de bilis u otros fluidos. Así es, por ejemplo, que al glotón se le hace la boca agua a la vista de un bocado apetitoso. En este caso, no es el bocado el que puede sobreexcitar el órgano del gusto, puesto que no hay contacto, sino el espíritu, que obra en virtud de la sensibilidad que se le ha despertado, con la acción del pensamiento, sobre este órgano, mientras que en otro, la vista de aquel bocado no produce ningún efecto. Por la misma razón una persona sensible derrama lágrimas fácilmente. La abundancia de las lágrimas no da la sensibilidad al espíritu, sino que la sensibilidad del espíritu provoca la secreción abundante de las lágrimas. El organismo, bajo el impulso de la sensualidad, se ha apropiado esta disposición normal del espíritu, como se ha apropiado la del espíritu del glotón.
Siguiendo este orden de ideas, se comprende que un espíritu iracundo debe propender al
temperamento bilioso. De esto se deduce que un hombre no es colérico porque sea bilioso, sino que es bilioso porque es colérico. Lo mismo sucede en cuanto a las otras disposiciones instintivas. Un espíritu perezoso e indolente dejará su organismo en un estado de atonía en relación con su carácter, mientras que si es activo y enérgico, dará a su sangre y a sus nervios cualidades muy diferentes. Es tan evidente la acción del espíritu sobre la parte física que se ven a menudo producirse graves desórdenes por efecto de violentas conmociones morales. La expresión común: La emoción le ha cambiado la sangre, no está tan carente de sentido como podría creerse. ¿Pero qué ha podido cambiar la sangre, sino las disposiciones morales del espíritu?
Se puede, pues, admitir que el temperamento es, al menos en parte, determinado por la
naturaleza del espíritu, que es la causa y no el efecto. Decimos en parte, porque hay casos en que lo físico influye ciertamente sobre lo moral. Esto sucede cuando un estado mórbido o anormal se determina por una causa externa accidental, independiente del espíritu, como la temperatura, el clima, los vicios hereditarios de constitución, un malestar pasajero, etc. Entonces, puede estar afectada la moral del espíritu en sus manifestaciones por el estado patológico, sin que su naturaleza intrínseca se modifique.

Excusarse de sus defectos por la debilidad de la carne no es más que un subterfugio para
eludir la responsabilidad. La carne sólo es débil porque el espíritu es débil, lo cual destruye la
excusa y deja al espíritu la responsabilidad de sus actos. La carne no tiene pensamiento ni voluntad.

No prevalece jamás sobre el espíritu, que es el ser pensante y voluntario. El espíritu es quien da a la carne las cualidades correspondientes a sus instintos, como un artista imprime a su obra material el sello de su genio. El espíritu, emancipado de los instintos de la bestialidad, se compone un cuerpo que no es un tirano para sus aspiraciones hacia la espiritualidad de su ser. Entonces es cuando el hombre come para vivir, porque vivir es una necesidad, pero no vive para comer.

Así pues, sobre el espíritu recae la responsabilidad moral de sus propios actos. Pero la razón
manifiesta que las consecuencias de esta responsabilidad deben estar en relación con el desarrollo intelectual del espíritu. Cuanto más ilustrado es, menos excusa tiene, porque con la inteligencia y el sentido moral nacen las nociones del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto.

Esta ley explica el mal resultado de la medicina en ciertos casos. Desde luego que el temperamento es un efecto y no una causa, y los esfuerzos hechos para modificarlo se hallan necesariamente paralizados por las disposiciones morales del espíritu, que opone una resistencia inconsciente y neutraliza la acción terapéutica. Dad, si es posible, ánimo al medroso, y veréis cesar los efectos fisiológicos del miedo.

Es prueba, repito, la necesidad que tiene la medicina convencional de tener en cuenta la
acción del elemento espiritual sobre el organismo (Revue Spirite, marzo 1866, p. 65).

ALLAN KARDEC.

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¿Cómo mejora el Espiritismo al ser humano?

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Esta pregunta es provocadora y nos lleva a analizar más profundamente que las simples respuestas memorizadas en conferencias y encuentros espíritas. El espírita está acostumbrado a escuchar cómo la doctrina mejora a quienes llegan a ella, pero ¿ cómo sucede eso? ¿Qué puntos mejoramos en nosotros a medida que estudiamos esta maravillosa doctrina?

Para responder a estas preguntas utilizaremos el contexto en el que la doctrina se hizo pública. En esa época, el positivismo alejaba cada vez más al hombre de cualquier idea espiritual. La humanidad se volvió racional en el apogeo de su madurez, y esto distanció a la ciencia de la religión.

Era necesario que la doctrina de los espíritus viniera a crear un movimiento de aproximación entre lo espiritual y lo material, para que los hombres vieran con pruebas irrefutables que el mundo espiritual existía y que era deber de todos luchar por superarse si queríamos. para tener un futuro mejor.

La doctrina se basaba en un pilar muy claro que era el pilar del amor y la caridad. En suma, el espiritismo pedía a sus adeptos que analizaran la necesidad de la famosa reforma íntima , que, practicada de forma sincera y disciplinada, potenciaría el progreso del ser. Por cierto, el progreso fue otro concepto del que mucho se habló y recordó la doctrina de los espíritus.

Según sus conceptos básicos, el hombre, desde su creación, estaba destinado al progreso ya la perfección. Dios estableció esta ley básica que rige todo su universo para que todo en la vida evolucione de acuerdo a sus experiencias y méritos. Con eso, el código moral traído por los espíritus a través de los estudios de Kardec se convirtió en una guía inigualable para ayudar en este camino hacia la superación personal.

El espírita se convierte en aprendiz de Jesús, buscando mejorar en sí mismo todas las tendencias menores y buscando comprender las causas de las aflicciones y la importancia de evitar nuevas cuestiones pendientes en la encarnación actual. En su rutina, el espírita que realmente integra todos los conocimientos adquiridos en sus estudios pasa a controlar mejor sus emociones, busca comprender sus sentimientos de la mejor manera posible, buscando siempre actuar de forma equilibrada y caritativa.

Hay quienes sienten enormes dificultades para aplicar el nuevo estilo de vida, principalmente porque se convierten en objeto de escarnio o desprecio por parte de la comunidad en general. Pero el espírita dedicado y atento a su necesidad sabe que éstas son piedras en un camino necesario para la elevación moral del ser. Quizás el cambio más importante que se nota en el espírita inicialmente es un despertar de la conciencia que lo lleva a observar mejor sus actitudes y tratar de cambiarlas con el tiempo.

A diferencia de lo que muchos puedan pensar, el espiritista no es un modelo, sino alguien que trata de copiar al modelo más grande de todos nosotros, que es Jesús. El Espiritismo nos hace mirar dentro de nosotros mismos y buscar en nosotros mismos y en su divino consuelo la fuerza para trabajar en la lucha incesante de la evolución espiritual.

El Espiritismo hace que las personas, inicialmente a través de la disciplina y la fuerza de la costumbre, se vuelvan más suaves, más equilibradas, menos propensas al egoísmo y al orgullo. Este movimiento se debe principalmente al peso sobre la conciencia moral. Al leer que debemos perdonar para ser perdonados, nos sentimos culpables al recordar a los hermanos que no perdonamos, al leer sobre la ira y el daño que trae al espíritu y al cuerpo físico, sentimos remordimiento por nuestras crisis coléricas.

La culpa es el paso inicial hacia el arrepentimiento y un cambio de rumbo. Después de este estado de entendimiento en el que concluimos después de los estudios que necesitamos cambiar, que tiene sentido y que sólo si cada uno se supera a sí mismo podemos llegar al reino de los cielos que está dentro de cada uno de nosotros, es después de eso que comenzar realmente la lenta marcha del progreso.

Hasta hoy es difícil señalar espíritas que hayan alcanzado niveles evolutivos muy altos, porque es un proceso lento en el que no hay saltos cuánticos. Tenemos grandes ejemplos de espíritas que actuaron cristianamente en su misión que alcanzaron un nivel muy alto de moralidad y estos nos ayudan diariamente en el movimiento espírita a evolucionar y crecer moralmente.

Tomemos como ejemplo a los grandes espíritus que siempre nos inspiran a estudiar, trabajar y evolucionar. Procuremos siempre que nuestra meta principal sea superarnos a nosotros mismos, superar nuestras dificultades, nuestros defectos. Se nota que el espiritista es una persona que intenta. Traten de ser más pacientes, traten de ser más caritativos, traten de ser mejores, con humildad y sinceridad. Sólo llegará al reino de los cielos quien comprenda que el reino está dentro de ti y que para eso necesitas mirarte a ti mismo.

- Felipe Gama -

( Tomado de "Espiritismo del Alma ")

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PARA MEDITAR: UN SENCILLO Y BREVE MENSAJE DE UN ESPÍRITU

                                        


 " Nosotros, aunque desencarnados, continuamos en íntima relación con la vida humana; después de todo, entre todos los que pasaron y los que continúan en el mundo, solo Cristo no guarda ninguna responsabilidad ante un escenario que nos corresponde a todos modificar, por la simple razón de que todos, unos más y otros menos, tenemos muchas cuentas pendientes frente a la divina justicia ".

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                            La irritabilidad y la ira

                                                 


Estos defectos espirituales indican una falta de Paz interior que es necesaria para todas las personas, pues sin esta Paz del alma no se puede ser feliz. 

      Las personas irritables reaccionan violentamente con facilidad  por  cualquier nimiedad  sin importancia, y esto es porque  permanecen  en un estado de desequilibrio  mental y anímico, derrochando una energía psíquica que va minando su propia salud.

Toda emoción violenta resulta  dañina para la propia salud y  hasta cualquier situación de enfado por nada de importancia,  perjudica la salud de quien cae en esa postura necia que solo nos perjudica a nosotros mismos... 

La Ira supone una brutal y violenta descarga de energía psíquica que daña el sistema nervioso y glandular, produciendo un  fuerte desequilibrio psíquico y funcional, así como un exceso de hormonas tóxicas que realmente dañan los órganos internos.

Es de señalar que la persona irritable y la iracunda, emiten una vibración mental negativa que atrae  a Seres espirituales que vibran en  la misma sintonía, y que a su vez les incentivan para que mantengan estas actitudes mentales negativas  que conducen a un permanente estado de tensión, infelicidad e insatisfacción.

Estos defectos los podemos identificar fácilmente en nosotros mismos, pues cuando se manifiestan lo hacen de forma tan ostensible que no los podemos ocultarlos a nadie y menos aún a nosotros mismos.

- Jose Luis Martín-

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